Los barberos

Los barberos

Otra crisis empezó en Cuba en los años sesenta cuando a los Beatles se les ocurrió dejarse el pelo largo. En ese entonces en Cuba tener el pantalón apretado, el pelo largo o hasta una mota o patillas eran consideradas, según definición indiscutible del emperador en jefe, “actitudes elvispreslianas” y por ende contrarrevolucionarias. Esa moda hizo que los barberos redujeran considerablemente sus ingresos, porque muchos jóvenes, a pesar de los pesares y siempre que no fueran estudiantes universitarios o trabajaran en lugares importantes, porque esa era causal para ser botados, se dejaron el pelo largo y por ello el barbero se quedó sin clientes.

Antes de eso, cuando alguien estaba con el cabello largo y descuidado, la gente pensaba dos cosas: o estaba enfermo, probablemente tuberculoso, o estaba cumpliendo una promesa a San Lázaro. Al único que se le perdonaba eso era al Caballero de París.

La gente calculaba el estado financiero de una familia por la frecuencia con que los niños iban a la barbería. Los cánones de la época solamente perdonaban el pelo largo con lo que dije anteriormente o con el hecho de que la persona fuera un poeta, un pintor o un científico, el resto tenía que mantenerse pelado de acuerdo con la moda. Otros casos con el pelo largo eran considerados un símbolo de rebeldía o de personas negligentes y sucias.

Yo mientras tanto y por la inevitable herencia, cada vez tenía menos pelo, y mi barbero, que era también calvo, me decía, para consolarme, que pelar a un calvo era como arreglar un traje a alguien que no le quedaba bien, que era más difícil pelar a un calvo que a un peludo. Pero en verdad aquello no me daba ningún consuelo.

Pero tengo muchas vivencias de los barberos, sobre todo de la época anterior al desastre revolucionario.

Los barberos

“Barbero”, según el diccionario de la Real Academia Española, es la persona que tiene por oficio afeitar o arreglar la barba, pero en Cuba, el barbero no solo afeita, probablemente sea lo que menos hace, porque su ocupación principal es la de peluquero. Volviendo al diccionario de la Real Academia, entonces peluquero es la persona que tiene por oficio peinar, cortar el pelo o hacer y vender pelucas, rizos, etc.

Pero para los cubanos el barbero es el que corta el cabello a los hombres y el peluquero es el que atiende el cabello de las mujeres. Ningún hombre cubano va a decir que va a la peluquería ni que se va a cortar el cabello, simplemente se va a pelar o a afeitar. En otros países, se cortan el cabello y se rasuran.

El barbero de mediados del siglo XX lograba a base de mucho oficio y tijeras lo que hoy hace una maquinita eléctrica y los niños íbamos, asustados, a pelarnos a la barbería donde todavía se pelaba el abuelo y donde también se pelaba su padre. De manera que el barbero, aparte de pelarnos, conocía una buena parte de la historia de toda la familia, al igual que nosotros conocíamos la de él.

La barberia

La barbería más famosa que conocí fue aquella donde ejecutaron al capo mafioso Albert Anastasia el 25 de octubre de 1957 en Nueva York, y que fue noticia de primera plana. Umberto Anastasio dirigió durante años la organización conocida como “Murder Inc.” al servicio de la Cosa Nostra y especializada en sacar del camino a los rivales.

Pese a ser un connotado asesino y responsable de más de cien homicidios, solo cumplió una corta condena en la cárcel de Sing Sing ya que los principales testigos desaparecieron.

Fue asesinado a balazos el 25 de octubre de 1957 en la barbería del Hotel Park Sheraton (Hoy Park Central Hotel New York ubicado en el 870 de la Séptima Avenida en Manhattan) por encargo de Vito Genovese y Carlo Gambino, otro miembro de la organización. El propio Gambino le sucedió en el cargo.

Anastasia participó en la conferencia de La Habana de 1946 efectuada en el Hotel Nacional, donde participaron los principales líderes de la Cosa Nostra y entre los grandes ganadores de aquella conferencia de criminales están el nombre de Lucky Luciano, Meyer Lansky, Frank Costello, Santo Trafficante Jr. y Albert Anastasia.

