MI QUERIDO, MI VIEJO, MI AMIGO.
Si quieren que de este mundo
Lleve una memoria grata,
Llevaré, padre profundo
Tu cabellera de plata.
José Martí, Versos sencillos
“Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”
“Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas”.
Pablo Neruda.
Soy uno de tantos que considera a Neruda el más grande poeta, y si no lo es, está muy cerca de serlo. Apartemos su obra de su vida, con la cual no exactamente coincido sobre todo en sus posiciones. Pero es particularmente en esta cita en la que me quiero detener y reflexionar, porque me recuerda, o me refuerza el recuerdo porque no lo olvido ni un momento, a mi padre. Algo parecido, muy parecido me dijo una vez y no lo entendí, por supuesto era muy joven y la etapa más estúpida que puede tener un ser humano es la juventud, tienes inmensa fortaleza física, ansias de conocer todo y literalmente comerte al mundo, pero la falta de experiencia y el imperio de los sentidos sobre la conciencia, salvo raras excepciones, hace que hagas las cosas de modo emocional y no racional.
Tiene uno que madurar, aprender de los errores, los fracasos y las desilusiones, que es de donde único se aprende, para comprender entonces que tu padre tenía toda la razón, que iban a cortar todas las flores, pero que no podrían detener la primavera y que en algún momento te ibas a dar cuenta de que iba a ser así y de que no escuchaste la voz de la experiencia.
La referencia obligada es al seis de enero de 1959, cuando mi padre, combatiente del movimiento 26 de julio y del Ejército Rebelde en la Sierra del Escambray, regresó a La Habana después de haber peleado con la columna comandada por Ernesto “Che” Guevara. Llegó temprano por la mañana como el mejor regalo de Reyes para mí, aunque ya no tenía edad para creer en esa fábula, pero no había alegría mayor, después de lo vivido, que tener a mi padre sano y salvo a mi lado. En el barrio todos lo felicitaban, era el único “barbudo” conocido, todos querían fotos con él, pero tenían que apurarse, pues mi padre se peló, se afeitó, botó el traje verde olivo en la basura y nos explicó que se avecinaba una farsa que iba a destruir a Cuba.
En medio de la hipnosis colectiva surgida con el triunfo de la Revolución, la convicción de que ya no habría más represión ni muertos y el país florecería económica y socialmente, la mayoría, incluyéndome yo, no creímos en su pesimismo. Como siempre pasa a esa edad, estaba convencido de que nuestros padres andaban equivocados y tenían un pensamiento anticuado. Darme cuenta de lo contrario, años después, de la razón que tenía y que le hice caso omiso, fue la más amarga de mis horas.
La familia.
Bernardo Rodríguez, natural de Madrid y Amalia Valdés-Carranza y Somines, natural de un pueblecito cercano a Sevilla y cuyo nombre no recuerdo, pero donde se fabricaban unos excelentes turrones, fueron a Cuba recién casados y allí tuvieron siete hijos: Bernardo, Raúl, Rogelio, Enrique, Carlos, Marta y Carmen. Bernardo era banquero de profesión y en unos años llegó a tener un puesto importante en el Banco Español de la Isla de Cuba. La quiebra de esta institución en 1926 y posteriores negocios fallidos provocaron el traslado de la familia al cercano pueblo de Bejucal.
Bernardo y Raúl, los dos hijos mayores, optaron por la vida militar en la Marina de Guerra, en donde llegaron a altos cargos en esa fuerza, Rogelio el mayor aventurero de la familia, interrumpe los estudios primarios para comenzar a trabajar a los catorce años de edad, trabajado en laboratorios médicos y después pasa a laborar en el sector del transporte, como conductor de ómnibus. En febrero de 1938 sale rumbo a España, para unirse a los defensores de la República, siendo ubicado en la XV Brigada Internacional. Recibe heridas en combate, en el frente del Ebro. Cuando se procede al retiro de los voluntarios extranjeros, se dirige a territorio francés, donde se le interna en el campo de concentración de Argelés-sur-Mer, donde permanece hasta mayo de 1939, en que regresa a Cuba.
Todo esto lo conocía a grandes rasgos, pero para mi sorpresa, Rogelio también aparece en los Archivos Confidenciales de las Fuerzas Armadas de Cuba, como perteneciente a la Policía Secreta Nacional, con el expediente 345 de enero de 1949 cuando, residiendo en Atocha #11 e/ Palo y Zaragoza, Cerro, muy cerca de donde vivíamos, solicita pasaporte y viaja con su esposa Rosa Romero, hacia Venezuela vía marítima. En ese país se dedica a la joyería con mucho éxito y regresa a Cuba haciendo inversiones en la Cooperativa de Omnibus Aliados y en la fabricación y compra venta de la joyas.
Enrique tuvo diversos oficios, entre ellos zapatero y guagüero y Marta y Carmen fueron amas de casa.
Mi padre, el más joven de los varones, era el responsable de mantener a mis abuelos, a mi tía Carmen, mi madre, a mi hermano y a mí, ya que el resto de los Rodríguez Valdés-Carranza tenían sus propias familias.
EN EL MINISTERIO DE OBRAS PUBLICAS CON SU AMIGO GIL.
Con los estudios primarios como única preparación, mi padre no tenía otra opción sino dedicarse a la zapatería, que había aprendido con parte de la familia de mi madre también dedicados a ese oficio y los que eran muy buenos artesanos, como mis tíos Liberto y Sirio. En un baile en Bejucal se conocen mis padres y viene la boda y entonces me trajeron al mundo, a la usanza de la época con los oficios de una comadrona en la propia casa.
Más tarde mi padre alcanza por oposición una plaza como Jefe de Brigada de construcción y reparación de calles y carreteras en el Ministerio de Obras Públicas y nos mudamos entonces para la barriada del Cerro, en La Habana, en 1949. Poco tiempo después fallece mi abuelo Bernardo, del cual sinceramente no recuerdo mucho, porque era bastante hosco, dicen que por la mala suerte que tuvo en los negocios porque en realidad no comprendía como una persona tan dulce y amorosa como mi abuela pudiera haber convivido medio siglo con alguien así. No obstante hay un rasgo de mi abuelo que quizás me transmitió sin yo saberlo. Soy en cierta medida obsesivo con el coleccionismo. Por ejemplo de muchacho hacía todo lo posible con contar con todos los números de los muñequitos o comics de los personajes que me interesaban y hasta lograrlo no paraba, con los discos de acetato me ocurrió otro tanto y con los libros ni se diga. Y digo esto porque mi abuelo al no tener medios para coleccionar nada, pues todo lo había perdido, coleccionaba latas vacías y en el patio de la casa tenía una colección milenaria y que yo en mis juegos de niño a cada rato desordenaba o tumbaba y por ello tenía que correr a refugiarme en el regazo de mi abuela.
