Ayer y hoy: ¿cuál es mejor?

Ayer y hoy: ¿cuál es mejor?

“La historia es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás: por lo que fue, y contra lo que fue, anuncia lo que será.”

Eduardo Galeano

Sin duda alguna las décadas de los cuarenta a los sesenta en Cuba muchos añoramos, mientras otros no quieren recordarla y la mayoría no saben de que se está hablando, o aún peor, no les interesa conocerlo.

Pero los años que uno vive en plenitud, sobre todo en niñez y juventud, le parecen, por adversos que hayan sido, mejores que ningún otro de su vida. De ahí el empleo de la frase: “cualquier tiempo pasado fue mejor”, de la autoría de Jorge Manrique y que le permitió pasar a la historia de la poesía con esta sola obra, las Coplas a la muerte del Maese Don Rodrigo”, su padre.

Todos sabemos que no es exactamente así, que la sociedad va avanzando, sobre todo en los aspectos materiales y la calidad de la vida por los adelantos tecnológicos, mejoramiento de la economía, la aparición de posibilidades de vivir cómodamente como nunca antes y de alargar la vida de las personas y tener una existencia más plena y muchos otros asuntos que nos hacen la vida más completa y pasable. No puedo decir lo mismo de las relaciones sociales y la familia, que parece que van en sentido contrario al desarrollo material, pero en definitiva probablemente se deba a algo que no compartimos porque no fue lo que conocimos y vivimos y ya he hecho las comparaciones en más de una ocasión poniendo un ejemplo muy gráfico: hoy detestamos el reguetón, que nos parece, más que una música, un ruido infernal con letras groseras; pues eso mismo pensaban nuestros padres cuando apareció el rock and roll y seguramente ocurrió en otros momentos de la historia con el conflicto generacional.

Y esta comparación puede ser extensiva a muchos aspectos de la vida, por lo que me pareció muy saludable hacer una reflexión sobre aspectos en los que no pensamos y que son ahora muy diferentes a como nos acostumbramos a verlos.

La playa.

La gente de mi edad éramos fanáticos perdidos de quemarnos al sol para tener una piel tostada, color canela, que nos identificaba como asiduos a la playa. Para ello nos echamos por todo el cuerpo cerveza, aceite, aceite con yodo, manteca de coco y lociones llamadas Suntan para que nos diera en la piel ese color dorado deseado.

No pensamos entonces en lo dañino del exceso de la radiación solar y la ciencia todavía no nos alertaba de la posibilidad de sufrir cáncer de piel por ese exceso. Fue a mediados de los setenta que en Miami se comenzó a experimentar con los protectores solares como un medio de atenuar las radiaciones ionizantes, y hoy en día es una práctica sin la cual muy pocos se someten a la acción solar y otros hasta usan pullovers de mangas largas para bañarse en la playa.

Hoy nos cuidamos del sol de forma muy cuidadosa y cuando éramos jóvenes anhelábamos achicharrarse con sus rayos. Aquí no cabe que el tiempo pasado haya sido mejor.

Y otra cosa curiosa, por lo menos los cubanos, a los que nos gusta bañarnos en la playa cuando el agua está calentica, muchos esperaban hasta las seis de la tarde cuando el agua se ponía bien sabrosa, antes nos metíamos al agua y si no nos gustaba su temperatura lo dejábamos para más tarde. Ahora estamos pendiente del pronóstico de la temperatura del agua del mar, para lo que revisamos celosamente las páginas web dedicadas a la meteorología y el clima. Si nos pronostican menos de 86 grados Fahrenheit o 30 grados Celsius, no nos metemos al agua. Nuestra dependencia de la tecnología la hemos llevado a niveles insospechados, o probablemente ridículos.

Fumando espero…

Si en la televisión, en el cine, las fotos de artistas y de gente importante, todos fumaban, si en todas partes, cines, restaurantes, salas de espera de todo tipo de instituciones, establecimientos comerciales y dondequiera, hasta en las sesiones del Congreso de la Nación o dentro de un avión, se fumaba y había ceniceros, todo nos atraía hacia el cigarro o el tabaco.

Si a eso le sumamos una fuerte campaña publicitaria en todos los medios, y al hecho de que el precio de cigarros y tabacos era asequible a todos los bolsillos, sin duda alguna el no fumar era una excepción y no la regla.