Pero Anastasia era demasiado ambicioso y tras la inversión de Meyer Lansky en el Habana Riviera y el haberle cedido el judío el Casino del Habana Hilton, Albert reclamó se le transfiriera también el Riviera. Así se fueron acumulando fricciones con distintos jefes mafiosos y en la siguiente conferencia del Crimen Organizado (Apalachin meeting) fue donde se selló su sentencia.

Dos encapuchados llegaron a la barbería “Park Sheraton” donde se encontraba con su barbero Bocchino y lo cosieron a balazos en el propio sillón donde lo atendían.

Por supuesto, como es costumbre, el asunto quedó sin resolverse a pesar de que sus guardaespaldas no estaban con él, se sabía quienes se beneficiaban con su muerte y que Santo Trafficante Jr. fue el último en visitarlo poco antes de su asesinato.

Pero el asesinato en pleno mediodía, en un centrico lugar de New York, fue sin duda una noticia impactante relacionada con lo que podia ocurrir hasta en una barbería.

La barbería de mi barrio.

La barbería de mi barrio y las de todos los barrios tenían una característica: era un lugar a donde las mujeres no iban, salvo a pelar a algún niño. Y en las pocas barberías que había una mujer es porque ella era la manicura, porque allí acudían hombres que se arreglaban las manos.

Mi tia conocía a una manicura que trabajaba en una barbería grande que había en la Calzada del Cerro y ella le contaba que la manicura que arreglaba las uñas a las mujeres en la peluquería hablaba sin parar y la que le arreglaba las uñas a los hombres en la barbería, solo escuchaba, apenas hablaba. El parlamento era algo exclusivo de los barberos.

Pero en esencia la barbería siempre fue un lugar popular, donde iban los que se pelaban, los que se afeitaban y los que iban a conversar, porque si por algo se caracterizaba la barbería es porque alli se hablaba sin parar de cualquier tema y el gran conversador era el barbero. Creo que lo hacía para entretenerte y te sorprendiera diciendo: ya terminamos, mirate al espejo.

A veces en una misma barbería iban a pelarse el jovencito, el padre y el abuelo. El cubano, al que le cayó la peor maldición existente con el comunismo donde hay que hacer cola para todo, no tenia sangre para esperar en una cola en cualquier parte, salvo en el salon de la barbería, ahi si no tenía apuro para nada, porque era entretenido.

Si algo recuerdo de los barberos es el peine en la oreja y al alcance de la mano los paños blancos que a veces nos apretaban casi hasta asfixiarnos, las brochas, los potes con el jabón de afeitar, el pomo de colonia, el de talco y las tijeras, la navaja y la torturadora maquinita, que entonces era de mano y siempre halaba los pelos al cortarlos y el cepillo y el espejo de mano como punto final del pelado o afeitado.

Había mucha gente que se acordaba de pelarse los domingos, cuando el barbero menos quería trabajar, pero cuando llegaba al Salón se daba cuenta de que a medio barrio había tenido la misma ocurrencia, por lo que ese día había más gente que el resto de la semana. De la barbería había que ir directo a la ducha, porque si no la picazón era tremenda, a pesar de tantos paños y tanto talco.

Y mientras tanto el barbero estaba habla que te habla. Abordaba todos los temas posibles, después de darte un periodico o una revista recomendándote un artículo que no te interesaba y que probablemente él no había leído y si por casualidad respondias a un tema cualquiera, entonces se vestía de experto en lo que fuera y te daba una disertación interminable, que solo acababa cuando te ponía el espejo en la nuca para que vieras lo bien que habías quedado.

En mi juventud estaba de moda el pelado alemán, super corto y que dejaba el pelo muy bajo y al frente de una pulgada de largo, de forma tal que parecías un cepillo, pero aquello era el último grito y junto con un pantalón sin pliegues y sin bajos, era lo máximo. Eso fue hasta que llegó Elvis Presley y es moda regresó cuando a Elvis lo mandaron al Servicio Militar en Alemania. Y después con los Beatles y los grupos rockeros, se acabó el pelado alemán.

