Otros personajes y curiosidades cubanas 3
Chencha la Gambá
Chencha (también conocida como Dincha) es un pueblo en el sureste de Etiopía; en México es un vago, un holgazán; en otros países tiene otras connotaciones, como lo es el femenino de Chencho, pero en Cuba y Venezuela, a las mujeres de nombre Inocencia (por el día de los Santos Inocentes, 28 de diciembre), les dicen “Chencha”y también cuando una persona cojea, o camina con dificultad, se usa una expresión: “camina como Chencha, con la pata gambá”.
En la década de 1940 estuvo en boga una guaracha cubana que aludía a una mujer que caminaba cojeando y meneándose mucho por las calles de La Habana. Dicha mujer se llamaba o le decían “Chencha” y la música de la canción fue muy pegajosa, por lo que a todo el que caminaba de aquella forma, se le decía que caminaba “como Chencha”.
Es una guaracha del mayor guarachero cubano.
“Yo nací con mi pata gambá
igualito igualito que chencha
y que tengo que yo ver con chencha
si naci con mi pata gambá.
Oye camina como chencha …
la gambá …
como chencha la gambá…
camina pa`lante y camina pa`tra….”
Ñico Saquito cuyo nombre era Benito Antonio Fernández Ortiz, fue compositor, guitarrista y cantante cubano fundamentalmente de guarachas que han trascendido como clásicas en la música popular cubana y de otros países.
Ñico (el diminutivo cubano para Antonio), abandonó una prometedora carrera en el béisbol, y su sobrenombre de Saquito le vino de su gran habilidad para atrapar bolas como pelotero.
Sus composiciones se destacan por ser guarachas con letras ingeniosas y picantes sobre la vida personal o eventos de la comunidad, siendo de las más famosas la guajira “Al vaivén de mi carreta”, una balada sentimental de la vida en el campo y de las miserias de la vida campesina, así como “Cuidadito, compay gallo”, “María Cristina me quiere gobernar” , esta última su obra más conocida y muchas otras hasta la cifra de 500.
Daniel Santos grabó “Chencha, la gambá” y “Mi cinturita”. Los Panchos incluyeron “Silverio, Facundo y la luna”. Miguelito Valdés cantaba “Atízame el bastidor”, “La negra Leonor” y “No te vistas que no vas”. Hizo otras muy populares en su momento como “Ya Don Rafael habló” y “Estoy hecho tierra”. Sus creaciones han permanecido a través de los tiempos en el repertorio invariable de grandes intérpretes como Benny Moré, Compay Segundo, el Septeto Ignacio Piñeiro, Cheo Feliciano, Oscar D’ León, por sólo citar algunos de ellos. Numerosas películas del cine latinoamericano cuentan con sus obras en sus bandas sonoras.
Ñico cuenta que obtenía la materia prima para sus historias de su experiencia personal y de las anécdotas de familiares y amigos, especialmente narradas durante los velatorios, que dice, eran su mayor fuente de inspiración por la cantidad de cosas que en ellos se narraban.
El congo y sus butifarras
Catalina de Güines es un poblado que se encuentra a unos 50 kilómetros de Ciudad de La Habana. La prosperidad del pueblo dependió en sus inicios de las fértiles tierras que siempre han caracterizado a la región con el cultivo de caña que abastecía a ingenios azucareros de la zona, tabaco, café y viandas para el consumo. La llegada del ferrocarril en 1858 y después en la década de 1930 de la Carretera Central, justo en su kilómetro 52, le dio un considerable desarrollo al pueblo.
Las butifarras del Congo
Y fue precisamente en los años 30 que otro suceso lanzó a Catalina de Güines a planos internacionales. El Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro compuso una canción en honor a Las Butifarras del Congo, las más sabrosas del mundo al compás de “¡échale salsita!”.
Un viaje a cualquiera de los municipios cercanos a lo que ahora es la gran ciudad de La Habana eran toda una aventura. Así cogieron fama algunos lugares que se hicieron populares por su ofertas gastronómicas de calidad. Igual que ocurrió con otros pueblos cercanos a La Habana, como fue el caso de los panqués de un poblado llamado Jamaica, en la entrada de San José de Las Lajas, los panes y dulces de Los Pinos Nuevos de Bejucal, y las butifarras de El Congo, en Catalina de Güines se consagraron como un lugar gastronómico que valía la pena visitar.
Muchos, después de disfrutar de una fiesta y quizás para reponerse de algunos tragos de más, viajaban hasta Catalina para rematar una madrugada de juerga con una sabrosa comida criolla en El Congo.
A una de esas incursiones se refiere Ignacio Piñeiro en un son que nunca muere y se sigue interpretando por numerosos artistas, tanto en Cuba como en el extranjero, la citada “Échale Salsita”, que Piñeiro popularizó con su Sexteto Nacional.
“Salí de casa una noche aventurera
Buscando ambiente de placer y de alegría
Ay mi Dios, cuanto gocé.
En un sopor, la noche pasé,
Paseaba alegre por los lares luminosos
Y llegué al bacanal.
En Catalina me encontré lo no pensado,
La voz de aquel que pregonaba así: Salsa
En Catalina me encontré lo no pensado,
La voz de aquel que pregonaba así:
Échale salsita, échale salsita,
Ah, ah, ah, ah…
En este cantar profundo,
Lo que dice mi segundo
No hay butifarra en el mundo
Como la que hace el congo.
Échale salsita, Échale salsita,… “
Piñeiro, habanero, fue rumbero, cantante y organizador de los llamados coros de clave, agrupaciones de voces femeninas y masculinas que ensayaban y recorrían cada barrio de La Habana, compitiendo en días de fiesta famosos, pero es en el son donde llegó a ser una de las figuras más relevantes. Supo seguir la tradición de estos artistas del pueblo, tomarle el pulso a la vida cotidiana y reflejar en sus composiciones, tanto en el tema como en el sonido, los momentos en que le tocó vivir lo que le hizo gozar de la mayor popularidad.
Era los años en que se construía la carretera central, importante vía de comunicación para el desarrollo de la isla muchos trabajadores encontraron alivio a su difícil situación económica incorporándose a ese duro trabajo, y en los pueblos y ciudades por los que pasaba la carretera, se veían beneficiados no solo para el transporte de sus productos, sino por el paso de los viajeros, y precisamente uno de esos pueblos fue Catalina de Güines.
En Catalina, vivía y trabajaba El Congo, un negro llamado Guillermo Armenteros, que había sido esclavo y que se ganaba la vida en un modesto puesto donde servía los más variados fiambres. Chicharrones, frituras de todas clases y otros platos típicos de la cocina criolla, sobre todo basados en la carne de puerco. El Congo le decían por su piel oscura, porque vestía siempre de blanco y mantenía su negocio con extrema pulcritud. Hay que recordar que de los esclavos traídos a Cuba por los españoles, los que eran procedentes de la zona y etnia congolesa, era una parte importante del total.
La especialidad que lo hizo famoso fue la butifarra, que preparaba con cerdo y una sazón muy propia, de forma que la hizo inigualable. A El Congo se refiere Piñeiro cuando dice en su son: “En Catalina me encontré lo no pensado, la voz de aquel que pregonaba así: “Échale salsita!” Esta última frase fue la que se convirtió en sabroso estribillo.
Pero el negocio de El Congo prosperó de igual forma que otros que han proliferado en otras partes, y que han logrado el éxito y la popularidad precisamente por lo poco convencional de su oferta o por la personalidad de los que lo regentean. Aquel modesto puesto se transformó en un restaurante moderno, el lugar más importante del pueblo. Por allí pasaban los viajeros en ómnibus o en autos y se detenían a comer. El Congo se convirtió en un lugar típico, como La Bodeguita del Medio, en La Habana, o La Casa de Pedro el Cojo, en Santiago de Cuba.
El Congo de Catalina de Güines, como era conocido el restaurante en honor a su fundador y propietario, decayó un tanto con la construcción de la Vía Blanca, carretera que pasa por la costa norte, y que evita el tráfico por la carretera Central y después con la construcción de la Autopista Nacional, pero siempre se mantuvo en la preferencia de los que transitaban por aquel punto de atracción del pueblo de Catalina de Güines.
