La Manzana ¿de Gómez o de Kempinski?

 

La Manzana ¿de Gómez o de Kempinski?

La Habana tiene innumerables íconos arquitectónicos, que la identifican internacionalmente, entre ellos El Capitolio Nacional, El Castillo de los Tres Reyes del Morro, la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, el Castillo de la Fuerza, el Castillo de la Punta, el Gran Teatro de La Habana, los antiguos Centro Gallego y Asturiano, la Catedral de La Habana y otros templos, el Edificio FOCSA, el edificio Someillán, el edificio Bacardí, el Cristo de La Habana, el Templete, el Paseo del Prado, el Memorial José Martí, el edificio del Hospital Ameijeiras que se construyera como sede del Banco Nacional de Cuba, la Lonja del Comercio, los túneles de la bahía y del Almendares, el puente de la calle 23, monumentos impresionantes como el Memorial José Martí y otros,   y muchos hoteles con arquitectura impresionante, como el  Hotel Nacional, Hotel Habana Libre, el Hotel Havana Riviera, el Hotel Capri, el Presidente, el Meliá Cohiba, el Meliá Habana, el Hotel Saratoga, el Hotel Telégrafo, el Hotel Plaza, el Hotel Sevilla, el Hotel Parque Central y ahora se suma una joya construida sobre una edificación emblemática: el nuevo Hotel Manzana Kempinski, antigua Manzana de Gómez.

Ningún edificio resume mejor la historia contemporánea de La Habana que la conocida como Manzana de Gómez. Este inmueble, rodeado de un soportal público corrido, con cuatro esquinas achaflanadas y dos galerías interiores que lo cruzan en diagonal.  La Avenida de Bélgica (todos la conocen como Monserrate), Ignacio Agramonte (todo el mundo la conoce como Zulueta), la calle Neptuno, y lo que sería la prolongación de la calle Obispo o el comienzo de la calle San Rafael, enmarcan a este histórico inmueble.

La manzana, como medida de superficie, es un área correspondiente a un cuadrado de  cien varas, es decir diez mil varas cuadradas.  Durante la fundación de las ciudades españolas en Hispanoamérica, las construcciones se erigían dentro del cuadrados de cien varas por lado; en cada lado se dejaba espacio para una calle y a este espacio es a lo que se le llamó manzana.

La Manzana de Gómez ha sido, a la vez, protagonista y testigo de la vida habanera, de su grandeza y su miseria, de todos los avatares registrados en los últimos 120 años, que han sido numerosos y muy trascendentales. Con su  estilo neoclásico, es un caso muy particular en la historia de la arquitectura cubana, ya que fue, desde su origen, destinado a actividades comerciales, recreativas y administrativas.

Los cubanos decimos que la de Gómez es la manzana más famosa del mundo: ni la Gran Manzana (Big Apple: como se denomina a la ciudad de New York), ni la de Newton ni la de Guillermo Tell y ni siquiera la famosa empresa tecnológica Apple con su logo de una manzana mordida, se acercan a la importancia que ésta ha tenido en su historia para los cubanos. ¿ Y miren que la manzana ha sido célebre! Probablemente, la manzana es la fruta más famosa de la historia.  La manzana está presente en la Biblia y se le identifica con la expulsión del hombre del paraíso; entre 1968 y 1975, Apple Records fue el sello discográfico del grupo más famoso de la historia de la música, los Beatles; Blanca Nieves es un cuento que se volvió muy popular gracias a Disney y a la manzana envenenada.;  la ciudad de Nueva York se conoce como “La Gran Manzana.” cuyo apelativo proviene de la columna del cronista deportivo John J. Fitzgerald; el accidente más famoso en el universo de la física tuvo como protagonistas a Isaac Newton y a una manzana;  Guillermo Tell fue obligado a dispararle una flecha a una manzana que se encontraba sobre la cabeza de su hijo y no falló su disparo; hasta Pablo Neruda le dedicó un poema. En sus versos, el inmenso poeta chileno, ganador del Premio Nobel de Literatura, pedía que todo el mundo mordiera una manzana.

Pero ya que hablamos de la manzana mordida de Apple, hay que decir que este es el homenaje de Steve Jobs a Alan Turing (1912-1954), el matemático británico que logró descifrar el código secreto de los nazis y cuyo papel en la Segunda Guerra Mundial fue clave para salvar millones de vidas. Este hombre brillante que además puso a prueba los límites que puede alcanzar la inteligencia artificial y que desarrolló el primer programa de ajedrez, es todo un referente de la informática, la cibernética, la lógica y las matemáticas, por lo que es considerado uno de los pioneros de la computación moderna (la máquina de Turing). Pero en 1952 fue condenado por homosexualidad y, tras elegir la castración química en vez de la cárcel, fue encontrado muerto dos años después al lado de una manzana mordida envenenada con cianuro. El resto de esa manzana mordida es el emblema de Apple.

Al margen de todo lo anterior, a mí cuando me mencionan la palabra manzana, inmediatamente me recuerdo de las manzanas acarameladas, que se consumían principalmente a fines de año, pues aunque siempre había manzanas en el mercado, era mucho más cara que las frutas cubanas, como el mamey, mango, piña, plátano, frutabomba (o papaya, que es mala palabra en Cuba), anón, chirimoya,  guanábana, el añorado caimito o tantas otras, todas deliciosas. En ese entonces la manzana era una fruta exótica y se comía esporádicamente o se empleaba para trabajos de brujería o para ofrecérsela en ofrenda a Santa Bárbara. Probablemente en Cuba, ahora sea aún más exótica.

