Capitolio, del latín capitolium, era una de las siete colinas de Roma. El Capitolinus Mons era la ubicación del centro religioso y político establecido durante la antigua república romana. Actualmente se le conoce por el nombre en italiano “Campidoglio” y la plaza que lo forma fue diseñada por Miguel Ángel. En ella se encuentran actualmente -en los dos palacios gemelos a derecha e izquierda de la plaza- los Museos Capitolinos, así como la sede de la Alcaldía de Roma en el palacio que está al fondo. Fue en la sede de la Alcaldía donde se firmaron en 1957 los Tratados de Roma, que dieron origen a la Comunidad Económica Europea y a la Comunidad Europea de la Energía Atómica. Los Museos Capitolinos albergan la imagen de la loba capitolina.
El Capitolio original y otros capitolios.
El Capitolio de Roma
Como dice la frase que ”Todos los caminos conducen a Roma“, la capital italiana, ciudad llena de dos milenios de la historia, nos muestra reconocidos lugares de interés histórico como son el Coliseo, el Foro Romano, el Panteón y El Vaticano con su famosa Capilla Sixtina con su impresionante techo y entre ellas destaca el Capitolio, que continúa sirviendo como la sede del gobierno de la ciudad.
En esta cuna de la civilización occidental, donde la mayoría de los sitios históricos están a poca distancia el uno del otro, el Capitolio se localiza entre el Foro y el Campo de Marte, y en una de las siete colinas de Roma. también llamado Colina Capitolina o Monte Capitolio era la sede del cuerpo legislativo en la Roma renacentista.
En el siglo XVI, se había convertido en el Capitolino Campidoglio y el mismo contiene algunas ruinas antiguas a nivel del suelo, ya que son casi totalmente cubiertos por palacios medievales y renacentistas (que ahora alberga los Museos Capitolinos) y que rodean una plaza, un importante plan urbano diseñado por Miguel Ángel.
Definamos entonces que Capitolio es un lugar que simboliza la cabeza (caput en latín) del poder. Esta es, por supuesto, la madre de todos los capitolios del mundo.
EL CAPITOLIO DE ROMA.
Puerto Rico
El Capitolio de Puerto Rico es la sede de la Asamblea Legislativa de la Isla, compuesta por el Senado y la Cámara de Representantes. Fue inaugurado el 11 de febrero de 1929. Es de estilo Renacimiento Italiano, aunque muchos de sus detalles de ornamentación son de un puro estilo clásico Romano. La construcción del domo fue completada en el 1961.
Buenos Aires
El Palacio del Congreso de la Nación argentina es el edificio donde desarrolla sus actividades el Congreso de la Nación Argentina, es uno de los congresos más grandes del mundo y se encuentra ubicado en la Ciudad de Buenos Aires, El primer edificio se inauguró en 1864 pero las obras fueron completamente finalizadas recién en 1946 El estilo de la obra es un eclecticismo grecorromano, dentro del academicismo italiano del autor Vittorio Meano. El edificio se distingue por su cúpula, que alcanza los 80 metros de altura y lo transformó en el edificio más alto de la Argentina al momento de su construcción.
Colombia
El Capitolio Nacional de Colombia es la sede del Congreso Nacional, máximo órgano legislativo de la República de Colombia. Se encuentra en el costado sur de la Plaza de Bolívar, en el centro histórico de Bogotá y se construyó entre 1848 y 1926. Aparte de ser la sede permanentente del Congreso de Colombia, el Capitolio Nacional ha sido sede de numerosos eventos.
Venezuela
El Palacio Federal Legislativo o también llamado Capitolio Federal, es la sede y edificio principal del Poder Legislativo Federal de Venezuela, ubicado en la ciudad de Caracas, específicamente en la Avenida Universidad, frente a la Plaza Bolívar, en el Distrito Capital. Fue inaugurado parcialmente el 19 de febrero de 1873 y culminado totalmente en 1877.
Capitolios estatales en Estados Unidos
Un capitolio normalmente contiene el lugar de encuentro de la legislatura de su estado y de las oficinas del gobernador del estado, aunque esto no se cumple para todos los estados. La mayoría de los estados de Estados Unidos (39 de 50) tienen instalaciones denominadas «Capitolio estatal o Capitolio del Estado.
