Se acabó el pan de piquito

Se acabó el pan de piquito

“El buen pan es el más satisfactorio de todos los alimentos; y el buen pan con mantequilla fresca, el mayor de los festines”.

James Beard.

El léxico de los cubanos está lleno de frases que se transmiten de generación en generación, un tema que abordamos repetidamente y que parece no tener fin, por el arraigo tremendo que tiene en la sociedad cubana. Estas frases van cambiando con el tiempo y se adaptan a las nuevas circunstancias, destacando que tienen diferentes significados en diferentes partes del país y las empleamos aunque algunas veces o muchas, no conocemos de dónde proceden. Indagar en ello nos permite acercarnos a nuestra historia de una forma más interesante y atractiva.

Debido a que en un restaurante me sirvieron un pan que me recordó uno que era mi preferido cuando niño, en aquella época en que en todos los barrios había varias panaderías y todas competían por ofrecer productos de más calidad y mayor variedad. Recuerdo perfectamente que desde una cuadra antes, cuando iba a buscar el pan para la comida, sentía el intenso olor de los panes recién horneados y la boca se me hacía agua.

Esa panadería, a tres cuadras de mi casa, hacía un tipo de pan al que se le llamaba “pan polaco” y era un pan pequeño que terminaba en dos puntas y en la parte superior. Y por supuesto que estaban los panes de flauta, el pan de manteca, el trenzado, las galletas panaderas, los palitroques, los coscorrones, los bonetes, los panes de gloria y muchos otros productos, pero el preferido en mi casa era el pan polaco o pan de piquitos.

Cuando regresaba a la casa con el pan para toda la familia (un pan que siempre estaba fresco porque al sacarlo del horno se ponía en canastas y al entregarlo lo envolvían en una especie de papel de china para que conservara su textura, mi abuela, sabiendo que ese era un momento esperado por mí, acudía a una de las frases más usadas: “te pusiste las botas”.

Ese refrán se remonta a cuando se recibe algo esperado o no, pero que te resulta muy agradable o te resuelve un problema, entonces era adecuado decir que te pusiste las botas. Esta frase surge cuando las botas, un calzado exclusivo de las personas pudientes, podían adquirirlo y así verse resguardados del frío y cómo para ello había que tener una posición económica alta, pues “ponerse las botas” se asoció a poder disfrutar de cosas que uno apetece y que no están al alcance de todos o lograr algo que muchos ansían.

Por eso para mí volver con los panes de piquito o panes polacos era “ponerme las botas”, porque siempre me comía más de uno. Entonces no se concebía sentarse a la mesa a almorzar o a comer o cenar sin que hubiera pan.

Y era afortunado porque el que “Cortaba el bacalao” siempre me permitía comer todos los panes de piquito que quisiera. Esa frase, muy antigua también, se refería a la persona que mandaba o estaba al frente de un grupo o familia. Como en las colonias españolas el bacalao salado era, junto con el tasajo, una de las productos más empleados para la alimentación, se hizo popular el símil de que el capataz encargado de alimentar a los esclavos era el que “cortaba el bacalao” y decidía a quién dar los trozos mayores o los más pequeños.

Y por supuesto que una de las frases más empleadas tenía que estar relacionada con el pan.

Se acabó el pan de piquito

“Se acabó el pan de piquito” era una frase de uso muy común en Cuba, pero indagando sobre sus orígenes, resulta que ahora se lo atribuyen varios países: los boricuas que surgió debido a un vendedor de pan de Caguas, los venezolanos que allí tuvo origen y que es cuando un acontecimiento rompe la rutina, pero lo cierto es que en la Cuba del siglo XX ya era muy corriente y todos recurrían a ella cuando la ocasión lo ameritase. Lo cierto es que si se acaba el pan de piquito, se acaba lo bueno.

Ciertamente no sé a cuál pan de piquito se refiere la frase, pero asumo que es uno similar a ese que yo compraba en la panadería de al doblar de mi casa y que iba a buscar asiduamente más o menos a la hora en que salía del horno. Le decían pan polaco, era un pan pequeño, con dos puntas, una franja durita como un pequeño palitroque en la corteza y un sabor delicioso, esponjoso por dentro y crujiente por fuera era de esos panes que se pueden comer solo y los disfrutas tremendamente. No volví a ver un pan igual hasta que conocí el bolillo mexicano, muy parecido pero no igual.

Según cronistas de la época, el Pan de Piquito era adictivo y doy fe de ello. Mientras que de lunes a viernes desayunaba con una lata grande de galletas Gilda o El Gozo las que rompía dentro del café con leche, los sábados y domingos, cuando se podía desayunar con más tranquilidad, iba a la panadería a buscar el pan de piquito recién salido del horno y además llevaba pan de gloria o coffee cake.