De las famosas butifarras nos canta Piñeiro en su son: “No hay butifarra en el mundo como la que hace El Congo”. Fue la música, el son, lo que inmortalizó a El Congo y lo hizo pasar al patrimonio de nuestros personajes populares. Y nunca la probé, vine a conocer el lugar después de la revolución y todos dicen que no se parecía en nada a la original, pero seguro que era algo excepcional. No era el tiempo del marketing donde pésimos cantantes como Shakira se convierten en dioses por obra y gracia del negocio, en esos tiempos había que ser bueno para ganar fama.
María Cristina me quiere gobernar.
Creo que pueden pasar siglos y el estribillo de esta canción compuesta por Ñico Saquito (de nuevo ese simpático y creativo personaje) estaba y sigue estando presente en lugar Cuba. Y al igual que muchos otros casos, esta guaracha que se ha internacionalizado e inmortalizado, y tiene su origen en un personaje real.
En esta obra musical se hace un retrato de la mujer cubana, enérgica y mandona, como dice la canción:
“María Cristina me quiere gobernar
y yo le sigo, le sigo la corriente,
porque no quiero que diga la gente
que María Cristina me quiere gobernar…
Que vamos pa` la playa, allá voy,
Que móntate en el carro, y me monto,
Que bájate del carro, y me bajo,
Que súbete en el puente, y me subo,
Que quítate la ropa, me la quito,
Que tírate en el agua, ¿En el agua?
¡No , no, no, no, María Cristina , que no, que no, que no, que no!
Maria Cristina me quiere gobernar….”
¿Pero quién fue en realidad María Cristina?
María Fernández se llamaba realmente la mandona. Ñico Saquito había llegado a San Luis, cerca de su natal Santiago de Cuba, para trabajar como aprendiz de mecánico de fundición, y durante su estancia en San Luis, había parado en casa de su tío Manuel Fernández. Fue allí que conoció a la enérgica esposa de aquel, María Fernández García, por lo que podemos imaginar el impacto que pudo causar en Ñico el carácter de la señora que le inspiró semejante canción.
A María Fernández había que respetarla. Vendía comida en la calle, en un tren de cantina, y a veces salía con un revólver pequeño, por si algún fresco se metía con ella. Ñico Saquito compuso esa canción un día en María le peleaba al esposo porque no quería bañarse.
Guillermo Cabrera Infante escribía sobre el tema unas reflexiones impresionantes:
“[…] Observen que María Cristina, que es, por supuesto, una mujer, colocada en su eterna situación de dominada, quiere gobernar al narrador, marido o amante, y convertirse en dominatrix. Mientras el interpelado, a su vez, cede a las intentonas de dominio absoluto de su mujer, haciendo ver que cede a sus demandas (le sigue la corriente), porque el autor de la canción o su personaje cantante no quiere que la gente (es decir, sus amigos, otros hombres, el pueblo de Cuba) hable de que María Cristina lo quiere controlar –cosa que es evidente ya ha logrado ella.
Esta canción inconsecuente y olvidable para muchos es para mí una obra maestra de humor sutil –y por supuesto, popular. Universal también porque el éxito cruzó los mares, viajó a otras tierras y volvió en las ondas cortas y largas de la radio. Ya rendí homenaje a “María Cristina” en Tres triste tigres y en un breve libro de ensayos titulado “O” –O por cero, pero también Oh por el asombro. La traigo aquí ahora no sólo como una forma de tributo oral, sino para que disfruten ustedes su humor bien pensado, bien realizado, y al mismo tiempo sepan, si no lo han adivinado ya, que éste es uno de mis ideales de escritura: quiero hacer música popular por otros medios.”
De nuevo Ñico Saquito hace popular a personajes cubanos, y de qué forma tan linda. Seguro que muchos de los que leemos estas líneas nos vemos retratados en el personaje del tío de Ñico.
El primer cubano que llegó al Polo Norte
Siempre en broma se ha dicho, de que un cubano es capaz de llegar y hasta vivir en el Polo Norte. En otros tiempos parecería absurdo, en los tiempos contemporáneos hay viviendo cubanos, que se han ido de su patria buscando un futuro y una vida mejor, en cualquier latitud. No se si precisamente en el polo, pero conozco cubanos, y no pocos, viviendo en Alaska, en Suecia, Noruega, Finlandia, en fin en climas y culturas muy diferentes a su ambiente, por las razones que ya conocemos.
Pues resulta que detrás de esta frase hay un trozo de la historia, no muy conocida, de una figura ilustre cubana, un santiaguero que fue el primer cubano en poner sus pies en el Polo Norte: José Joaquín Castillo Duany.
Y no lo hizo porque fuera explorador, como el tour de placer que protagonizó Núñez Jiménez gracias a su posición política y privilegios, sino enrolado en la tripulación del vapor Rodgers, uno de cuatro buques que el Senado norteamericano financió para salir en búsqueda del barco Jeannette que se había perdido en el Polo tres años antes y del que no había noticias.
José Joaquín realizó estudios en París y se hizo cirujano en la Universidad de Pennsylvania en 1880 y médico de la Marina de Guerra norteamericana. En el año 1881 se unió voluntariamente a la tripulación del vapor Rodgers, que partió el 16 de junio de 1881 de San Francisco, California, para rescatar a los tripulantes del “Jeannette”.
Pero los tripulantes del Rodgers no encontraron indicio alguno del Jeannette. Tras rastrear el norte de Alaska pusieron rumbo oeste, a la Siberia. Cerca del delta del río Lena, una explosión accidental provocó el incendio de la embarcación, y sus 35 tripulantes quedaron a la deriva en el inhóspito territorio polar ruso, donde conocieron que los hombres que intentaban rescatar habían muerto, en su mayoría congelados.
Los 33 tripulantes, 30 soldados, y tres civiles habían abandonado la embarcación en tres botes: pero el segundo bote zozobró y nunca más volvió a saberse de él. El primero logró llegar hasta el delta del río Lena pero el cansancio y las enfermedades hizo que finalmente los 14 tripulantes fallecieron, incluido el comandante.
El último bote sin embargo, corrió mejor suerte. Consiguieron arribar a la costa oriental del río Lena donde los condujeron a una villa, y tras establecer contacto con autoridades rusas lograron regresar a los Estados Unidos en febrero de 1882.
Los tripulantes del Rodgers casi todos murieron víctimas del frío, el hambre o el escorbuto. El cubano Castillo Duany cirujano asistente y médico de la expedición, resistió todas las adversidades y tuvo ánimo suficiente para hacer una serie de apuntes que publicaría luego en su libro “Los hábitos y la higiene de los esquimales”. Con dos compañeros, atravesó la Siberia, llegó a la península de Kamchatka, cruzó el estrecho de Behring y arribó al poblado de Sitka, en Alaska. Desde allí se trasladó a San Francisco, donde lo recibieron como a un héroe y lo colmaron de honores.
Castillo Duany se unió a la causa independentista cubana y participó en varias expediciones para llevar pertrechos a los insurrectos cubanos, todas exitosas. Finalmente se radicó en Santiago de Cuba con su esposa Matilde Simoni y sus hijos, donde ejerció su profesión y continuó en sus labores separatistas. Como una curiosidad hay que decir que Matilde era la hermana de Amalia, la esposa de “El Mayor” Ignacio Agramonte.
La nodriza de Simón Bolívar fue una cubana.
Cuando Simón Bolívar estaba por nacer, su madre, doña María Concepción, enfermó gravemente de tuberculosis por lo que los médicos aconsejaron que no amamantara al bebé.
Hipólita era una esclava que trabajaba en una de las haciendas de la familia. Ella podría ser madre sustituta y amamantar a Simoncito tan pronto naciera. Pero cuando eso ocurrió, el 24 de julio de 1783, la fiel negra, a punto de parir, no había dado a luz al suyo.
La familia de Simón, desesperada, buscó a la señora Inés Mancebo de Miyares, una cubana casada con Fernando de Miyares, luego gobernador general de Venezuela. La dama, amiga de María Concepción, acababa de debutar como madre y no vaciló en compartir su leche con el recién nacido.
