Los cambios de estación en Cuba

Los cambios de estación en Cuba

Desde niño aprendimos que las estaciones del año son cuatro: primavera, verano, otoño e invierno, pero que en Cuba con su clima tropical y con una gran influencia marítima por ser una isla y estar sujeta a varios factores meteorológicos importantes, en particular la Corriente del Golfo, se pueden considerar dos estaciones: la lluviosa, que va desde Mayo hasta Octubre y la seca, que va de Noviembre a Abril. Ni la primera se puede considerar verano porque puede haber calor todo el año, ni la segunda invierno porque nuestros inviernos son muy particulares y que se dan durante dos o tres días de temperaturas más suaves o que pueden ser particularmente frías sin llegar al punto de congelación, y que son el resultado del paso de un frente frío polar, lo que en Cuba llamamos un “norte”.

Pero hasta eso ha cambiado y que sigan los incrédulos e ignorantes diciendo que el cambio climático es una falsedad. Recuerdo que cuando joven, cuando comencé a trabajar en 1957, los hombres iban a sus trabajos en traje o en camisa de cuello con corbata y las mujeres con medias de nylon, se subían a las guaguas, que entonces no tenian aire acondicionado, ni siquiera ventiladores, y no se sudaba. Los días podían ser particularmente calurosos en julio y agosto si uno se dejaba atrapar por el sol, pero realmente las temperaturas eran muy suaves y no recuerdo haber usado ventilador para dormir y entonces era de uso masivo el mosquitero.

Las guaguas y la mayor parte de los centros comerciales, teatros y cines no tenían aire acondicionado y no se sentía el calor como hoy en día. Incluyo en ello a los cines a los que iba asiduamente, solamente los cines de los circuitos de estreno tenían aire acondicionado.

Pero durante el paso de los años, no tengo duda de que el clima ha cambiado. Ahora los veranos son más fuertes, de tal forma que en Cuba es muy incómodo dormir sin aire acondicionado porque el aire que impulsa el ventilador es caliente. Para los que duden del calentamiento global no hay mejor ejemplo que lo que uno ha vivido con el clima a través de su vida, en particular en el último medio siglo.

Ahora bien, lo mismo que no había temperaturas frías extremas, tampoco las había en extremo calientes, como ocurre en otros países donde el frío en invierno ronda las temperaturas bajo cero o por debajo de ella y en verano superan los cuarenta grados centígrados. En Cuba, donde se dice que existe un verano todo el año, este es un verano suave cuya media supera raras veces los treinta grados y la media máxima es de 28 grados celsius (81 Fahrenheit) y la media de 25 (77 Fahrenheit). Eso sí, siempre con mucha humedad, de alrededor del 75 por ciento todo el año.

Pero sin embargo en Cuba se hablaba de primavera, verano, otoño e invierno, de lo que nos dábamos cuenta por las campañas publicitarias de los comercios minoristas y otras cosas que nos recordaban que estábamos en esa época del año. De no ser así era muy difícil identificar en qué mes nos encontrábamos, si no mirábamos un almanaque.

El frío extremo y los nortes

Para el cubano sentir un frío insoportable, significa que está “chiflando el mono”, una frase resultante de una anécdota real cuando a inicios del siglo pasado la familia Betharte, dueños del central Macagua, en Santo Domingo en Las Villas, tenía en su mansión cercana al central, un jardín estilo japonés y de él formaban parte una pareja de monos gibones, un primate más pequeño que casi todas las especies de monos y que realmente no se consideran como tales por no tener cola. Estos gibones, que vivían en una jaula, se llamaban Simón y Simona y cuando comenzaron a entrar los primeros frentes fríos y a soplar el viento helado, Simón y Simona se pasaron toda la noche chillando. Esos chillidos, escuchados de lejos, parecían chiflidos, por lo que en toda la zona, cuando hacía frío y se quejaban los pobres gibones, se decía: “anoche chifló el mono”.

