BODA.
El 11 de enero de 1969 Finita y yo nos casamos. Por lo tanto acabamos de cumplir 45 años, o sea, Bodas de Zafiro.
Cuando me casé existía en Cuba lo que le llamaron La “Danza de los Millones”. Cualquiera tenia miles de pesos, pero no había en qué gastarlos. Casi todos los regalos que recibimos fue dinero.
Era la época en que los jóvenes iban a la fiesta con botas y mal vestidos. Yo mismo andaba bien escaso de ropa y la entrega anual mediante cupones de una camisa, un pantalón, un par de zapatos y a escoger entre un calzoncillo, una camiseta, un par de medias o un pañuelo, todo ello de mala calidad, hacía que la gente anduviera por término medio mal vestida, porque lo que se ofertaba no era duradero. Además el tener disponible el cupón no daba ninguna certeza de que ibas a conseguir el artículo, por lo regular se obtenía después de largas colas al enterarte que habían surtido determinada tienda y alcanzabas lo que quedara si tenías suerte.
Ya yo había consumido mis pantalones y zapatos y mi cuñado me cedió el derecho de sus cupones, pues con los matrimonios había una especie de privilegio ya que al novio y a la novia le suministraban algunos artículos o les daban el derecho a comprarlos sin cola pero teniendo disponible el cupón correspondiente.
El traje para la boda lo vendían exclusivamente para los novios y tela para las novias. Por suerte mi suegra era una persona muy habilidosa y curiosa y cosía excelentemente.
Los anillos pudimos conseguirlos pues en el momento que los compramos existían todavía joyerías que los ofertaban.
Teníamos por delante cuando tomamos la decisión, la gestión de documentos y largas colas para reservar en el Palacio de los Matrimonios situado en el Paseo del Prado y construido en 1914 como Casino Español, y que era el lugar preferido de los habaneros para casarse entonces.
UN COLA DE PATO SIMILAR LLEVABA A LA NOVIA.
Trabajamos durante un año evaluando y preparando los detalles mas importantes de una boda en Cuba, es decir, hacer la fiesta en casa de la novia: qué se da de comer, el infaltable cake, el carro negro, preferiblemente un coladepato (Cadillac de lujo negro), la invitación, detallar los invitados, dónde pasar la luna de miel, dinero con el que contábamos, miles de detalles.
Según la creencia popular que gira en torno al color del vestido de la novia, el blanco, según algunos explican, representa la pureza; pero en su origen real es que era un símbolo de poder económico y de estatus social. En este caso representaba realmente la pureza de la novia.
Otro elemento es el ramo de flores el cual representa emociones y mérito. Éste conlleva un mensaje de fertilidad, florecimiento y generosidad. Según la tradición popular, la mujer que atrapa el ramo de la novia será la próxima en contraer matrimonio. No recuerdo quien lo atrapó en nuestra y si después se casó o no.
En Cuba la tradición es que los novios se regalen los anillos de compromisos para oficializar su relación y en señal de compromiso para el matrimonio. Mientras aún son novios, ambos llevan sus anillos en el dedo anular de la mano izquierda. En la ceremonia de boda el anillo se pone en el dedo anular de la mano derecha. Así los llevan los casados en Cuba.
El anillo del hombre consiste en una alianza sencilla que puede tener adornos de relieve bajo y estar grabada.
Los anillos de la mujer son dos: El solitario (tiene una piedra) y el de compromiso (tiene una corona de cinco piedras, cada una representa algo dentro del matrimonio: el amor, los hijos…). Mientras la mujer está comprometida, lleva los anillos (ambos: solitario y compromiso) en el dedo anular de la mano izquierda y el solitario va delante del compromiso. Cuando se casa, los anillos cambian de orden (y de mano), ahora el compromiso va delante del solitario.
Los anillos generalmente son de oro o plata.
En algunos países es común llevar el anillo en el dedo anular izquierdo, ya que, según la tradición, la vena de este dedo llega directamente al corazón, pero no es así en Cuba.
El velo es una tradición de los griegos y romanos. Ellos creían que este protegía a las mujeres de los malos espíritus.
El vestido blanco, los anillos, la torta de novios, lanzar el ramo de la novia o la liga, el velo, son algunas de las cosas que me da la sensación que se repiten en muchas culturas y países y sin ello no hay boda.
También se cumplió la creencia relacionadas con el novio de que éste no debe ver a la novia ni a su vestido antes de la ceremonia, pues se cree que si esto sucede el matrimonio será una pesadilla.
