EL PERSONAJE CUBANO POR EXCELENCIA: EL CABALLERO DE PARIS.
PERSONAJES CUBANOS.
De todos los personajes populares cubanos sin duda el más importante fue el Caballero de París. Medio loco, medio filósofo, sociable a la vez que solitario, con su capa, su larga cabellera y barba y un montón de papeles, periódicos y revistas consigo, me lo tropecé más de una vez, siempre correcto y educado.
Pero había muchos otros personajes populares en las calles. A mi memoria pueden venir pregoneros famosos como Cándido, el Billetero del treinta y tres, precursor de los llamados jingles radiales, pues pregonaba sus billetes de lotería mediante un saxofón. Pero vamos a hablar de los más significativos, en mi criterio personal.
Como otros tantos vendedores callejeros de Cuba, se valía de sus habilidades culinarias para vender un manjar popular de la cocina criolla y tradicional: el tamal en hojas. Olga no vendía su mercancía por la calle ni tocaba de puerta en puerta como la mayoría de los vendedores. Ni siquiera pregonaba lo que vendía.
Olga tenia cierta famosa categoría: por su puerta desfilaban en busca de sus ricos tamales caseros, toda clase de personas. Le encargaban con anticipación para celebrar bodas, cumpleaños y todo tipo de festejos.
Los tamales de Olga estaban elaborados de modo muy peculiar. Usaba harina de maíz tierno; lavaba la amarillenta masa hasta despojarla de la pajusa blanquecina que dejaba la cáscara del maíz al rayarlo en el guayo; lo sazonaba a su manera, le agregaba carne molida de cerdo y un toquecito especial de sal y pimienta. Envolvía habilidosamente la mezcla en hojas del mismo maíz y los ponía a cocinar en agua hirviente. Al final Olga lograba unos tamales en hojas exquisitos, muy diferentes de los que expendían en las fondas y cantinas a domicilio.
Su fama trascendió de Cienfuegos a La Habana y se extendió por toda la isla, y no precisamente porque su minúsculo negocio alcanzara magnitud económica significativa, sino porque la orquesta Aragón en la década de los 50, incorporó a su repertorio una canción del destacado director, flautista y compositor Fajardo, el cual conoció a Olga, la que se popularizó rápidamente, y que en su parte melódica decía: Olga la tamalera/ cocina que se pasó/ se los vende con pimienta/ y el que los prueba se come dos./ Me gustan los tamalitos / los tamalitos que vende Olga / Pican, no pican / los tamalitos que vende Olga, Olga.
En los años cincuenta y por las calles de La Habana, con su embrujo seductor, vieron pasearse a este personaje dantesco, de mediana estatura, cabellos largos, castaño oscuros, barba desaliñada, de porte gallardo, siempre vestido de negro con su capa larga que ondeaba al viento, cargaba su cartapacio donde guardaba sus tesoros imaginarios y tarjetas, coloreadas por él mismo, que obsequiaba a los transeúntes. La Quinta Avenida, el Parque Central, la Plaza de Armas, eran lugares donde solía pasarse horas recitando versos o contando historias principescas a quienes las quisiera oír. Este caminante alucinado, no pedía limosnas, sino que aceptaba ayuda de personas conocidas de él. Nunca fue violento ni grosero, al contrario, era un hombre muy gentil y bondadoso. Un verdadero caballero.
Podríamos decir que quizás quería olvidar cosas muy tristes y la locura fue un escape apropiado que su mente enajenada engendró. Mucho se ha escrito sobre el origen de este personaje inolvidable, José María López Lledín, El Caballero de París. Se dice que nació con el siglo veinte en la provincia de Lugo, España, que llegó a la Habana en 1913 a la edad de 14 años, su familia que consistía de 11 hermanos y hermanas, una de las hermanas aun vive en Oviedo (España) y tiene 91 años. Dicen que arribó en el vapor “Valbanera” (llamado el “buque de las putas” o del “pecio de las putas”, porque aseguran que entre el pasaje se hallaban muchas chicas de mala vida que, quién sabe, pudieron “distraer” a la tripulación.
ANA CON EL CABALLERO DE PARIS.
