PLAZA DE LA CATEDRAL
LIBRERÍA JUAN CEBRIAN
Siempre lo tuve muy claro: a partir de que concluyera los estudios primarios comenzaría a trabajar y siempre continuaría estudiando, aún sin tener claras mis aspiraciones, pero obtendría una carrera universitaria a toda costa y a todo costo. Un primo hermano unos 12 años mayor que yo trabajaba en una encuadernación y librería, ahi estaban mis mayores esperanzas para conseguir un trabajo y un financiamiento para mis estudios y se lograron. Mi padre insistió en que estudiara solamente, pero mis ansias de independencia eran muchas, asi que en julio de 1957 comenzó mi aventura laboral en la Librería y Encuadernación Juan Cebrián.
Juan Cebrián, dueño del negocio, era un gallego que en la guerra de España contra los moros analizó que esa no era su guerra y decidió desertar como fuera, para ello aprovechó una escaramuza y se escondió bajo las dunas de arena, lo dieron por muerto y así, andando por el desierto del Sahara encontró a un grupo de beduinos, nómadas del desierto que lo acogieron a cambio de su fusil y anduvo con ellos casi un año, hasta que encontró una aldea en las cercanías del mar Mediterráneo, resulta que estaba a salvo, en Argelia, territorio entonces francés. Dejó atrás la frugal vida beduina, donde jamás se bañó, calor extremo de día y extremo frío de noche, mucho té y frutos secos, lavarse las partes más íntimas solo ocasionalmente y otras costumbres ajenas a nuestra cultura (el agua era solamente para los hombres, las mujeres no tenían derecho a ese lujo).
En Argelia tuvo la suerte de encontrar un grupo de desertores españoles y junto con un grupo de ellos comenzar la conquista de América, en particular Cuba, tierra preferida de los gallegos. Pero después de muchos años de trabajo Juan Cebrián era el dueño de una mediana pero exitosa y reputable librería especializada en libros de Derecho y una encuadernación de lujo que trabajaba casi exclusivamente para la librería mas importante de Cuba: La Moderna Poesía. Este negocio lo comenzó conjuntamente con otro socio gallego, Montero, el cual abrió posteriormente una editorial exitosa de libros de derecho.
Juan Cebrián nunca se casó, era un militante católico destacado, miembro de la Orden de los Caballeros de Colón y respetuoso al extremo de los santos mandamientos. En fin era una persona decente. Adoptó y crió desde niño al hijo de una familia amiga venida a menos y no salió a su imagen y semejanza. Jorge Serra Almer, el adoptado, se puede catalogar como se dice en Cuba, un jodedor criollo. Ayudaba al padre en el negocio, pero llevaba la vida de un playboy a pesar de estar casado y tener dos hijas.
Juan Cebrián llevaba todo el negocio, las cuentas, los pedidos, los pagos, los impuestos, etc. y el hijo se ocupaba de la parte operativa. Mi entrada al negocio fue como encuadernador, había terminado la primaria y ya expliqué que en Cuba tener sexto grado equivalía a un preuniversitario actual, además había pasado cursos de mecanografía de forma autodidacta pues mi padre me compró una máquina Underwood Golden Touch, que se pagaba a base de seis pesos mensuales y venía con un manual para aprender mecanografía, y mi velocidad y precisión escribiendo a máquina era comparable a la de los famosos sargentos de carpeta de las estaciones de policía.
También me habia graduado de la especialidad de encuadernación en una escuela de oficios. Sumarle a esto mi disciplina y mi interés en seguir estudiando, fue suficiente para que a pocos días de comenzar a trabajar me propusieran un trabajo a tiempo completo (hasta ese momento habia trabajado medios días de lunes a sábado ganando tres pesos semanales) con un salario de siete pesos semanales y aprendiendo todo lo que llevaba el viejo Juan Cebrián, a la sazón de más de 65 años y controlador y ejecutor casi exclusivo de todo el trabajo.
Muy rápido aprendí el trabajo que consistía en lo siguiente: Atender la librería o sea, la venta directa al público. Mecanografiar, a partir de los catálogos de novedades de las principales editoriales especializadas en Derecho, libros de México, Argentina, España y Colombia, el catálogo de ofertas semanales con la información sobre los diferentes títulos. Llevar a imprimir en Ditto, sistema de reproducción de la época a una imprenta cercana, recogerlo, ordenar los juegos y presillarlos y etiquetarlos para su distribución. Distribuir los catálogos semanales a los clientes usuales y otros bufetes de abogados y empresas, lo que hacía a pie tratándose de la Habana Vieja y en ómnibus a los de lugares mas apartados como Centro Habana y Vedado y algunos en la Víbora.
Nuevo recorrido a los dos días para recoger las demandas de los clientes. Realización del cómputo de libros solicitados para la compra, por Editorial y título. Consolidación con el dueño para ordenar la cantidad de libros a la editorial. Envío por correo aéreo de las solicitudes de libros a las editoriales extranjeras Recepción de los paquetes con los libros solicitados. Ordenamiento de los pedidos, su envoltura y etiquetado. Factura de los pedidos por cliente. Chequeo con el dueño de los pedidos a entregar y su forma de pago: al contado o a plazos y estado de las cuentas con los clientes. Entrega de los libros solicitados, muchas veces eran grandes volúmenes y tenía que entregarlos mediante el alquiler de un taxi que en esa época cobraban precios risibles hoy en día: de la Habana Vieja al Vedado entre 20 y 30 centavos.
