The Long and Winding Road: un largo y tortuoso camino.
“The long and winding road
That leads to your door
Will never disappear
I’ve seen that road before
It always leads me here
Lead me to your door.
The wild and windy night
That the rain washed away
Has left a pool of tears
Crying for the day
Why leave me standing here?
Let me know the way.”
El camino largo y sinuoso
que lleva a tu puerta
nunca desaparecerá
he visto ese camino antes
siempre me lleva hasta aquí
hasta tu puerta
La noche salvaje y tormentosa
que la lluvia lavó
ha dejado un charco de lágrimas
llorando por el día
¿Por qué me dejas aquí parado?
Hazme saber el camino…
Lo que está pa’ tí nadie te lo quita
Uno de los acontecimientos más importantes de mi vida acaba de ocurrir: he recibido la ciudadanía norteamericana. Un sentimiento que mezcla gratitud y dolor, esperanza y nostalgia. Un ansia que tuve desde niño cuando mi padre quiso emigrar hacia los Estados Unidos en 1952 y los avatares de la vida, por ser el hijo menor y tener que ocuparse de mi abuela, se lo impidieron. Pero desde ese momento, siempre soñé con irme a vivir al país que más he admirado.
Después vendrían tiempos turbulentos, mi padre sería sentenciado a veinte años por conspirar contra el gobierno comunista y tras unos pocos años de libertad condicional, obligado a subirse a un barco y deportado a Estados Unidos a través del puente del Mariel. Entonces me tocó a mí la misma suerte, pues no podíamos dejar a mi suegra enferma y no podía venir con nosotros, así que se repitió la historia. De ahí que 1952 y 1980 marcaron en mi vida momentos en que ese anhelo pudo haberse hecho realidad, pero no se materializó.
Pero pasaron los años, los hijos crecieron y emigraron, y como dice el dicho, “lo que está pa’ ti nadie te lo quita”, y llegó mi momento, tarde, pero llegó, porque lo que está destinado para uno siempre llega y más cuando uno, por imposible que le parezca, no renuncia a alcanzar esa meta.
El juramento de fidelidad a la Constitución y las leyes de los Estados Unidos, así como defender en la forma que fuera necesaria cuando la ley lo requiera y renunciar al país de donde antes fuimos oriundos, son los tres principales postulados de ese juramento, que los nuevos ciudadanos prometimos sinceramente.
Y me pongo a pensar en lo largo y tortuoso de ese camino.
Cuántas gestiones, colas, gastos, suspenso, miedos y emociones han rodeado los cientos de pasos dados hasta llegar a este momento. Desde el primer certificado de nacimiento solicitado en Cuba, sufriendo la ineficiencia de todo el sistema cubano, sobornos incluidos, legalizaciones, trámites infinitos hasta llegar a la obtención del pasaporte, la intriga de si nos daban la salida o no, las gestiones de mis hijos en las embajadas argentina y mexicana, y después, al vivir en México, los viajes al Consulado Norteamericano en Guadalajara y a la Embajada en Ciudad de México, los sufrimientos (como el cuento de el gato de Alvarez Guedes) por la sospecha de que no nos iban a dar la visa para ir a Estados Unidos (en realidad me la dieron tres veces, las dos primeras con una sola entrada, y la tercera, cuando ya casi tenía decidido quedarme en Estados Unidos porque había nacido mi único nieto, me aprobaron una visa con múltiples entradas). En fin, puedo hacer, si pudiera recordarme de ello, un tratado con los miles de trámites y recursos empleados hasta llegar a este momento.
Un largo, larguísimo camino recorrimos los aspirantes a hacernos ciudadanos del gran país del norte, algunos por una ruta más larga y tormentosa, pero al final logramos el objetivo, el mío en particular, ser ciudadano del país donde siempre anhele que mis hijos vivieran, y esa es una gran satisfacción, sobre todo cuando veo que mi nieto va a criarse en un país libre y va a encontrar respuesta a sus motivaciones y aspiraciones.
