Llamé al cielo y no me oyó
“Llamé al cielo y no me oyó,
y pues sus puertas me cierra,
de mis pasos en la tierra
responda el cielo, y no yo.”
“Don Juan Tenorio” de José Zorrilla.
Como había explicado en otros artículos de este blog, en Cuba las estaciones del año se identifican no por el clima, que es casi el mismo todo el año, sino viendo las vidrieras de los comercios y su publicidad en los medios, sumado a otros eventos que nos indicaban en qué parte del año nos encontrábamos, como eran ser la Jornada de Verano en las tiendas, los carnavales, la Semana Santa con sus procesiones, el Domingo de Ramos y las cruces en la frente con el Miércoles de Ceniza, la Nochebuena con los aguinaldos, las golosinas propias de esa época y los Santa Claus en todas partes junto con los adornos navideños, la aparición de la epidemia de gripe y uno en particular que no fallaba y nos indicaba que estábamos en Noviembre: la reposición de la obra teatral Don Juan Tenorio, un drama que nos daba miedo a los niños y que era el encanto de los mayores y que de tanto repetirse nos aprendimos sus parlamentos al igual que hicimos en la escuelas con “los zapaticos me aprietan”, “La niña de Guatemala” o “Los zapaticos de rosa” u otros versos llenos de malas palabras o doble sentido.
Algunos de los versos de esa obra se hicieron tan populares que de ellos aparecieron infinitas variaciones, como éstas, a partir de:
“¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor?
Dando lugar a:
“No es verdad ángel de amor,
que en esta apartada orilla,
están friendo morcilla
y hasta aquí llega su olor.”
“No es verdad ángel de amor,
que en esta apartada orilla,
más rica la empanadilla
y se cocina mejor.”
Y está la versión moderna:
“No es verdad angel de amor,
que en esta apartada orilla,
no hay que llevar mascarilla
y se respira mejor.”
Otra estrofa muy popular fue:
¡Cuál gritan esos malditos!
¡Pero mal rayo me parta
si en concluyendo la carta
no pagan caros sus gritos!
Esa me hacía recordar las manifestaciones del 26 de julio, el primero de Mayo o las inventadas para tener al pueblo cubano siempre estresado y que venían acompañadas de aglomeración, gritería y las inevitables congas, aunque nadie sintiera ni estuviera de acuerdo con lo que se celebraba o conmemoraba.
Y había una estrofa que para mí tuvo una significación muy especial porque cada vez que la volvía a escuchar me recordaba a Fidel Castro y sus cómplices, porque los retrataba:
“Por dondequiera que fui,
la razón atropellé,
la virtud escarnecí,
a la justicia burlé
y a las mujeres vendí.
Yo a las cabañas bajé,
yo a los palacios subí,
yo los claustros escalé,
y en todas partes dejé
memoria amarga de mí.”
Pero cuando escuchamos a alguien decir “Tenorio” nos viene a la mente alguien que es un conquistador, un mujeriego, un seductor, un galanteador, un donjuán, un Casanova, o alguien que enamora con facilidad a las mujeres y todo se debe a la fama que creó la obra teatral Don Juan Tenorio. Pocas obras hay tan populares en el teatro español como el Tenorio, pero sí muchísimas tan cursis como ella. Un dramón comparable, guardando las distancias, al “Romeo y Julieta” de Shakespeare o “Tristán e Isolda”, la ópera de Wagner, todas con un final trágico: la muerte de los dos enamorados marcando un desenlace desdichado. Y a ellas le siguieron más tarde tantas y tantas radio y telenovelas que se sucedían en fama una tras otra, aunque muchas ya con un “happy end” al estilo americano. Y no es que fuera cursi, era simplemente la corriente cultural de moda en esos tiempos y que por su atractivo se impuso en la preferencia del público.
Noviembre, Don Juan y la gripe
Con Noviembre llegaba la gripe, rebautizada cada cierto tiempo, pero siempre presente y la inevitable presentación teatral de Don Juan Tenorio, a la que nunca le faltaba público.
Cada primero de Noviembre, la festividad de Todos los Santos, la leyenda de Don Juan Tenorio toma forma en múltiples representaciones teatrales, teniendo especial relevancia en todos los países hispanoparlantes.
La obra tiene una trama simple, medio fantástica y sobre todo hecha para llorar por su tragedia, la de un mujeriego que después de burlar a innumerables mujeres, se enamora de doña Inés, un alma pura que impide que don Juan sea condenado al fuego eterno y logra su arrepentimiento y la salvación de sus pecados. De pecador, irreverente, desafiante e irrespetuoso con los muertos, se transforma completamente gracias al amor.
