Otros recuerdos, algunos mojados
En la medida en que uno envejece, los hechos recientes se van borrando y va apareciendo cada vez con más fuerza los momentos que vivimos mucho tiempo atrás, lo que nos llena de nostalgia y nos hace pensar más en el pasado que en el poco futuro que nos queda. Ello se suma a que valoramos las vivencias pasadas como mejores que las actuales por mucho que se haya desarrollado el mundo y la sociedad y nos sentimos satisfechos de haber sido parte de aquellos tiempos que otros solamente podrán conocer a través de la ficción o de narraciones de gente como yo.
No en balde desde niños estamos escuchando la frase “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Y no importa que en ese tiempo pasado haya habido desgracias y sufrimientos, ahora también los hay y quizás más. Mientras más pienso en ello, pensado como adulto mayor que soy, reafirmo la vigencia de la frase y aseguro que por lo menos mis años de infancia y juventud en los años 50 y 60, son mejores que los que vivimos ahora, y no porque fuera joven en esos tiempos.
Y por eso, aparte de escribir sobre lugares, hechos y cosas que nos traen muchos recuerdos, también hay otros que espero sigan apareciendo, para hacerme recordar las cosas buenas que vivimos.
Para comenzar, estoy seguro que todos los de mi generación se acuerdan nítidamente de las postalitas.
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Las postalitas cubanas
Nunca fui un gran adicto a ellas. Prefería leerme los muñequitos o cómics, pero la presión social de mis contemporáneos era tremenda y quisiera uno o no, tenía que hacerse del álbum completo con todas las postalitas que lo concluían, lo cual era una especie de competencia y para ello había que comprar sin cesar caramelos o lo que fuera para obtener las postalitas.
Por supuesto que las postalitas eran una especie de moda. Si estaban poniendo en la radio los episodios de Los 3 Villalobos, o Jacky el Pecoso, o Leonardo Moncada, pues esos eran los álbumes que había que llenar.
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Los álbumes de postalitas por lo regular eran de los héroes que ya mencioné, pero también estaban Taguarí, el Rey Blanco del Amazonas; Kazán el cazador; el Capitán Maravilla (Shazam, la palabra mágica con la que se hacía un superhéroe); el Fantasma; el Príncipe Valiente, la impactante historieta de Harold Foster que también aparecía en cómics, tiras, libros y cine; Robin Hood; La Marca del Zorro; Tarzán (sin duda uno de los superhéroes más completos pues era brillante en los libros de Edgar Rice Burroughs, en las películas, en los cómics y en las tiras de los periódicos; el Llanero Solitario; el álbum de los muñequitos con los personajes que salían los domingos en las tiras cómicas de los suplementos de los periódicos y muchos de otro tipo, más educativos diría yo, como los álbumes Zoológico, otros de peces de nuestras aguas y del mundo y lo mismo con las aves, maravillas naturales y temas similares.
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Y por supuesto al triunfar Fidel Castro apareció un álbum llamado “Historias de la Revolución”,
donde hablaban de los héroes y las hazañas de estos hombres que lucharon contra la tiranía de Batista, lo que ocurrió también con los muñequitos, lo que daría comienzo a todo un ciclo de adoctrinamiento de todo tipo que llega hasta nuestros días.
Ya que estoy en este tema voy a hacer una reflexión. La magia de la lectura es sin duda alguna que nos desarrolla la imaginación. Si vemos una película o una serie televisiva, ellas se basaron en un libro y desarrollaron la accion y los personajes como se la imaginaron los creadores de la obra audiovisual. Pero cuando uno lee un libro, es un mismo el que imagina todo el universo que se nos muestra a través de la literatura.
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Pues creo que nunca ha existido una puesta en escena más fiel que la de Tarzán, que en todas sus manifestaciones es casi la misma que yo me imaginaba al leer las apasionantes aventuras de Rice Burroughs, ese clásico de la literatura universal y que es su obra más conocida con una historia que ha sido adaptada, completamente o en parte, para radio, televisión, y es el segundo personaje que más veces se ha llevado al cine. A mi gusto no tendría tanta suerte con las aventuras de John Carter y una Princesa de Marte, pero también era más confuso imaginarlo.
