PERIODICO REVOLUCION.
Por allá por el año 1963 comencé a trabajar en el periódico Revolución, más propiamente en la imprenta de ese periódico, que no tenía nada que ver con dicha publicación y la impresión del diario y solamente era una dependencia que trabajaba como una entidad independiente que priorizaba los trabajos enviados por la dirección del diario pero dependía fundamentalmente de otros clientes y de unos cuantos particulares. También radicaba bien lejos de la sede del periódico, este estaba en la casi flamante sede del Periódico Prensa Libre, muy cerca de la Plaza de la Revolución, donde Sergio Carbó, fundador y dueño de ese órgano de prensa construyó sus oficinas e invirtió en la más moderna tecnología de impresión y no pudo aprovecharla mucho tiempo, pues su negocio fue intervenido al abandonar el país.
La imprenta se ubicaba en Amistad y San José, a una cuadra del capitolio, en un local bastante grande para una imprenta, la cual tenía un equipamiento moderno para la época sobre todo máquinas alemanas Heidelberg, lo mejor de la tecnología entonces, y tuve la suerte de ser el operario de una de ellas. Eran máquinas automáticas de mucha rapidez de impresión y el fallo en las mismas era casi cero.
La gran parte del taller había sido “intervenida” por el estado, por decirlo elegantemente a un español con una historia de su llegada a Cuba muy parecida a la de Juan Cebrián, pero también más movida y aventurera. A Albino Rodríguez, ex dueño del taller, se le asignó una especie de tarea de asesor, y el administrador era un señor alto, calvo y de muy buen humor y trato llamado Pepe (no recuerdo su apellido) y Albino hacía el papel real de fiscalizador y capataz.
El gallego, porque era gallego también, había desertado en la guerra de Marruecos y recorrido no se cuantos países para llegar a Cuba, también fué nómada con los beduinos y era bien jovencito cuando corrió esas aventuras y llegó a Cuba, como casi todos los españoles, con una mano delante y otra atrás. De aprendiz en la imprenta de un paisano en los años 20 pasó a tener una muy buena imprenta y buen nombre en ese giro en los años 50.
EDIFICIO DEL PERIODICO REVOLUCION, HOY GRANMA.
Pero Albino cumplía su papel como si siguiera siendo el dueño del negocio, le dolía lo mal hecho, la indolencia y la irresponsabilidad. Y el administrador, sabiendo que el que sabía era Albino, lo dejaba hacer y con mucho tino hacía lo correcto porque así el negocio marchaba. Sus antiguos clientes, algunos sobrevivientes de la intervención estatal en sus negocios, lo buscaban y también le llevaban trabajo los que habían corrido igual suerte que él y ahora eran empleados del estado, así que la imprenta no daba abasto para tanta demanda, pero preferían esperar y que el trabajo lo hiciera, no la imprenta del periódico Revolución sino el taller con el cual identificaban la calidad que representaba la presencia de Albino Rodríguez.
Como decía, había muchísimo trabajo y se pagaba a destajo, y además se podían trabajar todas las horas que uno quisiera porque siempre había atraso en las entregas. Así que a ganar dinero nuevamente y además a olvidarme de lo que repentinamente me había acordado en la Escuela de Artes Gráficas: que tenía que retomar los estudios.
Pero la fiebre del oro me encegueció nuevamente y sin pensar en el futuro, solamente en el presente, comencé a trabajar muchísimo, hasta los domingos si era necesario. Así me compré una cadena de plata, una sortija de oro de 18 kilates con mis iniciales, un buen reloj suizo marca Movado, y un radio chino Panda de muchas bandas y alta fidelidad que estaban de moda y oferta entonces.
JARDINES DEL CAPITOLIO DONDE SE DESARROLLABA EL FESTIVAL PAPEL Y TINTA.
Una de las etapas con trabajo extra más del normal era cuando se acercaba el festival Papel y Tinta. Los festivales Papel y tinta organizados por el periódico Revolución, se daban en la Habana (en los jardines del Capitolio y el Parque Central) y en Santiago de Cuba y aunque reunieron a un grupo de distinguidos músicos populares, entre ellos Benny Moré y la Orquesta Aragón, generaron más violencia callejera que innovaciones musicales. Por desgracia y también por suerte solo acerté a participar en el último de ellos, que seguramente fue suspendido por la mencionada razón, aunque los carnavales comenzaban a ser iguales de peligrosos.