A pesar de que no tuvo gran trato con doña Inés, Bolívar le tuvo un gran afecto a la cubana. Incluso, cuando se le confiscaron los bienes de los españoles y sus seguidores, él intercedió a su favor.
Bolívar escribió a un subordinado: “Cuanto usted haga en favor de esta señora corresponde a la gratitud que un corazón como el mío sabe guardar a la que me alimentó como madre. Fue ella la que en mis primeros meses me arrulló en su seno. ¿Qué más recomendación que ésta para el que sabe amar y agradecer como yo?”.
Simón Bolívar salvó su vida gracias a la nodriza cubana y el continente cambió su destino gracias a la leche materna que le proporcionó por varias semanas una mujer de origen cubano, pero algunos dicen de manera vergonzosa: “Fue un acontecimiento insignificante y de tan poca trascendencia, que no vale la pena colocarlo en los Libros de Educación”.
Pero así es el ser humano, desagradecido por naturaleza, peor que los animales. Suerte que Bolívar no padecía de ese mal.
Siempre recuerdo que Martí decía en carta al Generalísimo de nuestras guerras de independencia, Máximo Gómez: “Yo ofrezco a Vd., sin temor de negativa, este nuevo trabajo, hoy que no tengo más remuneración que brindarle que el placer de su sacrificio y la ingratitud probable de los hombres (…)”
Un cubano Campeón mundial de billar
El billar es un deporte de precisión que se practica impulsando con un taco un número variable de bolas (antiguamente de marfil), en una mesa forrada de paño, rodeada de bandas de material elástico y con troneras o sin ellas y del cual existen diferentes variantes. El modo inglés (conocido como snooker) donde se juega con 21 bolas en un tablero de mayores dimensiones; el francés que consiste en hacer carambolas entre una bola blanca, una amarilla y una roja y el americano o pool que cuenta con troneras en las cuales hay que introducir 15 bolas: 7 lisas, 7 rayadas y una negra. En este caso, la mesa tiene 6 agujeros o troneras, cuatro en las esquinas y dos más en el centro de cada uno de los lados largos de la mesa, en las que hay que introducir las bolas siguiendo las reglas que se establezcan. Los juegos de pool suelen contar con 15 bolas numeradas del 1 al 15. En Cuba se conoce como Chicago y era tan popular como la carambola, o quizás más.
La escuela inglesa afirma que el juego fue creado por Henry Devigne, un artesano de la corte de Luis XI mientras que los franceses asegura que su legítimo inventor fue el inglés Bill Yar, de ahí el nombre, pero el hecho real es que es un deporte muy gustado internacionalmente. La primera sala pública de billar se abrió en París en 1610. Luis XIII de Francia fue un gran aficionado y lo transformó en deporte, dando permiso para que el pueblo pueda jugar oficialmente
Alfredo de Oro fue una gloria del billar cubano y del planeta, que había nacido en Manzanillo, el 28 de abril de 1863. Cuando tenía 15 años de edad, un hermano lo llevó por primera vez a un salón de billar. El muchacho aprendió a jugar y quedó prendado de ese deporte.
Con solo 18 años, derrotaba ya a los mejores jugadores de Cuba. En 1887 participó en un torneo por el campeonato de Estados Unidos y empató en el lugar de honor. Tres años después fue su ganador absoluto.
En 1893 tomó parte en el Gran Campeonato del Mundo. Alfredo de Oro obtuvo la corona al derrotar al campeón inglés. En 1904 ganó también el Primer Premio en el Campeonato del Mundo, celebrado en el contexto de la Exposición de San Luis.
Obtuvo el campeonato mundial de billar 31 veces en varias modalidades, 18 en forma consecutiva. En 23 años solo perdió cuatro partidas individuales en tres bandas, y tiene el récord de haber hecho 93 bolas en un tiro.
La revista norteamericana Billiards Digest lo reconoció como el cuarto mejor jugador del mundo en todos los tiempos. Se retiró en 1934 en Estados Unidos, donde murió en 1948, a los 85 años. En 1967 fue exaltado póstumamente al Salón de la Fama de Billaristas de Estados Unidos.
De joven me gustaba mucho jugar billar, en particular la modalidad Pool o Chicago, pero sobre todo lo hacía en el Centro Asturiano, del que era socio familiar, pues los billares que pululaban por todos los barrios tenían muy mala fama. Para mi es un juego muy entretenido en el que se le van las horas a uno y no se da cuenta. Nunca fui, a pesar de practicarlo mucho, muy bueno, ni siquiera la sombra fugaz, no de Alfredo de Oro, sino de un buen jugador, pero a costa de ese juego me comí muchos sandwiches cubanos y muchas cervezas Guinness mientras pasaba muy a gusto mis tardes de domingo en el Centro Asturiano.
Isabel Rubio
Había visto en los mapas el nombre que lleva un pueblo de la provincia de Pinar del Río, pero realmente nunca profundicé en su origen hasta que hice un viaje a Sandino, en donde finaliza la provincia de Pinar del Río, después del pueblo de Guane, y donde aprendí que era el nombre de una patriota cubana, participante activa de las conspiraciones que, en contra del colonialismo español, se organizaban en Cuba y a la cual por desgracia en nuestra historia no se le ha dado el valor que merece.
Se incorporó al movimiento conspirativo en 1882 y participó en importantes reuniones clandestinas con José Martí en Cayo Hueso y Nueva York cuando se preparaban las condiciones para reiniciar la guerra por la independencia que se llevaba en Cuba en aquellos momentos. Su casa se convirtió en el centro de conspiración más grande en la provincia pinareña.
Cuando la invasión de las tropas mambisas llegó a tierras pinareñas, el General Antonio Maceo, conocedor de sus valores, quiso visitarla y se encontró con ella al llegar Paso Real de Guane. Grande fue la emoción de Isabel al ver junto al jefe de la invasión a su hijo Modesto Gómez Rubio. Se unió a la tropa como capitana de salud al frente del hospital militar ambulante, con lo que asumió una durísima tarea de enfrentar los frecuentes ataques y persecuciones de que era objeto su hospital.
Organizó un hospital de sangre, nunca temió a la muerte, curó sin descanso en plena manigua a los valientes mambises que peleaban por Cuba, agotó sus medicinas, consumió también las enviadas por simpatizantes de la causa de la libertad, y cuando no tuvo con qué curar, buscó hierbas por los campos, deshizo sus sábanas y ropas íntimas para fabricar hilas y vendajes y convirtió en harapos sus vestidos.
Este hospital fue visitado por el Mayor General Antonio Maceo en 1896, dándole a esta valiente mujer el grado de Capitán. Durante la segunda campaña de Maceo en la provincia de Pinar del Río, a finales del propio año de 1896, recorrió con su hospital de campaña más de 150 kilómetros, prestando sus servicios sanitarios a las tropas mambisas, a pesar de que ya contaba con 58 años de edad.
En un ataque sorpresa al Hospital de sangre por ella creado en Loma Gallarda, en febrero de 1898, logran hacerla prisionera, y conducirla al Hospital de San Isidro de la capital pinareña, con una herida que por su curación tardía estaba gangrenada y que conllevó su fatal desenlace. Su pueblo natal, Paso Real de Guane, hoy lleva con orgullo el nombre de esta excelsa patriota, del que todos los cubanos deberíamos conocer más.
Angoa, personaje del danzón cubano, dio origen a La Boa
Ricardo Benedit, nacido en lo que hoy es Centro Habana y aquejado por una meningitis, habló ya muy grande, a los 7 años de edad, y lo hizo con defectos. De alguno de sus giros más frecuentes, los muchachos de la calle tomaron el apodo que lo seguiría como un sello, igual que sus trajes y su sombrero: Angoa.
Un danzón escrito hace más de siete décadas, hace referencia a un magnífico bailarín muy bien vestido, elegante y al que le hacen coro cuando baila, solo podía ser Angoa.
Es el danzón Angoa, compuesto en 1946 por Félix Reyna, el cual fue violinista de Arcaño y sus Maravillas, Fajardo y sus Estrellas, Orquesta América de Ninón Mondéjar, la Orquesta de Enrique Jorrín, y finalmente con la agrupación que fundó, Estrellas Cubanas un autor de bellas obras como Angoa, El niche, Muñeca triste, Qué lindo es mi danzón, Si no estás tú, Si te contara, Silver Moon entre otras, sin olvidar un éxito mundial: Olga la tamalera.
