Los refugios atómicos y el coronavirus
Una de mis revistas preferidas, desde niño, y una de las que me impulsaron a aprender inglés, al menos a leerlo correctamente, es sin duda la National Geographic Magazine. En los años cincuenta costaba lo mismo que en Estados Unidos, o sea un peso, cuando este era equivalente a un dólar y circulaban a la par en Cuba, por tanto era una revista cara. Pero al igual que los muñequitos y a otros revistas populares como eran Mecánica Popular o Life en Español, se vendían de segunda mano muy baratas y a su vez en la medida que pasaba el tiempo iban bajando de precio, por lo que las adquiría a real, o sea, diez centavos y a veces a medio, como se le dice en cuba a cinco centavos.
Y la competencia era mucha porque estaban las Selecciones del Reader’s Digest, que valían veinte centavos al igual que Bohemia y Carteles y en realidad eran magazines que no perdían vigencia por el interés y la vigencia de su contenido.
Pero la National Geographic era la que más me satisfacía y en tiempos en que la televisión ofrecía contenidos muy limitados y por supuesto no existía Internet, esta era una fuente importantísima (y sigue siéndolo) de conocimientos. A veces no era fácil entender determinados vocablos o modismos, por lo que las leía acompañado de un grueso diccionario y sin embargo a veces no lograba interpretar su verdadero significado.
El diccionario más popular entonces era el Merriam Webster, el que había comprado de uso por una bagatela en mi librería favorita, La Biblioteca, en Belascoaín al fondo del Gran Templo Masónico, donde adquiría la mayor parte de mis libros, revistas y discos. Por cierto más tarde supe de la popularidad del diccionario Webster cuando adquirí un long playing de Nat King Cole (sin comillas en el King, porque ya ello era parte de su nombre) que incluía una canción titulada “Too Marvelous for Words” y que decía en una estrofa:
“You’re much, too much, and just too very very
To ever be in Webster’s dictionary
And so I’m borrowing a love song from the birds
To tell you that you’re marvelous
Too marvelous for words”
…que se podría traducir como:
“eres mucho, demasiado, y muy mucho
para estar en el diccionario de Webster
por lo que estoy prestando una canción de amor de los pájaros
para decirte que eres maravillosa, demasiado maravillosa para decirlo con palabras”.
Y todas estas imágenes salen a flote cuando a la luz de los encierros, enclaustramientos o cuarentenas para enfrentar la pandemia de Covid-19 muestran entre sus facetas el retomar algo que en los años cincuenta era cotidiano y que aparecían a menudo en las revistas que mencioné y a las que considero al igual que la canción: algo demasiado maravilloso para describirlo con palabras. Y el tema que aflora es la construcción de refugios, entonces para salvarse de los efectos de una guerra nuclear, y ahora para sobrevivir al coronavirus.
En esos tiempos muchas películas mostraron la gravedad de la amenaza y reforzaron ese clima catastrofista ante cuya alarma la mayoría se conformaba a perecer y los que tenían alguna posibilidad acudían a la construcción de búnkers y el acopio de agua y alimentos como medio de supervivencia.
Entre esos filmes me recuerdo de algunas con gran atractivo cinematográfico y excelentes guiones, como “La hora final” (On the beach) una obra de 1959 de Stanley Kramer basada en la novela de Nevil Shute donde en Australia la gente espera la nube radiactiva resultante del estallido de la Tercera Guerra Mundial y que ha destruido y acabado con la vida en todo el hemisferio norte, de la que forma parte un impactante hecho donde el gobierno australiano reparte venenos para que las personas se suiciden y eviten una dolorosa y lenta muerte por los efectos de la radiactividad.
Otra importante fue “The world, the flesh and the devil” traducida como “Mundo, carne y deseo”, también de 1959, con una notable actuación del cantante Harry Belafonte, nos lleva a un mundo inesperado, donde un minero queda atrapado como consecuencia de un derrumbe y al ver que nadie va a rescatarlo logra salir de la mina tras varios días de lucha. Pero al llegar a la superficie se encuentra que todo está solitario, no encuentra un solo ser humano y al final se entera de que una guerra atómica ha acabado con los seres humanos y el es probablemente el único sobreviviente. Su accidente hizo que la mina actuara como un refugio atómico y el encuentro de él con otros supervivientes, una mujer y un hombre blancos, hace que surjan tensiones entre los tres, los que al final comprenden que el futuro de la humanidad está en sus manos. Eso trajo como consecuencia que algunos vieran en minas abandonadas una posibilidad de salvación y en algunos pueblos pequeños con estas características, crearon las condiciones para guarecerse.
