¿Como era la vida en los Gulags de la Unión Soviética?
Leo una reseña recordatoria del estreno el 16 de mayo de 1971 de la producción cinematográfica noruega-británica-norteamericana “Un día en la vida de Ivan Denisovich”, de Alexander Solzhenitsyn y no puedo menos que recordar todo lo que representó el Gulag.
Pero pocos días después veo que el 30 de mayo se cumplieron años de la muerte de otro gigante de la literatura, Boris Pasternak, quien no solo nos dejó una obra imperecedera como Doctor Zhivago, sino que también abordó el tema del Gulag.
Cuando conocí que a Alexandr Solzchenitzyn le habían concedido el premio Nobel de Literatura de 1970, me di a la busca de como leer una de sus obras y tuve la suerte de tener en mis manos precisamente esa obra, “Un dia en la vida de Ivan Denisovich”, uno de los desgarradores testimonios de los doce años que el autor estuvo desterrado en Siberia víctima de una de las purgas de Stalin.
La narración de un día típico de un prisionero en un Gulag siberiano, es un relato terrible, mucho más si pensamos que muchos de los prisioneros están allí cumpliendo una condena por su forma de pensar o por no haber muerto durante la Segunda Guerra Mundial.
El frío, el hambre, las memorias de su vida anterior, la añoranza por los suyos y los abusos e injusticias sistemáticos, eran una especie de condena típica de la Inquisición, y solo un ejemplo lo describe, comer lo mismo todos los días durantes años y años, llevaban a lo que dice uno de sus personajes:
—¡No vale la pena alterarse! —movió la cabeza, abatido—. Todo termina por olvidarse.
Esto lo afirmó un soldado hecho prisionero por los nazis después que una explosión durante un combate le rompió el tímpano en 1941. En ese tiempo fue hecho prisionero, escapó, volvieron a echarle el guante y le encerraron en el campo de concentración de Buchenwald, de donde escapó a la muerte de milagro. Tras la guerra fue tildado de traidor y ahora cumple su condena resignadamente con una máxima: si sales de tus casillas, estás perdido.
Archipiélago Gulag otra de sus obras del mismo tema me llevaron a conocer mejor algo de lo que se hablaba como uno de los más crueles métodos de castigo, inmerecido en muchos casos, sobre todo por los llamados crímenes de opinión, simplemente por no comulgar con las ideas comunistas, lo que era motivo suficiente para desterrar al prisionero a Siberia, en las peores condiciones de vida en los llamados Gulag.
Ya antes había ocurrido algo parecido con Boris Pasternak, también Premio Nobel de Literatura pero en 1958, galardón al que se le prohibió asistir y del cual no se publicó en la URSS su épica obra Doctor Zhivago, donde también aparecen los abusos en los campos del Gulag, nos muestran que al régimen no le convenía que se revelara lo que allí ocurría.
¿Cuál es el verdadero Gulag?
A todos nos parecía que el Gulag era un sistema particular de reclusión, como lo fueron los llamados Campos de Trabajo o Campos de Concentración nazis, u otros similares que han existido a lo largo de la historia, como los campos de refugiados políticos en Francia tras la Guerra Civil Española o los trescientos campos de Franco por el que pasaron casi un millón de enemigos del fascismo, ya fueran republicanos o simplemente el maestro del pueblo.
Pero el Gulag no era ese tipo de presidio, sino el equivalente a las instituciones penitenciarias occidentales y la condena y el lugar para cumplirla dependía de lo que habías hecho y el por qué estabas allí.
El Gulag era todo el sistema penitenciario soviético, pero que funcionaba con principios distintos, ya que la reclusión en la mayor parte de los países está diseñada para castigar y evitar la fuga del condenado, mientras que según los sovieticos ellos persiguen principalmente la “reeducación por el trabajo”, un remedo del “Arbeit macht Frei”, el lema nazi a la entrada de Auschwithz y otros campos de exterminio, que lo que realmente persigue es la exterminación de los enemigos y los rebeldes.
