El miedo del Y2K y el fin del mundo
Con la pandemia del coronavirus Covid-19 y el pánico universal asociado, me vienen a la memoria tantas predicciones sobre el fin del mundo, alimentada en los últimos años por multitud de películas de zombies, cataclismos y catástrofes globales, que he asociado a otros hechos que viví de cerca y que representaron una amenaza de similar gravedad.
Viendo fotos viejas me encuentro una de cuando trabajaba en la Cadena de Tiendas Caracol y de los tiempos en que estaba presente una amenaza que me tocaba directamente como responsable al frente de la unidad de servicios técnicos informáticos, el temido “Error del Milenio”, conocido internacionalmente como “Y2K”.
En esos momentos había ejecutivos conscientes del peligro que ello representaba, como era el Presidente de la Cadena, Emiliano Morales, pero al ser sustituido por un corrupto militar, que había sido destituido años atrás como ministro y que había explotado en todas partes por incapaz y por delincuente, pero que en la empresa turística de las FAR, Gaviota, había encontrado un nido de víboras de su calaña y siendo amigo y cómplice del entonces recién nombrado Ministro del Turismo y hoy, por obra y gracia del espíritu santo, Primer Ministro de lo que queda de Cuba, halló en las inversiones necesarias para afrontar ese reto otra forma más de robar.
Así fue que la inversión necesaria para enfrentar esta situación con la adquisición de equipamiento y software se hizo por su imposición con firmas a las que estaba asociado y que le daban una comisión y no con aquellas que brindaban calidad y garantías, pero ya ese tema lo he tratado en otro artículo y además aparentemente en Cuba nunca tendrá solución o al menos yo no lo voy a ver, por lo extendida que está la corrupción, por lo que es bueno tratar un tema o mejor dicho, dos y que están presentes en mis memorias: el Error del Milenio con los retos del año 2000 y el bombardeo de predicciones que durante toda la vida lo han asediado a uno con la amenaza de que el mundo se va a acabar.
Mark Twain había dicho: “no discutas con gente estúpida, te arrastrarán a su nivel y entonces te ganarán con la experiencia”. Probablemente no sea exactamente así lo ocurrido con el Y2K o “Error del Milenio”, donde nos arrastraron al nivel de los que parecían estúpidos, pero detrás de lo cual había un gran negocio sustentado en un miedo creado artificialmente. Como dijera también el gran escritor: “el valor es la resistencia al miedo, el dominio del miedo, no ausencia del miedo”, lo que quiere decir que hasta los que mostraron valentía ante el hecho, sintieron miedo por lo que tanto nos pronosticaron que podría ocurrir.
Y fue Twain el autor de la original y perecedera frase: “Hay tres clases de mentiras: mentiras pequeñas, grandes mentiras y las estadísticas”. Y fueron las estadísticas, entre otras cosas, las que aconsejaron poner en marcha toda una parafernalia de soluciones para resolver los problemas que traería el comienzo de un nuevo siglo en los momentos en que las computadoras y la digitalización se hacían imprescindibles en todos los sectores de la sociedad humana.
Se creó toda una historia de pánico extremo sobre cómo la civilización iba a sucumbir, un miedo asociado al fin del mundo que finalizaría junto con el año 1999.
Y2K
Y2K, cuyo significado era Y (year o año), 2 (dos) y K (kilo o mil), era la identificación del error de software provocado porque los programadores de computación habían omitido la centuria (19–) para las fechas, asumiendo que el software solo sería funcional durante los años desde el 1901 al 1999 y se identificaban con los dos últimos dígitos. Al acercarse el siglo XXI se temió que al comenzar el año 2000 se asumiría por los usuarios de Windows (la mayoría de los sistemas y programas empleados mundialmente) que se trataba del 1980 mientras que Apple y sus dispositivos iMac y sistemas Mac OS tenía previsto como último año el 2029. Ello tuvo su génesis en que en los inicios de la computación, las memorias y el almacenamiento masivo eran caros y escasos y por ello se usaron dos dígitos en lugar de cuatro para identificar el año.
Pero lo más aterrador era un efecto en cascada que hiciera que algunos sistemas primarios fallaran, como suministros de energía, transporte y comunicaciones y fallos graves en otros sectores como sistemas bancarios y financieros, control de procesos industriales, red eléctrica y hasta servicios de emergencia. En fin que estaba dentro de lo posible un colapso de grandes proporciones, una especie de moderno “sábado negro” como el ocurrido en la Bolsa con el crack de 1929 y hasta funestas consecuencias para pacientes con marcapasos o respiración asistida, en resumen iba a llegar “la hora final”, parafraseando la famosa película “On the beach” de 1959 donde el mundo termina producto de una guerra nuclear.