Era interesante que la manzana, pera, uva, melocotón o fresa, que eran frutas importadas, tenían sus particularidades, pues algunos se atrevían a cultivarlas. Recuerdo que en más de una ocasión sembré uvas para hacer vino y se dieron espectaculares, aunque no dulces, pero buenas para hacer vino de calidad. También conocí más de un lugar donde se cultivaban melocotones, aunque no tan grandes como los de México, pero si ideales para hacerlos en dulce casero con almíbar. Hasta las fresas se han cultivado en varias partes del Cuba, pero lo que sí nunca he sabido es que haya prosperado un manzano o un peral en el país.

Pero volviendo a nuestro tema, la Manzana de Gómez era como una ciudad dentro de la parte más vieja de la ciudad, un cuerpo de edificio que desde el  siglo XIX albergó a bufetes de abogados, oficinas consulares, comercios y oficinas, y estuvo y sigue estando enclavada en una de las zonas más visitadas por cubanos y visitantes extranjeros.

En las décadas de los años 20 y 30 del siglo XX, fue considerada el Wall Street cubano, el motor económico de la capital: las grandes fortunas de la Isla y otras que invertían en ella  radicaban o pasaban por allí, a negociar en sus bancos y oficinas. La revolución quiso  o llegó a cambiar al edificio de nombre, como si quisiera borrar todo rastro de su pretérito esplendor, pero todos los cubanos la siguen nombrando Manzana de Gómez, y no importa lo que allí hagan, así se seguirá llamando.

En este lugar populoso de la capital cubana, tenemos a un lado el Museo Nacional de Bellas Artes en su colección universal, edificio que fuera en su momento el Centro Asturiano; por su frente, si asumimos que es el de la calle Zulueta, está el parque Central de La Habana, con la estatua de José Martí y frente, por el Paseo del Prado, el Hotel Telégrafo, el Hotel Inglaterra, el Gran Teatro de La Habana y justo al lado el Capitolio Nacional;  al otro costado, por Neptuno, está el Hotel Plaza y el majestuoso Hotel Parque Central, y justo al fondo el famoso bar Sloppy Joe’s;  al fondo por la calle Monserrate, se encuentran edificios antiquísimos, uno de ellos el icónico edificio Bacardí, el Centro Comercial Harry´s Brothers y en sentido contrario, el parque Albear y la librería La Moderna Poesía y el mítico bar El Floridita. Todo un entorno envidiable.

Desde hace más de un siglo ese lugar constituye un  punto de referencia obligado para los habaneros, y también para los visitantes del interior del país, que llegaban desde la cercana Estación Central de Ferrocarriles hasta el Capitolio y de ahí seguían,   pues muchas personas le hacían referencia a amigos y familiares  a ella con una popular frase: “lo compré en la Manzana de Gómez”.

Ese edificio en sus inicios ocupó solamente una planta, con galerías cubiertas hasta 1918 que se le añadieron cuatro niveles, y para facilitar los accesos le colocan ocho ascensores.    En total contó con 560 cubículos que se emplearon en oficinas, y otras instancias como las academias comerciales Pitman ubicadas en el segundo nivel y la Gregg en el quinto, con alumnos en busca de prepararse en métodos de taquigrafía y mecanografía (creo que toda la gente de mi generación, el que no sabía taquigrafía Pitman, sabía la de Gregg o se había hecho mecanógrafo gracias a un sistema o al otro) .

En uno de esos espacios del edificio estuvo la Institución Iberoamericana de Cultura presidida por el sabio cubano Fernando Ortiz, además de representaciones consulares y diplomáticas.

Desde 1832 las tiendas más populares fueron las de las calles de Muralla y Oficios, junto a otras arterias, como Monte, Neptuno, San Rafael y Galiano posteriormente, pero la Manzana de Gómez fue el centro comercial más importante a partir de su inauguración.

Este espacio se encuentra en la frontera silenciosa entre la ciudad vieja y las urbanizaciones que vinieron después, pero en la segunda mitad del siglo XX sus alrededores y la antigua ciudad comenzaron a deteriorarse, perdiendo la primacía que hasta entonces la había caracterizado.  Es por ello que las funciones hoteleras y de recreación  se trasladaron a la zona residencial del Vedado, principalmente hacia La Rampa, mientras las administrativas fueron a la recién construida “Plaza Cívica”, hoy Plaza de la Revolución.

También hay que destacar que en la primera mitad del siglo XIX se colocó en una de las plazoletas existentes frente a la puerta de tierra de la muralla, la imagen de Isabel II, justamente en lo que hoy es el Parque Central. Más tarde, para los festejos del 20 de mayo de 1902, el alcalde de la ciudad compró al gobierno de Estados Unidos una estatua de calamina fundida que representaba la Libertad, pero esta fue derribada por el ciclón del 10 de octubre de 1903.