“The Day After” (El día después) de 1983 narra una guerra atómica entre la OTAN y el Pacto de Varsovia que lleva a una gran escalada nuclear, centrándose la historia en tres familias campesinas norteamericanas que viven cerca de silos de misiles nucleares, objetivos centrales de los ataques. Algunos han construido refugios subterráneos esperando ese momento y otros han tratado de acondicionar sótanos con ese objetivo, mientras hay quien piensa que pueden refugiarse en los silos, los que tampoco resisten un impacto directo.
Sidney Lumet dirigió en 1964 un thriller impresionante, “Fail Safe” o “Punto límite”, que lleva al mundo al borde de un holocausto nuclear por errores de los controles de un escuadrón de bombarderos con armas nucleares. Y la premonitoria e impactante “The China Syndrome” o “El Síndrome de China” que narra un accidente en una planta de energía nuclear que quiere ser encubierto por las autoridades y el peligro que ello entrañaba. El filme se estrenó días antes del accidente de la planta de Three Mile Island de 1979 en Pensilvania y siete años antes del desastre de Chernóbil en Ucrania. Toda una premonición de lo que pasó poco después.
Y todo este accionar propagandístico estaba basado en una posibilidad real de la ocurrencia de una confrontación nuclear. Si durante la primera mitad del siglo veinte la humanidad había estado sometida a dos grandes guerras mundiales y conflictos regionales incesantes, por qué no pensar que ahora que el hombre había llegado a dominar el átomo y probado su gran poder destructivo, no iba a hacer uso de ello.
Y si nos vamos a la prensa escrita, aparecían reiteradamente no sólo artículos sobre los efectos de una guerra moderna basada en el uso de armas nucleares, los refugios atómicos, y ofertas de medios y hasta manuales para construirlos como algo sumamente necesario.
Y todo ello estaba basado en la explicación de por qué un refugio subterráneo era la única forma de sobrevivir ya que tras una explosión nuclear, la materia vaporizada resultante de la bola de fuego, está expuesta a los neutrones de la explosión, la que los absorbe y por tanto se vuelve radiactiva y al condensarse crea polvo y arena fina, por lo que la lluvia radiactiva está formada por radiación de partículas beta y rayos gamma, radiaciones ionizantes que tienen efectos agudos en la salud que van desde graves quemaduras, afectación a órganos del cuerpo provocando su falta de funcionamiento y la muerte tras una agonía que puede durar hasta semanas.
El panorama era ciertamente aterrador.
La Guerra Fría
Tras la Segunda Guerra Mundial aparece un nuevo orden mundial, encabezado por dos grandes potencias: Estados Unidos y la Unión Soviética, que habían sido los grandes protagonistas de la victoria contra el fascismo y que con su diferente visión crearon un largo período de tensión política en el cual participaron sus aliados y no solo representó una lucha en todos los sentidos entre la OTAN y el Pacto de Varsovia, sino que tuvo alcance mundial porque abarcó el extender la influencia de cada bando en el desarrollo de armamentos, en particular los nucleares, competencias deportivas, tratados comerciales y hasta la exploración espacial.
A pesar de que esta rivalidad estuvo matizada por numerosos conflictos nacionales y regionales, nunca explotó una guerra de grandes proporciones como tal, por lo que se le llamó “Guerra Fría”.
Y el tema que nos trae, los refugios, fueron uno de los símbolos más duraderos de la Guerra Fría, donde los gobiernos construyeron lugares para preservar a los funcionarios de alto rango y las instalaciones militares de primer nivel. Asimismo en el subsuelo de grandes edificios también se construyeron refugios y en el orden individual los poderosos y algunas personas dedicaron recursos a estas construcciones, lo que tuvo su mayor auge entre los años 50 y 80, pero sobre todo en la década de 1950, donde se hicieron populares a partir de que el gobierno de Eisenhower promovió la construcción de refugios nucleares por parte de la población civil.
En Europa, la OTAN también recomendó y propagandizó estos refugios mientras que en los países del Pacto de Varsovia su empleo se destinó al gobierno y no a la población civil y se hicieron de forma secreta.
Los soviéticos: pioneros en los búnkeres subterráneos
Cuando visité Moscú en 1988 me encontré con muchas cosas que me llamaron la atención y entre ellas destacó el ver numerosos curiosidades: la majestuosa arquitectura de la era de Stalin con sus imponentes Siete Hermanas, los rascacielos de Stalin construidos en un estilo combinado de barroco ruso y gótico y convenientemente situados en distintas partes de Moscú, que ahora con las impactantes construcciones modernas pasan inadvertidas. Algo interesante era ver las anchas avenidas transitadas por algunas guaguas, trolebuses, camiones y algún que otro carro, pero el mayor atractivo lo encontré en las hermosas y majestuosas estaciones del Metro y en los llamados “pirijod o Переход”, algo inusual, unos pasos peatonales subterráneos que te llevan a evitar el clima de frío extremo e ir por varias cuadras sin salir a la superficie o ir de una estación del metro a otra..