Papel y tinta traía consigo mucho trabajo, programas, propaganda, invitaciones, entradas numeradas, modelajes de control, etc. y además teníamos libre acceso y consumo en los mismos, bueno al menos en el de La Habana. Recuerdo que una vez salimos un sábado al anochecer hacia el capitolio y comimos tanto pan con lechón y tamales y tomamos tanta cerveza que me senté en un muro porque me sentía mal y tenía tremendos temblores, un compañero mío se sentó a mi lado y le pasó lo mismo. Albino Rodríguez que se había comido medio puerco y tomado unas pocas cervezas, me agarró fuerte por el brazo, como acostumbraba y nos dijo: que par de “imbéjjiles” (así hablaba como buen gallego) están sentados encima de una piedra de hielo…
BENNY MORE EN EL FESTIVAL PAPEL Y TINTA.
Todo iba bien hasta que un día decidieron trasladar la imprenta hacia un nuevo local, que me quedaba más cerca de la casa pero también era una amenaza, pues era muy cercano a la sede del periódico y teníamos razón en la duda. A Albino Rodríguez después que se instalaran y probaran debidamente el equipamiento, lo jubilaron con honores y se fue de muy mala gana, a Pepe el Administrador lo trasladaron a otras funciones y trajeron a un “destacado” joven miembro de la UJC de apellido López, no recuerdo su nombre, sólo que era hermano menor del que después fuera uno de los mejores fotógrafos deportivos de Cuba: Ricardo López, al cual no se parecía en lo más mínimo.
Lo bautizamos con el sobrenombre de “el mojón” porque eso era: inculto, incapaz, imberbe, nadie menos adecuado para asumir un cargo de dirección en un lugar de tanto trabajo y diversidad. Por supuesto con la ida de Pepe y Albino, los clientes se retiraron, los trabajos decayeron y por momentos, a veces largos, no teníamos nada que hacer. Después vino una avalancha, pero que pasó rápidamente, seguro que a alguien se le ocurrió pensar que a la imprenta había que asignarle trabajo, y poco tiempo después de procesar un poco de modelaje y algunas invitaciones, volvimos a la inacción.
Entonces hubo nuevas ideas para tenernos entretenidos. Históricamente a los trabajadores de las imprentas, sobre todo a los linotipistas y monotipistas, así como los impresores, debían hacer consumo de leche para evitar una enfermedad profesional llamada saturnismo o intoxicación por plomo. Hay que recordar que en la década de los cincuenta, en Cuba surge el desarrollo de la producción de yogur, procesado a partir de leche de vaca y comercializado con el nombre de Yogur Balkán, imitando a los productores de las naciones balcánicas de Europa del Este, aunque en el país en esos momentos, no había tradición para su consumo y, por otra parte, la producción se limitaba a la capital, con un precio superior al de la leche de vaca pasteurizada, por lo que su consumo no era masivo como es hoy en día.
EN MI EPOCA DE GRAN TOMADOR DE LECHE Y YOGUR.
Con el arribo al país de un gran número de técnicos y asesores de países de Europa, quienes participaban en distintas actividades de la vida social, llegaron también sus hábitos alimentarios y, entre ellos, el fomento del yogur, que trascendió como un importante nutriente que se generalizó durante esa época, como suplemento indispensable de los comedores estudiantiles universitarios y las residencias de becados. Un poco como conejillos de indias, al periódico comenzó a asignársele grandes cantidades de leche entera y yogur, primero natural y después de varios sabores. Todo venía en los envases de cristal de un litro de capacidad que se empleaban entonces, los llamados “litros de leche”.
Justo frente a la máquina donde trabajaba había un refrigerador, donde había agua fría y alguna cosa que los trabajadores trajeran de su casa. Así que desde ese momento en lo adelante el refrigerador un viejo Norge de principios de los años 50, que enfriaba como el polo norte, se llenaría de litros de leche y yogur diariamente. No había trabajo pero mucha leche y yogur no faltaba.
