Chernobyl
Los recuerdos no se gastan ni se evaporan, solo a veces necesitan una chispita que nos los traiga a la memoria, y eso ha sucedido con Chernóbyl.
He terminado de ver una magnífica serie de televisión de HBO: Chernóbyl. Antes de disfrutarla, observé que en poco tiempo se convirtió, en el portal IMDB (Internet Movie Database), especializado en producciones cinematográficas o destinadas a la televisión, en el serial con mayor puntuación otorgada por los usuarios (más de cien millones) con 9.7 puntos sobre un total de diez, la más alta asignada jamás a ninguna realización, aunque con el tiempo se ha estabilizado en 9.4, igualado con la genial Breaking Bad y la excelente Band of Brothers.
Esta serie nos muestra a profundidad la crueldad del sistema soviético, que hizo del engaño, el secretismo, la burocracia y los perjuicios el sustento de un sistema capaz de llevar al pueblo a los mayores sufrimiento, todo en aras de salvar al régimen, anteponiendo la política a todo sin importar los costos. Las cifras oficiales dan solo treinta y un muertos, pero ellas solo son las fallecidas durante el accidente y la radiación extremas, la realidad es que miles murieron años después como consecuencia de su exposición a diferentes niveles de radiación y ascienden a alrededor de sesenta mil, un caos no conocido antes.
El 26 de abril de 1986 ocurrió en Chernóbyl, Ucrania, Unión Soviética, el accidente nuclear más grave de la historia. Chernobyl era una de las centrales nucleares más importantes no solo de la Unión Soviética, sino del mundo, y no solo eso, también la más potente y a la que se le iban a construir dos reactores más, para contar con un total de seis.
Uno de sus reactores, durante una prueba técnica a baja potencia solicitada por las autoridades nacionales como medida de seguridad de sus operaciones, hizo que en segundos aumentara exponencialmente su valor y el refrigerante no fue capaz de extraer el calor generado, produciéndose una explosión que destruyó el reactor, liberando isótopos radiactivos a la atmósfera contaminando una gigantesca área de 150 mil kilómetros cuadrados habitada por seis millones de personas y aumentando la radiación en la mayor parte de Europa.
Tras la desaparición de la URSS y según muestra impecablemente la serie televisiva, hechos de naturaleza política influyeron tanto en la explosión del reactor nuclear como sus efectos en la población, cosas que podían haberse evitado. El régimen comunista mostró en ese momento la ineficiencia de la burocracia para enfrentar los retos de ser una potencia nuclear.
Si de algo se puede evaluar la serie de HBo es de meticulosidad y respeto por lo realmente ocurrido y nos muestra al extremo que llegaron las mentiras del estado soviético al no reconocer el origen y las causas de la catástrofe para mantener incólume el poder ideológico del Kremlin, por lo que en un momento hasta se culpó a la CIA por el hecho.
Hechos poco conocidos como el heroísmo de ingenieros, bomberos, voluntarios y mineros para aliviar los efectos provocados por el desastre. También desvela la compleja trama ocurrida en la realidad que va desde el ocultamiento de evidencias, la minimización del accidente y el bloqueo a la evacuación de la población de Pripyat por los funcionarios del Partido y el gobierno. Se detalla también los esfuerzos para evitar una nueva y destructiva explosión con la liberación de grandes masas de vapor radiactivo.
El fallo de la prueba de seguridad que provocó el desastre, la negligente dilación en su ejecución y errores humanos, la falla de diseño en los mecanismos de control y la información que el gobierno y el partido soviéticos ocultaron respecto a un accidente similar ocurrido en la planta de Leningrado para mantener posiciones favorables en Organización Internacional de Energía Atómica, donde los ingenieros soviéticos conocedores de las deficiencias técnicas fueron obligados a mentir, son hechos característicos de una sociedad dominada por la represión y la mentira como fue la Unión Soviética y donde los líderes deshonestos cometen errores que van más allá de su comprensión de que la verdad nunca se puede devaluar porque siempre, inevitablemente va a conocerse.