La familia Martínez de Pinillos vendió todos sus buques a la Compañía Transoceánica de Navegación , que naufragó en las costas cubanas a principios del siglo XX, hecho que quizás motivó su demencia. También se habla de que al ser acusado de un crimen que no cometió fue tal su tristeza que perdió la razón. Lo que sí sabemos es que, este legendario caminante que regalaba rosas a las damas y plumas y tarjetas de colores, fabricadas por él mismo, que iba por las calles contando historias, adornó la estampa cotidiana de la capital cubana de esa época. Durante mucho tiempo lo vi a menudo en su “residencia” en las afueras de la entonces Taberna Checa en San Lázaro e Infanta. En 1977, el que se denominara a sí mismo como “El Emperador de la Paz”, fue internado y en el Hospital Siquiátrico Nacional de Cuba, en Mazorra, en las afueras de la Habana, donde murió en el verano del año 1985 a la edad de 85 años. Sus restos descansan en el cementerio Santiago de las Vegas en la Habana.
Hubo una canción que lo inmortalizó, compuesto por Antonio Maria Romeu y cantada por el inigualable Barbarito Diez:
”Mira quien viene por ahí, ¡¡El Caballero de París!!!”
Todavía en nuestra casa en Cuba conservábamos una cajita de fósforos que muy gentilmente le obsequió el Caballero a mi suegra.
LA MARQUESA Y EL CABALLERO DE PARIS, DOS DE LOS PRINCIPALES PERSONAJES.
Esta Marquesa no llevó en sus venas ni una gota de sangre azul, pero fue más “real” que muchas altezas reales. En vida fue una frágil personita, bien negra, de poca estatura, cortica y ancha.
Fue contemporánea del Caballero de París y se paseaba por el Parque Central de La Habana donde abundaban los turistas con cámaras fotográficas al hombro. Todos los días pasaba por las oficinas de Godoy-Zayán, el de los seguros y banca, donde le daban dinero en efectivo para que trajera para todos los empleados el café con leche y el pan con mantequilla (no se acostumbraba a pedir tostadas). Su nombre verdadero era Isabel Veitia, La Marquesa Isabel Veitía, pero ella prefería que la llamaran Marquesa.
La Marquesa, por un billetico se dejaba fotografiar, no sin antes identificarse como La Marquesa que creía ser. Usaba un pequeño sombrero color morado con un velito de tul. Colgaba de sus hombros una mantilla a medio poner y una carterita negra de charol. Para acentuar aún más su ridiculez y llamar la atención, se abanicaba constantemente con mucha gracia y feminidad y calzaba unos brillantes zapatos plásticos de color dorado.
Sólo una broma tonta de mal gusto, sazonada con la proverbial picardía que ella desparramaba, hacía reír a los desprevenidos caminantes, mientras ella abría la bolsa y decía con gracia — ¡Billetes, sólo billetes. Yo soy una Marquesa! Mi condición no me permite aceptar monedas, decía con gracia Isabel Veitía.
Voy a cantarles un corrido muy mentado
Lo que ha pasado allí en la hacienda de la flor
La triste historia de un ranchero enamorado
Que fue borracho, parrandero y jugador,
Juan se llamaba, y lo apodaban charrasqueado,
Era valiente y arriesgado en el amor,
A las mujeres más bonitas se llevaba
Y en esos campos no quedaba ni una flor.
Juan Charrasqueado es el personaje de un corrido revolucionario, probablemente fuera basado en un personaje real, aunque habría que recordar que a los soldados revolucionarios se les llamaba “juanes” y lo de charrasqueado indica que éste Juan en particular, tenía cicatrices de heridas de charrasca (cuchillo pequeño, navaja, machete, faca). Fue el nombre y el personaje central de una película de Pedro Armendariz y una canción de Jorge Negrete. Los corridos generalmente eran una especie de periódico en el México de la Revolución, pues contaba los principales acontecimientos sucedidos en la región, narrando acciones de guerra o simplemente los hechos más sonados de la época a quienes no podían leerlas, que eran la mayoría.
Juan deambulaba por las calles de la Habana vistiendo un atuendo que más que un charro mexicano, parecería un cowboy tejano vestido de domingo. Pero él se sentía orgulloso y se mostraba como un charro mexicano, y así vivió siempre, con esta idea fija. Concurría al muy nombrado Club de los Noctámbulos singular Bar-Club en la calle Teniente Rey 308, a donde también iba el Caballero de París. Un cronista de la época los definió como los locos más cuerdos de Cuba.
