Cuando decir Rusia en Cuba era un delito

Cuando decir Rusia en Cuba era un delito

Ahora que Rusia está en los titulares de las noticias de todos los medios informativos del mundo debido a su injustificada y cruel invasión a Ucrania, donde el ex KGB Vladimir Putin, quiere revivir los tiempos en que ese país era una superpotencia usando los métodos que aprendió del dictador Stalin, me vienen a la memoria algunos clichés que se implantaron en nuestro país cuando dependíamos enteramente de los dictados del imperio soviético y su sola mención debía hacerse con el mismo respeto que merecen las deidades de cualquier religión.

Los más viejos y los de edad media recordarán que en Cuba no se podía hablar mal de los soviéticos y mucho menos decir Rusia o rusos en lugar de Unión Soviética o soviéticos. Por supuesto que llamarle “bolos” a los soviéticos era una herejía, por lo que era un término que se empleaba solamente entre la familia (exceptuando los extremistas que en todas las familias existían) o amigos muy confiables.

Antes de que ocurriera el desmoronamiento de la URSS y del bloque comunista, el gobierno comunista castrista pro soviético tenía a esa sociedad y a sus países satélites como una especie de paraíso terrenal, es por ello que había que ser muy cuidadoso en los términos en que nos referíamos a todo lo que venía de los soviets.

El choteo y la burla ha sido históricamente el recurso del cubano para hacerle frente a los problemas, las carencias, los abusos y las imposiciones. De ahí que los cubanos se burlaron de los españoles, después de los americanos, en ambos casos porque ejercieron un dominio casi completo de nuestra sociedad e impusieron sus costumbres y sus culturas, y no podía ser menos con los rusos, de los que quisieron no sólo imponer una visión idílica, cuando representaban una sociedad mucho más atrasada, opresiva e injusta de la que habíamos conocido. Probablemente en toda nuestra historia, plagada de frases hacia España como “La siempre fiel isla de Cuba” y la influencia de Estados Unidos en la independencia de Cuba y su desarrollo económico fue de primer orden, por lo que la aparición e idealización de algo tan ajeno como la cultura rusa no podía ser otra cosa sino objeto de la mayores de las burlas y sarcasmos.

“La entrañable e indestructible amistad entre los pueblos de Cuba y la URSS” ha sido, sin lugar a dudas, la frase objeto de las más sonadas burlas en toda nuestra historia.

Los muñequitos rusos

Uno de los elementos más criticados por ser ajenos a nuestra cultura, fueron los muñequitos rusos.

Criticar los muñequitos rusos (extensivo a todos los del campo socialista) también era un pecado mortal. Gracias al monopolio estatal de la información y los medios de difusión, típico de los países comunistas, los muñequitos rusos se convirtieron en el paradigma de la educación del hombre nuevo, para que se convirtiera en un ente con habilidad para hacer muñecos de nieve y convivir con los osos en la fría Siberia, algo muy alejado de nuestras playas, nuestro clima cálido, los mosquitos y las palmas.

Todos recordamos un hecho que era objeto de comentario: cuando Bernabé, el personaje interpretado por Enrique Arredondo, dijo en un programa que iba a castigar a su nieto poniéndolo a ver los muñequitos rusos por haberse portado mal. Eso le trajo como consecuencia una separación del programa como sanción.

Mientras tanto, algunos padres podíamos llevar a nuestros hijos al Cinecito, un cine pequeño, como su nombre lo indica, especializado en proyectar los viejos animados de nuestra niñez. Fue así como mis hijos pudieron conocer las diferencia de el Pato Donald, Pluto, Porky y Mickey Mouse con los cartones soviéticos, lo que a su vez nos sirvió para analizar el por qué eran considerados unos peligrosos exponentes del diversionismo ideológico, lo que no podíamos ver por ninguna parte, solamente llegar a la conclusión de que los que los sustituyeron eran feos y aburridos.

