Los cubanos también tenemos de franceses

Los cubanos también tenemos de franceses

“Las mejores cosas de la vida son gratis, las segundas mejores cosas son las más caras.”

Coco Chanel

Para completar esta frase, yo diría que muchas de las segundas mejores cosas, esas bien caras, son francesas.

Guillermo Cabrera Infante se dio cuenta al vivir en Londres que muchas cosas que se decían sobre ese país y sus habitantes no eran ciertas. Los ingleses no eran tan puntuales como se decía, el té no se tomaba a las cinco de la tarde, sino a las cuatro y lo que consideraba más grave: en Londres casi no hay niebla, ese fue un invento de Arthur Conan Doyle para que Sherlock Holmes y siempre estuviera rodeado de un halo de misterio y para hacer más tenebrosos los crímenes de Jack el Destripador. A su vez había tres cosas que le gustaban mucho de los británicos: juego limpio, cortesía y modestia junto con otra cosa que ya conocía por libros y películas: su sentido del humor. Pero la mayoría de las cosas que se daban como ciertas no eran tal y como se dice conocer.

Y otro tanto podemos aplicar a los franceses. En el mundo tienen fama de arrogantes y orgullosos por sus logros del pasado en el arte y la ciencia y por su estilo de vida en el que se han destacado en las artes en general, la arquitectura, la forma de vestir y lucir y sobre todo en la gastronomía. Probablemente en algunos de estos campos los franceses son los super, ultra, hiper, mega líderes mundiales.

Aunque la Francia de hoy está lejos de ser una potencia mundial de primer orden y su lengua no es la predominante ni en los negocios ni el entretenimiento y solo tienen fuerza en parte de África, en sus antiguas colonias, la realidad es que Francia ha tenido una influencia de primera importancia a lo largo de la historia en muchos sitios, incluyendo en imperios tan poderosos como el ruso e internacionalmente en lo que de alimentación y exquisitez se trata, aparte de que el francés es considerado el idioma del amor.

Lo cierto es que los franceses son exquisitos en su trato, manejan como nadie los modales y de Francia han salido grandes artistas de todas las disciplinas, grandes científicos y sobre todo grandes pensadores, los mejores perfumes y los mejores vinos, algunos de los mejores quesos y su gastronomía goza de prestigio universal entre las mejores, a la vez que son líderes en la moda y en la perfumería. El resto solo son estereotipos porque gente buena y gente mala existe en todas partes. Y si de orgullosos y estirados se trata, todo lo que tiene ascendencia latina y en particular nosotros que venimos de España, la meca del orgullo, no podía ser de otra manera.

En resumen, los mitos que hay sobre las nacionalidades, se cumplen en ciertas personas, en particular en los que viven en capitales o grandes ciudades, pero para nada pueden considerarse extensivos a todos. Y mucho menos creernos que, como se comenta, son los mejores en el amor o que muchos son amanerados o afeminados solo porque son más elegantes o desempercudidos y preocupados por su apariencia que otros.

El que Luis XIV, el llamado Rey Sol, solo se hubiera bañado un par de veces en toda su vida, no quiere decir que los franceses no se bañen, o que Philippe Pétain haya sido un títere de los nazis, no significa que los franceses no lucharan contra la ocupación, o que se menosprecie la comida francesa porque comen ancas de rana y caracoles, todos son mitos que podemos atribuir a los que no los conocen, como ocurre con muchísimos países.

Lo cierto es que los cubanos también hemos tenido la suerte de que los franceses dejaron su huella en nuestro país, lo que sin duda alguna nos hizo mejores, más civilizados.

Su influencia en Cuba es inmensa a pesar del extenso dominio lógico de la cultura española y la composición de la procedencia de la población, y prueba de ello son, por mencionar unas pocas: el café, la gastronomía, la música, la danza, la arquitectura, la farmacopea y el gusto por el buen vestir y la perfumería, aspectos en que lograron destacar de manera que todo lo que oliera a francés, incluyendo el idioma, en Cuba se consideraba, o se sigue considerando por algunos, de buen gusto, aunque yo recuerdo en mi juventud que se decía que el que le gustaba hablar francés, al igual que el hombre que quería ser pianista, es porque era maricón, con todas sus letras.

Pero es muy importante saber cómo comenzó nuestro acercamiento a los franceses.

