El regreso de los mecanógrafos; ¿Retro o Vintage?

 

El regreso de los mecanógrafos; ¿Retro o Vintage?

Cuando mi padre me llevó, con apenas diez años, un sábado a las oficinas comerciales de la Underwood Typewriter Company en la calle Baratillo, a un costado de la Lonja del Comercio de La Habana, no tenía idea que iba a comenzar una de las aventuras que más satisfacción me ha dado en la vida: la mecanografía.

Han pasado 62 años y aún lo recuerdo con nitidez. Decenas de modelos de máquinas de escribir, de sumar y otros equipos y accesorios para oficina, me deslumbraron.   Al final escogimos un modelo portátil  que tenía un nombre sugestivo: Golden Touch y cuyo costo era de unos seis pesos mensuales.  Además venía con un utilísimo Manual de Mecanografía y un estuche para transportarla.

Creo que estaba mucho más contento y entusiasmado que cuando a un muchacho ahora le regalan un celular o una tablet.  Aquello era mucho menos tecnológico, pero mucho más práctico.

Con los años, aquello me sirvió para muchas cosas, por ejemplo,  la asignatura mecanografía en mis estudios de la Escuela de Comercio, fue convalidada,  ya que yo escribía más rápido que el profesor; en movilizaciones militares se me asignaba la “durísima” tarea de mecanógrafo del Batallón, por lo que libraba de muchas e indeseables tareas militares; podía escribir mis tareas escolares o relacionadas con mi trabajo más rápido, más eficientemente y con mejor presentación; mecanografiaba yo mismo informes u otros documentos que no deseaba que secretarias tuvieran conocimiento de ello y sobre todo, cuando vinieron las computadoras personales, a mí se me hizo muchísimo más fácil que a aquellos que nunca habían puesto un dedo en un teclado.

Por eso digo que siempre es un placer para mí escuchar el sonido de una máquina de escribir.

Mecanografía.

La mecanografía (del griego μηχανή (mechané): mecánico, máquina, y γραφή (grafé): escritura, dibujo) es el proceso de introducir texto o caracteres alfanuméricos en un dispositivo por medio de un teclado como los que poseen las máquinas de escribir, los ordenadores (computadoras) y las calculadoras.

En la actualidad, en la lengua española, se utilizan los términos mecanógrafo y mecanógrafa para denominar a personas con conocimientos de mecanografía, es decir que, con soltura (a alta velocidad, sin necesidad de mirar el teclado) son capaces de introducir texto en una máquina de escribir. Además la mecanografía es una asignatura que por lo general suele impartirse a jóvenes que cursan la secundaria.

Los escribas, antecesores de los mecanógrafos.

La palabra escriba procede del latín y significa “contar”, y se traduce como “secretario”, “escribano”, “copista.   Por tanto el escriba era el copista o amanuense de la Antigüedad.

Los escribas del medio oriente eran las personas que conocían la Escritura especialmente la escritura cuneiforme, encargadas de redactar textos y también de leerlos y organizar su clasificación en los archivos. Todo sabio tenía que haber recibido una formación de escriba en sumerio y a los que se les tenía en alta consideración..

En la civilización del Antiguo Egipto, era un personaje fundamental, culto, experto en la escritura jeroglífica y pictográfica, y conocedor de los secretos del cálculo, siendo el único capaz de evaluar los impuestos, asegurar los trabajos de construcción y transcribir las órdenes del faraón.

En principio, los escribas eran escogidos como privilegiados que habían sido formados en el entorno de la familia real, pero el desarrollo de la administración conllevó la aparición de una casta de escribas. Los cargos se transmitían, generalmente, de padres a hijos.

Entre los judíos los sacerdotes eran a su vez escribas, sin embargo, se dio mucha importancia a que todos los judíos tuvieran conocimiento de la Ley. Los que estudiaron y obtuvieron una buena formación consiguieron el respeto del pueblo, y con el tiempo estos eruditos, muchos de los cuales no eran sacerdotes, formaron un grupo independiente. Por ello, en el tiempo de Jesús la palabra “escribas” designaba a una clase de hombres a quienes se había instruido en la Ley.

En la época del Nuevo Testamento los escribas eran los intérpretes profesionales de la Ley en las sinagogas judías, por lo que se describe a un “escriba como versado en la Ley de Moisés”.

Los escribas en la edad media.

El término scriptorium,era literalmente «un lugar para escribir», se usa habitualmente para referirse a la habitación de los monasterios de la Europa medieval dedicada a la copia de manuscritos por parte de los escribas monásticos y sería algo equivalente al escritorio actual.

No obstante, hay muchos indicios, tanto documentales como arqueológicos que muestran que tales habitaciones fueron muy poco frecuentes; la mayor parte de la escritura monástica se habría realizado en una especie de cubículos que existían en los claustros o en las propias celdas de los monjes.En cualquier caso, e independientemente de su identidad física, un scriptorium era, necesariamente, una zona próxima o adjunta a una biblioteca; dicho de otra forma, la presencia de una biblioteca es indicio de la existencia próxima de un scriptorium.

Dentro del scriptorium, había normalmente una división del trabajo entre los monjes que preparaban los pergaminos para la copia, los que pautaban el pergamino y copiaban el texto, y los que lo ilustraban. A veces, un único monje podía asumir todas estas funciones.

Los escribas trabajaban con frecuencia toda su vida en un scriptorium mal iluminado. La escritura de manuscritos era un proceso laborioso que podía llegar a dañar la salud de uno. Un prior se

quejaba al respecto en el siglo X del daño que provocaba en los ojos, la espalda y en el cuerpo entero.

A estos escribas se les llamó monjes amanuenses y  eran las personas cuyo trabajo era copiar textos a mano,también se les llamaban copistas.

Solían escribir 2 o 3 hojas al día, a pluma, los escritos utilizando tintas resistentes (de carbón de leña y goma u otra denominada de agallas), y debía hacerlo sin corregir los fallos que pudieran existir en los textos originales y para hacer un manuscrito se tardaban más de 60 días de trabajo. Escribían en una sala varios copistas a la vez al dictado de otra persona, para asegurar varias copias del mismo manuscrito. Escribían en columnas verticales y en sentido de derecha a izquierda, es decir al revés de como escribimos ahora.

Su trabajo era muy importante ya que eran los encargados de transmitir la información escrita a las demás personas, hasta que la apareció la imprenta y dejaron de ser necesarios.

 

Creación de libros en la edad media

Antes del uso generalizado del papel las hojas de los libros estaban hechos con la piel de animales, como la del ternero o la oveja (pergamino), y antes de la invención de la imprenta eran los monjes en los monasterios quienes elaboraban los libros, interviniendo varios de ellos, cada uno en una fase distinta de su elaboración:

Después de copiado, pasaba a manos del corrector, que era el monje encargado de comprobar que la copia no incluía nuevos errores. En caso de detectarse alguno se borraba raspando el pergamino o diluyendo la tinta. Una vez borrado el error escribía encima. En otros casos simplemente tachaba el error y escribía la corrección entre líneas.