Los hombres fuertes de la Unión Soviética agotaron todos los medios para que no se conociera el desastre, pero la nube radioactiva esparcida en un área desde Checoslovaquia hasta Japón, conteniendo el equivalente nuclear a quinientas bombas como la lanzada en Hiroshima, era totalmente imposible de encubrir. El país demoró, como ocurre en todos los países comunistas y en Cuba estamos acostumbrados a este modo de actuar, dieciocho días en difundir por televisión, parcialmente, lo que había sucedido. Ya era imposible seguir ocultando la catástrofe, pero continuaron minimizando la información sobre el hecho, tan catastrófico que los conocedores y especialistas estaban impactados por lo que estaba ocurriendo, la escala del suceso era inmensa y los estereotipos y paradigmas de la sociedad soviética eran un freno para divulgar la verdad.
La cultura del secreto era universal en la URSS y llegó hasta a seccionar o compartimentar el conocimiento de forma tal que nadie podía tener acceso a todos los elementos de cualquier asunto, de manera que para integrarlo todo hacían falta varias personas. Ni siquiera los científicos más renombrados o instalados en los cargos superiores tenían la verdad absoluta, por lo que aceptaron la toma de decisiones aún sin intervenir todos los componentes, algo que podía ser peligroso, como ocurrió con Chernobyl. La lucha por el poder había suplantado al debate científico técnico, por lo que los errores de manipulación, documentados pero no disponibles para sus ejecutores sumado a los errores de diseño encubiertos para que el enemigo no los supiera, no se debieron a la incompetencia de los ingenieros y científicos, sino que emanan de la dictadura burocrática impuesta a los soviéticos en todas las decisiones de la vida.
La ineficacia para reaccionar de un sistema tan cerrado hizo que la radiación se propagara más rápido que la noticias de la ocurrencia del desastre y nadie se atrevía a ordenar la evacuación de la gente que con su vida normal seguía expuesta a cantidades cada vez mayores, y letales de radiactividad. El silencio, el protocolo normal en el estado soviético sería efectivo dentro de sus fronteras, pero la cercanía del hecho al mundo occidental impedía que se siguiera negando lo que todos sabían, menos los ciudadanos de la URSS. La verdad se fue conociendo debido a la presión de los países limítrofes, a partir de que en Suecia y el Reino unido detectaron anomalías en los niveles radiactivos en la atmósfera.
Como ha sido costumbre en Cuba, la gente se entera de sucesos a través de medios extranjeros y cuando ya es inevitable, los medios locales dan su versión, siempre alejada de la verdad. Ello aumentó la insatisfacción del pueblo de las naciones que integraban la Unión Soviética, por eso muchos expertos políticos aseguran que hubo un estrecho vínculo entre el accidente nuclear de Chernobyl y la desaparición de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Y el colapso de la URSS está muy ligado a Gorbachov, del cual se afirma que se dio cuenta de que al margen de su comprensión de las insuficiencias del régimen, aquel suceso le confirmó la desconfianza hacia las instituciones, en particular el Partido y el Gobierno, por parte del pueblo y lo imprescindible de modificarlo todo o desaparecer.
Gorbachov, elegido para reformar el sistema soviético y salvar a la URSS después de terribles y fallidos gobiernos sucesivos de octogenarios por más de tres décadas, inició un programa de apertura con la perestroika (reestructuración) y glasnost (transparencia), pero la vieja guardia comunista saboteó su materialización y al final ocurrió lo inevitable, lo que me habían dicho en confianza, varios soviéticos que conocí: el pueblo no quiere el comunismo, todo es hipocresía y en el fondo la gente quiere otra cosa, otro mundo, y sobre todo libertad.
Los niños de Chernóbyl
Y cuando un cubano escucha hablar de Chernóbyl, lo primero que le viene a la mente son los niños ucranianos afectados por la radiación que formaron parte de un programa médico acometido por el Ministerio de Salúd Pública.
Como todo en Cuba, el proyecto tenía un trasfondo político, pero no por ello dejaba de ser un plan profundamente humano y con el cual todos los cubanos: socialistas, fidelistas o contrarios al régimen, nos sentimos sensibilizados.
Las víctimas silenciosas del peor accidente nuclear de la historia hizo que más de veintiséis mil menores afectados por la catástrofe, recibieron atención médica en Cuba en un programa desarrollado entre 1990 y 2011 en un balneario situado en la playa de Tarará, unos 30 kilómetros al este de La Habana.