Desembarcaron los franceses.

De los que vamos a hablar no fueron los primeros franceses que llegaron a Cuba, sino otros, de muy triste recordación, cuyos nombres aprendimos de niños y nunca hemos olvidado.

El primero de ellos fue el autor del más cruel ataque a La Habana, Jacques de Sores. El pirata francés llegó con dos carabelas y doscientos piratas el 10 de julio de 1555 y tras bordear la bahía llegaron hasta Guanabacoa, y tras ello desembarcó en la caleta de San Lázaro, atacó el fortín existente y saqueó todas las casas, la iglesia y destruyó el fuerte y tras incendiar la villa, asesinó a más de treinta prisioneros en un ataque muy sonado y que dio origen a la necesidad de fortificación de la capital de la Isla. El ofrecimiento de entregar mil pesos contra los treinta mil que pedía provocó su ira y que también provocó que arrasara con las estancias vecinas, colgara a los esclavos que en ellas trabajaban, ultrajara las imágenes de santos y quemara las embarcaciones. De Sores dejó a La Habana destruida y a sus vecinos aterrorizados y en la miseria, los que maldecían tanto al francés como al cobarde gobernador Pérez de Angulo, el cual fue enviado preso a España y fue el causante de que en lo adelante todos los gobernadores generales fueran militares.

Jacques dejó un recuerdo muy triste, ya que anteriormente a su ataque a La Habana, había devastado a Santiago de Cuba y a Puerto Príncipe, lugares que fueron saqueados, cometidos múltiples asesinatos y secuestradas sus mujeres, las que en su viaje hacia La Habana, fueron dejadas en Cayo Coco.

Pero Jacques de Sores no fue el primer pirata francés que asoló a Cuba, ya en 1537 un corsario francés estuvo anclado varias horas en el puerto habanero, vigilando a los barcos españoles y al ser perseguido, se fue hasta la bahía de el Mariel y al trabar combate, el francés quemó dos de las naves y se incautó otra. Y un año después otro pirata francés asedió a la villa de San Cristóbal, la que saqueó y quemó y se llevó hasta las campanas del templo.

Por si fuera poco en 1543 Jean Francois de la Roque desembarcó en la misma entrada de la bahía, donde hoy está la fortaleza de la Punta, pero a este no le fue muy bien porque los vecinos, asustados por los desastres ocurridos anteriormente y a pesar de no existir fortalezas bien plantadas, lograron detener a los piratas y causarle varias bajas.

La Habana siglo XVII

De ahí que para contener los ataques de corsarios y piratas España fortificó sus puertos en Cuba en especial La Habana, donde se erigieron las fortalezas de La Punta, y la del Morro, a ambos lados de la entrada, asi que en una parte esas joyas arquitectónicas se las debemos a los franceses.

Así y todo en 1604 el corsario francés Gilberto Girón desembarcó en la bahía de Manzanillo, desde la cual se dirigió hasta Yara, donde secuestró al obispo de Cuba fray Juan de las Cabezas, establecido en Bayamo, por el que pidió un fuerte rescate. Un capitán español, que aparentemente iba a entregar el rescate, le tendió una emboscada, donde el corsario fue muerto por un negro esclavo, el cual lo atravesó con una lanza.

Y hubo muchos otros ataques, como el de Baracoa en 1546 por corsarios franceses los que aprovecharon que no había medio alguno de defensa; ataques a Santiago de Cuba en 1543, 1546 y 1554; Pierre Legrand, francés, asaltó a Sancti Spíritus el día de navidad de 1665.

Y aparte dejamos a uno de los más tristemente recordados por su crueldad: Jacques Jean David Nau (François l’Olonnais) conocido como el Olonés y que atacó a Batabanó, San Juan de los Remedios, y Puerto Príncipe. “El Olonés”, que había llegado al Caribe muy joven, se destacó por ser muy cruel. En 1668 en la cayería norte de la parte central de Cuba, captura un barco español, y asesina a todos sus tripulantes. El Olonés asentado en la isla Tortuga, muy cerca de la costa norte de Haití y donde radicaban los llamados Hermanos de la Costa, el mayor refugio de piratas, logró comandar una flota de cincuenta naves.