Menos mal que se afeitaba y daban los retoques con navaja, la que se afilaba en una tira de cuero preparada para ello, porque si no, al llegar la revolución, también en la barbería hubiéramos tenido que sufrir la tortura que conocimos con las cuchillas del campo socialista.

Afeitarse se convirtió en una odisea, y la llegada de cuchillas de afeitar, hechas en Checoslovaquia, atenuó pero no resolvió el problema, que se volvió un sufrimiento. Aparecieron primero las Patria o Muerte y Venceremos, una marca tan revolucionaria como de desastrosa calidad, a la que bautizaron como “lágrimas de hombre”. Después vendrían otras soviéticas como Sputnik y Neva, y otras Checas como Admiral y Astra, ya de mejor calidad, pero nada parecido a las que usábamos antes.

No obstante no se me olvida que una de esas cuchillas tenía impresa a un hombre con la cara enjabonada afeitándose y con una cara de angustia tremenda. Una dolorosa experiencia era afeitarse en un sistema que no dejó casi ningún resquicio de la sociedad que no fuera afectado negativamente.

Después para defenderse, a alguien se le ocurrió el invento y los cubanos acudimos al barberito y a otros remedios porque la historia de los barberos fue quedando atrás por varias razones.

El Barberito

En la década de 1970 apareció en Cuba una nueva invención socialista: El Barberito, una especie de peine de doble cara al que se le ponían dos cuchillas de afeitar y que se suponía que estaba encargado de satisfacer las necesidades mínimas de pelado y con ello alargar las visitas a la barbería. Decían sus instrucciones que para los hombres de pelo no muy abundante, el uso del barberito era más efectivo, por lo que en esos casos hasta podría sustituir la necesidad de ir al barbero.

Mi suegro compró uno y como ya mis entradas estaban bastante pronunciadas nos suscribimos al barberito. Pero aquello resultó un fiasco, el artefacto ni pelaba ni afeitaba y probablemente muy pocos lograron hacer algo positivo con tal invento, además de que como las cuchillas estaban escasas, las que se le ponían al aparato eran las usadas, por lo que picaba aún menos.

Las pocas veces que lo utilicé me recordó aquellos tiempos en que nos pelaban con las maquinitas manuales que estiraban el pelo y lo halaban dolorosamente. Un verdadero desastre.

En fin, el Barberito fue otro mini proyecto fallido del socialismo cubano.

El primer barbero habanero era cirujano y dentista

En los tiempos antiguos, creo que salvo en el antiguo Egipto donde la depilación era generalizada y no solo en la cabeza, la gente no era muy adicta a pelarse y afeitarse. Ya en la Edad Media, donde la Iglesia dominaba todas las esferas de la sociedad, la necesidad de asistencia médica surgió, como muchas otras cosas, en los monasterios y los monjes hicieron aportes a la medicina (al igual que en muchas otras cosas, como la escritura, la cerveza y los vinos), incluyendo los tratamientos por sangrías, pero con la bula papal de que “La Iglesia no derrama sangre”, una burla total cuando casi toda la sangre derramada en el mundo entero se debía a sus dogmas y acciones, prohibió las sangrías y dio lugar a la aparición del cirujano-dentista-barbero.

Ellos tuvieron acceso a los monasterios, pues a los monjes se les prohibía usar barba o estar pelados de una forma distintiva para diferenciarlos de otras órdenes. Fue así que los barberos fueron adquiriendo los conocimientos prácticos que tenían los monjes sobre procedimientos quirúrgicos y tratamiento de enfermedades.

De esta manera además de pelar y afeitar, fueron autorizados a dar masajes, aplicar ventosas, extraer piezas dentarias, hacer sangrías, aplicar sanguijuelas y operar forúnculos, otros eran capaces de tratar fracturas, esguinces, dislocaciones, úlceras, enfermedades de la vista, hernias y problemas digestivos.

Cuando en La Habana todavía no se había construido el Castillo del Morro, los vecinos fueron testigos de un evento histórico: la llegada en agosto de 1552 de Juan Gómez, el primer barbero-cirujano, que sería más demandado por su accionar médico que como barbero. Su bienvenida contó con los únicos tres músicos que había en la naciente ciudad y poco después, al ver la calidad de su trabajo, se le dio la exclusiva del comercio de boticario y de que nadie podía atender sus dolencias y curarse con otra persona, lo que afectó a los curanderos y brujeros que pululaban entonces a falta de alguien con algún conocimiento al respecto.