Este reparto, construido en los años cincuenta como urbanización de clase media-alta, tras ser abandonado el país por la mayoría de sus dueños, fue transformado en un campamento infantil, donde los pioneros, estudiantes de escuelas primarias de La Habana, pasaban períodos de quince días y por donde pasaron mis hijos y recuerdo a mi suegro yéndose con ellos para no perderlos de vista como abuelo excepcional y persona también que fue.
Y al diseñarse el programa “Niños de Chernóbil”, Tarará fue escogido para ubicar a los pacientes, que durante veintiún años disfrutaron de un lugar muy diferente a las zonas de Ucrania, Rusia y Bielorrusia de donde venían, conociendo una playa tropical, hermosos paisajes, un clima cálido y una atención llena de cariño. En Tarará se acondicionaron decenas de residencias para los niños y sus acompañantes, dos hospitales, una clínica, un servicio de ambulancias, una gran cocina, un teatro, varias escuelas, parques y áreas recreativas y un parque que fue ampliándose y además una extensa y excelente playa muy cercana para su uso exclusivo al lado de la playa pública conocida como El Mégano en Santa María del Mar, las concurridas playas del Este de La Habana.
El ochenta y cuatro por ciento de los pacientes eran niños y la mayoría relata que aquello no era como estar en un hospital, hasta los más enfermos lo pasaban bien y de acuerdo con la dolencia algunos estuvieron largos períodos y hasta en tres ocasiones.
La mayoría había desarrollado dolencias muchos años después del accidente nuclear y algunos ni siquiera habían nacido cuando el desastre. Dentro de esos tiempos ocurrieron cataclismos políticos y esos países dejaron de integrar la Unión Soviética y vino un período de inestabilidad económica y social y Cuba atravesó muy graves dificultades, lo que hizo que el programa se detuviera. Muchas familias no podían pagarse los pasajes y Cuba limitó sus servicios por carecer de recursos.
Pero lo más importante era que los pacientes, mayormente niños, se recuperaran de los letales efectos de la radiactividad y el programa se reactivó.
En Tarará se vivieron muchas situaciones dramáticas por algunos que tenían dolencias graves y algunos fueron tratados en otros centros por haberse quedado fuera del programa y estar en fase crítica
Las dolencias de los participantes en el programa eran disímiles, una mayoría tenía problemas dermatológicos, deformidades congénitas, atrofia muscular, enfermedades digestivas o psicológicas, que eran tratables de forma ambulatoria mediante una estadía de entre 45 y 60 días.
Otros tenían problemas de mayor gravedad, como cáncer, parálisis cerebral o afecciones hematológicas que requerían hospitalización y largos tratamientos, por lo que su permanencia en Cuba era de varios meses.
Muchos debían regresar a la Isla tras un tiempo en su país para continuar los tratamientos y en general se trató de un programa de atención exitoso. Sin embargo en los países de procedencia de los pacientes se produjeron quejas de que los escogidos no eran siempre los más necesitados sino de familias de posiciones políticas o económicas privilegiadas. Pero a pesar de ello el programa es recordado como una colaboración cubana muy positiva digna de ganarse el agradecimiento de los que en ella participaron.
Cuba atendió más niños de Chernóbyl que el resto de los países y fue el único organizador de un programa integral de salud, masivo y gratuito para la atención de las herencias secuelas de Chernóbyl gracias al capital humano capaz y dispuesto a enfrentar las situaciones más graves. Para ellos Cuba fue la salvación.
Afortunadamente los cálculos iniciales fueron los propios de una hecatombe, y se calculaba que habría cientos de miles de muertos no se cumplió, pero sin embargo hay una afectación genética que sigue cobrando, lentamente, muchas víctimas, estimándose que hasta la fechas han sido más de cuatro mil. Pero aparte lo ocurrido continúa la desgracia, pues siguen los restos del reactor, los que contienen suficiente uranio y plutonio enriquecidos como para construir decenas de bombas nucleares y aunque recientemente se construyó una nueva protección, un nuevo sarcófago, el peligro de una explosión por la entrada de agua u otras causas sigue latente.
