El Prado habanero
Sin duda que cuando nos hablan del Paseo del Prado nos viene a la mente el más famoso, el bulevar madrileño que va desde la plaza de Cibeles hasta la plaza del Emperador Carlos V, conocida como la Glorieta de Atocha y que junto con los paseos de la Castellana y Recoletos es uno de los principales ejes viales de Madrid. En el Prado están los Museos del Prado, el Thyssen-Bornemisza y muy cerca el Centro de Arte Reina Sofía. También en el Prado está el Real Jardín Botánico, el Palacio y Jardines del Buen Retiro, la Real Academia Española, la Estación de Atocha y los conjuntos de esculturas de las fuentes de Cibeles, Apolo y Neptuno, el Palacio de Comunicaciones, el Edificio del Banco de España de Madrid y decenas de construcciones históricas y hoteles emblemáticos como el Ritz y el Palace.
Con ese nombre existen residenciales y asentamientos en algunos países latinoamericanos pero un Prado a la imagen y semejanza del madrileño, salvando las distancias, solo existe en La Habana, la siempre fiel Isla de Cuba, como se le llamaba a nuestro país en la madre patria.
La Habana es una ciudad impactante donde se pueden encontrar incontables lugares que llaman la atención, tanto por su carácter histórico, monumental o simplemente por su belleza y majestuosidad. Una ciudad de medio milenio de existencia y asentada en un lugar bendecido por la naturaleza y el clima sin duda tiene mucho que ofrecer, tanto en lo antiguo como en lo moderno, en lo simple como en lo solemne. Y uno de esos atractivos es el Paseo de Martí o Paseo del Prado, como lo conocemos.
Este amplio paseo ha tenido varias denominaciones como son Paseo del Prado, Alameda de Extramuros, Alameda de Isabel II, Paseo del Nuevo Prado, Paseo del Conde de Casa Moré y Paseo de Martí, que es su nombre oficial. El parecido del paseo habanero con el madrileño que va desde la fuente de la Cibeles hasta la estación ferroviaria de Atocha, hizo que fuera nombrado como Paseo del Prado.
Con su hermosa senda central de terrazo, con sus pavimento de granito y trozos de mármol aglomerados con cemento y excelsamente pulimentado, sus farolas, adornos, bancos, leones y estatuas, así como los laureles sembrados a sus lados, fue inaugurado en 1928 y posteriormente mejorado con el tiempo y milagrosamente ha sobrevivido al cataclismo socialista.
El Paseo comienza en el Malecón, en la explanada y Castillo de la Punta en la misma entrada de la bahía de La Habana y frente al Castillo del Morro y termina en la calzada de Monte con la emblemática Fuente de la India, tras atravesar íconos habaneros como el Parque Central, el Capitolio Nacional y sus jardines y el Parque de la Fraternidad y decenas de otras curiosidades que es imprescindible repasar.
Cuando un habitante del interior del país llegaba a La Habana, lo que históricamente y casi siempre se hacía por la vía ferroviaria, caminaba pocas cuadras desde la Terminal de Trenes y llegaba al final del Paseo y área de visita obligada era caminar a lo largo de su extensión y sobre todo retratarse frente al Capitolio, donde abundaban los fotógrafos ambulantes. El turismo de antes de 1959, casi todo norteamericano, tenían en el Prado y sus cercanías toda una parafernalia de riqueza y disfrute a su alcance.
Muchas veces cuando niño, en los llamados viajes “a La Habana”, aunque uno vivía en La Habana, pero se traducía en ir de compras a las tiendas que abundaban en parte de La Habana Vieja, la calle Monte, Belascoaín, Galiano, Reina, San Rafael y Neptuno, pasé incontables veces por el Paseo del Prado, a lo que se sumó el concurrir para ver los paseos del Carnaval habanero, que era exclusivo de esa avenida, pero realmente cuando pude apreciar la majestuosidad de este lugar fue cuando comencé a trabajar en La Habana Vieja y con mi curiosidad innata, ayudada por el tipo de trabajo que realizaba, me permitieron caminar y conocer las maravillas que mostraba la capital cubana y en particular el Prado y sus calles colindantes, llenas de sorpresas insospechadas.
Esta avenida de doble vía de casi un kilómetro de extensión, compuesta fundamentalmente por un parque arbolado que divide ambas vías y que permite disfrutar del paseo, protegidos del sol cubano sigue siendo uno de los lugares más céntricos e icónicos de La Habana. La obra destructiva de la Revolución ha dañado a muchas de sus instalaciones pero el Paseo, su fama y su historia permanecen incólumes. Por algo Chanel lo escogió para su desfile de modas en La Habana.
Origen.
Hasta los años posteriores a la toma de La Habana por los ingleses, La Habana solamente contaba con dos vías principales de comunicación, por lo que estaba atrasada respecto a otras ciudades desarrolladas a pesar de la importancia que representaba para España este enclave estratégico sin el cual hubiera sido muy difícil la conquista de América. Estas rústicas vías eran la que comenzaba en la puerta de la Punta de la Muralla, donde está el antiguo Palacio Presidencial y llegaba hasta la Caleta de San Lázaro, donde está ahora el hospital Hermanos Ameijeiras y que después se constituyó en la calle San Lázaro y el otro era el que comenzaba en la puerta de Tierra de la Muralla, aledaño a la Estación Terminal de Trenes de La Habana y donde termina la calle Muralla (curiosamente había o hay un restaurante llamado Puerta Tierra) y que atravesaba lo que es hoy la calle Monte y llegaba a la actual calle Reina.
