La mejor emigración cubana

La mejor emigración cubana

“…Más ¿qué en ti busca mi anhelante vista
Con inútil afán? ¿Por qué no miro
Alrededor de tu caverna inmensa

Las palmas ¡ay! las palmas deliciosas,
Que en las llanuras de mi ardiente patria
Nacen del sol a la sonrisa, y crecen,

Y al soplo de las brisas del Océano,
Bajo un cielo purísimo se mecen?…”

José María Heredia, Niágara

Cuando uno llega a Cayo Hueso o Key West (no sé el por qué de la traducción, porque en buena ley sería Cayo del Oeste, pero el hallazgo de millones de huesos por los conquistadores españoles, al ser el lugar un gran cementerio de los nativos habitantes del lugar, hizo que así lo bautizaran) una de las cosas que impacta es la presencia cubana durante buen tiempo.

Esta comienza con el tabaco y los tabaqueros con cientos de fábricas de habanos, los primeros viajes aéreos, los ferrys hacia Cuba y el hecho de que a partir de mediados del siglo XVIII Cayo Hueso fuera poblada por personas que venían de Cuba, tanto españoles como criollos, lo que fue reforzado con el inicio de nuestra guerras por la independencia, representando un éxodo impactante de miles de personas. Es por ello que allí se notaba la influencia cubana en lo social, lo económico y lo cultural y como ocurre en Hialeah y en casi todo Miami hoy en día, en Cayo Hueso no era necesario hablar el inglés para casi nada.

Pero probablemente lo que más nos impacte es el edificio del Instituto San Carlos, un ícono cubano-americano fundado en 1871 y donde José Martí daría discursos en su cruzada por unir a los cubanos para lograr la independencia y que actualmente no solo preserva la historia de las relaciones entre los dos países, sino que muestra la herencia musical, artística y literaria de Key West que llega hasta el famoso Sloppy’s Joe, que tomara ese nombre a sugerencia de Ernest Hemingway, del bar habanero de igual nombre y también la casa donde vivió el escritor y de donde partiría a vivir a Cuba.

Y si visitamos Tampa, veremos que allí existió a finales del siglo XIX la más numerosa de las colonias cubanas en Estados Unidos. Allí se conservan edificios y monumentos que honran los momentos de encuentro de la historia de Cuba y de Tampa, sobre todo con las visitas al lugar del Apóstol.

Los cubanos hicieron una gran contribución al crecimiento y al desarrollo industrial de Tampa, un desprendimiento de la colonia cubana en Key West, donde floreció como en ninguna otra parte en Estados Unidos la industria tabacalera. Si hablamos de Tampa, siempre vamos a encontrar la presencia cubana con toda su cultura y costumbres. Ybor City fue el centro de la colonia cubana, una emigración de la que se decía:

“No había, ladrones, fulleros o pandilleros entre aquellos cubanos que, generación tras generación, se establecieron en los Estados Unidos. Algunos de ellos alcanzaron prominencia por su saber, sus virtudes, sus inventos y sus aportes a la civilización norteamericana y sus nombres aparecen mencionados entre los “inmortales” de los Estados Unidos, como para mejor demostrar todo lo que se puede esperar del cubano cuando tiene los ejemplos y los estímulos adecuados. “

Por eso cuando se estudie a profundidad la emigración cubana a los Estados Unidos, sobre todo en lo referido al siglo XIX y principios del XX, veremos que el cubano dio un impulso de progreso comparable al norteamericano, lo que se puede esperar de un pueblo verdaderamente libre”.

No por casualidad Miami es la única ciudad de Estados Unidos, y probablemente del mundo, donde una población venida de otro país, de otra cultura y con otra lengua, se ha hecho dueña del territorio en sólo una generación, y lo patentiza en las elecciones, y en el ejercicio del poder económico y político, ahora principalmente a través de la segunda generación de cubanoamericanos nacidos en la Ciudad del Sol y que se expresan mejor en inglés que en castellano, pero a los que les enseñaron a no olvidar sus raíces.

La historia de Tampa no se puede escribir sin los cubanos, donde los viernes se esperaba con ansias la edición de la revista Bohemia y se vanaglorian de ser la cuna del Sandwich Cubano y hacer el mejor pan cubano fuera de la Isla.