En Cuba sabemos que estamos en invierno por varias cosas, pero en particular cuando comienzan a afectar los frentes fríos polares, conocidos como “nortes” y que traen algunas lluvias, mucho viento y disminución de los valores de la temperatura. Algunos son tan fuertes que ni siquiera la influencia de la corriente del golfo que pasa por el Estrecho de la Florida los afecta y llega con temperaturas polares, casi llegando al punto de congelación.

En Cuba no había frío para este tipo de abrigo

Tal es así que el récord de temperatura más baja es de 0,6 grados Celsius (30.9 grados Fahrenheit) reportada en Bainoa, en las cercanías de La Habana, pero otros récords importantes son 1 Grado (33 Fahrenheit) en Unión de Reyes, 1,2 grados en Indio Hatuey, 1,8 en Güira de Melena y 1,9 en Colón, indicándonos que los lugares más fríos de la Isla son los de las provincias de La Habana y Matanzas, las situadas más al norte.

Yo viví casi toda mi vida en el Reparto Fontanar, muy cercano al aeropuerto de Rancho Boyeros, donde se han registrado temperaturas de 2 grados (35 Fahrenheit). Y los frente fríos que llegan a Cuba mantienen una presencia que va desde una mínima de once hasta años donde han llegado treinta y cinco.

Así que sobre todo en diciembre, enero y febrero, hay que sacar del closet los abrigos para que se les vaya el olor a naftalina y tenerlos listos para la ocasión, aunque siempre va a existir el que tiene un buen jacket y quiere que se lo vean y se lo pone aunque solo sopla una brisita fresca y por otra parte los que se las dan de guapos y fuertes y enfrentan un tremendo frío con solo un pullover fino puesto, aunque por dentro están temblando.

Nieve en Cuba y en Miami

Aunque se le ha dado publicidad, nunca en Cuba cayó nieve, las condiciones meteorológicas no lo hacen posible, a pesar de que un truco publicitario lo reportó y aparecen fotos del Capitolio con grandes cantidades de nieve.

La noticia de que había nevado en La Habana se publicó en 1932 y fue puesta en duda inmediatamente. La revista Carteles reportó que la nevada ocurrió en el centro de la capital desde las seis de la mañana hasta después de pasadas las siete. El artículo fue acompañado de fotografías del Parque Central y del Capitolio.

Pero el Instituto de Meteorología ha afirmado que esto nunca ocurrió porque al menos en La Habana no hay condiciones para que exista, aunque sí puede darse el caso de que aparezca escarcha, la que surge cuando desciende mucho la temperatura en invierno, pero ésta, a diferencia de la nieve, no cae del cielo sino que se forma sobre superficies a la intemperie afectadas por temperaturas por debajo de los cero grados o muy cercanas.

Todo parece indicar que la revista Carteles aprovechó el 28 de diciembre, Día de los Inocentes, para hacer una broma y el hecho no apareció en ninguna otra publicación habanera.

Sin embargo, por las bajas temperaturas que acostumbra a haber en el campo cubano, en particular en la llanura Habana-Matanzas, donde se han registrado las más bajas, existen muchas leyendas de que ha habido grandes heladas y hasta nieve en la punta de una loma, pero oficialmente no hay nada registrado.

Por otra parte se ha reportado que el 19 de enero de 1977 nevó por primera vez en la Florida, desde West Palm Beach hasta Homestead, provocado por un largo período de bajas temperaturas debido a sucesivos frentes polares. Se reporta que el hecho ocurrió como consecuencia de un fuerte frente frío acompañado con vientos de treinta millas por hora y que azotó desde la tarde del 18 de enero hasta el amanecer del día siguiente. Todas las estaciones del norte y centro de la península reportaron trazas de nieve, y en los alrededores de Tampa se reportaron dos pulgadas de profundidad de la nevada.

El Verano

Cuba es un eterno verano, reza un eslogan publicitario, pero no siempre es así, como hemos visto, tenemos nuestros toques de frío o más bien fresco, pero en sentido general es cierto lo que se expone.

