Más se perdió en Cuba

Más se perdió en Cuba

“Deberíamos ser los padres de nuestro futuro en lugar de los descendientes de nuestro pasado.”

Miguel de Unamuno

Entre las muchas frases que mi abuela andaluza repetía estaba “más se perdió en Cuba”, cuando algo no salía como se esperaba. Era una forma de decir que había cosas peores, como una especie de consuelo para afrontar lo adverso del momento.

Esta es una frase que se usaba mucho en la Cuba prerrevolucionaria, sobre todo por los españoles y sus descendientes (casi nada). Y mi abuela Amalia la usaba muy a menudo: cuando se desbordaba la leche que se estaba hirviendo, cuando se rompía un vaso o un plato y hasta cuando alguno de sus hijos se quedaba sin trabajo o no lograba un negocio con el que pretendía hacer mucho dinero.

Esta era una frase muy gráfica: cualquier cosa mala que pudiera pasar, no era comparable con el hecho de que España hubiera perdido a su más querida colonia: “La siempre fiel Isla de Cuba”, una tierra de las más bellas, de las más ricas, del mejor clima y las más preciadas de la corona. Una expresión de consuelo ante un fracaso, desastre o desgracia, indicando que todo podría haber sido peor. Están mal las cosas pero a otros les va peor, así que no te lamentes tanto que “más se perdió en Cuba”.

Al surgir nuevas generaciones y existir otras hecatombes notables, surge la frase “Más se perdió en la guerra”, aludiendo a la Guerra Civil Española como algo igualmente o más desastroso aún.

El Tratado de París, firmado el 10 de diciembre de 1898, dio por finalizada la guerra hispano-estadounidense y por él España abandonó sus demandas sobre Cuba, que declaró su independencia. Filipinas fue oficialmente entregada a los Estados Unidos por veinte millones de dólares, y Guam junto con Puerto Rico se convirtieron también en propiedades estadounidenses. El imperio español desapareció para siempre.

El mayor imperio de la historia

Seguramente muchos, por la cercanía, diremos que fue el imperio español, con los extensos territorios de la Corona y su influencia en tantos países del mundo, principalmente en América, pero no es así.

Lo cierto es que la respuesta es simple: el más extenso imperio de la historia fue el Imperio Británico, que llegó a dominar más de 35 millones de kilómetros cuadrados de territorio, casi una cuarta parte del planeta y algo similar en población, era dominado por Albión.

Si nos vamos a la historia de la humanidad, el segundo mayor imperio sería el Mongol, que llegó a poseer 24 millones de kilómetros cuadrados y en tercer lugar el ruso, que llegó a 23 millones.

Mientras tanto, y pese a toda la riqueza que extrajo de sus colonias y acumuló, y que principalmente derrochó, España solo ejerció dominio alrededor de 20 millones de kilómetros cuadrados.

Ese inmenso territorio dominado por el imperio español, que comprendía a España propiamente, con sus territorios de la península ibérica, con Asturias, Aragón, Castilla la Vieja, Castilla la Nueva, Cataluña, Córdoba, Extremadura, Galicia, Granada, Jaén, León, Murcia, Navarra, el país Vasco, Sevilla y Valencia, las Islas Baleares, las Islas Canarias y las provincias africanas de Fernando Poo y Río Muni (Guinea Ecuatorial), el Sahara español, Nueva España con el inmenso territorio del actual México y gran parte de los Estados Unidos, Nueva Galicia, Yucatán, Guatemala, Cuba con la Florida, la parte española de Santo Domingo, Puerto Rico, Nueva Granada (Colombia Ecuador y Panamá), Venezuela, Perú, Chile y las provincias del río de La Plata (Argentina, Bolivia, Uruguay y Paraguay), en fin casi toda América exceptuando su parte norte dominada por ingleses y franceses y el territorio de Brasil en manos de los portugueses. Y por si fuera poco, eran dominios españoles en Asia las islas Filipinas, las Carolinas, Guam y las Marianas, Palau y muchas otras del Pacífico. Estos territorios se fueron independizando, uno tras otro y poco a poco, quedando solo el Imperio Español, y a duras penas, con Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

El independentismo en América y los Borbones.