Félix, aparte de violinista autodidacta, fue empleado de oficinas públicas, inspector aduanal, cartero y boxeador, llegó al grado 33 de la masonería, se hizo babalawo en la religión yoruba y gran participante en peñas de baile de La Habana en los años 40 y 50.
A Félix Reyna le motivó hacerle un danzón por la forma de vestir y de bailar de Ricardo, que era algo que todo el mundo notaba. Y también porque tenía mucho éxito con las mujeres.
Cuando en 1948 la orquesta de Arcaño grabó el danzón Angoa en los estudios de la radiodifusora CMQ, Rafael entendió que había llegado el día de formar su propia fraternidad: el Angoa Sport Club.
Carlos José Reyes Hernández mejor conocido por su nombre artístico, Carlos Lico, fue el autor de “La boa”, variante de la canción “Angoa” del cubano Félix Reyna, donde la Sonora Santanera la convirtió en su pieza emblemática. Pero muy pocos saben que el gran cantante Carlos Lico fue su inspirador.
Angoa y Hernández no podían creer que exista La boa y que haya hecho bailar a una generación de mexicanos, no encontraban el eslabón perdido. Y no es tan difícil encontrarlo, la tradición danzonera está más viva en México, desgraciadamente solo entre los mayores, que en Cuba.
Para recordar su memoria se celebra el concurso de Danzón ‘Ricardo Benedit Varela’ dentro del marco del 2o. Encuentro Internacional Danzonero ‘Miguel Failde in Memoriam’ 2017 en la ciudad de Matanzas, cuna del danzón.
Jacques de Sores, autor del mayor ataque sufrido por La Habana
Jacques de Sores fue un corsario francés, protestante y hugonote de Normandía, recordado por haber atacado e incendiado la villa de La Habana (Cuba) en 1555.
Por supuesto que no es un personaje cubano, pero es tan recordado y se habla tanto de él que ya casi lo sentimos nuestro, aunque haya sido para mal. Fue lugarteniente de otro pirata francés, François Le Clerc (el primer pirata que tuvo una pierna ortopédica de madera, por lo llamaban Pegleg o Pata de Palo.
El 10 de julio de 1555, Sores atacó la villa de La Habana con 200 piratas, el número de buques que usó Sores en el ataque varía en las diferentes versiones, pero de cualquier forma Sores tuvo pocos problemas para tomar la ciudad, poco defendida entonces. Ello conllevó a que La Habana fuera después, la más fortificada de todas las posesiones españolas.
Cualquiera que haya sido su intención ésta fue un fracaso porque no encontró las enormes reservas de oro de la ciudad, y los rescates por la población secuestrada no fueron pagados. Durante un mes los 200 piratas saquearon casa por casa, matando a todos los españoles y a los esclavos africanos. Destruyeron la fortaleza de la Fuerza Vieja en la calle Tacón y quemaron gran parte de la ciudad. Quemaron además las naves en el puerto y destruyeron gran parte de los alrededores. La facilidad con la que había capturado Sores la aldea, llevó a la corona española a iniciar la construcción de fortalezas. El Castillo de la Real Fuerza se construyó para sustituir a la Fuerza Vieja y más tarde el Castillo de los Tres Reyes Magos del Morro y el Castillo de San Salvador de la Punta, a ambos lados de la boca del puerto de La Habana.
El Gobernador de la Isla, Gonzalo Pérez de Angulo, tratando de sorprender a De Sores, penetró en el poblado, antes del amanecer del día 18 de julio, acompañado por doscientos ochenta hombres. Aunque lograron asesinar a varios franceses no lograron atrapar a Jaques, este se refugió en la casa de Juan de Rojas, la que al parecer era la que mayor protección podía brindar entonces, donde resistieron hasta el 6 de agosto cuando se hicieron a la mar, no sin antes pasar cuchillo a treinta y un prisioneros, incendiar la Villa y cargar con todo cuanto de valor había.
Pero hubo dos piratas más famosos que no pudieron tomar la Habana:
El gran corsario Francis Drake, quien en mayo de 1586 se presentó en la bahía del Puerto de La Habana y al ver una ciudad más fortificada decidió retirarse. También el tristemente célebre, Henry Morgan, y que llegó a ser llamado Rey de los Mares del Caribe, fue de los últimos corsarios en amenazar La Habana, cuando el primero de marzo de 1668 desembarcó con setecientos hombres por la zona de Batabanó para atacar por sorpresa La Habana por tierra, pero al percatarse de los preparativos de defensa de la ciudad, desistió y reembarcó sus filas con destino a Puerto Príncipe, al este de Cuba (hoy la importante ciudad de Camagüey) adonde llegó el 29 de marzo de 1668.
La escuadra desembarcó en Puerto Príncipe, pero no fue un ataque sorpresa como se había planificado, pues llegaron noticias a los vecinos del ataque y se armaron al efecto.En la estadía le fue entregada a Morgan una carta incautada que iba dirigida al alcalde de Puerto Príncipe y que había sido enviada por el gobernador de la isla de Cuba; en la misma le instruía a demorar a los filibusteros para organizar un contraataque, en vista de lo cual, decidió partir. Sin dar a saber a los vecinos del contenido de la carta, impuso un tributo a cambio de no incendiar la ciudad, de 500 vacas y sal, que al final fue pagado. Así y todo, el botín logrado en esta expedición fue pobre, solo unos cincuenta mil pesos; además de objetos robados a las iglesias como campanas, vasos y ornamentos sagrados.
Todo cubano desde niño escucha estas historias con asombro y muchos quisimos ser uno de esos feroces piratas. Pero entonces no sabíamos que había existido un pirata cubano.
El pirata cubano.
Es cierto que muchos de los gobiernos cubanos han estado constituidos, desde el presidente, hasta los ministros y otros poderosos personajes, por piratas peores que los que surcaban los mares con un sable en la boca, un parche en un ojo y una pata de palo. Estos andaban en traje con cuello y corbata, pero eran mucho peores que los famosos piratas, corsarios o filibusteros.
Este pirata fue conocido como Diego Grillo. También por Dieguillo, Diego Martín y varios sobrenombres más. Se supone que nació en San Cristóbal de La Habana allá por 1556, justo un año después del brutal ataque de Jacques de Sores a la ciudad, y que fue fruto de la relación entre una esclava negra y un español.
La infancia de Diego fue la de un esclavo, en la que abundaron azotes y agravios, lo que lo volvió un rebelde. A los 13 años se fugó de la villa y se enroló como grumete en un barco. Meses después, el galeón donde navegaba fue capturado por el corsario Francis Drake. El cubanito quedó fascinado por el famoso y temido marino, quien lo apadrinó.
Se dice que después que su maestro pirata fue nombrado Almirante de Inglaterra, el criollo comandó su propio barco, y se convirtió en el mayor azote de las naves españolas que surcaban en los mares cubanos.
Junto a Francis Drake, saqueó, entre 1577 y 1580, Campeche, Veracruz y puertos de las costas de Chile y Perú, por lo que empezaron a llamarlo el Mulato Lucifer. Llegó a ser segundo del célebre pirata holandés Cornelis Jol, conocido por Pata de Palo, con quien asoló ciudades como Nuevitas y Mariel.
Hablaba perfectamente el inglés y la lengua africana de su madre. Y que hasta recibió honores de los reyes de Inglaterra por los servicios prestados a la Corona. Sus biógrafos agregan que era valiente hasta la temeridad y caballeroso con las damas cautivas.
Sobre su final se comenta que hay constancia de que al menos dos gobernadores de la Isla de Cuba lo persiguieron afanosamente, y hay quien asegura que fue capturado y ahorcado por los españoles en 1673, pero otras versiones dan por hecho que murió de viejo en Inglaterra, disfrutando de su fortuna.