La medida no tuvo mucho efecto entre los trabajadores, salvo para mí y para otro maquinista, Eugenio, los cuales engullíamos litro tras litro, no merendábamos ni almorzábamos. Pocos meses después y ante la queja de los inconformes que existen siempre, dejaron de traer el yogur de sabores y después, ya solamente traían leche. Pero durante mas de un año mis deposiciones eran lo más parecido que hay a las de un niño de meses y por supuesto que estaba supercalcificado y bien alimentado. Mi gusto por la leche y sus derivados, que mi esposa comparte, felizmente lo heredaron nuestros hijos. Ya después empezó también el invento cubano y la gente comenzó a llevarse los litros de leche y el final fue el de todas las cosas mal hechas en Cuba: botar el sofá, y no trajeron más leche, el que quisiera tenía que ir hasta la cafetería del periódico a tomarla y por vasos, todos los que quisiera.
En ese entonces Revolución era el diario más leído entre otras cosas porque abordaba temas de la vida cultural de forma muy amena, sobre todo en Lunes de Revolución, un suplemento dirigido por el después laureado Guillermo Cabrera Infante y con la dirección del periódico por parte del intelectual Carlos Franqui. La sustitución y posterior desaparición del país de ambos, creó sin duda un vacío en el contenido del diario. Se eliminó Lunes de Revolución y fueron dejando de salir secciones de interés y comenzó la era del panfleto total.
El poeta y filósofo bengalí Rabindranath Tagore, Premio Nobel de Literatura, decía que “si cierras la puerta a todos los errores, dejarás afuera la verdad”. Eso fue lo que ocurrió.
Salió finalmente de circulación “el Mojón”, el cual paso al trabajo político a gritar consignas, donde no había que pensar mucho ni sacar cuentas, sino solo obedecer órdenes, y trajeron a un nuevo administrador, de nombre Silvio, solo puedo decir que era tan incapaz como el anterior pero con edad suficiente para haber acumulado una buena dosis de maldad e intriga, tampoco era conocedor del giro, venía de dirigir a los que distribuían el periódico recién publicado, por lo que la situación no mejoró, sino creo que empeoró. Este personaje aparte de incapaz era intrigante.
Entre esas etapas de trabajo “inventado” hubo una anécdota. Me correspondió imprimir unas horribles tarjetas de felicitación hechas por el entonces famoso (para mi es tan malo como famoso) caricaturista Nuez y su personaje de “el loquito”. La felicitación por año nuevo (o mejor por un nuevo aniversario del triunfo de la Revolución) no tenía pies ni cabeza, los trazos eran horribles y de poco gusto y los colores que había que ponerle no eran nada al lado de una sobrecama de retazos de mil pedazos de tela como las que hacían las negras en Cuba.
LAS HORRIBLES CARICATURAS DE NUEZ.
Pues viene el propio Nuez a ver las pruebas de la impresión y cambia algunos colores y yo le pido que me de específicamente la muestra de color, para hacerlos exactos o lo más parecidos posibles, ya que en esa época había pasado la etapa donde había disponible miles de colores de tinta de imprenta y por tanto se hacía necesario crear los colores deseados a partir de los colores básicos y algunos pocos más. Suerte que obré así porque vino el director del periódico, ya entonces periódico Granma, en persona, Isidoro Malmierca. A mi ese nombre me sonaba a “másmierda” y no estaba errado. Con la mirada atenta y sumisa del nuevo administrador dijo que ese trabajo no estaba acorde con el diseño de Nuez y que no se me pagara el trabajo. Ahí mismo le pregunté que si el era el diseñador y le presenté las muestras del cambio de Nuez.
Ahí surgió el colmo de la chicharronería y la mediocridad por parte del flamante administrador, el que dijo que si había que tener en cuenta que eso iba con la firma del director del periódico, que el no había aprobado el cambio, etc. Ese día supe quien eran aquellos dos personajes, uno el que después fuera canciller de Cuba durante unos cuantos años (quién habrá ubicado como diplomático a un personaje tan corto de pensamiento y tan prepotente y poco político) y al administradorcillo insignificante . Por supuesto que no me descontaron ni un centavo porque sabían que tenía la razón.