Los más destacados son Vermont, Maine, Alabama, Massachusetts, Ohio, Texas, Connecticut, Iowa, Illinois, Georgia, Mississippi, Rhode Island, Minnesota, Pennsylvania, Colorado, Idaho, Arkansas, Oklahoma, Wisconsin, Utah, Washington State y west Virginia.
Y por supuesto los capitolios más majestuosos, el de Washington D.C. y el de La Habana.
El más famoso y majestuoso: el Capitolio de Washington.
El Capitolio en Estados Unidos ha sido siempre la sede física del poder legislativo, albergando las dos cámaras del Congreso de los Estados Unidos. Se encuentra en el barrio Capitol Hill en Washington D. C.
Una primera etapa fue terminada de construir en 1800 y es una de las principales atracciones turísticas de la ciudad. Y no lo digo de forma simple, ir a Estados Unidos, que tienen tantas bellezas naturale, ciudades y construcciones impresionantes y todo tipo de climas, y no ir a Washington y admirar todo el complejo de museos e instalaciones estatales, en particular el Capitolio, es casi una herejía. Una verdadera maravilla en la ciudad más limpia y ordenada que he visto, Washington.
El nombre se extendió posteriormente a las sedes de las legislaturas de cada uno de los Estados. Quedando por extensión en muchos casos como un estilo arquitectónico en 40 de las 50 de los edificios de las legislaturas. En el Capitolio de los Estados Unidos existen muchas estatuas, entre ellas un grupo de once que rodean la rotonda, con: George Washington, Andrew Jackson, James Garfield, Dwight D. Eisenhower, Ronald Reagan, Martin Luther King. Grupo de mujeres sufragistas, Thomas Jefferson y Ulisses S. Grant. También existen muchas otras estatuas en el recinto con personajes que han dejado huella en la historia.
ALEX Y ANA JUNTO A LA STATUE OF FREEDOM.
En la cúpula está la bellísima escultura llamada “Statue of Freedom” (Estatua de la Libertad), que no debemos confundir con la Estatua de la Libertad sin duda, el símbolo más famoso de Nueva York y que fuera un regalo de los franceses para conmemorar los 100 años de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos.
Ocho nichos en la rotonda muestran pinturas históricas. Todos tienen las medidas de 3.6 m por 5.5 m.
y son alegóricas a la Declaración de Independencia, el Descubrimiento de América por Cristóbal Colón, el Descubrimiento del Mississippi por Hernando de Soto, El Bautismo de Pocahontas, el Embarque de los Peregrinos y otros sobre la guerra de Independencia norteamericana.
El Capitolio cuenta con una gran cúpula en el centro y dos edificios anexos a cada lado. El ala norte corresponde al Senado y el ala sur a la cámara de Representantes. En los pisos de arriba hay galerías para que el público pueda observar las sesiones en determinadas ocasiones. Es un ejemplo del Neoclasicismo arquitectónico estadounidense.
Los terrenos del Capitolio cubren algo más de ciento diez hectáreas, la mayoría son jardines, paseos, y calles. El diseño fue originalmente concebido por el arquitecto estadounidense Frederick Law Olmsted, entre los años 1874 y 1892. En 1875, en una de su primeras recomendaciones, Olmsted propuso las terrazas de mármol en el lado norte, oeste y sur del capitolio, que dibujan un búho sentado sobre una pirámide visto del cielo.
El complejo del Capitolio cuenta además con varios edificios donde se llevan a cabo distintas funciones institucionales.
La Rotonda del Capitolio se localiza justo debajo de la gran cúpula de dicho edificio. Se considera el “corazón simbólico y físico” del Capitolio. En ella se exhibe una gran colección de arte; frescos, pinturas históricas y estatuas. También se celebran allí los funerales de estado de los expresidentes y otras personalidades.
VISTA DESDE EL CAPITOLIO DE WASHINGTON.