No en balde mi padre, como muchos otros, al quedarse sin empleo tras el golpe de estado de Batista en 1952, probó suerte en Tampa, él no pudo superar la separación de la familia, pero muchos otros hicieron nuevamente de Tampa, su nueva Cuba. Su mejor amigo, Gil, se llevó consigo a su mujer e hija tras conseguir un buen empleo y llevó allí una vida plena. Los golpes del destino hicieron que nos quedáramos en Cuba y sufriéramos sus devaneos, el presidio de mi padre con el régimen de Batista por ser miembro del movimiento 26 de julio, sus aventuras con el ejército Rebelde, de lo que renegó y que lo llevó nuevamente a la cárcel, esta vez al presidio de Isla de Pinos con una condena de veinte años y al final fue obligado a irse a donde nos debíamos haber ido en 1954, pero para adivino Dios, como dice el dicho, porque el porvenir no lo vaticina nadie.

 Mariel (arriba( y Gustazo, dos restaurantes cubanos en Boston.

Cuba: país de emigrantes.

El cuento cruel de Pepito cuando le preguntan qué quería ser cuando llegara a ser grande y responde que extranjero, es una medida amarga de lo que ha representado la revolución castrista en la destrucción de la nacionalidad cubana y el patriotismo. A los cubanos solamente les interesa una cosa: irse de Cuba, por eso nos hemos convertido en un país de emigrantes y donde los que no quieren o no pueden irse, viven de lo que les envían sus familiares desde otros países. Los que estudian y se preparan, lo hacen con el único fin de estar capacitados para una nueva vida en el exterior.

Alrededor del 40 por ciento de la población de Cuba tiene parientes viviendo en otros países. Los cubanos en los Estados Unidos constituyen la mayor comunidad cubana fuera de su país y la tercera comunidad hispana de los Estados Unidos, después de los mexicanos y puertorriqueños. De los dos millones y medio que residen fuera de Cuba el 70% vive en ese país, fundamentalmente en Florida, New Jersey, New York, California y Texas.

Ese es sin duda el mayor movimiento migratorio en nuestra historia, y por eso es conveniente recordar que todos han tenido sus características particulares.

Desde hace siglos, dada la cercanía de la Isla con los Estados Unidos, muchos emigraron a ese país, creándose poderosas comunidades en Tampa y Cayo Hueso principalmente, lo que fue extendiéndose a otras zonas de la península de la Florida como Miami y otros lugares como New York y New Orleans.

Pero fue a partir de los cambios políticos y socioeconómicos de la revolución de 1959 con la expropiación de propiedades y nacionalización de todo, sumado al paulatino deterioro de las libertad, que se produjo el mayor éxodo cubano hasta entonces, los que se radicaron principalmente en Miami, aunque con el tiempo se fueron ubicando en todas partes de la Unión.

Todo comenzó con la caída de Batista, continuó con la salida masiva por el puerto de Camarioca en 1965, los llamados “vuelos de la libertad” acordados con el gobierno de Lyndon Johnson, hasta que fueron suspendidos por Richard Nixon, enemigo de todas las libertades, pero que lograron llevar a Estados Unidos a más de un cuarto de millón de cubanos.

Esta primera oleada migratoria sufrió todos los trabajos posibles. Muchos de ellos eran personas pudientes, profesionales o que tenían trabajos bien remunerados y tuvieron que acostumbrarse a hacer tareas de cualquier tipo, asimilar las costumbres y el idioma y encaminar su nueva vida sin mucho apoyo gubernamental. Conozco personas que anhelaban comerse un bisté y con la ayuda que le daban no podían hacerlo a pesar del bajo costo de la vida entonces, por lo que se veían obligados a recoger frutas y verduras que iban a ser botadas y en sentido general pasaron muchas carencias, pero al final lograron convertirse en una comunidad altamente exitosa y la más poderosa en el sur de la Florida. A muchos que llegan ahora les molesta esta afirmación, pero Miami no sería lo que es sin la presencia de los cubanos.