Mis recuerdos de niño son fantásticos, ni golpes, ni regaños violentos, siempre reprensiones educativas y además la protección casi absoluta de una abuela consentidora. Me enseñaron a leer desde los 4 años y con ello y con la música me entretenía mucho. Pero la felicidad dura poco en casa del pobre y llega el golpe de estado del 10 de marzo de 1952 y al tomar el poder político el general Batista, son removidos todos los ministros y cada ministro nuevo trae a sus acólitos. Y por supuesto las cesantías llovieron, entre ellas las de mi padre, que entonces trabajaba ya en las oficinas centrales del Ministerio de Obras Públicas.
De la noche a la mañana mi padre se queda sin trabajo ni ingresos y por ello se dedica a buscar trabajo en otros lugares pero la inestabilidad política del momento hace que todo sea infructuoso. Gil un buen amigo y compañero de trabajo de mi padre le conmina a irse juntos a Tampa, aprovechando que los cubanos podían permanecer hasta 29 días en Estados Unidos sin ningún permiso o visa, irse y regresar al día siguiente y consumir otros 29 días y así sucesivamente. Gil corre la aventura, consigue trabajo gracias a la numerosa colonia cubana en esa ciudad y le insiste nuevamente a mi padre. Gil finalmente se lleva a la familia y sin saberlo, evitó el tener que afrontar la tormenta que se avecinaba para Cuba y mientras tanto mi padre no quiso dejar a su familia ni un solo día.
LO QUE REPRESENTA LA CHANCLETA DE PALO EN LA CULTURA CUBANA.
CHANCLETAS DE TELA COMO LAS QUE HACIA Y VENDIA MI PADRE.
Finalmente papá opta por volver a lo que conocía: la zapatería. Había varios zapateros remendones en la vecindad y los fabricantes de zapatos requerían de una inversión inicial en pieles y otros medios, para lo cual no había financiamiento, así que se decide por lo más barato y popular, la fabricación de chancletas de tela y las llamadas “de palo” para el baño. Mi casa se convirtió en una factoría, mi madre y mi tía cosiendo el día entero las chancletas, mi padre fabricando las de palo y dandole terminación a las de tela y cuando hubiera una cantidad considerable, cargaba al hombro con una inmensa canasta de mimbre para ir a vender por las calles. Cuando el negocio no prosperaba, mi padre tomaba el tren de Hersey hasta Matanzas y por suerte allí si vendía todo lo que llevaba, por lo que lo tomó como una rutina y en Matanzas y en los numerosos pueblos que cubría el recorrido tuvo buenas ventas.
Mientras esto ocurría, mi hermano y yo seguíamos nuestra vida normal, no nos afectaba ni sabíamos lo que estaba ocurriendo y seguíamos yendo al cine, tomando Fénix Malteado Vitaminado o Kresto, llevándonos dinero para nuestra merienda en la escuela y en el caso mío además para tomar la guagua ida y regreso, los cuales hacía a pie y ahorraba la plata para comprarme muñequitos. Y cuando llegaba la navidad, la mesa de nochebuena era igual que siempre y la de año nuevo también, y en los Reyes Magos ya uno se daba cuenta que no había para tanto, pero siempre me hacían una gorra y un uniforme de pelotero (que hasta había visto a mi madre cosiéndolo) y algunos otros juguetes.
HORARIOS DEL TREN DE HERSHEY EN LOS ULTIMOS AÑOS.
EN LA ESTACION DEL CENTRAL HERSHEY.
SU RECORRIDO ES CASI TOTALMENTE POR ZONAS AGRICOLAS.
El tren de Hershey.
Y ya que estamos hablando de la aventura de vender chancletas en Matanzas, se hace necesario hablar de el tren de Hersehey. El tren de Hershey es uno de los trenes más famosos de Cuba. Es una auténtica reliquia que aún funciona, y es a la vez, el único tren eléctrico que existe en Cuba. La línea Hershey recorre 98 kilómetros desde Casablanca en La Habana hasta Matanzas y funciona todos los días deteniéndose en la ruta en varios pueblos y estaciones. El viaje entero toma unas 3 horas o tal vez cuatro.
Milton S. Hershey (1857-1945) compró 25 mil hectáreas de campos de caña de azúcar para la fabricación de su famoso chocolate con leche. La puesta en marcha de la red ferroviaria de 140 km le permitió transportar mercancías y, a partir de 1920, pasajeros, incluidos sus empleados. Hershey era dueño de la “Hershey Corporation”, la reconocida industria del chocolate más famosa del planeta. Los primeros trenes fueron a vapor, pero en 1919 “Hershey Ferrocarril Cubano” comenzó a pedir equipos eléctricos a “JG Brill” y “General Electric”. El primer servicio de pasajeros comenzó en 1922 y hacía el recorrido entre la ciudad de Matanzas y el “Central Hershey”. En el mes de Octubre de ese mismo año ya se extendió a Casablanca, al otro lado de la bahía de La Habana.
El moderno y eficiente central estaba dotado con una planta eléctrica capaz de satisfacer todas las necesidades de la industria, mantener el funcionamiento del ferrocarril y de los tranvías de la ciudad de Matanzas, así como de suministrar energía al batey y poblaciones aledañas. El batey del central Hershey era un ejemplo de facilidades comunitarias ya que disponía de centro hospitalario, de una farmacia bien abastecida, de una escuela pública para los hijos de sus trabajadores, de un club social deportivo que incluía un terreno de béisbol y un campo de golf, de un parque de diversiones para los pequeños, así como de una carnicería y un supermercado, alcantarillado y agua potable. El Tren de Hersey y el central dotaron a toda la zona de una vida económica impresionante. Y aunque ya en fase decadente pude conocer los famosos Jardines de Hershey, centro recreativo campestre que en sus tiempos debe haber sido maravilloso.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el grupo Hershey vendió el ingenio, la red ferroviaria y sus cañaverales a la Cuban-Atlantic Sugar Company, la cual los revendió en 1957 al magnate azucarero Julio Lobo. Ese viaje lo he hecho muchas veces para visitar a mi hermano que vive en Matanzas y pensaba que por suerte en la época en que mi padre hacía uso de él era seguro en sus horarios y no había el deterioro de la vía actual que en gran parte de los tramos no se puede superar la velocidad de 20 kilómetros por hora. Como casi todo en Cuba, el tren es una reliquia de la que queda poco.