En 1772 La Habana no tenía ningún teatro, no se había edificado la Catedral ni el Palacio de los Capitanes Generales y donde estaban la Plaza de la Catedral y la Plaza de Armas había unas ciénagas. La Habana era una ciudad aburrida muy militarizada y el único entretenimiento era el participar en los desfiles o paradas militares y las procesiones o ceremonias religiosas.
Ya La Habana se había ido desbordando fuera de los límites que le imponía la Muralla, por lo que los espacios públicos eran insuficientes y el crecimiento de la ciudad requería de un desarrollo acorde con su carácter de capital.
Es por ello que la construcción de esta vía fue comenzada por el Marqués de la Torre en 1772 y los sucesores Gobernadores Generales la mejoraron, especialmente don Luis de Las Casas. Más tarde en el XIX, durante el mandato de Tacón, la antigua Alameda de Extramuros pierde su carácter campestre y se convierte en una ancha avenidas y en una principal vía de comunicación y además en ella se construyeron edificios públicos como el Teatro Tacón y los Juzgados de Instrucción y Primera Instancia de La Habana con la Cárcel y el Presidio. El gobierno de la isla por el gobernador Miguel Tacón, que duró dieciocho años, fue tan destacado en mejoras y obras públicas, sobre todo en La Habana, como ensombrecido por sus despotismo y su fomento de la trata de esclavos.
La estructura con la que fue diseñado el Prado permaneció sin cambios, pero fue mejorando en la medida en que sus alrededores se hacían obras constructivas. Su parte central para transeúntes originalmente era de tierra y sin pavimento, aunque tenía árboles frondosos a sus lados y durante la ocupación norteamericana entre 1899 y 1902 fueron sembrados álamos.
Durante todo el siglo XIX se acostumbraba a pasear con quitrines por toda la vía hasta el mar y regresar, por lo que el número de estos carruajes abiertos, de dos ruedas, con una sola fila de asientos y cubierta de fuelle, que se usaba en Cuba y era apropiado para su clima, era altísimo, lo que hacía peligroso cruzar la vía. Se le fueron construyendo aceras y bancos y llegó un momento en que en cinco lugares del Paseo se situaban simultáneamente bandas de música.
Estas bandas fueron una extensión del éxito de cuando al comienzo del Paseo, en lo que hoy es el inicio del Malecón, había situada una glorieta en la que se efectuaba una retreta semanal por la Banda del Estado Mayor del Ejército.
El Prado fue llenándose de elegantes mansiones y grandes edificios de sociedades de recreo y más tarde de hoteles, cines, teatros, restaurantes y comercios de todo tipo.
El desarrollo obligó a realizar un reordenamiento urbano, dividiéndolo en tres secciones
Una zona arbolada peatonal con calles laterales que iba desde Neptuno al Malecón. Una zona vinculada al Parque Central. Una zona vial con parqueos y que en uno de sus extremos tenía la Plazoleta de la Fuente de la India, el Parque de la Fraternidad y el Capitolio Nacional y sus jardines.
El inicio del año 1929 coincidió con el emplazamiento de ocho majestuosos leones de bronce sobre sus pedestales a lo largo del Paseo. La Habana, que era el puerto más importante para España en el Nuevo Mundo, estaba protegida de corsarios y piratas por varias fortificaciones que contaban con cientos de cañones que ya en el siglo XX resultaban obsoletos, por lo que fueron destinados a ser fundidos para conformar las esculturas de los leones.
Y como si fuera poco, el Paseo del Prado fue la primera calle asfaltada de La Habana.
Pero hay muchas curiosidades de la historia cubana que ocurrieron en el Prado.
Curiosidades y hechos
En el Paseo del Prado y en muchas otras obras, dejó su huella Carlos Miguel de Céspedes, ministro de Obras Públicas durante el gobierno de Gerardo Machado, el que se empeñó, y logró, convertir a La Habana en una ciudad moderna. Bajo su dirección se construyó el Capitolio, la Avenida de las Misiones, la Plaza de la Fraternidad en el antiguo Campo de Marte, el Hotel Nacional de Cuba y el que nos ocupa, el Paseo del Prado tal y como lo vemos hoy, y donde la población notó que una noche se acostaron con los pinos en el Prado y al día siguiente estaban sembrados los laureles que conocemos hoy, el piso de terrazo del paseo central se construyó, se mejoró la iluminación con las farolas eléctricas, se colocaron adornos y se ubicaron los famosos leones.
Asesinatos en el Prado
El Paseo también ha sido testigo de muchos hechos criminales, entre ellos varios asesinatos. Probablemente el más divulgado fue el que los cubanos conocemos como “Los sucesos del Prado” y que tuvieron lugar el 9 de julio de 1913 cuando en horas de la tarde, tras haber sido suprimido el juego y el cierre de todos los garitos habaneros por el jefe de la Policía, Armando Riva, le hicieron un atentado que no sólo acabó con su vida sino que puso en peligro a sus dos pequeños hijos que iban con él.
También fue sonado el crimen cometido por la bailarina exótica Patricia Schmidt, con el nombre artístico de Sátira, que asesinó a tiros a su amante, también norteamericano, en una historia relacionada con el famoso Hotel Saratoga. Jack Lester Mee era el amante de Patricia, la cual se quedó sin trabajo y tuvieron que irse a vivir al yate del norteamericano y abandonar el Hotel Saratoga por falta de pago.