Otros niños de esa época en cambio dicen que los muñequitos rusos fueron parte de su educación cultural y estética porque la música que formaba parte de los mismos eran obras de clásicos como Tchaikovsky y Prokofiev. Ellos no analizaron que el iniciador de incorporar la música clásica a los dibujos animados fue Walt Disney, mucho antes de que surgieran los muñequitos rusos.

Las obras completas de Lenin

En todas las oficinas de dirigentes, bibliotecas, centros de estudios y universidades y algunos comunistas furibundos, contaban con las obras completas de Lenin, de Marx y de Engels, a pesar de que la mayoría de ellas dormían el sueño eterno y nadie siquiera las había ojeado.

Y por supuesto, decir que las obras de Lenin no había quien las entendiera, era una herejía.

En las universidades eran asignaturas obligatorias en todas las carreras, fueran de ciencias o de humanidades, el estudiar Filosofía Marxista-Leninista y Materialismo Dialéctico. ¿De qué sirvió?, no sé, porque a todos nos entró esa materia por un oído, nos aprendimos de memoria lo necesaria para aprobarlas y después salieron por el otro oído.

La enseñanza de la filosofía se basó en la críticas desde una perspectiva marxista, de los grandes filósofos de todos los tiempos, dejando a Platón, Aristóteles, Voltaire, Hegel y todos los representantes de las diferentes etapas de las filosofía, desde la Antigua Grecia, hasta la contemporáneas del siglo XX, desvalorizadas por los postulados marxistas. La necesidad de investigar nuestra existencia y todo lo que nos rodea, que ha sido una interrogante del ser humano de todos los tiempos, es sustituida por los dogmas del marxismo.

Por eso, salvo “El capital”, de Carlos Marx, que nos enseñó que no lo querían los marxistas, sino la esencia del capital y la superioridad del sistema capitalista, el resto no es recordado por nadie.

El modo de vida cubano vs el modo de vida soviético

Mi visita a la Unión Soviética, poco antes de su desaparición, me reafirmó lo que ya había visto y analizado durante los casi treinta años anteriores e incorporó nuevos elementos para desvalorizar lo que nos habían vendido como oro puro.

Los cubanos, muy influenciados por nuestra ascendencia española, durante la era republicana fuimos acercándonos de forma tal a los Estados Unidos hasta llegar a asimilar casi completamente el llamado “american way of life”, donde primaba la comodidad, el imperio de la moda y el consumo, asumiendo los postulados de la sociedad americana de posguerra, donde primaban el liberarse del pasado y priorizar una vida más cómoda y segura, con grandes cambios económicos y sociales y un amplio dominio de la libertad en todos los sentidos.

Por eso resultó un choque impactante el ver que los representantes de aquella sociedad que nos pintaban como desarrollada e igualitaria, eran personas mal vestidas, la igualdad radicaba en la vestimenta, tanto de hombres como mujeres. Generalmente olían mal pues no usaban desodorante ni estaban acostumbrados como nosotros al baño diario, las mujeres vivían en un estilo desaparecido hacía muchas décadas, pues no se afeitaban las piernas ni las axilas y las camisas blancas y los vestidos floreados, junto con las dentaduras de oro o de un material oscuro, era distintivo de su procedencia.

Si pensábamos que los cubanos eran unos grandes comerciantes, nos dimos cuenta de que los rusos, acostumbrados a las carencias que no sabíamos que después padeceríamos, eran maestros en el arte del intercambio. Su oferta de jabones, leche condensada, latas de carne en conserva, botas o camisas de nailon por tabacos, ron o aguardiente se volvió casi universal, y este intercambio tuvo su clímax cuando durante el llamado “período especial” se creó todo un comercio de artículos que adquirían en sus mercados especiales y que vendían a precios exorbitantes.

Como complemento, en mi visita a la Unión Soviética pude conocer que en una sociedad con más de setenta años de existencia, donde la inmensa mayoría de la población había nacido y se había criado en ese sistema, estaba constantemente buscando el comprar productos robados de la economía estatal para adquirirlos a más bajos precios y cuando veían a un extranjero comprando algo en una tienda, inmediatamente surgía una cola para adquirirlos, pues alguna razón habría para ello, tal y como me sucedió con unas bolsas de nailon. Nadie quería el sistema y todos esperaban un cambio mientras vivían aparentando lo que no sentían.