Estos franceses fueron sin duda muy destructivos, pero la vida, siempre llena de compensaciones, nos trajo a los buenos un siglo y medio o par de siglos más tarde. Algo así como lo es un calvo con una espesa barba, un buen ejemplo de compensación..

Massacre des Blancs – https://historiasdelahistoria.com

La revolución haitiana

Es poco probable que la revolución haitiana haya tenido un mejor relator que Carpentier, pero yo soy de los que no me impresiona la fama de los escritores, sino busco que la lectura me de satisfacción, es por ello que me voy a detener en este caso.

Alejo Carpentier, probablemente el autor cubano más difundido, aunque no mi preferido, no por sus temas, que son excelentes, sino por lo excesivamente aburrido y enredado de su estilo y su vocabulario complejo en exceso que me resulta demasiado elitista. Alejo fue un cubano tan afrancesado que hablaba el español con acento francés (nació en Suiza de padre francés y madre rusa y vino a Cuba muy pequeño), pero nos dejó varias obras monumentales entre ellas “El siglo de las luces” y “El reino de este mundo”, que nos acerca tanto a la revolución francesa como a las islas caribeñas dominadas por esta potencia, en particular Haití, sobre todo “El reino de este mundo” con los orígenes de la independencia haitiana, dándonos una primera aproximación al realismo mágico tan en boga en nuestros días, tras la explosión orquestada por Gabriel García Márquez.

Carpentier es para mí, con respecto de los especialistas, como esos pintores famosos que nos muestran un lienzo incomprensible y de los cuales los expertos y los ignorantes no se cansan de alabar, a pesar de que no entienden nada de su esencia.

Sin duda alguna Carpentier profundizó en ese suceso que influenciaría de forma positiva en la conformación de la Cuba que conocemos, aunque muchas cosas hayan cambiado por una revolución que él apoyó pero que sin duda también, con el tiempo, le hubiera resultado una farsa. Fue oportunista pero no creo que haya sido estúpido.

Haití era la colonia francesa más rica de América, y su destrucción por la revolución de 1791, dio a Cuba la oportunidad de ocupar su lugar en la producción de mercancías muy bien cotizadas en el mercado internacional como eran el café y el azúcar. Algo parecido ocurriría con la revolución cubana de 1959, que le dio la oportunidad a otros países del Caribe a desarrollar su producción tabacalera, cafetalera y ronera, como fue con República Dominicana, la que también sustituyó a más de cien peloteros cubanos que jugaban en las Grandes Ligas de Béisbol, Puerto Rico con la música cubana ahora bautizada como “salsa” a la par que todos los países del área desarrollaron el turismo para asimilar los que antes venían a Cuba, mientras ésta se quedaba a años luz del incremento turístico mundial..

Inspirados por las ideas libertadoras de la Revolución Francesa de 1789, medio millón de esclavos negros de Haití se amotinan contra la presencia y dominio francés en esa isla, y ello dio comienzo a un éxodo.

Los primeros que salieron de Haití fueron franceses precavidos que al ver los choques entre diferentes facciones y en particular en la parte más rica del país, Cabo Francés, decidieron unos refugiarse en la parte española de la isla, actual República Dominicana y otros, por su cercanía, aunque separados por el mar, se radicaron en la parte oriental de Cuba. Tanto en un lugar como en otro, los refugiados fueron bien acogidos; venían familias enteras, algunas con sus esclavos y algunas pertenencias, pero en Cuba las autoridades españolas, temerosas del contagio de la revuelta, no fue hasta 1791 que se permitió ingresar una emigración masiva por Baracoa, la población y el puerto cubano más cercano a Haití.

 Citadelle Laferrière – https://historiasdelahistoria.com
La ciudadela Laferriére es la mayor fortaleza de toda America y fue construida por Henri Christophe para defender a la recien nacida Haití.

En su mayoría eran dueños de cafetales e ingenios azucareros y aunque muchos se instalaron en los alrededores de Santiago de Cuba algunos se fueron hasta la parte occidental de la Isla, aunque realmente después se encontraron en muchas zonas del país, sobre todo los llamados negros franceses, llevados por sus amos en su fuga. La oleada de refugiados más masiva se produce a partir de 1792, ya que los gobernantes españoles, por encima de su diferencia con los franceses, pusieron por delante la gravedad del peligro de los rebeldes negros esclavos, ayudada con un proyecto de Francisco de Arango y Parreño, una figura de mucho prestigio que representó a Cuba ante las Cortes españolas, creó la Sociedad Económica de Amigos del País y que no estaba de acuerdo con la condicion colonial de Cuba, por la que abogaba que tuviera los mismos privilegios que los peninsulares, y que propugnó que se le diera a los franceses derechos de ciudadanía porque ello conllevaria al desarrollo social y económico, tal y como ocurrió.