Patricia consiguió un contrato para presentarse en el Teatro Fausto y se relaciona con el mafioso Amleto Battisti, propietario del hotel Sevilla y que controlaba uno de los polos del juego de azar y el tráfico de drogas, el cual se entusiasmó con la bailarina y le permitió presentarse en el Roof Garden el Hotel, acompañada de Jack como pianista. Pronto los celos hicieron de lo suyo y a bordo del yate fondeado en la bahía habanera Jack fue herido por un disparo en el cuello. Patricia declaró que había sido un accidente mientras su amante limpiaba la pistola, pero se descubrió que había sido un homicidio y Patricia fue acusada y condenada por asesinato y recluida en la cárcel de mujeres de Guanabacoa.
Era el año de 1947 y uno de los más famosos cantantes del momento, que se convirtió en un inmortal, Daniel Santos, el Inquieto Anacobero, hizo famosa una canción que decía:
“Siempre acuérdate que un Dios hay en el cielo. Nunca pierdas la fe ni la esperanza. No lo hiciste por odio ni venganza. Defendiste bravamente tu debilidad y honor”.
Gracias a la popularidad de la canción y lo oscuro del hecho, la opinión pública se puso de parte de la bailarina y en octubre de 1948, antes de dejar la presidencia, el presidente Ramón Grau San Martín le concedió el indulto. Se refugió con el italiano Battisti, pero fue secuestrada y golpeada, por lo que de inmediato abandonó el país y no se supo más de ella.
Hubo también, por lo concurrido del lugar, otros crímenes menores, pero el más sonado hecho criminal de todos los tiempos fue el asalto al Royal Bank of Canada, en Prado 307 entre Ánimas y Virtudes.
El grupo de bandidos liderados por Jesús Rivero Prendes (el chino Prendes) y Enrique Dobarganes Jorrín (Guarina) acompañado de otros, asaltaron el 11 de agosto de 1948 la Sucursal de The Royal Bank of Canadá, ubicada en Paseo de Martí Nº 807 de donde se robaron la cuantiosa suma de $576727.62 (más de medio millón de pesos, equivalentes al dólar y que al valor actual sumaría alrededor de diez millones de dólares), el mayor robo de dinero en efectivo jamás realizado en Cuba.
A las tres de la tarde quedaban en el banco pocos clientes, los asaltantes serenamente y sin mucha violencia amenazaron a clientes y banqueros y de forma muy fácil y diligente recaudaron el dinero de los cajeros y de la bóveda. Habían calculado, según las informaciones que poseían, que las operaciones diarias estaban alrededor de los cien mil pesos, pero se asombraron al ver la cantidad multiplicada casi seis veces, lo que los obligó a emplear, aparte de las bolsas que llevaban, los tapacetes de las máquinas de escribir y de calcular.
Salieron lentamente sin llamar la atención hasta llegar a donde estaba el auto en que se movían, tras amenazar a los rehenes que no salieran hasta pasados treinta minutos. Fueron dejando a participantes en distintos lugares y repartiendo el dinero en distintos sitios.
Varios carros patrulleros llegaron al banco y detuvieron a todos los que estaban sentados o paseando en el Prado, pero no tuvieron ningún resultado con ello.
El Banco informó que se habían robado alrededor de doscientos mil pesos y que ese dinero estaba respaldado por una compañía de seguros, pero un arqueo dio como resultado que había 365 mil pesos en la bóveda y 197 mil en las ventanillas, más de medio millón.
Todos los participantes fueron detenidos, juzgados y enviados al Presidio Modelo en Isla de Pinos, pero el chino Prendes, Guarina y otros escaparon, pero exceptuando al chino Prendes, que desapareció, fueron asesinados. Al ser detenidos solamente se pudo ocupar $ 256353.62, menos de la mitad de lo robado y del resto nunca se supo. Pero otras fuentes, probablemente más confiables duplica esa cifra y la lleva hasta un millón ciento veinticuatro mil doscientos noventa y seis pesos, algo así como veinte millones de dólares al valor actual. Como quiera que haya sido, fue un récord.
Igualmente se afirma que el atraco fue organizado por el representante a la Cámara Armando Fernández Jorva, ex alcalde de Güines y le debía mucho dinero al banco canadiense y para lo cual contrató a cinco delincuentes muy conocidos y gatillos alegres. Nada rado, los políticos si se han caracterizado y siguen caracterizándose por algo es que todos son unos delincuentes.
El Banco del Caribe estaba en Prado 152 esquina a Refugio, pero este era de menor volumen de operaciones y no fue objeto de ningún asalto, que yo conozca.
Pero ahí no pararon los hechos de sangre. En agosto de 1933 en Prado y Virtudes ejecutaron al coronel Antonio Jiménez, jefe del grupo paramilitar creado por el dictador Gerardo Machado para eliminar a sus opositores y conocido como La Porra. En esa misma esquina protagonizaron una discusión los legisladores Collado y Quiñones y cuando parecía haber terminado la discusión Quiñones, al retirarse, fue baleado a traición por la espalda por Collado.
En Animas y Trocadero el sargento Lutgardo Martín Pérez, quien sería después coronel y jefe de la policía motorizada en los años 50 con el gobierno de Batista, junto con Rolando Masferrer, otro sicario conocido, mataron a tiros a Emilio Grillo, alias “pistolita”, un gangster de la época. En el tiroteo mataron a Francisco Madariaga, el que se encontraba allí en mal momento y lugar pues iba a comprar un pasaje para ir a Aruba, donde vivía.
Y para no dejar de imponer su huella, los revolucionarios terroristas pusieron una bomba en Prado y Trocadero, lugar altamente concurrido, el día de la huelga del 9 de abril de 1958
Y algo que llamaba la atención era la proliferación de agencias de viajes y de aviación que allí se asentaron.