La radicalización del proceso socialista en Cuba, hizo que Cuba se viera aislada del mundo, con contacto solamente con los países socialistas y la Unión Soviética, viéndose los cubanos prácticamente sin posibilidades algunas de emigrar, lo que dio inicio a los peligrosos viajes clandestinos en embarcaciones improvisadas por el estrecho de la Florida, siendo imposible calcular cuántos miles no lo lograron.

Pero la caldera social a punto de explotar, provocó que a partir de un incidente para asilarse en la Embajada del Perú, una culminación de varios hechos de este tipo, diera lugar al llamado Éxodo del Mariel en 1980, donde 125 mil cubanos lograron salir de la Isla en embarcaciones procedentes de la Florida. A esta emigración por sus características particulares, se les llamó en forma despectiva “los marielitos”.

Después la crisis resultante de la desaparición del campo socialista y la desintegración de la URSS, trajo consigo graves disturbios que hicieron que el gobierno permitiera la salida de la Isla de cualquiera por cualquier medio. Esa fue la génesis de la llamada “crisis de los balseros”, con más de treinta mil emigrantes.

Para regular la situación, se implantó una lotería de visas exclusiva para Cuba con una cuota anual de veinte mil personas, así como otros mecanismos de emigración como visas fiancé, reunificación familiar y los que llegaban a territorio norteamericano por cualquier vía, principalmente desde España o por las fronteras mexicana o canadiense.

Después vendrían las acciones antiinmigrantes de la administración Trump, que perjudicaron a los cubanos que querían emigrar y a sus familiares en Estados Unidos y detuvo durante años el flujo migratorio e incluso las visitas familiares. Si esto hubiera ocurrido un siglo antes, el Trump abuelo no hubiera podido ingresar a Estados Unidos y ese país se hubiera librado de uno de los presidentes más incapaces y malintencionados, amén de delincuente, en toda su historia.

Se calcula que en 2018 había en Estados Unidos 1 785 547 cubanos, sin contar sus descendientes, lo que llevaría la cifra a cerca de 2,5 millones, distribuidos en 1 213 438 en la Florida, 88607 en California, 83 362 en New Jersey, 70 803 en New York, 46541 en Texas, 25048 en Georgia, 22541 en Illinois, 21459 en Nevada, 17930 en Pennsylvania y en el resto de los estados alrededor de diez mil o menos, y hasta en la inhóspita para nosotros, Alaska, con 927 cubanos.

Con el censo de 2020 probablemente esa cifra rebase los dos millones sin contar a los cubanoamericanos.

¿Cómo llegamos a ello?, a través de una historia interesante.

Primera emigración tras la revolución: el exilio histórico.

Al igual que en Cuba denominan como “generación histórica” a aquellos que pelearon junto a Fidel Castro para expulsar a Batista del poder, se ha dado llamar “exilio histórico” a aquellos primeros que emigraron porque sus intereses, cultura y origen social entraban en conflicto con el nuevo régimen, por lo que constituyeron la base social de la contrarrevolución y por ello se creó en Cuba una política de rechazo y ruptura hacia ellos. Todo el que emigró entre 1960 a 1980 fue incluido en este grupo, denominado “gusanos” o “vende patrias”.

Emigrar fue comparado como una traición a la patria, por lo que se decomisaron sus bienes, se les prohibió todo contacto con sus familiares y amigos que quedaron en Cuba y se creó toda una cultura en este sentido. Ni cartas, llamadas telefónicas o regalos, ni siquiera compartir con extranjeros que pudieran traer noticias eran permitidos y eran considerados un pecado.

Mientras tanto los emigrantes trataron y he podido comprobar que lo lograron, reproducir a Cuba en Miami, en sus costumbres, cultura, gastronomía y modo de vida, a la par que se adecuaban al “american way of life” sin dejar a un lado sus raíces. Destaca entre ello el patriotismo, ese mismo que ahora en Cuba es representado no por los reales patriotas, sino por Fidel y los barbudos, que no solo no tienen nada que ver con la patria, sino que la han destruido.

