La Chicharonería o Guataquería cubana

La Chicharonería o Guataquería cubana

Ya que recientemente hemos abordado el tema de los delatores, soplones o como se les conoce en Cuba: chivatos, vamos a traer otro asociado a otras bajezas humanas, y me refiero a los adulones, más conocidos por nosotros como “guatacas o chicharrones”.

Uno de los ejemplos más gráficos vienen de la política cubana, perfeccionados o retratados magistralmente más tarde en un programa humorístico televisivo muy popular: San Nicolás del Peladero, donde el personaje de un vividor y guataca profesional, Ñico Rutina, se especializaba en una adulación ridícula y extrema cuando decía:

Las cenizas, Senador.

El Senador sacudía su tabaco en la mano de Ñico y éste se guardaba las cenizas en el bolsillo del saco de dril cien. Sin duda todo un clásico para ejemplificar a estos personajes de baja calaña..

Por supuesto que no es el único que puedo tomar de ejemplo, también fue muy gráfico para mí ver un documental de uno de los países hindúes o del sudeste asiático, no puedo precisar ahora cual, pero me decidiría probablemente por Tailandia, Birmania, Camboya o uno de los tantos que ahora hasta han cambiado de nombre, pero que no se si también lo han hecho con una práctica tan obsoleta como la que voy a contar. El caso es que apareció un rey o algo parecido, se sentó en un trono y todos fueron llegando al salón arrastrándose como serpientes. Pero eso no fue todo, en el trono contiguo que estaba vacío, se suponía que debía sentarse su esposa y así fue, la mujer llegó hasta su trono también arrastrándose, pero antes de sentarse, puso el pie del rey sobre su cabeza.

Una cosa es el respeto y la cortesía con determinadas personas que ocupan posiciones políticas o religiosas importantes, no tanto como reconocimiento a ellos, sino a la organización o país que representan, y otra es la humillación a niveles tan primitivos.

Supongo que en una tribu de las primitivas colectividades humanas, a uno se le ocurrió cómo vivir del trabajo de los demás y tomó como justificación para ello el hacer el papel de intermediario entre un poder absoluto para el que no había explicación y que decidía si hacía calor o frío, si llovía o había sequía, si un volcán hacía erupción, aparecía un huracán, una inundación o un terremoto o simplemente si caía un rayo y aparecía un fuego.

Sus conjuros iban a salvar a la tribu de esos males y para ello el jefe del clan vio en el nuevo oficio, el de brujo, el supuesto representante de las deidades, un aliado ideal para dominar y la promesa del bienestar del pueblo sobre la base del miedo, la obediencia, la contribución y las ofrendas.

Y ese mecanismo fue perfeccionándose, adaptándose a los tiempos y lugares y como parte de ello creó un sistema de mansedumbre, obediencia y acatamiento de las reglas y dogmas de la religión, siempre asociada a los poderes políticos.

Y como todos querían el favor de los dioses y de los gobernantes, apareció una nueva forma de comportamiento: la sumisión se fue expresando y transformando como cumplido, halago y alabanza hasta llegar al servilismo y la adulación.

Ello llevó a que no hubiera nada más importante que defender esos valores y por tanto el denunciar al que se apartara de la doctrina, la creencia o la obediencia, era parte básica de esa adulación. La “guataquería” y la “chivatería’ empezaron a andar de la mano una de la otra.

Y así ha sido desde los tiempos más remotos hasta nuestros días.

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La guataca

Una guataca o azadón es un instrumento empleada en las tareas agrícolas para la limpieza de los cultivos de malas hierbas, remover la tierra de los surcos y otros trabajos, aunque lo emplean también los albañiles, donde no haya otros recursos mecanizados, para hacer la mezcla de concreto.

Pero en Cuba, ser una guataca, más empleado en su género masculino, el guataca, representa a un adulador que colinda con lo servil. A su vez tiene otro uso popular, sirve para denominar las orejas, sobre todo cuando la persona las tiene grandes. Una frase popular es la que dice:

-¡ Tremendas guatacas !, parece un yipi (Jeep) con las puertas abiertas.

