Las redes sociales: ese enemigo
Sin duda el mundo se puede dividir en muchos momentos: antes y después del descubrimiento del fuego, antes y después del descubrimiento de la rueda, antes y después del descubrimiento de la energía eléctrica, antes y después del descubrimiento de la energía nuclear y más recientemente antes y después de la aparición de la tecnología informática e Internet.
Ahora que se ha producido una masiva interrupción de los servicios de casi todas las redes sociales como Facebook, Whatsapp, Instagram y otras, vuelvo a mis reflexiones sobre este tema, que hace tiempo vengo observando y que han hecho que yo no sea precisamente un entusiasta usuario de dichas redes.
Hasta hace unos pocos años no existía Internet y mucho menos las redes sociales, pero entonces para mí la vida era más feliz, más simple, más pacífica, te permitía pensar por ti mismo y las influencias sobre las personas no eran tan abrumadoras, por lo que al final eras más libre.
Al crearse las redes sociales probablemente no se pensó en que ellas representarían un mecanismo eficiente para la manipulación del subconsciente de los usuarios, influenciado en ellos con pensamientos que pueden provocar diferentes estados de ánimo, como miedo, euforia injustificada, tristeza, superficialidad y sobre todo aislamiento físico y falta de empatía.
No soy psicólogo ni nada por el estilo, solo voy a dar mi criterio de por qué no soy un entusiasta de las redes sociales y las considero una peligrosa aproximación a varias cosas que pueden llevar a la destrucción de la civilización.
Es cierto que algunas como Whatsapp tiene una utilidad que comparten otros pocos servicios y es que ahorran mucho dinero en llamadas telefónicas y permiten el intercambio de fotos, videos y documentos de forma sencilla y expedita. Pero el resto, en particular Facebook, Instagram y Twitter, y decenas de otras que existen, se me hacen sumamente peligrosas, y voy a compartir algunos razonamientos del por qué así lo pienso.
Algunos casos reales
Son conocidos los casos de personas públicas a las que le han sido bloqueadas o suspendidas sus cuentas en algunas de estas redes, por su uso continuo de mentiras, calumnias, teorías de conspiración infundadas y otras informaciones que causan una conmoción social. Eso es sin duda muy preocupante porque los que se creen sus falsedades y las comparten son millones. Pero voy a referirme a hechos aislados, que ejemplifican como en el orden individual también representan una amenaza. Pero esos son hechos de dominio masivo, no como los que voy a mencionar y que han afectado individualmente a las personas.
En México, una pareja que había pasado varios meses con su hijo en Estados Unidos, al regresar, escribió en las redes que celebrarían un encuentro con la familia en tal lugar el domingo tal, donde compartirían todas las experiencias vividas. Al regresar del encuentro familiar, se encontraron que la reja de la casa había sido violentada, la puerta, una sólida entrada de roble con doble cerradura, destruida, y se habían llevado joyas, ropa, perfumes, una laptop, una tablet, un teléfono celular, relojes, carteras, dinero en efectivo y todo lo que pudieron.
Nadie vio nada y nadie supo nada, pero ante la insistencia de la víctima, una ciudadana española, la policía logró capturar al ladrón y resarcir parcialmente lo robado monetariamente, aunque no los artículos, pero el ratero confesó que había obtenido la información por lo que se había comentado en redes sociales sobre el viaje a Miami, el regreso y la celebración.
Otro caso del que también supe fue de un colombiano que vivía en Estados Unidos y hacía muchos años no iba a Colombia, donde le quedaban solamente unos primos que casi no conocía porque no se veían desde niños. Fue así que pregonó por las redes su viaje, el ansia por visitar los lugares donde pasó su niñez y lo que normalmente se comenta como añoranza por su tierra. El muchacho llegó a Colombia y en el aeropuerto de Bogotá se encontró con que había dos personas con un cartel con su nombre dándole la bienvenida.
Le dijeron que venían de parte de su primo que quería darle una sorpresa. La sorpresa se las llevó el joven cuando le pusieron una pistola en la cabeza y le quitaron todo lo que llevaba, lo llevaron a varios cajeros donde agotó todo el dinero que podía extraer de las tarjetas de crédito y lo dejaron desnudo y amarrado en un monte alejado de la ciudad. Las redes habían dado la alerta para planificar un atraco con todas las de la ley.
Estos son solo dos casos que conocí personalmente, ahora me pregunto ¿cuántos parecidos o de peor final habrán existido?. Seguramente que muchos y es que la vida personal se comparte con amigos y familiares y no se expone ante los demás, porque de gente mala está lleno el mundo.