Como la mayoría de las parejas en Cuba, donde la gente se casa entre los veinte y los treinta años, tenía yo 23 años, me faltaba un mes un mes y medio para cumplir 24 y a Finita le faltaban 3 días para cumplir 22, así que estábamos dentro de la media.
Por supuesto no faltaron inconvenientes en la celebración de la boda. Primero la demora del carro que buscaría a la novia y al padrino, la cual se apareció tarde y llegó tarde a la ceremonia. Era un auto dedicado a llevar personas a entierros desde una conocida funeraria y el hombre era un poco descuidado o sinverguenza o las dos cosas. Yo por supuesto estaba en el Palacio de los Matrimonios bien angustiado, pero estaba seguro de dos cosas: que el viaje era largo y que no me iban a embarcar.
PALACIO DE LOS MATRIMONIOS DE PRADO
Al regreso y al llegar a la casa ocurrió algo propio del mes de enero, había hecho la entrada un frente frío y cayó una fuerte llovizna pero pasó rápidamente. Salvo una escaramuza de mi suegro con el chofer, de ahí no pasó el asunto.
Repaso las fotos y encuentro muy bonito todo, los familiares que ya no están, lo hermoso del cake, la felicidad de todos y lo bien que nos veíamos.
Pasamos nuestra luna de miel en el Hotel Riviera y en el Jagua de Cienfuegos, de éste último hay mucho que hablar y todo bueno. Pero hay varias cosas que contar y será objeto de otro artículo.
Como era tradicional en Cuba, aún en los sectores menos religiosos, nos hubiera gustado habernos casado por la iglesia, la Iglesia tenía, entre otros, el desafíos, al inicio de la República, de recuperar la credibilidad (prácticamente nula en ese momento a causa de su compromiso anterior con el poder colonial) y la gran indiferencia e incultura religiosa. Esto se fue logrando progresivamente mediante la promoción del clero nativo, la educación católica y las asociaciones y movimientos laicales que crecían cada día y que se caracterizaban por su gran proyección social.
Es por ello que a finales de los años 50 era natural que los novios quisieran casarse por lo civil y por la iglesia.
Los cambios acaecidos en Cuba con el triunfo de la Revolución y una proyección filosófica materialista asociada al poder político, hace que el matrimonio realizado por la iglesia se definía como una unión cuya estructura esencial viene exigida por los dogmas de la religión a la que pertenecen los contrayentes, y no por la naturaleza humana común para todo ser humano. Dele la interpretación que usted quiera pero más claro ni el agua de manantial. No recuerdo en nuestra época haber visto ninguna boda por la iglesia.
Pero esta narración no puede acabarse sin hablar de Carlos Rámila y familia. Carlos era un hombre para el cual la mecánica y la electricidad prácticas no tenía secretos. Había estudiado por correspondencia en la Hemphill o la National Schools ahora estoy confundido al respecto, electricidad y mecánica automotriz. De simple mecánico en el central guantanamero de Ermita, pasó a jefe de mecánica de todo el central: maquinaria de la industria, equipos automotores desde una motocicleta hasta un camión pesado, locomotoras y hasta una avioneta propiedad del norteamericano dueño del central, el cual tenía una fe y admiración ciegas en él y bien que lo valía, pues aparte de eso era soldador, herrero, carpintero, cuánto oficio hubiera el lo desempeñaba científica y eficientemente. Y tenía dos características o tres: simpático a matarse, hablador hasta el cansancio y tomador de ron profesional. En resumen era una persona fuera de serie, inteligente, trabajador, responsable y servicial. Y su hijo Puchuti tuvo la suerte de heredar muchas de sus virtudes.
HOTEL RIVIERADONDE PASAMOS LA LUNA DE MIEL PRIMERA PARTE.
Su esposa Vina y su hijo Carlos, al que le fue transmitiendo todos sus conocimientos, vinieron con él para la Habana después del triunfo de la Revolución y por sus relaciones con algún comandante Rebelde de su mismo pueblo al que había ayudado en tiempos difíciles, le asignaron una casa en Fontanar y un trabajo de jefe del taller automotor del MINFAR.
La relación viene porque Carlos era el mecánico del carro de mi suegro, superceloso con un Plymouth del año 52 que nadie lo podía tocar si no fuera Carlos Rámila, conocido en la familia como Carlos el Mecánico y su hijo también Carlos conocido como Puchuti.
Pues Puchuti y su esposa fueron los que nos llevaron a pasar nuestra luna de miel en el Hotel Riviera. 45 años después y actualmente jubilado, mantenemos la mutua amistad.
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