En Moscú hay muchos y son muy útiles porque las calles suelen ser muy anchas y hay tres o cuatro carriles por sentido para los carros y transporte público, por lo que en el centro existen muchos pasos subterráneos.
Pude ver que en los tiempos soviéticos no eran peligrosos, y estaban muy iluminados, llenos de pequeñas tiendas y puestos de venta de comidas, revistas y cafeterías y había mucho movimiento en ellos, aunque ahora se dice que están llenos de vagabundos y drogadictos y se convirtieron en lugares ideales para atracar o se transformaron en urinarios o servicios sanitarios sin sanidad como ocurrió con el pequeño “pirijod” creado en 100 y Boyeros en La Habana.
Estos pasos subterráneos y estaciones del Metro fueron el antecedente soviético de los refugios atómicos. Ya durante la Segunda Guerra Mundial los metros de Londres y Berlín habían servido de refugios contra bombardeos, pero el de Moscú tuvo su particularidad con los “pirijod” asociados, por eso, al igual que con el primer satélite y el primer hombre al espacio, la URSS tuvo la primicia en la construcción de refugios nucleares.
Sobre los búnkeres subterráneos de Moscú existe mucha información interesante, porque durante la Segunda Guerra Mundial y continuamente hasta la muerte de Stalin en 1953, se construyó de manera secreta una ciudad subterránea gigante, con edificios de varios pisos con aire acondicionado y todas las condiciones para una supervivencia larga. Más que refugios, son mansiones bajo tierra. Están conectados por un sistema de túneles con canales de suministro de agua, servicio de alcantarillado y accesos seguros a la superficie. Abarca también, para mayor seguridad, corredores subterráneos bajo las colinas en las que se encuentra Moscú, como Taganka, Kitay-gorod y Vorobyovy Gory.
Al primer nivel o más cercano a la superficie le siguió tras la muerte de Stalin la construcción de un segundo nivel, abarcando los edificios del Comité Central de Partido, el Ministerio de Defensa y la KGB, a mayor profundidad aún, con cinco pisos hacia abajo, conectados todos por túneles que permiten hasta el paso de automóviles, sobre todo entre Lubyanka, el cuartel y cárcel de la KGB y el Kremlin.
Estos trabajos se aceleraron durante el mandato de Nikita Kruschev, cuando el peligro de una guerra nuclear estuvo muy cerca con la Crisis de los Misiles o Crisis de Octubre en Cuba. Se aceleró la construcción del conocido por “monorrail subterráneo” que va del Comité Central al Kremlin y lleva a un búnker de diez pisos de profundidad.
Y esas construcciones han seguido a pesar del aparente fin de la Guerra Fría a partir del derribo del Muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética, y se sigue rumoreando sobre la construcción secreta del Metro 2, una parte del metro de Moscú con doce niveles de comunicaciones y servicios y que llega hasta ochocientos cuarenta metros de profundidad y cuenta con instalaciones militares.
Es un hecho que los rusos vieron el éxito del “pirijod” y siguieron hacia abajo porque los americanos habían explotado un par de bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki y ellos no la tenían aún.
La moda de los refugios
Los soviéticos no tuvieron la bomba atómica hasta 1949, por lo que trataron de recuperar su atraso con respecto a su contendiente en la Guerra Fría desarrollando la Bomba del Zar, una bomba de hidrógeno que ha resultado ser la mayor explosión provocada por seres humanos hasta ahora y que lanzaron el 30 de octubre de 1961. 3125 veces más destructiva que la lanzada en Hiroshima, y probablemente fue una demostración del poder tecnológico soviético. El físico Andrei Sájarov, diseñador de la bomba, se convirtió en un militante antinuclear y fue reconocido con el Premio Nobel de la Paz.
Como dijo Gandhi, “si aplicamos el ojo por ojo, el mundo acabará ciego”. No se puede vivir buscando un equilibrio basado en el terror. Ya durante los cincuenta y los sesenta, primero con los sucesos de Berlín Occidental y después en la Crisis de los Misiles en Cuba, la humanidad estuvo en riesgo de desaparecer por el deseo obtuso de ejercer la supremacía con un costo tan alto en recursos y en amenazar la existencia del hombre. Pero no se veían así las cosas en esas décadas por lo que la única solución vislumbrada, como algo inevitable, era construir refugios.
Los refugios surgieron como una moda, aunque irrealizable para la mayoría. Por aquel entonces, el Gobierno estadounidense promovió la creación de refugios subterráneos para que los ciudadanos se resguardaran de los ataques nucleares soviéticos y las familias, viéndolo como algo inevitable, intentaban convertir estas pequeñas habitaciones en espacios adecuados para pasar una larga temporada si se producía un ataque nuclear.