Agencias de Aviación a lo largo del Prado
El Prado se convirtió a partir de los años 40 y durante el siguiente decenio, en la sede de las oficinas de las crecientes compañías de aviación, donde se hacían gestiones de venta y reserva de boletos de viaje o de envío de carga. Ya a mediados de los cincuenta fue la Rampa en el Vedado el lugar escogido para este tipo de servicios.
Una de las pioneras fue la American Express, sita en Prado No. 20, de alcance mundial y que brindaba reservas de pasajes de líneas aéreas, buques, ómnibus y trenes de cualquier parte del planeta, así como ofertaba itinerarios y excursiones, fueran personales o grupales, una verdadera agencia de viajes, escasas en esos tiempos. También en esa época estaba en los bajos del Centro Gallego la agencia Dussaq Company Limited, que llegaría a ser la más antigua empresa cubana de viajes y transporte y que había sido fundada en 1876 y se especializaba en viajes internacionales y excursiones a Europa y a otros lugares del mundo.
A su vez Canadian Pacific Airline, estaba en Prado 454 y dominaba los viajes a Canadá, Australia, Hawaii, Japón y Hong Kong, Europa y Sudamérica. SAS. líneas aéreas escandinavas, ofertaba pasajes aéreos a Suecia y Noruega. La Braniff International Airways dominaba los boletos al oeste y medio oeste de Estados Unidos y a sudamérica. La British European Airways se especializaba en viajes a Londres y las posesiones británicas en las Antillas. La Aeropostal, de Venezuela, situada en los bajos del Hotel Sevilla, ofrecía boletos a Caracas y conexiones a toda sudamérica y fue la primera en hacer viajes con los lujosos Super G Constellation.
La famosa aerolínea holandesa KLM Royal Dutch Airlines, en Prado #251 esquina Trocadero, o se ubicaba en el edificio adjunto al Hotel Sevilla. También estaba en Prado y en la esquina de Trocadero la especializada en carga Cubana Aero Expreso que viajaba a varios países y a otras ciudades de Cuba.
La cubana Aerovías Q, en Prado 12, volaba a Cayo Hueso, Miami, Palm Beach e Isla de Pinos y fletaba aviones a todas partes, con una flota de Douglas DC-3 de 28 pasajeros que la hacía de las más exitosas y solicitadas.
Air France tenía igualmente sus oficinas en Prado y Trocadero, La BOAC, British Overseas Airways Corporation, en Prado 252 y Delta Airlines en Prado 301 mientras TAN Airlines estaba en Prado 62. En Prado 252 estaba la Asociación de Pilotos Aviadores Profesionales
Cubana de Aviación y PANAM (Pan American World Airways) que fuera la mayor compañía aérea del mundo hasta 1991, radicaban en el Vedado, en 23 y O. Hacia ese lugar, denominado La Rampa, migraron después casi todas las oficinas de aerolíneas.
Prensa y Radio.
El Diario de la Marina, periódico fundado en 1832, el más antiguo superviviente de los diarios, tuvo nueve domicilios hasta su emplazamiento definitivo en Prado y Teniente Rey en un majestuoso edificio frente al Capitolio.
El Hotel Saratoga fue sede de la emisora Radio García Serra, donde cantaron y tocaron en vivo importantes músicos de la Isla desde los llamados “Aires Libres”.
El llamado Palacio de la Radio estaba en Prado 53 que era la sede de la popular RHC Cadena Azul y la Cadena Roja, propiedad ambas de Amado Trinidad, fundador de la firma de cigarros Trinidad y Hermanos y creador de la primera red nacional cubana de radiodifusión sonora, las emisoras del interior enlazadas por el hilo telefónico para lanzar al aire las señales, y de la industria radial, la que convirtió en la mayor empresa mediática de la época y de la que llegó a ser el único propietario, desplazando a los anunciantes de las industrias menores hacia emisoras de poco alcance y concentrando las empresas receptoras, almacenistas y distribuidores de productos extranjeros, necesitadas de un mercado creciente en las emisoras de mayor cobertura. Un verdadero zar de la radio en Cuba.
En Prado 206 estaba Radio Continental y CMCA Radio Mambí en Prado 107, más tarde tras la revolución comenzó a transmitir en inglés como The Friendly Voice of Cuba y más tarde Radio Cordón de La Habana, hasta convertirse en Radio Metropolitana. Radio Caribe, con siglas CMCO que desde el edificio del Club de Cantineros en Prado 111 transmitía 24 horas en un estilo similar a Radio Reloj, noticias y la hora en punto cada minuto. Radio Continental, en el 206, y Radio García Serra, en el 260. Radio Cadena Habana transmitía desde los bajos del Centro Gallego.
Radicaban asimismo la corresponsalía de la Prensa Unida en Prado 158 y las redacciones de Diario de Cuba en el 412 y la revista Lux en el 615.
Y de la naciente televisión, el pionero de la TV en Cuba, Gaspar Pumarejo, transmitía todas las noches Escuela de Televisión desde el local del cine Prado en el número 210.
Los grandes Hoteles del Prado
A finales del siglo XIX y gran parte del XX, los mejores hoteles de la ciudad tenían sus puertas sobre el Paseo del Prado, el lugar donde acudían los turistas extranjeros y los visitantes del interior del país. Muchos cayeron en desgracia con la revolución y otros han tenido mejor suerte porque se mantuvieron funcionando o han sido modernizados y recuperados, algo de moda en los últimos años por el boom turístico.