Desde principios del siglo XIX y por diversos factores, el inmenso imperio que había alcanzado su máxima extensión bajo el reinado de Felipe II y Felipe IV de Habsburgo, donde las posesiones fuera del territorio peninsular no eran consideradas territorios coloniales sino integrantes del reino de España, con la misma jerarquía, aunque solamente nominal, que el resto de las provincias españolas, vieron aparecer movimientos de escisión de la Corona Española.

Entre los principales factores que impulsaron estos movimientos estuvieron la influencia de la Revolución Francesa y Norteamericana y sus ideas de libertad, la llegada al trono de los Borbones que cambiaría el estatus de los territorios extrapeninsulares, lo que serían considerados colonia y el aumento del poder de otras potencias.

España había expandido su dominio sobre otros territorios gracias a alianzas matrimoniales y guerras de conquista, llegando a constituirse en un imperio global con territorios en todos los continentes. Además era un imperio basado en el catolicismo y el apoyo del Vaticano, los que fueron ejes principales de sus políticas, que hicieron que el nexo principal entre los gobernantes y los habitantes (autóctonos o no) de esos territorios, fuera la Iglesia, las que dominaba los registros civiles, la educación y paralelamente ejercía un dominio casi total a través de la Santa Inquisición.

El oro, la plata, las piedras preciosas y los numerosos cultivos, aportaron tanta riqueza que revolucionaron la economía europea y mundial. Todo lo arrebatado de sus colonias fue derrochado en financiar los constantes conflictos bélicos, los excesivos gastos de la corte y la corrupta e ineficiente administración del gobierno, lo que provocó principalmente que fueron otros países los que emplearon esos recursos en su desarrollo, como ocurrió en Inglaterra y Alemania.

Todos estos elementos hicieron que surgieran escisiones, que habían comenzado en el siglo XVII con la Guerra de los 30 Años, con la independencia de parte de Portugal y los Países Bajos, pero el mayor detonante fue resultante de la invasión francesa a España por el imperio Napoleónico, dando lugar a procesos de independencia en América, de forma tal que ya en 1824, España había perdido en América, todos sus extensos territorios, exceptuando el puerto del Callao en Perú, Cuba y Puerto Rico.

Desde inicios del siglo XVIII el rey Borbón francés Felipe de Anjou llegó al trono de España como Felipe V e hizo que los Borbones reinaran durante más de dos siglos sobre Francia y España. Como vimos en buena parte ellos fueron los responsables del deterioro del imperio, y aún continúan en el poder en la monarquía española.

Los Borbones en España han dejado tras de sí una interminable historia de corrupción, siendo el ejemplo más evidente el reciente “rey emérito” (debía ser demérito) Juan Carlos I, un verdadero sinvergüenza y delincuente, que debía estar preso.

Antecedentes de la frase

La expresión “Más se perdió en Cuba” hace referencia a la guerra en la que Estados Unidos derrotó a las fuerzas españolas durante la revolución independentista cubana en 1868-1898 en la que España perdió sus colonias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Es una analogía para minimizar alguna pérdida o fracaso comparándola con otra de mayor importancia, como cuando España perdió su imperio colonial. La expresión completa sería: “Más se perdió en Cuba y volvieron cantando”, lo que tiene un origen tan curioso como lógico.

España venía tratando de contener los movimientos independentistas cubanos desde hacía treinta años y estaba cerca de tener que ceder ante el empuje de los que querían independizarse de la metrópoli, pero por el medio estaba también la influencia de los Estados Unidos, el poderoso vecino del norte con el que tenían confrontación, de modo que los norteamericanos apoyaron el proceso secesionista cubano y el final del dominio español en la Isla y en el Caribe.