Nombres que dejarían su rastro en nuestra historia, se acogieron a ese derecho de ciudadanía, como fueron Beaumont, Chappotin, Gleize de Maisoncelles, Jean de Chauviteau, Kenscoff, Benatour, Rousset, Robert, Lafargue, Espinville, Messemé, todos emprendedores que fundaron cafetales, industrias, boticas, ingenios en todas partes de Cuba. A su vez, aprovechando esta estampida, varios negros y mulatos franceses se fueron a vivir a nuestra isla.

En la práctica los franceses admitidos debían declararse monárquicos pero esto fue cambiando muy rápidamente cuando se vio que no todos los republicanos franceses eran partidarios de la anarquía y además que en el orden económico se vio de inmediato el beneficio que esta emigración traía consigo. Paralelamente España concibió un plan, aprovechando la oportunidad, para eliminar al Haiti negro del mercado mundial del azúcar con la ayuda de los franceses emigrados y si era posible también del comercio del café. Grandes contingentes de hacendados, administradores, técnicos, mayorales y especialistas vinculados a estas producciones estaban dispuestos para ello y así atenuar o desaparecer completamente la competencia y de paso tomar venganza por lo ocurrido.

Más tarde, al final del siglo XVIII y principios del XIX llegaron a Cuba otros refugiados civiles y militares que se habían asentado en Jamaica o Santo Domingo, entre ellos varios colonos anglófonos también expulsados por Toussaint-Louverture. Estos se ubicaron en La Habana y Matanzas, así como en Trinidad y Puerto Príncipe en el centro, y con mayor razón en Santiago de Cuba. Pero no fue el último éxodo, después vino la que se llamó “evacuación de Haití”, resultante de las amenazas de Napoleón Bonaparte de destruir la amenaza que representaba para el imperio colonial Francés la revuelta haitiana. La expedición francesa de 1802 al mando del general Leclerc, que pretendía reponer el restablecer la esclavitud y la colonización haitiana, la cual fracasó, dejó tras de si un caos que obligó a la fuga de miles y entre ellos los que pudieron escapar a las matanzas de franceses decretada por Dessalines y la persecusión inglesa en el mar, llegaron a Cuba formando parte del grupo más masivo, de alrededor de veinte mil personas.

Una triste historia la de los franceses en Haití, parecida a la suerte de los balseros cubanos de nuestros días, ambos huyendo del terror.

Curiosidades de la emigración francesa.

El alzamiento del 2 de Mayo de 1808 de los madrileños contra Napoleón, tuvo una repercusión en Cuba con los refugiados franceses, los que fueron injustamente atacados. Someruelos, el capitán general, determinó que los naturalizados debían ser respetados y los que no, o que no habían manifestado su apoyo a la causa española, debían abandonar el país de inmediato. Por supuesto que en Santiago y Baracoa no hubo hechos graves, pero en La Habana y sus alrededores, hubo un levantamiento que pretendía saquear los bienes de los franceses y asesinarlos. Por ello muchos colonos se fueron para New Orleans o para otras colonias francesas del Caribe.

Ese hecho trajo consigo que en varias regiones del occidente y centro de la Isla se perdiera la huella de la presencia francesa, pero lo cierto es que en especial en el oriente del país, tras finalizar el conflicto entre Francia y España, regresaran a sus posesiones, no así en otros lugares.

En la segunda mitad del siglo XIX, tras el crecimiento de la zafra, entraron, según estimaciones, medio millón de braceros haitianos para la cosecha. Muchos se asentaron en Cuba y se asentaron en la zona Oriental, por lo que esa comunidad haitiana conservó su lenguaje y por ello es en esa zona en donde más abunda la raza negra en toda Cuba.