Y el momento definitorio para este espacio público lo constituye la colocación en su centro de la estatua del Apóstol José Martí, cuando el escultor cubano José Vilalta de Saavedra, ganador del concurso convocado, la ejecutó en su estudio en Roma, en mármol blanco de Carrara. José Vilalta tuvo obras destacadas, como son el monumento a los ocho Estudiantes de medicina; en la Necrópolis Cristóbal Colón en La Habana, las figuras que coronan la puerta principal (Las virtudes) y los relieves religiosos en torno a los muros del cementerio: La Crucifixión y La resurrección de Lázaro; creó el monumento en el lugar más visitado en la Necrópolis de Colón: la tumba de Amelia Goyri de la Hoz, conocida como La Milagrosa, y el Monumento a Francisco Albear.

La estatua fue develada el 24 de febrero de 1905, en ceremonia que encabezaron el propio Máximo Gómez y el entonces presidente Tomás Estrada Palma.

Vale la pena repasar sus orígenes.

Julián de Zulueta y Amondo, Marqués de Álava (Coronel de Voluntarios de La Habana, Regidor, Alcalde y Senador del Reino por la Habana Cuba, y por Álava),y que en pocos años se convertiría en el más importante productor de azúcar, tratante de esclavos y empresario de otras múltiples facetas, un aldeano que se convirtió en el último gran negrero de Cuba, país al que había llegado con 18 años, analfabeto y en la miseria, comenzó la construcción del inmueble y para ello solicitó los esfuerzos del arquitecto español Pedro Tomé Verecruisse.   Como era muy católico, hacía bautizar a sus esclavos antes de que abandonaran África. Me pregunto qué clase de hombre podía ser el que se dedicaba a la trata de esclavos en una colonia cristiana cuatro siglos después de que el papa, Pío II  hubiese condenado la costumbre de esclavizar a africanos bautizados. Pero eso no es más que una manifestación más de la doble moral que caracteriza a las religiones, en particular la católica. Siempre recuerdo la frase de los curas: “haz lo que yo digo y no lo que yo hago”. Esa fue la gran enseñanza que le dejaron los curas a Fidel Castro, el que predicó toda su vida con esa premisa.

Zulueta fue el promotor de sustituir los brazos que aportaban los negros a la zafra azucarera, e inició, en 1847, la trata de chinos, que fuera tan cruel como la de negros. Se percató también de que los más poderosos hacendados y tratantes de esclavos necesitaban un periódico para influir en la opinión pública, por lo que compraron el Diario de la Marina y lo convirtieron en su vocero. También fue uno de los accionistas del ferrocarril de Marianao y asumió por su cuenta la construcción del ferrocarril de Caibarién a Zaza,  Se dice que fueron sus hijos, arruinados, los que decidieron no proseguir los trabajos constructivos de la Manzana de Gómez.

Pero esos eran los hombres que acumulaban capital y podían darse el lujo de tener palacios y construir una obra como la Manzana de Gómez, en cuyos cimientos estaba el sudor y la sangre de los esclavos y la miseria del pueblo.   Julián de Zulueta edificó la Manzana hasta el primer piso en una obra que comenzó sus labores en 1890, años después de su muerte. A esa mole se le deparó un amplio sótano para aprovechar los fosos de la Muralla que había sido destruida años atrás, abaratando el costo de la construcción, para lo que empleó sus privilegios como alcalde. La Muralla de La Habana, para proteger de ataques de piratas, ya era innecesaria, pero las obras no avanzaron y  el edificio quedó durante muchos años incompleto, y finalmente lo terminaría la familia Gómez Mena.

En Cuba se identifica a José Gómez Mena como el hombre más rico de Cuba. Aunque no lo fuera, sí figuró siempre entre los más ricos, junto a Julio Lobo Olavarría,Luis Mendoza Freyre de Andrade, Carlos Núñez Pérez,  la familia Falla Gutiérrez, Ernesto Sarrá y otros. Hablar en Cuba de Gómez Mena, es sinónimo de opulencia y poder. Gómez logró levantar una formidable fortuna a expensas del sucio negocio de la trata negrera y el comercio clandestino, y su descendencia alcanzó grandes fortunas como comerciantes, hacendados y banqueros. Contaba además con grandísimas extensiones de tierra, no menos de 500 casas y edificios de apartamentos, cuatro centrales azucareros, obras de arte y objetos de todo tipo, tales como casas de vivienda y descanso, estatuas y monumentos importantes, así como cuadros de gran valor, (así sería la magnitud de sus posesiones en obras de arte que su casa actualmente es el Museo de Artes Decorativas)  pero además, una fábrica de levadura, y un club de pelota (Almendares); sus activos se calculan por un promedio de 20 millones de pesos, toda una fortuna equivalente a cientos de millones en nuestros días.

Los tres primeros bancos de importancia fueron la “Caja de Ahorros”, el “Banco Español de La Habana” y el “Banco de Comercio”.La “Caja de Ahorro”, fundada en 1840, nace con capital cubano. Quebró en 1884

El “Banco Español de La Habana, de 1856, derivó su fundación de la “Real Caja de Descuentos” creada en 1854 por el capitán general Marqués de la Pezuela. Se regía por disposiciones similares a las del “Banco de España” en Madrid. Era un banco con capital mayoritario de comerciantes peninsulares y accionistas del mismo, que actuaba como agente fiscal del Gobierno y con el privilegio para la emisión de papel moneda

Con el fin de la Guerra y el comienzo de la República se genera un resurgir de la economía y con ello grandes cambios en el sector bancario. Ahí comienzan sus operaciones el Royal Bank of Canada, el Banco Gelats, The Trust Company of cuba, The Bank of Nova Scotia, Mendoza y Compañía, Banco Nacional y el Banco Gómez Mena. Después vendrían el Banco Núñez, el Banco Godoy Sayan, y otros producto de la etapa conocida como “Danza de los Millones” por el alto precio del azúcar, alcanzado gracias a la Primera Guerra Mundial.