La trama de Don Juan surge durante la Edad Media con una primera aproximación literaria en “El burlador de Sevilla” de Tirso de Molina escrita en 1630 y José Zorrilla hizo en 1844 una versión moderna del tema, convirtiendo al detestable personaje en un simpático mujeriego redimido.
La acción de la obra se desarrolla en Sevilla en 1545, los tiempos de capa y espada, donde Don Juan Tenorio y don Luis Mejía apuestan a quién de ellos es capaz de conquistar más mujeres, conseguir más dinero y matar más hombres en un año, transcurrido el cual se vuelven a reunir en una taberna, siendo el ganador Don Juan y Mejía le pide la revancha que consiste en que ganará el que logre conquistar a doña Inés de Ulloa, una novicia ingenua al extremo y a la prometida de Mejía, Ana de Pantoja. Las triquiñuelas de ambos hacen que sean encarcelados ambos, pero logran escapar, tras lo cual Don Juan vuelve a ganar la apuesta, engañando a la prometida de Mejía y raptando a doña Inés del convento.
Pero Don Juan se enamora perdidamente y se lleva a Inés a su casa, a donde van a buscarlo los burlados, a los que Tenorio da muerte huyendo a Italia, dejando abandonada a la novicia, la que muere de pena. Cuando cinco años después Don Juan regresa a España, se encuentra que la casa de su padre ha sido convertida en un cementerio conteniendo las tumbas de sus víctimas. Comienza a lamentarse de sus pecados y el espíritu de doña Inés le pide que se arrepienta de todo el mal que hizo, por lo que van a llevárselo al infierno, pero doña Inés logra salvarlo, y viven juntos toda la eternidad.
Resumiendo, Don Juan Tenorio no es un héroe sino un simple mortal que desprecia a los demás, los utiliza y abusa de ellos, alguien vacío y oscuro que se deleita haciendo el mal, im bravucón y abusador de mujeres, que como él mismo dice: “A las mujeres vendí y por dónde quiera que fui, la razón atropellé”. Pero Zorrilla lo redime casi como por encanto y aquel monstruo se convierte en casi un ángel.
Parece mentira que un argumento tan picudo haya sido tan exitoso, pero ya vimos que otros tan frívolos han sido, en diferentes épocas han sido igualmente famosos y admirados. Además recordemos que estamos en la época donde el romanticismo era el estilo predominante.
Pero ahí no terminó, veamos su continuidad en la radio y la televisión, que crearon espacios mucho más masivos que el teatro para ver este tipo de obras, que se convirtieron primero en las preferidas de las amas de casa (las llamadas soap-opera u ópera jabonosa porque los patrocinadores eran principalmente compañías de productos de limpieza) y después de todos los radioescuchas y televidentes. El teatro continuó su camino, fundamentalmente como el principal creador de actores y actrices y directores, de los que se nutrieron los nuevos medios de difusión. Y por supuesto, Don Juan Tenorio también tuvo presencia en ellos.
Al menos en Cuba las telenovelas más famosas de producción nacional fueron:
Doña Bárbara (1978) ¡Raquel Revuelta!
Rosas a crédito (1983)
Sol de batey (1985) ¡Verónica Lynn como la villana, insuperable! A Tomey se le quedó el sanbenito de ¡Oh, Charito!.
La séptima familia (1987)
El Naranjo del Patio (1991) ¡Inmenso Miguel Navarro!.
Pasión y Prejuicio (1992) Isabel Santos: una villana bien mala.
Cuando el agua regresa a la tierra (1993)
Tierra brava (1997) ¡El malo de Don Lucio Contreras!
Si me pudieras querer (1999)
Las huérfanas de la Obra Pía (2000)
Mientras tanto, de factura brasileña destacan:
Una mujer llamada Malú (1979) (ni se sabe cuántas niñas y perritas fueron bautizadas así).
La esclava Isaura (1976) Esta paralizó al país completo y todos recordamos al malvado Leoncio.
Amor con amor se paga (1984)¿quién no recuerda al tacaño Nonô Correia?.
Doña Bella (1986)
Roque Santeiro (1986) ¡El señorito Malta!
Vale todo (1988) Regina Duarte en su caracterización de Raquel dio nombre a los “paladares”
Felicidad (1991)
El rey del ganado (1997) (un Romeo y Julieta al estilo carioca)
Señora del destino (2004) Nazaré, la malvada, la villana de las villanas que sirvió para nombrar a la gripe de turno.