Pero también apareció, porque así somos, un fuerte sentimiento de intolerancia, similar al de los comunistas, lo que sigue siendo un obstáculo para mantener unidos a todos los cubanos, seamos de una orilla o de otra. Ello lo ejemplifica magistralmente Carlos Varela con su canción “Siete”:

“Y aún sigue los abuelos de las dos orillas
echándose el anzuelo: la culpa y la semilla…”

El mundo de hace seis décadas no es el de ahora, por lo que la generación histórica y el exilio histórico no tendrán otro remedio sino pasar a ser historia.

Ya vimos lo ocurrido con Camarioca y con los Vuelos de la Libertad, un exilio lento y largo, pero vamos a detenernos en dos importantes: Mariel y los Balseros.

Mariel

El primer gran trauma migratorio fue la oleada del Mariel en 1980. Todavía se sigue estigmatizando la composición de esos exiliados, lo que no es justificado por ninguna evidencia real. Lo importante de ese éxodo es que fue la primera manifestación de que la emigración no tenía un contenido exclusivamente clasista, sino que era un fenómeno inherente a la inconformidad existencial de los cubanos de vivir en un régimen que coartaba sus libertades. Probablemente ningún flujo migratorio se haya parecido más a la sociedad cubana que los llamados “marielitos” porque en ella estuvieron presentes intelectuales, artistas, profesionales, obreros, delincuentes comunes y gente como mi padre, un miembro del ejército rebelde que no comulgaba con el comunismo y que por ello fue condenado a veinte años, de los cuales cumplió ocho en el presidio de Isla de Pinos y que tras varios años de libertad condicional, fue amenazado con ir nuevamente a la cárcel si no se subía a un barco en el Mariel, un exilio al mejor estilo de las deportaciones estalinistas.

Hoy en día ya no se habla del tema, pero desgraciadamente muchos fueron estigmatizados en Miami, tras haber sido víctimas de los mítines de repudio y el asedio al estilo nazi que sufrieron en Cuba.

Pero estaba además un tema sensible: la alta preparación profesional de muchos de sus integrantes y el hecho de que la mayoría era población laboral activa por lo que tuvieron un impacto significante en el país de acogida.

Gracias a ello se lograron los acuerdos migratorios ante el temor a nuevas oleadas incontroladas procedentes de la Isla.

Carpas de los balseros en la Base Naval de Guantánamo

Los Balseros

Catorce años después del Mariel y diez de los acuerdos migratorios, su restrictiva aplicación por una parte y el caos social derivado de la desaparición del campo socialista y la Unión Soviética por otro, dieron lugar a un estallido migratorio incontrolable, la crisis de los balseros de 1994.

Esta oleada migratoria tuvo otra connotación, una predominantemente económica y otra más importante, al estar el país envuelto en su peor crisis económica de la historia, hizo cambiar a la sociedad su percepción del concepto de emigración y sobre todo las relaciones con los emigrados. A la gente no le importó que parte de su familia emigrara para que después los ayudaran a emigrar, a vivir mejor o sobrevivir, por lo que los lazos con ellos no se iban a romper de ninguna manera. Era por tanto un nuevo tipo de emigrado, muy ligado a Cuba por motivos culturales y sobre todo filiales.

Vino por tanto, para contener esta ola, otro acuerdo migratorio, que no rechazaba la emigración por vías ilegales, es más, la asumía como un derecho con la llamada política de “pies secos, pies mojados”, que fue derogada porque respondía a un miedo creíble de persecución política y los que disfrutaban de ella en cuanto podían regresaban de visita una y otra vez a la Isla.

Igualmente, la mayoría de los que emigran son personas laboralmente activas,por lo que han tenido un impacto en el balance demográfico y el ritmo de crecimiento de la población cubana, y ha sido una de las causas del envejecimiento de los habitantes de Cuba.

Es controversial que Cuba, por una de las pocas virtudes del sistema, produce un capital humano que el mercado laboral de la Isla no puede asimilar a plenitud y ello la convierte en una fábrica de potenciales migrantes, los cuales son bien recibidos en la mayor parte del mundo, incluyendo a Estados Unidos, a pesar de las limitaciones impuestas por el gobierno de Donald Trump. Por otra parte, la cultura de la globalización favorece la tendencia a emigrar de la juventud cubana, igual que ocurre en otras partes del mundo, pero con más fuerza en un lugar geográfica y sentimentalmente tan cercano a Estados Unidos.

