FERRY HABANA-CAYO HUESO.
VIAJE A MIAMI
Ir a Estados Unidos por parte de un cubano antes de la Revolución era más sencillo que tomarse un vaso de agua.
Un personaje que nunca olvidaré Mariano Alemañy, psicólogo de profesión con numerosos tics nerviosos y un temperamento intranquilo, pero con una mente prodigiosa que resultó muy amigo de Cacheiro y Jorge Serra, hijo de Juan Cebrián, de los que ya he hablado, era una especie de asesor y era presencia reiterada en El Gato de Papel.
Siempre me recomendó no dejar los estudios por ninguna causa y que contara con su ayuda si había problemas económicos, en particular porque también conocía a mi padre y sabía en los pasos en que andaba con la oposición a Batista. Era una persona simpática salvo cuando le daba por hablar de las torturas a prisioneros por parte del gobierno de Batista y de que amarraban a los prisioneros en una silla, desnudo y la silla no tenía fondo, y abajo le ponían un reverbero prendido. Aquello me daba escalofríos, no por el hecho en sí, sino por la forma en que lo narraba. Hablo de Mariano porque anteriormente otro personaje, el Dr. Entenza, abogado criminalista de mucho renombre en la Habana de entonces, también me recalcaba lo mismo y además que estudiara Derecho porque era la profesión, y me lo decía sin ningún remordimiento, más lucrativa del mundo, quizás era menos reconocido que el médico pero mejor pagado y dejaba muchas relaciones y gente que siempre estaba en deuda contigo.
Pues anterior a la apertura de El Gato de Papel, cuando todavía hacía mi papel de mecanógrafo-oficinista-mandadero-cobrador, Entenza era uno de los mejores clientes de Juan Cebrián y dejaba unas propinas generosas. En cierta ocasión, lo cual se repitió, me propuso que no fuera a trabajar y me quedara cuidándole el bufete, pues se iba con su secretaria a pasar el día a Miami. Mi respuesta por supuesto fue negativa porque entonces, como sigue siendo en el mundo real, faltar al trabajo sin razón de peso es un pecado mayor, pero éste me dijo que había hablado con Cebrián y que me autorizaba, que ahí podía trabajar elaborando el catálogo semanal y atendiendo sus asuntos.
Le agradecí entonces su confianza y estuve el día acordado en el bufete, el que abría a las 8 a.m. Lo que ocurrió ese día y los otros que hice lo mismo es irrelevante, llamadas telefónicas, visita de procuradores (una pieza desaparecida en Cuba que resolvía todo el papeleo a abogados y personas) y otras tareas de menor importancia; lo importante de esto es mostrar que uno podía llegar al aeropuerto de Columbia en Marianao a las 7 de la mañana, tomar un avión de Aerovías Q que salían cada una hora a Miami o Cayo Hueso, ir de compras, pasear, almorzar o cenar en esa ciudad y tomar nuevamente un avión y a los 40 minutos estar en La Habana de regreso. A las 6 de la tarde me llamó por teléfono para que le diera los recados y decirme que ya estaba en su casa.
Los cubanos podían entrar sin visa a los Estados Unidos y permanecer hasta 29 días, pasados los cuales muchos que ya trabajaban allá, sobre todo en Tampa que donde estaba era la mayor colonia cubana entonces, regresaban a Cuba y al día siguiente retornaban a la Florida. Pero si justificabas que tenías trabajo allá, te daban el permiso y la permanencia por el tiempo que solicitaras.
Al quedar cesante mi padre después del golpe de estado de Batista, el y un amigo cercano y compañero de trabajo con igual suerte, planearon irse a Tampa a trabajar y probar suerte. Vázquez, el amigo mencionado al final se fue solo y a los pocos meses legalizó su estancia en Estados Unidos y se llevó a toda la familia. Muchas veces le insistió a mi padre que fuera con él, pero a mi padre no le entusiasmaba la idea. Es una de las pocas cosas que le reprocho a mi padre.
La política de ambas partes, como decía Carlos Varela, en su canción “Siete” con mucha razón: “…Y aún siguen los abuelos De las dos orillas…Echándose el anzuelo:”La culpa y la semilla”, acabó con ese privilegio de los cubanos y creó otros más politizados y rígidos.