Si veíamos a nuestros artistas preferidos, o a los escritores o artistas que admiramos, o a los políticos a los que seguimos, con un cigarrillo en la boca, imitarlos era casi un imperativo.

Una cajetilla de dieciséis cigarros costaba diez centavos o en su defecto se podía comprar al menudeo al precio de tres cigarros por dos centavos, al que recurrimos los de menos ingresos o los que fumábamos escondidos en el cine. Además estaba el tema de las fosforeras y encendedores, entonces de gasolina, que iban desde las baratas pero muy eficientes fosforeras austriacas, hasta las exclusivas Ronson de muchos tipos, hasta llegar a un modelo exclusivo que está concebido para encender en los barcos, aún con los vientos en contra. Con el tiempo la ahora famosa marca Zippo compró a la marca Ronson, por eso ahora es la más cara.

Después llegaría la campaña que nos aleccionó sobre los daños que provoca el cigarro, (del cual soy otra víctima como muchos de mi generación) y las consiguientes prohibiciones, y por suerte llegamos a un mundo con menos humo, aunque hay lugares y gente que no entienden nada de nada y siguen fumando. Por eso hay imbéciles que llegan a presidentes y gente que ante una pandemia que ha dejado millones de muertos, no se vacuna, así que no es nada raro que haya gente que siga fumando.

Tampoco aquí el tiempo pasado fue mejor.

La alimentación

El cubano invariablemente desayunaba, almorzaba y comía consumiendo grandes cantidades de grasa. Desde la mantequilla, el queso y el jamón en el desayuno, más la leche entera, que mientras más grasa tuviera era major; en el resto de las comidas siempre había un plato frito, ya fuera tostones, plátanos maduros, malanga, boniato o papas fritas, y la forma preferida de consumir un bistec de res o de puerco, el pollo, o hasta un pescado, era frito o empanizado.

El aceite era exclusivamente para las ensaladas y todo, hasta el arroz, se cocinaba con manteca de cerdo.

Más tarde llegó la época en que las grasas animales se consideraban dañinas y propensas no solo a llevarnos a la obesidad, sino también a la arteriosclerosis y otros desórdenes de la salud. A ello le siguió la definición de nocivo del consumo de carnes rojas, de fumar y de tomar bebidas alcohólicas, así como todo lo que contuviera azúcar o los carbohidratos que se convierten por efecto del metabolismo en azúcares. Prácticamente lo único sano eran los vegetales.

Con el tiempo también llegaron las comparaciones: ¿cómo era posible que nuestros padres y abuelos, que comieron toda su vida grasa animal, tomaron mucho ron y vino y por lo regular andaban con un tabaco en la boca todo el día, pudieron vivir hasta mucho más allá de los 80 o 90 años?.

La respuesta de la ciencia es que en primer lugar los alimentos eran naturales, que el uso de pesticidas, fertilizantes y otros elementos químicos era mucho menor o inexistente, por tanto lo que se consumía es lo que ahora se llaman “alimentos orgánicos” y que además nuestros predecesores realizaban ejercicio físico hasta muy mayores y eso contribuía a eliminar el efecto adverso del consumo de grasas.

Hasta cierto punto comparto ese razonamiento, pero el alante y atrás de las recomendaciones de las autoridades, me hace dudar de ello. Primero las grasas animales eran nocivas y era mejor emplear grasas vegetales como la margarina, más tarde la margarina es nociva y solamente es bueno el aceite de oliva virgen extra; del azúcar blanca debe ser limitado su consumo y emplear en su lugar endulzantes artificiales, más tarde se definió que es preferible usar azúcar no refinada en lugar de azúcar blanca o edulcorantes y así sucesivamente.

Sin duda la obligación de plasmar en las características de cada producto su contenido en energía, grasas saturadas, no saturadas o trans, sales minerales, azúcares y otros componentes es una ayuda para que el comprador sepa qué va a consumir, y a partir de qué momento tiene caducidad, lo mismo que ocurre con las medicinas, y que también tiene un componente eminentemente comercial, aunque no exento de tiempo de vigencia real de las caracteristicas del producto.

Pero mis contemporáneos saben que antes los productos no tenían caducidad, y las condiciones de embalaje no eran las actuales.

Y otro elemento muy importante es que el proceso de envasado ha evolucionado muy favorablemente para estar a tono con el evitar que el producto se contamine o varíe sus propiedades

Sin duda la industria química se ha desarrollado y ha introducido múltiples tipos de envases para alimentos y otros elementos que requieren conservación, pero a pesar de todo ello, hay un material que no ha sido superado de forma alguna por ninguno otro: el vidrio.