Preparativos para resolver o atenuar el Y2K
Todos recuerdan las consecuencias de “El Niño”, un fenómeno o evento de origen climático relacionado con el calentamiento del Pacífico oriental ecuatorial, provoca estragos en la zona intertropical y ecuatorial debido a intensas lluvias o sequías, aparición de intensos huracanes o tifones, trombas marinas, corrientes de marea inusuales, desaparición de bancos de peces y pérdidas pesqueras de consideración, generación de aluviones y pérdidas agrícolas.
Pues la secretaría de Defensa de Estados Unidos advirtió de lo que sucedería si no se hacía nada afirmando: “El problema Y2K es el equivalente electrónico del El Niño y traerá sorpresas desagradables en todo el mundo”.
Para enfrentar este reto crearon por todos los gobiernos comités de expertos para enfrentar la contingencia, sobre todo en cuanto a las telecomunicaciones, servicios públicos y procesos estratégicos y alrededor del tema, sobre todo entre los directivos y técnicos se creó un clima de alarma.
El Centro Internacional de Cooperación Y2K (IY2KCC) se estableció a petición de los responsables nacionales de la informática de más de 120 países reunidos en las Naciones Unidas en diciembre de 1988.
Precisamente en esos momentos había una fuerte corriente de incorporar masivamente las computadoras a toda la sociedad, por lo que pasaron súbitamente de ser una bendición a verse como una maldición.
Algunos sistemas simplemente requerían unas pequeñas modificaciones en sus configuraciones para poder interpretar al año 2000 como tal, o sea, un nuevo siglo y no como 1900. Pero muchos programas, algunos vitales, requerían de una exhaustiva reprogramación.
Por ello no hubo duda en ejecutar una estrategia consistente en actualizar el equipamiento informático y los sistemas de forma tal que dieran respuesta adecuada para evitar el caos. Un cálculo del costo de las medidas tomadas se estima en 450 mil millones de dólares mundialmente.
Ello evitó complicaciones en gran medida, aunque ocurrieron sucesos aislados, algunos de determinada importancia, pero que pudieron solucionarse rápidamente.
Sucesos
Algunos al conocer el problema que se avecinaba, hicieron mención a las burlas de la serie televisiva animada Los Simpson, donde Homero Simpson trabaja como operador de una planta nuclear y por mala manipulación provoca una tragedia, otro se ve atrapado por una fotocopiadora mientras que los aviones se caían como pájaros muertos y ante estos hechos alguien exclamaba: “miren las maravillas de la computación”.
Se pueden contar por cientos los errores ocurridos, tales como rechazo de transacciones bancarias, desconocimiento de tarjetas de crédito o débito, facturas y registros contables recientes que aparecieron con más de cien años de duración, relojes que perdieron su exactitud, eliminación de mensajes en la telefonía móvil, aberraciones en controles tales como parquímetros, estacionamientos o peajes, afectación a fechas de sitios web, ejecución de programas con fecha incorrecta y lo más grave que fue el sonar alarmas en centrales electronucleares.
Algunos de estos sucesos no estaban directamente provocados por el Y2K, sino que se debieron a deficiencias de programación o de que los programas no estaban activos al iniciar el nuevo siglo y al ser cargados lo hicieron con errores, pero al final todos fueron vistos como de mínima importancia comparados con la magnitud de lo que se había pronosticado y solamente se pueden considerar como graves los apagones de quince reactores nucleares, que ante la gravedad de los sucesos esperados, fueron solucionados rápida y eficientemente sin otra consecuencia.
Pero a la esfera tecnológica le vino muy bien el Y2K y a bandidos como Vila Sosa y otros, una oportunidad única para robar en gran escala.
¿Mito o realidad?
El Y2K o Error o Efecto del Milenio fue visto como algo capaz de acabar con la civilización y se repetía incesantemente la necesidad de actualizar los equipos para evitar el colapso. Muchos vieron en el hecho una crisis artificial para propiciar la venta masiva de equipos de computación y enriquecer a los consultores informáticos y otros afirman que gracias a esta previsión se evitó una crisis mucho más grave de lo que parecía.