Entre las postalitas estaban las que más me gustaban entonces que eran las de pelota. Había álbumes de los clubes y jugadores de pelota de la Liga Nacional de Béisbol, de los cuatro equipos: Habana, Marianao, Cienfuegos y Almendares, este último mi club preferido. Pero también la había de peloteros cubanos famosos, los que habían jugado en las Grandes Ligas y también de todos los equipos de Grandes Ligas y sus jugadores. Estaba la modalidad de postalitas para pegar en el álbum y de postales con la foto por una cara y la información por la otra. De este tipo tuve colecciones completas que analizando lo que valen hoy en día, si las hubiera conservado me hubiera hecho de un monto considerable de dinero. Y también conservaba con celo las Guías de Béisbol Esso, a lo que se sumaba mi especie de fiebre por los mapas de las gasolineras, algo que con la era digital y el GPS ha desaparecido.
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En fin un entretenimiento sano, más factible para un niño que a la par que se volvía una especie de coleccionista, también disfrutaba de un dulce, aunque a veces una figura o postalita se repetía incesantemente en diversas compras y otra no aparecía nunca. Pero ahí, igual que en los muñequitos, comenzaba el trueque, porque la gracia era completar el álbum.
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“…Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan,
cuando pueden, y laboran
sus cuatro palmos de tierra.
Nunca, si llegan a un sitio,
preguntan a dónde llegan.
Cuando caminan, cabalgan
a lomos de mula vieja,
y no conocen la prisa
ni aun en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino;
donde no hay vino, agua fresca…”
He andado muchos caminos. Antonio Machado.
El agua, en cualquiera de sus formas, es vida, de la sencilla, de la que vale la pena vivir. Por ello otro de los recuerdos más enraizados en mi memoria es la Caficola.
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Caficola
Algunos podrán leer en libros como “El tiempo que nos tocó vivir” de mi amigo y profesor tristemente fallecido Jorge Carlos Oliva o en un poema de Roberto Branly cuando dice “pero en la farmacia,en la bodega azul, en la caficola juegas por un centavo a ser plateado tomeguín con el refresco…” y puede que se quede sin comprender a qué se refiere, pues hace más de medio siglo que esta palabra no se emplea, porque lo que dio origen a ella, desapareció por completo.
La caficola, era una bebida saborizada de agua de Seltz que perdió la batalla frente al refresco embotellado. Cuando uno de muchacho tenía algún dinerito, lo más barato era ir al mostrador de los puestos de chinos, donde estaban las frituras de bacalao, los bollitos de carita, el boniato frito, los bollitos de papa, las mariquitas, los chicharrones de viento y si investigabas un poco más, obtenías por solo dos centavos, unas masitas de puerco o un puñado de camarones secos. Y si llegabas a los cinco centavos encontrabas dondequiera el puesto de fritas con la típica “frita cubana”, que no tiene ni remota comparación con la actual hamburguesa.
Y todo ello había que bajarlo, y un refresco embotellado costaba cinco centavos. Nunca fui adicto a la Coca Cola ni la Pepsi, si podía comprar un refresco, consumía Jupiña u Orange Crush, que entonces tenía hasta pepitas de naranja y ahora es un mejunje de agua azucarada y colorante. Y solamente en ocasiones especiales tomaba una materva o una Royal Crown Cola por una sola razón: eran las botellas más grandes. Pero eso era en muy pocas ocasiones pues si había una caficola cerca, ese era mi lugar.
La que estaba a una cuadra de mi casa, en la calle Salvador esquina a Chaple, vendía por un centavo un vaso de agua de Seltz pequeña o por dos centavos uno grande. Los sabores para acompañar el agua de Seltz eran cola, piña, vainilla y hierro (parecido al famoso refresco cubano Ironbeer). Un vaso de ese refresco saborizado pequeño costaba 2 centavos y el vaso grande 3 centavos. Así que no se hacía muy difícil decidir, el refresco de la caficola era tan bueno como cualquier embotellado (o tan malo diría yo).
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En Cuba hubo dos aguas famosas: el agua de Carabaña, que tuvo una reconocida fama durante el pasado siglo por sus efectos curativos, especialmente como purgante y que además servía de base al refrán “los gallegos no se bañan ni con agua de Carabaña” y por otra parte el agua de Seltz, que también tenía su refrán que decía “eres más corriente que el agua de Seltz”, una especie de ofensa para decir que alguien no destacaba por ningún aspecto.
El agua de Seltz no tiene ninguna relación con la ciudad de Seltz en Francia sino con Selters en Essen (Alemania).
Un manantial famoso fue el de Seltz o Selters, cerca de las montañas Taunus en Hesse, Alemania. Esta agua se conocía desde la edad de bronce y ya era llamada agua de soda por su alta concentración de bicarbonato de sodio o “soda” y que emerge naturalmente carbonatada.