Y ni hablar de los innumerables casos de invasión de la privacidad publicando fotos de desnudos, llevando la burla a extremos que han causado suicidios y otro tipo de daños psicológicos a las personas, siendo los más vulnerables los jóvenes y adolescentes.
Por eso considero que las redes sociales son campo fértil para la ingenuidad, aunque para mí son el non plus ultra de la imbecilidad.
Algunas características negativas
El cúmulo de información que circula a través de internet y en particular por las redes sociales es tal que vivimos en constante incertidumbre: se hace difícil decidir qué video vemos hasta el final, qué cosa leemos, a qué enlace nos conectamos, si el título de algo aparentemente atrayente, justifica su contenido.
Al final estamos siendo influenciados por los mal llamados “influencers”, en su mayoría unos idiotas que con mentiras y artimañas, conductas fingidas o extremas, la mayor parte de las veces nos estimulan a ser cada dia mas imbéciles y de conducir al mundo a un lugar peor de lo que ya está. Y ni hablar de las nuevas generaciones que no conocen otra cosa, porque es el facilismo, un mundo donde los comunicadores que nos comunican cosas nocivas son los más seguidos.
Eso sin evaluar que el normal giro de los idiomas, las redes sociales van en camino a destruirlos con las nuevas palabras, vocablos y apócopes que nos parecen simpáticos, pero que a la larga son un atentado a la cultura. Al paso que vamos la gente, que ya perdió el hábito de la lectura, tampoco será capaz de escribir.
Se ha vuelto común que los jóvenes no sepan identificar en un mapa a casi ningún país, no sepan quienes fueron figuras históricas, ni tengan los elementales conocimientos de la cultura básica que nos enseñaron cuando éramos niños.
Y han hecho que la interacción familiar se limite a contactos ocasionales en el momento del desayuno o la cena, si acaso.
Redes sociales: el Gran Hermano
El Gran Hermano de 1984, esa novela apocalíptica de George Orwell, ya está entre nosotros, son las redes sociales.
Las redes sociales han propiciado que estemos viviendo en un mundo que nos vigila constantemente y que busca permanentemente modificar nuestra forma de pensar y nuestro comportamiento.
A ello ha ayudado mucho el sorprendente incremento de los servicios de infocomunicaciones y la aparición masiva de dispositivos digitales de todo tipo, en particular los smartphones o teléfonos inteligentes. Ello ha facilitado que aunque no queramos, se ejerza influencia en nosotros con mensajes que modifican nuestra conducta y nuestro razonamiento de tanto repetirse.
Ejemplos hay de sobra, sobre todo aquellos que son sumamente dañinos. ¿Se imaginan que estas redes hace cien años hubieran incidido en nuestro pensamiento con mensajes divisivos y mentiras inconcebibles, sin base lógica ni científica y manipulando a la gente como lo hacen ahora?.
Probablemente en el mundo existirían todavía epidemias de viruela, poliomielitis, tifus, sarampión, tuberculosis y gripe de todos los tipo que se han conocido, los extremistas anormales del Ku Klux Klan seguirían colgando negros, el régimen nazi se mantendría en el poder, sojuzgando países y gaseando judíos, las mujeres y otras minorías no tendrían derecho al voto y en lugar de democracia existiría un régimen monárquico al estilo medieval, en sociedades cada vez más totalitarias y caóticas. Todo ello gracias al uso inadecuado, por fallas en su diseño y falta de control de las redes sociales.
Desde la antigüedad Platón justificó lo que llamó “mentiras nobles” cuando el gobernante decía una falsedad como una forma de lograr el bienestar del pueblo. Después estaba otra “mentira noble”, la visita de los Reyes Magos cada 6 de enero para traer regalos a los niños.
Maquiavelo en “El Príncipe” afirmó: “Los hombres son tan simples y se someten a tal punto a las necesidades presentes, que quien engaña encontrará siempre a quien se deje engañar”. No en balde con su obra, el florentino se considera un autor maldito en cuya obra se han basado muchos autócratas.
En los tiempos actuales la mentira ha llevado a las sociedades al autoritarismo y al totalitarismo, con consecuencias nefastas, dos grandes guerras mundiales y numerosos conflictos regionales que no cesan. Y todo eso cuando no existían las redes sociales, las que ahora amenazan al orden político y social.