Los que vinieron originalmente con sus amos cubanos, ayudaron a conocer que en Cuba tendrían trabajo y un ambiente más tranquilo y por ello la grlan afluencia de negros haitianos, que allimentaron aún más el surgir de las contradanzas francesas, las Tumbas Francesas y que tanto influirían en el danzón, el son, las Charangas francesas, la rumba y otros ritmos cubanos.

Estos aportes de sangre francesa y haitiana con su estilo de vida, se fueron integrando y fortalecieron la formación de la identidad cubana.

El período francés

Fue tan fuerte el impacto de esa inmigracion que esos años quedaron en la historia cubana con esa denominación. Y con mucha fuerza se asentaron los colonos franceses, sus familias y muchos de sus esclavos en Santiago de Cuba, Guantánamo y las montañas de la Sierra Maestra, así como en la zona occidental en la Sierra del Rosario. En esos lugares desarrollaron grandes cafetales y prosperó rápidamente la economía, pero tras la proclamación de Fernando VII y la declaración de la guerra a Napoleón, se produjeron asaltos a las casas de franceses en varias locaciones de la región oriental, teniendo en cuenta que una parte importante de los franceses blancos emigrados habían nacido en Haití y otra buena cantidad venía de la Francia continental y se temía que trajeron consigo sus ideas independentistas y antimonárquicas.

Se dice que en las primeras oleadas hubo hasta 30 mil refugiados, la tercera parte de los franceses en la región oriental, de forma tal que en Santiago de Cuba eran el 22 por ciento de la población, el treinta por ciento en Baracoa y unos pocos cientos en varios lugares de la zona occidental y central de la Isla.

Es por eso que en Santiago de Cuba constituyeron un grupo homogéneo que pudo mantenerse aferrado a sus patrones culturales, lo que no ocurrió con el resto, que vieron en alguna medidas obligados a integrarse a los conciudadanos cubanos. Pero poco tiempo después había más de 200 cafetales fundados por ellos surgieron en los alrededores de Santiago, 115 en los alrededores de La Habana y veinte en el centro de la Isla.

La gran prosperidad se mostró con el registro, solamente en el territorio santiaguero, de 260 empresas de capital francés, la transformación de la infraestructura de la ciudad y sus alrededores, el despertar cultural y social, de forma tal que todavía siguen vivas las huellas de su presencia.

Los franceses construyeron un café al estilo parisino con gran capacidad, el que fue bautizado como Le Tivolí. El barrio donde estaba situado pasó a llamarse igual y se constituyó en un símbolo de la ciudad, con sus rejas de hierro al estilo del sur francés en ventanas y balcones, que fueron sustituyendo los barrotes de madera y desde él había una hermosa vista de la bahía y las montañas. Fue allí donde nació el carnaval santiaguero, y también algunas variantes de la tumba francesa, un baile de los negros esclavos que rememoran a París.

Sin duda alguna, Santiago de Cuba y Cuba recibió el primero y más importante impacto de la cultura francesa, por eso se constituyó en la ciudad más importante después de la capital y ello se debió a que esa emigración propició la introducción de nuevas técnicas en la agricultura y convirtió a la Isla en productora y exportadora de café,

El primer cafetal la había fundado en Cuba el catalán Jose Gelabert (los catalanes tuvieron un papel predominante en el desarrollo económico de la Isla en las cercanías del poblado de Wajay en 1788, pero no para destinar el grano a ser consumido como la popular bebida, sino para fabricar licores.

Pero al final el café, junto al tabaco, el ron y la caña de azúcar, han sido de los principales elementos en el desarrollo de la economía y la sociedad cubana y en ello está la mano de los franceses.

En el artículo sobre los catalanes en Cuba, me refiero a que fue un francés, con quien hizo amistad Facundo Bacardí en un viaje a Cuba y con el que compartió estancia en la Martinica en espera de que pasara un huracán, el que le enseñó el secreto que convirtió a Bacardí en el Rey de los Rones y el Ron de los Reyes.

Pero en particular el café, se hizo la bebida nacional junto con un compañero inseparable: el tabaco. Y el café es la principal la huella de la presencia francesa en Cuba.

Aunque en la zona oriental del país no es nada raro encontrar apellidos franceses, sobre todo en Santiago de Cuba y Guantánamo.

Pero estos son temas que merecen una aproximación más detallada.