LA RUTA 57 EN SU RECORRIDO POR LA AVENIDA DEL PUERTO.
La COA.
Ese espíritu de lucha de mi padre, aún en la peor adversidad, era imposible que no se me contagiara y no lo hiciera un paradigma en mi vida. Cuando mi tío Rogelio regresó de Venezuela y compró tres omnibus General Motors, en los que por supuesto sus choferes y cobradores eran mi padre, mi tío Enrique y el esposo de mi tía Marta. Toda una familia de guagüeros.
Después vino el escalafón y mi padre podía hacer dos turnos diarios y hasta tres si quería, por eso es que se marchaba sobre las cinco de la mañana y llegaba después de las doce de la noche, no sé a que hora dormía, era una fiesta para mi hermano y para mí cuando llegaba pues a esa hora, cuando ya hacía horas que dormíamos, nos traía siempre cosas sabrosas de comer: arroz frito, camarones rebozados, tamales preparados, capuchinos, dulces finos….
Cambió la situación económica y papá compró nuestro primer televisor, un Motorola de 14 pulgadas que era todo un suceso en la cuadra y los amiguitos se sentaban en el suelo a ver los muñequitos y estaban ahí hasta que los llamaran o los botaran. El viejo Frigidaire fue cambiado por un moderno Norge con más capacidad de congelación y mi padre se compró un Chevrolet Bel Air de 1952, el cual le dió a una persona a manejar como taxi, después se compró un Buick 88 negro de 1953, que a mi me parecía una nave espacial, y más tarde un Jeep tipo vagoneta cerrado.
Yo añoraba los sábados, día en que mi padre no trabajaba, para irnos a media mañana hacia el Mercado Unico o Plaza de Cuatro Caminos a hacer algunas compras semanales. Siempre eran grandes camarones limpios, ruedas de Sierra, mortadellas enteras, queso Patagrás Guarina, langostas vivas y otros productos que se conseguían allí más frescos y baratos, además el colofón era siempre esperado: un arroz frito especial abundante en jamón y camarones, que hizo famoso al restaurante chino “La Estrella de Oro”, al cual se llegaba con sólo atravesar la calzada de Monte.
Pero este es el momento de hablar de la COA, tal y como la conocí.
La Cooperativa de Ómnibus Aliados (COA) fue una creación de los gobiernos auténticos (1944-1952), que garantizó el servicio de transporte en la capital, hasta que el Estado la disolvió y despojó a los propietarios de los ómnibus que constituían la Cooperativa. Su creador, como representante a la Cámara durante el periodo auténtico, el Dr. Menelao Mora Morales fue abatido durante el asalto al Palacio Presidencial el 13 de marzo de 1957.
GUAGUAS DE LA COA TRANSITANDO POR NEPTUNO Y PRADO.
Estaba integrada por los propietarios de ómnibus, quienes designaban de común acuerdo un administrador, el cual contaba con un equipo de auxiliares, encabezado por el despedidor, quien organizaba los turnos o salidas de los carros según el horario y la demanda pública. El conductor cobraba el pasaje y debía marcar en el reloj del vehículo cada pasajero que abonaba el pasaje, 8 centavos y 2 centavos la transferencia, que facilitaba una rebaja al pasajero que necesitase abordar otra ruta para completar su viaje. Tanto la subida como la bajada del ómnibus podían hacerse por ambas puertas, lo que demandaba mucha atención del conductor para que nadie se le fuese sin pagar el importe del pasaje.
Aunque el salario era bueno para la época (se les pagaban 8 horas por cada 6 de trabajo), algunos se apropiaban de parte de la recaudación diaria, a discreción, pues si el propietario del ómnibus advertía una merma sostenida seguramente sería despedido. La COA tenía un cuerpo de inspectores, quienes chequeaban el cumplimiento del horario del viaje al chofer y el cotejo entre la numeración del reloj y lo recaudado en cada viaje por el conductor.
Los paraderos de cada ruta eran focos de múltiples actividades, desde gastronómicas hasta eróticas, por lo que en los paraderos no faltaban las fondas ni los puestos de fritas y las vidrieras de apuntaciones de la bolita, bodegones, cafeterías, panaderías, dulcerías, expendios de café, venta de periódicos y revistas, sillones de limpiabotas y hasta prostitutas, siendo puntos animados de vida las 24 horas. En cada uno había una pizarra grande donde se anotaban los nombres de los suplentes del día y cualquier otra noticia de interés para todo el personal.
La COA era un sistema de transporte bien organizado, eficiente, con frecuencias entre ómnibus de una misma ruta de tres a cinco minutos en los horarios pico y no más de siete en los normales, aunque yo vi muchas veces salir una guagua tras otra. Era un sistema higiénico y técnicamente sin fallos, el ómnibus se limpiaba por dentro y por fuera en el paradero al final de cada viaje, y donde se cumplían los horarios de los recorridos y los ómnibus se detenían en todas las esquinas para recoger y dejar pasajeros.
OMNIBUS DE LA RUTA 30
Sus choferes y conductores, amables siempre, detenían firmemente los ómnibus en las paradas o cuando les hacían señas y saludaban por sus nombres a muchos de los pasajeros, conocidos de trasladarlos día a día. Marchaban despacio y nunca estaban apurados, parecían disfrutar de los recorridos. La 57 era una Ruta tranquila que hacía caso omiso del correr del tiempo y tenía un pasaje casi fijo. En esta ruta precisamente trabajaba mi padre y en muchísimas ocasiones hice varios viajes con él.
Las Rutas 26 y 27, las únicas que utilizaban ómnibus General Motors fabricados en México, y que salían del Zoológico de La Habana, representaban a la clase de pequeños y medianos propietarios y de artistas de la radio y la televisión, que se asentaban en el Nuevo Vedado. Estas rutas eran también las únicas que admitían a mujeres como conductoras.
En las guaguas nadie iba mal vestido eran de uso corriente los trajes, los sacos deportivos, las corbatas y las guayaberas. Había hasta quienes vestían de “dril cien” y utilizaban este transporte y las mujeres llevaban carteras, medias y tacones. Los choferes y conductores iban de completo uniforme, con gorra y corbata, pulcros, con toallitas para limpiar el timón y un reloj de bolsillo con cadena para controlar el horario de su recorrido exacto en cada punto. Los conductores llevaban sus monederos mecánicos o de cuero colgados a la cintura, para agilizar el cobro de los pasajes y los vueltos. Muchos se conocían hasta por sus apodos, por el contacto diario en los viajes y hasta por ser vecinos. Mi padre era conocido como “Rodriguito”. Y era usual el dicho: ¡Pasito alante, varón! para garantizar el flujo de pasajeros y que nadie se escapara sin pagar.