Recuerdo haberlo visto más de una vez en La Habana Vieja y me parecía que era un personaje de las películas mexicanas que estaba de visita en La Habana.
Miguel Alfonso Pozo “Clavelito”, nació en Ranchuelo, provincia de Las Villas en 1908 y murió en Cuba en 1975.
Fue vendedor callejero, voceando frutas y pollos y no tuvo antecesores en el arte, pero integró el Dúo “Moriano Clavelito”, que se escuchó por la C.M.H.I. de Santa Clara. La figura cimera de la radiodifusión en Cuba, Amado Trinidad, le dio la oportunidad de redactar las décimas de “Pepe Cortes”, novela radial exitosa en RHC Cadena Azul.
En compañía de la ” Calandria “, se trasladó a la C.M.Q. de Monte y Prado, en la que actuó por espacio de trece años,
hasta que Gaspar Pumarejo, adquirió Unión Radio, onda para la cual se trasladó el trovador con un sueldo de seiscientos pesos mensuales, salario gigantesco entonces.
En Unión Radio, inició el programa “Controversias de la pelota”, entre Habana y Almendares, los eternos rivales, con Coralia Fernández. Tiempos después, la Emisora Unión Radio, fue vendida por Gaspar Pumarejo a Ángel Cambó y este le dio la facultades a “Clavelito” para aparte de actuar produjera el tipo de programa que más se le antojara.
Es así que surgió el programa de “El vaso de agua de Clavelito”, el programa mas escuchado de la radio cubana de todos los tiempos, ahi se podía escuchar su famosa frase:
“PON TU PENSAMIENTO EN MI
Y VERAS QUE EN ESTE MOMENTO
MI FUERZA DE PENSAMIENTO EJERCE EL BIEN SOBRE TI”
A los oyentes se les pedía que colocaran un vaso de agua sobre el aparato de la radio, y entre las ondas hertzianas, las eléctricas y el poder del pensamiento del conductor, el agua se magnetizaba de fuerza y algunos “veían” como el agua burbujeaba.
Eso lo cuenta mucha gente pero yo vi a mi abuela hacerlo repetidamente y había, según dicen, quien en vez de un vaso, colocaba una botella de donde bebía toda la familia como agua común.
También fue el autor de muchas canciones que fueron un verdadero éxito, como “La Guayabera” que es un reflejo fiel de nuestra identidad y dice:
“Quiero un sombrero de guano, una bandera,
quiero una guayabera y un son para bailar”
Más de un narrador afirma que el verdadero médico chino vivió a finales del siglo pasado en Cuba, que era producto de una inmigración que llegó por esa época a América con contratos de trabajo, y que entre esos chinos llegó uno llamado Cham Bom Biam estudiante de medicina en su patria.
Narra una versión que este médico acostumbraba a recetar a sus pacientes una infusión de una planta a la que el chino atribuía propiedades curativas maravillosas. La planta en cuestión esta formada por una red de palillos verdes que el cubano llamaba palito chino y que era realmente exótica y en ocasiones hasta venenosa. Uno de los pacientes del intitulado médico chino muere un día al tomar un cocimiento de esa planta y que el médico chino con oriental parsimonia, sentencia: “¡Calamba, palece que ese palito son veneno!”
Mientras el chinito desempeñaba sus trabajos agrícolas en la zona de Coliseo, provincia de Matanzas, se las arregló para continuar sus estudios y se gradúa de médico.
Comienza entonces a ejercer como médico rural en la misma zona donde antes laboraba la tierra y poco a poco adquiere fama de buen médico. Lo buscan los enfermos de la zona, de la provincia y de La Habana, donde empieza a difundirse la noticia de sus milagrosos aciertos y gana fama como médico de increíbles curaciones.
Lo buscan enfermos de todas partes de la isla como ultima esperanza de salvación, o cuando están desahuciados por otros médicos. Al pasar de los años, el pueblo, que es quien definitivamente consagra con su aprobación, gradúa como eminencia medica y de sabiduría general al médico chino Cham Bom Biam.
Se convierte en leyenda y cada vez que se conoce de un enfermo que esta en su fase terminal la gente dice: A ese no lo salva ni el Médico Chino.