Ya el nazismo fue capaz de crear mecanismos de manipulación mediante el empleo de mentiras repetidas, mientras mayor fuera la falsedad, más creíble se volvía, en una práctica cruel de control mental que también emplearon exitosamente los regímenes comunistas y que vivimos en Cuba con Fidel Castro.
En Estados Unidos estamos viendo que con la ayuda de las redes sociales, la mentira se ha universalizado, porque casi la mitad de la población se cree que las elecciones fueron robadas, que en las vacunas contra el Covid-19 se inocula un chip para controlar el pensamiento, que los miembros del partido Demócrata son todos comunistas manipulados por el gobierno cubano, que los planes de beneficios sociales hay que recortarlos o eliminarlos, al igual que los impuestos para que los que más ganan paguen menos o no paguen nada, que los peores dictadores del mundo como Vladimir Putin y Kim Jong Un son gente simpática que quieren lo mejor para su pueblo y el mundo, que es válido denigrar a verdaderos héroes norteamericanos como John McCain, que de los débiles y minusválidos hay que burlarse, que los latinos son todos unos asesinos, ladrones y violadores y los asiáticos y del medio oriente unos terroristas, que el cambio climático es un invento de los chinos, que los aliados históricos de Estados Unidos son unos aprovechados y que todos los valores en los que nos hemos criado son una falacia. Tantos absurdos juntos se los creen millones de personas, una buena parte de ellos tremendamente incultos y practicantes de religiones extremadamente ortodoxas, aunque una parte inclusive tiene preparación científica. Así de grave es el problema.
Gracias a Twitter, Facebook y otras redes sociales, que soportan todo lo que la gente pregone, Estados Unidos está envenenado con mentiras y dividido peligrosamente como nunca antes en su historia. En la crisis política que atraviesa el país líder del mundo libre, ha tenido un papel importante la personalidad de determinados individuos, pero sobre todo el uso nocivo que han hecho de sus mensajes destructores a través de las redes sociales.
Y de la niñez y la juventud ni hablar, el daño parece irreversible, porque el tóxico es inoculado desde edades muy tempranas.
Los manipulables
El diseño de manipulación y adicción de las redes es superior a la natural avidez de conocimientos que ha caracterizado a esas edades en todos los tiempos. Y todo se supedita a ganar dinero. Es más válida una estupidez inconcebible que le hace gracia a algunos y se disemina como un virus maligno y llega a millones, que una cita que nos ilustra, nos entretiene y nos da cultura, nos prepara para la vida y nos permite ser más civilizados e instruidos y vivir más plenamente.
De hecho todos los usuarios de las redes sociales, en particular los más jóvenes, no son más que seres capturados en una jaula controlada por los llamados “influencers”, con influjo nefasto en casi la totalidad de ellos. Y ni hablar de los perfiles falsos, donde una anciana de ochenta años se nos presenta como una niña de quince y un asesino como un amante de la naturaleza y la poesía.
Y en esas mentes inmaduras, la manipulación de las emociones sociales, acompañada de falsas recompensas y reconocimientos, es donde se fraguan hechos horribles como niños asesinando a sus compañeritos en la escuela, suicidios incomprensibles, asaltos, incendios y muchas otras atrocidades a las que no se les encuentra sentido alguno. Todo ello producto puramente del odio por el odio.
Y todo eso se logra de forma primaria a través de la adicción, que hace que aceptemos que las redes nos espíen y manipulen. Por otra parte ello es difícil de controlar, porque si gracias a las redes sociales y a Internet podemos acceder a servicios de transportación, de compras o de prestaciones e información de todo tipo, se hace muy difícil, sino imposible, renunciar a ellos y una vez que una de estas aplicaciones comienza a explotarse y es útil, es imposible zafarse de su dependencia. Y en otros casos no hay otra forma de acceder a lograr un objetivo si no es por ese medio.
Los miles de millones de dólares que ingresan las redes sociales por concepto de publicidad digital procede principalmente de entidades cuyo objetivo es modificar nuestro comportamiento.
Es difícil discernir entre lo que es verdaderamente útil y lo que nos convierte en títeres de los manipuladores e influyen negativamente en nuestro desarrollo, el desechar el que sea amplificado lo negativo más que lo positivo.
Sería muy positivo comparar lo que está ocurriendo con las redes sociales con lo que en su momento sucedió con la industria tabacalera cuando se comprobó científicamente el daño del tabaco para la salud, o cuando las pinturas con plomo eran nocivas y producían envenenamiento. Se fue reduciendo significativamente el consumo de tabaco y las pinturas dejaron de llevar plomo como un componente.