BONO DE APORTE AL MOVIMIENTO 26 DE JULIO.
Revolucionario.
Comienzo a trabajar en la Librería y Encuadernación Juan Cebrián en julio de 1957, apenas terminado el sexto grado de la enseñanza primaria y con el compromiso de seguir estudiando. Mi primo Pancho que trabajaba en ese lugar, era amigo de Jorge Serra Almer, el hijo de Juan Cebrián. Jorge era también amigo de mi padre y ambos se conectan con grupos insurreccionales contra el gobierno de Fulgencio Batista, Jorge en el Movimiento de Resistencia Cívica y mi padre con el Movimiento 26 de Julio.
Ya vemos que mi tío Rogelio no fue el único aventurero en la familia, los dos mayores tomando partida en la Marina de Guerra por Batista y mi padre en contra del gobierno. Por su participación en acciones de sabotaje, sobre todo después de la Huelga del 9 de Abril de 1958, mi padre es perseguido y apresado en ese propio mes por el connotado asesino Orlando Carratalá Ugalde. Después de algo más de un mes en la fatídica Décima Estación del Cerro, es soltado e inmediatamente el Movimiento lo llevó y asiló en la Embajada de Brasil en La Habana, sita en Calle G y 19 en el Vedado. Estuvo cerca de tres meses recuperándose de las fracturas y golpes recibidos y la decisión del Movimiento fue que se fuera para Venezuela mediante el salvoconducto que la embajada de Brasil había emitido. Sin embargo mi padre optó por irse a luchar a la Sierra Maestra, pero lo enviaron al Escambray, donde debía esperar la llegada de las columnas de Camilo y el Che. De esto nos enteramos un día que fuimos a verlo a la embajada y ya no estaba. Un contacto del movimiento 26 de Julio, que traía todos los meses dinero para el pago del alquiler de la casa y otros gastos nos dijo que papá estaba camino a la Sierra Maestra.
AVENIDA DE LOS PRESIDENTES, CERCANA A LA ANTIGUA EMBAJADA DE BRASIL EN LA HABANA, HOY UNA CLINICA DEL MINISTERIO DEL INTERIOR.
En la Embajada de Brasil, al igual que lo hicimos antes en la Décima Estación, íbamos mi madre y yo casi todos los días, en el primer caso para presionar y poder verlo y llevarle comida (aceptaban la comida pero nunca lo vimos mientras estuvo preso) y en el segundo para darle aliento e insistirle se fuera para Venezuela. A la embajada, a pesar del ambiente y el trato exquisito del embajador Vasco Leitao da Cunha, no me gustaba ir por una sola razón, siempre nos invitaban a almorzar y si uno se negaba casi lo obligaban y la verdad que la comida no me gusto ni una sola vez, unos macarrones nadando en leche no son mi fantasía culinaria. Espero que no todos los brasileños coman así, porque si es el caso, los compadezco, aunque para gustos se han hecho colores y lo que para unos es una delicia para otros es un asco.
De agosto de 1958 hasta el 6 de enero de 1959 no supimos nada de mi padre, lo que pasaba por nuestra mente era peor que tener conocimiento de lo peor que pudiera pasarnos, que hubiera perdido la vida. De esa etapa de su vida mi padre no ha querido hablar mucho, solo contaba que estuvo en una finca con otros dos compañeros más de veinte días, pasados los cuales se apareció un enviado del Ché a recogerlos para llevarlos a su presencia. Recelaron pero resultó ser cierto. A mi padre lo asignaron a la escuadra del Teniente Manuel Manals, perteneciente al pelotón del Capitán Ramiro Valdés, de la Columna No. 8 “Ciro Redondo” comandada por el Ché Guevara. Cuenta papá que Ramiro Valdés era un sumiso con el Ché y que ambos eran partidarios de la sangre y no de la sanción o condena, y mucho menos de la reeducación, que no había rasgos de humanidad en ellos ni en las órdenes que recibían y que les conminaban a hacer todo lo posible por eliminar o subvalorar lo hecho en el Escambray por el Segundo Frente y por el Directorio Revolucionario, ya que se trataba de “bitongos improvisados que ven la revolución como una aventura de Errol Flynn”, según frases que les inculcaban. Muchos años después leí esta pregunta y su respuesta: “¿A qué participante del ataque al Cuartel Moncada los médicos lo diagnosticaron como sicópata y lo separaron de la población penal en Isla de Pinos? Pues nada menos que a Ramiro Valdés.”
Ramiro Valdés, como Joseph Fouché, una serpiente enroscada, ha marcado cinco décadas de la historia de Cuba mediante sus dotes de maestro de la doblez y la intriga, como una figura tenebrosa en las sombras, siendo un eterno ministro de represión, fusiló a enemigos y opositores sin inmutarse y además es astuto, osado, meticuloso, prudente y como ministro de policía estableció una organización perfecta en el mantenimiento del orden, mediante espías y esbirros, que ha permitido la permanencia de un régimen sobre la base de la represión y el miedo por más de medio siglo. A Fouché, Chateaubriand lo definió como amoral, demoníaco, taimado, maquiavélico, reptil, artero, frío, cínico, cruel, siniestro, intrigante, feo, traidor, asesino. Si hubiera vivido en esta época le hubiera endilgado esos epítetos al Comandante de la Revolución Ramiro Valdés y a lo mejor hubiera añadido algunos otros.
En la toma de Santa Clara se habló mucho de que habían existido acciones para evitar la llegada del tren blindado y algunos mandos militares de Batista habían sido comprados. Al triunfo de la revolución al Ché lo habían enviado para tomar la fortaleza de la Cabaña, usada como prisión militar y prevista para fusilamientos masivos. Ya mi viejo había visto bastante y hasta ahí duró su compadrazgo con la revolución.
EN LA AZOTEA DE UN EDIFICIO EN EL VEDADO.
Más revolucionario.
En la mayoría de los renglones en que Cuba no ocupaba el primer lugar en América Latina en 1958, en cuanto a calidad de vida, era superada únicamente por Argentina y Uruguay, según el Anuario Estadístico de Naciones Unidas. Todo ello pese a la complicada situación política existente y que diera lugar a la insurrección y al triunfo de la revolución.