Como el cubano no puede quedarse con un único adjetivo, el guataca tiene otras acepciones, algunas chistosas y otras difíciles de asimilar si no eres de la Isla. Algunas serían “guatacón, chicharrón, halalevas, tracatán, hueleculo, chupamedias, besaculo, lameculo, lamebotas, cachanchán, huelepeos” y probablemente algunas otras.

Estudiosos de los orígenes del uso de “guataca”, explican que se deriva de la práctica por parte de algunos campesinos pobres sin tierras que limpiaban los campos de otros propietarios (guataqueaban) gratuitamente para obtener favores de todo tipo.

Y en todas las actividades asalariadas, en las instituciones religiosas, en los empleos de todo tipo, particulares o estatales, en las entidades educacionales de todos los rangos, en fin, en todas partes, la adulación, la mayor parte de las veces de forma hipócrita y no sincera, se convirtió en un mecanismo para obtener alguna prebenda o beneficio.

Pero si algo se aprende rápidamente es lo malo, los menos escrupulosos o los más temerosos, convoyaron el chisme con la delación. Mientras más denunciaran, más adulación mostraban y por ende mayor el privilegio que obtendrían. El servilismo debía ser proporcional a los beneficios.

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En nuestro país, si alguien los retrató como nunca antes y creo que después tampoco, fue el perito mayor en nuestras costumbres, defectos y virtudes, Eladio Secades, que en una de sus famosas “Estampas”, definió:

…“el guataca es el comején en el asta de la bandera; guataca es el que hace de la adulación un sistema de vida”; “la guataquería oral es el elogio usado a manera de sanguijuela”; “entre lo que valen y lo que creen valer los hombres públicos, casi siempre hay el vacío de un desfalco espiritual…el hombre, cuando los amigos lo adulan, cierra los ojos a las realidades, y se tiende panza arriba para dejarse rascar. Es cuando cree que si no lo elogian y lo adulan, lo están combatiendo”…

El “guatacón” por tanto es casi siempre el hipócrita por excelencia y eso lo hace ser poco confiable. El que le ríe todas las gracias y las cosas no graciosas, todo lo que haga o diga a otro con poder es la persona en la que no se puede uno fiar en lo absoluto.

Para ser guataca lo primero que hay que tener es la caradura, ser un mentiroso convencido y poseer un gran sentido de inferioridad, resumiendo, no tener vergüenza. Presenta como buena gente a un miserable, como lindo a alguien feo por dentro y por fuera, como noble a uno bajo y ruin, muestra una queja en forma de un halago inigualable. Nunca le guataqueará a un empleado humilde, así sea la persona más buena y honesta del mundo, se mueve solamente por interés.

Los narcisistas que se dan golpes de pecho y se dan lija en el ombligo, siempre tienen detrás a uno o varios de estos chicharrones que le han hecho creer, a fuerza de repetirlo tanto, que el de veras es mejor que otros. Eso lo hemos visto con políticos de todo tipo en todas las épocas, es una práctica miserable que no pasa de moda, aunque sea para obtener migajas.

El mundo sería muchísimo mejor si no existieran los guatacas y los chivatos. Y también los que se alimentan de esas bajezas humanas.

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Los políticos y la guataquería

Un posible origen de la acepción de “guataca”, viene de la revista “La Política Cómica”, cuando Ricardo de la Torriente, un popular caricaturista de la época, presentaba cada semana a Gerardo Machado, entonces presidente de la república, con un grupo de seguidores que cada uno con una guataca, iban limpiando el camino por donde iba a pasar el tristemente recordado General. Esos seguidores con guataca, fueron bautizados popularmente como “guatacas”, de ahí el término “guataca” como sinónimo de adulador y “guataquear” para la acción de adular.

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Pero hay otras guataquerías históricas, como cuando el presidente Mario García Menocal le declara la guerra a Alemania y Austria durante la Primera Guerra Mundial y Fulgencio Batista hace lo mismo con el Eje Berlín-Tokio-Roma en la Segunda Guerra Mundial. Ambos hechos no son otra cosa que guataquería con el gobierno norteamericano, de lo que muchos se habrán reído, aunque viéndolo friamente es una posición más cómoda que la de otros países latinoamericanos, unos cuantos, casi todos, que le declararon la guerra el Eje cuando las bombas hacía rato que estaban cayendo sobre Berlín y Tokio y las fuerzas aliadas estaban a cincuenta kilómetros de la capital alemana. Ese sin duda ha sido uno de los papelazos más grandes de la historia de América Latina. A última hora no se vale.