Reflexiones sobre una doble ciudadanía
Algunos piensan que por perder un pasaporte o un papel van a dejar de ser cubanos, nuestras raíces tienen componentes y un sentimiento tan fuerte y tan prendido dentro de uno que no hay documento que lo borre. Tanto orgullo tengo de ser ciudadano del mejor país del mundo: los Estados Unidos de América, como de mis raíces cubanas. A Estados Unidos le debo algo que no se paga ni con todo el oro del mundo: la dignidad, la libertad y el respeto a mis derechos, a Cuba (y de paso a España) mi cultura, mis costumbres y mis memorias, entre las que se encuentran mis seres más queridos que ya no están conmigo.
Ambas las mezclo y surge un nuevo sentimiento donde los valores humanos aumentan y se dignifican. Y la decisión de emigrar de mi país natal para siempre no va a borrar lo que siento por mis raíces a pesar del contraste entre lo que viví y lo doloroso de recordarlo, comparado con esta nueva situación.
Son muchas las diferencias entre Cuba y los Estados Unidos. Con esta condición de ciudadano naturalizado, tengo el derecho de ejercer el voto para elegir a los oficiales que nos representan a todos los niveles, algo que en Cuba no pude hacer porque las elecciones eran una mentira total, por lo que estoy muy entusiasmado porque llegue el momento de la primera vez que voy a votar ya que va a ser un evento totalmente pensado, reflexionado y libre, algo que nunca he podido disfrutar. No importa quien gane en las elecciones, lo importante es que voy a ejercer mi derecho al voto sin presiones y de forma totalmente alineada con mis concepciones.
Por eso me pregunto: ¿de que me serviría la doble ciudadanía?.
Pros y contras
Me he puesto a analizar las ventajas y desventajas de ser un ciudadano de los Estados Unidos de América y de lo primero he encontrado muchas y de lo segundo, ninguna.
Estados Unidos, como todo, no es perfecto, pero como dice la canción de Pablo Milanés, se acerca a lo que siempre soñé.
Ya hablé del derecho a votar en las elecciones, uno de los grandes privilegios de los ciudadanos y otorgada por los principios democráticos en este país, pero también hay muchos otros que son la posibilidad de la inmigración de familiares, el acceso a oportunidades laborales que estipulan como uno de sus requisitos el ser ciudadano norteamericano, el acceso a ayudas financieras y olvidarnos de lo que representaba la caducidad de la residencia, pues la ciudadanía no tiene fecha de expiración. Y una ventaja muy importante es el derecho de portar el pasaporte de los Estados Unidos, uno de los más ventajosos del mundo.
Ahora bien, dije que no había desventajas y no las hay, o al menos no las encuentro, pero hay que estar claro que este es un país donde impera la ley, donde nadie está por encima de ella y es un Estado de derecho que debemos aprender a respetar. De ahí la importancia de profundizar en su historia, sus instituciones y sus leyes para hacernos dignos de él.
En fin, ser ciudadano de los Estados Unidos de América representa un privilegio, que aunque en mi caso no me permita, por mi edad, vivir el sueño americano como hubiera querido, representa el que me pueda considerar por primera vez, un ciudadano libre y feliz, con las oportunidades que me fueron negadas en el país donde nací. De ahí que al convertirme en ciudadano norteamericano no dejaré de demostrar mi agradecimiento y para ello voy a tratar de identificarme cada vez más con la nación que nos abrió las manos, en particular a los cubanos.
Por eso asocie este momento con la canción de los Beatles “The Long and Winding Road”, el largo y tortuoso camino, que habla de un viaje, que para mucha gente es el viaje de la vida, una metáfora de todos los retos que nos encontramos a lo largo de ese trayecto, que al final concluye con una recompensa por la que bien valió la pena todo lo que nos esforzamos por conseguirla.
Y como colofón el día de mi cumpleaños, cuando se cumplían exactamente diez años de mi salida de Cuba, recibí el Pasaporte norteamericano.
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