Aparte de refrescante, abría el apetito, resultaba diurética y era apropiada para todas las afecciones del sistema digestivo. Su uso se extendió en París por la mala calidad de su agua y después por toda Europa. La industria comenzó a fabricar agua gaseosa únicamente con
ácido carbónico, pero continuó manteniendo el nombre de agua de Seltz.
La aparición de las primeras bebidas carbonatadas se produjo de forma diferenciada.
En Europa la fabricación de bebidas carbonatadas estaba encaminada a la producción de distintas aguas minerales con fines medicinales (Seltz.) y en Estados Unidos los farmacéuticos vieron en las aguas carbonatadas y la adición de azúcar y sabores, una forma de enmascarar el mal gusto de algunos preparados o drogas.
Pero en todas partes se hizo masivo su uso, tanto para refrescos como para la preparación de cocteles con bebidas alcohólicas, surgiendo las llamadas fuentes de soda o dispensadores de refrescos, que abarataban el producto y permitían la elección de diferentes sabores sin necesidad del embotellado.
Muy cerca del ostionero con su mueble acondicionado con vidriera de cristal con un pedazo de hielo para conservar y vender sus ricos ostiones, almejas y camarones frescos con salsa de tomate y su correspondiente picantico o los poderosos huevos de carey, al igual que los puestos de frita, tenían muy cerca una caficola. Igual ocurría cerca de los colegios o paradas de guagua muy concurridas.
Pero triunfaron los refrescos embotellados y además vino la revolución. Han pasado varias generaciones de cubanos, que han continuado conviviendo en la misma casa, con el mismo juego de sala , el mismo colchón de muelles rotos remendados o sustituidos y rellenados nuevamente con paja. Hasta hace pocos años tenían el viejo refrigerador de los años 40 o 50, los viejos radios de válvulas y hasta televisores, y ni se diga de los carros. Si todo esto pudo mantenerse, ¿por qué tuvieron que desaparecer las caficolas, que era algo más sencillo?
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Aguas minerales.
Y ya que hablamos de la caficola y las aguas, debemos recordar algo muy corriente: las aguas embotelladas en Cuba.
No en todas partes se consumían, en realidad había lugares donde la calidad del agua era muy buena, el suministro de agua era corriente y permanente y con debidos niveles de salubridad que no hacían necesario consumir esta agua. En otros el agua era tan malo que era un imperativo, si la economía daba respaldo a ella, comprar agua para tomar.
Estoy hablando de antes de la revolución, ya con el sistema socialista no hay lugar en Cuba en que se pueda confiar en la calidad del agua para consumo humano.
Era corriente ver a los carreros de venta de garrafones de veinte litros o 5 galones de agua natural o mineral, de los cuales los más famosos eran La Cotorra, Lobatón, El Tigre y el Copey.
Las “Alturas de Bejucal Madruga Limonar” tienen como centro a la población de Madruga, villa situada al Este de La Habana y a unos 66 kilómetros de distancia de la capital.
Madruga cuenta con un Balneario que se ve enriquecido con los famosos manantiales denominados “El Tigre”, “El Copey”, cuyas aguas son bicarbonatadas, magnésicas, cálcicas, sulfatadas cálcicas, cloruradas sódicas, sulfhídricas y termales que se explotan en gran escala, para la venta embotellada, siendo famosas históricamente las del manantial “El Copey” que tenían amplia venta en La Habana.
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Estos baños y manantiales fueron famosos desde la época colonial, y al mismo concurrían numerosas familias de todos los rincones de la Isla que durante la temporada levantaban una serie de bohíos provisionales que desaparecían en cuanto terminaba la época de baños.
Precisamente por esas aguas que se proyectó para iniciar la creación de un núcleo de población en 1803 y en cuyos alrededores los bohíos de temporada pasaron a quedar fijos al terminarse esta y que dieron inicio a la población de Madruga. En 1813 surgió el primer balneario con condiciones para ello.
También en Santa María del Rosario.
Formando parte también de las Alturas de La Habana-Matanzas y en las afueras de la Ciudad de La Habana, se encuentra Santa María del Rosario, que cuenta con valiosos manantiales de composición mineral.