Algo parecido tendrá que ocurrir con las redes sociales para eliminar su nocividad social, pero soy del criterio de que al igual que en los casos anteriores, ello no va a ocurrir espontáneamente.
Y está otro tema, como predomina el anonimato, mucha gente se comporta de forma desagradable e incomprensible detrás de ese anonimato o de una falsa identidad, mientras que otros triunfan precisamente por su actuación escandalosa e incivilizada. Y es que Internet se alimenta principalmente de las reacciones negativas, y voy a poner un ejemplo actual.
Hay un canal de Youtube de una seudo cocinera cubana, que se destaca por su incultura, su vulgaridad y su falta de ética al elaborar recetas mientras se escucha la misma elaboración por otra persona mientras está grabando. Pero ese no es el problema, sino que esta persona sin valores se ha convertido en una celebridad. En una visita a un centro turístico en República Dominicana, donde derrochó incultura y chusmeria, llegó a manifestar (textualmente):
“graba eso que la gente ve cualquier mierda en Youtube”.
Sin palabras. Pero tristemente tiene razón. Este canal lo ve mucha gente mientras otro, de un profesional de la gastronomía, un cocinero educado y con exquisita presentación y elaboración de lo que hace y que con sus videos preserva la gastronomía cubana fielmente, lo ve muchísima menos gente.
Veo con tristeza como interesantes reportajes, citas de situaciones o informaciones de todo tipo con respaldo científico, curiosidades históricas, explicaciones técnicas y manifestaciones artísticas de calidad, presentadas por autoridades en esas materias, todas con el rigor necesario para darle validez a estas informaciones, cuentan con pocas visualizaciones, mientras que sitios dedicados al chisme, intrigas, estupideces, vulgaridad, odio, división, mentiras y falacias, chusmeria y música sin valores, son vistas por millones. No es que no siempre haya sido así (recordemos “pan y circo”,el término acuñado por los romanos para mantener a los ciudadanos alejados de las cosas verdaderamente importantes y establecerlo como un estilo de conducta social ), pero ello se ha agravado con las redes sociales.
Pero ello no es un hecho casual, recordemos que por mucho que nos guste un deporte, un tipo cayéndole a patadas a un balón, no aporta a la sociedad ni un alpiste comparado con el de un científico, un investigador, un ingeniero o un médico, y sin embargo el futbolista gana mil veces lo que debía corresponderle a los que nos hacen la vida mejor y nos la salvan y son admirados por millones, mientras los verdaderos campeones permanecen casi en el anonimato.
El caso de la sancochera cubana chusma es un ejemplo que tristemente se repite hasta el infinito, porque el sensacionalismo, lo alarmante, lo morboso, lo vulgar, es lo que atrae y hace que mucha gente lo vea y por ende logra dinero. En el mundo de unos años atrás eso era inconcebible.
Cuba y las redes
No quisiera referirme al tema de Cuba, porque me da tristeza. Hay decenas de “influencers” cuya influencia es nefasta porque pregonan el odio, todos son mejores que los demás, todos tienen la verdad para lograr la independencia de Cuba, y desestiman todas las iniciativas, propiciando el debate y la intriga para que más gente los vea por los escandaloso de sus planteamientos. Esa es una de las razones por las que el comunismo en Cuba va a costar mucho que desaparezca, porque si por algo se destacan los cubanos es por no unirse en el objetivo común que es acabar con la dictadura. Y la inmensa mayoría de esos personajes, como decimos los cubanos, “no le tiraron ni un hollejo a un chino” cuando estaban en Cuba. Algunos llevan muchos años en Miami y tras haber fracasado en todo lo que hicieron, ahora se han erigido en grandes patriotas, predicando principalmente con lo sensacional y la mentira, el engaño, el ataque y la calumnia. Usan los mismos métodos que provocaron que nos fuéramos de Cuba: el chantaje, la hipocresía, la difamación, la burla, la gritería y el ataque sin razón.
Ninguno de ellos son capaces de ver sus propios defectos porque predican sin emplear el ejemplo, porque no lo dan ni pueden darlo. Y sin embargo son exitosos en las redes sociales y viven cómodamente de los ingresos que ella produce. Es algo realmente vergonzoso.
Y lo verdaderamente triste, es que ahora que algunos pueden conectarse a las redes sociales en Cuba, tienen a estos farsantes como unos líderes a los que hay que seguir. Pero acuérdense que el pueblo cubano está acostumbrado a que lo tupan y a seguir al que lo hunde. Eso lo inició Fidel Castro y lo sembró para siempre en la mente del cubano.