Se consideraba que el rigor del trabajo era suficiente castigo para los reclusos en el Gulag y no hacía falta hacer énfasis en otros elementos. Era imposible pensar que gente sometida a trabajos brutales, con poca alimentación y ubicados en lugares muy distantes, se atrevieran a fugarse en un país tan militarizado como la URSS.
Por tanto los Gulags eran todas las instalaciones carcelarias soviéticas, no había otro tipo de reclusorios en la URSS, pero la dureza del Gulag dependia de los delitos cometidos y en todas sus variantes formaban parte de las condenas los trabajos forzados y el sistema punitivo.
Por eso cuando se menciona a “los gulags” se habla informalmente de todas las instalaciones que dependian de esta administraciòn. Los gulags eran las cárceles, no había otras cárceles al estilo occidental en la URSS.
Los delitos menores se cumplian en Gulags con un relajamiento de los mecanismos de seguridad pero donde era obligatorio trabajar no menos de 12 horas diarias a destajo, viviendo en barracas tipo cuartel en los suburbios de las ciudades, de donde eran trasladados para cumplir los trabajos que se requiriera, como eran desbrozar terrenos, cavar zanjas, limpiar baños públicos o alcantarillados, en fin trabajos muy relegados que nadie quería hacer. Los presos tenían un día libre a la semana, donde gozaban de cierta libertad y nadie escapaba porque sabían que ello implicaba ir a otro Gulag de mayor rigor.
Había otro tipo de Gulag de mayor severidad, cuyos condenados integraban grupos de trabajo que eran trasladados en camión o en tren a cualquier parte de la Unión Soviética, viviendo temporalmente en barracones o cuarteles desocupados sin muchas o ninguna condición para vivir. La seguridad no era extrema porque por término medio no dormían más de un dia en un mismo lugar, el riesgo de ser enviados muy lejos y con climas extremos hacía que algunos pensaran en la fuga, pero el Gulag en esta modalidad era la institución como tal y no un lugar físico, pues era itinerante y el que escapara no tenía otra oportunidad, era asesinado donde fuera encontrado, por lo que el miedo y no la seguridad era el gran gendarme.
Y así sucesivamente, mientras más grave fuera el delito, la dureza de las condiciones y el trabajo en los Gulags era mayor, por lo que de los diez niveles de disciplina, a partir del cuarto o el quinto nivel ya el rigor era insoportable.
Aleksander Solzhenitsin, fue al peor de todos los niveles, aquel en el que los condenados no se esperaba que sobrevivieran, porque en la URSS era considerado un nazi confeso y se decia que sus obras no debían considerarse una fuente histórica porque estaban llenas de imprecisiones y eran resultado del odio hacia el sistema socialista y que los Gulags eran mucho más humanos que muchos presidios capitalistas.
Por supuesto que muy poca gente va a creer esos argumentos. No se si Solzhenitsin fue un nazi o un tipo con mala suerte, porque todos los soldados soviéticos que cayeron presos fueron considerados colaboradores de los nazis; recuerdo una película muy esclarecedora de ese tema, “Cielo Despejado” de Grigoriy Chukhray, cuando la muerte de Stalin despeja el destino de millones de personas acusadas y encarceladas injustamente, pero la realidad es que casi todos en el mundo tienen al Gulag como un presidio inhumano y cruel, representativo de la peor época del estalinismo.
El Gulag, un brazo de la KGB
El Gulag, siglas en ruso de la Dirección General de Campos y Colonias de Trabajo Correccional, era una dependencia del NKVD (la temible KGB) encargada de administrar el sistema penal de campos de trabajos forzados en la extinta unión Soviética.
El sistema Gulag se nutrió de la herencia de la represión zarista y fue evolucionando hacia un totalitarismo extremo junto con el poder soviético y el estalinismo. El destierro zarista de sus enemigos más allá de los montes Urales, sobre todo en la infinita tundra era el peor castigo. Primero, según las concepciones de Lenin, los presos comunes, de todo tipo, o sea asesinos, ladrones, estafadores, etc., eran víctimas del capitalismo, por lo que los que fueron considerados “enemigos de clase”, los opositores a los bolcheviques y al comunismo, recibían una condena mayor que los delincuentes comunes y eran los principales candidatos al destierro.