De la emigración actual, limitada por las políticas de uno de los peores presidentes norteamericanos, según no mi humilde criterio, sino el de instituciones y estudiosos, han sido víctimas los propios cubanos emigrados y los que no pueden reunirse con sus familias a causa de trampas políticas que ellos mismos crearon dándole el voto al enemigo, que fue el que el exilio histórico les indicó.

El resto todos los conocemos, algunos médicos que han podido abandonar sus misiones, algunos profesionales y el resto, la mayoría, gente sin preparación, que ni siquiera aprovecharon una de las pocas cosas aprovechables en Cuba, estudiar y que piensan que ir a vivir a otra parte del mundo, es comparable con lo que han logrado los cubanos en Estados Unidos, sin saber que detrás de ello hay mucho trabajo, esfuerzo y disciplina, algo que los cubanos jóvenes de hoy no saben qué cosa es.

Pero vamos al tema central de este post, saber cuáles han sido los mejores emigrantes cubanos.

Padre Félix Varela

Los mejores inmigrantes

A mediados de los años cincuenta, el intelectual cubano Herminio Portell Vilá publicó en la revista Bohemia un artículo titulado “Los mejores inmigrantes”, donde describe a una emigración cubana muy diferente a la de nuestros días.

Como figuras simbólicas de ella se refiere al Padre Félix Varela, ejemplo de virtudes, que fue un emigrado cubano en los Estados Unidos durante más de la mitad de su vida; a José Martí, que estuvo emigrado en los Estados Unidos casi una tercera parte de su vida, y también nos da antecedentes que no solo debían ser revisados por los norteamericanos sino también por nosotros mismos, para darnos cuenta de que ya no somos ni sombra de lo que un dia fuimos.

Portell Vilá se refiere a que en Estados Unidos estaba en esos momentos en el proceso de modificar la Ley McCarran, que restringía la emigración en un país que es el resultado de la emigración.

El ultrareaccionario senador McCarran, que representaba a Nevada, entonces un estado con la mitad de la poblacion de Marianao (se imaginan) y que era de los pocos con franquicias para juego y prostitución y cualquier otro vicio, era un protector de las irregularidades en la conducta humana y se convirtió en un adalid de la injusta lucha contra los que buscan una vida mejor (no es difícil compararlo con personajes actuales). Un político del partido Demócrata (para que vean los vaivenes ideológicos de los partidos en Estados Unidos) era un ferviente anti inmigrante, anti semita y anti comunista, devoto católico y en constante conflicto con la administración de Franklin D. Roosevelt, el que salvó a Estados Unidos del caos económico y lo llevó a la victoria en la Segunda Guerra Mundial. El mismo era descendiente de emigrantes irlandeses y su admiración por Franco le trajo problemas con el presidente Truman, fue un claro ejemplo de los que reniegan de donde viene.

Esa ley solo traía dificultades, injusticias, errores y prejuicios para los emigrantes y para los Estados Unidos como nación.

Ejemplos como ese nos dan fe de que vale la pena abordar aunque sea superficialmente, porque de otra forma no sería nada fácil, la historia de la emigración cubana hacia Estados Unidos, que sin duda llevó a ese país no solo a algunos de sus primeros inmigrantes, sino a los mejores que se incorporaron al llamado “melting pot” o crisol de pueblos que es los Estados Unidos.

No es solo que los gobiernos norteamericanos no hayan evaluado debidamente esta realidad sino que hasta los propios cubanos no hemos cuidado de destacarlas como corresponde.

Se ha hablado mucho de las colonias cubanas en Tampa, Cayo Hueso y Nueva York, pero no se habla mucho de las existentes en otras zonas de New York como Estado, en Filadelfia, Baltimore, Boston, Washington, Wilmington, Savannah, Mobile, St. Louis, Charleston, Nueva Orleans, Annapolis y en muchas partes de la Florida, este último un territorio que fuera dependiente de Cuba y al ser vendida por España a Estados Unidos, permaneciera abandonada por más de medio siglo, algo sorprendente si se le compara con su desarrollo actual.