Y está el tema de los políticos de inferior nivel, por ejemplo en un pueblo o una provincia, sin duda alguna los personajes más importantes eran el alcalde, el médico, el farmacéutico, el juez, el jefe de la Policía, el de la Guardia Rural y el cura. Todos estos personajes por lo regular eran aduladores de la máxima autoridad política del lugar, en momentos señalados, como las fiestas patrias, las navidades o cumpleaños, cuando los llenaban de regalos de todo tipo, desde una canasta de mangos hasta finas bebidas y dulces. Pero si había elecciones o un golpe de estado y el poder pasaba a otras manos, hasta ahí llegó el amor de los ciudadanos hacia el que adularon anteriormente.

Por lo tanto se cumplía a cabalidad el refrán de “Tanto tienes, tanto vales”.

Y todos los que hemos sido de alguna forma jefes, sabemos que mientras estamos en esa posición de poder, vas a recibir unos ataques constantes de guataquería silenciosa y falsa y si dejas el cargo, solo se seguirán relacionando contigo tus verdaderos amigos, los que están en las buenas y en las malas, en las verdes y en las maduras. Por eso es cierto el dicho de que los amigos se cuentan con los dedos de una mano y a veces sobran dedos.

Como el ejemplo clásico de chicharrón cubano, Ñico Rutina, ya no van a extenderte la mano para que les eches las cenizas.

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El Chicharrón

Y ya que hemos mencionado varias veces el término, cuando se habla de chicharrón en Cuba, se piensa en chicharrones de puerco, ese antojo tan cubano que a todos nos gusta tanto, sobre todo junto a una cerveza bien fría, que es un acompañante infaltable del arroz congrí, los tostones, los tamales y la yuca o en su defecto podemos referirnos a una zona urbana situada en la parte sur de Santiago de Cuba. Y en México el chicharrón, es uno de los alimentos más demandados, y junto con una tortilla recién hecha, es un plato delicioso.

Pero en realidad el chicharrón define a algo más bajo y denigrante, es otra de las denominaciones del guataca.

En Cuba hay un dicho: “el chicharrón no es carne, pero entretiene”. Pero si lo equiparamos con el guatacón, entonces ni es carne ni entretiene, es algo digno de ser odiado y repudiado por todos.

Al igual que con el chivato, el castrismo desarrolló también al chicharrón (no al de puerco) y lo elevó también a un estadío superior, gracias a que logró volverlo un ente que no tiene ideas propias y jamás le lleva la contraria a su superior. Y cuando ese superior, al que idolatraba y halagaba en todo momento, es defenestrado, entonces se amolda al nuevo jefe y le repite la dosis de chicharronería del anterior.

¿Por qué el adjetivo de chicharrón?, supongo que porque el que conocemos, el que se come, es blando, maleable, pegajoso, banal, y al final es de poco valor.

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El guataca y el chivato: íconos del socialismo.

En el sistema socialista, muchas veces, y sobre todo en los cargos de mayor nivel, no importan ni los conocimientos ni la experiencia, lo más importante son dos atributos: la lealtad política en primer orden y en segundo la adulación a los superiores como un indicador de idoneidad.

Si a la guataquería le han sumado una dosis importante de chivatería, entonces tienen ganado el acceso a lo que querían, hasta que llegue otro que lo supere en adulaciones y soplos.

Han existido grandes figuras que han llegado a primeros planos simplemente por su acción incomparable de guataquear, se convirtieron en ejemplo de chicharrones por excelencia: Guillermo García y Armando Hart.

Y entre todos ellos, en fraternal competencia a ver quien es más sumiso, crean las llamadas “piñas”, en las que es muy difícil entrar.