Esto estaba respaldado por los intereses norteamericanos en la propia Isla, hubo una fuerte campaña de desprestigio hacia los restos del imperio español en la prensa norteamericana y lo inevitable llegó con el suceso del acorazado Maine, fondeado en la bahía habanera, y que estalló, trayendo consigo la muerte de 245 norteamericanos. Una maniobra de Estados Unidos o un hecho real o fortuito, se señaló a España como responsable del hecho y el 26 de abril de 1898 Estados Unidos le declaró la Guerra a España.

El resultado del breve conflicto fue un verdadero caos para la Corona Española: 60 mil bajas en Cuba, 3 mil bajas en Filipinas y el hundimiento total de la flota al mando del Almirante Cervera, que fue el episodio final de la guerra entre los dos países. Ello consolidó a Estados Unidos como potencia mundial y para España el fin de las pocas posesiones coloniales que le quedaban en Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam.

1902 se firmó un tratado por el que el gobierno estadounidense tenía opción de intervenir en las cuestiones gubernamentales y que se mantuvo vigente hasta 1934.

Santiago de Cuba, pues, se puede considerar el cementerio del imperio español porque allí tuvo lugar la batalla naval y otras terrestres de importancia que representan el principal escenario de esa corta contienda.

La batalla naval de Santiago de Cuba se desarrolló el 3 de julio de 1898 cuando Cervera ordenó a la flota salir de la bahía santiaguera a las nueve de la mañana. El canal entre El Morro de Santiago y La Socapa vio pasar a los buques María Teresa, seguido por el Vizcaya, el Cristóbal Colón, y el Oquendo y en la retaguardia los destructores Plutón y Furor.

A la 1:15 de la tarde la armada estaba completamente destruida y hundida, 323 oficiales y marinos muertos y 151 heridos, mientras los norteamericanos tenían una sola baja. Un sacrificio heroico pero inútil.

Con el ejército completamente aislado en la Isla, sin fondos para seguir financiando la guerra y su flota destruida, Madrid no tenía otra opción sino capitular, lo que comenzó a gestarse el 16 de julio y se negociaron los acuerdos de París, a los que los que habían luchado por tres décadas no fueron ni siquiera invitados. El 10 de diciembre España traspasó la posesión de los territorios de Cuba, Puerto Rico y Filipinas a los Estados Unidos.

“Y volvieron cantando”

Pero vamos a ver el por qué la frase se completó con: “ …y volvieron cantando”.

Salvo las élites y los grandes potentados españoles, el resto de la población despreciaba tremendamente a la Guerra de Cuba, la que consideraba injusta y además no entendían el por qué sus hijos eran enviados a una guerra que no era de ellos.

España se desangró en una guerra que nunca podría haber ganado y fueron los jóvenes del servicio militar obligatorio los que pusieron los muertos y la sangre. El sistema de “quintos”, consistente en que uno de cada cinco hombres debía cumplir un servicio activo de ocho largos años, donde dejaría, en el mejor caso, su juventud y en el peor la vida, llevándolos a una guerra en una tierra lejana y ajena para luchar por un sin razón, se convirtió en una guerra donde los pobres llevaron la peor parte.

Y como una curiosidad, para demostrar que era una guerra para que se desangraron los pobres, en España el que pudiera pagar 15 mil reales (una fortuna entonces), quedaba libre del servicio militar durante tres años o por una cantidad menor, podía presentar a un sustituto que tomara su lugar en el ejército, todo ello cuando el salario medio anual era de trescientas pesetas y 15 mil reales representaban casi cuatro mil pesetas, algo solo al alcance de los ricos.

Por eso los que regresaron a España, a pesar de la humillante derrota, no lo hicieron tristes, sino felices por poder regresar a casa y haberse salvado de una guerra detestada por casi todos, con la posibilidad de comenzar de nuevo, aunque fuera en un país con una gran crisis política, económica y social.

Eso fue lo que encontraron los que se salvaron de la guerra y que no murieron en ella ni en la larga travesía en barcos insalubres, con pésima alimentación y sin atención médica adecuada, y la recompensa fue encontrarse convertidos en una masa de indigentes sin posibilidades de fuentes de empleo. El pago por haberse jugado la vida fue transformarlos en vagabundos o delincuentes.