Voces autorizadas afirmaron que el Error o Fallo del Milenio no fue un mito, que había una certeza de que todos los sistemas viajarían al pasado, provocando fallos muy importantes y que aunque se gastó o invirtió muchísimo más dinero en evitar el suceso que las pérdidas que hubiera provocado, el mundo como lo conocíamos no colapsó.
Otras grandes crisis mundiales que pudieron haber llevado al mundo a la desaparición, como fueron la Crisis de los Misiles o Crisis de Octubre en Cuba por la inminencia de una guerra nuclear en 1962 y años más tarde la situación geopolítica que tuvo como colofón la caída del Muro de Berlín en 1989 tuvieron tanta atención como el Y2K, pero el apocalipsis cibernético fue, como se dice en Cuba, “más rollo que película”.
El Efecto 2038 o Y2K38
Pero esto no se ha acabado con el nuevo milenio, hay otro tema latente: el Y2K38.
El problema del año 2038, efecto 2038, más conocido como Y2K38 está basado fundamentalmente en las representaciones del tiempo en los sistemas informáticos de 32 bits.
Con el desarrollo de los procesadores informáticos, la arquitectura física de la unidad central procesamiento de la información, conocida por CPU, se ha incrementado considerablemente en su capacidad de cálculo. Un procesador de 64 bits permite procesar y guardar datos e instruciones al doble de uno de 32 bits, considerado como tal a los bits como las señales eléctricas que recibe el CPU y que representan con unos y cero, la corriente o la ausencia de ella y con las combinaciones de bits procesar la información. Por ello tanto se busca que no existan diferencias físicas y lógicas entre el equipamiento y el sistema operativo, lo cual va a determinar también los programas o aplicaciones que correrán.
Pues precisamente las limitaciones de los sistemas de 32 bits representan una bomba de tiempo que puede explotar el 19 de enero de 2038, momento a partir del cual los sistemas de 32 bits colapsarán por no ser capaces de contar más tiem;po y ese día lo identificarán como el 13 de diciembre de 1901, si no se toman las medidas adecuadas para resolver este problema tal como ocurrió con el Y2K.
Estas son las previsiones teóricas que esta incongruencia informática provocará dentro de 18 años, pero hay tiempo suficiente y mucha más experiencia y desarrollo tecnológico para solucionarlo y sin la necesidad de crear el pánico que surgió con el Y2K. Lo más importante es que la principal afectación estaría centrado en los usuarios del sistema operativo Unix, de amplio uso corporativo y sobre el que están asentados Android e iOS, los principales sistemas de datos móviles, así como grandes redes de Internet, routers y puntos de acceso Wifi, por lo que de no atacarse oportunamente se creará un caos total.
Y2K mostró la dependencia de la informática
El Y2K fue solucionado y no llevó a la humanidad al apocalipsis, pero sí demostró la dependencia hacia una tecnología que se hizo necesario y obligado a entender y dominar, para lograr mucho a favor de sus intereses.
Y esta dependencia en el año 2020 cuando escribo este artículo, se ha vuelto ya insustituible.
Hay que recordar que por muchas razones y muchas veces se ha predecido el fin del mundo, y ejemplos sobran:
Charles Taze Russell en 1914 predice el Fin de los Tiempos e inicio del reinado de Cristo en paz y felicidad, tesis que mantienen hasta hoy los Testigos de Jehová y que no dejan de pregonar.
Albert Porta, un astrónomo y profesor francés dijo que el sol explotaría y sería el fin del mundo el 17 de diciembre de 1919.
Dorothy Martin, un ama de casa de Chicago, predijo que el mundo sufriría una gran inundación el 21 de diciembre de 1954, lo que le habían transmitidos unos seres extraterrestres.
La secta Chen Tao fue un grupo taiwanés, formado en 1993 por Hon-Ming Chen y que se hizo muy popular por una profecía escandalosa de que el mismísimo Dios poseería el cuerpo de Chen en Garland, Texas, el 31 de marzo de 1998, como preludio del juicio final. Dios se podría ver en ese instante en el canal 18 en todos los televisores de Estados Unidos aunque no tuvieran servicio de cable contratado, justamente antes de que llegara el momento en que los miembros de esta secta serían llevados a Marte para salvarlos del apocalipsis. Por supuesto que Dios, que nunca se ha mostrado, no apareció, por lo que tras el chasco de la profecía la mayoría de los miembros del grupo regresaron a Taiwán, pero como definió Einstein de que la estupidez humana es infinita, algunos de ellos lanzaron una nueva profecía, en este caso de una guerra nuclear a causa de la invasión china a Taiwán y que entonces Dios aparecería para salvar a los creyentes.