Y como barbero no aparece en la historiografía muchas o ninguna referencia porque a la gente le interesaba más estar sano que estar peludo.

El identificador de las barberías

Cuando había una batalla, lo cual era cotidiano, la tienda en la que trabajaba el cirujano-barbero y a la que había que llevar a los heridos, era señalizada con un poste que se pintaba en colores rojo y blanco. El rojo representaba la sangre derramada durante las operaciones y el blanco por las vendas que el barbero utilizaba durante la intervención.

Ello lo hicieron visible empleando una estaca decorada con franjas de estos colores y de esa estaca se colgaban palanganas de bronce, una en la que se guardaban las sanguijuelas; y la otra era el depósito que recibía la sangre. El color azul, que se añadió al poste de identificación del barbero podría tener dos orígenes diferentes, uno de ellos que el añadir el azul al poste quedaba con los colores de la bandera americana. En Italia, se cambió el color azul por el verde, para hacerlos coincidir con los colores de su bandera. Pero en la Inglaterra de 1745 se creó el Real Colegio de Cirujanos, separando ambas profesiones y por tanto siendo obligatorio definir el símbolo que los identificara, quedando el rojo y el blanco para los cirujanos y añadiendo el azul para los barberos, cuyas funciones son las que conocemos: pelar y afeitar.

Sin embargo, la separación de la cirugía de la medicina persistió, y solo con la Revolución Francesa se creó la profesión médica unida, como la conocemos hoy, al margen de sus especializaciones.

El llamado indiferentemente poste de barbero, caramelo, cilindro, pirulí o cilindro con tres colores en trazado helicoidal, con el paso del tiempo se adoptó como el peculiar identificador de las antiguas barberías. Un símbolo muy útil en épocas en las que el analfabetismo era mayoritario y suponía una bonanza para el pueblo iletrado, al igual que lo fueron la identificación de bebidas con cabezas de animales.

Durante muchos años estuvieron de moda los postes de barbero giratorios, pero han pasado de moda igual que los barberos que se quitaron la bata blanca y usan cualquier vestimenta. La barbería actual es una competencia entre la vieja escuela y los que se acomodan a la moda de la barba larga o recortada y los pelados con figuras en la cabeza gracias al pelado.

Y están los que como yo, nos pelamos al cero y se acabó el problema, siempre estamos frescos.

Pero al hombre no va a dejar de crecerle el pelo y la barba, por lo que de alguna manera, según la marea de la moda, el negocio prosperará o decaerá, pero nunca desaparecerá.

Las barberías de hoy

Recuerdo a mi padre afeitándose diariamente, con agua caliente y un jabón para afeitar que con una brocha hacía una espuma grandiosa. Después se echaba, a golpecitos, una loción olorosa para después de afeitar, y parecía no un simple guaguero, sino el gerente de un banco.

Cuando podía hacerlo, me metía en el baño y a escondidas me echaba aquella loción en la cara añorando el día en que pudiera hacerlo por necesidad. Creo que ese era un deseo de todos los adolescentes y algunos, al igual que yo, ahora nos declaramos estúpidos por haber tenido esos pensamientos porque ahora nos pesa ser esclavos del afeitado.

Unos no se afeitan porque quieren que una cuchilla les dure una eternidad o porque no usan un buen producto, o no usan agua caliente o dejan muchos días entre una afeitada y otra y por ello dicen que el afeitado les produce ronchas, erupción y molestia, o no saben descañonar debidamente y entonces se dejan crecer la barba. Pero también está la moda. Basta que un famoso se la deje para que la gente empiece a imitarlo.

Y entonces hemos vuelto a un siglo atrás, cuando imperaba el hombre barbudo, pero con una diferencia: la mayoría de las barbas que vemos no son cuidadas, sino crecidas espontáneamente, así que nos vamos acercando a la imagen del hombre primitivo. Yo que soy amante del béisbol, veo cómo uno tras otro los peloteros van al juego con una imagen que si no tuvieran un uniforme impecable y tantos artefactos que ahora usan, parecerían un grupo de cromañones.