Seguidamente pasaba all rubricante, quien realizaba la última tarea antes del pase del libro al iluminador. El rubricante se encargaba de trazar las letras capitulares y de escribir en rojo y ocre los nombres de los capítulos.

Seguía una parte muy importante, la del iluminador, quien se encargaba de realizar las miniaturas, dibujos situados a los lados del texto y junto a las capitulares. El término miniatura proviene del latín minium, rojo, por utilizarse ese pigmento. También se usaban otros colores como el azul y el verde e incluso finas capas de oro.

Una vez escrito, rubricado e iluminado el libro, éste se encuadernaba.

 La implantación de la imprenta trajo consigo una revolución cultural.

Pasando por los romanos, que tuvieron sellos que imprimían hojas de inscripciones sobre objetos de arcilla alrededor del año 440 a. C., entre 1041 y 1048, Bi Sheng inventó en China, donde ya existía un tipo de papel de arroz, el primer sistema de imprenta de tipos móviles, a base de complejas piezas de porcelana en las que se tallaban los caracteres, después durante la dinastía Koryo (en la actual Corea), conocedores de los avances chinos con los tipos móviles, crearon un juego de tipos móviles de metal que se anticipó a la imprenta moderna,  aunque las opiniones apuntan a que fue el alemán Johannes Gutenberg, por las ideas que tenía y la iniciativa de unirse a un equipo de impresores, lo que lo apoya como el inventor de la tipografía, que como vimos, solo tiene el mérito de haber modernizado lo creado por chinos y coreanos.

En el mundo moderno la evolución de diversas tecnologías ha dado lugar a diferentes métodos de impresión y reproducción, como son la flexografía, la serigrafía, el huecograbado, el alto grabado, la fotografía electrolítica, la fotolitografía, la litografía, la impresión ófset, la xerografía y los métodos digitales, incluyendo el casi fantástico método de impresión tridimensional o 3D.

Pero la imprenta, excepto hoy en día, durante siglos fue un procedimiento caro y no al alcance de todos.  Hacía falta algo que redujera esta brecha y ella fue la máquina de escribir.


La primera máquina de escribir y su evolución con el tiempo.

Teóricamente podemos entender como “máquina de escribir cualquier dispositivo que nos de la posibilidad de seleccionar un tipo que será impreso en un papel, visto en una pantalla o en otro medio.

Como ya lo mencionamos anteriormente, estrictamente hablando cualquier cosa que te de la posibilidad de seleccionar un tipo que será impreso en papel u otro medio puede ser considerada una máquina de escribir. Lo mismo un rotulador Dymo o etiquetadora,  que una máquina Underwood mecánica o una eléctrica  IBM Selectric y por supuesto una computadora o cualquier dispositivo digital que transmita su información a una impresora de punto, de chorro de tinta o láser.

Ahora que si hablamos de la primera máquina de escribir práctica, entonces las cosas se vuelven mucho más sencillas: se trata de la Sholes & Glidden de 1874, también conocida como la Remington número 1.

Esta máquina, diseñada principalmente por el inventor estadounidense Christopher Latham Sholes, fue desarrollada con la ayuda de su colega impresor, Samuel W. Soule y el mecánico aficionado Carlos S. Glidden. Su proyecto comenzó en 1867, pero Soule y Glidden abandonaron la empresa al poco tiempo, siendo reemplazados por James Densmore, quien proporcionó el apoyo financiero y la motivación para continuar con el desarrollo de la máquina.

Luego de varios intentos fallidos de comercializar la máquina por su cuenta, ésta fue comprada a principios de 1873 por la empresa de E. Remington e Hijos, un fabricante de armas que buscaba incrementar sus negocios luego de haber hecho gran fortuna durante la Guerra Civil norteamericana. Remington continuó el desarrollo de la máquina de escribir y comenzó a comercializarse en julio de 1874.

La máquina de escribir Sholes & Glidden definió muchas de las características que con el tiempo se volverían estándares en cualquier máquina de escribir y hasta en las computadoras.

Su más importante aporte, fue que esta máquina la primera en contar con un teclado organizado en el llamado sistema QWERTY (por las cinco primeras teclas de la fila superior, leídas de izquierda a derecha). Esta forma de distribuir el teclado, supuestamente, tenía como objetivo hacer más eficiente el uso de la máquina, ya que colocaba las letras más utilizadas en posiciones distantes entre sí, lo que, al operar el mecanismo, impedía, o al menos reducía significativamente el riesgo de que las barras de tipos se enredaran entre ellas al ser tecleadas con rapidez. De modo que, desde el principio, las máquinas de escribir estuvieron equipadas con la misma distribución de teclado que conocemos hoy en día, y que, en su momento, se convirtió en la principal manera de introducir datos e instrucciones a nuestras computadoras, haciendo del teclado un dispositivo de entrada fundamental incluso en la actualidad.

Al principio este invento no fue recibida con mucho entusiasmo por el público. La falta de un mercado establecido, un costo de adquisición elevado, y la necesidad de contar con operadores entrenados en su uso hizo que su adopción fuera considerablemente lenta. Sin embargo, las nuevas tecnologías de comunicación y la expansión de los negocios que tuvo lugar a finales del siglo XIX habían creado la necesidad de escribir correspondencia de forma clara y expedita, y así la Sholes & Glidden y sus contemporáneas pronto se convirtieron en equipos habituales en las oficinas. De hecho, se le atribuye a la máquina de escribir el mérito de haber facilitado el acceso de las mujeres al mercado laboral en las oficinas, que hasta entonces había sido un territorio casi exclusivamente masculino, gracias a que muchas mujeres fueron contratadas para operar el nuevo dispositivo mecánico para escribir.

De no haber sido por la máquina de escribir de Sholes y Glidden, que ofreció una forma práctica de accionar las barras de tipos acomodándose en un teclado que se convirtió en el estándar de la industria, las computadoras que usamos en la actualidad podrían haber sido totalmente diferentes a lo que conocemos.

House of Cards y Underwood con Underwood.

Los fanáticos de House of Cards, la serie estrella de Netflix que estrenó su quinta temporada el 130 de mayo de 2017, posiblemente ya devoraron todos los capítulos de la serie que aborda la política en Washington de una manera descarnada.

La carrera del congresista Francis J. Underwood hacia la cima del poder en Washington, el personaje protagónico que interpreta Kevin Spacey rescata de un armario una vieja máquina de escribir que le había regalado su padre. La marca, por supuesto, es una homónima Underwood. Luego de quitarle el polvo amontonado por el olvido, el hombre se sienta a escribir una carta personal al presidente de los Estados Unidos.