“Fly to Havana $10.00. only 30 minutes with Aerovías Q”. Rezaba un anuncio en un restaurante de Miami donde vendían también los boletos. Aerovías Q inicialmente cubría vuelos de pasaje entre La Habana y Nueva Gerona y también hacía varios varios vuelos diarios a Key West y Miami con equipos C-46 y DC-3, lo mismo de carga que de pasaje.
Pero estaba el Ferry en el que por el precio de 30 dólares usted podía viajar con su carro o traer uno o varios de Miami. Este era un negocio altamente rentable, comprar autos usados y llevarlos a Cuba, eran carros de poco uso, en excelente estado y muy baratos. La Vía Blanca, desde la ciudad Deportiva hasta el comienzo de Santos Suárez, el llamado Puente de Agua Dulce, estaba colmada de venta de autos usados traídos de Estados Unidos. Yo mismo soñé en su momento comprarme un Ford del 1939 que estaba falto de pintura en solo 50 pesos. Pero por 200 o 300 pesos se obtenía un auto en muy buen estado, casi nuevo.
La Empresa norteamericana Taylor operaba el Ferry City of Havana. Su capacidad de carga era de unos 500 pasajeros, que pagaban $30.00 (pesos cubanos o dólares) por viaje en un solo sentido incluyendo cabotaje. Por supuesto que de cabotaje iban autos varios; hasta 125. La frecuencia de viajes Habana-Cayo Hueso era: Lunes, miércoles y viernes hasta Cayo Hueso (Key West)- de 10 am a 4 pm los martes, jueves y sábado hasta La Habana de 10.00 am a 4.30 pm.
PORTA PASAJE AEREO AEROVIAS Q.
En territorio norteamericano, se usaban para el transporte terrestre los autobuses de la Compañía Greyhound para viajar desde Key West hasta Miami. Los camarotes del Ferry tenían Aire Acondicionado, al igual que el resto de las instalaciones del Ferry. El crucero era muy celoso, pues tenía poca quilla, pero era bastante estable. No obstante, en mal tiempo se colocaban sogas para mejorar el traslado interior de los pasajeros. Contaba con algunas boutiques de ventas de souvenirs, joyas y otras mercancías en el lobby del crucero. La tripulación del City of Havana era multinacional, capitaneada por un oficial noruego, con un primer oficial español, y uno cubano. Habían dos timoneles, un radio-operador sobrino del General cubano Robaina, cuatro veladores, y un grupo de marineros. Un conjunto musical hacía sus actuaciones durante el viaje. Como parte de la recreación, en una ocasión actuó en el Ferry Ernesto Lecuóna que se hacía acompañar por un tenor.
El City of Havana por su porte y altura fue dique flotante en la II Guerra Mundial. Aparte del traslado de pasajeros, se promocionaban en él algunos negocios de interés turístico, como hoteles, y otros. Hubo otro Ferry, de carga y pasajeros, el City of Key West, que era pequeño, y el buque Florida solo para acarreo de turistas, más estilizado, de color blanco.
Un pasajero que ocupó la atención de la servidumbre del Ferry, lo fue el joven Bobby Fisher, que vino a Cuba en el 1956 cuando tenía unos 13-14 años para un certamen de demostración de ajedrez. Bobby jugó todo el tiempo de la travesía con un tablero imantado en la cubierta del Ferry. Lo acompañaba un señor, al parecer de origen ruso, quien fungía como su instructor.
No dudo que esos tiempos vuelvan.
1 Comentario
luis
January 19, 2021 at 12:43 amNo olvidar que el Peso cubano era totalmente equivalente al Dólar, con las mismas denominaciones de las monedas que, además, eran respectivamente exactas en peso, color, material, etc. Todos los cubanos en esa épica andábamos con dinero “americano” revuelto con el cubano.
En 1958 volaban a Miami diría que mas de 20 vuelos diarios, de unas 10-12 compañías, incluyendo a Cubana que, sin chovinismo, volaba con los mejores y mas nuevos aviones.
No había que ser para nada pudiente para viajar a Miami pero creo que con todo lo que había en Cuba no había un exceso de interés por los cubanos en viajar allí, mejor íbamos a las tiendas de Galiano y a Varadero.