Estas alturas predominantemente calizas, dan vida a valiosos manantiales de composición mineral químicamente estudiados, destacándose de entre ellos como los más destacados e importantes los que reciben el nombre del lugar que es la población de Santa María del Rosario. Este pequeño pueblo cuenta con una iglesia conocida como La Catedral de los campos de Cuba, que data de 1732 y que se considera una obra de arte, ya que está construída con madera de jiquí, sin clavos y cogida exclusivamente con cuñas de la misma madera, muy dura por cierto.
Cuenta con famosos manantiales que con los nombres de “La Mina”, “El Tigre”, “La Paila”, “La Condesa” y Finca “Marta” dan fama a las aguas de Santa María del Rosario, a los que acuden
enfermos afectados de hipercloridia o acidez estomacal, catarro gástrico, neurosis gástrica, constipación intestinal, diarreas, enfermedades del hígado, de la vesícula, intoxicación, infecciones intestinales, diabetes, anemia, corazón, arterias, sistema urinario y sistema nervioso, gota y afecciones de la piel. No se si faltará alguna otra enfermedad que curen o alivien, pero esa fama tienen los manantiales.
El agua mineral La Cotorra fue la más famosa de Cuba
Los famosos Manantiales de La Cotorra, en Guanabacoa(no en balde Guanabacoa es un nombre taíno que significa “lugar abundante en aguas”.), La Habana, eran propiedad del gallego Claudio Conde Cid, que explotaba un manantial en La Fé, Isla de Pinos y traía el agua en tanques desde allá para venderla en la capital, para lo que tenía dispuesta casi exclusivamente una goleta que cubría esa ruta marítima entre Nueva Gerona y Batabanó, por lo que el viaje se hacía complicado.
Claudio fundó la empresa La Cotorra en 1905, haciendo referencia a la abundancia de cotorras en Isla de Pinos, que alguna vez contó, entre tantos nombres, con el de Isla de las Cotorras.
Desde el principio las botellas y botellones distribuidos por La Cotorra tuvieron pintados el ave con sus llamativos colores y el rótulo que identificaría siempre a la empresa: La Cotorra.
En 1915 Claudio Conde adquirió los terrenos donde se encontraban los manantiales conocidos como Chorrito del Cura en la Loma de la Cruz y ejecutó un proceso de inversiones para comenzar a explotar estas aguas mientras continuaba transportando el agua desde Isla de Pinos y comercializándola en La Habana con la marca “La Vida”. En la década de 1920 culminó la inversión, que contaba con procesos de purificación, envase y transportación del agua de los manantiales. Adicionalmente creó salones para fiestas en la falda de la loma, la que fue llenada de senderos y jardines. A partir de ese momento La Cotorra se radicó definitivamente en Guanabacoa.
Las inspecciones sanitarias clasificaron los manantiales de La Cotorra como de primera calidad y apto no solo para el consumo sino también útil para trastornos nutritivos y digestivos. La Cotorra se caracterizó por sus laboratorios que permitieron que su calidad siempre fuera uniforme y óptima.
El proceso productivo consistía en en tres líneas de producción: una de botellas y dos de botellones. Las botellas eran de 1 litro, 2 litros, 1/2 y 1/4 de botella, tanto para agua natural como efervescente.
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El precio del botellón de 20 litros o 5 galones oscilaba, según la lejanía, entre 25 a 45 centavos o más. El negocio fue creciendo de manera tal que en 1947 la empresa había establecido 69 sucursales de venta en todo el país. Se trataba de una marca confiable que competía muy bien con gran cantidad de compañías dedicadas al negocio del agua mineral en el país, ya que en la misma Guanabacoa, existían marcas como San Agustín, Lobatón, Fuente Blanca, Santa Ana, Uribe y otras. La Compañía Aguas Minerales La Jata era una embotelladora de agua mineral con la marca comercial Fuente Blanca, sita en el km 10 de la carretera a Bacuranao en el municipio de Guanabacoa. Tenía un compañero de trabajo que vivía en Minas, muy cerca de allí y siempre hablaba de la buena calidad del agua.
Hay que recordar que entonces los botellones eran de cristal, por lo que eran bien pesados y se hacían difíciles de manipular.
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La Cotorra fue la primera en descubrir el mejor manantial, en instalar los más modernos equipos de embotellado y en crear, al estilo de las cerveceras cubanas, un parque y jardines para el esparcimiento público y fiestas populares. En los Jardines de La Cotorra, que conocí en los años 60, también se ofertaban los productos de agua mineral en un ambiente placentero y también contaba con salones para dar fiestas privadas.