Y en las comidas callejeras ha habido una revolución: ahora proliferan las pizzas, las hamburguesas y los sándwiches de todo tipo, pero en La Habana de mi juventud estaban presentes, a precios populares por no decir ridículos, las deliciosas fritas cubanas, mejores mil veces que las mejores McDonald’s, los hotdogs al mejor estilo norteamericano, lo deliciosos helados toda crema, que le darían batalla a muchas marcas norteamericanas de hoy en día, y qué decir del verdadero Sándwich Cubano, esa bomba de proteínas que es más alimenticio que muchos platos famosos.

Y qué decir de los batidos (de trigo, de plátano, de chocolate, de fruta bomba, malteada o de mamey) que había en cualquier parte y su costo era risible. No era lo mismo tomarse una Coca Cola o una Materva que un sustancioso y delicioso batido. Ahora son smoothie y no se cuantos nombres, y para tomarse uno parecido a aquellos hay que hacerlo en la casa, echarle leche condensada, leche evaporada y un queso crema y bastante pulpa o material, si no, no puedes compararlo con aquellos.

Y como hay de todo en la viña del Señor, no se nos puede olvidar que un buen día se supo que el popular puesto de la Playa de Marianao, que después del triunfo de la revolución se hizo famoso, lo que ofertaba era  pan con tiñosa.

Por eso yo sigo añorando aquellos días en que una frita, un coctel de ostiones, un pan con bisté o un simple perro caliente, estaba al alcance de mi bolsillo y del de casi todos.  Al final no creo que las comidas de entonces hicieran tanto daño como las de hoy.

Los restaurantes

Antes de 1959, en Cuba había restaurantes de todo tipo y todas las categorías, desde las humildes fondas de chino, con sus completa a precios módicos, hasta selectos restaurantes de lujo, pasando por cafeterías y establecimientos especializados en gastronomía cubana, española, arabe, francesa, china o italiana.

Como es normal en el mundo el acceso era libre y salvo en determinadas ocasiones, o lugares, no era necesaria una reserva previa.

Pero llegó la revolución y lo cambió todo, para peor por supuesto.

Un buen día a alguien se le ocurrió un mecanismo probablemente copiado de otra galaxia, mediante el cual si uno quería ir a un restaurante, tenía que, a partir de determinada hora, ponerse a llamar a un número telefónico, a ver si había suerte de alcanzar una reservación para el día siguiente.  Si tenias éxito entonces debías estar en un lugar determinado para que te dieran el ticket que avalaba la reserva y finalmente ibas, muy contento, a El Cochinito, El Conejito, El Monseñor u alguno otro de los que daban servicio.

Por supuesto que cuando finalmente cenabas, se acababa todo el estrés resultante de más de un dia en esas gestiones, las que en ocasiones terminaban sin haber alcanzado la posibilidad de ir a comer al lugar que escogiste o solamente quedaba disponibilidad en otros que no siempre eran de tu agrado o a una hora que no te gustaba.

Después todo tomó un viso más normal, hasta que nuevamente se implantó otro medida extraterrestre, pagar en divisas, la moneda en la que no cobras tu salario, por lo que se hizo más difícil ir a cenar a cualquier parte y los centros que quedaron en moneda nacional por lo regular tenían ofertas de baja calidad.  A pesar de ello, tanto en un sitio como en otro, el símbolo más importante que implantó el régimen revolucionario para todo, la cola, estaba presente siempre.

No hace falta abundar mucho con el tema.  Como en el resto del mundo, el ir a comer a un restaurante es práctica común de mucha gente, algunos usualmente y otros de forma esporádica para celebrar algo o comer un plato en particular en el que el sitio al que vamos está especializado.  Pero en Cuba, se convirtió en todo un lujo, que muchos, la mayoría no se puede dar.

Me quedo con lo que viví en ese sentido en los años cincuenta.

Las medicinas

Las medicinas de mi juventud no tenían fecha de vencimiento. Creo que treinta años después de haberla comprado, alrededor de 1960, cerca de 1990, encontré un pomo de Linimento Sloan y lo empleé en el primer dolor muscular que se presentó y fue efectivo. Estoy poniendo un caso extremo, pero lo cierto es que no existía, ni se conocía que era el vencimiento de un producto medicinal. También es cierto que no se compraban medicinas en exceso y solamente cuando hicieran falta.