Realizar depósitos en el Banco, en este caso el Industrial Bank, situado en la plaza de la Catedral, donde hoy radica el restaurante El Patio. Y así se repetía el ciclo, todas las semanas se recibian ofertas de libros nuevos y se les hacían saber a los clientes mediante catálogos propios, se hacía la solicitud a editoriales extranjeras y en menos de una semana estaban en nuestro poder, se pagaban a través del banco y nunca había errores. Nunca se pedía la cantidad exacta, sino algunos pocos ejemplares más que de iban a engrosar el fondo de la librería. El proceso de entrega era al día inmediato siguiente de llegar la mercancía y el que no pagaba al contado era porque tenía un límite de crédito prefijado con la librería y pagaba una cuota mensual fija, digamos un crédito de hasta cien pesos pagaba diez pesos mensuales. Eran pocos, la mayoría pagaba al contado, el sector era muy rentable y sigue siéndolo en el mundo.
Por supuesto la juventud y las ansias de mejorar me hacían caminar largos trayectos con grandes cargamentos de libros para ahorrarme los ocho centavos de la guagua o los treinta del taxi, los que iban a parar a mi bolsillo, no por mucho tiempo. Allí aprendí algo que fue como una pauta para toda mi vida, al entrar por primera vez me dijeron: si usted necesita una hoja de papel o mil, pídala, no la robe, que siempre así va a obtener lo que necesita….nunca lo olvidé. Claro que el dueño valoró mi desempeño y muy pronto, todavía no tenía catorce años ni edad legal para trabajar y mi salario aumentó a la respetable cifra de veinte pesos semanales, más las propinas de algunos abogados y los ahorros logrados con mis caminatas bien cargado de libros.
La competencia de las librerías más fuertes y conocidas que además editaban e imprimían libros de derecho como La Moderna Poesía, Editorial Selecta, Editorial Lex y Ediciones Montero, por nombrar algunas, nunca pudieron acabar con pequeños negocios como este, que además eran bien productivos, tal es así que aparte de la Librería como tal y la venta directa de libros, existía un Taller de Encuadernación de mucho prestigio que siempre tenía mucha demanda, tal es así que la Moderna Poesía enviaba al mismo los trabajos de Encuadernación mas delicados, tales como los libros de colecciones a encuadernar en Pasta Española u otros para bibliófilos, a dicho taller, a pesar de contar con grandísimas instalaciones para ello, pero que no daban abasto a la demanda o tenían mucha más calidad encuadernadas por Cebrián. Pero mi aventura en el mundo de los libros solo estaba empezando.
BAR SLOPPY JOE´S, HABANA VIEJA
La Habana Vieja era entonces el centro político, comercial y sobre todo turístico de la Habana y había siempre un hervidero de turistas sobre todo norteamericanos y ninguno dejaba de ir a tres lugares: el famoso bar Sloppy Joe’s, el Floridita (ambos conocidos internacionalmente) y la plaza de la Catedral.
Que no se me olvide comentar una anécdota, o no como tal sino algo que repetidamente veía, entre mis obligaciones estaba llevar depósitos al Industrial Bank como dije anteriormente, pues ahí en la Plaza de la Catedral era punto fijo e invariable, con su guitarra desvencijada (la que yo me había comprado para aprender a tocar, a un costo bien bajo, estaba mejor que esa) al que después fuera conocido como el cantor de la revolución al utilizar sus habilidades musicales para la difusión de los valores de la Revolución Cubana, cantando los hechos más relevantes y siendo cronista de los cambios acaecidos desde 1959, Carlos Puebla que iba con otro señor guitarrero detrás de los turistas desde la cercana Bodeguita del Medio hasta la Plaza de la Catedral cazando (hoy se diría jineteando) a los turistas norteamericanos. También en muchísimas ocasiones me tropecé en el Industrial Bank con el famoso poeta comunista Nicolás Guillén. En el Industrial Bank muchas veces cambiaba dólares y por cinco dólares me daban cinco pesos cubanos y 2 centavos. En aquellos momentos “el kilo (como se le dice en Cuba a los centavos) sí tenía vuelto”.
ANTIGUO INDUSTRIAL BANK, HOY RESTAURANTE EL PATIO, A LA DERECHA LA CATEDRAL DE LA HABANA.
BILLETES DEL BANCO NACIONAL DE CUBA DE LOS AÑOS 50
4 Comentarios
Pepe Folgueira
March 8, 2015 at 6:09 pmyo trabaje en el Industrial Bank de Matanzas como Comtador de la sucursal el presidente era Evangelisto Cardo Méndez, el vicepresidente era Roberto Pérez Echemendia y el auditor general un español Ricardo Montosa.
carlosbu@
March 8, 2015 at 6:17 pmHola Pepe, qué interesante, no sabía que el Industrial Bank tenía oficinas en otras provincias, siempre supe que era un banco bastante confiable y situado en un lugar envidiable , pero no era de los bancos más fuertes, aunque si de los más confiables aparte de los bancos norteamericanos y canadienses que a diferencia de los cubanos sí, lo eran, gracias por su comentario.
Pepe Folgueira
June 15, 2015 at 2:21 amleyendo un libro sobre la Mafia en Cuba, me entere que el Industrial Bank era un Bsnco que lo mando a fundar Meyer Lansky el mafioso para controlar el dinero del juego
carlosbu@
July 5, 2015 at 7:59 pmmuchas gracias por su comentario, muchísimas veces fui a ese bando e indague posteriormente y nunca conocí ese interesante dato.