Los Jardines de la Cotorra fueron también preferidos por las sociedades cubanas: la Rosalía de Castro, las catalanas, gallegas, las del Barrio Chino y las escuelas de Guanabacoa e incluso La Habana y Matanzas. Y fueron famosas las canturías campesinas protagonizadas por los repentistas Justo Vega y Adolfo Alfonso, de las pocas cosas que me gustaba ver del interminable programa Palmas y Cañas de la televisión.
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Al triunfo de la revolución La Cotorra se hallaba en pleno esplendor productivo y comercial. Producía 20 millones de botellones de agua al año y las magníficas aguas de la Loma de la Cruz llegaban a todos los rincones de Cuba. Con la nacionalización, la industria unificó allí a todas las embotelladoras de agua y se recibían botellas de todas las marcas. La Cotorra fue otra de las industrias “siquitrilladas” por la revolución socialista. Los manantiales están contaminados y los jardines se convirtieron en maleza.
Hay que recordar la Segunda Ley de la Termodinámica que postula que cuando ocurre un proceso termodinámico, este ocurre en una sola dirección con respecto al tiempo, pero no a la inversa. Una definición más entendible y extensible del tema es que la cantidad de entropía en el universo tiende a incrementarse con el tiempo, es decir, el desorden molecular o caos siempre aumenta. No podemos volver a su estado original al café con leche o a las fichas de dominó a las que se le ha dado “agua” o retornar a su posición después de barajar a los naipes. Por eso aunque se han hecho varios intentos de lograr un agua embotellada de calidad como los casos de Ciego Montero Los Portales y otros, nunca se obtendrá una calidad como la de La Cotorra.
Se puede decir que Guanabacoa, además ha sido famosa por algunas cosas que vale la pena mencionar:
-El alcalde de la villa, José Antonio Gómez, fue un valiente defensor durante la toma de La Habana por los ingleses, por lo cual se le conoce a Guanabacoa como “la villa de Pepe Antonio”.
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-En Guanabacoa nacieron importantes figuras de la música como Rita Montaner, Ernesto Lecuona e Ignacio Villa “Bola de Nieve”.
-En Guanabacoa existían importantes industrias como varias Textileras; Tejidos y Confecciones Perro S.A. (las camisetas para hombre de mejor calidad); la Compañía Internacional de Envases S.A.; una fábrica de sacos de papel kraft; el tostadero de Café Regil, la Unión Nacional de Industrias Alimenticias S.A., con las marcas El Ebro(famosos chorizos), Canciller, La Colonial, Cruz Verde y Río Frío; la fábrica de sábanas Palacio; la fábrica de confituras Armada y Cía. S.A.; las Canteras Cubanas S.A. y las Canteras de Minas S.A.; la embotelladora Tarajano S.A., distribuidores del agua mineral Lobatón; la fábrica Sakoyute S.A. y otros muchos talleres dedicados a la confección de ropa. Y por supuesto el agua mineral La Cotorra.
Pero si usted pregunta por Guanabacoa, seguramente pensarán que usted lo que está buscando es un santero, porque esa villa, desde hace muchos años, se convirtió en centro de los cultos afrocubanos. Cuando alguien está en problemas, se le dice: “Vete a Guanabacoa para que te vea un babalao”. Recordemos la canción de Abelardo Barroso “Un Brujo En Guanabacoa”, de los años 50 (!qué diría ahora el gran sonero del negocio en que se ha convertido esa religión!
“Me boté a Guanabacoa
A casa de un babalao,
Pa’ que mirara mi casa
Y a mí que estaba salao’.
Me cobraron uno cinco
Yo sólo pagué la mesa,
Lo’ gallo, Pato y Paloma,
No entraron en esa cuenta.
Cuenta, cuento.
Me empezaron a mirar
Con siete pedazo e’ coco,
Que tiraban para arriba
Y empezaban a saltá’,
Mientras yo invocaba a Orula,
A mi Changó y a Yemayá.
Pa’que digan la verdad,
No me vayan a engañar.
Usted me trae un gallo gordo,
Me trae manteca e’ cacao,
Me trae maíz, miel de abeja,
Ah! Y cuatro setenta y cinco,
Que ya se me había olvidao’.
Guanabacoa, pueblo de abundantes aguas,y cuyos famosos manantiales ofrecieron las mejores aguas para beber o dieron la agradable satisfacción de un baño refrescante y terapéutico, por lo que fuera famosa, a tal punto que está ampliamente representada hasta en los símbolos municipales como en la bandera, en el escudo de la Villa y hasta en el himno guanabacoense, hoy en día tiene este recurso en un punto crítico porque todos los manantiales están contaminados y los pozos que alimentaban las aguas embotelladas no existen más.