Pero al final las redes no tienen la culpa de que también los cubanos hayan sucumbido al virus que idiotiza a las personas en su conexión con el ciberespacio y que el exilio cubano no aprenda de sus errores, sino que disfruta de ellos y adora que se formen show mediáticos que al final solo sirven para engrosar los bolsillos de los influencers y no ayudan para nada a liberar a Cuba.
Lo peor
Lo peor de las redes sociales es que han asesinado a la verdad y los asesinos son vistos como nuevos mesías. El alterar la realidad es su objetivo, ya sea para captarnos para que nos sumemos a una plataforma política (o una posición de seguir a los que no tienen ninguna plataforma), vendernos un producto, o simplemente para convertirnos en adictos a su contenido y con ello embolsarse dinero. Y para ello también emplean identidades falsas y personas que no existen como si fueran sus seguidores. El objetivo principal es obtener ingresos y el segundo manipularnos, o ambos a la vez, que al final es lo mismo.
Es usual hacer nacer las teorías de conspiración más absurdas y ello vuelve menos creíbles a los medios de difusión tradicionales, abrumándonos con informaciones sin fundamento, lo que es un fraude masivo. El mejor ejemplo es el de la campaña anti vacuna, que puede estar contribuyendo a que enfermedades que hace muchos años fueron erradicadas, vuelvan a surgir. Cualquier idiota o malpensado, devenido periodista de nuevo tipo, destruye la verdad.
Y es que la ambigüedad es tal, que lo que decimos en las redes sociales puede no ser lo que quisimos decir y se cambia en beneficio de otros. La comunicación y la cultura adquieren otra dimensión que las hace prescindibles. Solo importa la cantidad de seguidores, las visitas, los likes o clicks, el contenido no interesa. Es como estar en una cárcel donde tu nombre es sustituido por un número o como cuando los nazis tatuaban un número en el brazo de los infelices que enviaban a un campo de concentración y exterminio.
Por ello en nada se puede creer. Si lo que se dice es falso, los usuarios falsos, las identidades falsas ¿que se puede esperar sino una gigantesca falsedad?. Y por ende a las noticias reales ahora se les llama “fake news”, porque según sus estándares, lo real es falso. La realidad ha sido sustituida por números que se convierten en dinero.
Bondades
Por lo general la influencia de las redes en sus miembros o usuarios puede ser positiva si se emplea adecuadamente y de forma segura, porque los familiariza con las tecnologías que probablemente serán sus principales herramientas de trabajo en cualquier rama que se desempeñen .
También son efectivas porque permiten compartir contenidos e informaciones que pueden ser beneficiosos si se emplean de forma adecuada y también nos facilitan de forma expedita el estudiar en equipo, buscar información y consultar dudas.
Eso sin hablar la gran cantidad de información cultural, científica, literaria y de todo tipo, que ha hecho de Internet la mayor enciclopedia del conocimiento humano.
Si aprovecháramos todo eso, sería maravilloso.
Camino hacia la idiotez
En resumen, las redes sociales, en mi humilde criterio, están convirtiéndonos en idiotas, lo que es muy deprimente. La manipulación que no vemos, nos lleva a buscar constantemente razones para vernos envueltos en intrigas, disputas, sucesos alarmantes, y a cambiar nuestra personalidad de acuerdo con el trucaje que se haga de la información, que al fin y al cabo no es tan discriminada como parece, sino que tiene sus objetivos y que no pueden ser detectados muy fácilmente, pues está plagada de mensajes subliminales.
Yo sucumbí al principio a la atracción de esas redes, pero me di cuenta que eso me estaba convirtiendo en otra persona. Ya bastante había tenido con la vida que llevamos los cubanos en Cuba, donde para subsistir había que andar de la mano de la hipocresía y fingir lo que no se siente, lo cual no es para nada necesario en el mundo libre, por eso renuncié a ser un juguete de la manipulación y un cómplice de la mentira.
Desde que se popularizaron las redes sociales, ha aparecido una realidad: lo que dicen los imbéciles reciben más atención que los que nos aportan algo para hacer mejor nuestra vida. No puede ser positivo el que te sientas tentado a atacar, a insultar y a anular a los que no piensan igual que tú. Es mejor apartarse de ese lugar y no dejar que tu carácter y tus valores sean degradados.
En resumen, las redes sociales requieren imprescindiblemente de una regulación, para que puedan funcionar como lo hacen las redes de empresas e instituciones, que cuentan no sólo con importantes normas de funcionamiento para que no se aparten del objetivo por el que fueron creadas.