Las inyecciones se hacían con jeringuillas que se esterilizaban haciéndolas hervir con agua y las agujas se cambiaban periódicamente y la nalga le avisaba a uno cuando llegaba ese momento. Ahora todas las inyecciones se hacen con jeringuillas desechables y el proceso es más sencillo y más higiénico.

Los problemas de los ojos se resolvían con una infusión de vicaria blanca debidamente enfriada, los dolores musculares con sebo de carnero o manteca de majá; los males estomacales con cocimiento de manzanilla y elixir paregórico; la bronquitis o neumonía con vick vaporub y papeles de cartucho para conservar el calor en el pecho y la espalda así como en la planta de los pies y en la nuez de Adán; y muchas otras hierbas para casi cualquier uso. Los dolores musculares se trataban con árnica y cafiaspirina que también servía para el catarro.

Muchos jarabes vienen saborizados y ya no hay que tomarse medicamentos tan desagradables como el palmacristi, la sal de higuera o someterse a “toques” en la garganta o echarse gotas nasales de “argirol”. Ahora el yodo y el mercurocromo, el rojo aseptil y otros medicamentos no son recomendables. Sin duda alguna han surgido miles de medicamentos más efectivos pero algunos no han perdido su trono, como el bicarbonato de sodio, la leche de magnesia, y muchas de las hierbas medicinales que mencioné, sobre todo la manzanilla, el romerillo y el anís, sin olvidarnos que la miel de abejas con limón lo resuelve casi todo, sin dejar de lado al ajo.

A pesar de que sigue existiendo muchos remedios naturales y ha tomado fuerza, sin muchos avances, la farmacopea homeopática, en los países del primer mundo predominan los medicamentos de patente.

Pero ahora estos y los tradicionales, todos, tienen fecha de vencimiento. Y como no tenerla si lo más importante no es su objetivo sino comercializar los productos.

Y otro elemento de las medicinas actuales es su vademecum: todos tienen efectos que van desde un dolor de cabeza hasta la muerte e interactúan con casi todo. Al final ello tiene un componente real de efectos secundarios e interacciones con otros medicamentos o alimentos, pero este es exagerado para evitar demandas y reclamaciones.

No puedo decir que los tiempos pasados fueron mejores porque la ciencia ha desarrollado muchos medicamentos y tratamientos más efectivos, pero sin duda el mercado prima sobre las necesidades de la salud en nuestros tiempos.

Las vacaciones

Estaban los picnics, que no eran más que un viaje a una finca, a una playa o simplemente a un lugar bonito, como era el Laguito en Miramar, donde la gente llevaba sus cazuelas con arroz con pollo y una neverita con cerveza, no había platos desechables y los existentes eran de cartón de muy mala calidad.

Estos picnics podían realizarse cualquier domingo, no necesariamente como parte de unas vacaciones, porque mucha gente no tomaba ese periodo de descanso, prefería continuar trabajando y así obtener un ingreso adicional.

Pero siempre había los que se preparaban todo el año para pasar sus vacaciones, sobre todo en lo que más le gusta al cubano: la playa. Mucha gente iba a casas en Santa Maria del Mar o Guanabo que se alquilaban por semanas o meses y otros a los pocos hoteles que existían mientras que estaban los que diariamente o en días alternos iban con su comida preparada a pasarse el dia en la playa, comprar la fruta de la estación: el mamoncillo y tamales o algo mas que pasaran los vendedores ambulantes ofertando. Después se hizo popular los llamados “carritos del helado” que nos atraían con su música infantil y sus ofertas.

Después con la revolución, cambiaron muchas cosas: el Estado acaparó la propiedad de los hoteles y de muchas casas de la zona, así que ya la opción de ir a la playa dependía de que por el centro de trabajo le fuera asignada la posibilidad junto con una factura para pasar esos días, lo que cada vez se fue haciendo más difícil, hasta que prácticamente desapareció hasta que renació pero ahora no por méritos laborales, sino por divisas.

La crisis del transporte hizo más difícil viajar a la playa y mucho más el hacer el viaje tipo picnic, con comidas y bebidas incluidas. La ruta 400 hacia Guanabo comenzó a desaparecer, el tren que pusieron para sustituir su exiguo servicio fue un desastre, mientras que las máquinas de alquiler, los conocidos boteros, aumentaron sus precios hasta la estratósfera y ahora ir a la playa es un suplicio.