1959 fue un año convulso. Todos pensaban que Cuba mantendría su nivel económico y lo superaría, que la paz, el desarrollo y la felicidad nos colmaría. Ya en 1960 se ve que son numerosas y frecuentes las oscilaciones de sus políticas, comienza la liquidación del sistema capitalista y comienza el intento fallido de introducir el modelo económico soviético basado en la planificación central impuesta. Esto, sumado a fusilamientos, deserciones de personalidades y encarcelamientos, amordazamiento de la prensa, nacionalizaciones e intervenciones, dan señales inequívocas de a dónde se dirigía al país. Pero el carisma y una acertada política de concientización, justificación y convencimiento mediáticos por parte de Fidel Castro, incitan a la mayor parte de la población a apoyar el sistema.
Pero las personas como mi padre, que no era de los que le habían afectado intereses alguno, pero que conocía desde adentro “al monstruo y le conocía las entrañas” como dijera Martí, no podía quedarse con los brazos cruzados.
En 1961 durante los sucesos de Playa Girón, el G-2 lo llevó prisionero a La Cabaña. Poco tiempo después liberaron a muchos de la gran recogida acerca de los cuales no había convicción de conspiración sino sólo sospechas. Después de ser liberado mi padre dejó de trabajar y pasó a la clandestinidad, como hizo cuando luchaba contra Batista, andaba con un sombrero, para no ser reconocido fácilmente por su calva y se dejó el bigote, no usual en él y se puso unos lentes sin graduación. Me encontraba con él en fondas o en la barra de una bodega y me contaba a grandes rasgos lo que hacía y su convencimiento de que a la revolución le quedaba poco, como muchos pensaban en el convulso periodo de mediados de 1960 a mediados de 1961 (no se cuántas veces Antonio, mi suegro, me dijo lo mismo años después). Un buen día ya no recibí llamadas ni noticias suyas y no lo ví más, la última vez me abrazó y me dijo que se iba a alzar en el Escambray nuevamente y pocas semanas después, nos avisaron que se encontraba preso y acusado de preparar un atentado a Fidel Castro. No pudimos conocer de su causa ni de su juicio y más de dos años después, en 1964 recibimos un pase para ir al penal de Isla de Pinos antiguo Presidio Modelo a visitarlo.
PRESIDIO MODELO.
UNA CIRCULAR DEL PRESIDIO MODELO, HOY ABANDONADO.
Presidio Modelo.
Siguanea, Juan El Evangelista, Isla de las Cotorras, Isla de Pinos, Isla de la Juventud. Esta isla, la segunda en tamaño del archipiélago cubano ha tenido tantos nombres como virajes en las políticas implementadas por Fidel Castro. La isla ha servido de prisión a famosos disidentes como José Martí y Fidel Castro, este último con un estatus privilegiado como prisionero político. La versión cubana de Alcatraz puede verse como un grotesco conjunto de edificios circulares que durante la segunda guerra mundial fue utilizado como prisión para soldados del eje. El general Gerardo Machado presidente de la República en 1925 decidió construir en Isla de Pinos cerca de Nueva Gerona, una prisión en la que se pudieran reeducar a los delincuentes más peligrosos, para lo que envió a un Ministro a Estados Unidos el cual concluyó que la que más se ajustaba a los planes era la cárcel de Joliet situada en Illinois, famosa ahora por haberse filmado ahi varias películas como The Blue Brothers y la aclamada serie televisiva Prison Break, y que aunque no es una prisión circular, sí es de alta seguridad y la muy parecida The Stateville Correctional Center en Crest Hill, Illinois.
Un hombre en una celda de una prisión circular no sabe si un guardia armado lo está observando, desde su puesto en una torre situada en el centro del edificio. Este es el panóptico, una construcción ideada por el inglés Jeremy Bentham en el siglo XVIII como un modelo perfecto de poder disciplinario. El Presidio Modelo se inauguró el 16 de septiembre de 1931 con la presencia de Machado y los más altos funcionarios de su gobierno. La capacidad de albergue de cada edificio era de 465 reclusos, pero esta cifra fue más que duplicada después de la revolución.
A partir del primero de enero de 1959 y hasta 1967, fueron numerados en la oficina de archivo del penal aproximadamente 15,500 individuos, todos por causas políticas y entre 1931 a 1958, fueron fichados 22,000 reclusos, más del 95 por ciento por delitos de carácter común. En ocho años hubo casi tantos presos como en los 27 años anteriores. Los reclusos eran hacinados en camiones con choferes inexpertos que les trasladaban a los campos de trabajo, por lo que hubo numerosos accidentes con consecuencias fatales. Los que rechazaban trabajar o continuar trabajando eran severamente golpeados, les reducían su alimentación y el acceso al agua. Las golpizas a estos “Plantados” eran diarias y podían durar varias semanas. Y todos temían el ser llevados hasta “La Mojonera” una laguna de desecación donde terminaban todos los desechos del presidio, así como sancionar a los presos en las llamadas “gavetas”, donde los presos tenían que permanecer arrodillados, sin olvidarse de los numerosos toques de queda o revisiones nocturnas con largas estadías de pie, donde mi padre vio a un soldado matar con una bayoneta a un reo por protestar.
Sobre todo los jóvenes en Cuba asocian al Presidio Modelo con el lugar donde Fidel Castro y sus compañeros asaltantes del cuartel Moncada en 1953 cumplieron menos de dos años de encarcelamiento, siendo amnistiados en 1955. La época de mayor número de reos políticos fue la del régimen del general Gerardo Machado, entre 1929 y 1933, cuando unos cinco mil opositores fueron enviados a la cárcel. Durante la dictadura del general Fulgencio Batista, entre 1952 y 1958, aproximadamente 500 cubanos se convirtieron en prisioneros políticos. Multiplique por 31 veces y tendremos los presos políticos de la etapa revolucionaria en ese presidio.
Y además vamos a dejar en claro los tratos recibidos por unos y otros, según este testimonio:
“Me voy a cenar: spaghetti con calamares, bombones italianos de postre, café acabadito de colar y después un H-Upman # 4. ¿No me envidias?… Cuando cojo sol por la mañana en shorts y siento el aire de mar, me parece que estoy en la playa. ¡Me van a hacer creer que estoy de vacaciones! ¿Qué diría Carlos Marx de semejantes revolucionarios?”
Este fragmento es de una carta redactada por Fidel Castro en junio de 1954 cuando se encontraba en el Presidio Modelo de Isla de Pinos, cumpliendo una condena de 15 años de cárcel por haber dirigido el ataque al Cuartel Moncada. Comparemos que comían y qué régimen carcelario tenían los presos que encarceló el vacacionista.