Que suerte haberme enterado de esta historia porque muchísimas veces oí la frase y sabía que se refería a algún médico chino-cubano pero no conocía detalles.
EL MANISERO.
De todos los personajes folclóricos cubanos, el más conocido internacionalmente es sin duda el manisero. Su estampa con la lata de maní; los pantalones remangados; el delantal y los cónicos cucuruchos de maní en mano, ha recorrido más de un continente. No se por qué se le asocia a un chino, pero lo cierto es que había muchos maniceros, todos con su lata con carbón abajo y el maní encima, siempre calentico.
Cabalgando sobre un pentagrama, con los pies convertidos en notas musicales, Don Azpiazu con su orquesta Habana-Casino lo paseó por el mundo en un tema musical titulado “el manisero”.
En 1930 Moisés Simón Rodríguez mejor conocido como Moisés Simons fue un compositor, pianista de concierto y director musical para compañías de teatro lírico compone el célebre El manisero, posiblemente la más famosa canción creada por un músico cubano, la cual ha sido grabada en más de 160 versiones y abrió la puerta al auge de la era de la rumba.
Había maniseros de todas las razas y edades en todos los pueblos y ciudades. Cada uno tenía su modo peculiar de pregonar lo que vendía. Los niños del barrio, parafraseaban el pregón como travesura y, entre risas y juegos repetían: “maní tostado y caliente para las viejas que no tienen dientes”.
El manisero sobrevivió en Cuba, pero muy diferente al manisero que conocí. Ahora los maniceros no ofertan el maní caliente y la mayoría son viejitos jubilados que recurren a ese oficio para ver si pueden obtener algún ingreso adicional para subsistir lo que no le permite su escasa pensión. Muchas veces el maní está socato y de caliente nada, pero la gente lo compra porque es quizás lo único barato que queda en Cuba.
No obstante el manisero pervive plasmado en cuadros y esculturas, en el teatro vernáculo y sobre todo en la música, donde se mantiene como legítimo representante de nuestro folclor.
PELENCHO.
“Ave María Pelencho, que bien me siento, con Hatuey mi compay, Hatuey bien fría”, o “¡Jacarandosa! El pedacito de domingo que usted se merece”.
Esas frases eran las principales campañas publicitarias de la Cerveza Hatuey, sobre todo en el noticiero de televisión, en el que Manolo Ortega se tomaba una cerveza de un solo trago.
Nadie puede decir a ciencia cierta quien fue Pelencho, no se sabe si es verdad que existió alguien con ese nombre en alguna parte de nuestro país. Lo que sí sabe es que fue un personaje inventado por un guagüero de una ruta de ómnibus que, atestada de pasajeros, recorría a diario las calles de la ciudad de La Habana, donde había cientos de guaguas y autobuses en circulación. Nuestros simpáticos guagüeros de entonces, entre los que estaba mi padre, que para mi era el más simpático de todos, exclamaban muchas veces “¡pasito alante, varón!”, cuando el ómnibus estaba lleno de pasajeros, para poder así abrirse paso y llegar hasta el pasajero que, sentado al final se hacia el remolón y el distraído para ver si realizaba su viaje sin pagar y le decía: “No se me guille, póngase pa´ su número”.
Entre lo sarcástico y lo burlón, al infeliz que se quedaba parado con la mano estirada, sin poder subir al transporte le decían: “¡La de atrás viene vacía!”, cosa que no era mentira. Pelencho nació un día que una cubana de gran hermosura subió al vehículo, y que el guagüero exclamó: “¡Ave Maria Pelencho!”, expresión que más tarde recoge y populariza Leopoldo Fernández (el popular Pototo o Tres Patines), el que le agrega: “¡Ave Maria Pelencho, que cosa más grande tiene la vida!” que al final se quedó en solo “cosa mas grande” igual que nuestra mayor maldición “¡coño! que se quedó en “¡ñó!
POTOTO Y FILOMENO, TRESPATINES Y EL SR. JUEZ EN LA TREMENDA CORTE.