Los guatacas mayores

Uno de los incansables en postrarse ante el máximo líder y alabarlo hasta el delirio ha sido el comandante de la revolución, cargo ganado a golpe de lamerles el culo, Guillermo García, un guajirito de la Sierra Maestra que más de seis decadas despues todavia mantiene su analfabetismo y su ignorancia intocables y que ha sido premiado con cargos y prebendas que han resultado desastrosos para el país, como fue su paso por el Ministerio de Transporte y cuyas palabras dan risa cuando dijo que “Raúl Castro se fue a la guerra siendo un niño y no ha disfrutado nada de la vida, todo ha sido sacrificio y lucha en favor del bienestar del pueblo”.

Hay que ser guataca para decir que Raul Castro ha sido todo sacrificio, un tipo que ha sido de todo, desde mujeriego hasta maricón, borracho consuetudinario que ha gastado una fortuna de las arcas públicas en whisky escosés del más caro, fumador empedernido y de los buenos, americanos como Camel y Chesterfield, no de Aromas como se dice, corrupto hasta el tuétano y que ha vivido mejor que un rey y controlado las arcas del país a través de su hijo y su yerno. Solo un guataca de ese nivel no lo ve, o no quiere verlo porque él también ha sido beneficiado con el vacilón perpetuo criando gallos de pelea y caballos y disponiendo de lo ajeno en la forma que le dé la gana.

Una vez fui a Pinar del Río y me llevaron invitado a almorzar a una finca en Viñales, cerca de la Cueva del Indio, allí me sirvieron todo tipo de carnes y de bebidas y al final me explicaron, casi en susurros, que esa era una finca de Guillermo García para los amigos. ¿Quién pagaba aquello?, por supuesto que no era él sino Liborio.

Nos convertimos en un pueblo con una careta permanente.

Armando Hart fue tan guataca que repetía como un disco rayado aunque no tuviera nada que ver con el temas que trataba, que podía afirmar con certeza que su vida estaba dividida en dos etapas principales: antes y después de conocer a Fidel Castro y que éste era el único heredero de las ideas de José Martí.

Todos lo recuerdan por tres hechos, como Ministro de Educación al principio de la revolución, donde era fácil destacarse gracias a la tan sonada campaña de alfabetización, más tarde como un desastroso Ministro de Cultura, donde pude ver que no sabía nada de nada, estaba como ausente en un limbo lanzando lápices Mirado No. 2 al aire y volviendo a recogerlos y tirarlos y al final decidiendo lo que le decían sus hombres de confianza y firmando lo que le ponían sus ayudantes y más tarde con la campaña de adulación total que le llevó a comparar a Fidel Castro con Martí desde su posición de presidente de la Sociedad Cultural Jose Marti, una botella como pocas.

El guajiro García Frías y el despistado Armando Hart, les aventajaron por mucho a aquellos que en los años veinte decían: “Dios en el cielo y Machado en la tierra”. Fueron unos buenos “cuadros”, cuadrados con ángulos rectos por todas partes.

Pero no fueron los únicos, hay otros que destacaron por ser denigrantes. Roberto Fernandez Retamar fue uno de ellos. Figura oscura de la cultura cubana, se convirtió en falso adalid en la lucha contra un gigante de las letras, Pablo Neruda por sus decisiones que no eran otra cosa sino parte del pensamiento de un comunista que en lo personal se sentía libre de opinar lo que estimara. Otros que no lo necesitaban por su altura intelectual y sin embargo guataquearon al gobierno hasta límites innecesarios fueron Alejo Carpentier y Nicolás Guillén. Pero paro de contar porque la lista es demasiado larga.

Loa arrastrapanzas por excelencia – http://cubadebate.cu

Ahora bien no puedo dejar de mencionar a dos chicharronísimos: Randy, el de la Mesa Redonda que la gente compara con los perritos que se sitúan en el carro junto al chofer para que vaya diciendo que sí con la cabeza durante todo el viaje, y un personaje verdaderamente detestable, Iroel Sanchez, un comisario cultural que es experto sobre todo en cultura etílica y en decir mentiras para la complacencia del régimen.

Y vuelvo a repetir que comparar a los guatacas con perros, que nos dan un cariño sincero, no es justo, hay que escoger otro animal, como la serpiente para denominarlos.