Los cubanos sabíamos que estábamos en verano por varias cosas: ya había comenzado a llover, sobre todo en las tardes, el sol era mucho más fuerte y las tiendas nos daban señales muy claras de que estábamos en esa estación.

En esos tiempos las tiendas abrían a las ocho de la mañana y cerraban a las 12 para el almuerzo, muchos, como yo que trabajaba en una librería, pero también los que trabajaban en bancos y oficinas, tenían tiempo suficiente para ir a su casa en guagua, almorzar, tomar una siesta y regresar antes de las dos de la tarde.

Y había dos asuntos con las que se identificaba el verano o el invierno (supongo que tambien la primavera y el otoño) es que las tenderas iban vestidas de negro o de blanco. Al traje blanco se sumaban otras cosas, como las ofertas y el horario o jornada de verano.

Los comerciantes no hacían rebajas y campañas todos los años en los mismos meses por gusto, sino porque el mercado bajaba en demanda y ello había que suplir de alguna forma. Es así que comenzaban las ofertas comerciales, que aparecían en todos los medios de difusión: la radio, la televisión y la prensa escrita. Don Julio era el eslogan que tenía la tienda El Encanto para hacer realizaciones, mientras que La Época tenía un simpático y atractivo anuncio que trascendió a esa tienda, que era “Haga su Agosto en La Época”, llevó a que se hablara de “hacer su agosto” cuando algo era muy conveniente, una oportunidad que no se podía dejar pasar.

“Hacer el Agosto” no fue un invento de la tienda La Epoca, realmente es una expresión española que significa enriquecerse en un momento determinado, no precisamente en ese mes, aunque su origen fue “hacer su agosto y su vendimias”, ya que en se mes comenzaba la cosecha de cereales, aceitunas, uvas y otros productos agrícolas y una muestra de ello está en la obra de Cervantes “La gitanilla”:

“Y así granizaron sobre ella (Preciosa, la gitanilla) cuartos, que la vieja no se daba manos a cogerlos. Hecho, pues, su agosto y su vendimia, repicó Preciosa sus sonajas”.

Y también La Época y otras, tenían rebajas en Enero, las que promocionaban mucho teniendo en cuenta que ese mes era de muy baja venta porque la gente se lo había gastado todo en las fiestas de fin de año, Navidad y los Reyes Magos.

La tienda J. Vallés decía ofrecer rebajas todo el año y vendía marcas muy exclusivas, pero no creo que fuera así, porque yo tenía un crédito en esa tienda, donde podía hacer compras hasta un monto de cincuenta pesos y pagaba por ello cinco pesos mensuales. Pero alguna rebaja había y así compré una trusa Jantzen que normalmente costaba ocho pesos en seis y otras con productos McGregor y Arrow, sin duda lo mejor que se producía entonces y que todos querían tener.

Estas tiendas, incluyendo a otras importantes como La Ópera, La Filosofía, Fin de Siglo, El Corte Inglés, La Isla, Los Precios Fijos, La Casa Quintana, Almacenes Ultra y otras, ofrecían a buenos precios productos como trusas en pleno invierno o abrigos en pleno verano y no era raro encontrar ofertas a 99 o 90 centavos, cuando el quilo (centavo) tenía valor.

Vimos que el sol picaba un poco más que de costumbre y la gente hablaba de ir a la playa y estaba Don Julio y el Agosto de La Época, ya eso nos aclaraba que estábamos en verano, pero también porque los comercios disfrutaban de las llamadas “jornada de verano”, para que los trabajadores del comercio pudieran ir a la playa y las tiendas cerraban antes.

Los médicos recomendaban comer mucha fruta en el verano, pero en la tierra de las frutas a veces era más barato ir a una fonda y comerse un caldo gallego que comprar una fruta fuera de estación, aunque en verano había abundantes frutas bien baratas, entre las que destacan los mangos y los mamoncillos en las playas. Y siempre estaba, como una espada de Damocles, el dicho de “Año de mangos, año de hambre”.