No creo que haya otros momentos que recuerde con más deleite que aquellos desayunos donde el vaso grande y grueso donde se tomaba el café con leche se rebosaba con los panes de piquito con mantequilla y después los coffee cakes cubanos, que no los he vuelto a comer iguales.

Por supuesto que con la llegada del gobierno revolucionario, se acabó el pan de piquito, y no solo física y literalmente el pan de piquito, sino que la frase pudo ejemplificar todo su poder abarcador.

Se acabó el pan de piquito en toda su extensión

En Cuba verdaderamente se puede aplicar la frase de que se acabó el pan de piquito, porque tantas variedades de pan cubano, ahora no quedan más unas pocas y hechas con ingredientes de mala calidad. Junto con el pan de piquito se fue el pan de agua, el pan de manteca, el pan de gloria, los coscorrones, los palitroques y las galletas panaderas. Y si por casualidad las hay no tienen la calidad ni el sabor de entonces.

Pero no solo al pan se le puede aplicar la frase.

A los cubanos se les acabó el pan de piquito en casi todas las esferas de la vida.

Se les acabó el pan de piquito en sus ambiciones de vivir una vida mejor, en poder decidir su propio destino, en emprender un negocio, en escoger qué leer, qué música escuchar, qué película ver, en expresar sus ideas, en irse del país o en cualquiera otra situación que una persona libre puede escoger. Cuando el gobierno castrista llegó al poder se hizo famosa una canción que decía: “Llegó el comandante y mandó a parar”. Realmente se puede analogar con “se acabó el pan de piquito”, porque todo lo bueno se acabó con el nuevo gobierno, un régimen impuesto a tiros y que fue coartando todas las libertades poco a poco.

Después se acabó el pan de piquito para todos los que tenían una pequeña empresa, para el deporte profesional, el de verdadera calidad competitiva, para los librepensadores, para los escritores, artistas, profesionales y para todas las personas, los que tuvieron que conformarse con ser empleados de un solo empleador y encauzar sus profesiones dentro de las regulaciones, normas y dogmas que les impuso el gobierno socialista.

Hay otros que dicen que a los feos y las feas se les acabará el pan de piquito cuando quiten la obligatoriedad del uso de máscaras debido a la pandemia de COVID 19. Pero esa es otra de las tantas formas que tiene el cubano de evadir su propia realidad, porque ha estado obligado a usar una máscara o una doble cara desde hace sesenta años como forma de sobrevivir.

En todas partes a los cubanos se nos ha acabado el pan de piquito

Los cubanos no hemos estado a la altura de Martí. El Apóstol se ha convertido en algo que siempre está presente pero es como si no estuviera, Martí es solo un objeto de concreto o yeso que no nos recuerda lo que debemos hacer, sino que hace aflorar nuestra universal hipocresía de demostrar lo que no sentimos y a lo que nos hemos acostumbrado. Nuestro patriotismo no puede basarse en el odio hacia el “imperialismo”, acerca de lo cual Martí, a pesar de lo que nos han sembrado, nunca fue antinorteamericano y ese país, Estados Unidos, fue donde más tiempo de su vida vivió. Martí murió definitivamente no cuando cayó en Dos Ríos, sino cuando lo convirtieron en un falso mito comunista y lo señalaron como autor intelectual de lo peor que nos ha ocurrido a los cubanos. Con la muerte de Martí, se acabó el pan de piquitos moral para los cubanos.

Y a los cubanos se nos acabó físicamente no solo el pan de piquito y la mantequilla, también la democracia y la libertad de decidir el futuro. Tras seis décadas de haberse acabado el pan de piquito ahora en Cuba se ha acabado también el pan.

El pan cubano de Miami

Algunos dirán que ello no importa mucho porque el pan más malo del mundo probablemente sea el que se produce en Cuba ahora, más bien se parece al pan que se consumía en Europa durante la Segunda Guerra Mundial. El pan no racionado, que esté cada vez más escaso, tampoco es para decir que se destaca por ser de muy buena calidad, pero es mejor que el de la libreta pero su costo es prohibitivo para la mayoría de los cubanos.

Y es que de eso se trata; porque mientras el “pan de piquito” que consume la cúpula gobernante no le llega a los cubanos y el pueblo es obligado a pasar por todas todas las carencias habidas y por haber y no solo materiales.

Cuba va como el cangrejo, yendo hacia atrás hasta caer al vacío, porque el pan de piquito ya se les acabó.

Pero a pesar de que los cubanos no nos ponemos de acuerdo y en lugar de combatir al enemigo común nos atacamos entre nosotros, inevitablemente llegará el día en que también a los que han ensombrecido a nuestra patria se les acabará el pan de piquito. Y espero que sea para siempre.

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