Vuelvo a Miami

Donde hay cubanos, como ya vimos en otro artículo, por desgracia hay chivatos, y por tanto también hay, y de sobra, guatacas. En estos tiempos es fácil la guataquería a través de los medios digitales, los que aguantan tanto o más que el papel.

Esa guataqueria con el gobierno norteamericano actual, que ha hecho mucho por los más ricos y nada por los cubanos, aunque aparentemente algunos estén convencidos de que también han ayudado a la libertad de Cuba, solo han conseguido complacer a los candidatos cubanoamericanos y otros que viven de la politiquería y a hacer más infelices a los cubanos que viven de las remesas y a los que quieren ver a su familia reunida, allá o aquí o por lo menos lograr que pasen menos necesidades.

Los nuevos guatacas y a la vez chivatones y chismosos, se pelean entre ellos para ver cual es el más exitoso y el verdadero adalid por la libertad de Cuba, a pesar de que llevan muchos años aquí y nunca habían hablado del tema. Es un falso resurgimiento del patriotismo al que se aferran oportunisticamente. Parece que su fracaso en todo ahora los ha llevado a buscar un triunfo y volverse una especie como los anti-Randys, pero con el mismo estilo del detestable personaje: sumiso, guataca y mentiroso. Desgraciadamente esa es la fauna cubana que pulula en Internet.

Un guataca de Trump por pura afición porque no le ha dado nada a los cubanos.

Realmente da pena a lo que han llegado en el exilio los cubanos, bueno, los que se creen todavía esos cuentos, porque desde aquí es fácil decir cualquier cosa, empujar y tupir a cualquiera que tenga la mente obtusa o débil. Ninguno de ellos sabe nada de la historia de Cuba, de nuestros valores patrios, ni de nuestra idiosincrasia, solo saben chismear, denigrar y mentir acerca de cualquiera, en particular de los reguetoneros y otro tipo de gente con un estilo de vida chusma y sin valores, que desgraciadamente es lo que a la gente le gusta. No puede haber detrás del que no ha dado ningún ejemplo otra cosa que no sea buscar gente que los vea para de esa forma ganar dinero en las llamadas “redes sociales” y aprovechar al máximo la oportunidad y la coyuntura que ha llevado a la mayor democracia del mundo al borde del populismo y al imperio de la mentira, denigrando su imagen en el mundo.

Esto nos muestra que el cubano sigue siendo proclive al choteo y mantiene sus tradicionales posiciones respecto a la intransigencia, a no dar su brazo a torcer y a la exageración de la que se aprovechan estos falsos influencers, que mejor que tomar partido por una posición u otra en el país de acogida, debían aferrarse y enseñar a pensar en nuestra patria y en los cubanos que somos lo mismo aquí que allá, porque la patria la llevamos con nosotros y no es patrimonio personal de nadie.

Pero esto va a caer en oídos sordos, porque los intereses pueden más que la vergüenza y ellos no conocen qué es eso.

De ahí que adulen, sin el menor desasosiego al que le hace daño a sus compatriotas y los que los siguen, sin capacidad mental para darse cuenta de ello, son cómplices de una guataqueria despreciable. No en balde en Cuba se decía, cuando alguien llevaba consigo los dos despreciables atributos: ¿guataca y chivato?: eso es “retama y guayacol, árnica y diente e’perro”, o sea, lo peor.

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La envidia hacia los cubanos

Muchos en el mundo, la mayoría, no son capaces de pensar que Cuba en la década de los años cincuenta, era un mejor lugar para vivir que los Estados Unidos en todos los sentidos. Los cubanos podían viajar libremente a ese país y permanecer veintinueve días y continuar este ciclo indefinidamente y obtener muy fácilmente la residencia, pero el mayor flujo migratorio era a la inversa, hacia Cuba.

Pero después vino la revolución y el comunismo y todo cambió. Los cubanos, en diferentes oleadas se fueron ubicando en todas partes de Estados Unidos y del mundo, donde hubiera un asomo de libertad, con principales concentraciones en la Florida, New York y Texas así como en España.

Y ello fue creando, a partir del ímpetu de trabajo de los cubanos, probablemente una de las mejores herencias que hemos recibido de la madre patria, que hubiera más de una generación triunfante en el exilio.