Los “liquidadores” fueron los encargados de retirar material contaminado radiactivo y de preparar las condiciones para construir un sarcófago sobre el reactor que explotó y sellarlo , así como trabajar en cualquier tipo de tarea en las inmediaciones para limitar los efectos de la catástrofe. Alrededor de seiscientas mil personas acometieron estas peligrosas tarea, desde obreros, científicos nucleares y tropas preparadas para una guerra atómica y mineros especializados, los que en todos los casos, exceptuando a los militares, lo hicieron de forma voluntaria. Hay que tener en cuenta que entonces no existía, ni hoy tampoco, capaz de resistir una dosis de radiación tan alta como la de los lugares cercanos al reactor, por lo que una tercera parte de los liquidadores han tenido alguna afectación a la salud y fuentes no oficiales, probablemente las más fiables y no las oficiales, consideran que en la tragedia han muerto cerca de cien mil liquidadores, y del resto un total de sesenta mil muertos y cientos de miles de afectados.
Bald and Bankrupt (Calvo y en bancarrota)
Este es el nombre de un canal de youtube de un incansable viajero, cuyos usuarios han crecido exponencialmente hasta llegar a contar con 1.2 millones de usuarios, una cifra impresionante. Y su éxito se basa en que muestra reportajes de lugares poco comunes, aquellos a los que los demás bloggers no van y que basan sus trabajos en sitios que ya estamos cansados de ver, grandes ciudades, monumentos históricos, sitios comunes o clásicos todo rodeado de las mayores comodidades y las mejores comidas y bebidas. En contraposición con ello, este hombre de negocios inglés, propietario de una compañía que quebró, se fue a vivir a la India, donde aprendió el hindi, idioma local y otros dialectos, se casó con una mujer bielorrusa y aprendió autodidactamente el idioma ruso, que mantiene su nombre real en el anonimato, aunque a veces se hace llamar Benjamin nos muestra cosas que sin duda resultan más interesantes que ver la torre Eiffel o las sucias aguas de Venecia inundando con los excrementos la Plaza de San Marcos.
Mr. Bald o Benjamin Rich como algunos dicen que se llame, es sin duda a sus 47 años, uno de los más exitosos youtubers y de los de mayor crecimiento con su canal y ello está basado en buena parte a varios temas: su habilidad para hablar Hindi y Ruso, su lado filantrópico, su simpatía personal y su valentía al viajar a lugares inaccesibles, abandonados, riesgosos, entre los que destaca sus periplos en ómnibus, trenes, taxis y autostop a través de muchas de las repúblicas de la desaparecida Unión Soviética, destacando dentro de ellas dos aspectos a los que me voy a referir.
Primero, la búsqueda de la inevitable huella que ha dejado el sistema de vida soviético, traducido en la música, costumbres, arquitectura y tradiciones, que encuentra a través de lugares que todavía tienen el escudo de la URSS, bustos o estatuas de Stalin y Lenin y sobre todo la monumental arquitectura y gigantismo de las construcciones, que se pueden observar aún en los lugares abandonados que visita, inmensas grúas o torres de comunicaciones llenas oxidadas pero incólumes.
Y en segundo lugar, lo más importante, salvo algunos jóvenes, la inmensa mayoría, sea en Rusia, en Belarús, en Ucrania, Georgia, Moldavia, Chechenia, Daguestán, Kalmukia, en todos, la inmensa mayoría de los entrevistados, que actúan de forma natural porque sienten confianza en el visitante, al ser preguntados responden que se vivía mejor cuando existía la Unión Soviética y añoran esos tiempos cuando había más seguridad y podían acceder a servicios de salud y comidas y ropas más baratas y accesibles. Eso nos muestra que el hombre es un eterno inconforme.
Y traje esto a colación, porque son numerosos los reportajes desde Chernobyl, Prypiat y las zonas de exclusión relacionadas con la explosión del complejo nuclear, donde traspasa los lugares que están prohibidos transitar y donde hay ciervos, lobos, zorras cigueñas y una raza extraña de caballos, y la vegetación ha sufrido alteraciones y mutaciones.