En una época que nos puede parecer tan remota como la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, se establecieron cubanos como Rendón y Miralles en territorios pertenecientes a las Trece Colonias originales en 1778, siendo los pioneros de la emigración cubana y participantes en la consolidación de la revolución americana. No es casualidad que George Washington enviara a su médico personal a atender a Juan de Miralles Trayllón, quien murió en 1780 de pulmonía en la casa de Washington y que más tarde el propio Presidente y su Estado Mayor participaran en el entierro del cubano en Morristown, New Jersey.

Después comenzaría una emigración política resultante del inicio de la guerra de liberación del dominio español, con personajes como Alvarez de Toledo, Sentmenat, Infante, así como otros huyendo de otras prohibiciones de la corona, como José del Castillo y varios estudiantes que fueron al St. John’s College an Annapolis, Maryland porque los Padres Sulpicianos fueron prohibidos en Cuba. Cristoba Madan, quien después emplearía a Martí en su bufete, estudiaba en Harvard; en la Universidad de Columbia Tomás Gener y Leonardo Santos Suárez eran miembros de su profesorado.

Félix Varela y Morales, sacerdote, escritor, filósofo, maestro y político cubano fue una de las personalidades más importantes de nuestra historia, con notable influencia en la vida política, intelectual y religiosa de la Cuba del siglo XIX. Es considerado con justeza como uno de los forjadores de la nación cubana y entre sus alumnos se encuentran figuras descollantes como José de la Luz y Caballero, José Antonio Saco y Domingo del Monte. Tras ser odenado sacerdote es también nombrado profesor en el Seminario habanero y cuando se habla de él, se dice que “el que nos enseñó a pensar”.

Diputado de Cuba ante las Cortes Españolas, su defensa para acabar con el absolutismo lo condena a muerte, por lo que se exilia en Estados Unidos, donde tiene una actividad febril por la independencia de la Isla, además funda escuelas e iglesias y estuvo al frente de una parroquia en New York y más tarde en Filadelfia y Baltimore, convirtiéndose en una de las principales figuras del catolicismo en Estados Unidos, llegando a ser obispo auxiliar.

Muere en San Agustín, esa ciudad a la que me he referido en otros artículos y que es la más antigua fundada en Estados Unidos, y donde los españoles que allí llegaron vieron que los indígenas ancianos eran muy activos y de buena salud, más saludable que los que habían encontrado en Cuba y ello se lo atribuyeron al agua de un manantial de esa zona y que bautizaron como la “Fuente de la Eterna Juventud”. De ahí la tan popular “Agua de Florida” tan empleada en obras espirituales y que todavía se produce en Miami por Crusellas y Cía.

Heredia

José María Heredia, huyendo de la persecución del gobierno español, se fue a vivir a Boston, New York y Filadelfia, donde ejerció como maestro de español y donde publicara sus libros de poemas, creando esa joya de la poesía que es la “Oda a las cataratas del Niágara”, que eran poco conocidas entonces y que al margen de realzar su belleza muestra su añoranza por Cuba.

Un grupo de patriotas camagüeyanos como Gaspar Betancourt Cisneros (El Lugareño), Alonso Betancourt, Agramonte, Arteaga y otros oriundos de esa región, así como los Iznaga de Trinidad, los Jova y Fernandez Cavada de Cienfuegos y los Teurbe Tolón y Macías de Matanzas y Los Garesché-Deschapelles, se asentaron en Estados Unidos.

Julio P. Garesché

Julio P. Garesché se graduó con honores como primer expediente de su clase en la Academia Militar de West Point y fue compañero de estudios de Ulises Grant y Robert E. Lee, caudillos de ambos bandos en la Guerra de Secesión. Garesché llegó a ser Jefe de Estado Mayor del Ejército Federal y uno de los más destacados asesores militares de Abraham Lincoln. Desafortunadamente una bala de cañón lo destrozó en la batalla de Murfreesboro, después de haber dirigido exitosamente los fuertes que defendieron a la capital de los ataques confederados.

Uno de los implicados en la Conspiración de la Cadena Triangular y los Soles de la Libertad junto a José Antonio Saco y Narciso López, Juan Lama, se estableció en Savannah, Georgia, dedicándose al negocio del tabaco, con lo que se hizo rico. En Charleston, South Carolina se asentaron los Arozarena, los Turla y los Angulo Guridi, mientras que Ambrosio J. Gonzalez se ubicó en Columbia y llegó a ser coronel de los ejércitos confederados.