El terror se instaló en la sociedad estadounidense y eran los tiempos en que la carrera armamentística de la Guerra Fría estaba en mayor auge, por lo que también se organizaron ferias que exponían modelos de refugios, unos rudimentarios para la gente de pocos recursos y que eran similares a una gran tubería con conductos de ventilación, mientras para los que no tenían medios se recomendaba construir un refugio cubierto por arena, una especie de caja de madera con suficiente tierra o madera alrededor podía no ser cómodo pero sí resistente. Para los que tenían miedo a refugiarse bajo tierra les mostraban como hacer una doble pared en una habitación determinada o hasta emplear carro como refugio.
Se publicaron libros con el tema de la defensa civil durante la Guerra Fría con muchos planos e imágenes de los refugios y divulgaban la necesidad de que cada familia se construyera su propio búnker. Entre ellos se aconsejaba el modelo Anderson, que había sido utilizado en Gran Bretaña durante la guerra y era un casco de acero que permitía ser equipado con lo necesario para vivir y con una superficie útil de 22 metros cuadrados.
Por otra parte los ricos podían decidirse por un búnker incluso más lujoso que cualquier hogar, porque el peligro estaba ahí latente para todos. En aquellas partes de Estados Unidos donde son frecuentes los tornados existe una demanda constante de refugios resistentes al viento, por encima o por debajo del suelo, que tienen un costo entre tres y once mil dólares. Pero con el coronavirus los que pueden están invirtiendo en búnkers que vienen con sistemas de filtrado de aire, protección NBC (nuclear, biológico y químico) y proporcionan aire limpio para hasta quince ocupantes y comida para un año, poseen túneles de escape, puertas camufladas, vidrio a prueba de balas y accesos protegidos por spray pimienta. La gente no solo está pensando en la cuarentena sino en otras cosas malas que pudieran sucedeer porque todo indica que el mundo no será más seguro.
Hasta hoy, los refugios siguen siendo un buen negocio porque si la amenaza no son los rusos, son los chinos o Corea del Norte, o el Estado Islámico o las consecuencias del 9/11, a lo que se ha sumado el Covid-19 por lo que siempre habrá justificación para mantenernos viviendo bajo el miedo.
En definitiva aparte de protegernos de ataques nucleares o convencionales, también pueden ser útiles en caso de ciclones, inundaciones, terremotos o hasta tornados.
Unos la pasarán como se pueda y otros los construirán de lujo y hasta con jacuzzis, piscinas o terrenos para practicar deportes. Y los multimillonarios comprarán terrenos en Nueva Zelanda. Pero el tema no se remite exclusivamente a construir búnkeres de lujo, sino a ubicarlos en territorios o islas aisladas con construcciones secretas. para estar preparados para el fin del mundo, pensando que a lo mejor allí no llega o llega más tarde.
Los refugios en el resto del mundo
Como el mundo casi siempre ha estado o está en guerra, pues construir refugios ha sido también un tema socorrido.
En países como Suiza los refugios pueden albergar al cien por ciento de su población y más, en Suecia a un ochenta por ciento y en Finlandia a un setenta por ciento. No en balde son países que están desarrollados en todo.
Y es significativo lo que ha pasado en lugares complejos por su gigantesca población como China.
Durante los años sesenta y setenta, ante la inminencia de las consecuencias de la Guerra Fría, se construyeron en varias ciudades apartamentos con refugios antiaéreos subterráneos capaces de pudieran soportar los efectos de una guerra nuclear, siendo ubicados solamente en Pekín, diez mil búnkeres.
El acelerado crecimiento de la población china ha hecho que actualmente cerca de un millón de personas, mayormente estudiante e inmigrantes vivan en esos refugios subterráneos, que aunque cuentan con electricidad, agua e instalaciones sanitarias, no tienen una ventilación adecuada y los que allí viven comparten baños, cocinas y otras áreas que hacen poco higiénica la convivencia. A ello hay que sumarle que hasta lugares vacíos dentro de los refugios se han acondicionado para peluquerías, comedores, salas de juegos y hasta academias de baile, enrareciendo aún más el ambiente.
Toda una curiosidad para paliar de alguna forma el excesivo crecimiento demográfico de China.
Algunas curiosidades sobre la construcción de refugios subterráneos.
El refugio gigante con guaguas escolares.
El profesor de computación Bruce Beach compró cuarenta y dos guaguas escolares en 1980 y tras cavar un gigantesco hueco en su terreno en Ontario, Canadá, los enterró. A ese complejo subterráneo lo llamó Arca Dos y pensó destinarlo exclusivamente a mujeres y niños para que la sociedad se pudiera reconstruir tras una catástrofe nuclear.