Ese era otro elemento veraniego, cuando pasaban los carretones cargados de mangos, símbolo inequívoco de que ya estábamos en el verano. No nos desesperábamos por comprarlos porque sabíamos que los carretones, o al menos alguno de ellos, regresarían en horas de la tarde con lo que no pudieron vender, y lo ofertan a precio de liquidación. No eran los mejores mangos pero eran mangos muy baratos y muy sabrosos.

El calor nos enseñaba muchas cosas: que nuestros antepasados, comenzando por aquellos que llegaron en los tiempos de la colonia, eran unos valientes porque con aquella indumentaria y comiendo fabada, caldo gallego, cocido y tomando vino, seguramente estarían muy cerca de derretirse y llenos de sarpullido, pero así y todo crearon una nación y nos dejaron esos hábitos alimenticios que no se soportan ni en la madre patria, porque el que quiere comerse en un restaurante una fabada tiene que ir en invierno. Y no olvidarse que hasta principios del siglo XX se usaban bombines y chalecos y los vestidos de las mujeres eran de múltiples capas.

Y otra cosa característica del verano era que realzaba los olores de la gente poco aseada, cosa que veíamos en la guagua cuando se agarraban del tubo y levantaban “el ala”. Pero había cosas interesantes del verano, era un motivo que justificaba sacar conversación a una muchacha, de que había que tomar mucha agua para no deshidratarse y la invitábamos a un refresco o un helado y de que todos envidiaban a los que podían tener un equipo de aire acondicionado, pero solo hasta el día en que les llegaba la cuenta de la luz.

Al final, el verano es la época en la que a los cubanos nos gusta bañarnos en la playa ya que la temperatura del agua del mar está alrededor de los 30 grados Centígrados (86 grados Fahrenheit), aunque en Cuba la temperatura se mantiene alrededor de los 24 grados Centígrados (75 grados Fahrenheit) todo el año, que para nosotros es fría. Recuerdo a un ingeniero alemán al que atendí y que lo llevé a conocer Varadero y se bañó en la playa en medio de un tremendo frente frío en el mes de enero y me dijo que el agua estaba bien calentita. Era de Hamburgo donde la temperatura del agua está alrededor de 18 grados centígrados en verano ( 64 grados Fahrenheit) y en invierno llega muy cerca del punto de congelación.

Por eso nos cuesta tanto trabajo encontrar en otros países, playas como las nuestras, con arenas finas, aguas transparentes y calentitas y al menos aqui en Miami mantenemos nuestra costumbre de bañarnos en la playa solo en esos meses y el resto se lo dejamos a los llamados “Snowbirds” o pájaros de la nieve, que son la gente procedente de los estados norteños y que vienen en masa hacia la Florida huyendo de las temperaturas congeladas y para ellos un frente frío que llega a esta parte del país es solo una ligera brisa comparado con el invierno que dejaron atrás.

Los ciclones

La temporada ciclónica no definía mucho las estaciones porque estos fenómenos podrían aparecer desde inicios del verano hasta casi el final del otoño, es decir, desde Mayo hasta Noviembre, pero nos daban una medida de dónde nos encontrábamos, y dentro de ella los meses más peligrosos y donde más tormentas y huracanes se producen son Septiembre y Octubre.

Es decir que cuando se habla de ciclones y de prepararse para ellos, tener reservas de agua y comida, asegurar puertas y ventanas, evacuar lugares que pueden inundarse o derrumbarse y otras medidas, no hace falta el almanaque para situarnos en qué parte del año estamos. Los ciclones para los cubanos siempre han sido un temor real, pero también, debido a nuestra idiosincrasia, un objeto de burla más, y se hacían corrientes las compras de comida en exceso, el abastecimiento de agua, la compra de clavos, tablas y martillos para asegurar puertas y ventanas y sobre todo prepararse para pasar el ciclón tomando chocolate con churros, jugando dominó o cubilete y cuando aparecieron los radios de pilas, mejor todavía.