Otros dicen que Pelencho es una creación de Castor Vispo, el irrepetible libretista, autor de “La Tremenda Corte”, un popular programa de radio en el que Leopoldo Fernández hacia gala de su gracia y de sus famosas morcillas como actor cómico, al igual que Aníbal de Mar (Filomeno o el Sr. Juez), una pareja irrepetible y que aún hoy es imitada. Los nostálgicos parecemos cumplir una sentencia del Tremendo Juez y su Tremenda Corte: la de recordarlos por siempre, y los jóvenes que escuchan el programa se quedan extasiados. Cierta noche en el estadio de una cervecería, a Pototo se le ocurre exclamar: “¡Ave Maria Pelencho, que bien me siento!”.
Parece que de ahi vino la idea de asociar a Pelencho y sentirse bien con la cerveza Hatuey.
PRADO Y NEPTUNO: LA ESQUINA DEL PECADO, VEASE EL RESTAURANTE MIAMI DONDE ERA PUNTO FIJO LOS SABADOS.
La Engañadora.
A Prado y Neptuno
Iba una chiquita
Que todos los hombres
La tenían que mirar.
Estaba gordita
Muy bien formadita
Era graciosita
Y en resumen colosal.
Pero todo en esta vida
Se sabe sin siquiera averiguar
Se ha sabido que en sus formas
Rellenos tan sólo hay.
¡Qué bobas son las mujeres!
Que nos tratan de engañar
¡Me dijiste!
Prado y Neptuno es un popular esquina Habanera, conocida como la Esquina del Pecado, no se por qué, lugar donde narré que concurría cada sábado al entonces Restaurante Miami.
Enrique Jorrín creó La Engañadora, que es el título de un cha-cha-chá que se hizo famoso en la década de los años 50 y era interpretado por las orquestas América y la del propio Jorrín; este número bailable causó verdadera sensación en el ámbito artístico cubano, cuando el mencionado ritmo estaba en su mayor época de auge.
Cuenta Jorrín que transitaba por las calles Infanta y Sitios, en la parte vieja de Ciudad de La Habana y vio que atravesaba la calle una mujer de cuerpo despampanante, siendo admirada por cuanto hombre estuviese cerca. Un cubano jocoso se inclinó ante ella, pero fue acogido con indiferencia por la caminante. De pronto aquel supuesto galante, al parecer en venganza gritó: ¡No es verdad, son de goma…! lo cual provocó la burla general. Es muy posible que esa historia fuese a mezclarse, con la de una muchacha muy delgadita acostumbrada a pasear por las calles de Prado y Neptuno que se mostraba muy abundante en algunas partes y por lo visto alguien pensó en la posibilidad que ella se aumentaba senos y nalgas con almohadillas o procedimientos similares. El autor imaginó que se rellenaba y de esas dos “engañadoras” surgió el famoso cha-cha-cha.
Este es el simpático caso de un personaje anónimo y propiamente inexistente, que pasó a ser leyenda a través del pentagrama.
EL TEATRO ALHAMBRA, MECA DEL TEATRO BUFO.
EL TEATRO BUFO CUBANO.
El llamado Teatro Bufo Cubano fue un importante fenómeno del teatro durante la segunda mitad del siglo XIX, cuando Cuba era todavía colonia de España. Fue vocero de las ansias de independencia y una alternativa a la influencia española en el país.
Casi todos los argumentos de esa corriente de dramaturgia se basan en tres personajes: el negro, el gallego y la mulata, mediante los cuales se satiriza el ambiente burgués de la Cuba colonial y se afirman los genuinos valores de las clases populares. Después se le incorporaría otro personaje: el chinito, atendiendo a la entonces creciente colonia china en Cuba.
La concurrencia de la música, del humor en la particular forma del choteo cubano, la preponderancia del intérprete y su especial relación con el público, fueron los elementos que contribuyeron a dotar de un estilo a esta expresión teatral.
PERSONAJES DEL TEATRO BUFO: EL NEGRITO, EL GALLEGO Y LA MULATA. NOS FALTA EL CHINITO.
Las capacidades histriónicas continuaron caracterizando el período vernáculo, donde este elemento llega al delirio con la ampliación de la gama de personajes; se mantuvo el costumbrismo y el humor, mediante la parodia y la sátira, con espectáculos de mayor despliegue de recursos en la escenografía y el vestuario, y una presencia musical de superior elaboración en la que intervinieron grandes figuras de la composición y la dirección orquestal que popularizaron nuevos ritmos. Tomó un papel preponderante la revista como género y se acentuó el componente erótico a la vez que permanecía la pupila crítica y el tratamiento privilegiado de la actualidad política y social. Una buena muestra de esto para los que no lo vivimos es la película “La Bella del Alhambra”.