Y procedentes de otros países hicieron furor:
Gotita de Gente (1978, México) Probablemente la más jabonosa de las transmitidas en Cuba.
Café con aroma de mujer (1993, Colombia)
La Saga: negocio de familia (2004, Colombia) Se sale un poco del tema romántico pero no lo deja de un lado.
Estas son algunas de las telenovelas que más lágrimas le ha sacado a los cubanos y eso que no hablo de las radionovelas, donde todo comenzó, como el caso de “El Derecho de Nacer”. Una gigantesca fábrica de llantos.
Y por supuesto no hablo de los miles de telenovelas, todas del mismo corte, que se han visto clandestinamente en Cuba a través del CD, DVD o por el famoso “Paquete Semanal”. Hay para llenar los mares y desbordarlos.
El romanticismo
El Romanticismo fue una revolución en su época que impuso los sentimientos por encima de la razón, un período cultural donde primaba la pasión, aunque no necesariamente nada que ver con el romanticismo del Día de San Valentín o Día de los Enamorados, sino con los contrastes emocionales llevados a situaciones extremas.
Esta corriente no abarcó solamente la literatura, cuyos principales exponentes fueron José Zorrilla, Gustavo Adolfo Bécquer, Lord Byron, Johann Wolfgang von Goethe, Alejandro Dumas (padre), Víctor Hugo, Honoré de Balzac, Charles Dickens y nuestro José Martí sino que también tuvo exponentes en la música, como Johannes Brahms, Schumann, Schubert, Beethoven y Mendelssohn y en las Artes Plásticas están Eugene Delacroix, William Turner, Théodore Géricault, Otto Runge, Francisco de Goya y Caspar David Friedrich.
José Zorrilla es uno de los mayores exponentes del teatro romántico ya que sus obras están cargadas de conflictos sociales, los sentimientos extremos y la búsqueda de la libertad individual, mientras que Martí fue el gran exponente del romanticismo en el orden social en gran parte de su obra.
Zorrilla en Cuba y la Gaceñiga
Zorrilla llegó a La Habana en 1858 invitado por el Capitán General de la Isla Don José de la Concha, el que ofreció una recepción en su honor. El famoso escritor fue llevado a donde el mejor sastre de La Habana, el italiano Porzio, el cual le dijo a Zorrilla: “Muchos se van a quedar sin un frac, pero usted tendrá el suyo a tiempo para la recepción.”
Y en Cuba ocurrieron otros hechos importantes para el escritor. Su amigo Cagigas enfermó de fiebre amarilla y murió, lo que lo afectó grandemente, por lo que un hacendado vasco, Manuel Calvo lo invitó a recuperarse en su cafetal, hecho sobre lo que el autor escribió en sus memorias: “Hay en los años de mi vida dos meses que por los más felices y los más desventurados en ella cuento, pasados en la fresca soledad del cafetal de Calvo en La Habana en febrero y marzo de 1859”.
El otro ya es más importante y que algunos reconocerán pero no la participación de Zorrilla, se trata de que el escritor entendió que la gente se divertía mucho en Cuba, se bailaba mucho, había mucho bullicio y alegría, de forma tal que ello llegaba hasta el Gran Teatro de la Ópera en los que el público se hallaba dividido en dos bandos. Don Manuel Calvo lo sacó de la finca, donde trabajaba sin interrupción sin descanso ni esparcimiento y lo llevaba los sábados a la ciudad y a compartir con su familia y con el Capitán General.
Y en estas salidas de su encierro no podía faltar la visita al teatro Tacón, donde se presentaba la ópera “La Traviata” con la soprana italiana Marietta Gazzaniga (la misma que inspiró la gustada panetela que los cubanos conocemos como Gaceñiga) y más tarde vio a Josefina Cruz de Gassier interpretando “Lucía” y a pesar de que la española le pareció muy superior a la italiana, le llamó la atención de por qué esta última era más popular y más aplaudida. La respuesta estaba en que la Gassier representaba a los españoles y la italiana a los independentistas y anexionistas, en tiempos en que se gestaba la guerra de independencia y en lo que también influía la acción de los destinatarios del principal producto cubano: el azúcar, por lo que Estados Unidos, comenzaba a tener mucha influencia en la vida nacional.