El relajo y el caos que hay en las redes sociales y el daño que hacen sobre todo a los jóvenes, es inaceptable, sobre todo por la invasión de la privacidad, la falsa sensación de tener amigos que no lo son para nada, su carácter adictivo y la información falsa y perjudicial a la que se tienen acceso porque cualquiera pone cualquier cosa en ellas y la mayoría nadie las verifica y cualquiera se las cree.
Un ejemplo tétrico: un presidente recomendando tomar Lysol o introducir en el cuerpo una luz ultravioleta para matar al virus del Covid-19. Esto lo creyeron millones y algunos murieron por imbéciles, al hacerle caso a un presidente más imbécil que ellos, que es mucho decir.
No hay otro remedio, o se regulan las redes sociales o lo mejor que podemos hacer es retirarnos de ellas, aunque a esto último mucha gente, la mayoría probablemente, no le va a hacer caso y seguirán siendo cómplices silenciosos de la mediocridad, el automatismo y la falsedad, con los peligros que ello conlleva. Eso sin contar con que pueden robarte la identidad y perjudicarte en muchísimas cosas o llevarte a situaciones peligrosas para tu integridad física o psicológica, donde lo menos nocivo es que acaben con tu dinero o tus bienes. Las redes sociales son los sitios más peligrosos a los que nos podemos conectar en Internet, en todos los sentidos.
No se trata de satanizar las redes sociales, sino de conocer sus peligros, porque los riesgos en línea son muchos e insospechados.
El mundo no puede moverse sobre la base de que alguien quiera llamar la atención, quiera vengarse de la ingenuidad de los demás o por diversión provoque escándalos infundados sin pensar en sus consecuencias o haga populares retos que pueden causar daños insospechados.
Dos noticias alentadoras.
Por si fuera poco, ahora Facebook, la principal o más poderosa red social, se enfrenta a denuncias, conflictos de relaciones públicas o de intereses, con citaciones ante el Congreso de los Estados Unidos, en una crisis de credibilidad a la que se la llamado “ The Facebook Papers”, o “Los papeles de Facebook”, mediante lo cual se han descubierto mecanismos que le han permitido a grupos coordinados, la siembra de la violencia, el odio y la desinformación, mientras que la Empresa, solamente interesada en hacer dinero, se ha hecho la ciega y la sorda. De ahí que Facebook, a lo que le seguirán otras compañías tecnológicas, se encuentren en la picota pública.
Y la otra es que hay señales reiteradas de que estas compañías necesitan ser reguladas como ocurrió con las tabacaleras. La más esperanzadora es el anuncio del Cirujano General de los Estados Unidos de julio de este año, lo que ha marcado un punto de viraje en la política relajada con Internet y su historia, y que ha declarado que el barraje de desinformación que se disemina a través de las redes sociales se considera un peligro para la salud pública. Se hace un llamado a las compañías tecnológicas para tomar las medidas que reduzcan o eliminen los daños derivados de ello, mediante la priorización de la detección temprana de lo que se considere desinformación, protegiendo en particular a los profesionales de la salud pública como un ejemplo del daño al sector al que debemos estar agradecidos y los que muchos le deben la vida.
Como ocurrió décadas atrás con las empresas tabacaleras, se hace imprescindible definir como la desinformación daña a los norteamericanos (y al resto del mundo), lo que determina que las redes sociales sean un producto que requiere de regulaciones para proteger a sus consumidores.
Ello implica el rediseño de los algoritmos que emplean, de forma tal que sus mecanismos de búsqueda y recomendaciones no traigan a la superficie información falsa, imprudente, insensata y nociva, y que se haga más fácil para los usuarios identificar y reportar la desinformación.
Porque como dijo Demócrates, el filósofo griego: “Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla”.
Ahora se dice que Facebook va a cambiar su nombre a partir de todas las críticas recibidas y los escándalos en que se ha visto envuelto. Podría llamarse “Espiabook” o algo parecido (parece que van a escoger el de “Meta”, pero el problema no es de nombre, sino de fondo, porque si no, sería el mismo perro con diferente collar.
Abandonar las redes sociales y volver a vivir un poco a la antigua, va a ser beneficioso para todos. Nos va a llevar nuevamente a sentirnos un poco más humanos. Desafortunadamente creo que es una utopía pensar que eso va a ocurrir.
Cuando el teléfono estaba asociado a un cable, éramos libres.
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