Más de 350 mil personas fueron evacuadas de la zona y desafiando a las autoridades han regresado alrededor de cuatrocientos, todos ancianos. Al principio eran obligados a salir del lugar y después eran desanimados a que lo hicieran, pero al final entendieron que la gente lo que quería era morir en su casa, por lo que algunos recibieron atención médica y otros servicios, pero solamente por un tiempo. Adicionalmente hay un cuarto de millón de personas afectadas de los seiscientos mil que hicieron frente al desastre, mientras que los que permanecieron han vivido en un ambiente contaminado, pese a lo cual algunos han sobrevivido. Se estima que el cesio 137 y el estroncio 90, los radionucleidos de mayor presencia por la explosión, demorarán decenios en desaparecer de la zona de exclusión, un territorio que dobla en extensión a Luxemburgo. Unos 2,4 millones de ucranianos, dentro de ellos unos 428.000 niños, tienen algún problema de salud por secuelas del accidente, dicen datos del Ministerio de Salud ucraniano.
Las personas que nunca quisieron marcharse y se escondieron para no ser removidos de donde vivieron siempre y que ahora ancianos, han podido sobrevivir, sin ayuda alguna del gobierno, con medios propios y sin haber sido afectados por la radiación son la gente a quien Mr. Bald repite la visita para ayudarlos con sus posibilidades y traer un poco de alegría a una Babushka, una amorosa abuela rusa, llevándole embutidos, y a un viejo campesino con una botella de Vodka y unos rublos.
No vamos a ver en Bald and Bankrupt a su reportero visitando grandes centros comerciales, shows de moda, cafetería multinacionales u otro tipo de establecimientos occidentales. En su lugar vamos a encontrarlo en lugares que normalmente los turistas no visitan, en donde lo veremos en impactantes conversaciones con gente común, a cuyos rostros trae una sonrisa y los sorprende hablando su lenguaje y tratando de conocer vocablos en dialectos locales, visitando mercados populares, comer en fondas baratas platos locales y hospedarse en hoteles al alcance de cualquiera. Este sitio rompe una serie de mitos que nos han hecho prejuzgar como son las cosas en la Europa oriental, en particular los territorios de la antigua Unión Soviética, y aunque también haga uso de efectos que parece que se encuentra en lugares que no son tan peligrosos como se muestra, sin duda los videos resultan tan válidos y atractivos que nos lo creemos.
Un éxito total, salvando las distancias porque se trata de videos documentales, creo que Mr. Bald hace uso del mejor estilo de Steven Spielberg cuyo objetivo era hacer feliz a todo el mundo para lo que desarrolló su ingenio para lo cual solo necesitaba los recursos mínimos porque lo único que realmente se requiere es talento.
La huella de Chernóbyl
Han pasado treinta años desde la desaparición de la Unión Soviética y el mundo ha cambiado mucho. Cuba, desprovista del apoyo del país que mantuvo a su régimen en el poder en todos los sentidos, ha quedado como un país desvalido, con un sistema ineficiente que se sostiene sobre la base de la represión, y, que me perdonen mis compatriotas, por la cobardía del cubano. En momentos en que se producen levantamientos contra todo lo que no le guste a los pueblos y decenas de gobiernos han explotado en el mundo por la acción popular, ahí están los ejemplos de Bolivia, Hong Kong, Venezuela, Chile, por mencionar los más recientes, en Cuba la gente solo protesta porque sacaron determinado artículo en tal lugar y no alcanza para todos, pero cuando reparten cuatro palos y se lleva a un par de personas presas, se acaba la protesta.
Cuba se buscó un nuevo padrino y Venezuela ha estado manteniendo al gobierno revolucionario en diferentes niveles y según sus posibilidades, porque el virus socialista ha minado también a la rica Venezuela, mientras que en Cuba el fantasma del llamado “período especial”, surgido inmediatamente después de acabarse el subsidio soviético, resurge, ahora sin esperanzas de salir de él. Y el pueblo cubano no es que resista, es que se ha convertido en un gigantesco rebaño de carneros que solamente piensa en irse del país en busca de un futuro.
Eso al final es mucho peor que lo que sucedió en Chernobyl, porque la radiación se extingue, pero la mente de generaciones requiere de mucho tiempo para componerse.