El Gulag se hizo famoso por ser el lugar donde iban a parar los presos políticos como disidentes, ex funcionarios importantes, personalidades religiosas y otros opuestos al sistema soviético. Como en muchos estados totalitarios, como son los comunistas, no existen diferencias entre presos políticos y los presos de conciencia, por lo que estos últimos debían soportar una presión adicional tanto por parte de los presos comunes, criminales de todo tipo y a la vez de los carceleros, encargados de hacerles a estos enemigos del estado la vida imposible.
El sistema penal del Gulag llegó a contar con 427 campos de trabajos forzados, por lo que el término de Archipiélago Gulag, acuñado por Aleksandr Solzhenitsyn, fue tan gráfico que comparó estos campos dispersos por gran parte de la geografía soviética con una agrupación de islas con similares particularidades, un archipiélago.
Las estadísticas de los Gulag son impactantes, se dice que a fines de los años 40, y comienzos de los 50, hubo un promedio de cerca de dos millones y medio de prisioneros por año, destacando que a la muerte de Stalin en 1953 había exactamente dos millones y medio de infelices en esos campos en Siberia y cuatro millones en todo el país y entre 1930 y 1956 se calcula que murieron en los Gulag más de tres millones de prisioneros.
Entre 1929, momento en que los campos alcanzaron una escala masiva y la muerte de Stalin, dieciocho millones de personas pasaron por el Gulag, a lo que hay que añadir que alrededor de siete millones fueron deportados a pueblos lejanos e inhóspitos, haciendo un total de cerca de veinticinco millones los sometidos a trabajos forzados.
Oficialmente, el GULAG fue liquidado por el MVD, Ministerio del Interior, el 25 de enero de 1960.
Un dato interesante ofrecido por historiadores rusos: no hubo un solo centro de gran población que no contara con uno o varios campos locales, ni una sola industria importante que no empleara prisioneros de esos campos. Y estamos hablando de Gulag, no del Holomodor, la hambruna de los años treinta en Ucrania, donde Stalin mató de hambre a muchos más ucranianos que Hitler asesinó a judíos.
Pero al respecto hay una repercusión mediática diferente. Mientras que las cámaras filmaron los campos nazis en la Segunda Guerra Mundial, en la Unión Soviética se prohibía el acceso a esos campos de muerte. Esa es una parte olvidada de la historia mundial, como lo son también las masacres en Armenia por parte de Turquía, en Nanking por los Japoneses, en China, los muertos por la Revolución Cultural de Mao, las locuras de los Khmer Rojos en Camboya y las guerras de las naciones en las que Yugoslavia se dividió.
El día que como se dice en Cuba “le demos taller” a estos hechos, nos daremos cuenta de que el ser humano es lo peor que pisa la Tierra.
Miguel Strogoff
Uno de los libros que más me impactó en mi juventud de los tantos de Julio Verne que me gustaron, fue Miguel Strogoff, el Correo del Zar. Tan es así que uno de los libros que escribí, y que trata de un espía cubano internacional, fue titulado El Correo del Zar de La Habana.
Pero cuando Verne escribió Miguel Strogoff, se vio influenciado por las fantásticas narraciones que había sobre Siberia y el zarismo, un territorio misterioso y casi virgen.
No eran muchos occidentales los que habían viajado más allá de los montes Urales, debido principalmente a los intensisimos territorios con su clima frío y clima poco amigable no contaban con estructuras adecuadas para realizar largos viajes. No había a mediados del siglo XIX ni ferrocarriles que cruzaran esas llanuras y por ese territorio salvaje solo podía viajar a caballo.
Siberia era un territorio ruso donde había que desarrollarlo todo y aprovechar sus amplias posibilidades mineras e hidráulicas y donde sería necesario crear infraestructuras de comunicaciones y ciudades.