Y el éxito siempre viene acompañado de importantes sentimientos, en primer lugar la envidia y con ella la traición y la delación y por otra parte la adulación o guataquería.

Por supuesto, casi todos los latinoamericanos que he conocido, se muestran recelosos por el trato preferencial que reciben los cubanos en Estados Unidos. Ellos no hallan razón, pero yo se los explico muy fácilmente y lo menos que pueden hacer después de conocerla, es hacerse el harakiri y reconocer su ignorancia.

Ninguno de ellos ha tenido que vivir bajo un régimen comunista, que les coarten todas las libertades, que todo tenga un único dueño, que les impidan salir del país, que los obliguen a todo lo que se les ocurra y que solo tengan acceso a las ideas que alaben al régimen. De ahí entonces surgieron en Estados Unidos leyes para proteger a los cubanos de toda esa pesadilla que hemos conocido los cubanos durante seis décadas. Y cuando profundizo y les digo que nadie en Cuba puede tener un negocio privado, ni manera de comprarse una casa o un carro y si los tienes no puedes venderlo, que tienes que comprar las cosas en una moneda que no es en la que te pagan, que tienes vetado el derecho a viajar y tantos ejemplos denigrantes para el ser humano, a pesar de que hayan sido suavizados en los últimos años, entonces acaban de callarse y darse cuenta de que comparado con todos los problemas que tiene la gente en cualquier parte del mundo, ellos no representan nada, son unos privilegiados comparados con nosotros.,

Y desafortunadamente ellos no son los únicos, existe la envidia de los propios cubanos por el éxito de sus compatriotas exiliados si ello no los beneficia directamente. Sin mencionar el hecho de que cuando se asimila el “american way of life”, mucha gente cambia y sus concepciones ya no son las mismas, no importa que tengan lo que nunca pensaron, siempre quieren más, aunque no lo necesiten para nada y también surge en muchos la envidia porque tienen lo que ellos no pueden alcanzar..

Y con los que viajan a la Isla vuelve la consabida chicharronería para que les hagan algún regalito, mientras de paso algunos miserables los vigilan a ver si pueden cogerlos fuera de base.

Esos sentimientos existían antes del comunismo en Cuba; si tu no tenías forma de comprarle a tu hijo una bicicleta Niágara, algunos envidiaban al que tenía poder adquisitivo y podía darle ese lujo a sus hijos. Por eso algunos creyeron los cuentos de hadas de la revolución, que prometió una vida mejor para todos y lo que trajo fue algo así como el cuento del campesino americano y el ruso: miseria para todos.

Dos guatacas a los que les saliló mal el tiro – https://regresioncubana.blogspot.com

Este cuento que es ejemplificante de lo que es el socialismo, trata de un par de guajiros, uno ruso y otro americano que van por un camino y se encuentran una linterna. La limpian y al frotarla sale un genio que les dice que les va a conceder un deseo a cada uno. El americano pide su deseo:

Yo quiero una vaca. Inmediatamente se le aparece una hermosa vaca que pone muy feliz al americano.

Después le toca el turno al ruso, el cual dice:

Pues yo quiero que le quiten la vaca al americano.

El absurdo: eso es el socialismo y los valores que crea.

Pero no importa, muchos cubanos en la Isla acaban por padecer el llamado Síndrome de Estocolmo, una compleja situación psicológica en la que la víctima de un secuestro o retención en contra de su voluntad crea una relación de complicidad y afecto hacia su captor. No en balde el mundo entero se levanta contra los gobiernos abusadores y en Cuba no pasa nada. El cubano aguanta todo lo que le le impongan. No hay otra explicación.

Ello nos lleva a otras definiciones que es mejor abordar en otro artículo y que se relacionan con el hecho de que cada pueblo tiene el gobierno que merece y el por qué los cubanos no se levantan contra ese captor.

¿Es una mezcla de cobardía, chivateria, guataquería? ¿Es que la gente en Cuba se ha vuelto mediocre y conformista?. Es difícil de responder, pero no imposible de explicar, y a eso llegaremos, a nuestra particular interpretación, que empieza por analizarse uno mismo, de como sin chivatear o guataquear, hemos sido silenciosos cómplices de muchas cosas que detestamos.

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