Las pañoletas y las Matrioskas

Las pañoletas y las Matrioskas

Mucho hemos abundado en el tema de la influencia soviética en Cuba, de la nostalgia por lo sovietico y de lo complejo de ese sentimiento, pero ahora lo voy a abordar a través de estos dos artículos, representativos de toda una época, que para muchos no pasa.

Después de la desaparición de la Unión Soviética y con ella el ficticio campo socialista en 1989,la influencia ruso-soviética para muchos quedó solo como un recuerdo porque no comemos, ni hablamos, ni bailamos, ni pensamos como los rusos y ni siquiera tomamos vodka, porque preferimos el ron y la cerveza. Aunque seguramente todos tenemos añoranza por la Salianska y los platos deliciosos del restaurante Moscú.

Pero sin embargo existe en nuestro subconsciente una nostalgia restaurativa, que aparentemente es mutua, por una parte por los rusos, de volver a recuperar su grandeza histórica, el volver a contar con el poder transhistórico del imperio desaparecido, del cual formaba parte Cuba, y los cubanos de gozar de la bonanza económica gracias a los inmensos subsidios soviéticos a cambio de la integración política y económica a el imperio comunista.

Eso precisamente hizo que casi no se hablara de “Bloqueo imperialista” porque todos los problemas materiales estaban resueltos y si la campana se mantuvo y sobrevivió fue solamente para machacar en la maldad del capitalismo y en particular los Estados Unidos como su gran representante.

Pero hay otros lazos difíciles de romper, como son la influencia de la cultura rusa adquirida por decenas de miles de cubanos que estuvieron durante una buena parte de su juventud estudiando en ese país. Aunque algunas voces oficialistas defienden que Cuba no era un satélite sovietico, en casi todas las esferas de la sociedad, en particular la economía, la educación y la cultura, la copia de los modelos soviéticos nos llevó a derroteros desastrosos y de ello solo se salvaron algunas esferas del arte y la literatura, en particular la ciencia ficción, bastante alejada de la perspectiva soviética.

Como tuve una experiencia personal relacionada con ello, puedo afirmar que si no hubiera sido por personas como Oscar Hurtado y sus Ediciones R, no hubiéramos conocido a Isaac Asimov, a Ray Bradbury, Frederick Pohl y Cyril Kornbluth, y la ciencia ficción hubiera sido terreno fértil para la literatura soviética de ese tipo, completamente idealizada y politizada con un futuro que pertenecía al comunismo.

Bald and Bankrupt.

Hay un famoso youtuber cuyo canal se llama “Bald and Bankrupt” (Calvo y en bancarrota) y que es un inglés llamado Benjamin, que tiene una obsesión casi delirante por todo lo sovietico y recorre los lugares (y los peores lugares) de los países que constituyeron la Unión Soviética, y en todos ellos se muestra, que sobre todo las personas mayores, sin excepción, sienten nostalgia por los tiempos soviéticos, los que consideran mucho mejores que los actuales. Y en su periplo, al que le queda aún mucho, Benjamin también incluyó a Cuba.

Y eso nos explica un poco lo que consideramos inexplicable, la gratitud hacia los rusos-soviéticos y la extraña relación de un pequeño país del Tercer Mundo, situado en el traspatio y con una influencia casi total de la cultura y modo de vida norteamericanos y que pasa a convertirse de la noche a la mañana en un asimilador inconcebible de la influencia de una potencia desconocida, lejana y ajena totalmente a sus valores y costumbres, todo ello dentro del marco de la Guerra Fría.

Los cubanos (probablemente la mayoría) no lo vimos entonces, como tampoco la manipulación y la mentira que representaba la mal llamada revolución y que representaba ser colonizados por la Unión Soviética, un país por el que nunca tuvimos atracción alguna, salvo los cuatro miembros y simpatizantes del Partido Comunista. No llegará a ser un caso típico del Síndrome de Estocolmo, pero si se ve una identificación con el opresor como una forma de sobrevivir. A ello se suma que el trato amable y hasta amoroso de los soviéticos hacia Cuba creó el espejismo de que ellos actuaban a favor nuestro y no nos dimos cuenta de que nos habían privado de la libertad y convertido en títeres, siempre alineados con sus intereses y su voz de mando.