En 1980 Bruce Beach cavó un hoyo gigante en su propiedad en Ontario, Canadá y construyó un refugio nuclear de diez mil pies cuadrados donde fueron ubicados 42 ómnibus escolares.
Bruce, natural de Winfield Kansas es un ex profesor de computación y hasido un estudioso de los lenguajes mundiales por mas de 40 anos. El generador eléctrico del bunker se encuentra a catorce pies de profundidad. Su idea de construir el túnel, al que llamó Arca Dos, era de que fuera exclusivo para las mujeres de forma que pudiera proteger a los niños, hacer del mundo en crisis un lugar mejor y ayudar a reconstruir la sociedad después de un holocausto nuclear.
Conocedor de que la radiación nuclear viaja solamente en línea recta y se confunde cuando encuentra superficies redondeadas o curvas, hizo que la entrada principal del refugio tuviera un sentido brusco hacia abajo y tras ello un ángulo recto para entrar al búnker, lo que impediría la entrada de radiación. El refugio tendría áreas de juego para niños, baños, enfermería y aulas, aparte de las zonas usuales necesarias para vivir.
Cuarenta años después el refugio conserva su vitalidad.
Un caso peculiar con los refugios
Por supuesto que comprar una casa es una de las cosas más excitantes por la emoción y sorpresa que representa, una ambición de todos, en particular cuando hay niños. Pero hay casos que consiguen con ello mucho más de lo que esperaban, y ese fue el caso de John Sims cuando compró una casa en Tucson, Arizona, un capitán de bomberos que se llevó una gran sorpresa.
El dueño anterior de la casa y amigo de John, le había comentado que la casa estaba en muy buen estado pero que existía un gran secreto enterrado en su jardín, el cual generaba muchos rumores, por lo que se dedicó obsesivamente a descubrir la verdad detrás de los comentarios. Si era algo sobrenatural, en lo que no creía, iba a desmitificar el asunto y si no, aclararlo todo.
Averiguó que una compañía llamada Piscinas Whitaker había hecho una construcción en su propiedad en 1961. Tras otras averiguaciones y el empleo de detectores de metal comenzó a excavar hasta que encontró, bajo una escalera de caracol oxidada, una habitación muy grande sin muebles que estaba en muy buen estado y con piso sólido y además detectó un sistema de túneles a su alrededor. Llegó a la conclusión de que era un búnker subterráneo destinado a ser un refugio contra una guerra nuclear. En esos años las personas estaban sometidas al temor y a la paranoia y una cuestión vieron de vida o muerte el construir su propio refugio ante la inminencia de la conflagración. Las indagaciones le llevaron a conocer que la compañía constructora de piscinas dio respuesta a la demanda popular y ofreció dentro de su catálogo un refugio antiatómico en el subsuelo de los jardines, algo que se volvió una aspiración común en todo Estados Unidos. La construcción de estos refugios, con diversos modelos y variantes, no distaban mucho de los trabajos necesarios para las piscinas, por lo que se calcula que construyeron más de medio millar de búnkers.
John no sabía qué hacer con el descubrimiento, que en cierta forma tuvo que reparar para acceder a él y ante la sugestión de familiares y amigos de que la convirtiera en una cueva secreta, otros una cava para vino o en un bar, finalmente decidió compartir lo sucedido con el resto del mundo y quiso contactar con otros que también hubieran hallado búnkers en sus propiedades. Por ello decidió transformar su refugio en un museo adecuado a este período de la historia, para lo que debía invertir en recuperar completamente el sitio para lo que recibió algunas donaciones que aunque no cubrieron todo el costo lo ayudaron con la tarea.
También entendió necesario incorporar recuerdos que trajeran a la memoria esa época, por lo que la colmó de artículos propios de la Guerra Fría y ampliar el objetivo del refugio, como estuches sanitarios, barriles sellados con agua potable, contadores de radiación Geiger, raciones de comida, radio amateur transmisor y receptor, baratijas y otros de interés que hiciera a los visitantes sentirse en el ambiente adecuado.
Esto hizo que John y los que conocieron su historia, se convirtieran en apasionados de conocer lo relacionado con estas estructuras y sobre todo lo que dio origen a su construcción: la Guerra Fría. Y con ello logró no solo rescatar aspectos perdidos y hasta ignorados de la historia, sino interesar a las personas en su propio pasado, pero sobre todo contar a la gente cómo su nueva casa se volvió inesperadamente en algo extraordinario.
El búnker de Kennedy
Nunca la humanidad ha estado más cerca de la guerra nuclear y el holocausto que cuando Fidel Castro y Nikita Kruschev instalaron misiles capaces de llevar armas atómicas en un lugar tan cercano a Estados Unidos como Cuba.