Tristemente pasamos de una economía americana libre, de consumo abierto, a una soviética, planificada, que no garantiza nada y donde la escasez era predominante junto con productos de mala calidad.

Calidad de productos norteamericanos vs. rusos

Siempre se ha tratado de justificar que la calidad de los productos del campo socialista eran de calidad inferior a los norteamericanos porque en los sistemas socialistas se prioriza la industria pesada sobre la ligera o de medios de consumo. Otros argumentaban la necesidad de priorizar la industria militar para garantizar la seguridad del socialismo ante la amenaza imperialista norteamericana.

Después de desaparecer el CAME, la Unión Soviética y el campo socialista, todavía persiste esta evaluación, demostrada con que en Rusia predominan los autos, electrodomésticos y otros artículos de consumo procedentes de otros países en cantidades abrumadoramente muy por encima de los nacionales y la superioridad tecnológica propagandizada por Putin, se hizo merengue ante su desastrosa invasión a Ucrania, donde nuevamente se mostró que Rusia no es más que un tigre de papel que depende del desarrollo de otros países, en particular Alemania y Estados Unidos.

Y en Cuba pudimos comparar las tecnologías que conocíamos, principalmente norteamericanas con las que llegaron de la Unión Soviética. En su favor hay que decir que eran equipos fabricados para una larga duración, duros y resistentes, algunos de muy buena factura como el caso de los radioreceptores VEF, Selena y otros, los que no serían un Blaupunkt o un Zenith Transoceánico, pero daban la talla; del resto vamos a comentar.

Los televisores eran de una tecnología atrasada, y que respondían su sintonía a golpes; las lavadoras tenían motores tan fuertes que rompían la ropa; las batidoras eran comparables a un motor de una perforadora; los refrigeradores no enfriaban mucho y siempre estaban mojados; los carros eran de tecnología anticuada, con direcciones muy recias, roturas frecuentes y metales de mala calidad que se oxidaban o rompían fácilmente y eran grandes consumidores. Muchas fábricas, indicativas del desarrollo industrial del país, eran de tecnología de antes de la Segunda Guerra Mundial. El resultado final: chatarra en cantidades industriales.

En fin, no por gusto se popularizó una frase que decía: los americanos son los mejores haciendo películas y todo lo demás.

Ideología antes de la revolución contra la imperante en la era soviética

No vamos a evaluar si antes de la revolución había o no una dictadura (comparado con lo que vino con Fidel Castro y el comunismo hasta Batista nos parece buena gente ahora), pero lo cierto es que el nivel de vida de los cubanos era incomparablemente superior al de muchos países del mundo y con muchas posibilidades de convertirse en poco tiempo en un país del llamado primer mundo, a lo que se sumaba a que en el aspecto ideológico se gozaba de todas las libertades de expresión, religión y pensamiento.

Con la entrada en la esfera de acción del campo socialista y la instauración de la dictadura castrista, todas las libertades fueron desapareciendo. Y ello es fácilmente comprobable en muchos sentidos.

Lo primero que desapareció fue la libertad de prensa con el monopolio estatal de todo sus órganos, ninguna figura política o estatal puede ser criticada ni las medidas que tomen, está regulado y censurado lo que se puede leer, las películas que se pueden ver, en particular las películas de guerra de Mosfilm y la música que se puede escuchar, eliminando la música norteamericana y de aquellos que hayan criticado al socialismo, los escritores, deportistas y artistas que abandonan el país son condenados al ostracismo como si hubiesen existido. Se trató de implantar el “realismo socialista” como tendencia artística donde predominaban las conciencia de clase y los problemas sociales, rechazando la creatividad basada en lo subjetivo, restringiendo completamente la creación artística y considerando negativo todo lo que no fuera afín a esa producción intelectual regulada.