Al igual que el bufo en su momento, el vernáculo capitalizó la mayor parte del público y la actividad teatral con un nutrido grupo de compañías y su estancia en varias instalaciones teatrales.
El papel desempeñado por el teatro bufo en la evolución de la música popular cubana fue considerable. Gracias a ellos, todos los tipos de canciones y bailes urbanos y campesinos fueron sacados a la luz, difundidos y mezclados.
El teatro bufo cubano continuó vivo en los escenarios del país e incluso con cabida en espacios de televisión y en el cine pero desgraciadamente ya no existe.
Yo recuerdo, y al recordar me río, de las funciones del desaparecido, y me entero que ahora remozado después de muchos años, Teatro Martí y lo que quedó de él como muestra del valor de este género, la aparición del maestro del humor Enrique Arredondo en la televisión en sus últimos años de vida.
LA ESTIGMATIZADA, EL MEJOR SHOW DE 1956.
Irma Izquierdo, desde su niñez Irma aseguraba poder “ver” ciertas figuras religiosas; y en varias oportunidades le daban unos ataques muy raros y aseguraba haber tenido a su lado la figura de Jesucristo. Durante la Semana Santa del año 1956 Irma acaparó las primeras planas de todos los periódicos cubanos y la noticia pronto trascendió a toda latinoamérica y otras partes del mundo; se hicieron eco de ella los noticieros radiales y televisivos. Ya desde algunos días antes Irma experimentaba algunos cambios raros en sí misma; perdió el apetito y casi no comía, sólo probaba algunos sorbos de vino que acompañaba con pedacitos de pan.
A decir de los siquiatras que después estudiaron su caso, ya desde estos síntomas se apreciaba en ella una idea obsesiva referente a la proximidad de la celebración religiosa y presentaba primero sudores sanguinolentos (que desde el punto de vista médico se llaman Hematohidrosis) y después le brotaron los estigmas en la piel, las marcas de los clavos en ambos pies y manos, los hematomas y verdugones en la espalda y en sus brazos como si hubiera recibido fuertes latigazos; otros hematomas formaban cruces en sus muslos y además un claro letrero en ambos muslos con la inscripción “INRI” que le fue puesta a Jesús de Nazaret durante la crucifixión y que significa “El rey de los judíos”.
Cuando el pueblo conoció lo que le estaba pasando a Irma y la opinión pública se centraba en ella, Irma pidió que le construyeran una gran cruz con troncos de árboles lo más similar posible a aquella en que fue puesto Jesús. Cuando la tuvo se la echó al hombro y fue caminando con ella desde su pueblo natal Guira de Melena hasta la Ermita de la Caridad del Cobre en el otro extremo de la Isla de Cuba cubriendo unos 900 km de recorrido y llevando siempre tras de sí a una gran multitud que se le solidarizaba en la devoción y la penitencia.
Ni el esfuerzo que supone el desandar a pie la interminable carretera la hizo bajar de peso, a un periodista le comentó… “desde que salí de La Habana he aumentado siete libras. ¡Si sigo así, llego a El Cobre con 130 libras de peso, que es el sueño de mi vida!”
Cada día, luego de dejar la cruz en algún punto del camino, regresa al hotel donde se aloja —o en alguna casa particular o cuartel – pero no lo hace a pie, sino que utiliza para ello un pisicorre azul, modelo del año. En este pisicorre lleva sus maletas de viaje, y también infinidad de utensilios y objetos de cierta utilidad práctica: desde un farol de luz brillante hasta una caja conteniendo refrescos fríos.
La meta de su recorrido fué la iglesia del Cobre en Santiago de Cuba, pero según ella, ésa no era su verdadero final sino ir a Jerusalen. El caso de Irma Izquierdo (hoy viviendo en Miami) fue estudiado por eminentes psicólogos y siquiatras que hicieron sobre ella detallados informes con todo el rigor de las investigaciones científicas. A Irma continúan aún hoy brotándole periódicamente estos estigmas; ella manifiesta que nunca ha dejado de tenerlos. Recientemente Irma fue objeto de una investigación periodística muy seria y documentada por parte de un programa de gran audiencia en la television hispana de Miami.