Anticipándose a las consecuencias de la infiltración comunista en la Isla, Estados Unidos construyó en diciembre de 1961 en Peanut Island, un islote en Palm Beach, Florida para que sirviera de refugio al presidente, que pasaba temporadas en su residencia de verano en la cercana Winter White House. De ese lugar al refugio podía llegar en menos de cinco minutos en un helicóptero o por mar.
Pero la ubicación del refugio y su construcción fue un secreto bien guardado y no fue conocido hasta 1974. Este refugio estaba escondido entre la maleza y bajo tierra pero por encima del manto freático del mar porque la isla fue creada gracias al dragado de la bahía.
Allí tendrían refugio hasta treinta personas, tanto la familia de Kennedy como personal de servicio y custodia durante un mes y para ello habría quince literas, pero por tratarse del presidente de los Estados Unidos habría también un lugar para conferencias y un escritorio presidencial.
La Casa Blanca
Ya que hablamos de Kennedy, se sabe que bajo los jardines de la Casa Blanca existe un gran refugio, lo cual se mantiene en el más absoluto secreto. Este tiene como objetivo refugiar al presidente y a los miembros clave de su gabinete en caso de amenaza a la residencia de la 1600 Pennsylvania Avenue.
Hay que recordar que todos los presidentes norteamericanos desde Harry Truman hasta Donald Trump, han contado con lugares de alta seguridad para resguardarlos de un ataque nuclear y uno de ellos es el área fortificada bajo la Casa Blanca.
El búnker de la Casas Blanca se conoce como Centro de Operaciones Presidenciales de Emergencia, y que se conozca solo ha sido empleado por el presidente Franklin Delano Roosevelt quien lo estrenaría durante la Segunda Guerra Mundial y el vicepresidente Cheney lo emplearía durante los ataques del 11 de septiembre de 2001 a las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono debido a que el presidente Bush se encontraba en Florida. Pero a diferencia de otros refugios, el búnker presidencial es solamente un recurso de emergencia por lo que no alberga mucha gente ni está preparado para operar un tiempo dilatado, aunque el Presidente Obama ordenó las obras de mejoramiento y modernización.
Pero ya desde la década de 1940 funcionarios de seguridad desarrollaron planes de contingencia para salvaguardar a Truman en la Casa Blanca, aunque su objetivo era edificar un complejo gubernamental completo con la máxima seguridad en una locación secreta en un lugar situado a treinta kilómetros de Washington DC.
Fue así que el monte Weather, a 534 metros de altura en Bluemont, Virginia, se convirtió en un búnker gigante para que el presidente, sus asesores y otros altos mandos del gobierno, incluyendo los miembros de la Corte Suprema se refugiarán en caso de un ataque nuclear. El Centro de Operaciones de Emergencia de Mount Weather también es el centro de operaciones de la Agencia Federal de Gestión de Emergencias (FEMA) y servirá para que la raza humana sobreviva después de un cataclismo nuclear.
Fue en Mount Weather donde primero se probaron los sistemas digitales de mensajería y allí seis mil quinientos nombres y direcciones de personas clave necesarias para asegurar la continuidad del gobierno están guardadas bajo un secreto total. En esta verdadera ciudad subterránea hay capacidad para albergar a miles de funcionarios públicos.
A su vez los miembros del Congreso, en cambio, serían llevados a un búnker en el complejo Greenbrier, cerca de White Sulphur Springs, en Virginia Occidental.
Pero ninguno de ellos es capaz de soportar un ataque directo.
NORAD
NOAD, siglas del Mando Norteamericano de Defensa Aeroespacial, es sin duda el búnker más conocido del mundo, sobre todo porque nunca se ocultó su existencia. Está ubicado en Colorado Springs en el estado de Colorado y su objetivo central es la defensa de Estados Unidos y Canadá contra ataques aéreos de cualquier tipo.
También el inicio de la Guerra Fría hizo que este gran complejo subterráneo en la montaña Cheyenne son capaces con cinco inmensas cámaras que contienen agua y combustible que son capaces de mantener la vitalidad por un largo período para mil personas. El proyecto comenzó a ser construido en 1950 y concluyó tres años después y tuvo la previsión de ser la primera en ser capaz de sobrevivir al daño por los pulsos electromagnéticos de una explosión nuclear.
NORAD es capaz de detectar, validar y alertar los posibles ataques de misiles balísticos hacia Norteamérica y a su vez alerta sobre violaciones del espacio aéreo. En un principio fue creado ante la amenaza de bombarderos soviéticos de largo alcance que pudieran atacar la región, por lo que conjunto con Canadá se construyó un sistema de radares a lo largo del Ártico con 58 estaciones, lo que daba un alerta con tres horas de anticipación antes de un ataque. Durante la presidencia de George W. Bush, la misión del NORAD cambió de nombre a North American Aerospace Defense Command (Mando Norteamericano de Defensa Aeroespacial). Tras el fin de la Guerra Fría NORAD se destinó a cubrir operaciones contra el narcotráfico, pero se monitoreó todos los vuelos sobre Estados Unidos durante los sucesos del 9/11.