Santiago de Cuba

Cada vez que se repite la frase citada, hay que referirse a la historia acumulada en Santiago de Cuba, sitio principal protagónico del desastre que dio origen a ella y donde se aprecian los restos del enfrentamiento entre las escuadras navales norteamericana y española, con siete pecios que yacen en el fondo marino cercano a la ciudad.

Mientras que igualmente en los alrededores de la ciudad, pero en tierra, en la Loma de San Juan, en una ceiba rodeada de cañones, esculturas y tarjas, se señala el sitio donde fue acordada la capitulación de Santiago de Cuba.

Allí también tuvo su momento de gloria el Primer Regimiento de Caballería Voluntaria de los Estados Unidos, conocida como Rough Riders o jinetes rudos, el único de tres que entró en acción.

A Theodore Roosevelt le habían ofrecido la jefatura pero este la declinó en favor del también Coronel Leonardo Wood, quien después sería Gobernador General de Cuba hasta su independencia, quedando el que después sería presidente de los Estados Unidos como segundo al mando.

Una vez que se organizó y completaron los Rough Riders, fueron embarcados desde Tampa hacia Cuba el 14 de junio, desembarcaron en Daiquirí, Santiago de Cuba y marcharon hacia la ciudad. Aunque superados por el número de las tropas españolas, las replegaron hacia el centro de Santiago y atacaron fuertemente en la colina de San Juan.

Los Rough Riders dieron tanta lucha que tres cuartas partes de sus efectivos murieron o fueron heridos, por lo que fueron relevados, recibidos en Estados Unidos como héroes y la unidad fue disuelta en septiembre. Esa epopeya le sirvió a Roosevelt para su campaña como Gobernador de Nueva York y después para Presidente de Estados Unidos.

Y una curiosidad: su nombre no era una casualidad, para integrar el regimiento había que ser verdaderamente rudo y demostrarlo, así que muchos aspirantes no lograron conseguirlo, entre ellos un personaje muy importante: Edgard Rice Burroughs, el famoso escritor creador de Tarzán, un duro de verdad.

La generación del 98

Como vimos, la Guerra de Cuba era profundamente despreciada por gran parte de la población española,y si bien es cierto que las élites culturales y la burguesía defendían la lucha por mantener los territorios caribeños, sobre todo los catalanes, que dominaban más dela mitad del comercio cubano y eran mayoritaria y exitosamente dueños de importantes industrias, como el ron y el tabaco, con lo que amasaron gigantescas fortunas,

Este hecho histórico, llamado “el desastre del 98”, trajo consigo el nacimiento de una de los movimientos literarios más importantes de las letras españolas, la llamada “Generación del 98”, de la que formaron parte brillantes autores como Pío Baroja, Ramón María del Valle Inclán, Miguel de Unamuno, José Martínez Ruiz (Azorín), Antonio y Manuel Machado, Vicente Blasco Ibáñez y otros, los que amaban a su tierra y sintieron la desastrosa derrota y la situación del país como un momento en que sobre todo imperaba el pesimismo social y la desesperanza, lo que reflejaron en sus obras.

Ello reforzó la vigencia de la frase, donde Cuba todavía perdura como una vieja herida que no ha cicatrizado, el paraíso perdido. Casi un siglo después apareció en la Televisión Española un programa con ese título y no por gusto.

Impacto en Cuba

Mientras tanto en la Isla, tras las trastadas del animal Valeriano Weyler (con perdón de los animales), y su política de reconcentración, que inauguró la moda de los campos de concentración mucho antes que Hitler y que dejó cientos de miles de muertos y una economía en ruinas, dejando al país devastado. en la mayor miseria e insalubridad y con una hambruna generalizada, lo que al final hizo que España perdiera sus últimos territorios coloniales y su mayor fuente de ganancias económicas.

Los soldados españoles obligados al servicio militar obligatorio pusieron la sangre junto con los cubanos deseosos de ser libres e independientes, una guerra entre los pobres de ambos bandos.