Underwood dice que la máquina Underwood le fue regalada por su padre antes de su ingreso a

Sentinel, la prestigiosa academia militar donde se formó Frank , y a pesar de que dice haber escrito algunas pocas cartas con esa máquina, recuerda mientras limpia el polvo de la Underwood una frase de su padre: “Esta Underwood construyó un imperio. Ahora ve y construye el tuyo”.

Underwood Typewriter Company tuvo sede en Nueva York y fabricó lo que se considera la primera máquina de escribir moderna ampliamente exitosa. En 1939 había producido cinco millones. Por eso la Underwood, dentro de las máquinas de escribir, es un clásico.

En la década de 1890, cuando John T. Underwood estaba tratando de averiguar qué hacer con su empresa, proveedora de cintas y papel carbón, ya la industria la dominaba Remington, pero con tesón  y  corriendo riesgos, Underwood llegó a ser el mayor fabricante de máquinas de escribir en el mundo durante los años 20 gracias al diseño de Franz Wagner.

La primera Underwood apareció en 1895, pero para muchos fue como un prototipo. La Underwood 5, la máquina que dominaría el mercado durante casi tres décadas, apareció en 1901 y fue un éxito tremendo.

Underwood, fue comprada por la italiana Olivetti  en 1959 y su  nombre apareció por última vez en una Olivetti portátil construida en España en la década de 1980.

Teclado qwerty

Y si hablamos de máquinas de escribir, es inevitable hablar del teclado qwerty.

El teclado QWERTY es la distribución de teclado más común. Fue diseñado y patentado por Christopher Sholes en 1868 y vendido a Remington en 1873. Su nombre proviene de las primeras seis letras de su fila superior de teclas.

La distribución QWERTY se diseñó con el propósito de lograr que las personas escribieran más rápido distribuyendo las letras de tal forma que se puedan usar las dos manos para escribir la mayoría de las palabras. Otro de los objetivos principales era separar las letras más usadas de la zona central del teclado, para evitar que se atascaran las máquinas de escribir de primera generación, y aunque hoy día no es necesario, se sigue utilizando mayormente esta distribución en las máquinas de escribir y los teclados de los ordenadores.

En este teclado, según la técnica de mecanografía más difundida, en posición de reposo, cuatro dedos de cada mano se colocan sobre la fila central de teclas. Para poder encontrar esta posición sin tener que mirar el teclado, las teclas correspondientes a los dedos índice de cada mano (F y J) suelen tener algún rasgo distintivo al tacto.

Esta disposición de teclado se llevó a las computadoras para desplazar más fácilmente a las máquinas de escribir en las oficinas. De esta forma, las personas encargadas de ‘mecanografiar’ documentos seguían sabiendo manejar los nuevos teclados informáticos.

El teclado QWERTY tiene versiones para diferentes lenguas. Hay países, como Alemania, que intercambian la tecla “Y” por la tecla “Z”, con lo que se convierte en teclado QWERTZ. En Francia y Bélgica hay más cambios y las primeras 6 teclas alfabéticas tienen la secuencia AZERTY. En la disposición española e hispanoamericana se incluye la letra “Ñ” justo a la derecha de la “L”. En Japón, usa caracteres kana, impresos a un lado de los caracteres latinos y números pero algunos caracteres especiales fueron movidos respecto al teclado inglés.

Y hay algo más sobre las máquinas de escribir. En más de una docena de entrevistas, jóvenes aficionados a las máquinas de escribir plantearon un tema común. Aunque crecieron con computadoras, disfrutan curiosear en los estratos de la cultura digital. Como los apicultores urbanos, quienes usan pantalones a la cadera, y otros iconos del renacimiento del bricolaje, aprecian la tangibilidad, la calidad de ser objetos que tienen las cosas. Les irritan las doctrinas digitales que identifican al “progreso” humano como una interminable marcha hacia mayor eficiencia, a la búsqueda de una máquina sin fricción.

Máquinas de escribir caras y sus cintas desaparecidas y solución.

Después de las máquinas de escribir mecánicas, vinieron las eléctricas, cuyos sonidos son, como se dice ahora, lights, es decir, más suaves, tal y como ocurre con los cigarrillos, las bebidas efervescentes, las golosinas, productos lácteos, galletas, alimentos precocinados, jugos de frutas y muchas otras cosas. Pero al final era el mismo principio, sólo un poco más fácil y rápido para el operador o mecanógrafo y más complicado en su operación y mantenimiento.

Las máquinas eléctricas nunca fueron a ninguna parte. Eran engorrosas,  complicadas y se constituyeron en  un callejón sin salida, como fueron en su momento los zepelines. Eran carísimas, pesaban mucho, se estropeaban con frecuencia. Si presionabas una tecla con la energía de las máquinas manuales, las letras salían disparadas como en una ametralladora. Una máquina eléctrica era una cosa pesada, solemne, oficial. Cómo iba la inspiración a volar en ella. Esa fue su muerte.

                                                                                              IBM SELECTRIC

¿Como fueron desapareciendo las máquinas de escribir?  En el mundo debe haber sido más fácil y menos traumático el cambio, porque las innovaciones tecnológicas obligan a las instituciones y a las personas, a partir de sus beneficios, a realizar el cambio, pero en Cuba, como decía mi profesor de la Universidad, Juan Carlos Oliva, ya es otra cosa, porque no hay nada que se parezca más al planeta Marte.  Voy a relatar mi experiencia personal con el caso.

El asumir la tarea de Administración y Economía de un sistema radial de alcance nacional, en medio de una situación económica particularmente crítica en la Cuba inmediatamente posterior a la desaparición de la Unión Soviética y el campo socialista, constituía un trabajo estresante, y voy a poner un ejemplo de ello, relacionado con el tema que nos ocupa.

A mediados de los años 90 en Cuba ya se  hacía difícil obtener cintas para máquinas de escribir y en ese momento nos dimos cuenta de que la máquina de escribir tenía sus días contados, de hecho las mismas eran tan costosas o más que una computadora sin grandes prestaciones, pero adecuada para el procesamiento de textos.

Primero había que resolver, en la redacción de una emisora radial informativa como el caso de Radio Reloj, el abastecimiento de cintas, aunque no era el único lugar, pues en prácticamente toda la radio y la televisión en Cuba, toda de propiedad estatal, se hacía un uso intensivo de dichas máquinas, de papel y por supuesto de cintas para ellas.

La primera solución vino con el rejuvenecer la cinta original mediante un lubricante multiusos, el que permitía renovar la tinta de las viejas cintas de tela.

El procedimiento era tedioso y había que ensuciarse las manos. Se rociaba aceite sobre la cinta, procurando impregnarla bien, y luego, con un trapo viejo, se retiraba el exceso de lubricante, para evitar que éste escurriera sobre el mecanismo de la máquina.  Este aceite actúa como un solvente suave que humecta la tinta reseca y la vuelve a hacer subir a la superficie de la cinta. De esta manera, una vieja cinta puede utilizarse indefinidamente. Hacer eso para una cinta es fácil, pero para toda una redacción de más de 50 máquinas, que trabajan ininterrumpidamente en tres turnos y que tienen una explotación impresionante, no es nada fácil. Y mucho menos para cientos de equipos, quizás miles, en todo el país.