En Nueva Orleans se asentaron muchos cubanos, como los Loño, Santacilia, Castellón, Quintero, Villaverde y Santa Rosa, creando una colonia muy influyente. Narciso López, como sabemos, es el creador de nuestra bandera y nuestro escudo junto con Miguel Teurbe Tolón, y a pesar de que se le critica por sus acciones de tratar de convencer al presidente de Estados Unidos James Knox Polk de que comprara a Cuba y la anexara a ese país, tuvo una intensa actividad política en favor de la independencia de Cuba, sobre todo en New Orleans, de donde partió hacia Cuba, donde fue capturado y ejecutado.

Aniceto García Menocal

Miguel de Aldama y Carlos de Castillo con sus fortunas se dedicaron al comercio y la industria; Touceda se hizo profesor del Rensselaer Polytechnic Institute, donde se convirtió en una autoridad en la producción de aceros de alta calidad y la industria siderúrgica de Detroit, Cleveland y Pittsburgh le deben mucho; M.I. de Varona fue el constructor del Acueducto de New York; Aniceto García Menocal dirigió la terminación del monumento a Washington y participó en varias obras públicas y de defensa en Estados Unidos, así como en los estudios para construir el Canal de Nicaragua, del que fue figura principal y después tuvo una activa participación en obras con la marina de Estados Unidos, de tal manera que sus restos descansan en el Cementerio de Arlington.

Carlos J. Finlay y Juan Guiteras, que estudiaron en Pennsylvania, fueron dos médicos que inmortalizaron su nombre con el descubrimiento del primero y la implementación del segundo en cuanto a la transmisión de la fiebre amarilla a través de mosquitos.

Y en la segunda mitad del siglo XIX, con el comienzo de las guerras de independencia, comienzan oleadas de emigrados cubanos, con nombres que lo dicen todo: Aldama, Alfonso, Echeverría, Mestre, Castillo, Cisneros, García Menocal, Varona, Arango, Mora, Quesada, Aguilera, Céspedes. Se calcula que más de treinta mil cubanos, una cifra impresionante entonces, huyeron perseguidos por el despotismo español y pudieron escapar de sufrir deportación a cárceles españolas en la península o en el norte de África.

Los miembros de esa emigración cubana no fueron de vacaciones y dieron mucho que hacer a las autoridades con sus clubes revolucionarios, sus periódicos, sus actos patrióticos y las expediciones para suministrar armas a los mambises, pero entre ellos no hubo ni un solo delincuente.

Y está la figura de José Martí, no solo el más ilustre de los cubanos, sino el más ilustre de los emigrados cubanos en Estados Unidos. Allí fue maestro de escuela, periodista, conferenciante, traductor, agente consular de repúblicas latinoamericanas, mientras organizaba el partido para lograr la independencia de Cuba.

Coincidieron con él en el país del norte, patriotas como Serafín Sánchez, Emilio Núñez, Tomás Estrada Palma, Enrique José Varona, Manuel Sanguily, Raimundo Cabrera, Gonzalo de Quesada, y muchos otros.

Tampa y Cayo Hueso eran casi territorio cubano, donde los nuestros contaban con una gran influencia en el gobierno local, la judicatura, la industria, el comercio y la política y algo parecido ocurría en Filadelfia.

Los emigrados cubanos a Estados Unidos no fueron para nada ignorantes, parásitos, delincuentes, criminales o gente sin escrúpulos, sino los mejores cubanos en las diferentes esferas y su aporte al gran vecino del norte sin duda fue altamente positivo, no pudiéndose señalar un solo hecho reprobable en la historia norteamericana en ese período.

No voy a hablar de otras emigraciones que vinieron con sus vicios y su irrespeto a las leyes, crearon pandillas, favorecieron la intolerancia de todo tipo y el odio. Esos pocos, con su actitud laceraron la imagen de los cubanos, sobre todo los llegados por el puente marítimo del Mariel, pero al final la rueda de la historia les pasó por encima y los ha sepultado.