Es a partir de los años treinta que el gobierno de Stalin se interesa en explotar sobre todo los grandes recursos del extremo oriental de Siberia, casi el fin del mundo, para lo que había que atravesar grandes y caudalosos ríos, extensas tundras y gigantescos lagos. Un país que había acometido una revolución comunista, donde todo había que hacerlo nuevo y además desgastado por la guerra civil y los conflictos regionales, necesitaba echarle mano al elemento que los zares emplearon para conquistar ese territorio, la inmensa población penal, conformada en buena medida por sus enemigos de clase.
De ahí que diseñaron una intrincada red de centros penitenciarios y otros itinerantes donde criminales comunes y presos políticos, en el número de millones, acometieron estos trabajos y muchos dejaron la vida en este penoso sistema carcelario, tanto por las abrumadoras jornadas laborales al nivel de la esclavitud, como por las terribles condiciones climáticas. Pocos lugares del planeta han sido tan agresivos y truculentos como Siberia, por lo que todo lo que allí se logró se hizo sobre la base de cientos de miles de vidas humanas.
Pero el Gulag no solo fue útil al comunismo para lograr esos objetivos económicos, en el orden psicológico fue uno de los elementos que ayudó a imponer el terror como política del sistema y que aseguraron el totalitarismo en la URSS.
Resulta que los zares, incluyendo a Iván el Terrible, eran niños de teta al lado del padrecito Stalin, uno de los mayores asesinos de la historia.
Gulags ha habido en muchas partes, incluyendo a Cuba
No voy a hablar de los horrores nazis y el holocausto del pueblo judío, eso es ampliamentoe conocido, aunque todavia siguen existiendo idiotas, de los que hay una epidemia mundial, que niegan que haya existido, pero hay muchos otros casos parecidos, inclusive en Cuba.
El cruel sistema del Gulag que Stalin implantó en Siberia, se mantiene en pleno siglo XXI en China, donde existe desde que Mao tomó el poder hace más de setenta años.
Los Laogai son parte importante del sistema penal chino, y tienen dos funciones: “reeducar” a los prisioneros, que deben reconocer sus crímenes y comportarse como un buenos revolucionarios y además sirven para proporcionar al Estado una fuerza de trabajo a un costo despreciable.
Campos de concentración para soldados y personal civil huyendo de la Guerra Civil Española y del terror franquista, en lo que incluyo a mi tío Rogelio Rodriguez Valdes Carranza, que es una lastima que cuando hacía los cuentos de ese horror que había vivido, a los niños nos mandaban a jugar a otra parte.
Seguramente fueron más civilizados pero no dejaron de ser campos de concentración los que impusieron en Estados Unidos a los naturales de Japón e Italia durante la Segunda Guerra Mundial, aunque no tuvieran nada que ver con la guerra ni con la política de sus gobiernos, de los cuales la mayoría huyeron tanto por razones políticas como de la miseria.
Y vamos a hablar de lo más cercano, lo que sobre este tema ha ocurrido en Cuba.
La reconcentración de Weyler
Lo primero que me viene a la mente fue uno de los genocidios más crueles de nuestra historia, que por tratarse de un país pequeño como Cuba no ha tenido mucha difusión, y fue la política de reconcentración del gobernador General de la Isla, el asesino Valeriano Weyler. Tras el recomienzo de las guerras de independencia de nuestro pueblo en 1895, Weyler implantó la medida de reconcentrar a toda la población campesina, lo que duró hasta 1898, con el fin de que los insurrectos se vieran privados del apoyo logístico que la mayoría de la población rural le daba.
La concentración forzosa de los campesinos en pueblos, ciudades y fortines controladas por el gobierno colonial, fue una medida ineficaz que no ayudó en nada a derrotar a los mambises y en cambio, a pesar de ser sustituido Weyler y aliviada o eliminada parcialmente, pocos días antes de comenzar las hostilidades entre España y Estados Unidos, dejó tras de sí a más de 400 mil desplazados, de los que fallecieron alrededor de 170 mil, que representaba entonces la décima parte de la población cubana, lo que supuso hambre, malnutrición, enfermedades y miseria casi absoluta, lo que históricamente se considera un genocidio de Weyler contra los campesinos por favorecer estos mayoritariamente, incluyendo a los peninsulares, la independencia de la Isla.