Pero recordemos que ya no existían cintas de tela nuevas en el mercado para los equipos que

utilicen los carretes estándar, por lo que se recurrió también a la variante de emplear las cintas de las impresoras de punto, acondicionándolas a los carretes de las máquinas de escribir.

Entonces vino la decisión histórica: sustituir las obsoletas máquinas de escribir por computadoras y crear una red interna, que propiciaría además el ahorro considerable de papel, pues los diferentes pasos del proceso, a saber, redacción, corrección, aprobación y lectura al aire, pues se trataba de una emisora atípica, con un boletín de noticias interrumpido solamente para dar, cada minuto, la hora exacta.  Ello también nos daría elementos para acometer similar medida en el resto de las emisoras, los canales de televisión, las unidades productoras de radio y telenovelas y la administración, que afrontaban la misma dificultad.

Por supuesto las computadoras o requerían ser de gran porte o de última generación, bastaba con que funcionaran en red con el entonces sistema operativo Windows NT 3.1 y contaran con la asimilación de un programa de procesamiento de textos, como Office Word.  Se adquirieron, de segunda mano, 50 computadoras IBM modelo 80286 o 286, idóneas para el trabajo.

Las características generales del 286 era que contaban con un bus de datos de 16 bits, un bus de direcciones de 24 bits (16 Mb);  Un 286 de categoría media (16 MHz) podría ejecutar más de medio millón de instrucciones de estas en un segundo.  Sin embargo, transfiriendo datos entre registros la diferencia de un procesador a otro se reduce notablemente, aunque el 286 es más rápido .

Por supuesto, que a pesar de la preparación de los periodistas, correctores, jefes de turno y otros, el rechazo, sobre todo de los periodistas, fue unánime, pero por encima de la tecnología no puede pasar nadie, la tecnología pasa sobre ti si no la asimilas.  Pero muchísimo tiempo después, todavía había un jefe de redacción que tenía escondida su vieja máquina de escribir (no importa que fuera una Robotron, marca de la extinta República Democrática Alemana que no era ni sombra de las Underwood, Remington o Royal, y la sacaba cada vez que no lo veían.

Por supuesto que hoy en día ya nadie se acuerda de la máquina de escribir y es un verdadero milagro encontrar alguna funcionando.

                                                   Representación de Vintage.

Máquinas de escribir en la actualidad.

Las máquinas de escribir y la onda retro: tecnologías antiguas que vuelven a ponerse de moda.

Vintage vs. retro: ¿cuál es la diferencia?  Seguramente todos hemos escuchado reiteradamente estas palabras, y usualmente las confundimos, ya que ambos estilos evocan tiempos pasados. Pero hay un detalle importante que las opone, y  es que mientras que el vintage se compone de piezas originales, el retro incluye muebles y accesorios que han sido fabricados hoy, pero con un diseño basado en modelos de antaño.

“Retro” deriva del prefijo latín retro, que significa, hacia atrás o en tiempos pasados. Podemos encontrar dicho prefijo en multitud de palabras habituales en nuestra lengua; retrógrado, retrospectiva, retroceder, retroactivo… pero es quizás más importante ver cómo llegó a nuestra cultura.

En Francia, rétro apareció como abreviación de retrospectif, este comenzó como mode rétro , un movimiento de estilo en Francia a comienzos de los 70. “Estaba basado en una agotada reminiscencia del París de la Segunda Guerra Mundial”, señala. “Pero, una vez que comenzó, se extendió como un reguero de pólvora. El retro es una actitud y una parte inevitable de nuestro mundo. Es tan parte de nuestra cultura, que a veces pareciera que siempre ha estado aquí”.

Tuvo gran reflejo en el cine y la literatura sobre el comportamiento de los civiles franceses durante la ocupación nazi. Pronto, el término se aplicó para referirse de forma nostálgica a modas de la misma época. Desde allí fue exportada al inglés por la prensa cultural y las revistas de moda.

Retro se puede usar para calificar algo como “anticuado o viejo”, aunque a menudo se emplea en el sentido de “atemporal o clásico”. También se asocia a tecnologías obsoletas, como máquinas de escribir, cajas registradoras, teléfonos analógicos e incluso los primeros móviles o videoconsolas.  Pero lo más común de retro es la que se refiere a objetos y actitudes de un pasado cercano que ya no son modernas, entendiendo correctamente el término moderno, que no significa otra cosa que actual.  También se aplica a diseños contemporáneos inspirados en modas de otros tiempos o cuando se actualizan tecnológicamente creaciones del ayer.

Por eso, de forma general, se puede utilizar y entender la palabra retro como referencia a cualquier actitud, moda o diseño que esté de algún modo relacionado con el pasado, ya sea directa o parcialmente.

En ello se podrían incluir:  el retroproyector, el walkman, el beeper, el teléfono de disco, los taxímetros, el televisor con patas, el televisor con antenas, el cassette, los discos de vinilo, el equipo de sonido 3 en 1, la caja registradora, los diskettes de 5 1/4 y 3 ½, la cámara de foto con rollo de cinta, el rebobinador de cinta para las películas, el Betamax o el VHS, y muchos otros artículos, pero por supuesto, la máquina de escribir.

Un buen invento nunca se olvida

Sobre todo en la ropa, se repite este fenómeno hasta la saciedad, vuelven los pantalones de pata ancha, a la cintura, las faldas largas y muchas otras que fueron sensación años o decenios atrás.

Todo esto ocurre por la nostalgia, que es la provoca que los jóvenes que han crecido con el sonido perfecto de los CDs y MP3 también les está gustando la personalidad que adquieren sus canciones al ser escuchadas en un cassete o disco de vinilo.  Vemos resurgir viejos soportes físicos que a pesar de no tener un sonido tan perfecto (o precisamente por eso), están llenos  de nostalgia para conseguir volver décadas después de que todos los hubiésemos dado por muertos, a pesar de vivir en la era digital.

Aparecen los primeros smartphones con tapa tipo clamshells  o flip phones, los que fueron sustituidos por los smartphones con pantallas táctiles, pero compañías tan importantes como Samsung y LG lanzaron los suyos, dirigidos al mercado asiático que sigue amando este tipo de diseño.  

Las cámaras Polaroid salen de los museos, y en su formato digital, y además de contar con la opción de imprimir la foto sin necesidad de un equipo externo,  permite tomar mejores imágenes e incluso editarlas antes de plasmarlas en papel.

Las grabadoras con cassette, esas que usaron los reporteros en los 80 y 90, hoy están de vuelta por la misma razón que la máquina de escribir: Privacidad y seguridad.