Los soviéticos desamparados

Al desaparecer la URSS no solo quedamos abandonados a nuestra suerte los cubanos, que por la tozudez de Fidel Castro la hambruna total y la extinción de los pocos valores que quedaban con lo que llamó eufemísticamente “Período especial”, sino que también quedaron olvidados miles o tal vez decenas de miles de rusas que se habían casado con cubanos, procreando en nuestro país y que además se quedaron sin trabajo, pues muchas eran profesoras de idioma ruso en Universidades, Preuniversitarios o traductoras en diversas instituciones.

Algunas pudieron cargar con sus hijos y hasta con sus maridos y regresar, ahora a la nueva Rusia, pero la mayoria permaneció en Cuba convirtiendose en “bisneras” o luchadoras, vendedoras de articulos deficitarios en el mercado negro. Unas se nutrían de revender lo que podían conseguir en tiendas especializadas de la embajada Rusa, mientras otras realizaban viajes a Mexico, donde compraban para su venta en Cuba, cualquier artículos deficitarios en la Isla (casi todo), y se convirtieron en viajeras compradoras por encargo, lo que les sufragaba el viaje y les daba buenos dividendos en moneda convertible.

Y como nota curiosa, recordemos que un astronauta (cosmonauta en la terminología soviética) estaba en la estación Espacial cuando el colapso de la Unión Soviética. Serguei Krikalev fue al espacio como ciudadano de la URSS y regresó diez meses después a la Tierra como ciudadano ruso. Fue quizás el último sovietico y uno de los icónos más visibles del abandono.

La alianza que naciera entre Nikita Kruschev y Fidel Castro terminó en un caos: por una parte una país que era una potencia mundial quedó sumido en una gigantesca crisis y en la que apareció una mafia integrada por antiguos personeros del gobierno y el partido comunista y por la otra Cuba, una islita sin posibilidades algunas de salir, como su antigua colonia, de una crisis que se ha vuelto permanente, como lo ha demostrado la historia, a pesar de haber encontrado las fuentes de subvención necesarias para sobrevivir, como ha sido el caso de Venezuela y su inexplicable sumisión al régimen cubano.

La “ostalgia” no ha desaparecido

La “ostalgia” cubana, a pesar de todo, no ha desaparecido, aunque nos parezca que hemos olvidado, como hicimos con los muñequitos rusos y las peores películas panfletarias de Tanda del Domingo; en realidad todavía tenemos melancolía por “17 Instantes de una Primavera”, una de las más evidentes manifestaciones de la transculturación de la cultura soviética la que pudo integrarse, a nuestro ajiaco, en buena parte gracias a las familias mixtas cubano-rusas.

En nuestras obras artísticas, en particular en el cine, la influencia fue mayor, como fueron los casos de los filmes “Las Doce Sillas”, “La muerte de un burócrata”, y el remedo de “17 Instantes” que fue “En silencio ha tenido que ser”.

Pero ya nada es como antes, por mucho que le amargue a Rusia perder a su viejo aliado geopolítico, no hay nada de lo que antes los unía: la ideología. Solo permanece la nostalgia de Putin de rescatar el imperialismo sovietico del que él formó parte, pero Rusia no es la Unión Soviética ni sus recursos son los que aquel país tenía.

Probablemente por estas reflexiones decidí leerme nuevamente la obra de Ivan Efrémov “La Nebulosa de Andrómeda” y ver nuevamente su película, tan fiel al argumento central de la obra como mal realizada técnicamente, y llegué a una conclusión, o más bien a repetirme lo que ya tenía definido: el comunismo no es más que una utopía y las utopías son inalcanzables.

Pero siempre nos queda una chispa de esperanza de que lo ideal si no puede alcanzarse completamente, al menos puede lograrse algo bueno, aunque fuera poco.

Lo cierto es que los cubanos a veces nos volvemos unos ridículos y en verdad en este caso lo que estamos añorando son las migajas que nos dieron los soviets (migajas sin libertad) y que nos convirtieron en lo que fuimos y todavía somos, unos seres mediocres conformes con cualquier cosa y que solamente saben vivir bajo la espada y que extrañamos cuando ésta no aprieta suficiente.

El Caribe sovietico

No me refiero al televisor Caribe, sino a algo más profundo.