Durante la Guerra de los Diez Años, Weyler, que peleó en la Isla bajo el mando del Capitán General Conde de Valmaseda, también se ordenó la reconcentración de campesinos en zonas controladas por los españoles pero no en forma total, lo que le sirvió al carnicero Weyler para ordenar, con los poderes absolutos de que disfrutaban los Capitanes Generales en Cuba, el desplazamiento de la cuarta parte de la población cubana.
A su vez esta cruel medida provocó la destrucción de la riqueza agrícola de Cuba y que la zafra azucarera fuera de casi la quinta parte de la lograda anteriormente, y mientras las fuerzas insurrectas amenazaban a los dueños de centrales, las tropas españolas quemaban bohíos, sembradíos y frutales, afectando a los más pobres y desvalidos.
Esta tragedia supuso que la reconcentración de Weyler constituye una de las mayores debacles demográficas conocidas hasta entonces. Pero de eso no se habla mucho.
La guataqueria con los americanos.
Una cosa es ser aliados y otra sumisos.
Si los Estados Unidos, durante la Segunda Guerra Mundial, recluyeron en campos de concentración a los naturales de los países del Eje, y fueron declarados enemigos y ubicados en campos de internamiento según el gobierno de ese país, lo que representó que 120 mil japoneses-americanos fueran trasladados a la fuerza a esos campos durante toda la duración del conflicto, en Cuba se extendió la histeria y los oportunistas y enemigos de los inmigrantes, regaron falsas historias sobre el hecho de que muchos eran espías y Fulgencio Batista, no podía menos que imitar y complacer a los vecinos del norte.
De esa manera llegaron los peores años de la colonia japonesa en Cuba, la emigración fue paralizada y 341 japoneses y 114 alemanes, más trece italianos, fueron encarcelados en el Presidio Modelo de Isla de Pinos y en otras cárceles de La Habana, donde varios fallecieron debido a la falta de una alimentación adecuada y de atención médica, además de que estuvieron allí hasta un año después de terminada la guerra.
Muchas de sus familias se vieron privadas de la mano de obra de los hombres y perdieron sus cosechas o sus tierras, viéndose en condiciones críticas muy injustas como condenados por un crimen que no habían cometido.
Esta página de la historia cubana compite con la del barco Saint Louis, repleto de emigrados judíos que escapaban del nazismo y a los que se le prohibió el asilo en Cuba, como uno de los hechos mas vergonzosos por abusivo y arbitrario.
Llegó la Revolución
Las revoluciones son eso, revoluciones, que implican alterar, agitar, conmocionar, transformar, cambiar todo, sin importar el precio.
A esa hora, con nuestra característica intrínseca de absolutismo, donde todo es excesivamente malo o extraordinariamente bueno, donde como dijo el Generalísimo Máximo Gómez, o no llegamos o nos pasamos, la revolución definió que nada de lo que se había hecho en el país durante más de cincuenta años de independencia, era válido. Había que acabar con todo y para eso estaba el ejemplo de los nuevos amos: los soviéticos, los que ya tenían experiencia de sobra en destruir una sociedad y sus valores.
Nada más ajeno a nosotros que la idiosincrasia y la cultura soviética, rusa y eslava, pero sí algo sí asimiló de forma ejemplar el nuevo régimen fueron los mecanismos de represión y creación de terror que le permitieron, hasta hoy, mantenerse en el poder.
Y una de las medidas relacionadas con ello era que la gente supiera que no podían pensar ya más con cabeza propia y todo debía ser y hacerse como ellos dijeran. Así fue que si, como dijera el máximo líder, tenías actitudes “elvispreslianas”, o sea, te gustaba la música de rock and roll, te vestías como un rockero, había que tomar medidas contigo; si eras homosexual o aunque fuera amanerado, había que tomar medidas contigo; si eras un libre pensador, un aspirante a filósofo, o un intelectual no afín a las ideas de izquierda, había que tomar medidas contigo. Y entre esas medidas fue concebida la UMAP.