Leland Jensen, fundador de una secta religiosa, condujo a sus seguidores a refugios porque se avecinaba en 1980 un holocausto nuclear provocado porque el comete Halley entraría en la órbita terrestre en abril de 1986 y chocaría con el planeta un año después. También vaticinó un ataque nuclear a New York por terroristas y otras dieciocho teorías de desastres. Después de cumplir prisión en Montana por asalto lascivo a una menor, se le “revelaron” estas profecías y reclutó muchos seguidores entre los reclusos.
Sobre el cometa Halley se suscitaron muchas teorías y la más tenebrosa es que en su aparición más reciente, en 1986, coincidió con uno de los principales acontecimientos del decenio. El mayor acercamiento del cometa Halley a la Tierra fue el 11 de abril, en su ruta de sala. Sólo quince días después el reactor nuclear de Chernobyl explotó y produjo una nube radiactiva que se desplazó por el sur de Europa.
Richard Noone predijo que el 5 de mayo de 2000, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno se alinearían con la Tierra por primera vez en seis milenios y causaría que los casquetes polares se derretirán, inundando casi todo el planeta.
El Calendario Maya predijo que el 21 de diciembre de 2012, el inicio del solsticio de invierno en el hemisferio norte, ocurriría el fin del mundo.
Ragnarök, que representa el fin del mundo en la mitología nórdica producto de una batalla entre los dioses Odín y Loki, ocurriría el 22 de febrero de 2014.
Isaac Newton, el destacado físico, se basó en el Libro de Daniel de la Biblia para pronosticar el fin del mundo en el año 2060.
Grupos de corte fundamentalista han predicado un inmimente fin provocando en sus seguidores una fidelidad mayor a los objetivos del grupo para salvarse de lo que viene. Ya en el siglo XIX los Adventistas predijeron el final para 1843 y luego para 1844. Les siguieron los Testigos de Jehová prediciendo el fin del mundo para 1874, luego 1914, 1915, 1925, 1975 y así siguieron, pues aunque hubieran fallado en su pronóstico había quien seguía creyendo en cuentos de camino. El llamado “Estado Islámico” (ISIS) también tiene un discurso de este tipo reforzado en una interpretación propia de la doctrina islámica, donde los mártires van a un paraíso.
El “Harmagedón“, (originalmente con H), es el Monte Megidó, un lugar de Galilea, donde se libraron varias batallas importantes narradas en el Antiguo Testamento. Pero el término ha sido utilizado por diversas sectas y grupos religiosos como el lugar de una batalla final entre Cristo y el Anticristo o entre Cristo y Satanás. De aquí que tampoco es el “Harmagedón” un episodio de destrucción, sino un lugar de grandes batallas para Israel. Pero Testigos de Jehová, Adventistas, Mormones, La Iglesia de Dios Universal y los mismos Rosacruces lo han anunciado para diversas fechas como sinónimo de la Batalla Final. La Biblia nunca habla del “fin del mundo”, sino del “fin de los tiempos”, expresando que no acabará del todo, sino que será transformado en un “cielo nuevo y una tierra nueva” en Jesucristo.
Y no podía faltar Nostradamus, el gran adivinador del que se afirma que predijo todas las catástrofes del mundo desde sus tiempos en el siglo XVI hasta el año 3797 donde ocurrirá el fin del mundo. Y hasta a Nostradamus, para el cual siempre se busca interpretar como acertadas sus complicadas predicciones, se le atribuye anticiparse en la proyección de la pandemia actual del Coronavirus. Por algo tiene en su tumba el siguiente epitafio: “Aquí descansan los restos mortales del ilustrísimo Michel de Nostradamus, el único hombre digno, a juicio de todos los mortales, de escribir con pluma casi divina, bajo la influencia de los astros, el futuro del mundo”.
Al igual que ocurrió con el Y2K, Nostradamus fue para unos un gran vidente y para otros un gran estafador. Así y todo hay quien piensa que en sus casi mil profecías pronosticó el asesinato de John F. Kennedy, el ascenso al poder de Adolf Hitler, guerras, las bombas nucleares y grandes desastres naturales. Pero no era más que alguien que escribía de forma tal que su interpretación permitía habilitar diversas lecturas y adaptarse a diferentes episodios. Sería un sabio o un loco, probablemente lo último, pero su nombre ha trascendido a los siglos gracias a que la raza humana gusta de la gente que más daño les hace, si no en el mundo contemporáneo no hubiera tantos sinvergüenzas e incapaces rigiendo los destinos de los pueblos.