Y otro tema significativo, todos ellos contados por mi padre, que nunca pecó de mentiroso ni de exagerado. En los días cercanos a la Crisis de los Misiles, en octubre de 1962, los presos habían comprobado que los hombres trabajando con martillos neumáticos estaban horadando las paredes y colocando cargas de dinamita, un colchón de explosivos en cada una de las circulares, para evitar que los “contrarrevolucionarios” tomaran la cárcel en caso de una agresión “imperialista” si estallaba una guerra.
FERRY ISLA DEL TESORO.
Una numerosa guarnición y fuerzas de la seguridad del estado custodiaban el reclusorio, pero hubo presos políticos que organizaron evasiones desde el Presidio Modelo, pero muy pocas tuvieron éxito, salvo una en que los evadidos pudieron salir de la isla y del país y que tuvo como autores a Juan Ortega González y Manuel de Jesús Parrado Pérez, los que navegaron durante 13 días hasta que fueron rescatados por un barco y conducidos a Estados Unidos. Anteriormente el presidio había sido escenario de famosas evasiones como las del 12 de enero de 1949 cuando dos destacados delincuentes conocidos como “El Chino Prendes” (quien después fuera un famoso revolucionario) y “Guarina”, los que eran asaltantes de bancos, se fugaron sin violencia porque usaron el automóvil del director del penal.
Y si vamos a hablar del Presidio Modelo hay que hablar de una figura especial. El Comandante Huber Matos Benítez. El Presidio Modelo tuvo entre sus reos al comandante Huber Matos Benítez en octubre de 1962. Condenado a 20 años de prisión y al que el fiscal había solicitado pena de muerte, el exjefe militar de la provincia de Camagüey, cuyo caso fuera analizado la reunión del Consejo de Ministros efectuada el 27 de octubre de 1959, horas antes de la desaparición de Camilo Cienfuegos y en la que los ministros Manuel Ray, de Obras Públicas, y Faustino Pérez, de Recuperación de Bienes Malversados, perdieron sus cargos cuando sostuvieron que Huber Matos era inocente del delito de sedición que se le imputaba.
Pero Huber Matos era un hueso duro de roer. Su custodia fue encomendada a un selecto grupo de militares. Julio Tarráo Castillo, director del penal de máxima seguridad tenía la orden de impedir por cualquier vía que el comandante Huber Matos escapara. Matos cumplió los 20 años de prisión sin doblegarse hasta el último día. Nunca conoció el pueblo de sus huelgas de hambre, o de las golpizas que recibió en prisión por no haberse plegado al insulto, al abuso y a la fuerza. Y ningún otro recluso podía acercarse al lugar donde estaba recluido.
Isla de Pinos por la causa de tener presos miles de enemigos del régimen, se convirtió en una fortaleza, en un lugar que para entrar o salir había que contar con un permiso especial. Recuerdo mi primer viaje a ver a mi padre al Presidio. Permisos y más permisos a pesar de la citación y pase del Ministerio del Interior. Verificación y más verificaciones para obtener el pasaje marítimo. El viaje se efectuaba en el Ferry Isla del Tesoro, el cual por estar averiadas sus máquinas, era remolcado, por lo que un viaje corto se convertía en un largo viaje de seis horas. Había que estar a las seis de la tarde en el muelle de Surgidero de Batabanó, custodiado como en las películas de la segunda guerra mundial, de ahi esperar hasta que partiera el Ferry a las 12 de la noche. Un barco que no se para cuantas personas estaba diseñado, llevaba miles. Encima de cubierta, a pesar del frío, era el mejor lugar, adentro había peste, orines y vómitos y personas hacinadas, pero al menos en cubierta el aire aliviaba los olores. Al amanecer llegó el Ferry a Nueva Gerona. Los controles eran más rígidos que los que existen en los aeropuertos del mundo actual.
Después otra gigantesca cola de varias cuadras para tomar un taxi, lo cual había que hacer de forma casi obligatoria. El taxi te dejaba en la entrada de la prisión y ahí empezaba otra larga cola de la misma extensión. Revisión total de todo lo que se llevara. Lo mismo abrían y revolvían las latas de leche condensada, que picaban en mil pedazos un cake, que abrían las cajetillas de cigarros, todo era revisado a la saciedad.
Al final de la mañana llegaba el abrazo y el llanto y el tiempo que se iba volando, al final eran dos o tres horas como máximo lo que podíamos estar con los familiares. En la gigantesca circular los guardias vigilaban y los presos y familiares lloraban. Y el regreso era peor que la ida, porque a las penurias físicas se unía la pena de ver como malvivían y sufrían.
Seis veces fui al Presidio Modelo y me fui enterando de todo el proceso a pesar de que allí se podia hablar de cualquier cosa menos de política o de las causas del por qué la reclusión. Mi padre fue parte de un grupo que pretendía poner una bomba en una estación eléctrica en Guanabo, y otros sabotajes, no existió ningún plan de asesinato de Fidel Castro (muchos piensan que tantos atentados son más invenciones que realidad) y también lo acusaban de traficar con armas para las bandas del Escambray.
CIRCULAR DEL PRESIDIO MODELO DONDE SE EFECTUABAN LAS VISITAS.
El juez de la causa fue Pelayo Fernández, conocido como Pelayo Paredón, y el fiscal Fernando Flores Ibarra, que afirma “no haber perdido un minuto de siesta” pensando en sus víctimas y el dolor de sus familiares y que ordenó el fusilamiento de un centenar de cubanos en los primeros años de la revolución. Flores, porque el Ibarra no se lo reconozco porque no tiene madre, conocido por el apodo de “Charco de Sangre”, fue posteriormente designado como embajador en Polonia, Yugoslavia, Ecuador, Francia y Suecia. Cuentan que era un personaje que acostumbraba a insultar incluso a familiares de los enjuiciados y los amenazaba con enviarlos al banquillo de los acusados, de acuerdo con un reporte de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 1963.
A la vista del juicio fue el Che y pidió que a los que habían sido miembros de su columna los trataran con el máximo rigor. Entre los cuatro que había con esas características estaba mi padre. El Fiscal Flores, pidió pena de muerte para todos los inculpados y mi padre y otros cinco fueron condenados a 20 años de privación de libertad. Como todo fue amañado, los testigos de la fiscalía aparentemente eran infiltrados en las organizaciones contrarrevolucionarias, pero en realidad era interrogadores de la Seguridad del Estado que se hacían pasar por tales. Ya había experiencia de como falsear un proceso judicial, sobre todo con el caso del Comandante Hubert Matos, y además la defensa legal era como si no hubiera existido.