Fue el Presidente Obama el que resucitó las operaciones en NORAD, ordenando el simulacro de sellado de su puerta resistente a explosiones nucleares por un día completo, algo que nunca antes se había comprobado, y desde 2006 se consolida toda la información sobre las operaciones aéreas en el edificio Peterson de la Fuerza Aérea en Colorado Springs y la montaña Cheyenne sólo se destina a refugio.
Raven Rock
Muy cerca del retiro campestre presidencial de Camp David en Maryland, a unos cien kilómetros de Washington D.C., se construyó un refugio llamado Raven Rock, sobre cuya existencia se ha mantenido un hermetismo total.
A pesar de que Camp David existía desde 1935, fue en 1948 cuando Raven Rock se construyó bajo la montaña de mil metros de altura de igual nombre en en Blue Ridge Summit, Pennsylvania como una especie de réplica del Pentágono. Para ello se contrató a una firma que tenía experiencia en la ampliación de la red de subterráneos de New York.
Tiene capacidad para mil cuatrocientas personas y sus compuertas de 34 toneladas son capaces de resistir un ataque nuclear, pero tras el final de la Guerra Fría, fue considerado como un dinosaurio de concreto.
Pero los ataques del 9/11 revitalizaron el papel del refugio, por lo que fue modernizado tecnológicamente y con nuevos edificios que aumentaron su capacidad a cinco mil personas.
Peters Mountain
Otro búnker mantenido en el mayor secreto es el Peters Mountain, la montaña secreta donde los espías norteamericanos se refugiarían si Washington fuera atacada. Ubicado en la zona de los montes Apalaches en Virginia, garantiza la continuidad operativa de los servicios de inteligencia, para lo que cuenta con instalaciones capaces de albergar a alrededor de quinientas personas.
Las agencias de seguridad como el FBI y la CIA tendrían allí refugio seguro para sus agentes clave, todo enmarcado en un complejo que se asume es una estación de telecomunicaciones de una empresa privada.
No por gusto se mantiene el mayor secretismo y reserva sobre el lugar y para que no haya equivocación, numerosos carteles en la carretera de acceso muestran “Propiedad Privada, No Pase, Camino Cerrado”. Es un lugar restringido en su acceso de cualquier forma, es un lugar preparado para una contingencia futura o para que no pase nada, porque es el guardián de la salud de la comunidad de inteligencia norteamericana.
Hoy
La escalada de tensiones entre las distintas naciones nucleares como EE.UU. con Irán, Corea del Norte, Rusia y China como consecuencia de las políticas de la actual administración, entre la India y Pakistán, los países que alguna vez tuvieron armas nucleares como Bielorrusia, Kazajistán y Ucrania, cuyo uso resulta poco previsible y peligroso. También es muy riesgoso el empleo probable de esas armas por parte de Israel, el guerrero mayor.
En nuestros días hay algo innegable, las amenazas provenientes de Irán y Corea del Norte han aumentado el nivel de alerta y obligado a rescatar algunos protocolos desarrollados durante la Guerra Fría.
Y con ello los refugios nucleares surgidos tras la Segunda Guerra Mundial hoy recobran su importancia. Desde uno de los ataques terroristas más sonados de la historia moderna, el derrumbe de las Torres Gemelas en New York, se ha destinado sistemáticamente recursos para mantener la continuidad del gobierno en caso de un ataque nuclear.
Pero nadie contaba con el Covid-19. A pesar de alerta de científicos y de determinados personajes como Bill Gates de la necesidad de prepararse para algo que podía surgir como consecuencia del daño que el hombre le ha hecho al medio ambiente, no se tomaron las medidas para un evento tan dañino. Como no se previeron los daños resultantes de fallas o sucesos en las plantas de energía atómica.
Por eso es que aparte de las medidas que han tomado algunos pocos gobiernos y que han detenido la pandemia y otros se han preocupado más por la economía y la política que por la vida de las personas, los que han podido, han recuperado las enseñanzas de la historia y aparte de aislarse como medida sabia para no ser contagiados, y otros han tenido la posibilidad adicional de refugiarse en búnkers, no necesariamente subterráneos, pero sí aislados del resto de la sociedad. Compañías inmobiliarias han comprado un silo de misiles abandonado y lo han convertido en un complejo de apartamentos subterráneos.