Un mulato cubano Alcalde de París
Severiano de Heredia, nacido en La Habana en 1836 y primo del poeta romántico cubano José María Heredia, al que se lo conoce como el poeta nacional aunque pasó la mayor parte de su existencia fuera de ella. Autor de obras épicas como En el “Teocalli de Cholula”, de tono meditativo y melancólico, característica que se repite en todas sus obras. Con esta obra se inauguró el romanticismo poético latinoamericano. Denunciado por conspirar contra la dominación española, tuvo que huir a Boston, en donde escribe “Himno del desterrado” (1825) y es muy conocido por su “Oda al Niágara”.
Hijo de los esclavos liberados Henri Domingo de Heredia y Beatriz de Cárdenas, después de la muerte de su padre adoptivo (o biológico) en 1848, Severiano viaja con su madre a París y se instala definitivamente en la Ciudad Luz. Muchos afirman que era más bien hijo del amo con Beatriz, su esclava, algo que explica por qué el amo decide adoptarlo desde su más tierna edad. En aquel país desarrolló una larga carrera política y desempeñó importantes cargos durante la III República. El 1ro. de junio de 1879 fue electo alcalde de París, que contaba por entonces con dos millones de habitantes.
Durante su mandato enfrentó la emergencia del invierno de 1879-1880, cuando hubo temperaturas de hasta 23 grados bajo cero, el río Sena se congeló y las principales vías de comunicación quedaron bloqueadas. Severiano ordenó contratar a doce mil desempleados para limpiar las calles y abrir los locales de la ciudad a las personas sin hogar.
En 1881 lo eligieron diputado, y en 1887 ministro de Obras Públicas en el gobierno de Maurice Rouvier. Los racistas de cierta prensa lo llamaban, despectivamente, “el negro del Elíseo”. Murió el 9 de febrero de 1901, a los 64 años.
Este otro Heredia cubano, menos conocido que sus dos primos poetas, José María Heredia y Heredia y José-María de Heredia fue, por así decirlo, el primer hombre de origen africano en obtener una cartera de ministro en un gobierno europeo y el único nativo del continente americano que ha ocupado el relevante puesto de la Alcaldía de París.
El empeño de Paul Estrade, profesor universitario e hispanista, influyó en la decisión de la Alcaldía de París de rendir homenaje a este olvidado de la historia. De la misma manera que su pariente José María de Heredia, también nacido en Cuba, fue el primer extranjero en ocupar un sillón en la Academia de la Lengua francesa, Severiano había sido el primer hombre de color en encabezar un ministerio europeo.
De las tinieblas del olvido lo rescata el profesor Estrade en un libro que lleva en portada una de las caricaturas inspiradas en él: Ce mulâtre cubain que Paris fit maire (Ese mulato cubano que París convirtió en alcalde), publicado en las ediciones Les Indes savantes, en 2011.
El 5 de octubre de 2015, Anne Hidalgo, la alcaldesa de París, y otros ediles del Ayuntamiento de la capital, inauguraron en la esquina de la calle Saussure y el bulevar de Pereire, en el distrito XVII de la capital francesa, la calle Severiano de Heredia, mientras que en el cementerio de Batignolles lo han incluido finalmente en su lista de personalidades, tal vez la mejor prueba de que comienzan a rendir honores merecidos a este hombre singular, nacido en Cuba.
Un personaje mitológico de Cuba.
Son muchos, pero en particular vamos a referirnos a uno que tiene gran trascendencia sobre todo entre los campesinos y los practicantes de ritos afrocubanos: El Güije
El Güije también se conoce como Jigüe o Chichiricú y se cuenta que este personaje es uno de los guardianes de la naturaleza, ya que la mayor parte de la mitología cubana nace en los montes y los ríos, en donde se dice que siempre existe un ojo que ve todos los pasos que das, y si se hace algún mal se escuchará hasta los pájaros cantar “Te vi”.
El Güije vive en las orillas de los ríos, y es descrito como un ser pequeño de raza negra y quien tiene muy baja estatura y que a las orillas del río, espera a que alguien pase para llevárselo al fondo del agua.
Siempre recuerdo a un simpático personaje de una telenovela cubana que tuvo una gran aceptación: Tierra Brava, en la que el guajirito siempre estaba asustado y no quería que lo cogiera la noche en el monte porque le podía salir un chichiricú.
Es como un enano de piel negra, ojos saltones y dientes afilados enmarañada cabellera, es este patizambo duende conocido como jigüe en la parte oriental del país.
Se dice que son más veloces que los caballos, tienen una descomunal fuerza y son capaces de saltar a gran altura, y a su vez pueden aparecer o esfumarse en un santiamén. Una especie de mini Superman tropical.
Los historiadores afirman que los güijes fueron creados por los colonizadores españoles para asustar a los niños y evitar que se bañaran a su antojo en los ríos y lagunas de Cuba, así como para que los esclavos que se fugaban, llamados cimarrones, temieran su presencia. La ignorancia hizo que esa ficción se arraigara en los adultos, quienes la transmitieron, como el cuento del viejo del saco para asustar a los niños, a las nuevas generaciones.
La leyenda dice que estos fantásticos seres llegaron a la mayor de Las Antillas encerrados en una botija traída desde África en un navío portugués dedicado al comercio de esclavos. Al ser bajado a tierra firme, el recipiente de barro se rompió y los diablillos quedaron en libertad.
Al ver a los quejumbrosos africanos encadenados y tirados en la costa, los güijes se asustaron y huyeron a los montes. Al igual que en suelo africano, fijaron su morada en ríos y lagunas.
Los humanos son el principal blanco de las travesuras y terribles bromas hechas por estos gnomos antillanos que, según el imaginario popular son amantes de las frutas maduras, la carne de cerdo cocida y el dulce de guayaba, y también los hay adictos al ron, pero rechazan el tabaco.
En su libro “Mitología cubana”, el escritor villareño Samuel Feijóo recoge numerosas historias escuchadas en zonas rurales y referidas a ese hijo de la fantasía, lo que también se ha reflejado en la pintura y en diciembre de 1965 el primer bailarín y profesor de danza Alberto Alonso estrenó su ballet “El güije”, una de las grandes creaciones coreográficas cubanas.
Al duendecillo de las aguas dulces cantó el trovador Silvio Rodríguez en su pieza “El güije de la soledad”.
Creo que hoy en día, por la desaparición o disminución notable de la vida rural, el mito se va perdiendo y solo queda como referencia para cuentos de niños.
Tamakun, el vengador errante.
Cuando era niño y la radio era la reina de la casa, todos tenían sus preferencias y esperaban con ansiedad el próximo capítulo de las telenovelas. Para los menores eran Los Tres Villalobos, Jackie el Pecoso con su personaje de Tanganika (fuerza grande de Tanganika) y para los mayores, la ya convertida en un mito telenovela El Derecho de Nacer o las diferentes entregas del detective chino Chan Li Po. Pero algo que les gustaba a todos era Tamakún.
Tamakún, el vengador errante es un personaje surgido de la radionovela cubana en diciembre de 1941. La radionovela pronto se extiende a otros países latinoamericanos, como México, Venezuela, Colombia, Chile y Perú. Fue creado por el escritor cubano Armando Couto.
Tamakún era un príncipe hindú que debía luchar contra su malvado tío Sakiri el Negro, el cual había asesinado a los padres de Tamakún para apoderarse del Reino de Saracardi. Luego de recuperar el Reino, este decide luchar contra el crimen y es solicitado por gente de diferentes partes del mundo. Así junto con sus amigos, Alí Yabor y Zorka, recorren el mundo en donde tienen aventuras y peligros. Algo así, salvando la distancia y la tecnología, como un Agente 007 de aquellos tiempos.
En Cuba se emplea mucho una frase que dice que alguien “se le escapó a Tamakún por debajo de la capa o del turbante”, la que se refiere a la inventiva criolla para resolver situaciones difíciles, para esquivar el ataque enemigo y salir ileso. Pero a muchos, que no conocen el origen del dicho les llama la atención la palabra Tamakún y la alusión a la capa o el turbante, dos prendas que no tienen que ver con los modos de vestir de los cubanos.
Actualmente solamente los cubanos de mi generación recuerdan la novela, debido al paso del tiempo, y la historieta, muy famosa en varios países, por desgracia no circuló en Cuba, por lo que los más jóvenes no saben quién es Tamakún, ni el porqué de la expresión que escuchan y repiten.