Las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), un eufemismo total, ya lo he abordado en otros artículos, fue una creación del argentino Che Guevara, que propugnaba la idea de un hombre nuevo (lo ha logrado, esa marginalidad extrema que domina el panorama cubano de hoy no es más que ese “hombre nuevo” que más bien puede identificarse con un troglodita que con un ser humano), y el que se alejara de esta concepción debía ser reeducado.
Para ello se tomó como ejemplo el Gulag soviético, con un toque tropical, aplicado a nuestras condiciones. Aquí no tenemos una Siberia, pero si lugares muy aislados, salvajes, insalubres, a donde podían ser conducidos estos disidentes para que pudieran ser incorporados al tren de la revolución. A lo largo del país se buscaron este tipo de lugares, pero se comenzó por la zona de la península de Guanahacabibes, para que sembrando eucaliptos los desviados se hicieran “hombres nuevos”.
Las UMAP
Como todo en Cuba, donde existe un control total de los medios y de la información, la historia de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), también ha sido maquillada y distorsionada por el régimen, que pretende convertir en hermoso lo despreciable. Pero seis décadas son suficientes para perder la credibilidad y ya nadie cree lo que dice el gobierno.
A diferencia de los soviéticos, que vieron en el cine y la literatura un instrumento para lavar la memoria sobre el Gulag, hasta que apareciera Solyenitzin, los líderes de la Revolución Cubana no asumieron ese riesgo.
Los campos de trabajo forzado, creados entre 1965 y 1968, fueron tratados con el mayor secretismo. Pero es imposible cometer abusos con miles de jóvenes, por lo que lo que estaba ocurriendo comenzó a filtrarse y a crearse una corriente internacional condenando el autoritarismo y la crueldad de ese hecho, por lo que se comenzó a crear una imagen pública de que esos no eran campos de trabajo forzado ni de concentración y mucho menos de castigo o de control social, sino lugares donde el modelo educativo de determinadas conductas desviadas del modelo social deseado, habían logrado un milagro en la conciencia de los jóvenes con notables éxitos económicos, con logros relevantes en Pinar del Río y Camagüey, donde estaban las principales agrupaciones de la UMAP.
El objetivo central era finalmente reconocer que en algunos casos aislados las UMAP fueron un error y que de ningún modo fueron campos de trabajo forzoso.
Pero todos los que conocimos gente que fueron enviados a esos campos, donde el abuso, la agresión, la mala comida y las pésimas condiciones de vida, junto con el trabajo abusivo, casi esclavo, lo único que lograron fue crear muchísimos enemigos del sistema. Otros pensaron igual pero se plegaron al arma más poderosa de los regímenes totalitarios: el miedo.
Un caso curioso fue Pablo Milanes, enviado a la UMAP en 1966 cuando despegaba su carrera musical. Pablo se convirtió en uno de los adalides de la Nueva Trova y aduladores del régimen con sus canciones, y alega que sufrió del Síndrome de Estocolmo durante muchos años hasta que finalmente, varias décadas más tarde manifestó:
“Aunque no haya comparación, te puedo decir que estuve en Auschwitz y las instalaciones eran mejores que las de la UMAP. Las instalaciones eran tenebrosas”.
Aunque en Cuba todos sabían que Milanés había sido enviado a los campos de trabajo, él esperó varias décadas para hablar del asunto, manteniendo el silencio, como en casi todos los casos que emanan desde posiciones de poder y acomodados con el poder, algo consistente con la dominante doble moral imperante en la psiquis de los cubanos.
Y como en otras experiencias de este tipo, siempre había parte de los confinados que se prestaban para reprimir a sus iguales como muestra extrema de la miseria humana. En los campos de exterminio nazis estaban los Sonderkommandos que eran judios que ayudaban al exterminio de su propia raza pensando que al final iban a salvarse, pero lo que más se acerca al caso cubano fueron los Kapos de los campos nazis o a los que en el Gulag se les conoció como capataces (nariádchik).