Y a ambas cantantes las describió de forma muy particular:
De la italiana Marietta Gazzaniga, dijo que “la voz está ligeramente velada por el cansancio, las maneras un tanto vulgares y un amaneramiento pretencioso y la española Josefina Cruz de Gassier, es muy agradable de abrazar y una voz deliciosisima de oír, es trigueña, redonda de cara y de formas, rica de pecho y de cabellera negra, riza y profusa; cejas bien acusadas, ojos tan iluminados que relampaguean, con unos brazos olímpicamente modelados que rematan en dos manos pequeñas, tiene el atractivo exterior, los efluvios vitales y simpáticos de las feas que matan a celos y quitan los amantes a las hermosas”.
El que lea esto le parecerá, por el estilo, estar leyendo a Victor Hugo y sus inimitables descripciones de las cosas y las personas que van hasta los detalles más imperceptibles.
Pero ahí no paran las curiosidades de Zorrilla, que también fue un interesado en extremo en asuntos esotéricos, afirmaba que escribía en estado de sonambulismo y que fue testigo de apariciones de espectros.
Esto se ha aprovechado para que su casa natal, convertida en un museo, se afirme que hay objetos que se mueven, gavetas que se abren y luces que se encienden, entre otros fenómenos paranormales, en particular la habitación de su abuela Nicolasa, donde el escritor afirmó haber visto en ella y en el estrecho pasillo por el que se accede, a varios espíritus. Una curiosidad para atraer turistas en Valladolid, la ciudad donde nació Zorrilla.
Las películas
De un argumento con tanta fama no podía falta una película, de las que se destacan la realizada en México, “Don Juen Tenorio”, en 1937 a la que le siguieron otra versión de 1949, esta vez argentina, con los comediantes Luis Sandrini y Tita Merello y otra de 1952, esta vez en España y con la dirección escenográfica del pintor Salvador Dalí. No he visto ninguna de ellas, pero por la opinión de los expertos y de la crítica de los que la vieron, aparentemente cada versión ha sido peor que la anterior, y la primera no fue muy buena que digamos. Asimismo hay otras versiones de 1922, española; una versión muy simpática de 1956 donde actúan Carmen Sevilla, Fernandel y Fernando Rey, y no podía faltar la versión de Hollywood en 1926 con John Barrymore y la versión con Erroll Flynn de 1948. Y no puedo dejar de mencionar la curiosa película de Roger Vadim, el escandaloso director francés, que en 1973 nos trajo el filme erotico: Don Juan, o si Don Juan fuera una mujer”, por supuesto con Brigitte Bardot; así como una especie de secuela con un Don Juan envejecido que regresa a Sevilla veinte años después, una película inglesa con Douglas Fairbanks; sin olvidarnos la versión libre de 1994 donde Johnny Depp es Don Juan (de Marco) y lo acompañan dos grandes: Faye Dunaway y el supremo Marlon Brando.
En fin hay más de tres docenas de películas sobre el tema y es imposible contar las representaciones teatrales radiales y televisivas en todo el mundo. Sin contar el tema tratado en otras obras como las memorias de Giacomo Casanova, el Don Giovanni de Mozart y otras.
El fin de Don Juan
Ya en Cuba solo los muy viejos nos acordamos de Don Juan Tenorio y casi nadie emplea la palabra “Tenorio” para designar a un mujeriego exitoso, pero en el resto del mundo no es así.
En nuestros días el Tenorio también puede llamarse Don Juan, Casanova, Playboy, conquistador, mujeriego y de muchas otras formas, pero creo que han sido muy pocos y contados casos, si existen, los que se han redimido.
Ahora leí por casualidad una noticia de hace más de diez años, en la que se habla de que el actor cubano Vladimir Cruz llega a León para interpretar a un clásico de la literatura, Don Juan Tenorio, de Zorrilla. Vladimir es ese mismo que tomaba chocolate en la exitosa película cubana “Fresa y Chocolate” y que marcara su carrera como actor. Una verdadera curiosidad es que en nuestros días haya un Don Juan cubano y presentándose en España en semejante obra.
Mientras tanto en México se mantiene la tradición de presentar la obra el Dia de los Fieles Difuntos, el equivalente español y cubano del Dia de los Muertos mexicano, donde se ha mantenido en cartelera en esas fechas durante más de un siglo, siendo la obra mas lucrativa en la historia del teatro español.
La obra, que inicialmente fue un fracaso, se convirtió en un clásico y Zorrilla, sin esperar mucho, vendió los derechos poco después del estreno, por lo que se puede decir que llamó al cielo y no lo oyó.
Y nosotros los cubanos, la mayoría, no hemos llamado al cielo, pero a los que lo hicieron, tampoco los oyeron.
No hay Comentarios