Si tienes una computadora con procesador de texto y cómodo teclado, por qué querrías volver a la máquina de escribir, esa que no corregía la ortografía y, si te equivocabas, debías “pintar” la hoja con corrector blanco.

Pero el regreso de las máquinas de escribir tiene una razón principal : Privacidad. Es imposible hackear una máquina de escribir, ya que no está conectada a nada y, en caso de que se la roben, ésta no almacenó lo que escribiste, por lo que es ideal para los que buscan hacer de sus escritos lo más seguros posibles.  Muchos otros dicen que la razón número uno por la que los jóvenes les gustan las máquinas de escribir es que se puede escribir sin distracciones, ya que no existe, como en la computadora, la posibilidad de la multitarea.  No hay internet, ni correo electrónico, ni multitarea para distraerlos. Sólo están escribiendo, creando”.  Y además si te equivocas, no es tan fácil de resolver como en una computadora o dispositivo digital móvil, por lo que te obliga a pensar.

Es por ello que gobiernos como el de Alemania, Rusia y personajes famosos, ya manifestaron su preferencia por la máquina de escribir para escritos sensibles.

¿Sobrevive o tiene vigencia?

Quizás las máquinas de escribir apenas sobreviven algunas en viejos despachos de contadores, notarios, muchos escritores y periodistas o, principalmente, en las oficinas de burócratas que se niegan al cambio y a la modernización.

¿Quién sigue utilizando las máquinas de escribir?

Sin embargo la máquina se sigue utilizando ampliamente, son simplemente prácticas y puede que sean una minoría, pero los fanáticos de la máquina de escribir continúan siendo un grupo vociferante.

Mike France, que vende cintas de máquinas de escribir, dice que la mayoría de las conversaciones con los clientes de edad avanzada giran en torno a su disgusto por las computadoras y a su temor de perder sus viejas máquinas de mecanografía.

“Recibimos cartas y tarjetas de agradecimiento de gente que dice: ‘Me has salvado la vida'”.

El periodista y coleccionista Richard Milton, quien dirige el sitio web Portable Type Writers, que es un  museo virtual de máquinas de escribir portátiles, asegura que se trata de mucho más que una herramienta idealista.  “Hay algo especial acerca de las máquinas de escribir. Están conectadas al idioma y conectan las vidas de las personas de una manera bastante romántica. Todos los escritores fantasean con el estilo de Agatha Christie y les piden a sus máquinas que los ayuden a escribir novelas maravillosas”.

El hecho real es que la a gente aún usa máquinas de escribir porque funcionan y ofrecen una alternativa libre de las distracciones de los métodos modernos durante la producción de un documento, sobre todo durante el proceso de creación. Ellas desafían al usuario a ser más eficiente y a ver sus errores sobre el papel y a tratar de evitarlos.

Escritores y periodistas han hablado también de su amor por la ya envejecida máquina.

“He vuelto a usar una máquina de escribir para los primeros borradores. Te obliga a pensar”, dijo el autor Will Self en una reciente entrevista. “Ayuda a ordenar las ideas”, añadió.

Las máquinas de escribir nos revelan parte de la vida de grandes escritores, intelectuales y artistas.

En el 1991,  los hermanos Coen hacen que John Turturro Barton, en la película Barton Fink, use una Underwood.  En el 2000, aparece esta máquina en He Died with a Felafel in His Hand dirigida por Richard Lowenstein. En el 2002, Steven Spielberg muestra esta máquina en la película Atrápame si puedes. Una máquina de escribir Underwood es usada por el personaje principal en la película musical  Moulin Rouge (2001).  

William Faulkner,  F. Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway y Jack Kerouac son algunos de los escritores que han empleado esta clásica máquina que también apareció en Sherlock Holmes: Juego de sombras y Wishcraft .

Ermanno Marzorati en su taller de Beverly Hills, rodeado de máquinas usadas por Tennessee Williams, Bradbury, Hemingway y Orson Welles

Angelina Jolie ofreció 250.000 dólares a un coleccionista de Los Ángeles por la Underwood portátil de 1926 que utilizó Hemingway antes de suicidarse en 1961. La actriz quería regalarsela a su pareja, Brad Pitt, como regalo de boda. El trato no se cerró. Antes, Jolie había intentado comprar la máquina de escribir de Tennessee Williams.

Christie’s vendió la vieja Olivetti Lettera del escritor Cormac McCarthy por 254.000 dólares. El autor de No es país para viejos destinó el dinero de la subasta a un instituto de investigación de Santa Fe… y se compró otra máquina por 50 dólares.

Mark Twain adquirió su primera máquina de escribir en 1874, y Tolstoi en 1885, aunque era su hija quien mecanografiaba lo que dictaba el padre. Una interesante historia de la relación del escritor con sus máquinas tiene su mejor reflejo en la Olympia SM9 que retrató Paul Auster en La historia de mi máquina de escribir.

Franz Kafka. El escritor de origen judío, autor de La Metamorfosis, utilizó una máquina Oliver 5 para escribir algunos de los cuentos y novelas más influyentes de todos los tiempos.

Buster Keaton.  El actor y guionista cómico poseía una peculiar máquina de escribir de la marca Blickendsderfer modelo no. 5. El teclado de esta herramienta estaba modificado para aumentar la eficiencia al escribir (QWERTY).

Stephen King, en cambio, tan prolífico,  emplea solamente una única pluma fuente que utilizó y de la marca Waterman. Descubrió su gusto por esta herramienta como consecuencia de un accidente de auto que le dificultó utilizar máquinas de escribir o computadoras. La pluma para él es “el procesador más fino del mundo”.

Stanley Kubrick mecanografiaba sus guiones con una Adler Tippa S, la que se destaca por haber ganado dos premios por su diseño, uno en Milán y otro en Alemania.

John Lennon  de adolescente, escribía canciones para su primera banda, The Quarrymen, en una máquina de escribir Imperial Modelo T.

Pier Paolo Pasolini , el destacado poeta y director de cine poseía una Olivetti Lettera 22, máquina diseñada por el italiano Marcello Nizzoli. A finales de la década de los cincuenta, la Lettera 22 fue nombrada por el Instituto de Tecnología de Illinois como el mejor diseño del siglo.

Orson Welles,considerado uno de los guionistas y directores de cine más versátiles del siglo XX, poseía una reliquia de los años 20: una Underwood Portable.

Günter Grass nos da un impresionante testimonio:

“¡Soy enemigo de la computadora! Es obvio que en muchas tareas la computadora es una estupenda herramienta, pero no en la literatura. Yo confío mucho en el trabajo artesanal. En un principio tecleaba con dos dedos en la máquina de escribir, pero incluso esto me pareció demasiado maquinal, demasiado veloz. Ahora sólo escribo a mano. La literatura de computadora es una literatura de consumo, en el sentido de que la información entra y sale muy aprisa: la prosa adquiere cierta autonomía y el autor llega demasiado pronto al resultado. Hace falta la caligrafía para imponer otro ritmo. He descubierto libros en los que se nota mucho la computadora.  Admiro mucho a García Márquez pero después de leer El general en su laberinto pensé que era una fortuna que hubiera escrito Cien años de soledad sin tener computadora.”