El Capitolio alberga una gran colección de arte estadounidense, donde se reflejan grandes momentos y personajes de la historia de Estados Unidos. Los murales originales incluyen escenas y alegorías de la vida de Benjamin Franklin, John Fitch, Robert Fulton y acontecimientos históricos como la compra de Luisiana. También están dibujados en una pared, animales, insectos y flores endémicas de los Estados Unidos. Brumidi incorporó un área para acontecimientos memorables del futuro y hoy se encuentran ahí representados el avión Espíritu de San Luis, la nave espacial Apolo llegando a la luna y la nave espacial Challenger.
El Capitolio y sus alrededores han sido escenario de importantes acontecimientos en su trayectoria de más de 200 años:
Cada enero los congresistas e invitados se reúnen en el Capitolio para escuchar el discurso del Estado de la Unión dado por el Presidente de los Estados Unidos, en mayo para conmemorar el Memorial Day y homenajear a los hombres y mujeres de EE. UU. muertos en acto de servicio y el cuatro de julio, Día de la Independencia de los Estados Unidos, así como las tomas de posesión presidenciales.
Esta es sola una referencia a la majestuosidad de ese edificio, el que tuve el gusto de visitar, es verdaderamente algo que uno no debe perderse si tiene la oportunidad. Verdaderamente vale la pena. Desgraciadamente, no he podido visitar y admirar el Capitolio de mi país, salvo algunas reuniones en lo que actualmente es su función social: el Ministerio de Ciencias.
El Capitolio, uno de los símbolos de La Habana
Inaugurado en 1929 durante la presidencia de Gerardo Machado, el Capitolio Nacional de Cuba ocupa 43 mil metros cuadrados de una céntrica zona de la capital cubana (entre su casco colonial y el populoso barrio de Centro Habana) y se considera una réplica del estadunidense. El edificio homólogo de Washington, fue inaugurado en 1800. Los edificios no son idénticos y cuentan con elementos distintivos y aunque el cubano es mucho más pequeño en superficie cubierta que su par estadounidense es más alto que este y su cúpula es más grande.
El Capitolio Nacional de Cuba. Es una de las Obras más relevante de la arquitectura cubana que aparece en la clasificación internacional como uno de los seis palacios de mayor relevancia a nivel mundial.
EL Capitolio de La Habana es inspirado, como el de Washington y otras ciudades del mundo, en el original romano pero mejor dotado, tiene una gran escalinata de granito de 55 escalones, una fachada neoclásica,e impresionante cúpula de 91,73 metros de altura.
Fue construido en bajo la dirección del arquitecto Eugenio Raynieri Piedra. El edificio estaría destinado a albergar y ser sede de las dos cámaras del Congreso o cuerpo legislativo de la República de Cuba. Inspirado en el Panteón de París, San Pedro de Roma y en el Capitolio de los Estados Unidos, el edificio presenta una fachada acolumnada neoclásica.
Situado en el centro de la capital del país, entre las calles Prado, Dragones, Industria y San José, es el origen en distancia o kilómetro cero de la red de carreteras cubanas. El Capitolio es una pieza tangible de la corta y turbulenta temporada democrática cubana del siglo XX, una figura descollante que roba la atención de los visitantes y sirve como punto de referencia a los habaneros de todas las edades.
El Capitolio Nacional de La Habana constituye uno de los símbolos más notables de la ciudad, equiparable al Castillo del Morro, la Catedral de La Habana, el antiguo Palacio Presidencial, el Monumento a José Martí o destacados edificios como el FOCSA, El Hotel Habana Libre, el edificio Someillán, el Hotel Nacional y otros y forma parte de la imagen del perfil arquitectónico o skyline del Malecón habanero.
Mucho hay que hablar de esta monumental obra, pero comencemos por los orígenes.
El lugar donde se ubica el Capitolio y su proyecto.
A partir de 1863 comienza la demolición de la muralla de La Habana, y la construcción de una Alameda de Extramuros, que era entonces un espacio abierto con una rotoda y arboledas con la estatua de Isabel II, donde ahora se sitúa el Parque Central de La Habana. Es entonces cuando se construyen éreas verdes, parques, hoteles, teatros y establecimientos de servicios y recreación.
A su vez la actividad comercial se desarrolló en ejes que confluían en este centro de la ciudad.