Pero entre ellos destacaba el capital industrial y financiero de Gómez Mena, y el Banco Español de la Isla de Cuba, del cual mi abuelo paterno era de los principales directivos, quebró espectacularmente.  El Banco Español de la Isla de Cuba fue una institución de crédito creada en 1881 como sucesora del anterior Banco Español de La Habana, continuó sus operaciones en parte como representante de las finanzas de los españoles residentes en la isla, por lo menos hasta 1920. El capital norteamericano y cubano, como el de Gómez Mena, asfixiaron a dicha entidad financiera.

Por tanto el banquero Gómez Mena, contaba con capital suficiente para impulsar las obras y  La Manzana albergó, por tanto, el banco de su inversionista, y las oficinas de su compañía azucarera, por la que fueron sumamente conocidos en este país.

Un dato tenebroso, es que dos integrantes de esa familia fueron atacados y asesinados en su propio edificio. El 11 de enero de 1917, Andrés Gómez Mena resultó agredido y muerto por el relojero catalán Fernando Reugart  al considerar que el rico empresario había faltado al respeto de su mujer.  Y el 29 de enero de 1951 José Gómez Mena fue atacado a tiros cuando subía al edificio por la puerta de Zulueta, aunque no falleció. Su agresor fue Ángel Machado Palomino, ex empleado de confianza de uno de los ingenios azucareros de los Gómez Mena.

Fue Andrés Gómez Mena, quien acabó la primera planta y en 1909 comienza la construcción de dos teatros en los altos de los comercios: “El Politeama Pequeño” y el “Politeama Grande” inaugurados en entre 1909 y 1910. En el Grande ocurre la primera presentación de la gran cantante cubana María Teresa Vera con solo 15 años de edad y la Orquesta de este Teatro era dirigida por un joven músico de 16 años: el maestro Eliseo Grenet, autor de piezas míticas del cancionero cubano como Drume Negrita, Las perlas de tu boca,  Lamento esclavo, Tabaco verde, La comparsa de los congos, La mora, y el el clásico mundial Ay! Mamá Inés (todos los negros tomamos café).

Ambos se consideran glorias de la música cubana. Pero estos teatros no tuvieron mucha duración por lo que la información sobre ellos se pierde en el tiempo.  En 1905 el edificio fue casi completamente consumido por un gran incendio, y en 1911 Un incendio en la segunda planta también lo afectó.

Se considera que este establecimiento es en La Habana el precursor de las tiendas por departamento. En los altos del edificio se hacía teatro, se escuchaban zarzuelas e incluso se proyectaba el incipiente cinematógrafo, mientras en la planta baja continuaba el éxito de las ventas y era increíble la variedad de ofertas y artículos disponibles en lo que se puede concebir como el primer mall o centro comercial cubano.   La primera proyección de cine en Cuba fue el 24 de enero de 1897, cuando el empresario francés Gabriel Veyre, representante de la Casa Lumiere, los creadores de la fotografía animada en 1895, llegó dos años después de la antológica proyección parisina, y alquiló un salón aledaño al Teatro Tacón.

En 1918 se concretó la ampliación definitiva, los ocho ascensores  y los 560 departamentos con pasillos y portales por donde diariamente pasaban alrededor decenas de miles de personas, lo que hizo que los propietarios recibieran, sólo por concepto de alquiler, unos mil pesos diarios, toda una fortuna para su momento.

Todavía muchas personas recuerdan la sombrerería El Lazo de Oro y El Louvre, agencias de los mejores fabricantes de sombreros, tiendas de equipajes, Shoes and Hats store, y  no olvido que mandé a hacer un traje en la sastrería El Sol, sastres “anatómicos y fotométricos”,  un traje a la medida de casimir inglés  que me costo 50 pesos, a pagar en cuotas de cinco pesos mensuales. Y no era mentira, aparte de las medidas te tomaban fotografías (fotométricos) y el traje te quedaba perfecto.

En la cerca del jardín izquierdo, justo junto a la raya de foul,  en el Stadium del Cerro, había una valla que anunciaba a la Sastrería “El Sol,” Sastres Anatómicos y Fotométricos, Manzana de Gómez”. Al que bateara “jonrón” sobre ella, le regalaban un traje.  Aún en la actualidad, sigue grabado en el piso de granito el nombre de “El Sol” . Han pasado cien años y más en el suelo de granito de sus portales está, como recién construído, el logotipo “MG”, de la manzana de Gómez o de Gómez Mena.

No se alguien se haya ganado un traje, lo que si es cierto que un personaje muy popular en Cuba, el llamado Andarín Carvajal, en 1928 ya con 53 años de edad, logra la proeza de darle 4375 vueltas a la Manzana de Gómez.

Máximo Gómez y la Manzana de Gómez.