En ningún momento las UMAP fueron unidades militares para ayudar al desarrollo agrícola del país, sino que fueron una cacería de jóvenes libres desafectos al régimen ejecutada por agentes de la Seguridad del Estado, basados en las siguientes palabras de Fidel Castro:
“Yo no soy científico, pero sí observé siempre una cosa: que el campo no daba ese subproducto. Estoy seguro de que, independientemente de cualquier teoría, hay mucho de ambiente y de reblandecimiento en ese problema porque todos son parientes: el lumpencito, el vago, el elvispresliano, el pitusa. Muchos de esos pepillos vagos, hijos de burgueses, andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos, algunos de ellos con una guitarrita en actitudes ‘elvispreslianas’ y que han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides por la libre. Árboles torcidos, eso son.”
Entonces estaba toda aquella mística soviética de las tierras vírgenes y de los jóvenes que iban a conquistarlas, y cuya máxima expresión en la Isla fue la Zafra de los Diez Millones, pero desde antes estaba la idea de Fidel Castro de que los jóvenes con su trabajo, de forma voluntaria o esclava como eran las UMAP, iban a salvar la revolución y de paso lograrían formar el hombre nuevo.
¿Después de esto qué más se puede decir de la UMAP?. Solamente que allí nunca existió un gesto humano y que solamente era muestra del odio y la intolerancia hacia los que no pensaban igual que los revolucionarios.
Es triste pensar que muchos jóvenes se vieron de pronto capturados y enviados a esos campos de trabajo sin saber por qué y pasaron una experiencia de la cual muchos no se iban a recuperar jamás, más las verdades que muchos no revelaron y que nos apartan de la verdadera dimensión de aquella infamia, una de las tantas del socialismo cubano.
El Escambray y la nueva reconcentración.
Al igual que ocurrió en la Unión Soviética, no solo los desafectos o disidentes sufrieron destierro, también sus familias y es el caso que voy a contar.
Noemí es una amiga de muchos años cuyo padre ayudó a los alzados del Escambray, como tantos campesinos hicieron, solamente por darle comida a gente hambrienta y por ello fue detenido y preso junto con otros cientos de campesinos que cometieron igual delito a los ojos del régimen. Para evitar esta ayuda, el ejército ubicó a partir de principios de 1961 en cada casa de campesino de la extensa zona rural (¿se imaginan?) una escuadra con 8 milicianos, encargados de custodiar el lugar para evitar que los enemigos del comunismo pudieran conseguir alimentos u otro tipo de ayuda.
Pero junto con los campesinos, fue desalojada de sus tierras toda su familia y enviados a una especie de campo de concentración, a vivir, sin condiciones ninguna, en un lugar más allá de la base aérea que construyeron los norteamericanos cuando la Segunda Guerra Mundial conocida por San Julián, en el lugar conocido como Remates de Guane, para los cubanos identificado como “el culo del mundo”.
Allí, donde se acababa la carretera, los mismos presos, entre los que estaba su padre, construyeron una cárcel y poco a poco el pueblo que hoy se conoce como Sandino. Probablemente sea por eso que medio Sandino, incluyendo a Noemí y a casi todos sus hermanos, estén hoy en Estados Unidos. Semejante exilio forzoso y el sufrimiento de ver a tu padre preso sin haber cometido delito alguno, es algo imposible de olvidar.
¿Qué sentido que no sea que la gente sienta el terror, el arrancar a la gente de su hábitat por el simple hecho de que no comparta sus criterios políticos?. El mismo sentido por el cual millones de rusos y de todas las nacionalidades que componían la afortunadamente desaparecida Unión Soviética, fueron enviados, más bien deportados a los lugares más fríos e inhóspitos y sometidos a los trabajos más brutales, para acabar con su vida de forma lenta y cruel.