Woody Allen, sin falta, todos sus guiones, libros y textos han sido escritos con la misma máquina de escribir, una Olympia Portable SM-3 de los 50.

Charles Bukowski, el escritor y poeta de la Generación Beat utilizaba una Royal HH. Además, poseía una Underwood Standard, otra Olympia SG1 y una IMB Selectric II.

Agatha Christie.  La reconocida escritora británica de novelas policiacas prefería utilizar una máquina de escribir Remington Home Portable No. 2.

T.S. Eliot, quien en 1948 ganó el Premio Nobel de Literatura por su contribución a la poesía moderna, tiene catorce antologías de poemas, siete obras de teatro y casi veinte ensayos. Utilizó una Smith-Corona para escribirlos. Esta máquina de escribir fue de hecho la predilecta de otro gran escritor latinoamericano: Carlos Fuentes.

William Faulkner, quien por lo regular escribía a mano, también utilizaba máquinas de escribir. Era de su pertenencia una Royal KHM, Remington Noiseless No. 12, Underwood Portable y una Olympia SM-1.

Francis Ford Coppola, el magistral ganador de cinco premios de la Academia y director de El Padrino utilizaba una Olivetti Lettera 32.

Y el excelso Ray Bradbury dijo que:  “La mayor diversión en mi vida ha sido levantarme cada mañana y correr a mi máquina de escribir porque alguna nueva idea me ha surgido”.

Ernest Hemingway Ganador del Premio Nobel de Literatura, y uno de los novelistas más importantes de todos los tiempos, poseía distintas máquinas de escribir: Corona No. 3, Corona No. 4, Underwood Noiseless Portable, Royal Portable y Halda Portable. No obstante, también le agradaba usar lápiz por la posibilidad de corregir sus escritos.

Tom Hanks debuta como escritor con “17 cuentos con máquinas de escribir”, pero además tiene una afición particular por estos equipos.

La pasión de Tom Hanks por las máquinas de escribir se ha manifestado en una colección de más de 100 piezas, una aplicación que desarrolló en 2014 para que la generación digital conociera la belleza de la tipografía fija pero con la velocidad del teléfono celular (Hanx Writer) y una serie de relatos que se publicarán en los Estados Unidos a finales de octubre. El libro, Uncommon Type: Some Stories (Tipografía rara: algunos cuentos), contendrá 17 historias, cada una con una máquina de escribir diferente.   Hanx Writer, la app que ha lanzado Tom Hanks para honrar a uno de sus mayores objetos de deseo, las antiguas máquinas de escribir. “A finales de los 70 me compré una máquina de escribir. Era lo suficientemente portátil como para poder viajar por el mundo y lo suficientemente robusta como para sobrevivir a décadas de golpes a diez dedos. Desde entonces he adquirido muchas más, cada una con diseño, una acción y un sonido diferentes”, explica el actor. Varias máquinas de escribir decoran la estancia. El actor entra en la habitación y las contempla, las disfruta.

Una reflexión inigualable de García Márquez sobre la máquina de escribir.

El amargo encanto de la máquina de escribir, decía Gabriel García Márquez, resumiendo su pensamiento al respecto:

“Los escritores que escriben a mano, y que son más de lo que uno se imagina, defienden su sistema con el argumento de que la comunicación entre el pensamiento y la escritura es mucho más íntima, porque el hilo continuo y silencioso de la tinta hace las veces de una arteria, como si lo que escribes fluyera de tu propia sangre.

Los que escribimos a máquina no podemos ocultar por completo cierto sentimiento de superioridad técnica, y no entendemos cómo fue posible que en alguna época de la humanidad se haya escrito de otro modo. Ambos argumentos, desde luego, son de orden subjetivo. La verdad es que cada quien escribe como puede, pues lo más difícil de este oficio azaroso no es el manejo de sus instrumentos, sino el acierto con que se ponga una letra después de la otra. Se ha hecho mucha literatura barata sobre las diferencias entre un texto escrito a mano y otro escrito a máquina. Lo único cierto, sin embargo, es que la diferencia se nota al leerlos, aunque no creo que nadie pueda explicarlo. Alejo Carpentier, que era escritor a máquina, me contó alguna vez que en el curso de la escritura tropezaba con párrafos de una dificultad especial, que sólo lograba resolver escribiéndolos a mano. También esto es tan comprensible como inexplicable, y sólo podrá admitirse como uno más de los tantos misterios del arte de escribir. En general, yo pienso que los escritores iniciados en el periodismo conservan para siempre la adicción a la máquina de escribir, mientras quienes no lo fueron permanecen fieles a la buena costumbre escolar de escribir despacio y con buena letra. Los franceses, en general, pertenecen a ese género.

Es difícil imaginar a un norteamericano que no escriba a máquina. Hemingway, hasta donde lo sabemos por sus confesiones y las infidencias de sus biógrafos, usaba los dos sistemas, como Carpentier, y ambos del modo más extraño: de pie. En su casa de La Habana se había hecho construir un facistol especial en el que escribía con lápices de escuela primaria, a los cuales sacaba punta a cada instante con una navaja de afeitar. Su letra era redonda y clara, un poco dibujada, y de su oficio original de periodista le había quedado la costumbre de no contar por páginas el rendimiento de su trabajo, sino por el número de palabras. A su lado, en una mesa tan alta como el facistol, tenía una máquina de escribir portátil y, al parecer, en un estado más bien deplorable, de la cual se servía cuando dejaba de escribir a mano. Lo que no se ha podido establecer es cuándo y por qué usaba a veces un sistema y a veces el otro. En cuanto a la rara costumbre de escribir de pie, él mismo da una explicación muy suya, pero que no parece satisfactoria: “Las cosas importantes se hacen de pie”, dijo, “como boxear”. Hay el rumor de que sufría de alguna dolencia sin importancia pero que le impedía permanecer sentado durante mucho tiempo.

En todo caso, lo envidiable no era sólo que pudiera escribir lo mismo a mano o a máquina, sino que pudiera hacerlo en cualquier parte y, al parecer, en cualquier circunstancia. Se sabe que alguna vez, en el curso de un combate, se fue a la retaguardia a escribir un despacho de Prensa sentado en el suelo y con el cuaderno apoyado en las rodillas. En su hermoso libro “París era una fiesta”, nos contó una radiante tarde de otoño en que estuvo en la librería de Silvia Beach esperando a que regresara James Joyce, y  cómo caminó después hasta la brasería Lip y cómo permaneció allí escribiendo en una mesa apartada hasta que se hizo la noche, y el local se llenó, y ya no le fue posible escribir más.