Quizás el que oiga por primera vez el nombre de Manzana de Gómez, y conociendo un poquito de historia de Cuba, lo asociará con el destacado General Mambí, el dominicano, General en la Guerra de los Diez Años y el General en Jefe de las tropas revolucionarias cubanas en la Guerra del 95 que condujo a la independencia de Cuba y llamado justamente el Generalísimo.

El Generalísimo se hizo célebre por la disciplina implacable que imprimió a sus tropas. Gómez entró en fuertes contradicciones con el Gobierno de Cuba en Armas presidido por Salvador Cisneros Betancourt por la concesión de grados militares a jóvenes de buena posición social que recién se unían a las filas mambisas. Fueron muchos los diplomas de nombramientos que rompió con sus manos, para después nombrarlos como soldados rasos y ubicarlos en sus filas. Con Gómez los grados tenían que ser ganados en combate.

Por su condición de extranjero no optó por presentarse como candidato a la presidencia ante las inminentes elecciones de 1902, en las que se postulaba Tomás Estrada Palma, a quien apoyó, proponiendo de paso a Bartolomé Masó, patriota probado en campaña, como vicepresidente de Estrada. Gómez era, sin embargo, el más popular y respetado de los guerreros que nos dieron la libertad, una vez desaparecidos físicamente sus allegados José Martí y Antonio Maceo, constituyéndose junto a éstos, como los tres adalides de la independencia.

Siempre que hablamos de él, hay que destacar estas frases del Generalísimo:

“..Extranjero como soy, no he venido a servir a este pueblo, ayudándole a defender su causa de justicia, como un soldado mercenario; y por eso desde que el poder opresor abandonó esta tierra y dejó libre al cubano, volví la espada a la vaina, creyendo desde entonces terminada la misión que voluntariamente me impuse. Nada se me debe y me retiro contento y satisfecho de haber hecho cuanto he podido en beneficio de mis hermanos. Prometo a los cubanos que, donde quiera que plante mi tienda, siempre podrían contar con un amigo. Los que esperan, están desesperados. Como yo no espero nada, estoy muy tranquilo con mi inesperada situación, descargado de toda responsabilidad y gozando del cariño de este pueblo que ahora más que nunca, me lo ha demostrado, comprometiendo, por modo tan elevado y sentido, mi gratitud eterna…”

Cualquier homenaje no será suficiente de quien, según José Martí:

“ha sabido ser grande en la guerra y digno en la paz.”

Pero siempre será recordado por esta esa frase:  “El cubano o no llega o se pasa”. Y creo que es la definición más exacta que alguien haya hecho de un cubano. El justo equilibrio no lo conocemos, somos hiperbólicos por excelencia.

Pero a lo que íbamos, Máximo Gómez nunca vivió en la Manzana de Gómez, y murió cinco años antes del fin de su construcción. En realidad durante su estancia en La Habana habitó en la antigua finca de los Capitanes Generales, a varios kilómetros de distancia, entonces,  y conocida como Quinta de los Molinos.

El nombre de la Manzana proviene de su promotor, que como vimos, fue un empresario cubano de origen español, Andrés Gómez Mena, de la familia Gómez Mena, dueña de numerosas propiedades, sobre todo relacionadas con la industria azucarera entre mediados del siglo XIX y mediados del XX.

Del puerto de Gijón salió en 1870, procedente del pueblo burgalés de Cadagua, Andrés Gómez Mena, el que salía en busca de su futuro en Cuba. Cuando murió, en 1917, fue enterrado en La Habana tras haber dado nombre a una de las principales avenidas de la ciudad y levantado cuatro ingenios azucareros. Su hijo José continuó el imperio y en 1936 se convirtió en el Secretario de Agricultura de Cuba y presidente de la Asociación Nacional de Hacendados, el lobby más importante de la isla.

Sus  herederos son justamente los Fanjul Gómez Mena, A mediados de los ochenta los Fanjul se extendieron a la República Dominicana, el lugar más parecido a su añorada Cuba, al comprar el ingenio azucarero el Central Romana Alfonso Fanjul Gómez de Mena, el hombre que suministra dos de cada tres cucharadas de azúcar que se toman en EEUU, multimillonario de pasaporte español es acusado reiteradamente de explotar a los cortadores de caña.

Como mudo testigo de su riqueza perdida, la antigua casa de la Condesa María Luisa Gómez Mena es el actual Museo Nacional de Artes Decorativas; conservando sus muebles, decoración, platería y demás, es un museo pequeño pero tan rico en obras como en historias que contar. El No. 502 de la calle 17, en el Vedado, es actualmente el llamado Museo Nacional de Artes Decorativas. Pero originalmente esta misma edificación era la casa de María Luisa Gómez Mena, Condesa de Revilla de Camargo, y fue construida entre los años 1924 y 1927.

Con el triunfo de la Revolución Cubana, en el 1959, la familia dejó el país, y, así mismo, una residencia que había sido recibidor para personalidades como los Duques de Windsor, la Duquesa de Alba y los Condes de Barcelona, en las décadas de 1940 y 1950. Sin volver nunca a su tierra, Maria Luisa murió en España en el 1965.

Estos salones exhiben magníficas piezas de la época de Luís XV, Luís XVI y Napoleón III, con manufacturas francesas como las obras Sèvres, o con manufactura inglesa como las obras Derby, Chelsea, Worcester y Staffordshire. El Comedor posee relojes y esculturas de la obra original de Martinot, el antiguo relojero del Rey Luís XV. En el Salón Neoclásico se encuentra la pieza más valiosa de la casa; un secreter “Dit A’ la Reine” que perteneció a María Antonieta y que fue comprado en una subasta en Francia. El Salón Boudoir muestra colecciones de orfebrería francesa del periodo de 1852 a 1871, típicamente decorada con perlas y otras piedras preciosas.