Al igual que ocurrió con los refugios atómicos, los hay sencillos y de lujo. Dos compañías especializadas en la construcción de búnkeres de lujo en Estados Unidos, tenían en mente un apocalipsis distinto, ya fuera un ataque de Corea del Norte o Irán y con ello el inicio de la Tercera Guerra Mundial. Este es un negocio que desde el comienzo de la guerra fría no ha cesado y en los últimos años han construido búnkeres subterráneos sellados con puertas blindadas de acero y todas las comodidades para sobrevivir unos meses o más.
Algunos tienen que conformarse con salir lo menos posible o emplear guantes y mascarillas mientras que la demanda de estos complejos de lujo se ha disparado por el miedo que causa la pandemia de coronavirus y afirman recibir muchas más llamadas al día de compradores interesados. Pequeños refugios pueden costar más de cuarenta mil dólares y otros llegan a valer varios millones.
En Estados Unidos y Europa ya hay instalaciones subterráneas donde se garantizan condiciones de lujo en modernas Arcas de Noé de 200 metros cuadrados por familia con piscinas, gimnasios, salas de cirugía, filtración de aire y agua y teatros, garantizando bienestar físico y mental. Y esto es para los ricos, mientras que los gobiernos han reactivado sus enormes refugios para funcionarios y la élite, pero a los pobres solo les queda, igual que antes, el miedo ante lo que pueda venir, una bomba atómica o un virus letal.
Al final al ser humano le interesa más ganar dinero que cualquier otra cosa. Pero hay una excepción, alguien a quien le interesa más el poder y la atención: Fidel Castro.
Los túneles de Fidel Castro
Fiel a su narcisismo y su protagonismo, Fidel Castro no podía quedarse ajeno a la construcción de búnkers masivamente, porque para él y sus acólitos ese era un tema resuelto.
Con el ascenso al poder de Reagan en 1980 se presentó la oportunidad para Fidel Castro de volver a la carga con su obsesión de ser atacado por el “imperialismo”. Aquello le venía como anillo al dedo, porque la preocupación nacional real había desaparecido o al menos se había atenuado con los acuerdos posteriores a la Crisis de los Misiles entre las dos grandes potencias y el aparente alivio de la conciencia obsesiva creada en el pueblo, aunque la propaganda sobre el peligro de un ataque armado nunca cesó, pero como al cuento de “que viene el lobo”, ya nadie le hacía caso y se burlaban de la guerra que nunca fue.
El terror público era parte de su política, por lo que una vez más el gobierno norteamericano le estaba sirviendo en bandeja de plata lo que necesitaba el dictador para justificar el mantenimiento de su régimen. Reagan se entretenía con sus conspiraciones de Irán-Contras y su guerra con la prensa, se atribuía la caída del comunismo para lo cual solamente había hablado sin parar y no le dio crédito al verdadero artífice, Gorbachov y el alzamiento pacífico de los pueblos de Europa del Este, mientras la Isla, con más huecos que un queso, se llenaba de refugios de hormigón, que sólo servían para la propaganda política y más tarde como nido para las parejas que no tenían donde hacer el amor, pasando por una producción de hongos comestibles que no prosperó.
Se derrumbó el bloque comunista, desapareció la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia,pasaron los años, vino el tenebroso Período Especial, …pero hoy ha sido demasiado: pasó por mi ventana no sólo un ave del mar, sino millares, como diría Neruda…y a pesar de todo ello siguieron las movilizaciones militares, siempre aprovechando el relevo presidencial o las elecciones en Estados Unidos como momentos muy oportunos para renovar los objetivos atemorizadores del régimen.
Los túneles que mandó a construir Fidel Castro para “proteger” a los cubanos de un inevitable e impostergable ataque aéreo de Estados Unidos han quedado como depósitos de aguas putrefactas y basura todo tipo, con la proliferación de madrigueras de roedores e insectos. .Los refugios convertidos en basureros y huecos pestilentes, pues también la gente hace sus necesidades al no existir servicios sanitarios públicos, están en cada pueblo de Cuba como testigo mudo de otro de los grandes fraudes de la revolución.
Las miles de toneladas de de cemento, cabillas y otros materiales de construcción derrochadas podían haber servido para construir viviendas y aliviar el altísimo déficit en uno de los países más críticos mundialmente en este sentido.
El enemigo nunca llegó y muy pocos se creyeron el cuento de la inminencia de una guerra. Ya estaba gastado el cuento del negrito que durante la Crisis de Octubre o de los Misiles como se le conoce internacionalmente, vendía café en el malecón y pregonaba:
-¡café, a tres quilos el café!
Mientras tanto la radio y los altavoces repetían estar alerta ante el ataque imperialista y que era preferible hundirse en el mar antes que volver a ser esclavos, y al sonar el cañonazo de las nueve, al negrito se le botaron los ojos y comenzó a pregonar:
-¡coffee, three cents!
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