Una cosa que si recuerdo de ese administrador: en un círculo de estudios o adoctrinamiento obligatorio que se efectuaba en horas de trabajo, éste dijo que en el socialismo no interesaban los costos. Yo que había estudiado un poco el tema como contaré en su momento, le dije que se alfabetizara económicamente. La verdad que el tipo me caía como una bomba por ser tan idiota e incapaz como sumiso. Pero ese tipo de personajes en Cuba sobreviven porque la media es la mediocridad, así que tuve un breve encuentro con él nuevamente en otra de mis incursiones laborales de la que hablaré más adelante. Tropezar dos veces con la misma piedra no es fácil y más cuando la piedra la pone la casualidad.
OSCAR HURTADO Y EDICIONES R.
No puede dejar de hablarse en esta época del logro mayor del lugar donde trabajaba, ya habíamos mencionado el papel destacadísimo que tuvo dentro de la cultura cubana el suplemento Lunes de Revolución, a pesar de su corta vida. Su excepcionalidad llevó a Lunes de Revolución a ser considerado el suplemento cultural más importante de Latinoamérica durante las últimas cinco décadas. Este tabloide semanal del periódico Revolución, nació en marzo de 1959 bajo la impronta de Carlos Franqui y Guillermo Cabrera Infante, y acuñó otros proyectos que incluirían un espacio televisivo, una editora, una compañía grabadora… Sus ambiciones eran las de divulgar toda la buena literatura que se hacía en el mundo, sin olvidar cualquier otra manifestación del arte que contribuyera a forjar el camino que estrenaba la nación cubana. Pero murió de manera prematura y ha dejado una estela difícil de igualar.
EL ARTISTA PLASTICO UMBERTO PEÑA.
Pero un nuevo fenómeno surgió gracias a un par de destacados intelectuales: Umberto Peña, destacado pintor, grabador y diseñador gráfico y persona de excelente trato y vasta cultura (actualmente vive y trabaja en Salamanca, España) y el considerado padre de la ciencia ficción cubana, (también podría ser llamado el padre de la literatura fantástica, policíaca y de terror en el país) Oscar Hurtado.
Hurtado no se destacó como escritor en estos géneros (aunque los cultivó casi todos), sino por su labor difusora y promocional. Su principal título fue “La ciudad muerta de Korad”, una especie de tributo a “Crónicas Marcianas” de Ray Bradbury, y la voluminosa antología Cuentos de ciencia ficción cubanos.
Era el alma de la recién creada Ediciones R, donde se editaron clásicos mundiales de la literatura policíaca y de ciencia ficción (los cuales disfruté antes que salieran al mercado pues yo los imprimía y también los encuadernaba y conservé hasta que me fuí a vivir a México) así como títulos de los autores cubanos que cultivaban esos géneros.
LUNES DE REVOLUCION.
Por supuesto, por su dedicación casi obsesiva al tema de la ciencia ficción a Hurtado, que estaba diariamente fiscalizando la impresión de los libros, lo llamábamos “el marciano”, fue un personaje inolvidable, muy amable,conversador y culto. También estaba un destacado autor, Angel Arango que tenía dos libros cuyos títulos eran una broma permanente entre los trabajadores de la imprenta. Preguntaban: “A donde van los cefalomos” y la respuesta era: al “Planeta Negro”.
Cómo sería la calidad de la edición e impresión de las obras editadas por Ediciones R que en la actualidad existe una regulación de la Aduana General de la República que prohibe exportar obras patrimoniales o con valor museable, libros, folletos y publicaciones seriadas con más de 50 años de publicados, así como Libros cubanos de Ediciones “R” si no posee el Certificado de Exportación del Registro de Bienes Culturales.
GUILLERMO CABRERA INFANTE.