La Revolución y la Manzana.

La revolución cubana, que lo revolucionó todo, la mayoría para mal, destruyó, poco a poco, la Manzana de Gómez.

Al triunfo de la revolución, el  primero de enero de 1959, se habían atrincherado algunos masferreristas, que eran sicarios del esbirro Rolando Masferrer Rojas, que  fue un político, abogado, periodista, congresista, propietario de diarios, empresario y terrorista cubano quien fuera asesinado mediante la explosión de su automóvil con explosivo C4 en la ciudad de Miami el 21 de octubre de 1975. En la Manzana de Gómez se armó un tiroteo tremendo, del cual todavía podían verse los impactos de bala en el edificio hasta hace  unos años.

Sobrevivieron en los primeros años algunas tiendas en la planta baja, los pisos superiores, en su casi totalidad fueron destinados a escuelas, de oficios, idiomas, secundaria básica y facultad obrero-campesina y continuaron siendo utilizados a pesar del mal estado del inmueble, que sistemáticamente fue deteriorándose, salvo algunos locales comerciales reparados por tiendas de venta en divisas, un verdadero oasis dentro de tanta destrucción. Los elevadores llevaban más de 10 años sin funcionar, y había huecos donde una vez hubo ventanas y se cayeron muchos balcones.

Medio siglo sin mantenimiento ni reparaciones nos muestran que solamente una construcción sólida, como la Manzana, podría resistir sin derrumbarse completamente.

La Manzana  de Kempinski, primer hotel cinco estrellas plus de Cuba

El recientemente inaugurado Gran Hotel Manzana Kempinski La Habana, el primer cinco estrellas plus de Cuba, se erige esplendoroso, dentro de los diez mil metros cuadrados que forman las populares calles Neptuno, San Rafael, Zulueta y Monserrate, en el centro histórico

El lujoso hotel cuenta con una ubicación privilegiada. Se encuentra en el corazón mismo de La Habana Vieja, a pocos metros del Capitolio Nacional y el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso y está rodeado por el edificio de Arte Universal del Museo de Bellas Artes, El Parque Central, El hotel homónimo y el conocido Plaza, el mundialmente famoso Bar-Restaurante Floridita y la Plazoleta de Albear donde inicia la populosa Calle Obispo.

Fue erigido en la edificación que ocupara la otrora popular Manzana de Gómez, primer centro comercial cubano de estilo europeo, y cuya restauración inició en 2014. 

 Este lujoso hotel de seis pisos y 246 espaciosas habitaciones, de dimensiones entre 40 metros cuadrados hasta 150 la suite presidencial, única de su tipo en la Isla; con sus hermosos ventanales franceses, elevados techos y sus dos calles interiores que lo atraviesan diagonalmente y conectan con la circulación peatonal exterior, es todo un sitio repleto de historia.

En el sexto y último piso. se encuentran un Bar-Restaurante que puede atender hasta 104 personas, la piscina, cuatro salas de negocios, una cafetería, un gimnasio o centro fitness, Spa con servicios de belleza y la terraza, una pasarela transparente con barandas firmes y fuertes que se despliega alrededor del edificio, desde la cual puede disfrutarse de una exclusiva vista panorámica de toda la ciudad antigua.

En la planta baja se encuentran establecimientos de reconocidas marcas como Lacoste, Mango y Gucci, además de las populares Tiendas Recaudadoras de Divisas (TRD) Caribe y las del Grupo Empresarial CIMEX, que también existían allí cuando el edificio era la Manzana de Gómez.

El nombre tan cubano de “Manzana Kempinski”

Kempinski es el nombre de la cadena hotelera que en contrato de Administración Hotelera será el encargado de lanzar al estrellato con su mercado cautivo y su experiencia en la dirección de grandes hoteles de primer nivel que es además el grupo de hoteles de lujo más antiguo de Europa.  Hoteles Kempinski, es una empresa tradicional europea de hoteles de lujo, con 120 años de antigüedad, que desde su fundación en 1897 ofrece una calidad de primera categoría a sus huéspedes y un servicio exclusivo individualizado, en las 75 instalaciones cinco estrellas que administra en 30 países, y otros 43 hoteles que se encuentran o bien en fase final de proyecto o en construcción, y en cuya exclusiva lista ya figura Cuba con su Gran Hotel Manzana Kempinski La Habana, que tiene todas los atributos para convertirse en el “Place to be”(lugar para estar, por excelencia) de Cuba.

Pero de verdad se hace difícil, aunque el marketing lo exija, identificar ese lugar como Manzana Kempinski, así que seguramente dejará de ser para muchos la Manzana de Gómez pero lo que siempre quedará será “la Manzana”.

Los otros muertos que resucitan.

Le faltaba poco al Hotel Manzana Kempinski para ser inaugurado y por arte de magia, sus alrededores, también comenzaron a cambiar. Hace meses iniciaron las obras de restauración del Parque Central y de la Plazuela de Albear, y en la restauración del Parque se rescataron el pavimento, los elementos decorativos, el mobiliario que conforman los bancos de mármol y las fuentes.   Este entorno, por suerte, está también rodeado de ruinas, en proceso de resucitación.