La Navidad

Ya sabíamos que entrábamos al invierno cuando comenzaban a aparecer los adornos navideños, los muñecos de Santa Claus en todas partes, sobre todos aquellos que reclamaban el aguinaldo, y sobre todo, las ofertas de ventas de cosas que no se veían o se ofertaban muy poco el resto del año.

La aparición de uvas, manzanas, peras, turrones, nueces, avellanas, dátiles, higos, turrones y otros. Las manzanas acarameladas se vendían en cualquier parte y junto con las decoraciones y los anuncios lumínicos y la propaganda comercial, todo ello nos avisaba que estábamos en invierno.

Recuerdo que en Navidades y en Fin de Año, incluyendo la infaltable visita a la familia en Bejucal y de paso participar en las entonces tranquilas Charangas, casi nunca hacía frío, aunque fuera pleno invierno.

Otra cosa que nos indicaba que estábamos en invierno era el comienzo de la temporada de pelota profesional, la llamada temporada invernal de la Liga Cubana de Béisbol, así que ya sabíamos, aunque sudáramos la gota gorda, que estábamos en invierno. Iba mucho al estadio del Cerro y muy pocas veces sentí frío, pero esas pocas veces casi me llevaron al punto de congelación.

Igual ocurría con los carnavales, que usualmente eran en febrero, un mes del supuesto invierno y cuyos paseos en muy contadas ocasiones eran interrumpidos por la entrada de un frente frío fuerte.

El Día de Reyes

El 6 de enero, día de los Reyes Magos, era también en invierno y la noche anterior al Día de Reyes tiendas y quincallas permanecían abiertas toda la noche para no perderse al cliente de última hora. Era un día muy fuerte en la recaudación, como lo eran también el Día de los Padres y el de las Madres; el Día del Médico y el de los Enamorados; celebraciones, algunas de ellas, como la de los Padres, instituidas en La Habana por los mismos comerciantes, que sabían también rebajar los precios de sus mercaderías cuando las circunstancias lo aconsejaban y así lograr mayores ventas.

Las tiendas de juguetes lograban grandes ganancias en Navidad, al igual que los que vendían turrones, golosinas y las grandes tiendas por departamentos.

Y muchos vendedores ambulantes, mostraban en los días anteriores al que los Reyes Magos le llevaran a los niños los juguetes que tanto ansiaban, tras largas jornadas en los portales, sobre todo en la zona de Monte y Prado y sus alrededores, conseguían de alguna forma enderezar o mejorar sus pobres ingresos.

Si por casualidad en esos días hacía frío, había que aguantarlo, porque no había otra oportunidad igual.

Noviembre: un mes curioso

En noviembre lo mismo hacía calor, que venía un último ciclón despistado que venían un par de frentes fríos y refrescaban el ambiente.

Pero uno sabía que estaba en pleno otoño por dos cosas: la aparición de una epidemia de gripe, que durante varios años fue bautizada como “la gripe asiática” y algo que ahora está completamente olvidado: la puesta en escena de Don Juan Tenorio, una tradición infaltable en esas fechas.

Don Juan Tenorio

Cuando aparecían por todas partes anuncios de la nueva temporada teatral con la obra Don Juan Tenorio, ya sabíamos que estábamos en pleno otoño, casi entrando el invierno. No fallaba esa presentación bajo ningún concepto y volvían a hacerse populares algunas frases de la obra de Zorrilla, así como sus variantes criollas. Todos hablaban de:

“Cuán gritan esos malditos!
Pero ¡mal rayo me parta
si, en concluyendo esta carta ,
no pagan caros sus gritos.”

“Clamé al cielo, y no me oyó.
Mas, si sus puertas me cierra,
de mis pasos en la Tierra
responda el cielo, no yo.”

“¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor?”