En 1967, cuando cierran el Presidio Modelo, mi padre es enviado a una prisión con trabajo agrícola en Melena del Sur. Alrededor de un año después, sin saberse por qué le dan la libertad condicional. Eso permitió que estuviera en mi boda, cosa que fue la gran alegría de esos años. Recuerdo que unos días antes de darle la libertad, me contactó un personaje conocido por Blanquito, de la Seguridad del Estado y que había sido compañero de mi padre en el Movimiento 26 de Julio, me dijo que mi padre sería liberado y que me entregaba las llaves de su apartamento, el cual llevaba cerrado más de ocho años. Fui allá y me encontré gran suciedad, cosas rotas, pero milagrosamente el televisor Motorola y el refrigerador General Electric, comenzaron a funcionar como si nada después de unos buenos piñazos. La tecnología era entonces más rudimentaria pero duradera y fiable.
En Melena del Sur, cuando iba a las visitas a la prisión, vi que había bodegas rurales que todavía tenían bebidas de calidad de antes de la revolución, asi que llevé una buena cantidad de dinero y pude tenerle listo a mi padre cuando llegó dos caja de botellas de cerveza (en lo que yo me tomaba cuatro o cinco, el se tomaba el resto de las 24), una botella de vino Oporto, varias botellas de vino tinto español, una botella de coñac Peralta y una botella de Bacardí Extra Seco, todas ellas hacía tiempo habían desaparecido del mercado habanero y solo se podían encontrar de milagro en lugares remotos como ese.
PAPA EN MI BODA, EL PRIMERO A LA IZQUIERDA.
Mi padre se incorporó a trabajar en la lavandería La Cubana en Nuevo Vedado, aprovechando su experiencia adquirida en la lavandería del Presidio Modelo y formó una nueva pareja con Alicia y luchó fuertemente por recuperar su salud, cosa que en muchos aspectos logró.
Antes de abandonar este penoso episodio y entrar en otro tan negro como el anterior, quiero hacer referencia a algo que leí y que me interesaría conocer por las coincidencias con lo ocurrido a mi padre, y lo cual transcribo textualmente, por si alguien puede dar luz sobre el tema.
“Eusebio Peñalver, luchador revolucionario que integró las filas del Ché Guevara en la guerra contra Batista, volvió a las armas después del triunfo castrista y fue capturado en las montañas del Escambray. Estuvo en prisión 28 años. Se considera que es la persona de raza negra que más años ha estado preso por razones políticas en todo el mundo, un año más que el activista y político sudafricano Nelson Mandela. También murió en Miami, hace pocos años.”
Recuerdo que también mi padre me dijo en una carta que casi todos los integrantes de su escuadra estaban en Estados Unidos.
Mariel, Mayo 1980.
Hay muchas personas que se creen todo lo que dice una parte y otras que se creen todo lo que dice la otra parte. Pero están los que como yo, no creo sino que sé la verdad del Mariel porque la viví, y porque todavía siento a mi padre abrazándome y llorando sobre mi hombro y diciendo:¡Qué malos son!
En mayo de 1980 mi padre ya hacía más de diez años que había salido de prisión, pero todavía le quedaban dos años para extinguir la pena de veinte años a que lo habían condenado. Como era mi costumbre, con mi esposa Finita y mis hijos Carlitos y Alexander, todos los domingos íbamos y almorzábamos con mi padre y después comíamos con mi madre que vivía a pocas cuadras de casa de papá. Al llegar me lo encuentro alicaído y me cuenta que de la Seguridad del Estado habían ido a verlo para comunicarle que debía abandonar el país en las próximas 48 horas, que podía llevarse a todo el que quisiera de su familia y que si se negaba comenzaría a cumplir nuevamente los veinte años de su condena. No podía, al inicio, creer lo que estaba oyendo, pero por la ya vivido, lo creía y además estaba convencido que así lo harían. Mi padre alegó que tenía 58 años, afectado de la circulación y la presión por la vida en la prisión y que hacía diez años que lo único que hacía era trabajar, no se reunía con ningún desafecto ni era un antisocial, a lo que le respondieron, esta bien, pero los contrarrevolucionarios como tu tienen que vivir como gusanos del imperialismo, por eso o te vas o te pudres en la cárcel.
Vino entonces la disyuntiva. Irnos o quedarnos, continuar con la doble moral o vivir en libertad y con un futuro para nuestros hijos, pero al final optamos por quedarnos y no dejar solos a los padres y abuela de Finita, que sabíamos que sin los niños poco iban a durar. No voy a hacer una evaluación del tema, cualquiera de las dos opciones tenía un componente dramático y era una decisión extremadamente difícil, que le ha tocado a cientos de miles de familia cubanas y no solamente a nosotros.
[brid video=”6598″ player=”927″ title=”EMIGRANTES CUBANOS”]Papá llegó a Miami el miércoles l4 de mayo de 1980. En la madrugada del lunes 12 lo fueron a buscar a su casa. Con el se fueron su esposa Alicia y la hija de ésta con su esposo e hijo. Al llegar a Miami había numerosas carpas en lo que ha sido por años la Torre de la Libertad. Allí lo identificaron como combatiente contra la revolución y por delante de cientos o quizás miles que habían llegado antes que él le preguntaron que a donde quería ir, pidiendo mi padre reunirse con su hermano Raúl que hacía muchos años vivía en San Francisco y se dedicaba al negocio de las flores. A el y a Alicia les dieron ropa, dinero y un pasaje para San Francisco e indicaciones de presentarse allí en inmigración en el aeropuerto. La hija de Alicia escogió quedarse a vivir en Miami.
La estancia de mi padre en San Francisco fue feliz, dentro de lo que se puede considerar felicidad par un deportado forzoso, porque desterrar a alguien a un lugar extranjero, y confinarlo allí por razones políticas o como castigo no tiene otra connotación. Le encantaba el clima de San Francisco, decía que era como vivir el año entero con aire acondicionado, que era una ciudad hermosa y llena de flores y paisajes increíbles.
Vivía en un condominio en un piso alto y se dedicaba por entero a leer y a volver a ver en videos las películas de la época de oro del cine mexicano, en particular las de Cantinflas y Tin-tan. Ayudaba a su hermano Raúl en el negocio de las flores y recibía una pensión bien generosa para la época del gobierno norteamericano. De estas cosas me enteraba cuando alguien de forma misteriosa hacía llegar a mis manos una carta, quién sabe cada cuántos años. En esa época no había comunicación de ningún tipo, ni correo, ni teléfono, así que si tenías un familiar que viajaba a los Estados Unidos era igual que si hubiera muerto o peor, porque sabías que vivía, pero tenías completa incertidumbre acerca de su vida.