Para otros destinos, como el que yo acostumbraba, como era el ir a la playa, específicamente a Varadero en verano pero no en época de vacaciones, sino en mayo o junio antes de que comenzaran las vacaciones escolares y las masivas de los padres, y las de Cienfuegos o Viñales en otras épocas del año, se fueron haciendo cada vez más difíciles. De ocho pesos que costaba el hospedaje diario en el Hotel Jagua de Cienfuegos o seis en Los Jazmines de Viñales, súbitamente pasó a ser en divisas y solo para extranjeros.

Las vacaciones, desde lo más caro o selecto, hasta lo más humilde, se convirtieron en un imposible para los cubanos. Y pensar que todavía hay gente que se piensa que es mentira que podía entrar sin reservación a cualquier hotel habanero: el Nacional, el Habana Libre, el Capri, el Riviera o cualquier otro, hospedarse y pagar entre ocho y diez pesos por noche. Les puedo asegurar que durante los años setenta lo hice muchísimas veces, tantas que he perdido la cuenta.

Lo que son las vacaciones del cubano ahora, lo pueden responder bien aquellos que no disponen de las divisas para hacerle frente siquiera para sobrevivir.

Ciegamente se puede afirmar que otros tiempos pasados fueron muchísimo mejores.

El transporte

En Cuba el transporte público por ómnibus siempre fue el rey. No había quien compitiera con él en seguridad, costo, exactitud y comodidad. Mucha gente tenía carro exclusivamente para pasear los fines de semana y otros tomaban un taxi, también muy baratos, solamente para casos muy necesarios.

Las guaguas paraban dondequiera, solamente había que levantar la mano o hacerles una seña, si venía llena podías esperar la siguiente porque no iba a demorar mucho y el sistema era de una eficiencia tal que podías hacer combinaciones con muchas otras rutas hacia otros destinos y estaba cubierto, al menos en La Habana, la casi totalidad de los asentamientos urbanos y en el interior de las provincias y el transporte interprovincial, incluyendo los trenes, también era muy eficiente.

Con el tiempo las deficiencias propias del sistema socialista deterioraron todas las áreas de la economía y entre ellas el transporte fue uno de los más golpeados, por eso ni siquiera me atrevo a hablar de algo que casi no existe y que cada día es peor.

Pero cuando un cubano llega a otro país se da cuenta de que el transporte es uno de los elementos clave de cualquier sistema. Ahora bien me llama la atención que en Miami, con una población de tres millones y una extensión territorial muy vasta, existe un sistema de transporte metropolitano muy bien organizado, pero que tiene una frecuencia que para sus usuarios, en ocasiones se puede considerar insuficiente. Pero es el cuento del huevo y la gallina. Probablemente los únicos que no posean carro en Miami sean los muertos y yo. El resto prefiere andar en carro, aunque este horas en un tranque en una autopista o en una de las concurridas avenidas o calles de la ciudad antes que tomar un ómnibus.

Resumen: la gente no quiere coger guaguas porque demoran mucho y las guaguas no pueden aumentar su frecuencia de viajes porque no tienen pasaje.

Hay que ver que hicieron en ciudades como New York o Chicago, donde la gente emplea mayoritariamente, al menos en las zonas principales, del tren suburbano, el metro y el ómnibus, dejando a un lado al carro para otros menesteres.

Así y todo tiempos pasados fueron sin duda mejores, sobre todo en Cuba.

Finita en el tiempo de las paraderas.

La ropa

La forma en que visten los habitantes de un país nos muestran su cultura y sus tradiciones. No se trata de ropa de lujo, sino como siempre escuché, que había que andar limpio y sin roturas. Una ropa podía estar zurcida y limpia y eso se veía bien, lo contrario a una ropa cara sucia o rasgada o que le faltara un botón.

Y el cubano siempre se ha destacado como personas de buen vestir. Desde épocas remotas las mujeres destacaban por sus hermosas batas y los hombres por sus guayaberas.