Don Juan Tenorio es uno de los personajes más populares de la literatura española. Obra escrita por José Zorrilla, Don Juan es un joven seductor cuyo único interés es conquistar a las mujeres, de ahí que a los que son muy enamoradizos se les llame un Don Juan.

Pero al final los cubanos nos servimos de Don Juan Tenorio para hacer chistes y saber que nos acercábamos al fin de año y el invierno, y por supuesto a las navidades.

El cambio de horario

Desde época tan remota como 1784, Benjamín Franklin analizó que en París ahorraban velas levantándose más temprano en el verano y aprovechan más la luz del sol en sus jornadas de trabajo. Pero tuvo que pasar más de un siglo para que se hiciera pública una propuesta de establecer un horario especial en el verano para aprovechar mejor las horas de luz solar.

Ello implica adelantar el reloj respecto a la hora oficial, logrando que las tardes tuvieran luz natural durante más tiempo con el consiguiente ahorro en gastos por iluminación. Esta medida comenzó en muchos países europeos, implantadas inclusive dentro del conflicto bélico de la Primera Guerra Mundial y Estados Unidos lo comenzó a aplicar en 1918 y Cuba en 1928 y se fue extendiendo por muchísimos países.

Al menos desde que se aplica esta medida, llamada Horario de Verano, que comienza en lo que es la primavera y termina en pleno otoño, sabemos que nos acercamos al verano o estamos dentro de él, o ya lo despedimos. Y eso lo sabemos por la duración de los días.

Y leo con una mezcla de burla y desprecio la afirmación del presidente de México que considera que hay que eliminar el horario de verano porque “genera afectaciones a la salud de la población, debido a que genera problemas de sueño y memoria, fatiga, ideas suicidas, falta de concentración, así como incremento en ocurrencias de infartos”. Ahora entiendo muchas cosas sobre este personaje, sobre todo su sumisión al presidente Trump cuando éste dijo que los mexicanos eran violadores, estafadores y traficantes.

La revolución y las estaciones

La Revolución cubana transformó todo el país, la economía, la cultura, y sobre todo las relaciones sociales, en particular las relaciones interpersonales. Las familias se rompieron y los exiliados estuvieron muchos años sin ver a sus familias o no los vieron nunca más. Los reencuentros, si existieron, fueron crueles y dolorosos y las ausencias prolongadas aún más.

Ello me lleva a recordar la canción “Foto de Familia” de Carlos Varela:

“…Detrás de los que no se fueron
Detrás de los que ya no están
Hay una foto de familia
Donde lloramos al final…”

No solo se fueron los que abandonaron el país, se fueron también las costumbres y la cultura cubana en sentido general.

Y como según el concepto revolucionario, nada servía y había que cambiarlo todo, se suspendieron logros históricos de los trabajadores cubanos como el pago de los nueve días anuales de licencia por enfermedad, el aguinaldo pascual, la celebración de la navidad, la jornada de verano para los trabajadores del comercio y muchas otras cosas tradicionales propias de la cultura y la sociedad cubana.

La nacionalización de todos los comercios ya no hizo necesaria la publicidad comercial, pues todos tenían al mismo dueño y ya no sabíamos por esa vía si era verano o invierno, primavera u otoño. Solo nos quedaba calcular los equinoccios para saber cuando los días eran iguales, más largos o más cortos que la noche. Ir a la playa poco a poco se ha ido convirtiendo en un suplicio si es que vives lejos de ella por la crisis del transporte y la navidad fue prohibida de celebrarse durante tres décadas y se rompió la costumbre.

Se fueron también los turrones, las manzanas, las uvas y Don Juan Tenorio ya nadie sabe quuién fue, y en cambio se quedó lo peor: la gripe asiática y sus enfermedades relacionadas, y aparecieron otras nuevas, no ya en Noviembre, sino en cualquier momento del año, que junto con los ciclones nos confirmaron que lo bueno se fue y lo malo permanece.

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