Estudié a principios de los años 60 en la Escuela de Artes Gráficas, donde antiguamente estaban los Salesianos. En los años 90 visité a Guanabacoa y aquello no era ni sombra de lo que había conocido.
Es por ello que ahora tiene mayor validez que nunca la famosa frase que todos conocemos:
“ Guanabacoa la bella con sus murallas de guano, ya se retira un cubano porque el hambre lo atropella”.
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Ya que estamos hablando de aguas, vamos a ver por qué el Cerro tiene la llave.
Es famosa la frase “El Cerro tiene la llave” porque en su territorio estaba ubicada la entrada de agua a la ciudad y la sede del acueducto que existe hasta nuestros días. Se encuentran en El Cerro el Canal de entrada de La Zanja Real: Primer acueducto habanero que por gravedad llevaba el agua a la ciudad desde 1592 hasta el siglo XIX. Está situado dentro del sitio arqueológico del Husillo,
Esta zanja se construyó para llevar por gravedad las aguas del río Almendares, entonces llamado La Chorrera, para lo que se ideó hacer una presa en lugar conocido como ciénaga, que es donde actualmente existen los talleres ferroviarios de igual nombre en Boyeros y Calzada del Cerro. Pero la solución fue construir una presa en el Husillo, elevando el nivel del río y llevándolo por gravedad sin pasarlas por la ciénaga para no contaminarlas.
Los trabajos tuvieron muchos inconvenientes, pero al llegar a la capital el famoso ingeniero Juan Bautista Antonelli para construir los castillos del Morro y la Punta, también aceptó la dirección de las obras de la Zanja Real, culminando la obra con el Callejón del Chorro en la Plaza de la Catedral.
El Callejón del Chorro, el final de la Zanja Real.
Se extraían del río diariamente unos 70 mil metros cúbicos de agua, que después de emplearse en industrias y regadíos, daban un abasto de 20 mil metros cúbicos para la población, suficiente para esos tiempos. Y además ese fue el primer acueducto hecho por europeos en América.
Después se construyó el Acueducto de Fernando VII: Realizado entre 1832 y 1835, y después del Canal de Vento entre 1859 y 1897 y que es un sistema de abasto de agua a la ciudad por cañerías y gravedad que todavía funciona.
Los tanques del Acueducto de Palatino. No se ve el detalle, pero en sus esquinas hay unos sapos que lanzan fuertes chorros de agua para llenarlos.
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El Acueducto de Palatino es el depósito de agua del Acueducto de Albear. Uno de los paseos favoritos de los muchachos de aquella época era correr la aventura de atravesar la siempre muy transitada Vía Blanca y llegar hasta los tanques del Acueducto de Palatino. Una vez, en los placeres que rodeaban ese lugar, me puse a empinar papalote y un muchacho mayor que yo, con cuchillas en la cola del papalote, me lo cortó y ví cómo caía dentro de los tanques de Palatino.
Pero para mi era todo un misterio el de la Zanja Real. Iba a observar en los alrededores de la antigua fábrica de Hielo, donde estuvo el famoso Parque de diversiones Palatino y la cervecería Tívoli, lamentablemente muy deteriorados en Palatino y Atocha. Después la zanja reaparecía muchas cuadras más allá atravesando Tulipán, La Rosa y Lombillo y pasando por el Asilo Santovenia. Ya en los años 50 se habían canalizado o entubado muchas partes de su flujo y ya no era el acueducto que un día fue, sino una zanja con agua pútrida. Allí se podían ver lo que pénsabamos eran pececitos, cuando en realidad no eran más que larvas de mosquitos o renacuajos de ranas.
Una de las pocas zonas no entubadas de la Zanja Real.
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La existencia de la Zanja Real hizo que en el siglo XVII se ubicaran industrias que aprovechaban el agua, como trapiches de ingenios azucareros y molinos, y a través de ella se conducía la madera por la Zanja hasta el Real Arsenal, que fue el principal astillero que tuvo España en América y donde se construyó el Santísima Trinidad, barco insignia de la flota española en la batalla de Trafalgar.
Pero la posterior contaminación de la Zanja sería una de las causas de la decadencia de El Cerro. La epidemia de fiebre amarilla en 1867-68 que se contaminaba a través de la picadura de los mosquitos, como descubrió el famoso científico cubano Carlos J. Finlay, que era vecino del Cerro.