También hay que aclarar que en el famoso “quinquenio gris”, donde se establecieron trabas a la creación cultural, en particular la literaria, y se concentraron las editoriales y las publicaciones, también se empleó el término de Ediciones R a aquellos libros de texto de cualquier nivel educacional, pero en particular de nivel superior o universitario, en su mayoría textos de medicina e ingeniería. Y estos libros, en su totalidad eran de los llamados “fusilados” o como se llama en la actualidad: “pirateados”, pues violaban el derecho de autor internacional y no se pagaba nada por su impresión, distribución y venta.
Después cuando trabajé en el Instituto Cubano del Libro me di cuenta que se podía indiscriminadamente “fusilar” cualquier libro, fuera de texto o un best-seller de otros países e imprimirlo y venderlo en Cuba, pero se armaba un gran escándalo cuando un libro de un autor cubano era publicado en otro país sin el pago del derecho de autor. Después cambiaron las cosas y tanto los escritores como los músicos, principalmente los más prolíficos y destacados registraban sus obras en otros países, para obtener ingresos en moneda fuerte por ellos y así protegerse de lo que en Cuba estaban desprotegidos.
En esos años también debo hablar de que al tener un hijo pequeño y a los niños cubanos hay que darles mucha malanga y no había en el mercado y si se conseguía era sumamente cara, pues decidimos un grupo de compañeros de trabajo hacer una especie de safari por las montañas más cercanas de Pinar del Río. Como el transporte también era un problema pues nos fuimos de madrugada de sábado para domingo, bien incómodos en el camión que transportaba la prensa. Nos quedamos en Artemisa, lugar donde todavía había venta de leche fresca y batidos de frutas los que consumimos abundantemente, y montamos a una destartalada guagua hasta un punto bien remoto de la geografía llamado Rancho Mundito. Allí nos habían dicho que se compraba malanga buena y bien barata.
El final del cuento es que a unos les dió diarrea tomar tanta leche o batidos de plátano, hasta hubo que parar el ómnibus porque había uno que no podía aguantar más, caminamos no se cuántos kilómetros y la malanga salió bien cara. Y del regreso ni hablar, toda una odisea. Por tanto, puestos y convidados.
En esa época algunos sábados por la tarde jugábamos a la pelota, al duro por supuesto, en un terreno que había frente al periódico y al costado del MINFAR y que actualmente es un parqueo, hasta que un día le dieron un pelotazo a uno en un brazo y lo dejaron lisiado por un mes, a otro se le hizo un esguince en un pie y a mi me dieron un dead ball en la espalda, y ahí mismo se acabó mi aventura con el béisbol. Sin embargo estuve cerca de dos años practicando judo, del cual alcancé la cinta azul, que viene siendo algo así como el preuniversitario en ese deporte, porque después sólo quedaban las más difíciles, la cinta marrón y la cinta negra,(la marrón era el título universitario y la cinta negra una especie de posgrado, dependiente de cuántos danes habías alcanzado, por ejemplo mi ídolo Toshiro Mifune era 7mo. dan, lo máximo a alcanzar), pero eso era cuestión de años y entrenamiento. Un buen día en una competencia amistosa me lanzaron por el aire con un movimiento llamado UchiMata y me di un golpazo en la rabadilla, lo que me provocó que años después tuviera que someterme a una operación de la que hablaré. Hasta ahí llegaron mis atrevimientos deportivos, aunque un día que otro a la hora de almuerzo en el taller jugábamos ping-pong o tenis de mesa, pero suave.
Torroella, un diseñador del periódico, entrenador de judo y cinta negra me insistía hasta la saciedad en que no dejara el deporte, pero ni caso, ya había visto el peligro de cerca.
El hecho de no tener muchas perspectivas de superación y haberme casado y ya tener un hijo me hizo reflexionar nuevamente sobre mi futuro y comencé a pensar seriamente en recomenzar los estudios que abrupta y estúpidamente había dejado. Así que buscando y buscando logré, con la ayuda de un primo, cambiar de trabajo con la premisa de priorizar mis estudios. Y puse mis esfuerzos en lograr un trabajo que me permitiera a su vez estudiar.
ASPIRANTE A YUDOCA.
2 Comentarios
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