Los cubanos nacidos después de los años sesenta del pasado siglo, crecieron en una sociedad sin clases (aparentemente), entretenidos con dibujos animados (muñequitos) rusos y alimentados con leche en polvo, carne rusa y compotas soviéticas, enlatados y vinos de otros países socialistas. Según nos enseñaron, ese era nuestro universo y fuera de él todo era maligno.

Pero sobre todo el imaginario audiovisual cubano fue inundado, con la influencia casi total del cine soviético y de los países socialistas, destacando el cine de guerra y el de ciencia ficción. Todos recordamos “El hombre anfibio” (1961), “El Planeta de las Tormentas” (1962), y “La Nebulosa de Andrómeda” (1967) con su sociedad integrada de civilizaciones que viven en un sistema comunista, sin olvidarnos de esa obra maestra que fue “Solaris” de Andrei Tarkovski.

Pero hay curiosidades que debemos repasar, porque no son muy conocidas, como las obras literarias de cubanos que sirvieron para crear obras cinematográficas, como Agustin de Rojas con sus novelas Espiral, La leyenda del futuro y el Año 200; Angel Arango, el pionero de la Ciencia Ficción en Cuba con sus novelas Transparencia, Coyuntura y SIDER, todas resultantes de su libro de cuentos ¿A donde van los cefalomos?, que dio origen a tres películas y Richard Clenton Leonard con Expedición Unión Tierra, que tal parece escrita por un ruso y no por un cubano.

Y alrededor de ello una anécdota. Cuando trabajaba como impresor de libros en el periodico Revolución, donde se publicaban las obras de Ediciones R, bajo la dirección de Oscar Hurtado, autor de varias obras de Ciencia Ficción y el máximo impulsor y entusiasta del género en Cuba, al que apodamos “el marciano”, pues no se cansaba de hablar del tema, hubo dos libros (curiosamente yo conservaba las pruebas de galera, las encuadernaba rústicamente y me leía el libro antes de ser publicado), ambos de Angel Arango, “¿A donde van los cefalomos? y “El Planeta Negro”, se hizo popular una pregunta tonta que solo podia tenia una respuesta, que era que los cefalomos iban al planeta negro.

Pero vamos a los símbolos principales que dejaron los soviéticos en Cuba. Las Matrioshkas y las pañoletas.

Las Matrioskas

Probablemente el juguete o adorno, según se vea, más conocido y representativo de Rusia sea la Matrioska, una muñeca que contiene otra menor y así sucesivamente hasta llegar a una diminuta que no puede contener ninguna más.

En Cuba la Matrioska se convirtió en un adorno que más que estético es afectivo y no por gusto pues en cada apertura está presente la influencia soviética en Cuba y por eso es uno de los objetos que ha sobrevivido al fin de la presencia de los “bolos” en la Isla. Ella representa una cosa dentro de otra, casi hasta el infinito.

Ya lo ruso/sovietico no es presencia cotidiana, pero se mantiene viva en la historia más reciente cubana, la que también incluye el impacto de la tragedia nuclear de Chernobyl y la llegada durante dos décadas de más de veinte mil afectados por las radiaciones por ese cataclismo, principalmente niños.

La Matrioska y Chernobyl siguen vivas treinta años después del colapso de la URSS.

La Pañoleta

Sin dudarlo mucho diría que este es el signo distintivo de la influencia socialista soviética en Cuba. Era una prenda para usar, igual que los pioneros soviéticos, por los escolares cubanos. No creo que ese pañuelo para los alumnos fuera utilizado en ninguna escuela cubana, pública o privada, antes del triunfo revolucionario.

Al igual que había ocurrido en la URSS y sus países satélites, las presiones políticas y la represión asociada a ella, hicieron que los íconos, imágenes y cuadros religiosos fueran sustituidos por fotos de los dirigentes políticos, héroes o consignas revolucionarias. De todas las casas fueron retirados y escondidos detrás de una puerta o en el escaparate el Sagrado Corazon de Jesus o la Virgen de la Caridad del Cobre. Igual ocurrió con todos los valores que nos eran familiares, cívicos y morales o costumbres, como las Navidades, el Día de los Reyes Magos, la Semana Santa, los arbolitos de Navidad, el Aguinaldo y otros, los que fueron considerados nocivos.