En fin estas predicciones solo sirven a los intereses de continuar dominando a las masas sobre la base del miedo. Como dijera Bertrand Russell: “La religión sirve para impedir el conocimiento, promover el miedo y la dependencia. Es responsable en gran parte de la guerra, opresión y miseria del mundo”. Hay gente creyente y piadosa y hay que respetarlos. Mejor ejemplo que las monjas que atienden a enfermos no puede haber en todo el mundo y en toda la historia.
Pero una gran parte de los que se dicen creyentes, no predican con las reglas de la religión que practican y la usan, hipócritamente, por conveniencias sociales o porque se aprovechan de sus fieles. Y esos por lo regular, son los llamados: “más papistas que el papa”.
Para completar esta idea, nada mejor que una frase del genio Albert Einstein: “El comportamiento ético de un hombre debería basarse con eficacia en la compasión, en la educación, y en las relaciones sociales. Las bases religiosas no son necesarias. Sin duda el hombre estaría en mal estado si tuviera que estar atado al temor del castigo y a la esperanza de la recompensa tras la muerte”.
Y la única profecía realista y con probabilidades ciertas de cumplirse es la del astrofísico británico, el sabio Stephen Hawking, que se refiere a que la superpoblación y el consumo extremo de energía y que el no tomar medidas contra el cambio climático provocará que la Tierra se convierta para el siglo XXVII en una bola de fuego. Otra de sus predicciones, también muy objetiva y basada en el desarrollo de la ciencia, es la de que al paso que vamos las máquinas serán más inteligentes que el hombre y lo reemplazarán por completo.
Construidas a semejanza de los hombres, las máquinas pueden desarrollar un rasgo que permitió que los humanos pudieran sobrevivir en sus inicios, la agresividad, y que ahora es una carga mortal con una historia de guerras incesantes y que se agudiza en la era de las armas nucleares. Sobre esto dijo Hawking: “El error humano que más me gustaría corregir es la agresividad. Pudo haber sido una ventaja en cuanto a la supervivencia en los tiempos de las cavernas, para obtener más alimento, territorio o una pareja con quien reproducirse, pero ahora amenaza con destruirnos a todos”.
Dos décadas han pasado desde que aquel 2000 nos creímos capaces de llegar a la cima del desarrollo humano, pero resulta que estamos, en muchos casos, como en los ochenta o peor. Eso sí, con alta tecnología en el bolsillo y muchas arrugas en la cara por no dejar de ver el celular.
Probablemente después que pase la gran pandemia del Coronavirus, que ha afectado no solamente la vida y la salud, sino con mucha fuerza la economía mundial, regresemos a los años treinta y haya que volver a empezar. Por suerte el hombre ha demostrado, a pesar de tantas cosas en su contra, que es capaz de resurgir de sus propias cenizas como el ave Fénix, algo hermoso que nos dejaron los egipcios. Y para eso tenemos gente como Bill Gates.
4 Comentarios
Gertrudis
April 6, 2020 at 9:56 amFelicitaciones por El miedo del Y2K y el fin del
mundo – MEMORIAS DE UN CUBANO artículo, es muy bueno. Este sitio me ayudó
a ganar dinero en casa, idealmente en la pandemia actual,
puede ayudar a alguien: https://bit.ly/3aQNBHW
carlosbu@
April 6, 2020 at 4:18 pmmuchas gracias por tu atencion y tambien por el sitio que me recomiendas
Gerardo Cerda Neumann
July 23, 2021 at 4:28 amMuy interesante el comentario. Les dejo un link a un comentario que hice en el Blog de mi Comunidad respecto a mi visión de ese tema: https://www.gestionenti.com/post/qu%C3%A9-treinta-a%C3%B1os-es-nada
Saludos
carlosbu@
November 7, 2021 at 9:00 pmBuenisimo el articulo Que Treinta Años no es nada, asi mismo ocurrió. Recuerdo que donde trabajaba hicieron una inversion gigantesca, de más de un millón de dolares entonces y de cambio de todos los sistemas y en realidad todo fue “mucho ruido y pocas nueces” o como decimos en Cuba “más rollo que película”. Muchas gracias por su comentario.