Saratoga
En 1911 se inauguró como Hotel Gran Alcázar y en 1933 pasa a llamarse Saratoga, alcanzando gran popularidad y las guías turísticas lo registran como uno e los mejores de La Habana. En su terraza, conocida como los Aires Libres se reunía lo mejor del talento musical cubano y su fama llega hasta 1960 cuando el gobierno revolucionario interviene el inmueble y lo convierte en edificio de vecindad, siendo rescatado y reconstruido con categoría de Cinco Estrellas Plus en 2005 y donde se han hospedado personajes famosos del mundo y ganado nuevamente su fama.
Iberostar Parque Central
Elegante hotel 5 estrellas en La Habana ubicado en el mismo centro de la ciudad. Su estilo colonial español combinado con modernismo, que recoge la cultura de las calles, se complementa con la reputación de ser el mejor hotel de La Habana. Se construyó aprovechando toda la manzana que colinda con Neptuno, el Parque Central y el hotel Plaza y está conformado por dos edificios, uno colonial y otro moderno que están unidos por un túnel bajo tierra. Fue operado inicialmente por la Golden Tulip y habiendo sido aceptado yo como Gerente de la parte cubana, fui vetado por influencias de Vila Sosa, un corrupto dirigente de la esfera militar con el que tuve diferencias. La Golden Tulip, por hechos como este que se fueron acumulando, se retiró de su presencia en Cuba. Hasta finales de los años noventa, cuando fue construido, el lugar estaba ocupado por inmuebles casi en ruinas.
Hotel Inglaterra
Es el establecimiento hotelero en activo más antiguo de la Isla. Data de 1875 y se ubica frente al Parque Central. No se explica por qué se llama Inglaterra un hotel que se caracteriza por mostrar el encanto de la bella época española con vistosos azulejos sevillanos, los mosaicos valencianos y alicantinos, losas importadas de Andalucía, esculturas hispánicas, y con una fachada llena de elementos ornamentales criollos de época como balcones con barandas de hierro fundido y vitrales. El Café Louvre, lugar de encuentro para simpatizantes de las causas independentistas cubanas y turistas de la elegante ciudad del siglo XIX. Allí pronunció Martí un discurso y Maceo se hospedó en él por seis meses. Fueron huéspedes ilustres Federico García Lorca, Anna Pavlova, José Raúl Capablanca, Ramón Fonst, Winston Churchill, Rubén Darío, Luis Mazzantini y Sarah Bernhardt. Para finales del siglo XIX, el hotel se calificó como uno de los mejores del mundo.
Hotel Telégrafo
El Hotel Telégrafo fue fundado en 1860, en la calle Amistad y en 1888 se traslada a su ubicación en la esquina de Prado y Neptuno. Reconstruido totalmente en 1911, y calificado en su época como el hotel más moderno de la Habana Vieja y entre los once mejores de América Latina. Hacia 1914 todas sus habitaciones y el restaurante tenían teléfonos que brindaban a los huéspedes servicios de llamadas nacionales e internacionales, y en una época en que hasta los baños públicos eran una rara y lujosa novedad, ya este Hotel en la Habana contaba con ellos. Todo ello lo que lo hizo el preferido de hombres de negocio y periodistas extranjeros de paso por la Isla. Al triunfo de la revolución era una casa de huéspedes y después se convirtió en una ciudadela, y por fortuna fue recuperado hace pocos años.
Hotel Sevilla
Es un Hotel muy famoso en La Habana y en el mundo se conoce por aparecer sus personajes en la película basada en la novela de Graham Greene, Nuestro Hombre en La Habana. Construido en 1908 en estilo neoárabe con cuatro plantas, fue rebautizado en 1919 como Hotel Sevilla-Biltmore y en 1924 se construyó de diez plantas y una azotea. En 1939 lo compró el mafioso Amleto Battisti el cual montó un casino vinculado a la mafia, pasando más tarde al imperio de Santo Trafficante Jr., siendo destruido por las multitudes en enero de 1959 con el triunfo de la revolución y reconstruido más tarde.
El Sevilla fue la comandancia de un capo mafioso encubierto, que reinaría en un mundo de vicio y negocios turbios como lo fue Amleto Battisti y Lora que se apoderó de su administración a partir de 1939. Desde esta casa de descanso, Battisti expandió su interés sobre todo en materia de juego, carreras de caballos, casinos, prostitución organizada, compañías de bancos y nexos con la mafia internacional. Fue tal su engarce con esa época que incluso se inclinó hacia la política cubana del momento.
El calabrés Amadeo Barletta Barletta fue de los que enraizó la delincuencia en Cuba, la de cuello blanco. Y por si fuera poco, representó los intereses de Benito Mussolini en América, hasta incluso figurar para los historiadores como doble agente de inteligencia. Es perseguido en 1942 por el FBI y logra escapar abandonando su escenario cubano, en particular el Hotel Sevilla, a donde regresa en 1946 para representar también a la General Motors.
Gran Hotel Manzana Kempinski
La famosa Manzana de Gómez, el primer complejo comercial de estilo europeo en Cuba con dos calles diagonales interiores, edificación emblemática de la capital, y que fuera abandonada casi hasta su derrumbe por el régimen, fue reconstruida e inaugurada en 2017 como Gran Hotel Manzana Kempinski, una instalación de lujo Cinco Estrellas Plus.
Packard
Fundado como Hotel Biscuit en 1911, en 1931 adquirió el nombre de Packard porque en sus bajos radicó el concesionario de los automóviles Packard, el carro de lujo de la época. En 2018 fue rescatado de las ruinas y re inaugurado. Con excelentes vistas de la capital hacia el malecón y la bahía de La Habana, así como al castillo del Morro. En este mítico hotel se alojaron en los años 50 personajes como Marlon Brando o Pablo Neruda.