En los años cincuenta la ropa estaba al alcance de todos y había para todos los bolsillos. Se podía ir a El Machetazo y comprar varias camisas o un pantalón por un peso, buscar liquidaciones en muchas otras tiendas, las ofertas en conocidas tiendas durante el mes de julio o agosto y otras variantes. O buscarse un crédito en tiendas como J.Vallés, Ultra y otras, que se iban amortizando poco a poco y comprar las marcas más reconocidas, como eran McGregor, Cam-pal, B.V.D., Pioneer, Saturno, Viti, Ariguanabo, Arrow. De la ropa de mujer mejor ni mencionarla porque las ofertas eran tan variadas, de todos los precios y sobre todo era una época donde las costureras eran muy demandadas, pero sí recuerdo que en ropa interior las más solicitadas eran las TrueForm y Maidenform y en trusas Jantzen.

La gente iba bien vestida por dondequiera. Los empleados de bancos y ofnicinas iban en traje y con cuello y corbata, las empleadas de las tiendas iban de blanco en verano y de negro en invierno y siempre con zapatos de tacón y medias de seda. Eran mis compañeros de viaje en la guagua diariamente y en aquellos tiempos ni las guaguas tenían aire acondicionado ni se sudaba tanto, así que para mí es totalmente cierto lo del cambio climático.

Empacado completo con McGregor e Ingelmo

Y la moda era un negocio que tenía ofertas nuevas incesantemente, como es ahora. Todos recordamos el vestido de Marilyn Monroe que en la película se levanta y ese fue uno de los íconos de la moda de los años cincuenta, que transitó por la saya de paradera hasta llegar a las minifaldas, mientras por medio estaba el escándalo del bikini.

Los hombres vieron cómo la moda de pantalones anchos fue estrechándose hasta que se hicieron hábito los pantalones sin pliegues y sin bajos. Los trajes fueron también volviéndose más ajustados y con las solapas de los trajes y las corbatas más finas y las camisas con pequeños botones en sus cuellos.

Pero después llegaron las carencias del socialismo que hicieron que este gusto de los cubanos por vestir bien se perdiera a la fuerza, el racionamiento hizo que conseguir ropa y calzado fuera una quimera, y los mecanismos de venta como los

Las guayaberas fueron identificadas con los represores del régimen por ser casi un uniforme de los guardaespaldas y agentes de la Seguridad del Estado, por lo que la población las rechazó, aparte de ser difíciles de conseguir. Décadas de diferentes soluciones parciales como fueron la venta de prendas de vestir sin coser (Cose en casa), la aparición de marcas con determinada calidad (camisas Yumurí) y más tarde el limitado alcance de conseguir los pantalones que se habían puesto de moda internacionalmente (Jeans Lee, Levis, Wrangler o los magníficos españoles Lois), pasando por la era de los Safaris, hasta que llegó el momento cumbre con la oferta de ropa en divisas.

De la situación hoy, mejor ni mencionarla. Del pueblo que vestía exquisitamente, no queda nada. Mientras tanto, en el mundo, particularmente en Miami, cuando vemos a alguien, por lo regular una persona mayor, vestida elegantemente con un pantalón de buen corte, una camisa de mangas largas y unos zapatos de piel, nos rememora a los cubanos de los años cincuenta, porque ahora todos visten cómodamente, regularmente con short y pullover, para cualquier tipo de actividad, ya sea una cita médica, un viaje en avión o lo que sea, por lo que en ese aspecto, la vida será menos formal, pero muchísimo más cómoda.

Me quedo con los tiempos actuales.

Los zapatos

No se acostumbraba, como ahora, a tener decenas de pares de zapatos. Se contaba con uno, de buena calidad y otro para salir. Todos eran de piel y muy baratos, sobre todo los de producción nacional, donde las marcas Amadeo, Ingelmo y Bulnes no tenían nada que envidiarle al Thom Mcan o Florsheim.

Los muchachos usaban los zapatos colegiales y los tenis US Keds, que eran solo para deportes en la escuela y destacaban por dos cosas, por su bajo costo y por la peste a chicotes que dejaban. Ahora esos mismos modelos, probablemente de peor calidad, son bautizados con marcas como Converse y cuestan una barbaridad.

Con la revolución, desapareció el calzado de piel y fue sustituido por botas rusas, el que tuvo la suerte de conseguirlas, pues eran duras a matarse, y si no tenía que recurrir a unos zapatos plásticos que derretían los pies, los Kiko Plastics. También desaparecieron las chancletas de palo que se usaban para bañarse y aparecieron las plásticas

Obtener un par de zapatos de una cuota anual de un solo par, era algo así como sacarse la lotería. Y de las mujeres mejor ni hablar. Algunos tuvimos suerte y nuestros hijos debian usar botas ortopédicas, así que al menos tenían garantizado calzado todos los años.