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Y en la calle Obispo casi esquina a Oficios, a un costado del Palacio de los Capitanes Generales y a pocos metros del histórico hotel Ambos Mundos, famoso por Ernest Hemingway, está una tienda original, La Casa del Agua La Tinaja.
Es única para los que sabiamente aprovechan la oportunidad de tomar un vaso de agua filtrada con los métodos usados en la etapa colonial. Está decorada con fotos de visitantes, muchos de ellos artistas, periodistas y hasta te convencen de porque esa agua es mejor incluso que la de manantial. Pero por suerte, ya esa agua no es de la Zanja Real.
Y no es agua pero lleva mucha agua, vamos a abordar otra vez el tema de la cerveza
Como nací en un país tropical, donde los que toman vino lo hacen cuando esté bien frío, cosa normal para el vino blanco pero aparentemente un sacrilegio para el tinto, los cubanos no podían dejar de ser grandes consumidores de cócteles abundantes en hielo y sobre todo de cervezas casi congeladas.
¿Se los pueden imaginar en pleno mes de Agosto tomando un caldo gallego y vino tinto en nuestro caluroso país?
Como mi bebida preferida es el vino, sea tinto, blanco o rosado, me remito a pensar en los españoles en la época colonial, que nos dejaron su riquísima gastronomía y no pudieron hacer enraizar el vino como bebida nacional a pesar de que la importaban en cantidades inauditas, pero el clima conspiraba contra ellos. Siempre me he puesto en lugar de aquellos soldados peninsulares con sus gruesas vestimentas y armaduras, comiendo un potaje y tomando vino en pleno mes de agosto. Seguramente perdían unas cuantas libras solamente sudando.
Ni siquiera en España se comen un caldo gallego, una fabada, un cocido o un simple potaje en verano como lo hacemos los cubanos todo el año. Pero en cambio no asimilamos el disfrutar del vino como bebida con tantos beneficios para la salud.
Por lo menos en España, en siglos anteriores al XIX, la cerveza era despreciada, lo que se muestra en estos versos populares:
“Quién nísperos come, y espárragos chupa, y bebe cerveza, y besa a una vieja, ni come, ni chupa, ni bebe, ni besa.”
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El pintor Frans Hals del siglo XVII, en su obra “Malle Babbe”, de 1633, con una vieja borracha nos da fé de que las mujeres eran grandes consumidoras de cervezas en tiempos pasados, al menos en Holanda, y clásicos como Lope de Vega, en una de sus obras, “Pobreza no es vileza” escribió: “Voy a probar la cerveza a falta de español vino, aunque con mejores ganas tomara una purga yo pues pienso que la orinó algún rocín con tercianas”. Por supuesto Lope de Vega nunca llegó a tomarse una cerveza bien fría. Si lo hubiera hecho, renegaría de todo lo dicho.
Por suerte estos tiempos han cambiado notablemente. Y los primeros fueron los españoles que hoy por hoy toman más cerveza que vino, del cual por cierto son grandes productores y los mayores exportadores.
En el mundo, la cerveza es el tercer líquido que más se bebe. El primero es el agua y el segundo, el té (gracias a los asiáticos y a los árabes y a los dominados por el imperio británico).
La cerveza data de la antigua Babilonia, donde se perfeccionó su sabor. Si la cerveza no estaba buena, ahogaban en ella al productor. La exquisita novela “El Asirio” de Nicholas Guild nos da una perfecta referencia del importante papel de la cerveza en esos tiempos.
El pago para los constructores de la Gran Pirámide de Giza era una ración de cerveza. En Babilonia, el Código de Hammurabi especificaba que si alguien derramaba la cerveza, sería ejecutado.
La fábrica de cerveza más antigua se encuentra en Bavaria, Weihenstephan. Opera desde el año 1040, casi mil años, de ahí la fama de la cerveza alemana. Aunque los alemanes todo lo que hacen tiene la máxima calidad, incluyendo los vinos del Rhin.
Realmente siempre me ha gustado la cerveza fuerte, de ahí que cuando comencé a trabajar y a ganar dinero, me daba el gusto los sábados de tomarme una miserable pero maravillosa cerveza Guinness Cabeza de Perro, una ale negra fuerte que equivalía al costo de más de tres cervezas nacionales, que eran de buenísima calidad, sobre todo la Tropical (la más fuerte y amarga) y la Hatuey. El resto que eran Cristal y Polar, no eran de mi gusto.