Si esto no es crueldad, que alguien me diga como se llama.
LA FAMOSA LOMBARD STREET EN SAN FRANCISCO.
Después de 12 años en San Francisco mi padre decide ir a conocer a New York. Allí lo mismo hacía un frío glacial que un calor asfixiante y además tuvo un accidente de auto y se fracturó un brazo. Así que quiso ir a donde hubiera algo que lo acercara más a Cuba. Y asi se fue a vivir a Fort Lauderdale, después a Miami y finalizó sus días en Coral Beach. Se fue sin que yo supiera siquiera que había estado enfermo y muriera. Se que incontables los cubanos que han pasado por este trance tan difícil, que se vuelve más difícil cuando todo te impide estar a su lado en ese momento y además enterándote de ello quién sabe cuanto tiempo después.
Si esto no es crueldad, que alguien me diga como se llama.
Algo para recordar.
En los años 50 hubo una pelicula muy romántica que se llamó Algo para Recordar (An affair to remember) y fue protagonizada por Cary Grant y Deborah Kerr y trataba de una pareja que se enamoran y acuerdan encontrarse seis meses después en el Empire State Building, pero el encuentro se malogra por un accidente. Después de su separación se reencuentran en lo alto del Empire State, como habían planeado inicialmente, con una escena bien emocionante.
El 2 de junio de 1988 yo regresaba de Moscú, entonces Unión Soviética y el avión hacía escala en Gander, aeropuerto en la Isla de Terranova, Canadá, punto usual de escala de Aeroflot. El gigantesco Il-86 taxea en el rudimentario aeropuerto, los pasajeros se bajan a la pista y van hacia las instalaciones y allí, detrás de un cristal, me encuentro a mi padre.
Unos pasajeros cubanos pidieron asilo político en Canadá, por ello el vuelo demoró su partida varias horas. Varias horas estuve hablando sin escucharnos casi a través de un cristal, mi padre insistiéndome que me quedara, yo tratando de explicarle que no dejaba atrás a mis hijos. No creo que me hubiera pasado lo mismo, pero un año y medio más tarde mi amigo Jaime Ferrándiz al regreso de un viaje de trabajo a Alemania se quedó en Gander y perdió todo contacto con sus hijos, a la sazón de unos 10 u 11 años, jimaguas que tuvieron que criarse en los años en que más lo necesitaban, sin un padre. Por eso en los viajes que realice no me faltaron ganas de abandonar la isla, pero más fuerte que mi familia no podía ser nada.
He descrito el que no sabía sería mi último encuentro con papá: desgarrador e inolvidable.
Si esto no es crueldad, que alguien me diga como se llama.
A nuestra generación la historia le impuso una especie de maldición. Solo conocimos consignas, marchas, discursos de largas horas; prensa, televisión y radio politizadas; influencia rusa en toda nuestra vida y con cosas tan ajenas a nuestra cultura; implantación a sangre y fuego de una ideología extranjera; eliminación práctica de todas las tradiciones nacionales; música politizada y/o vulgar; las inútiles escuelas al campo; las estúpidas guardias de los C.D.R; el racionamiento de alimentos por más de medio siglo; desecación infructuosa de la Ciénaga de Zapata que fue el pionero de los delirios; la inalcanzable Zafra de los Diez Millones; las colas interminables para todo; el Servicio Militar Obligatorio por tres años; el Ejército Juvenil del Trabajo como trabajo forzado; las guerras de Angola, Etiopia y los combatientes internacionalistas; los engaños en la producción agropecuaria como la Brigada Che Guevara, el Cordón de La Habana, el ganado F1 (cruce entre Holstein y Cebú ) y cuantos otros desvaríos; las ineficientes políticas y sistemas económicos; y muchísimos otros desastres dictados por el voluntarismo; la pérdida total de valores morales y cívicos; pero lo peor de la maldición fue vivir en un país en el cual, como decía el poeta Antonio Machado:
“Es propio de aquellos con mentes estrechas, embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza”
y por eso si alguien no coincidía con la historia oficial, era una escoria, un gusano, un lacayo del imperialismo y merecía el ostracismo, el destierro y el ser borrado de todos los récords, libros, grabaciones, escritos, como si no hubiera existido, algo parecido a lo que ocurría en la obra de Orwell “1984” en un futuro presidido por un poder absoluto que controla hasta los pensamientos y que reescribía constantemente la historia a su conveniencia.
Sin duda es una vergüenza nacional de que Cuba es uno de los pocos países del planeta que hoy, en general, vive en peores condiciones materiales y sociales que hace medio siglo, pero yo repito mi afirmación: de todos los crímenes de la revolución (o involución como la definen muchos, incluyéndome a mí) cubana, el peor de todos fue separar las familias y aplicar una inhumana política migratoria durante más de medio siglo. Estoy seguro que a los comisarios que han diseñado y aplicado estas políticas no les hubiera gustado no saber de sus padres por décadas y ni siquiera saber como vivían y no poder acompañarlos a la hora de su muerte, ni saber donde yacen sus restos.
O tal vez me equivoco y eso tampoco les importa.
Por eso estoy seguro que una buena parte de la población cubana ha llorado cuando escucha la hermosa canción de Carlos Varela, “Foto de Familia” en la que nos vemos retratados.
Detrás de todos estos años
Detrás del miedo y el dolor
Vivimos añorando algo
Algo que nunca más volvió.
Detrás de los que no se fueron
Detrás de los que ya no están
Hay una foto de familia
Donde lloramos al final.
Tratando de mirar por el ojo de la aguja
Tratando de vivir dentro de una misma burbuja
Solos, solos…
Detrás de toda la nostalgia
De la mentira y la traición
Detrás de toda la distancia
Detrás de la separación
Detrás de todos los gobiernos
De las fronteras y la religión
Hay una foto de familia
Hay una foto de los dos
Tratando de mirar por el ojo de una aguja
Tratando de vivir dentro de una misma burbuja
Solos, solos…
Detrás de todos estos años
Detrás del miedo y el dolor
Vivimos añorando algo
Y descubrimos con desilusión
Que no sirvió de nada
O casi nada que no es lo mismo
Pero es igual
1 Comentario
Douglas Gutierrez Orozco
December 2, 2016 at 10:13 pmBuen dia muy interesante , muchos en el mundo han vivido algo igual o peor , pero a qui estamo , soy nicaraguense educado en cuba en los años 80 exiliado en miami y tuve la oprtunidad de conocera Huber Matus en persona , yo atendia sus compras .
saludes y Dios nos Bendiga