No es frecuente que los escritores que escriben a máquina lo hagan con todas las reglas de la mecanografía, que es algo tan difícil como tocar bien el piano. El único que yo he conocido capaz de escribir con todos los dedos y sin mirar el teclado, era el inolvidable Eduardo Zalamea Borda, en la redacción de El Espectador, en Bogotá, quien, además, podía contestar preguntas sin alterar el ritmo de su digitación virtuosa. El extremo contrario es el de Carlos Fuentes, que escribe sólo con el índice de la mano derecha. Cuando fumaba, escribía con una mano y sostenía el cigarrillo con la otra, pero ahora que no fuma no se: sabe a ciencia cierta qué hace con la mano sobrante. Uno se pregunta asombrado cómo su dedo índice pudo sobrevivir inerme a las casi 2.000 páginas de su novela Terra nostra.

En general, los escritores a máquina lo hacemos con los dos índices, y algunos buscando la letra en el teclado, igual que las gallinas escarban el patio buscando las lombrices ocultas.

Era ese mundo romántico lo que me mantenía escribiendo en el periódico, en esas máquinas de escribir con rollos de cinta con tinta negra que corrían de un poste al otro, y en el que había que violentar las teclas para que los punzones se marcaran en la hoja blanca y en las dos copias de papel carbón que había debajo de ellas.

Y es que se sentía bien: apretar para hacer aparecer, dar bien fuerte para remarcar la pasión, golpear para dejar claro que la línea escrita se convertiría en recuerdo.

Para hacer aparecer la magia del lenguaje había que amartillar el carro y montar las mayúsculas. Había que apretar otra tecla para que los maquinazos continuaran hasta donde se excedía la hoja, invadiendo de letras el rodillo, queriendo dejar en claro que uno estaba concentrado

En los tiempos de la máquina de escribir las frases tenían que aparecer primero en la mente, y luego de un suspiro, aparecer en el papel. Uno tenía que pensar antes de escribir. La única fractalidad era la de la hoja rota en la cara del aprendiz por parte del director del periódico si algo estaba mal escrito o se falseaba alguna información.”


Concursos de mecanografía.

Barbara Blackburn fue la mecanógrafa más rápida del mundo. En 1985 el Guinness Book of World Records verificó que mantuvo una velocidad media de 150 ppm (palabras por minuto) durante 50 minutos (37 500 pulsaciones a una media de 12,5 pulsaciones por segundo). En cpm (caracteres por minuto), son 750 teclas por minuto.

Lo sorprendente es que sin embargo en la asignatura de mecanografía suspendió sacando la nota más baja (I-minus). En 1938 cuando estudiaba en una Escuela de Negocios puso sus manos por primera vez en un teclado Dvorak. En pocos años su velocidad estaba en 138 ppm (palabras por minuto).

Para Bárbara el teclado Dvorak, que es completamente diferente al tradicional qwerty,  parece que le era más cómodo. Basado en ello dijo que “El Dvorak es mucho más lógico que el llamado teclado Qwerty”.  El objetivo de Dvorak y Dealey era diseñar un teclado más ergonómico para disminuir los errores de mecanografía, aumentar la velocidad y reducir la fatiga del mecanógrafo. Aunque el teclado Dvorak no ha conseguido desplazar ni remotamente al QWERTY, su acceso es más fácil en la era de las computadoras ya que todos los sistemas operativos lo incluyen y permiten el intercambio de teclados a voluntad del usuario.

Se han celebrado mas de 49 Campeonatos Mundiales de Mecanografía con profesionales de muchos países, que consisten en mecanografiar durante treinta minutos un texto desconocido facilitado por la organización, a una velocidad mínima de 360 pulsaciones por minuto, con un porcentaje de errores no superior al 0,25 y con una penalización por error de cien pulsaciones.

Alguien que no lo haya visto nunca puede imaginar lo que supone reunir en una sala a más de 200 mecanógrafos escribiendo a 500, 600, 700 e incluso a 800 pulsaciones por minuto? Puedo asegurar que es un evento realmente espectacular.

Y ya con la aparición de la computadora, que hacen mas suave el dactilar, y por tanto más rápido, las velocidades han ido en ascenso. Se afirma que se han alcanzado más de 900 pulsaciones por minuto.   Pero la nueve veces campeona del mundo de mecanografía, la ingeniera Helena Zaviačičová, ha conseguido la mayoría de sus títulos mundiales con el teclado G80-3000 de CHERRY.  Los teclados mecánicos de antaño eran robustos, ruidosos y fiables, además permitían conseguir excelentes resultados mecanografiando. Hasta hace un par de años aproximadamente, este tipo de teclados seguía siendo utilizado por los gurús de la programación por las ventajas que poseen frente a los de membrana. A partir de entonces, las marcas redescubrieron la panacea de los teclados mecánicos sobre todo a la hora de explotar el nicho de mercado de los gamers, por lo que es más fácil hacerse con un teclado mecánico. El teclado de referencia es de este tipo.

En el campeonato mundial de 2003 en Roma, Zaviačičová estuvo escribiendo durante 30 minutos con una rapidez, en bruto, de 956 caracteres por minuto, a los que se restó 100 caracteres por fallo, dando como resultado neto 928 pulsaciones por minuto, que constituye el récord mundial actual.

Los concursos de mecanografía de los años 50 vuelven en la comedia retro «Populaire»

No puede haber nada más retro que el mundo de los concursos de mecanografía, por la sencilla razón de que hoy en día ya nadie escribe a máquina, salvo las excepciones de que hablamos. «Populaire» está ambientada en los años 50, cuando las mujeres trataban de abrirse paso en una sociedad machista como secretarias, compitiendo entre ellas por demostrar su verdadera capacidad. La rapidez en la escritura a máquina resultaba fundamental para el puesto y de ahí surgieron los concursos, que llegaron a convertirse en un deporte con sus campeonatos mundiales.

«Populaire» es una comedia de enredo que refleja la relación de amor-odio entre una joven aspirante a secretaria y su jefe, el cual se aprovecha de su velocidad en la escritura a máquina para inscribirla en duros concursos.

Invención de la máquina de escribir. La máquina de escribir fue uno de los grandes inventos del siglo XVIII. La primera patente se registró el año 1714, por el inglés Henry Mill, que la definió como una máquina para la impresión o trascripción de cartas . Javier Profin, impresor de Marsella, inventó en 1833 otra máquina denominada pluma tipográfica , destinada a escribir, tanto como para imprimir y servir de base a la formación de planchas tipográficas y a la escritura de signos musicales. El 6 de septiembre fue patentada con el número En 1901 se comercializa la Underwood número 5. La máquina de escribir más vendida de la historia: unidades entre 1901 y 1915.

Razonamientos acerca de la nueva popularidad de las máquinas de escribir mecánicas

Ya habíamos visto dos elementos a favor de la máquina de escribir, que son la privacidad y la concentración en lo que se escribe, pero hay decenas de artículos que dan muchísimas razones de peso, como vamos a ver.