Se impuso la enseñanza de la lengua rusa en lugar del inglés, un absurdo que tuvo presencia hasta por la principal emisora radial del país, Radio Rebelde. Mis hijos estudiaron ruso en el preuniversitario y la universidad y de ello solo recuerdan unas pocas palabras.

Se creó todo un clima crítico alrededor de todo el que abandonara el país, prohibiendo inclusive las relaciones con familiares y amigos que se fueran de Cuba. Los nombres de intelectuales y artistas de renombre mundial que no fueran admiradores del socialismo y aún algunos que siendo comunistas hubieran tenido expresiones negativas hacia Cuba o algún dirigente cubano, como el caso del poeta Pablo Neruda, fueron borrados de toda mención a todos los niveles.

Fueron perseguidas y bloqueadas la radio y televisión norteamericanas que lograban entrar, así como más tarde las señales satelitales de todos los medios. Las publicaciones soviéticas que comenzaron, a partir de la apertura de la Perestroika y la Glasnost, a emitir artículos críticos sobre el socialismo, como las revistas Sputnik y Novedades de Moscú, fueron expresamente prohibidas.

Existieron muchas otras cosas de las que no se podía hablar, como por ejemplo burlarse del fracaso de planes locos de Fidel Castro como el Cordón de La Habana, la Zafra de los Diez Millones, la Reforma Energética y otras estupideces que terminaron en el ridículo; de los peloteros cubanos exitosos en las Grandes Ligas, de los artistas y escritores que abandonaron el país y triunfaron internacionalmente; de la superioridad del deporte profesional; de los disidentes soviéticos merecedores de Premios Nobel de Literatura; de los cantantes y humoristas prohibidos en los medios de difusión que resultaron ser los más escuchados y populares en discos y casettes; de los artistas y músicos cubanos no conocidos en Cuba y que fueron grandes triunfadores en Estados Unidos y en Hollywood y muchas otras, en resumen como muchos comentaron: En Cuba lo que no es prohibido es obligatorio.

No en balde una película tonta como la checoslovaca “Vals para un Millón”, se convirtió en todo un suceso nacional. Probablemente su éxito radicó en que era una que no mostraba la guerra, la miseria y la obediencia ciega a la política comunista.

Los rusos en Cuba y los ruso-cubanos

Alguna vez se comentó que en Alamar había más rusos que erizos en la playita de ese lugar. En otros lugares del país se crearon zonas donde vivían los técnicos y militares soviéticos, identificados popularmente como zonas de rusos. En la Autopista Novia del Mediodía, en Alamar y en Cienfuegos existieron esas zonas de “rusos” y hasta nos dejaron una catedral ortodoxa rusa.

Pero un aspecto destacado fue el hecho de que decenas de miles de cubanos fueron enviados a estudiar a la Unión Soviética y otros miles más a trabajar o entrenarse allí y a otros países socialistas. Muchos encontraron allí el amor y regresaron a Cuba casados, algunos con hijos o los tuvieron en la Isla.

La mayoría de los que emigraron a Cuba fueron mujeres rusas, las que sin duda pasaron mucho trabajo para adaptarse a una vida diferente, sobre todo con un clima caluroso y otras costumbres y cultura.

Pero algunas cosas la acercaron a su cultura y hasta encontraron algunas libertades de las que no gozaban en la URSS. Surgieron nuevos cubano-rusos con nombres como Boris, Pavel, Ivan, Serioza, Aliuska, y muchos otros que aprendieron a vivir en una sociedad cerrada donde hasta los uniformes escolares y las pañoletas eran un remedo de lo que habían experimentado sus madres en su niñez.

Con el tiempo muchas familias o las madres con sus hijos ruso-cubanos, regresaron a Rusia o pudieron viajar a países capitalistas, como el caso de Boris, que se crió y estudió junto a mis hijos y que ahora vive en New Jersey. Entretanto, durante el “período especial”, el nombre eufemístico que se le dio en Cuba a la catástrofe resultante de la desaparición del campo socialista y la Unión Soviética, las rusas que vivían en Cuba, aprovecharon su condición de extranjeras para viajar a México e implantar un comercio de compra venta altamente favorable para ellas o revender artículos procedentes de las tiendas de su embajada en La Habana.