Sin embargo en los países latinoamericanos donde se transmitió y se comercializaron las historietas, aún se recuerdan con agrado las peripecias del valiente y pintoresco personaje.
Como quiera que sea, Tamakún y lo que él representa, quedaron instaurados en el imaginario popular de la región. Por eso no es raro presenciar que alguien con habilidades, arrojo y un sentido activo de la justicia, sea comparado con el príncipe hindú que nació en el Caribe.
Y que los cubanos, que por suerte habían escuchado a Tamakún, estaban preparados para todos los avatares que le trajo la triunfante revolución.
El lema de Tamakún decía así: “Donde el dolor desgarre, donde el peligro amenace, donde la miseria oprima, allí estará Tamakún, el vengador errante”. Todavía me parece estar escuchando al gran actor protagónico de Tamakún: Eduardo Egea.
El lema se quedó en eso, en lema de una obra de ficción, porque durante más de medio siglo Tamakún no ha evitado el desgarro del dolor, ni la amenaza del peligro ni la opresión de la miseria en nuestra desdichada patria.
Oliva, Arturo Artalejo y “con la manga al codo”
“Con la Manga al Codo” era el programa de crítica de Radio y Televisión más respetado y de mayor audiencia en La Habana, desde que salió al aire el 14 de Marzo de 1952 hasta Septiembre de 1960 en que Artalejo salió al exilio.
Cuba tenía, sin duda alguna, los mejores programas de televisión en el mundo de habla castellana. La televisión llegó a Cuba en 1950 y ya en 1958 había casi medio millón de televisores, en un país con solo seis millones de habitantes. Los niños de entonces recordamos con nostalgia muchos programas como el infantil del Viejito Chichí y otros como Cachucha y Ramón, Mamacusa Alambrito, Mi Familia, Detrás de la Fachada, y muchos otros.
Los personajes y los acontecimientos que hoy analizamos nos parecen historia antigua, algo así como a una historia en que todos querían llegar a lo más alto dando lo mejor de cada cual. Es cierto que cada uno quiere que se imponga su idea, por eso era y sigue siendo muy importante la crítica.
La juventud del centenario del Apóstol fue una realidad y es cierto que la economía de Cuba floreció y ocupamos los primeros lugares dentro los países más adelantados de América junto a Estados Unidos y Argentina, pero vivimos bajo un régimen militar impuesto, que fue el de Batista y a pesar de existir varios partidos políticos y una prensa abierta y libre, que criticaba lo mal hecho, hubo mucha represión, torturas y muertes, y el país entró en una situación política extrema.
En 1956, se creó la emisora Radio Capital Artalejo ubicada en el edificio “Atlantic”, en cuyos bajos estaba el cine de igual nombre que fue el primero en Cuba con proyección de filmes de 70 milímetros, y donde actualmente está la sede del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) en 23 y 12 en el Vedado y donde la radioemisora ocupaba un local de escasas dimensiones.
Ángel Vázquez Millares, en la estación propiedad de Arturo Artalejo tuvo un programa titulado “Crítica musical con la manga al codo”, con media hora de duración en el cual hacía críticas de los espectáculos del género presentados entonces en La Habana a cargo de Pro Arte Musical y la Filarmónica de La Habana. Hago esta introducción para que se vea que Artalejo lo criticaba todo, no solamente la política y contaba con reputadas personalidades.
Radio Capital Artalejo: Con la manga al codo, también contó con el talento del reconocido actor, narrador, titiritero, modelo, payaso y director de programas radiales y televisivos Edwin Fernández.
Un hecho particular relacionado con la emisora fue la historia del caso Clavelito, cuando Arturo Artalejo, en el programa “Con la Manga al Codo” recibió muchas criticas de oyentes sobre el giro peligroso que estaba tomando el programa de Clavelito con el mensaje de que con el vaso de agua sobre el radio se curaban todos los males y que no era necesario ver a los médicos ni tomar medicinas, y después de oír el programa estuvo de acuerdo con las críticas al programa y el peligro que podía representar. A Clavelito no le gustó la crítica y el final fue que la Comisión de Ética Radial lo suspendió por lo que tuvo que aceptar sus condiciones para regresar su programa al aire.
La Ética de los anunciantes de antes de la revolución prohibía mencionar a un producto de la competencia. Usted no podía decir “Ace” es mejor que “Fab” ni la Coca Cola es mejor que la Pepsi Cola. No como ahora que ante cualquier campaña política lo predominante es buscar los defectos y errores del contrario y no exponer su proyecto como el más beneficioso para el pueblo. Indudablemente que la palabra “ética” en cualquier momento desaparecerá del diccionario o pasará a formar parte de esas palabras que están en el diccionario y que nunca empleamos por desuso.
Ing. Juan Carlos Oliva, amigo y maestro.
Radio Artalejo fue fundada en 1929, por Don Enrique Artalejo Fernández. Desde el 14 de Marzo de 1952, su principal prograsma se llamó “Con la Manga al Codo” y tenía de Director a Arturo Artalejo.
Arturo Artalejo fue expulsado del Colegio Nacional de Periodistas de Cuba y del Colegio Nacional de Locutores de Cuba (Revolucionarios) en 1960, por contrarrevolucionario, después de ser condenado públicamente al negarse Radio Capital Artalejo a pertenecer al FIEL (Frente Independiente De Emisoras Libres), primer paso para la concentración de la Radio y la Televisión cubanas en manos del estado.
Cuando me refiero a este tema, siempre recuerdo, no por este caso porque siempre lo recuerdo con admiración y cariño, a mi amigo y profesor de Ingeniería, Jorge Carlos Oliva Espinosa, autor de obras que no han sido justamente reconocidas y el cual tenía como un referente a Artalejo, y es que Oliva, igual que el famoso productor radial, siempre estaba con la manga al codo.
El Rey de los Campos de Cuba.
A modo de un Robin Hood tropical, el bandolero más famoso de la época colonial fue sin lugar a dudas Manuel García, conocido como el “Rey de los campos de Cuba”. Según cuentan robaba a los ricos para socorrer a los campesinos pobres y burló a cuantos Generales españoles trataron de capturarlo.
Manuel García y Ponce de León nació en la finca Guayacán del poblado de Alacranes el 1ro. de febrero de 1851, hijo de un matrimonio campesino pobre procedente de las Islas Canarias. Aprendió a leer y escribir y se aficionó a las peleas de gallos y al juego de naipes. Un día, jugando a las cartas con unos desconocidos en un bohío apartado y convertido en garito,su amigo Tomás se dio cuenta que les hacían trampas y en la pelea mató a uno de ellos a machetazos y huyó. Manuel García no le vería más pero le dejó inculcado ese espíritu aventurero, valiente y decidido que le acompañó toda su vida.
Cuando murió el padre, madre e hijo buscaron fortuna en La Habana y Bejucal, antes de establecerse en Quivicán, dedicándose a las labores del campo. Manuel García se convirtió en un laborioso agricultor. Conoció a la joven Rosario Vázquez a quien todos conocían como Charito y se casaron. En un guateque pueblerino, casi como en una novela, el alcalde se obstinó en bailar con Charito. Ella se negó y él la humilló. Manuel abofeteó al regidor y lo retó a un duelo a machetazos, pero el acobardado funcionario, se escudo en su autoridad y lo envió a la cárcel.
Siguiendo el símil de una novela, después de ser liberado, Manuel García fue a ver a su madre que ahora vivía con José García Gallardo, un rico hacendado de la zona y viendo que ella era brutalmente golpeada por el amante sacó su afilado machete y lo hirió de gravedad. Para no ir de nuevo a la cárcel huyó y se unió a la banda de Perico Torres, un conocido bandolero con andanzas en Güines, Quivicán y Bejucal y que hasta se atrevía a delinquir también en la ciudad de Matanzas.
Obra de Carlos Enríquez.
Poco tiempo después Manuel decidió formar su propia cuadrilla. Tenía veinticuatro años y muy pronto se hizo famoso por sus audaces asaltos y secuestros de personas adineradas. Eludió cuantas celadas le tendieron las fuerzas coloniales gracias a la protección que le brindaron los guajiros, quienes le avisaban de la proximidad de los guardias y lo ocultaban en cuevas y sitios intrincados y le proporcionaban alimentos y pertrechos.