Pasaje
El hotel Pasaje consistía en un edificio de dos plantas construido hacia 1871 y fue el primer establecimiento hotelero dotado en la Isla con un elevador hidráulico. En esa época no existían hoteles y los visitantes se alojaban en hostales, posadas, conventos o casas de huéspedes, por lo que a partir de 1850 comienzan a surgir estos establecimientos. Su frente daba al Paseo del Prado y el fondo a la calle Zulueta y en este pasaje, cubierto con un techo de hierro y vidrio, había comercios y establecimientos de servicios. Ese pasaje o corredor de una calle a su paralela daba nombre al hotel. Ese lugar tan céntrico, al lado del Payret y a pocos metros del Parque Central se hizo famoso por su ubicación y también por su lujo. Allí se hospedaron los generales norteamericanos Grant y Sherman, el expresidente Grover Cleveland y el multimillonario William K. Vanderbilt. Se derrumbó en los años ochenta y ahora está en construcción un hotel en toda la manzana, incluyendo el teatro Payret.
Caribbean
Hotel modesto construido en los años cincuenta y que asombrosamente se ha mantenido y modernizado y que cuenta con una ubicación envidiable.
Miramar
El hotel Miramar, en la esquina con Malecón, era el más caro de la ciudad. Era un hotel pequeño, pero muy lujoso, con chefs de cocina franceses y un orden y limpieza extremados. La esquina fue asiento del Hotel Miramar y, más tarde, del Miramar Garden, centro de reunión de la juventud bailadora de la época y donde también había peleas de boxeo. Después fue quedando en ruinas y durante muchos años se especuló sobre la construcción a ejecutarse allí.
Finalmente se construyó el Hotel Paseo del Prado que tiene una ubicación privilegiada entre todos los hoteles habaneros en el final del malecón habanero, justo en la intersección con el Paseo del Prado y desde donde se puede observar la bahía, el malecón, la explanada de la Punta y el Castillo del Morro, la Fortaleza de la Cabaña y el Cristo de La Habana. Lo que lo hace un inicio inigualable del Malecón.
Forma un triángulo con la intersección con la calle San Lázaro, lo que le da una imagen de la proa de un barco, muy a tono con la entrada de la bahía y el faro. Desde cualquier parte del hotel se tendrá una excelente vista del océano desde sus balcones y puentes. Igual que el Packard, el Saratoga y el Manzana, apto solo para ricos y no para cubanos.
Regis
En 1953 se transforma de casa de huéspedes en hotel y se unen los números 161 y 163 de Prado. El nuevo hotel estaría en Paseo del Prado y Colón en la esquina del costado del Teatro Fausto y sus obras fueron terminadas en 1955 con comercios en la planta baja. Con el triunfo de la revolución decayó y ahora está en fase de reforma y se convertirá en un hotel con categoría de boutique.
Areces
Ramón Areces, el fundador del imperio comercial español “El Corte Inglés”, emigró a Cuba y allí aprendió el oficio que lo volvería un millonario al trabajar en la gran tienda El Encanto, cuyos métodos comerciales llevó a España. Y fue Areces el que construyó el Edificio Areces, que funcionó como Hotel hasta años después de su regreso a la Madre Patria.
Y no mencionamos la pléyade de hoteles que existen en sus calles paralelas o laterales como son el Plaza, el Lido, el New York y las decenas de hostales de lujo en la cercana Habana Vieja así como los cientos de ofertas de Airbnb. Ese encanto el tiempo no ha podido borrarlo, todo lo contrario.
Sociedades y restaurantes.
El Centro de la Habana en el siglo XIX y primera mitad del XX, fue el sitio escogido para las sedes de las asociaciones regionales españolas y de otros países, así como de restaurantes famosos. Los reyes indiscutibles eran los Centros Gallego y Asturiano.
Los centros Andaluz y Montañez, así como la Asociación Canaria, tenían su sede en los números 104, 362 y 201, respectivamente. El Casino Español, la primera gran asociación, se ubicó en Prado y Ánimas, se creó en 1869 y era la decana de las sociedades regionales españolas. Después del triunfo revolucionario se convirtió en el Palacio de los Matrimonios y allí me casé.
En 1901 en el hotel Pasaje, se constituía oficialmente el American Club, que pasaría a sesionar, con sus socios fundadores, en el edificio de Prado y Virtudes, a partir de lo cual se juntaron norteamericanos, cubanos y españoles muy ricos y mostró la presencia de una vigorosa e influyente colonia norteamericana en Cuba.
El Centro Vasco, en los inicios del Prado, después fue trasladado al Vedado, y las comidas de la Tasca Española, en el número 51 del Paseo eran famosas. El senador Eduardo Chibás, que nunca dio propinas, salvo en un restaurante llamado La Maravilla en la calle Villegas, donde dejaba cuarenta centavos, en Los Tres Ases, en Prado 356 era aficionado a las costillas de cerdo Badén que allí preparaban pero no daba propinas.
La poco conocida comida italiana tuvo en el Frascati en Prado 357 un pionero de la cocina italiana, además insuperable en calidad entonces. En Prado 355 estaba la Unión Hebrea Chevet Ahim con platos de la gastronomía judía, mientras en el 216 estaba la Asociación Libanesa de La Habana y en el 258 la Asociación Sirio-Libio-Palestina. El Club Prado 86 estaba en Prado 264, como se conocería después a una famosa pizzería. En el 260 está ahora la Unión Árabe de Cuba.