Si ha habido algo crítico, dentro de las casi totales carencias materiales que ha sufrido el cubano durante los últimos sesenta años, han sido la carne de res y los zapatos. En ese orden.

Y ninguno de los dos ha mejorado. Ahora el que quiera zapatos, si no tiene divisas tiene que seguir con lo que tenga.

Los juegos

No voy a hablar de los juguetes de los niños, ese es un tema tan doloroso por todo lo que ha representado, en primer lugar de destrozar de plano la ilusión de los niños con una costumbre, si se quiere tonta, pero bonita que era la de los Reyes Magos, cambiandola por el azar de lograr un número que te permita coger los mejores juguetes o lo que queda. La gente de mi edad recuerda los paseos por las vidrieras de Monte y de Galiano viendo lo que pudiera ser que nos trajeran los Reyes y la ansiosa espera de la noche de la víspera del seis de enero dejando la cartica junto con agua y yerbita para los camellos.

Ha llovido mucho y en la mayor parte del mundo se mantiene esa tradición, que aparte de su carácter comercial tiene un sentido fantasioso que vale la pena conservar dentro de lo poco que nos queda de inocencia como civilización

Pero más bien me quiero referir a los juegos de mesa, esos que hacían que interactuáramos con la familia y amigos y que tanto nos enseñaron a convivir.

El mundo de hoy es muy diferente. La digitalización, la informática e Internet acabaron con siglos de juegos interactivos, de reuniones familiares y de conversaciones entre amigos.

Afortunadamente esta práctica no ha desaparecido completamente, pero en su inmensa mayoría si se ha visto afectada. No es raro encontrar a varias personas en una fiesta donde todas están clavadas en su celular en lugar de conversar con la que tienen al lado y lo más sorprendente es que algunos conversan online con otros que están muy cerca de ellos y prefieren este tipo de conversación virtual a la física.

Si me preguntan si prefiero el mejor juego virtual de XBOX o Playstation a un miserable juego de parchís, creo que ya saben mi respuesta. Y recuerden que soy un profesional de la informática y se sus valores, pero al César lo que es del César.

Diferencias entre 1950 y 1960.

Los años cincuenta probablemente hayan sido los de mayor desarrollo económico de toda la Cuba republicana. Fueron completadas grandes obras arquitectónicas, el mayor edificio como el FOCSA, el mayor hotel como el Habana Hilton, la Vía Blanca, los túneles de 5ta Avenida, Línea y el Túnel de la Bahía de La Habana, el puente de Bacunayagua, el mayor del país, y decenas de edificios que conforman el skyline habanero.

Mientras tanto, la década de 1960 probablemente haya sido la peor de la historia para el pueblo cubano: comenzó con los fusilamientos en masa, las nacionalizaciones y expropiaciones, los encarcelamientos políticos, el comienzo de la separación de las familias, el inicio del éxodo masivo, la imposición de limitaciones a la libertad religiosa y la libertad de información, los alzamientos en el Escambray, la invasion de Bahia de Cochinos o Playa Girón, el cambio de la moneda, la crisis de los Misiles Nucleares o Crisis de Octubre, y la introducción de un régimen comunista y el dominio del plais por parte de la Unión Soviética con los consabidos cambios en la estructura política, económica y social del país, con la imposición de una cultura y la ruptura de las costumbres históricas, y que al final nos llevaron al caos en que se encuentra Cuba sumida hoy en dia. A ello le añadieron la desastrosa Ofensiva Revolucionaria que nacionalizó hasta los limpiabotas y los proyectos macabros como el Cordón de La Habana, la Brigada Che Guevara que acabó con las frutas en Cuba y el desastre colosal de la Zafra de los Diez Millones, el mayor chasco del régimen

Cuba dejó de ser lo que había sido para convertirse en un país detenido en el tiempo, un país sin futuro.

Esa Habana, de la que hablo, que está en el recuerdo de muchos, la sigo considerando la de un tiempo mucho mejor que el actual, que bien vale la pena que soñemos con ella, inclusive aquellos que nunca la conocieron.