Pero todavía los cubanos no sabíamos ciertamente qué habíamos perdido realmente.

Todavía no me puedo explicar por qué a Puerto Rico se le dió un estatus que finalmente se definiría como Estado Libre Asociado, donde los boricuas se convirtieron en ciudadanos norteamericanos y con un gobierno propio (nunca olvido una entrevista con un personaje al que le preguntaron sobre la independencia de Puerto Rico y la eliminación del estatus político con Estados Unidos, sobre lo que respondió: “si no fuera por los federales, esto sería peor que Dominicana), mientras que a Cuba se le dió una independencia condicionada por un grupo de tratados y un estatus de protectorado, pero navegando a su suerte. ¿Por qué no se le otorgó el mismo estatus que a Puerto Rico, o se hicieron eco de los numerosos políticos que pedían la anexión a Estados Unidos?. Sin duda alguna una pregunta sin respuesta pero que explica muchos de los males que nos han aquejado como nación, incluyendo el comunismo.

Una vez lograda la independencia y a pesar de las lecciones que nos dieron los Estados Unidos: la necesidad de organizar democráticamente el funcionamiento de la nueva nación, construir suficientes vías de comunicación, priorizar el aprovechamiento de las aguas y la sanidad pública y diversificar la producción como vía preferente de desarrollo, no fuimos capaces, salvo aisladas acciones, dilatadas en el tiempo, de acometerlas, por lo que tuvimos una república fracasada.

Unos datos muy interesantes de la república fracasada

Todavía no se por qué a Puerto Rico se le dió un estatus que finalmente se definiría como Estado Libre Asociado, donde los boricuas se convirtieron en ciudadanos norteamericanos y su gobierno propio (nunca olvido una entrevista con un personaje al que le preguntaron sobre la independencia de Puerto Rico y la eliminación del estatus político con Estados Unidos, sobre lo que respondió: “si no fuera por los federales, esto sería peor que República Dominicana), mientras que a Cuba se le dió una independencia condicionada por un grupo de tratados y un estatus de protectorado, pero navegando a su suerte. ¿Por qué no se le otorgó el mismo estatus que a Puerto Rico, o se hicieron eco de los numerosos políticos que pedían la anexión a Estados Unidos?. Sin duda alguna una pregunta sin respuesta pero que explica muchos de los males que nos han aquejado como nación, incluyendo el comunismo.

Una vez lograda la independencia y a pesar de las lecciones que nos dieron los Estados Unidos: la necesidad de organizar democráticamente el funcionamiento de la nueva nación, construir suficientes vías de comunicación, priorizar el aprovechamiento de las aguas y la sanidad pública y diversificar la producción como vía preferente de desarrollo, no fuimos capaces, salvo aisladas acciones, dilatadas en el tiempo, de acometerlas, por lo que tuvimos una república fracasada.

Al inicio de la intervención norteamericana, había en Cuba 1,572,797 habitantes, de los cuales no sabían leer ni escribir 1,004,884; el 63.9 %; sabían leer pero no escribir 33 mil, y leían y escribían pero solo tenían instrucción elemental 514,340. Había 1510 escuelas, 755 públicas y 726 privadas y 29 religiosas, con 54,298 alumnos.

El gobierno interventor hizo crecer el número de aulas a 3567 y los alumnos a 123,362. Se incrementó el número de maestros a 3649, los que cobraban puntualmente cada mes. En el Censo de 1907 se ve que la población se había incrementado a 2,048,980 habitantes y la población mayor de diez años sabía leer y escribir, el 57 % del total, y en la capital nueve de cada diez sabían leer y escribir. Esa forma de actuar, que nos enseñaron los interventores, por nuestra inconstancia, no supimos aprenderla debidamente.

Muchos, de esos que solo miran las manchas, dirán que el gobierno interventor sembró como condición primaria para someter a nuestro país la Enmienda Platt, pero lo real es que se organizó el país, se concibió la estructura gobernante y la constitución y el sistema electoral para asegurar un gobierno estable, ordenado y libre, un estado de derecho que al final nunca se enderezó.