La Habana, pródiga en hoteles famosos y cómodos, con la revolución y la censura al turismo extranjero, propició que muchos hoteles, la mayoría, se convirtieran en ruinas o en casas de vecindad,  y así pasaron a la historia verdaderos servicios de alojamiento con clientes cautivos  que repetía a menudo o cada año.   Los días de gloria del turismo norteamericano sobre todo pasaron a mejor vida y con la apertura forzada del turismo en los años 90 por motivos económicos, era preferible invertir en playas o nuevos hoteles asociados a reconocidas firmas hoteleras y de agencias de viaje  y no en reparar viejos hoteles.

Pero el encanto de los viejos hoteles no resistió más y se comenzó a rescatar viejos y añorados edificios que sumaron la nostalgia a la modernidad. Tal fue el caso de los Hoteles Telégrafo, Plaza, Inglaterra,  Sevilla, Saratoga, Ambos Mundos,  y otros se recuperan  y que vamos a repasar ahora.

El Packard, un hotel de cinco estrellas con 321 habitaciones y 10 niveles ubicado en la esquina de Cárcel y el Paseo del Prado, quedará oficialmente inaugurado en agosto del 2018, la edificación se levantó desde cero, en un área donde radicaba el antiguo Hotel Biscuit, inaugurado en 1911 y que en 1931 adquirió el nombre de Packard.

Se inició la construcción del hotel de lujo Prado y Malecón, sito en la intersección del mismo nombre, justo a la entrada de la bahía de La Habana. El diseño toma como referencia la herencia arquitectónica del Movimiento Moderno en Cuba. La entrada aludirá al rompimiento de las olas en el Malecón. El hotel romperá con el estilo constructivo que bordea la otrora “Avenida del Golfo” (hoy Malecón) y gracias a su ubicación, justo a la entrada de la bahía, ofrecerá a sus huéspedes una de las más envidiables panorámicas de la ciudad, donde además del paisaje náutico podrán observarse la fortaleza de San Salvador de la Punta y el Castillo del Morro. Mejor vista que esta es difícil de obtener en toda La Habana.

En 1900, los hoteles preferidos de La Habana estaban en el Paseo del Prado. El “Hotel Pasaje”, en Prado 95, a media cuadra del Parque Central; el “Hotel Inglaterra”, en Prado y San Rafael, de tres pisos y del que también ya hemos comentado; el “Hotel Telégrafo”, en Prado número 112 esquina a San Miguel, con dos pisos y capacidad para ciento cincuenta huéspedes; y el “Hotel Miramar”, en Prado y Malecón, que era el más caro de la ciudad. Precisamente en ese lugar y encima de sus ruinas,  se construye el Hotel Prado y Malecón.

Otro hotel nuevo es el Terral, sito en Malecón Esquina a Lealtad, con una envidiable vista al skyline habanero, pequeño pero envidiable.  Se anuncia que dos nuevos hoteles categoría 5 estrellas empezarán a construirse en el barrio de Miramar, en La Habana, justo en calle 3ra y avenida 70, contiguos a un gran centro comercial.

El Hotel Regis en Prado y Colón fue el resultado de un largo proceso constructivo que comenzó en el siglo XIX y alcanzó la primera mitad del siglo XX. Así, la fusión de las casas Prado 51 y 49, y las números 14, 12, 10 y 8 de la calle Colón, dio origen a un solo cuerpo constructivo, con fachada principal hacia el Paseo del Prado aunque su mayor extensión fuera por la calle Colón.

Una de las construcciones más maltratadas por el desinterés y el tiempo, es el “Gran Hotel”, conocido en sus años de esplendor por ser el más limpio y barato de la ciudad, como lo anuncian los diarios y revistas de la época. En sus inicios se le llamó “Casa de Huéspedes Roma” hasta 1925 cuando se transforma y cambia el nombre por el de “Gran Hotel”. El edificio que ocupó contaba, en la década de 1920, con tres pisos.

Este edificio está formado por dos bloques constructivos diferentes que ocupan parte de la manzana limitada por las calles Teniente Rey, Zulueta, Dragones y Monserrate. Su ubicación puede considerarse privilegiada por su fácil acceso al Capitolio, la Plaza del Cristo y su cercanía al Centro Histórico.  El “Gran Hotel” fue conocido por el de las cien habitaciones que hospedaba un día gratis a los pasajeros que venían en los ómnibus expresos del “Diario de la Marina” Habana-Santa Clara. Sus servicios se anunciaban en el citado periódico: “Viaja rápido y seguro Habana-Santa Clara por los expresos del Diario de la Marina”. Salida del Diario de la Marina por Prado, 2 de la madrugada y 8 de la mañana. Salida de Santa Clara, café El Artesano 8 y 9 de la mañana y 6 de la tarde”.

Entre los huéspedes ilustres de esta edificación estuvieron los famosos actores Enrique Borras y Ernesto Viches. La actriz y cantante española Pepita Embil y su esposo Domingo Plácido, acompañados de su hijo de seis años Plácido Domingo, también fueron alojados en el entonces Gran Hotel. En su reciente visita a Cuba espero que Plácido Domingo no haya pasado por allí, porque hubiera estado expuesto a sufrir un infarto.  Su Roff Garden le hizo competencia al del Hotel Plaza, e inauguró los bailes con la popular orquesta de Enrique Peña.