Cerca de Trocadero estaba la casa del mayor general José Miguel Gómez, sede hoy de la Alianza Francesa. Allí estuvo la casa de Marta Abreu, que el caudillo liberal demolió para construir la suya.
En Prado y Neptuno estaba mi favorito: el restaurante Miami. Era sitio obligado para ir a almorzar un steak de jamón a la hawaiana y una cerveza Guinness Cabeza de Perro los sábados después de cobrar.
El Anón de Virtudes
La champola de guanábana que degustó Federico García Lorca en “El anón de Virtudes”, durante su visita a La Habana en 1930, le hizo escribir: “No hay refresco en todo el mundo que tenga nombre más eufónico y altisonante, ni que sepa mejor”. Hoy sólo algunos ancianos recuerdan el sabor de la champola. Y al viajero que pretenda experimentar el deleite que sintió Lorca al conocerla en una cafetería habanera, no le quedará otro remedio que seguir viaje hacia Miami, para allí encontrarse con algo parecido, nunca el mismo que tomó Lorca y que tomaron los de mi edad.
Ahora existen algunos restaurantes, sobre todo pertenecientes a sociedades españolas, Los Nardos y el Asturianito ambos en Prado 563 frente al Capitolio, tienen comida española de la buena. En Prado 303 uno que se ha hecho muy famoso: “Había una vez”. En Prado 264 la que una vez fuera famosa pizzería ahora tiene mala evaluación en Tripadvisor. Otro restaurante nuevo está en el 115, “Tatagua”, comida española y muy buena reputación. Havana Gourmet con buena comida cubana, italiana y caribeña en donde ahora radica el Centro Asturiano de La Habana. También asturiano está en el 309 esquina a Virtudes “La Terraza”, con la mejor evaluación de los restaurantes situados en el Paseo del Prado y que se especializa en comida caribeña, latina y mariscos.
Otras curiosidades del Paseo del Prado.
Las tiendas de souvenir para turistas eran numerosas, sobre todo las que anunciaban “Alligator Goods”, ofreciendo artículos hechos con piel de cocodrilo. Era famosa la tienda el Waterloo en Prado 569 frente al Capitolio y muy cerca El Machetazo, ambas de muy bajos precios y por tanto muy populares.
Lo mismo ocurría con los bares, como Partagás, en el 359; Wonder Bar, en el 351, y la Barrita de Don Juan, en el 567. Y ni hablar de las calles adyacentes, donde muy cerca se podían encontrar lugares para comer “fueras de liga” como La Zaragozana, el Castillo de Farnés, el Baturro e icónicos como El Floridita y el Sloppy Joe’s. A pocas cuadras estaba La Casa de los Vinos, la famosa casa de productos españoles de Santos y Parapar en Esperanza y Factoría a un costado de la Terminal de Trenes, famosa por su exhibición de jamones y embutidos. Y también cerca en Consulado 221 la Piccola Italia, que se anunciaba como la Prima Installata in Cuba. Puerto Tierra estaba en Egido 495 y Puerto de Sagua en Acosta y Monserrate.
El primer anuncio lumínico en La Habana se instaló en el Hotel Telégrafo y era una bandera cubana hecha a partir de bombillos incandescentes con sensación de movimiento que anunciaba la cerveza La Tropical.
A su vez el primer sistema de alumbrado eléctrico de Cuba, creado con lámparas de arco, fue inaugurado en La Habana en marzo de 1889 e iluminaba algunas calles, el Parque de Isabel II (actual Parque Central) y el Paseo de Isabel la Católica. (actual Paseo del Prado).
El final del Prado, contrario a su comienzo en el mar, fue durante mucho tiempo el símbolo más popular de La Habana, la Fuente de La India o la Noble Habana, una inspiración que dio nombre a la ciudad. Este lugar fue el de mayor vida a finales del siglo XVIII con bailes y retretas y por allí pasaban constantemente carruajes paseando.
El Parque Central fue el sitio escogido para erigir un monumento a José Martí y realizado por cuestación popular y en su inauguración habló Máximo Gómez y a partir de ahí el Prado se denominó oficialmente Paseo de Martí.
Aires libres
Los famosos Aires Libres del Prado, que comenzaban en la calle Dragones y Prado, justo al lado del Hotel Saratoga y frente a la Fuente de la India, se extendían hasta la calle San José, donde se encuentra ubicado el cine Payret, fueron por mucho tiempo el principal centro de diversión de La Habana. Este sitio tenía un portal espacioso donde estaba una tarima de cristal con bocinas para el exterior orquestas en vivo, acompañando a los intérpretes vocales más famosos de Cuba.
La esquina de Prado y Neptuno se hizo famosa en la década de los años 50, con la pieza musical “La Engañadora”, que gozó de gran popularidad. En una sala de bailes en ese lugar surgió, con la autoría de Enrique Jorrín, el primer chachachá.
Y muy recientemente el Paseo del Prado ha sido el primer lugar en Cuba donde se celebró una pasarela de moda de alto lujo y fue la elección de la casa francesa de alta costura Chanel, la que decidió presentar su colección Crucero 2016-2017, un gran espectáculo de opulencia en un ambiente caribeño y que cerró con una conga con un contraste inesperado.
Los cines del Prado.
Por supuesto que por su importancia también el cine tiene mucho que ver con este Paseo, comenzando porque la primera función cinematográfica realizada en Cuba se produjo el 24 de enero de 1897, en un local ubicado en Prado 126, entre San Rafael y San José. Después se hicieron proyecciones en el Teatro Tacón, hoy Gran Teatro de La Habana y antiguo Centro Gallego situados en ese mismo lugar.