El lugar, ocupado por una ciénaga, fue dragado a principios del siglo XIX para su aprovechamiento urbano, ya que existía un basurero junto a una de las paredes de la muralla y barracones de esclavos. Allí se fundó por la Sociedad Económica de Amigos del País un jardín botánico, que después fuera trasladado a la actual Quinta de los Molinos, en las entonces faldas del Castillo del Píncipe, que después sería prisión.
Simultáneamente se construyó la estación para el ferrocarril que enlazaría La Habana con Güines, llamada de Villanueva. En 1817 se inauguró el primer tramo a Bejucal y un año después llegó a Güines. En 1839 se concluyó dicha estación en los terrenos contiguos al Campo de Marte. En 1840 la línea ferroviaria alcanzaba ya la localidad de Cárdenas.
Después de la independencia se construye la Estación Central de Ferrocarriles en el antiguo Arsenal de La Habana, donde está ahora y se destinan los terrenos que ocupaba para erigir el Palacio Presidencial, ya que el presidente ocupaba el edificio del Palacio de los Capitanes Generales en la Plaza de Armas.
Pasaron más de quince años y el lugar era un gran caos, con restos de los antiguos edificios y un parque de diversiones. El gobierno de Machado, al asumir la presidencia, encarga a Carlos Miguel de Céspedes, su secretario de Obras Públicas, el estudio del nuevo proyecto del Capitolio.
La dirección del proyecto fue llevada a cabo por arquitectos cubanos: Raúl Otero fue designado Director Artístico de la obra, encargado de la documentación de planos y los detalles del proyecto, y Eugenio Raynieri Piedran fue nombrado Director técnico a cargo de la ejecución y el presupuesto. Con posterioridad, Raynieri asumiría también la parte artística del trabajo hasta su culminación. La compañía norteamericana Purdy & Henderson Company tuvo a su cargo la construcción del edificio.
Era una contratista de obras y consultoría de ingeniería, con oficina en La Habana y era una filial de la norteamericana del mismo nombre, que se destacó por construir varias de las más notables edificaciones de Cuba: el Capitolio Nacional, el Centro Gallego, el Centro Asturiano, el Hotel Nacional, el Hotel Plaza, la Lonja del Comercio, los edificios del Habana Yatch Club, de la Aduana de Santiago de Cuba, el de La Metropolitana, del Royal Bank of Canada y el del Radiocentro, entre otros.
Al proyecto del capitolio resulta imposible asignarle una autoría exclusiva; constituye en sí una obra que desde su inicio fue recibiendo a través de estudios sucesivos un minucioso trabajo de diseño. El destacado arquitecto, urbanista y paisajista francés Jean-Claude Nicolas Forestier y fue contratado para el diseño urbanístico y aportó sus experiencias y sugerencias en el enriquecimiento del proyecto del Capitolio y en particular a todo lo referente a los parques y jardines del entorno.
Este plan para remodelar La Habana contaba como motivo central al edificio del Capitolio, respetando la estructura existente de la ciudad colonial, proyectando en su entorno un conjunto de espacios públicos y parques. Esta remodelación comenzó con los parques de la Plaza de la Fraternidad Americana, situado en los antiguos terrenos del Campo de Marte, los jardines del Capitolio, el Parque Central, la franja del Paseo del Prado, el conjunto de parques de la plaza del Palacio Presidencial y los de la Avenida del Puerto.
De la antigua Alameda de Extramuros o de Isabel II, por hallarse afuera de las grandes murallas que cercaban la ciudad hasta que en 1928 el Arquitecto paisajista francés Jean-Claude Nicolas Forestier rediseñó el la avenida para convertirla en uno de los paseos más importantes de La Habana y de América Latina. Forestier fue quien diseñó el enorme Campo de Marte debajo de la Torre Eiffel en París. Fue sembrado con árboles y se colocaron bancos de mármol. Se colocaron ocho estatuas de bronce con figuras de leones, que parecen custodiar el paseo, quedando dividido en cuatro secciones fundamentales bien delimitadas: el Paseo del Prado, el Parque Central, la Explanada del Capitolio y la Plaza o Parque de la Fraternidad.
Detalles constructivos y materiales empleados en el Capitolio
La construcción ocupó un área total de 43418 metros cuadrados, de los cuales 13484 corresponden al inmueble, con un área circundante de jardines y parques de 26391 m². El resto, 3.543, se dedicaron a la ampliación de las calles y en su entorno.