Siempre, antes de la revolución, estaban los comunistas organizando un movimiento, del cual casi nadie se enteró, contra el árbol de Navidad, calificandolo de importación ideológica del imperialismo espiritual, algo ridículo y condenado al fracaso, como casi todo lo que hicieron, hasta que encontraron a un populista que supo manipular y engañar al pueblo con falsas promesas.

Es cierto que las costumbres navideñas, igual que otras celebraciones religiosas, aunque en Cuba no se puede identificar la Navidad ni los Reyes Magos con la religión, pues son fiestas de especial carácter familiar. El supuesto suceso del nacimiento de Cristo tuvo lugar en Judea, donde no hay pinos, ni nieve, ni ningún otro símbolo nórdico. Todo fue el resultado de una conveniencia de la Iglesia Católica en la medida en que fue extendiendo su poder y que fue ajustando las fechas que al final se hicieron costumbre.

Por eso precisamente, por la tradición, no nos interesaba que en Cuba no hubiera durante esas celebraciones ni nieve, ni frío, todo ello lo ambientamos con el arbolito y grandes copos de algodón. Pero lo verdaderamente bonito era el juntarse toda la familia en la cena de Nochebuena y después ver el brillo en los ojos de los pequeños esperando sus juguetes de los Reyes Magos, por pobres que fueran.

La Navidad era una fiesta de esperanza y de ilusión y eso nos lo quitaron.

El tener una buena casa y un Cadillac era símbolo de maldad (ahora recuerdo una canción de Silvio Rodriguez, su “Canción de Navidad”:

“Tener no es signo de malvado
Y no tener tampoco es prueba
de que acompañe la virtud…”

Si este álbum “Rodriguez” de 1994 lo hubiera publicado 30 años antes, también habría sido fustigado y censurado, (como en realidad lo fue, pero por otras causas) y hasta castigado con internamiento en la UMAP.

Y el vestir no podía ser ajeno a la nueva moral revolucionaria, donde prendas de vestir y estilos estéticos fueron asociados a posiciones revolucionarias y contrarrevolucionarias. Usar un traje, cuello y corbata y vestir bien, o mujeres con medias de nylon y tacones era un comportamiento burgués. Había que estandarizar la moda como hacían los soviéticos.

La revista Mella de 5 de octubre de 1964 publicaba:

“Agrupados en legiones que transitan por algunas calles de la capital, los desviados se identifican por el disfraz…espejuelos oscuros, sandalias y motas. Pullovers de cebra y camisones anchos. Pantalones estrechos. Peinados Accattone, Nerón, etc., etc. Pelos bien revueltos y en distintos colores. Faldas bien cortas con pantorrillas al aire. Medallones con tiras largas. Patillas bien finitas. Libros en el sobaco. Todo puede combinarse. De acuerdo con el sexo. No es que el sayo siempre haga al monje, pero los “enfermitos”, a diferencia de los jóvenes obreros, campesinos, militares o estudiantes, siempre tienen un modo por el cual identificarse: el vestir extravagante.”

Sin comentarios. ¿Moral Victoriana, Nazi o Stalinista?. O las tres juntas.

Las nuevas interpretaciones de la cultura del socialismo fueron incorporadas a la sociedad cubana como normas de conducta moral sin base alguna, como ocurre con los dogmas de la iglesia.

Todo se resumía en oponerse a la influencia de la moda de la sociedad de consumo y unificar la moda de la nueva sociedad socialista, en apariencia, igualitaria.

Las Matrioska queda como un objeto típicamente ruso, pero el símbolo más fuerte del comunismo, que forma parte de los uniformes escolares es la infaltable pañoleta, por la cual, para obtenerla, había que hacer un juramento (absolutamente en vano): ¡Seremos como el Che!.

Por suerte ya nadie la asocia con ese lema y simplemente lo ve como un componente más del uniforme escolar. Pero en el fondo, sin quererlo, sigue presente la presencia soviética, una utopía que nunca fue y de la que solo permanece lo peor: la falta de libertades.

Y la Navidad, las religiones y otras costumbres han ido regresando para volver a tomar el lugar que le corresponde.

El arbolito de Fontanar

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