Pero por otra parte hay que decir que no es la primera vez que los rusos dejaron huella enla historia de Cuba. En 1896, tres jóvenes rusos decidieron irse a la Isla a pelear por su independencia, los que lucharon a las órdenes de Antonio Maceo, lo que no fue por mucho tiempo pues uno resultó herido y otro enfermo de fiebre amarilla, por lo que se decidió entregarlos a las autoridades españolas, las que los deportaron a Estados Unidos. Más tarde otro ruso se incorporó al ejército mambí, el cual lucho a las ordenes del general Mayía Rodríguez.

La rusa de Baracoa

Ajeno a este suceso, décadas después, una rusa, huyendo de la revolución comunista en su patria, dio tumbos por muchas partes hasta que decidió asentarse en un lugar que le trajo la paz que tanto ansiaba: Baracoa, un pueblo entonces casi aislado del resto del país. Así surgió la leyenda de Magdalena “Mima” Menasses Rovenskaya, la rusa de Baracoa, que dejó un recuerdo impresionante y cuyo hotel es un símbolo de la primera ciudad fundada en Cuba por los españoles.

La peor herencia de los rusos

Durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de Fulgencio Batista, como una deferencia hacia su aliado-jefe del norte, instauró el Servicio Militar Obligatorio, el cual no tuvo mucha fuerza ni permanencia. Pero al llegar el gobierno comunista a la Isla y tras las experiencia desastrosa de la Crisis de los Misiles o Crisis de Octubre, se impuso la necesidad de completar la imitación de todas las instituciones soviéticas y se implantó con una fuerza como nunca antes, el Servicio Militar Obligatorio, como una forma más de controlar a la juventud y de darle más relevancia a la Guerra Fría.

Sesenta años después muchos países lo han eliminado pero la dictadura cubana sigue imitando a los rusos. No importa los sufrimientos que ello trajo a los cubanos.

Resultante de las limitaciones a la libertad para imitar a los soviéticos, durante muchos años los cubanos no pudieron hospedarse en hoteles o concurrir a centros destinados al turismo extranjero; se prohibió la tenencias de divisas, castigado con cárcel; igualmente el comprar carne de res y ser capturado intentando abandonar el país, igualmente sancionado con prisión.

El verdadero culpable

En 1991 desapareció la URSS y con ella desaparecieron sus duplicados, los países dentro del llamado “campo socialista” y a su vez se extinguieron los muñequitos rusos. Por eso los cubanos nacidos a partir de la década de 1990 sólo conocen por referencias a los personajes de esos animados. Algunos dicen que se criaron traumatizados por los muñequitos rusos, lo que considero una exageración, pero sin duda un mensaje tan ajeno se convirtió en cercano a partir de la repetición y la falta de otras opciones y a algunos les trae sentimientos nostálgicos tan válidos como la prometida urna de cristal donde había todo lo bueno del mundo y que solo era una falacia.

La nostalgia es válida, porque es parte de nuestras vivencias, pero de ahí a defender un sistema inhumano representado por los rusos y que es capaz, tres décadas después de desaparecer la Unión Soviética, revivir las masacres que esa sociedad cometió, como ocurre ahora con Ucrania, no se vale para ningún cubano.

De todo lo ocurrido en nuestro país hay, sin duda, más de un culpable.

Y es triste señalar al mayor culpable de todas estas desgracias. No es la Unión Soviética, ni Fidel Castro y sus mafiosos acompañantes, somos los propios cubanos que no hemos reaccionado con la vitalidad necesaria para acabar con un régimen que lo ha llevado a vivir en una sociedad carente de derechos y vivir en un nivel de miseria jamás conocido en Cuba.

Han existido muchos intentos de acabar con esto, han sido derrotados por la represión y la falta de unidad de los que luchan contra el sistema, por lo que la sociedad cubana ha optado por una única solución: abandonar el país. Un triste destino.

Cubanos cruzando el río Bravo en la frontera entre México y USA.

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