Cuando veo a un pelotero debidamente pelado y afeitado me vienen a la memoria los tiempos de Joe Dimaggio, Mickey Mantle, Lou Gehrig, Ted Williams, Ty Cobb, Babe Ruth, por citar a los más grandes, en unas épocas donde los jugadores lucían elegantes y no mamarrachos.

Por eso mi memoria vuela a mi infancia y adolescencia, donde imperaba el hombre rasurado.

Los hombres, sin excepción, estaban siempre pelados y afeitados. Cuando uno veía a alguien con el pelo largo o barbudo, la explicación siempre era que se trataba de un vagabundo o que era una persona que había hecho una promesa a algún santo. En esos tiempos los accesorios más conocidos eran las máquinas y cuchillas de afeitar Gillette, Gem, Wilkinson y Pal, mientras que las cremas de afeitar y lociones para después de rasurado, más demandadas eran Gillette, Mennen, Old Spice, Varon Dandy, Palmolive, Williams y Colgate.

Pero sin duda alguna el sinónimo de una buena afeitada era Gillette.

Apenas me salieron tres pelitos en el bigote, comencé a usar Gillete como cuchilla y como crema de afeitar y Skin Bracer de Mennen como loción para después de afeitar y es lo que uso todavía, tras un lapso de cinco décadas o más sin ellas gracias a la revolución.

Y las barberías cubanas de hoy son muy variadas, desde las lujosas y caras hasta aquellas donde te pelan sentado en una banqueta en una acera o en unos cuchitriles de mala muerte. Pero ahora se le ha ocurrido al régimen, tras décadas en que los barberos fueron empleados estatales, y después pasaron a ser trabajadores por cuenta propia, regularle el máximo a cobrar por sus servicios, y los barberos han sacado las cuentas de lo que les cuestan las cuchilla de afeitar, la colonia, el talco, la laca, la licencia, los impuestos, la seguridad social, la electricidad y otros servicios básicos y por ello algunos están pensando en entregar la licencia y dedicarse a otra cosa o pelar clandestinamente en su casa.

Por eso probablemente veremos otra vez a los cubanos dejarse la melena, porque las barbas ya las tienen aunque sea un símbolo que odiamos.

Mi recuerdo más curioso de los barberos

Y no puedo dejar de mencionar algo que siempre me llamó la atención y que nunca olvidé.

Todos los fines de semana iba con mi padre a hacer compras en la Plaza de Cuatro Caminos o Mercado Único, como indistintamente se conoce. La Plaza, como usualmente la llamaban, desde los años veinte del siglo pasado, era uno de los lugares más visitados de La Habana, su actividad nunca paraba. En la Plaza había de todo y a los mejores precios, pero en particular íbamos a comprar productos del mar, porque los pescadores llegaban al puerto con sus goletas con viveros con el pescado vivo y lo llevaban a la plaza en cajas de zinc con hielo. Pargos y Rabirrubias en su corrida eran los preferidos de mi padre y si no el Serrucho, la Sierra y la Cherna, aparte de los camarones y en ocasiones las langostas.

A mi me encantaba pasear por la planta alta de la Plaza, porque allí no solo estaban los productos cárnicos y los del mar, sino también muchos puestos gastronómicos, en particular fondas chinas con sus deliciosas sopas chinas y el arroz frito, el mismo que muchas veces mi padre llevaba a casa cuando terminaba a medianoche su trabajo. Pero lo que más me llamó la atención fue la de los barberos de la plaza.

En las edificaciones situadas justo enfrente por toda la cuadra frente al Mercado por la calle Monte, había a todo lo largo tres o cuatro escalones altos para subir a la parte techada donde había muchos negocios.

Pues allí si usted quería pelarse lo pelaban pero de pie, el usuario en un escalón bajo y el barbero en uno más alto. Eso salía mucho más barato que ir a una barbería. Cuando uno estaba mal pelado o raspado, o tenías lo que llamamos “cucarachas” siempre le decían: ¿Te pelaste en la plaza?.

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