Eugène Delacroix – https://es.wikipedia.org

El impacto de las ideas de la Revolución Francesa.

La revolución francesa tiene un prestigio que casi lo convierte en un mito porque los valores, las ideas y el modelo que representó, de libertad, igualdad y fraternidad, todo un símbolo de la democracia y los derechos humanos, que representan el triunfo de lo sensato sobre el oscurantismo son tan genuinos y siguen tan vigentes que ni siquiera el terror aplicado en nombre de los logros revolucionarios le hizo mella.

Si recordamos el gustado programa televisivo “Escriba y lea” nos retrotraemos a que para identificar un suceso se hacía referencia a qué período histórico correspondía, y así muchos conocieron que la Revolución Francesa representó el inicio de la era contemporánea y marca el momento en que se abrieron nuevos horizontes políticos basados en la soberanía popular, que a pesar de que contrastan con estadíos anteriores profundamente injustos, no han logrado materializar completamente esas ideas.

Pero ella tuvo una influencia muy importante en las revoluciones que imitaron ese modelo, de una parte para proclamar la independencia de muchos países, acabar con el dominio colonial y por otra para abolir la esclavitud. No solamente se sacudió el régimen feudal, sino que también las instituciones como la iglesia, las monarquías, el derecho, la educación y la familia se vieron afectados por el incipiente capitalismo y la industrialización de la sociedad.

Las ideas libertarias de la Revolución Francesa florecieron sobre todo en el nuevo continente, donde la gente se sintió con derecho a las soberanía y liberarse de monarcas omnipotentes y el primer y principal ejemplo fue la creación de los Estados Unidos, con el apoyo relevante de Francia. La independencia norteamericana tuvo un impacto continental y Europeo por la ruptura que significaba romper con la metrópoli, así como el surgimiento de una república diferente a las conocidas, que eran aristocráticas y oligárquicas.

Por eso la llegada a Cuba de la emigración francesa, se sumó a la influencia de las ideas independentistas que se fueron extendiendo por el mundo y que fueron desmembrando el imperio colonial español.

Algunos personajes relevantes franceses, representantes de las ciencias y la cultura visitaron o vivieron en Cuba en diferentes épocas, entre ellos al duque Luis Felipe de Orleáns, Rey de Francia en 1830, y quien por espacio de cuatro meses residió en La Habana, en el año 1798. Otro ejemplo fue el de Francisco Antonmarchi Metti, último médico de Napoleón, quien se asentó en Cuba, donde falleció y fue el que trajo la mascarilla mortuoria del emperador que se encuentra expuesta en el Museo Napoleónico, en La Habana.

Muchos cubanos, con sangre francesa, combatieron al colonialismo español, alcanzando los grados más altos en el Ejército Libertador de Cuba, del cual es ejemplo el General de División José Lacret Morlot, pero también están los Generales de División Eligio Ducasse Revee y Vidal Ducasse Revee, el General de Brigada Luis Bonne Bonne, el General de Brigada Eloy Beauvilliers y los Generales de Brigada Demetrio Castillo Duany y José Joaquín Castillo Duany,

Y no pocos cubanos de gran prestigio internacional eran hijos de madres o padres franceses como fue el caso del prestigioso científico cubano Carlos J. Finlay de Barres, descendiente de madre francesa, a quien corresponde el mérito de ser el descubridor, en 1881, del vector que transmite la fiebre amarilla.

Final

Una sola reflexión: ¿por qué al Caballero de París lo bautizaron con ese nombre? No por ser un vagabundo ni por estar afectado de sus facultades mentales, sino por su elegancia, su cultura y sus modales, a pesar de ser quien era. No era un caballero cualquiera, era un caballero en todo el sentido de la palabra y además se le designó que era de París, la meca de lo exquisito.

En resumen, los franceses que llegaron de improviso, huyendo del horror y sin contar con nadie, lo cambiaron todo y para bien. Revolucionaron la producción agrícola, generalizaron el cultivo de café, introdujeron su gastronomía, la danza, el teatro, refinaron las diversiones.

Llegó a ser tan fuerte esa influencia en las primeras décadas del siglo XIX que una quinta parte de los habitantes de la zona oriental tenía como lengua materna el francés.