Esta ayuda de la gente del campo era resultado de que Manuel García nunca olvidó su esencia, ni las miserias vividas, ni los abusos de las autoridades. Con el botín obtenido en sus fechorías, alivió muchos sufrimientos de las familias pobres de la llanura Habana-Matanzas que lo aclamaban como el “Rey de los Campos de Cuba”, un título le gustó tanto que se constituyó en su firma cuando enviaba las cartas de rescate, exigencias de dinero o mensajes a la prensa.
Cuando terminaron la Guerra de los Diez Años y la Guerra Chiquita, muchos patriotas marcharon a otros países para reorganizarse y lo mismo hicieron algunos jefes de bandas y Manuel García lo haría en compañía de su esposa en 1885, instalándose en Cayo Hueso, donde trabajó en la tabaquería de Eduardo Hidalgo Gato y se integró al Club Patriótico Cubano.
En septiembre de 1887, Manuel García con los grados de comandante conferidos, abordó, junto con tres combatientes más, un pequeño velero de pesca que los llevó a Puerto Escondido, en la costa norte de La Habana, cercano a Matanzas. De nuevo en las antiguas zonas donde operaba, pudo reagrupar a su cuadrilla y la armó con los buenos rifles, filosos machetes Collins, revólveres Smith and Wesson y cuchillos de monte.
Contactó y colaboró con los jefes de los grupos revolucionarios de La Habana y Matanzas, buscó lugares propicios para desembarcar expediciones y refugios seguros, atacó a patrullas españolas y organizó entre los guajiros un sistema de información para detectar y transmitir los movimientos de las tropas españolas y volvió a su antiguo oficio de bandolero para sostenerse y contribuir a la causa de la libertad, destacándose por amenazar a los hacendados con quemar sus campos de caña o secuestrarlos si no contribuían a la causa independentista.
Fue asesinado en febrero de 1895 en Ceiba Mocha, en una escaramuza con las tropas españolas cuando iba a unirse a los soldados matanceros que comenzarían la Guerra de Independencia el dia 24.
La prensa proespañola lo presentaba como un criminal, un despiadado bandolero que aterrorizaba las llanuras matanceras y habaneras. Con la independencia de Cuba, en la etapa republicana fue el protagonista romántico y justiciero del cine, series radiales, folletines, postalitas y novelas, en fin, un personaje idolatrado por lo niños y héroe de todos.
Pero la verdadera imagen de este campesino fue que, obligado por los abusos de las autoridades y los poderosos, se alzó en los campos como bandolero y después se convirtió en mambí, abrazando la causa por la cual luchó y murió.
Todavía recuerdo unas coplas con las que mi abuela pretendía dormirme: “Y dice Manuel García, que si no le dan centenes, que descarrila los trenes y mata a la policía…”
Mi reino por una malta: El “Niño” Valdés
Si usted es cubano, conoce de sobra que desde que tiene uso de razón, el día no es día si no se inicia con un buen café con leche y pan cubano con mantequilla. Y de vez en cuando es muy sabroso tomarse una malta con leche.
Sin embargo ¿a quién en todo el universo se le ocurre la idea y tiene el deseo de tomarse una Malta Hatuey con leche condensada? Creo que solamente a los cubanos. Los antojos cubanos son diferentes a todos los demás. Como los míos que gozo comiendo un arroz blanco con frijoles negros con un trozo de dulce de guayaba o un plátano fruta, como me lo servían cuando era niño para que comiera bastante.
Aunque México sea el país con la tercera comida más variada del mundo, los cubanos que vivimos aquí nos pasamos la vida tratando de reproducir, al menos de vez en cuando, el menú típico nuestro, ese que, independientemente de que su variedad no sea tan vasta, nos contentamos con el congrí y la carne de puerco, alternando con platanitos fritos o tostones, porque comerse en México una yuca con mojo es un verdadero milagro, pero esto siempre nos devuelve un poco del sabor isleño, algo de aquel aroma que se prendía los fines de año en la cocina de mamá. Y vuelvo a recordar a Lichi, Eliseo Alberto Diego, tan cubano como las palmas y que muriera en México, porque lo obligaron a denunciar a su propia familia, y que decía algo que a primeras luces parece inaudito, pero que es una realidad absoluta: “La patria es la comida”.
Es posible encontrar cualquiera de esos ingredientes en los mercados mexicanos. Es muy común el plátano macho, como a veces es fácil de hallar es el boniato, aunque siempre preguntando por camote, y es difícil aunque no imposible tropezar en algún estante con tres o cuatro pedazos de yuca que nadie sabe para qué se usan ni cómo se cocinan, la mayor parte de las veces ya algo seca.. Pero lo que sí no aparece, ni en los centros espirituales mexicanos, es la malta. No sólo no aparece, no saben qué cosa es.
Y si hablamos de cerveza no se puede dejar de hablar de la malta. La malta es una bebida que existe en muchos países del mundo, en particular se consume mucho en el caribe y en Cuba en particular es un vicio hasta para los tomadores de cerveza aunque su graduación alcohólica es pobre y tiene sabor dulzón. Pero se considera un buen reconstituyente y alimenticia, y existe una extendida costumbre de tomarla con leche condensada, una combinación que es deliciosa.
Había un famoso boxeador cubano de peso completo, llamado el “Niño” Valdés. El Niño Valdés fue el Heavy Weight profesional cubano más notable de los años 50. Peleó con los mejores de la época y no pudo llegar a pelear por un título mundial (en algunos reportes dicen que nunca le dieron la oportunidad). Se retiró en 1959. Pero antes de ello Geraldo Ramos Ponciano Valdez debe haberse comido y tomado miles de bistés filete y maltas Hatuey, los que anunciaba por televisión.
Ganó rápidamente sus primeras peleas en Cuba por la vía rápida, pero la isla no era pródiga en boxeadores de su peso, los rivales escasearon y continuó su trabajo en los muelles.
El Niño Valdés no puede ser el caso de un atleta que quede en el olvido.
El “Niño” que tuvo que salir a buscarse la vida desde muy temprana edad, media 6 pies 3 pulgadas, con 215 libras de puro músculo y, según los cronistas de la época, contaba con poderosos nudillos en ambas manos. El boxeo, sin dudas, era su ruta de escape de la miseria. Y en buena medida lo fue.
Dos peleas muy fuertes contra Federico Malibrán, ambas en 1945, donde cada uno se llevó un nocaut, era lo más espectacular de esos primeros años del Niño. Valdés estaba en decenas de comerciales, desde leche hasta trajes de vestir, pasando por el famoso bisté filete y sobre todo la Malta Hatuey. Muchos padres agradecían éste en particular, pues ayudaba a que los más pequeños miraran a la comida con otra óptica, para ser iguales que él de fuertes.
Se enfrentó 3 veces, a manera de exhibición frente al gran Joe Louis, mientras peregrinaba,y en 1953 logró ser Campeón de los Pesos Completos en Cuba al darle fuera de combate técnico a Onelio Agramonte, en La Habana y después, en menos de un mes, venció por decisión unánime a Ezzard Charles en Miami. Esa temporada le valió el premio al Boxeador de Mayor Progreso, entregado por la revista The Ring. Enfrentó a varios Campeones Mundiales y se codeó con los mejores de su era. El éxito, relativo, le sonreía a ratos.
El descenso de su carrera llegó en 1959, cuando Sonny Liston lo noqueó en el tercer round, y a quien Valdés llamó “el tipo que más duro me golpeó en un ring”. Su despedida sin embargo, fue con victoria, antes de lo reglamentario, frente a Brian London, en Londres, en diciembre de ese mismo año.
Su sonrisa amplia, humilde y sana le ganó miles de seguidores en todo el archipiélago. Disfrutando una excelente película “The Green Mile” de 1999, escrita, producida y dirigida por Frank Darabont, el mago de la mejor película que he visto: “The Shawshank Redemption”, al ver a Michael Clarke Duncan, me pareció estar viendo al Niño Valdés.
El Niño Valdés era un hombre de buen corazón y muchos de los que estuvieron cerca de él dicen que le costaba trabajo maltratar a sus rivales en el ring, especialmente si veía que era muy superior. Le faltaba el instinto “asesino” y sin perdón de los grandes campeones.