Todo lo que todavía tiene brillo en la capital cubana fue construido antes de la revolución, incluyendo lo que vive en nosotros y como pensamos. Es cierto que no todo era oro, que había injusticias (las mismas que se profundizaron con el comunismo y que siguen existiendo no solo en Cuba sino en el mundo entero), y no todos tenían el mismo poder adquisitivo, Cuba no era un país del primer mundo, pero se ubicaba muy bien respecto a muchísimos, la mayoría de los países, pero sin duda se podía vivir decentemente sin necesidad de delinquir, era una sociedad de gente que trabajaba duro para mejorar su vida. Sin duda había un nivel no despreciable de miseria, sobre todo en el interior del país, pero nadie carecía de la esperanza de un futuro mejor

Ahora, tras seis décadas de dictadura se sustituyó el autoritarismo de Batista por el totalitarismo castrista, donde todo es propiedad estatal, con represión total hacia los disidentes y se limita totalmente la sociedad civil mediante una dictadura férrea.

Por eso hay que analizar a Eduardo Galeano cuando dijo: Cuando el Estado se hace dueño de la principal riqueza de un país, corresponde preguntarse quién es el dueño del Estado.

Como es lógico, el mundo ha seguido desarrollándose y hay cosas que ahora son mucho mejores que el mundo que conocimos, pero eso no es absoluto, otras debían haberse quedado, sobre todo en las relaciones sociales.

Tania Quintero, la destacada escritora cubana dijo algo muy hermoso: “Me siento afortunada de haber nacido en 1942 y haber podido conocer la Cuba de antes de 1959 y la posterior, la del desastre.”

Mucha gente, como yo, comparte esos pensamientos, porque Cuba era entonces un lugar de llegada, al que mucha gente quería llegar y ahora es un punto de huida, de fuga de un futuro incierto, lo que implica que sea valedera la frase de “cualquier tiempo pasado fue mejor”, a pesar de los pesares.


Y para remachar, solo voy a referirme a lo que quizás más extraño: las frutas cubanas. Ellas son el ejemplo más vivo de lo que un dia fuimos y ya no.

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4 Comentarios

  • Reply
    F. G.
    June 26, 2021 at 12:08 am

    Hola, me he visto varias entradas de este “blog” que me han encantado, se agradece ya que no muchas webs se dedican a crear contenido sobre nuestro país. Este en concreto me ha gustado mucho, soy un adolescente y lastimosamente no pude vivir en aquellos tiempos, pero no sabes cuánto lo hubiera deseado, ojalá algún día Cuba vuelva a ser lo que era. Saludos!

    • Reply
      carlosbu@
      July 7, 2021 at 4:45 pm

      me decia un amigo contemporaneo, que este blog solo le interesaba a los viejos como nosotros, que nos muerde todos los dias la nostalgia y yo le di en parte la razon, pero me da mucho gusto ver que jovenes como tu, se interesan por saber de donde vienen, como era la Cuba de entonces, asi que probablemente este sea un dia muy feliz para mi, muchas gracias por tu atencion

  • Reply
    vera
    July 11, 2021 at 12:42 pm

    No , soy cubana, soy portuguesa pero me interessa todo de Cuba. Mui interessante todo en su blog. A pouco y pouco vou lendo. Hay cosas em que me identifico pues com 67 anos, mucho lo vivi em Angola e Portugal (por exemplo de los joguetes, las medicinas medicamentos etc). Tengo amigos em Habana, que conoci em 2003, onde estuve cerca de 1 mes em su casa. Volvi em 2013. Habana apesar de mucho destruida, aun es una linda ciudad……… cuando miro las casas, las calles, a pesar de estar destruidas, me imagino cómo eran y veo una ciudad muy bonita, bien estructurada. Gracias. Aqui continuare a ler sus escritos.

    • Reply
      carlosbu@
      November 7, 2021 at 8:56 pm

      Que grato resulta que alguien de Portugal, al igual que ocurrió con otro lector brasileño, comparta sus vivencias con las mías, sobre todo las infantiles. Es un gusto que haya conocido La Habana, pero no la que pude conocer y vivir yo, que es muy diferente a la de ahora, le recomiendo un libro que tengo en Amazon, Regreso a La Habana de 1958 de mi autoria donde a traves de un relato fantastico, regreso a aquella Habana que nunca olvido. Muchas gracias por su comentario y su atención. Me queda una asignatura pendiente que espero cumplir despues que pase toda esta pandemia, conocer Portugal, lugar del que todos me hablan maravillas, un abrazo.

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