El cine Nueva Inglaterra en San Rafael y Consulado, se edificó, contiguo al Hotel Inglaterra, siendo inaugurado en 1913 y para su época era amplio, con 150 butacas y con una confitería, la primera en este tipo de instalaciones y que después se haría imprescindible en los cines.
Y para no ser menos también fue en un cine del Paseo, el teatro Fausto, considerado entonces el más lujoso de la capital, donde se proyectó por vez primera una película sonora.
El Cinematour, estuvo en Ánimas entre Prado y Zulueta y construido en 1913, era toda una curiosidad, pues consistía en un vagón de ferrocarril en el cual eran exhibidas filmes sobre viajes y que asemejaba un viaje en tren con tickets similares a los de los ferrocarriles, asientos de pajilla y cobradores con uniformes de ferroviarios.
En la esquina de Trocadero, en los bajos del Centro de Dependientes, estaba el cine Negrete, así nombrado en honor al actor y cantante mexicano jorge Negrete, bastante desagradable como persona por cierto y era largo y estrecho.
El Lara en Prado 353 entre Neptuno y Ánimas se inauguró en 1919, en una casa adaptada con ese propósito, para hacerle competencia a más de diez salas similares. Este cine fue uno de los primeros en Cuba que empleó ventiladores, cuando se reformó en 1924.
El Montecarlo se construyó en 1915 en Prado entre Dragones y Teniente Rey, muy próximo al teatro Payret, en un lote estrecho y profundo, como era costumbre para aprovechar casas o locales con ese fin comercial.
En el 563 estaba el cine Capitolio, justo frente a esa edificación emblemática y casi al lado de la famosa tienda El Machetazo y exhibía filmes para adultos. En el número 210 de Prado existió el cine Prado, en la esquina con Trocadero y que se renombró como Margot a partir de 1918. El Maxim, en Prado y Virtudes, y el Galatea, en Prado y San José, eran los dos cines de más categoría en la capital. En 1921 se inauguró el cine Maxim, con capacidad para mil quinientas personas, con muy buena ventilación de su salón y cuyas funciones eran al aire libre.
Se edificaron cines en el interior de los lujosos hoteles Sevilla y Miramar. En 1909 se inauguró el Miramar Garden, en Prado y Malecón, primera sala al aire libre, algo que con el tiempo se hizo muy popular, ya que entonces el cine era silente y los ruidos exteriores no lo afectaban. En Prado, entre Ánimas y Virtudes se construyó en 1919 el cine Royal, también al aire libre que tenía la apariencia de una carpa de circo.
Pero el más famoso de todos fue el teatro Payret, en la esquina de San José, que se inauguró en 1877 y por cuyo escenario desfilaron famosos cantantes de ópera, actrices como Sarah Bernhardt y bailarinas como Anna Pavlova, en él se dieron espectáculos circenses como Pubillones y Santos y Artigas y actuaron los mejores cantantes y actores y actrices cubanos. Esta emblemática sala ahora está condenada a la desaparición, pues será construida en toda la manzana que ocupa, un hotel de lujo y del resto de los cines mencionados solo se mantiene en funcionamiento el Fausto.
Y ni hablar de los alrededores del Prado, donde pululaban las salas importantes muchas de ellas, como el Campoamor, Actualidades, Verdún con su techo que se abría y cerraba, Majestic, Niza, Cinecito, Duplex y Rex, el Alkázar donde más tarde funcionó el Teatro Musical de La Habana y otros cercanos.
El Prado de hoy
El Paseo del Prado hoy en día es muy diferente al que conocí en los años cincuenta. Hoy El Prado es un paseo bastante maltratado, descuidada su alameda central y sus árboles, en mal estado sus aceras y sucios sus portales. Rodeado en muchas partes por edificaciones ruinosas o simplemente por ruinas, transitado por pocos turistas y un ejército de cazadores de divisas, convertido desde la calle Neptuno hasta Dragones en un gran parqueo de vehículos, con filas interminables de gente en espera de ómnibus o boteros (autos con recorridos fijos en los que van todos los que pueden) en que moverse.
Atrás quedaron sus aires libres que en el pasado lo hicieron famoso, ya no hay acompañamientos musicales, ni existen los desfiles y actos cívicos que los estudiantes realizaban cada 28 de enero en honor a José Martí en el Parque Central.
También se siente nostalgia por cuando aquí eran los paseos del carnaval, cuando las comparsas de los sábados de forma totalmente libre, espontánea y popular, hacían sus evoluciones coreográficas frente al Capitolio, donde se encontraba el jurado que daba premios a las mejores; y en particular los paseos de los domingos que, viniendo del Malecón, hacían el recorrido de ida y vuelta desde la Punta hasta la Fuente de la India, con sus fabulosos desfiles de carrozas, donde iban la reina, sus damas, hermosas mujeres y hasta el rey Momo, autos convertibles con gente disfrazada y camiones adornados, acompañados por la música de las orquestas, las serpentinas y los confetis, en un derroche de alegría y colorido donde participaba toda la familia, sin borracheras ni broncas callejeras.
No por gusto el Prado comienza justo frente al Morro y el Malecón, símbolos habaneros por excelencia y a lo largo de él se asientan otros íconos habaneros como el Parque Central, los Centros Gallego y Asturiano y el Capitolio Nacional, por mencionar algunos.
Y tampoco por gusto Enrique Jorrín se inspiró en él para escribir el emblemático chachachá La Engañadora:
“A Prado y Neptuno
Iba una chiquita
Que todos los hombres
La tenían que mirar…”
Un lugar sin par en la hermosa Habana que no ha sido derrotado por el tiempo ni la desidia.
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