El famoso actor Paco Lara, segundo esposo de Rita Montaner, vivió allí por varios años y Amado Trinidad Velasco, presidente de la emisora RHC Cadena Azul, albergó en él al cantante puertorriqueño Daniel Santos cuando éste aún no era conocido por el público cubano. En la década de 1930, María Cervantes tocaba el piano y cantaba a dúo en su lobby con el tenor cubano Sansirena. Fue la etapa de esplendor y fama del Hotel.  El célebre actor de cine mexicano, Mario Moreno Reyes (conocido como Cantinflas) filmó allí la película del mismo nombre en el año 1944, donde hacía el papel de bell boy.  Creo que este dato lo saben pocas personas en Cuba.

Con su reparación, diría yo reconstrucción porque allí no queda nada, habrá otro lugar más en el que los cubanos no podrán disfrutar de unas buenas vacaciones merecidas. En Cuba el extranjero sigue valiendo más que el nacional.

Constructores indios y no cubanos.

El gobierno cubano declaró que los obreros indios tienen un rendimiento 3 o 4 veces superior y por ello fueron contratados para la construcción del Manzana Kempinski. El proyecto de construcción “Hotel Manzana” ha causado polémica, no por su estilo arquitectónico, que se mantiene fiel a sus influencias europeas de inicios del siglo XX, ni por su presupuesto o plazos, sino por las diferencias salariales entre los distintos empleados del lugar.  

La compañía francesa Bouygues, a cargo de la construcción del hotel de lujo en asociación con el Estado cubano, trajo más de cien obreros indios a Cuba para trabajar en el proyecto.

Las estrictas regulaciones sobre el salario que las empresas extranjeras pueden pagar a los empleados cubanos hicieron que el sueldo de los albañiles indios, entre 1200 y 1600 euros al mes, sea hasta diez veces más de lo que ganan los locales.

“Si nos pagaran esas cifras le construimos la Manzana de Gómez cuatro veces y mejor que los indios”, dicen varios obreros cubanos, que además de que ganan menos que sus compañeros, ahora su orgullo también está golpeado, porque hasta en eso son discriminados como cubanos.

Algunos dicen que desgraciadamente los trabajadores cubanos se hubieran robado los materiales y todavia estuviera incompleta la obra, sin  duda es como ha pasado con muchos otros lugares, pero más cierto es que el monopolio laboral del estado hace que a la gente se le pague muchísimo menos de lo que aportan y por ello no están estimulados a trabajar más y mejor y tienen que recurrir a una de las cosas que les ha enseñado la revolución: a robar.  No es más que la repetición del viejo adagio: “Ellos hacen como que me pagan y yo hago como que trabajo”.

Pero esto no es más que otra faceta de lo que se ha perdido en Cuba, lo que se refleja también en los alrededores de la Manzana.  La gente se inclina más a discutir de pelota en la “esquina caliente” en el Parque Central antes de averiguar el significado histórico de lo que lo rodea en ese lugar; prefieren comprar una pieza con motivos de Amelia Peláez y no averiguar quién fue la destacada pintora; las personas prefieren atiborrarse con el ruido infernal de un reguetón antes de disfrutar una sesión de jazz; a nadie le importa la Acera del Louvre ni el Hotel Inglaterra por su significado histórico en nuestra independencia, sino por las migajas que pudieran obtener de los turistas que allí se hospedan.

El Hotel y  las tiendas en él existentes en la Manzana y en todos los hoteles que la rodean, no son más que símbolos reiterados de las desigualdades sociales, que cada vez son más abismales, y que tristemente nos llevan directamente a la pérdida de nuestros valores como nación, que han sido cambiadas por unas cuentas de vidrio, como si todavía fuéramos los aborígenes que se encontró aquí el Almirante a su llegada.

Parece que el Apóstol sigue dormido para los cubanos, o los cubanos ya no se acuerdan de lo que nos enseñó, o simplemente se ha identificado su imagen y pensamiento, después de tanta repetición,  con la revolución socialista que ha provocado que hasta él, el más grande los cubanos, es rechazado, y que el pueblo cubano solo piense, como solución única en una cosa: irse del país.

Ya lo dijo José Martí en su “Vindicación de Cuba”.

“No somos los cubanos ese pueblo de vagabundos míseros o pigmeos inmorales; ni el país de inútiles verbosos, incapaces de acción, enemigos del trabajo recio, que, junto con los demás pueblos de la América, suelen pintar viajeros soberbios y escritores. Hemos sufrido impacientes bajo la tiranía; peleamos como hombres, y algunas veces como gigantes, para ser libres; estamos atravesando un período de reposo turbulento, lleno de gérmenes de revuelta, que sigue naturalmente a un período de acción excesiva y desgraciada; tenemos que batallar como vencidos contra un opresor que nos priva de medios de vivir, y favorece, en la capital hermosa que visita el extranjero, y en el interior del país, donde la presa se escapa de su garra, el imperio de una corrupción tal que llega a envenenarnos en la sangre las fuerzas necesarias para conquistar la libertad. Merecemos en la hora de nuestro infortunio, el respeto de los que no nos ayuden a la hora de sacudirlo.”

 

 

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