“Una razón por la que mecanografío es que me hace sentir más cerca de mis palabras, es como ser ebanista. Es como colocar los tablones. Así es como se supone que se siente”.

Las máquinas de escribir mecánicas no están pasando suavemente a la despedida de la era digital. Las máquinas han atraído a nuevos conversos, muchos demasiado jóvenes para sentir nostalgia por las cintas en carretes, los dedos manchados de tinta y el corrector líquido. Y, a diferencia de los mecanógrafos de antaño, estas personas no teclean en la soledad.

Las viejas Underwood, Smith Corona y Remington se convierten en fetiches, y se reconoce que son máquinas bien diseñadas, funcionales y hermosas, es por ello que se las presumen a las amistades. En una serie de actividades denominadas tecleadas (“type-ins”), se han reunido en bares y librerías para alardear una especie de estilo y majestuosidad postdigital, donde teclean cartas para enviar por correo ordinario y competir para ver quién es el más veloz.

En los últimos tres meses, las tecleadas han repiqueteado en las ciudades de Estados Unidos y en otros países. Más de 60 personas se presentaron en una librería de Snohomish, Washington, en el transcurso de tres horas para una tecleada llamada Snohomish Unplugged. Ha habido en Seattle, Phoenix y Base, Suiza, donde la llamaron “schreibmaschinenfest”. Se realizó una en Brooklyn, en el parque McCarren.

Las viejas máquinas de escribir se construyeron como acorazados, se parecen a los viejos “almendrones”, autos americanos de los años 50 que por miles siguen transitando por las carreteras y calles de Cuba. Ellos igualmente sobrevivieron a incontables vejaciones y reparaciones bien recibidas, a diferencia de las computadoras portátiles y los teléfonos inteligentes, que se vuelven obsoletos casi al momento de llegar al mercado.

Otro razonamiento muy válido es que “tecleas más rápido de lo que puedes pensar en una computadora, en una máquina de escribir, tienes que pensar”. Ha surgido un nuevo lema: “Desconéctese y reconéctese”, lo que ha hecho que  los mecanógrafos se están reconectando en todas partes.

Otra elemento a  su favor es la simplicidad. Las máquinas de escribir fueron hechas, y bien hechas  para una sola cosa: poner letras en un papel. En una computadora, no hay forma de que pueda concentrarse sólo en escribir, se revisa el correo electrónico, los mensajes, y muchas otras tareas. Cuando se usa una máquina de escribir, uno sabe que esá escribiendo. Suena que estoy escribiendo.

En muchos lugares en Cuba, donde hay que llenar documentos, siempre aparecerá un personaje con una máquina de escribir que le resolverá el problema rápida y eficientemente.

Y es muy conocida la anécdota de los mecanógrafos en Rangún, muy parecida a la de los mecanógrafos cubanos, por la similitud de factores que propician su supervivencia.

Ellos son capaces de teclear sin faltas cartas de amor adolescente, misivas de marineros desarraigados y certificados de defunción de clientes que nunca vuelven a protestar el servicio. Ni la llegada de los ordenadores ni el lento avance de Internet han logrado acabar con las máquinas de escribir de Birmania. En pueblos y ciudades, a las puertas de juzgados y en las avenidas más concurridas, decenas de puestos callejeros mantienen vivo un oficio que no conoce la crisis.

Los mecanógrafos de Rangún se han defendido de la competencia de las nuevas tecnologías ofreciendo mejor precio y la garantía de un servicio sin virus ni apagones en una ciudad que sufre constantes cortes de luz.  Un viejo mecanógrafo cuando se le pregunta por la posible desaparición de su profesión, mientras sus dedos se mueven a toda velocidad y de fondo suena el tac-tac de las teclas, dice que la máquina de escribir es el mejor invento del mundo.

Sargento de Carpeta, los rápidos del teclado.

Si estás acostumbrado a teclear en la computadora o en la pantalla de tu tablet o smartphone, estoy seguro de que la primera vez que te enfrentaste al teclado qwerty no lo veías todo tan claro, hayas hecho o no un curso de mecanografía para desenvolverte a la hora de introducir texto en el mundo digital, hay verdaderos expertos y maestros a la hora de escribir rápidamente y sin cometer errores.

Estados Unidos fue el primer país que acogió la celebración de campeonatos para ver quiénes eran capaces de teclear más rápido en estas máquinas de escribir.  Ya vimos los numerosos concursos al respecto y como los teclados han mejorado mucho lo que también permite que sea más fácil y sencillo alcanzar ritmos más altos de escritura. No hace falta tener tanta fuerza en los dedos para presionar las teclas como en las antiguas máquinas de escribir.

Y esto no estará presente en los campeonatos ni en los récords, pero estoy seguro que la mayor velocidad escribiendo a máquina la alcanzaron los Sargentos de carpeta de policía en Cuba.

Fulgencio Batista y Zaldívar, fue un militar y político cubano, presidente de la República en dos ocasiones, entre 1940 – 1944 y entre 1952 – 1959 en que encabezó un gobierno de corte dictatorial tras el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952.

Batista, de procedencia humilde, ingresó en el ejército como soldado. Se superó en la institución hasta alcanzar el grado de sargento mayor, el más alto entre los alistados. Conocedor de que sólo su esfuerzo personal le permitiría hacer carrera militar comenzó a estudiar taquigrafía en una academia particular en el barrio de Luyanó. Se hizo taquígrafo y mecanógrafo y logró quedarse en la academia como profesor.  Sus dotes como mecanógrafo y taquígrafo lo ayudaron a escalar posiciones en la sociedad.

Pero mención aparte, si usted tenía, por alguna razón, que ir a una estación de policía en Cuba, antes de 1960, seguramente se encontraría con un personaje, que, a dos dedos, y a una velocidad espantosa, describiría su denuncia, descargo o lo que fuera. El Sargento de Carpeta de Policía en Cuba, es el rey de la velocidad escribiendo a máquina, fuera en una Remington, Underwood, Olivetti, Olympia, Royal, Smith Corona, Erika, Capri, Triumph, Continental, Silverette u otra marca, era el rey de la mecanografía,…y a dos dedos.

El teorema del mono infinito.

Yo no soy de los que me creo el teorema del mono infinito, que afirma que un mono pulsando teclas al azar sobre un teclado durante un periodo de tiempo infinito casi seguramente podrá escribir finalmente cualquier texto dado. En el mundo angloparlante se suele utilizar el Hamlet de Shakespeare como ejemplo, mientras en el mundo hispanohablante se utiliza el Quijote de Cervantes.

Lo que si me creo es que mediante un programa sencillo, cuando escribo en mi computadora, me acompaña el sonido como si se tratara de una máquina de escribir y ello me anima a seguir escribiendo y a poner más atención en lo que escribo.

Y además creo que voy a cambiar mi computadora por una computadora pinareña de útima generación como se muestra a continuación. ¡Esa si me va a recordar a la máquina de escribir!

 

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