El 20 de mayo de 1902, tras las ceremonias de traspaso del poder a la nueva república, se retiraron inmediatamente las tropas norteamericanas de Cuba. En la isla quedaron sólo tres compañías del Ejército norteamericano, para entrenar a los nuevos artilleros cubanos y custodiar las fortalezas. Y la segunda intervención fue producto de nuestra incapacidad para autogobernarse.

La Danza de los Millones (o Vacas Gordas, como también se le llamó) que vivieron algunos sectores de la sociedad cubana durante la Primera Guerra Mundial parecía para algunos una bonanza eterna. El precio del azúcar subía, se vivía una orgía de gastos, se tomaban préstamos sobre la futura zafra azucarera y seguían los grandes gastos indiscriminados. El año 1920 se inició con excelentes augurios: ¡22 1 ⁄ 2 centavos la libra en mayo!, (17.50 dólares a precios actuales, una cifra bestial para esa época) pero le siguió el momento del gran desplome.

El precio del azúcar había incrementado las inversiones en ese sector, de modo que había en 1919 en Cuba 209 centrales, de los cuales 71 eran cubanos y 68 estadounidenses, el resto eran españoles (41), cubano-españoles (13) y unos pocos franceses (5), ingleses (4), cubano-americanos (2), 2 haitianos, 1 suizo y 1 español-francés. Pero estas cifras son engañosas: los centrales norteamericanos produjeron el 51.3 % del total de azúcar, los cubanos el 22.8% y los españoles el 17.3%. Las fábricas mayores y más eficientes en un país altamente dependiente del azúcar eran norteamericanas, las que dominaban el rubro fundamental de la economía.

El alto precio del azúcar resultante de la Primera Guerra Mundial, cegó a los gobernantes e inversionistas y el único objetivo que se persiguió fue convertirse en el mayor productor mundial, gracias a su alta demanda y a ser la caña una planta que no necesita muchos cuidados, su crecimiento coincide con la estación de lluvias y su recolección coincide con la estación seca. Ello llevó al país a un falso desarrollo con las “vacas gordas”, donde nacionales y extranjeros residentes, ricos y pobres, gozaron de una opulencia nunca antes vista. Este espejismo desapareció con el fin de la guerra y a su vez surgieron grandes competidores, pero el país no aprendió tampoco de su error y mantuvo su concepción de que “sin azúcar no hay país”.

Tuvo que llegar un presidente como Machado para hacer realidad lo que se necesitaba con su lema “aguas, caminos y escuelas”, lo que también se malogró por sus ansias dictatoriales.

Y una curiosidad: tras la guerra de independencia, se produjo el mayor éxodo de españoles hacia Cuba en toda la historia, así que tan desastroso no fue el hecho para muchos peninsulares que o triunfaron en la Isla o al menos no se murieron de hambre.

Lo que vino después ya lo conocemos, una sucesión de gobiernos fallidos y en particular la hecatombe fidelista. Por eso lo que más se perdió en Cuba fue el tiempo.

Y esa historia de los cubanos llega hasta hoy, fuimos los últimos en liberarnos de la colonia española, por la que llevamos treinta años luchando debido a nuestras propias rencillas y eso se repite hoy, que no ha aparecido otro personaje que se acerque a la estatura de José Martí.

Quizás por eso en España, al igual que en nuestro país, se suele usar la frase “más se perdió en Cuba” cuando las cosas no salen como se espera. Es un modo de restar peso, o significación a una pérdida y seguir adelante a pesar de todo.

Pero al final nunca escuché a nadie que no fuese mi abuela decir esta frase con tanta convicción y emoción a la vez. Amalia Valdés-Carranza y Somines vivió en su niñez y juventud este dicho con mucha fuerza en su natal Andalucía y continuó escuchándola y diciéndola tras su viaje a Cuba, donde sus hijos y nietos también la repetimos.
No en balde Antonio Machado escribió:

“No extrañéis dulces amigos,
que esté mi frente arrugada;
yo vivo en paz con los hombres
y en guerra con mis entrañas”.

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