La deportación forzosa de los campesinos del Escambray hacia los lugares más selváticos y escabrosos de Pinar del Río, donde fueron sometidos a trabajos forzados y enormes sufrimientos, pudiera compararse perfectamente con la reconcentración de Weyler. No los habrán matado de hambre, pero la angustia y los dolores que sufrieron son comparables a los ocurridos en tan vil hecho de nuestra historia. Y por supuesto, guarda muchas similitudes con el gulag soviético.
El exilio cubano
Y el llamado “exilio cubano”, los millones de personas que han emigrado o han sido obligadas a emigrar para buscar un clima político, económico y social más humano y donde no se coarten las libertades, ha sido una constante en la vida del cubano.
Desde los deportados por razones políticas y militares por parte del gobierno colonial español, entre los que se encuentra muchos de nuestros próceres, comenzando por José Martí y este ha tenido más bien visos políticos a lo largo de la Cuba republicana, porque Cuba era un país de llegada, no un país donde la gente emigraba.
Pero el verdadero exilio, ese que conocemos, se ha producido después del triunfo revolucionario, en diferentes oleadas o gota a gota, pero ha sido incesante, lo que ha hecho que aparte de la gran concentración de cubanos en Miami, la llamada “segunda ciudad de los cubanos”, porque solamente en La Habana puede haber más gente de nuestro país, lo cierto es que el exilio cubano ha sido tan extenso que se pueden encontrar cubanos en cualquier parte del mundo, en los lugares más insospechados, y no hablo solamente de Estados Unidos, sino de todo el planeta.
Pero de este tema, lo que nos interesa son aquellos casos que fueron obligados, como mi padre, a abandonar el territorio nacional e irse en el éxodo del Mariel bajo la amenaza de ser encarcelado nuevamente.
No les importaron los sufrimientos, la separación de las familias o lo incierto de deportar a personas de la tercera edad por el simple hecho de ser disidentes, es por eso que el cubano, si algo hace con gusto, aunque lo hiera después la nostalgia, es desarraigarse para siempre de esa tierra que ha sido maldecida por un puñado de delincuentes.
Algunos dicen que la diáspora cubana es más emigración que exilio. Tanto quería le gente vivir en Cuba, que durante más de cuatro siglos ser deportados a España era considerada una de las sanciones penales más crueles y tras la independencia el emigrar de los cubanos no fue para nada relevante, sino que Cuba se convirtió en el destino de numerosos destinos migratorios, comenzando por España y otros países europeos, al extremo que se le llegó a llamar “la segunda colonización”. Los cubanos viajaban a Estados Unidos y casi cualquier parte sin necesidad de visa y en el vecino del norte solamente vivían menos de veinte mil cubanos, casi todos por buenas oportunidades laborales.
Es decir que a Cuba entraban muchísimas más personas que las que salían del país. Pero a partir de la revolución en el poder, ya sabemos lo que ocurrió.
Por supuesto que las causas de la salida del país son múltiples, comenzando por la necesidad de escapar de la persecución política y de ser libres, lo que incluye tener una vida mejor con oportunidades que no existen en la Isla. Han pasado seis décadas y dos generaciones nuevas de cubanos, que no conocieron el capitalismo, siguen sumándose a esos, que mayoritariamente desean irse del país, por lo que al final lo dejan todo atrás y se convierten no en emigrantes económicos, sino en exilados, lo que incluye el desarraigo, que el que no lo vive no puede experimentar lo triste que es.
Neruda lo describió acertadamente:
“El destierro es redondo:
un círculo, un anillo:
le dan vuelta tus pies, cruzas la tierra,
no es tu tierra,
te despierta la luz, y no es tu luz,
la noche llega: faltan tus estrellas,
hallas hermanos: pero no es tu sangre.
eres como un fantasma avergonzado
de no amar más que a los que tanto te aman,
y aún es tan extraño que te falten
las hostiles espinas de tu patria,
el ronco desamparo de tu pueblo,
los asuntos amargos que te esperan
y que te ladrarán desde la puerta.”
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