Y dos siglos después, si revisamos la guía telefónica vamos a encontrar los apellidos Pierre, Laffite, Lafita, Lasalle, Laferte, Crombet, Cascaret, Laurent, Ribeaux, Gurrié, Lemaire, Chappotin, Estrampes, Villars, Chanfrau, Fouchard, Etcheverria, Pelletier, Giraud, Elisonde, Darcourt, Deschapelle, Lagarde, Blanchet, Depestre, Sanguily, Verrier, Pascal, Benet, Caseaux, Lanier, Leblanc, Lapoux, Brunet, Laure, Roy, Prevost, Moreau, Savon, d’Arnaud, Lamarque, Casamajor, Lamothe, Caignet, Gilard, Monier, Dumois, Bayard, Stable, Brossard, Longchamps, Rivery, Dufourneau, Joly, Barthelemy, D’Espaigne, Bavastro. Y solamente he mencionado apellidos que de una forma u otra he conocido personalmente, por tratarse de artistas, deportistas, escritores u otros de los que tengo referencias.

Ahora bien, sin duda alguna los grandes receptores de la influencia francesa fueron La Habana, Santiago de Cuba y Matanzas.

Los 54 Estados miembros de la Francofonía, unidos a Francia por lazos culturales, políticos y sociales no incluye a la Mayor de las Antillas por razones obvias, pero no es obstáculo para que Cuba se encuentre entre los Estados observadores de esa organización y participe de las celebraciones mundiales de las manifestaciones de esa comunidad que une los valores y la cultura y representa el idioma de doscientos millones de personas en todos los continentes.

 La Caperucita Roja, un cuento infantil universal

¿Y Qué niño cubanos no ha cantado: “A mambrocható”?, esa pieza derivada del cántico infantil francés “A mon beau château”, o no conoce La Bella Durmiente, Caperucita Roja, La Cenicienta, Pulgarcito, El gato con botas, asimilados por una vía u otra, por las narraciones de nuestras abuelas o por las versiones de Disney, y estos cuentos de hadas, princesas y con una moraleja sin par, fueron escritos por el francés Charles Perrault, mientras que Antoine de Saint-Exupéry nos dejó El Principito, y Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve escribió La Bella y la Bestia. Y otro tanto se puede decir de Jean La Fontaine, con sus fábulas educativas que nos ayudaron a desarrollar la imaginación, como son La Cigarra y la Hormiga, El mono y el Leopardo, La Zorra y el Cuervo, El Lobo y el Cordero, El Gato y el Ratón, La Liebre y la Tortuga y muchas otras que nos han enseñado tantas lecciones de vida.

Estos son solo unos pocos ejemplos, continuaremos profundizando en la influencia francesa en Cuba, que es mucho mayor de lo que avizoramos a simple vista.

Cuando nos hablan de Francia a los cubanos nos vienen a la mente Julio Verne, Victor Hugo, Voltaire, Charles de Gaulle, Charles Aznavour, Edith Piaf, Louis Pasteur, Louis Braille, Pierre y Marie Curie, los hermanos Louis y Auguste Lumiere, Paul Cézanne, Claude Monet, Pierre Auguste Renoir, Paul Gauguin, Claude Debussy, Ravel y hasta Napoleón Bonaparte (aunque por su procedencia corsa no hablara bien el francés, lo que no fue obstáculo para que llegara a ser emperador).

Y no crean que se me olvidó: a los franceses también hay que darles crédito por haber creado el mejor invento para la caspa: la guillotina. A pesar del chiste cruel, es el método más humano para ejecutar a alguien, pues es un procedimiento letal sin agonía.

Por eso debemos pasar revista a lo que nos dejaron los franceses, porque nuestra relación con Francia va muchísimo más allá de la frase “Oui, c’est bien moi Fantômas (ui ce muá fantomás), de la película de igual nombre; del estribillo de la canción de Joe Dassin, Et si tu n’existais pas (et si tu nexistepas) o de la canción de la Aragón ce la ví moncher (C’est la vie, mon chéri)

“Si las olas se van, se van y vienen
Si las olas se van ce la ví moncher,
yo tenía juventud y ahora tengo canas,
yo tenía juventud ce la ví moncher,
y ahora tengo canas ce la ví moncher…
…no te rías de mi, que el que anda llega,
no te rías de mí ce la ví moncher,
que el que anda llega ce la ví moncher…”

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