Tremenda zafra hizo la prensa con este caso y parece que ella también.
PERSONIFICACION DE ANTOÑICA IZQUIERDO EN LA PELICULA “LOS DIAS DEL AGUA”.
ANTOÑICA IZQUIERDO, “La virgen de los Cayos”
En un rincón de la geografía pinareña, en el barrio Cayos de San Felipe (en tierra firme no en los cayos propiamente), vivió una guajira de origen isleño que curaba con agua todos los males del cuerpo. Ella se llamaba Antoñica Izquierdo y su existencia transcurría en la monotonía del quehacer diario, en medio de una miseria espantosa. Llevaba el peso del hogar, integrado por su esposo y sus siete hijos. Antoñica, mujer muy trabajadora, nunca perdía la ternura ni el trato solidario hacia los demás.
Fue una mujer que no sabía ni su edad, era analfabeta, flaca y parasitada hasta extremos humanos; los pies curtidos por la desnudez, el pelo negro, ralo y descuidado, recogido en un perenne moño al nivel de la nuca. Vestía con una vieja túnica, larga hasta los tobillos. Pero la engrandecía su espiritualidad; se consideró destinada por Dios como su mensajera y tutelada por la Virgen María para ayudar a la gente, a la humanidad. Siempre repetía: “La fe en Dios es la que cura”.
En la madrugada del 8 de enero de 1936, a raíz de enfermarse el hijo más pequeño de Antoñica, ocurrió algo desconcertante e inusual. En medio de la impotencia ante el padecer del niño, sin dinero para pagar a un pediatra o medicinas, agotados todos los recursos de la medicina natural y de los remedios conocidos por ella, aseguró haber escuchado la voz de la Virgen que le decía cómo curarlo con agua: “Te voy a facultar para que puedas curar, pero nunca podrás cobrar a nadie ni hacerlo por interés”.
El enfermo sanó y ese fue el nacimiento de un fenómeno de religiosidad popular y de una leyenda. A partir de ese día comenzó a crecer el mito de Antoñica Izquierdo. Caravanas de a pie, a caballo, en carreta, largas filas de creyentes venían de todas partes de Cuba. Se concentraban en las cercanías de su humilde bohío convertido en santuario, en busca del prodigio curador. Esperaban de cinco a seis días para ser atendidos por ella.
Se le veía desde el amanecer hasta caer la noche, casi sin poder sostenerse del cansancio, el hambre y la sed, atendiendo a los necesitados. A su lado un taburete con una palangana llena de agua. Con una mano rociaba al paciente por la cabeza, varias veces, al tiempo que repetía: “Perro maldito a los infiernos”, haciendo una cruz con los dedos en el aire.
La fama la envolvió con sus traicioneros ropajes, despertó despecho y miedo entre los afectados en sus negocios, o sea, boticarios, médicos, políticos que no pudieron manipularla. El 14 de abril de 1936 fue acusada de ejercer ilegalmente la medicina; motivo por el cual le iniciaron una causa judicial en el Juzgado Correccional de Viñales. El juicio se celebró el 15, pero tuvieron que absolverla al no poder demostrar la infracción imputada. De ahí la trasladaron para Consolación del Sur y celebraron un nuevo juicio, ahora por el delito de coacción a los electores, a quienes convencía de no votar, porque la política, según ella, era cosa del Diablo. El pueblo se lanzó a las calles pidiendo a gritos su liberación.
Su hermana la llevó para su casa, localizada en el poblado Isabel María. Allí, la milagrera continuó su misión rodeada de un clima de paz; pero la tranquilidad duró poco. Se acercaban los comicios de 1944 y los políticos de la localidad la acusaron de volver a obstruir las elecciones. Consecuentemente, a finales de ese año decidieron llevarla a Pinar del Río donde la Audiencia promovió un expediente en su contra por presentar síntomas de demencia. Concluido el proceso fue recluida en el Hospital de Mazorra. Allí murió el 1º de marzo de 1945 (coincidencia, es el día en que nací yo).