Este es el alto costo que han pagado los pueblos por las mentiras de sus gobernantes comunistas.
Y por suerte en la Ciudad Nuclear, en Juraguá, Cienfuegos, casi tan ciudad fantasmal como Prypiat no ocurrió un desastre parecido porque el reactor cubano no pudo ser terminado gracias a que desapareció la Unión Soviética.
Algo interesante de Chernóbyl (de la serie y de la realidad)
Mientras por una parte criticaban a HBO (una crítica sin sentido aparentemente) porque en la producción no aparecía ninguna persona de color (un eufemismo que no me gusta y prefiero llamarlo “negros” sin que ello lleve nada de racismo pues toda la vida se ha usado así por los cubanos). El argumento para justificarlo fue que en la Ucrania soviética de 1968 no había prácticamente nadie de esa raza.
Pero no sabían de la existencia de Igor Anatolyevich Khiryak, la excepción que confirma la regla.
Khiryak, de Cherepovets, una ciudad de Vologda, situada unos quinientos kilómetros al norte de Moscú, fue llamado al servicio militar en 1985 y como parte de ello tomó parte en la evacuación de civiles en el área afectada por la catástrofe de Chernóbyl, integrando la brigada de ingeniería que trazó puentes flotantes para permitir la evacuación masiva de Pripyat donde pasó dos meses y medio como liquidador y sufrió de quemaduras en la laringe por la radiación absorbida.
Se dice que es el hijo de un diplomático soviético establecido en Africa y que se casó con una africana. Al menos esa es la información que he obtenido, porque en un principio pensé que sería de descendencia cubana.
Menos mal que en Cuba no tuvimos que convocar a “liquidadores”, pero por poco.
Y no podemos olvidarnos de Kyshtym.
En la planta de Mayak, fiel al secretismo soviético, se producía secretamente plutonio para armas nucleares y combustible nuclear para centrales electronucleares, sucedió en 1957 un accidente que provocó contaminación radioactiva de nivel 6 en la escala internacional para esos hechos, el más grave registrado detrás de Chernóbyl y Fukushima, ambas con nivel 7. Pero el secretismo no solo abarcó al hecho sino también a que alrededor de la planta se había construido un pueblo llamado Ozyorks, en Cheliábinsk, al este de los Urales, pero éste no aparecía en los mapas, por lo que la catástrofe recibió el nombre del pueblo más cercano, Kyshtym.
Entonces se puede decir que Chernóbyl no fue un desastre sin precedentes, el protocolo soviético de ocultar todas las informaciones que fueran perjudiciasles para el régimen impedió conocer de la enorme nube radioactiva que afectó a un cuarto de millón de personas, provocó docenas de muertes al momento y varios cientos fallecidos por síndrome de radiación aguda, y el mundo estuvo durante más de dos décadas ajeno al hecho.
El sobrecalentamiento de un tanque con residuos nucleares con un alto grado de concentración fue acallado totalmente pues tenía una gran relación con la producción de bombas nucleares y por hecho con la esfera militar. La planta funcionaba desde 1946 y allí se había producido la primera bomba nuclear soviética. La guerra fría estaba en su apogeo y el accidente ocurrió cinco días antes del lanzamiento del Sputnik. Nadie en la Unión Soviética y mucho menos fuera de ella, se había oído hablar de Mayak, ni de Ozersk y se imponía que ese secreto se mantuviera.
Y Estados Unidos fue cómplice silencioso del hecho, pues detectaron la ocurrencia de una explosión, pero ellos mismos estaban envueltos en desarrollo de programas nucleares peligrosos y no les convenía la alarma. Ya bastante tenían con los problemas que le ocasionaron las cientos de detonaciones en el Sitio de Pruebas de Nevada, Enewetak, el atolón de las Islas Marshall en el Pacífico, en particular en Bikini.
El desastre se conoció veinte años después cuando el científico Zhores Medvedev desertó en el Reino Unido y dió a conocer el hecho, también compartimentado por las agencias de inteligencia occidentales. Pero en Europa y Estados Unidos tampoco eran bien vistos la divulgación de los problemas con la energía nuclear y sus residuos.
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