La Polar era la cerveza más mala que se producía en Cuba. Después de la revolución triunfó en Venezuela./https://www.pinterest.com.mx/
La cerveza era la bebida que más se tomaba en Cuba, sobre todo a causa del clima y por su precio accesible. En 1958 Cuba tenía 5 fábricas de cerveza que producían cerca de 30 millones de litros anuales para una población aproximada de 6 millones de habitantes. Si se tiene en cuenta el reducido consumo que del producto hacían las mujeres y los menores de edad, se puede inferir el alto consumo per cápita del producto entre los bebedores.
Después de la revolución se convirtió casi en un artículo de lujo, al extremo que mucha gente hasta se casaba porque para el matrimonio le facilitaban la compra de cajas de cervezas y otros artículos. Después se divorciaban y meses más tarde repetían la operación con otra pareja. En algunos casos no era para tomar la cerveza, sino para revenderla. Y cuando durante la locura de la Zafra de los 10 millones en 1970, no se vendían bebidas alcohólicas, los carnavales que vinieron después, aunque no se cumplió la meta, fueron de venta de cervezas en cubos o baldes.
Se mantuvieron las marcas pero con los años se fue deteriorando su calidad anterior. Pero entraron al país excelentes cervezas de los países socialistas, sobre todo alemanas y las checas, entre las que destaca la Pilsner Urquell o Pilzen como se conoce popularmente y que es bastante difícil de superar, aunque en el mundo existen decenas de cervezas que uno no conoce, y es imposible pues su producción artesanal por lo regular es de muy buena factura.
En los últimos años se comenzó a producir, con inversión alemana, dos cervezas de mucha calidad, Cristal y Bucanero. No voy a hablar de las fábricas que todavía existen y que por término medio son de muy mala calidad, quizás salve la honrilla la Tínima de Camaguey.
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Hoy por hoy, de las cervezas de Cuba, las favoritas son las cervezas Cristal y Bucanero.
El verde refrescante de la Cristal es la que goza de la preferencia de la mayoría pues tiene un bajo contenido de alcohol, 4.9%, aunque superior a la media de las cervezas rubias del mundo que están entre 4 y 4,5%. Con un sabor ligero y suave, no se siente amarga en el paladar y es muy refrescante.
El mensaje fuerte de la Bucanero
La cerveza Bucanero no sólo es una de las preferidas entre los cubanos, sino que muchos extranjeros, especialmente británicos o alemanes, prefieren esta cerveza, y quizá se debe a que tiene más cuerpo, es más amarga y su contenido alcohólico es un poco mayor: 5.4%, por lo que es más fuerte que muchas de las cervezas que se pueden conseguir en la isla. Un experimento con una cerveza Bucanero Max, aunque a mí me gustaba, no dio resultado pues era para el gusto medio demasiado amarga. Se siente su fondo de malta espesa, que complementa a su color dorado intenso, robusta y de gran sabor.
En México pagué 50 pesos por tomarme una, cuando el precio normal de una cerveza es menor a 10 pesos. Pero me di el gusto de sentir el sabor de Cuba.
Pero tristemente en Cuba, para tomarse una buena cerveza, hay que disponer de divisas, cuando esa siempre fue como decía una propaganda “un pedacito de domingo”.
http://cubasi.cu
Y si todavía hay alguien que no piense que el agua es vida, que lea este hermoso fragmento del poema “Amor” de Pablo Neruda.
“Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte
la leche de los senos como un manantial,
por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte
en la risa de oro y la voz de cristal
Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos
y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal…”
http://www.acn.cu
2 Comentarios
Julio R.
June 28, 2018 at 5:29 pmHola, me ha gustado su blog, en especifico cuando tan abundantemente ha tratado el tema de las Aguas haciendo una muy buena crónica. Yo estoy haciendo una investigacion sobre la historia de las aguas y su relacion con la Toponimia (placenames) tanto en Cuba como el resto del mundo. Vivo en la ciudad de Nueva York, soy cubano y me gustaria de ser posible encontrar personas interesadas en estos temas e intercambiar experiencias. No soy academico y me cuesta mucho poder encontrar fuentes, nunca mejor dicho, para mi estudio.
Le agradezco de antemano su atencion.
Julio.
carlosbu@
July 2, 2018 at 3:10 pmSi encuentro algo del tema, del cual no conozco, se lo envio con mucho gusto, gracias por su atencion