Pero no todo es color de rosa en la apreciación de los valores de la comunidad cubana, impera en muchos sentidos, no nuestra forma de hablar incontenible y alta o nuestro humor incesante, sino la falta de respeto, la chusmería y la vulgaridad cubana, reforzada por los reguetoneros, no voy a decir lo peor de la música porque no la considero como tal, sino lo peor de nuestra decencia y respeto. Por eso en un mall de Miami no podían creer que éramos cubanos porque no decíamos asere o usábamos palabras o frases de este tipo o parecidas y tratábamos a las personas con educación. Esa es una asignatura pendiente que desgraciadamente los programas televisivos y sobre todo los canales de Internet, alimentan en lugar de reprobar.

Yo comparo los canales de youtube que abundan sobre temas cubanos o hasta de gastronomía cubana, hechos con decoro y fineza, con aquellos en los que abunda la vulgaridad, el mal gusto y la indecencia que llegan al extremo de estar cocinando la receta fijándose por un televisor encendido o una tablet donde otra persona lo va mostrando y que se escucha en la grabación, e increíblemente aventaja a los genuinos por muchos miles de usuarios o internautas. No me parece para nada simpático difundir la chusmería, la burla, la mentira, la vulgaridad y los valores negativos con el único objetivo de lograr suscriptores y gente que se conecte a ellos, ello solo aumenta nuestra mala fama, que estoy al creerme que está bien merecida. Uno de ellos, un canal de cocina, llegó al colmo diciendo: “graba eso que la gente ve cualquier mierda por youtube”.

Considero que esto es un síntoma de que el deterioro social de Cuba ha estado llegando a minar lo que debería considerarse la emigración cubana, un grupo migratorio que debía ser digno de respeto y no solo de envidia, por los privilegios que hemos tenido los cubanos en ese sentido y que responden a que ningún otro país latinoamericano ha tenido la falta de libertades que nosotros hemos sufrido.

De ahí llego a la conclusión, sin duda alguna, que los cubanos del siglo XIX que tuvieron que expatriarse, fueron los mejores inmigrantes que han tenido los Estados Unidos. No impusieron absolutamente nada, no alteraron para nada el modo de vida, sino que contribuyeron a mejorar el orden institucional y moral y no fueron para nada hostiles a la democracia norteamericana. Y encima de eso debemos considerar que entonces la nación cubana estaba en pañales y aún no gozaba de la independencia del dominio español, pero sus habitantes sin duda tenían muy claro el concepto de esfuerzo, decencia, honor y responsabilidad, algo que desgraciadamente se fue corrompiendo con malos gobiernos republicanos que nos llevaron al caos de hoy.

Después llegó la revolución cubana y ahí comenzó otro tipo de emigración. Pero como dice el dicho “esa es otra historia”. Ahí sí hay, como en las películas, como en la vida real, y como en todas partes, buenos y malos. Afortunadamente hay más buenos que malos.

Ojalá que algún día Cuba vuelva a ser lo que fue hasta 1958, un lugar a donde muchos querían ir y no un lugar de partida. Cuando eso se revierta, entonces muchos ya no van a regresar y a los cubanos de estos tiempos hay que enseñarles a vivir en una sociedad de derecho y hacer que recuperen o al menos que las nuevas generaciones sean educadas en los principios en que lo fueron esos hombres que constituyeron la mejor emigración cubana.

Lograr eso es muy simple: respetar lo que piensen todos los ciudadanos. Ese respeto por el criterio ajeno es el que nos lleva a la solución de todos los problemas, no la intolerancia, la inflexibilidad y la exclusión.

Y mientras tanto, esos youtubers, oportunistas que únicamente están interesados en hacer dinero y que no se respetan ni a sí mismos, ni les interesa lo más mínimo la libertad de Cuba, que se dediquen a otra cosa, junto con los reguetoneros.

Pero al margen de ello, todos, buenos y malos, quieran o no, llevan muy adentro a la tierra que dejaron atrás, porque la diáspora cubana, como tal, se ha dispersado por todo el mundo, como una forma más viable de vivir, pero sin perder su identidad.

Tambien te puede interesar

No hay Comentarios

Deja un comentario