Uno de sus pacientes sanados en milagro, fue el hijo de Félix Rodríguez Paula, el campesino que luego fundara “la secta de los acuáticos”, quien impactado por la cura de su vástago, se internó con su familia en un paraje de la sierra de Viñales. Desde entonces, sus descendientes conviven sobre la base de las curas con agua de un manantial cercano y las prédicas de Antoñica Izquierdo. En 1971, se produjo por el ICAIC el filme Los días del agua, del director Manuel Octavio Gómez, que a su modo rememora los acontecimientos alrededor de este legendario personaje.
Fue la primera mujer que condujo un auto y que obtuvo una licencia de conducción en Cuba. El nombre de la Macorina ha llegado hasta nuestros días gracias a una popular canción de la época, que se inspira en esta bella mujer, de vida galante y novelesca ( MACORINA es un anagrama de la palabra “MARICONA” tan inexistente como la otra pero más sugestiva)… Cantó el sonero inigualable Abelardo Barroso; “Ponme la mano aquí, Macorina, que me muero, Macorina. ponme la mano aquí, Macorina, que estoy loco, Macorina. Ella gasta gasolina en su carro colorao, y sigue con el tumbao que ella es la gran Macorina. Ponme la mano aquí, Macorina,
pon, pon, pon, Macorina, pon, pon, Macorina.”
María Calvo Nodarse (aunque su verdadero nombre es María Constancia Caraza Valdés), conocida popularmente como La Macorina, nace en Guanajay, provincia de Pinar del Río, en 1892. Cuando tenía 15 años se traslada a escondidas de su familia a La Habana, raptada por su novio. La capital le ofrecía mucho a esta joven y bella. Pronto, dadas las penurias de la vida diaria entre las cuatro paredes de un cuarto habanero se le hicieron insoportables, por lo que aparta al novio de su vida y a los pocos meses se inicia su rápida carrera hacia la opulencia, ejerciendo una prostitución selectiva apoyada por sus amantes, hombres ricos y poderosos. Su época de esplendor es bastante dilatada para este tipo de vida, pues abarca desde 1917 a 1934. Tuvo cuatro lujosas casas: en Calzada y B, Línea y B, Habana y Compostela y San Miguel entre Belascoaín y Gervasio; poseyó valiosos caballos, así como pieles y muchísimas joyas de incalculable valor, además de nueve automóviles, principalmente europeos que eran sus preferidos. Sus gastos mensuales para mantener su tren de vida ascendían a $2.000 mensuales, sin contar las cantidades extras con las que ayudaba a su numerosa familia, todo lo cual constituye una verdadera fortuna si tenemos en cuenta de que hablamos de la década de los años veinte. La popular Macorina, no sólo tiene en su honor dos composiciones musicales y una pintura de Cundo Bermúdez, sino que es inmortalizada en las famosas charangas de Bejucal, que se celebran en el mes de diciembre, donde en los desfiles de personajes aparecía una muñecona con careta debajo de la cual estaba su creador, un albañil llamado Lorenzo Romero Miñoso. El ocaso de la Macorina se inicia en 1934. La situación económica nacional ya no es tan próspera, sin contar que la Macorina, aunque aún bella, había dejado atrás sus años de juventud. Los amigos del pasado se amparan con más frecuencia en excusas cada vez que ella les pide ayuda. Así es como vendiendo todas sus pertenencias, desde las joyas hasta las casas y los coches, la Macorina acaba en la más absoluta pobreza, viviendo en un cuarto alquilado en una casa familiar de la capital. María Calvo Nodarse muere en La Habana el 15 de junio de 1977.
Así como el “Tio Sam” simboliza al pueblo norteamericano, Liborio es el personaje que simboliza al pueblo de Cuba.
Liborio representa al legítimo campesino cubano, ataviado con sombrero de yarey, guayabera blanca de hilo, pañuelo rojo al cuello y machete al cinto, el cual siempre está dispuesto a sacar de su vaina para acabar con los bandidos que hacen fortuna con la política. El diccionario Larousse lo recoge como “nombre genérico del hombre cubano” que por extensión representa al pueblo cubano.
“Eso lo paga Liborio”, decimos cuando nos referimos al derroche de recursos o a medidas estúpidas que se han ejecutado en medio siglo de revolución y que conllevan a un deterioro o afectación económica. Lo paga Liborio quiere decir que lo paga el pueblo, no el que lo decidió. !Pobre Liborio, que no sale de una para entrar en otra!
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