Por supuesto, el Niño no fue ajeno a la maldita desgracia de la gran mayoría de los boxeadores: como ha sido, es y será, el Niño vivió pobre el resto de sus días y murió solo, el 3 de junio del 2001, en Nueva York. Siempre asociaré la malta a El Niño Valdés.
En Argentina y en México no conocen la Malta como la malta cubana, por lo que junto a la malanga y la yuca, que están a cada rato en mi pensamiento y deseos, no saben lo que se están perdiendo.
No conocen los mexicanos esta bebida extraída en el proceso de fabricación de la cerveza y que tan apreciada puede ser en países como Cuba o Venezuela, y cuando la prueban, ponen una cara muy parecida a cuando nosotros probamos el mole por primera vez. De todas maneras los mexicanos son adictos a las cervezas muy ligeras y no a las enriquecidas con malta, con más cuerpo, sabor más amargo y mayor graduación alcohólica, así que supongo que si las prueban, a la mayoría no les guste. El paladar mexicano tiene acomodada las papilas gustativas casi exclusivamente al chile, mientras más picante, más sabroso lo sienten, no importa que el sabor de el resto de los componentes de cualquier comida desaparezca, lo importante es el chile.
Aún así, de todas las cosas que extraño de La Habana y que me atenazan la memoria, la malta ocupa un lugar inolvidable pues era lo ideal la malta con leche para ver la televisión. Ese era un acompañamiento equivalente al de las rositas de maíz en el cine. Que digo, muchísimas veces mejor.
Malta con leche condensada y galletas de sal con mantequilla o mayonesa, ese era un banquete para el cubano.
En la nórdica ciudad de Malmö, la tercera ciudad más habitada de Suecia y con una gran población inmigrante, se consigue hasta quimbombó, el que cultivan y venden los chinos. Hay leche quemada o fanguito, que venden unos árabes, pero no pidas malta. Ni eso, ni ají cachucha. Y recuerden que sin el ají cachucha, el congrí no es congrí.
Pero aunque hayamos hablado de El Niño Valdés, el verdadero centro de esta crónica, es la malta con leche condensada, que siempre nos devuelve un poco del sabor de nuestra Isla, algo de aquel aroma que se desprendía los fines de año en la cocina de mamá. Pero creo que mejor le damos todo el crédito al que se tomaba todas las maltas: el Niño Valdés.
Y como siempre hay que buscar un final feliz, vamos a despedirnos con un representante cubano dentro de la mejor especie viviente incluyendo al hombre: un perro de una raza auténticamente cubana. Y no faltará también otro noble: un burro.
El bichón habanero
Los cubanos, por lo general, son amantes de los animales, y como es lógico, la mascota más usual dentro de los hogares son los perros, en especial los llamados “satos”, que son aquellos resultantes de ligas entre distintas razas, los que se dice que son más fuertes y resistentes y a su vez más dóciles.
Sin embargo, existe una especie originaria de Cuba: el bichón habanero.
El Bichón Habanero o Habanés es una raza canina pequeña y de compañía y es el perro nacional de Cuba. Es reconocido por su pelaje sedoso y fino, además de ser muy bueno como compañía hogareña, pues es un perro alegre y activo.
Su nombre viene del francés, bichón que significa perro faldero y habanero es por su color particular, similar al habano. El origen de su nombre ha tendido a confundir su significado, ya que muchos piensan que la raza es oriunda de La Habana, sin asociarlo a su principal color, como el tabaco marrón-rojizo.
Asimismo existen más variedades de colores. Pueden encontrarlo enteramente blanco o rubio, con manchas, o ligeramente negro. Tienen la nariz negra y un pigmento oscuro alrededor de los ojos, excepto los perros de color chocolate que pueden tener un matiz marrón oscuro alrededor de su hocico.
Su pelaje es sedoso y fino y por ser instintivamente despierto es muy fácil educarlo como perro de alarma. Además tiene una naturaleza juguetona, sobre todo con los niños.
Raramente se comporta de forma agresiva y no es tímido o nervioso con la gente, pero aun así es desconfiado con los extraños, y como todos los canes siempre solicitará la atención de los presentes.
Gracias a su estilo jovial, estos perros se utilizan en terapia con animales y como perro de asistencia para personas sordas. Igualmente, son usados en la detección de comején o termitas.
Actualmente podemos encontrarlos principalmente en los Estados Unidos, Canadá, México y en distintos países de Sudamérica. Otro perros de esta especie canina son el bichón frisé, el bichón maltés y el bichón boloñés, todas nativas de Europa.
Pero la especie cubana, por su inteligencia y por su fidelidad al ser humano como todos los perros, pero,acostumbrada a un país y a una gente alegre, seguramente es un perro más sociable y cariñoso, ya que dicen que los perros son el reflejo de sus amos.
Sin dudas, en cada lugar de este mundo siempre hay personajes y animales que se convierten en leyendas populares, por eso nos vamos a referir a dos Pericos: un chivo y un burro.
El Chivo Perico
El macho cabrío nació en la Loma de los Zapotes, que forma parte de San Miguel del Padrón y se encuentra al oeste de la Calzada de Güines (la acera opuesta a la de la Virgen del Camino), también conocido el lugar como California, en Jacomino y en 1925 y perteneció a una familia de apellido Iglesias y fue regalado a “María La Grande”, santera del barrio, quien lo ofrendó a Santa Bárbara; pero, según la leyenda popular, la deidad no aceptó porque ese chivo “estaba destinado a ser algo grande”.
En la década del 30 del pasado siglo, los trabajadores del paradero de guaguas de la ruta 10 lo convirtieron en su mascota. Su dieta era la de un empleado más: tomaba café con leche, pan con mantequilla, frijoles, cerveza y mascaba tabaco.
La policía batistiana detuvo a Perico durante una manifestación frente al Palacio Presidencial a donde habían llevado al infeliz, el cual murió el 13 de septiembre de 1944, a causa de la paliza que le propinaron por alterar el orden público.
Los trabajadores del transporte lo consideraron un símbolo de las luchas revolucionarias y decidieron embalsamarlo. Entre todos reunieron 70 pesos para pagar a los técnicos encargados de realizar la taxidermia.
El burro Perico (el de Santa Clara y el boricua).
Pero hay otros Perico famosos, como un burro con ese nombre en Santa Clara. El Burro Perico, quien vivió entre 1914 y 1947 en la ciudad de Santa Clara y conquistó el cariño de sus habitantes es un famoso, histórico y pintoresco personaje de Santa Clara, que mereció un multitudinario sepelio y hasta una despedida de duelo por parte de un senador de la República.
Se puso en escena una obra de teatro basada en ese burrito que se popularizó durante las primeras décadas del pasado siglo en la ciudad de Santa Clara, “Perico y yo” (en alusión a la exquisita obra del Premio Nobel de Literatura Juan Ramón Jiménez, “Platero y Yo”) es un espectáculo que enseña a los niños el valor de las pequeñas cosas y de las grandes causas, como la de aquel inolvidable animal en su paso por la historia.
Al menos para los cubanos, esta canción está relacionada con el famoso Burro Perico de Santa Clara, aunque la obra es borinqueña. “Quitate de la via Perico” fue compuesta por el puertorriqueño Ismael Rivera, más conocido como “el Brujo de Borinquen”, y dice:
“Quitate de la via perico
no ve que ahi viene el tren!
Quítate de la via perico
que ahí viene el tren
y quítate de la via perico
que ahí viene el tren.
Y luego no vaya a decir
oye que a ti no te lo advirtieron
pero luego no vaya a decir
oye que a ti no te lo advirtieron
Pero que quítate de la via perico
que ahí viene el tren
y quitate de la via perico
que ahí viene el tren, quítate perico…
Coro:
(Si yo llego saber que perico era sordo yo paro el tren).
Perico Perico Perico Perico Perico por sordo
lo mato el tren el pobre Perico.
Oyeme mariquini que si yo llego a saber
que Perico era sordo paro el tren y no mato a perico.”
Pero este tema no se agota aquí, como en la pelota; “pica y se extiende…”
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