El inmueble se construyó a partir de una estructura metálica encargada a la compañía norteamericana Purdy & Henderson, que como vimos ya había ejecutado con anterioridad numerosas obras de importantes edificios en la capital.
Con 207 metros de largo, su composición arquitectónica y volumétrica se estructuró a partir de un cuerpo central compuesto por la escalinata de 36 metros de ancho por 28 metros de largo y un total de 55 peldaños interrumpidos por tres descansos. El pórtico central, de 36 metros de ancho y 16 de alto, es sostenido por 12 columnas jónicas de granito. En este espacio se ubican las tres puertas de los accesos principales al edificio, con 7,70 metros de alto y 2,35 de ancho, así como un conjunto de bajorrelieves de mármol.
La cúpula, de una altura de 92 metros, fue en su momento la quinta más alta del mundo y tiene un diámetro de 32 metros. Cuenta con 16 nervios entre los que destacan los panales recubiertos con láminas de oro de 22 kilates. Remata la cúpula una linterna con 10 columnas jónicas en cuyo interior había hasta 1959 cinco reflectores giratorios que fueron retirados.
Destaca el gran Salón de los Pasos Perdidos, el más monumental de los espacios existentes en los edificios públicos del país, con casi 50 metros de largo, 14,5 de ancho y casi 20 metros de puntal y que sirve de vínculo con los cuerpos laterales del edificio, de proporciones mucho más bajas, completamente horizontales con respecto al bloque central y en los que se albergaban la Cámara de Representantes (situada al norte) y el Senado (situado al sur), que son rematados en sus extremos por las formas curvas correspondientes a los hemiciclos para reuniones, lo que se refleja en la arquitectura exterior de las fachadas laterales.
Dentro de esta planta tradicional rectangular existen dos patios centrales, cuyas dimensiones son de 45 por 15 metros cada uno, los resuelven la ventilación e iluminación de los locales de los cuatro niveles con que cuentan estos bloques. El zócalo que rodea el basamento del edificio, la gran escalinata monumental principal, el pórtico central y las escalinatas secundarias están construidas en granito. En el resto del edificio se utilizó piedra de capellanía, tanto para las fachadas como en sus interiores(es una roca caliza, con algunos vestigios de fósiles y de color crema claro.)
Se emplearon 58 variedades de mármol nacionales y de otras partes del mundo, así como materiales de alta calidad en los pavimentos y en los paneles escultóricos labrados, los herrajes de bronce de puertas y ventanas, la lamparería, apliques, candelabros, las pinturas murales que decoran los hemiciclos (más de veinticuatro), las decoraciones y molduras de fina ejecución de los falsos techos y paredes realizadas en yeso y estuco. También son destacables las maderas preciosas, particularmente la caoba, empleadas en la ejecución de puertas, ventanas, estrados, estantería y otros trabajos de talla y ebanistería; las rejas y otros elementos de función, los vitrales y lucernarios de vidrio emplomado, entre otros.
Decoración y mobiliario
Las soluciones arquitectónicas del edificio tienen como complemento destacado los elementos decorativos y de ambientación. El mobiliario, las lámparas, y los herrajes de la carpintería entre otros, cuentan con diseños propios y con monogramas particulares para este edificio. La prestigiosa empresa Waring & Gilow Ltd. radicada en Londres y especializada en decoración y ornamentación tanto en interiores como exteriores fue la encargada de ejecutar toda la ambientación general del proyecto.
Diferentes empresas trabajaron el diseño y elaboración de elementos, como los herrajes de bronce a The Yale & Towne Mfg. Co. de Stanford, Connecticut; la Societe Anonime Bague y la Saunier Frisquet de París tuvieron a su cargo las lámparas; las casas Fratelli Remuzzi de Italia y Grasyma de Alemania todos los trabajos en mármol, basalto, pórfido, granito y onix, y los trabajos de herrería y fundición, como barandas, rejas, escaleras de caracol y faroles de los jardines fueron ejecutados por el establecimiento de Guabeca y Ucelay localizado en La Habana.
También son numerosas la gran gran cantidad de obras artísticas consistentes en tallas de paneles escultóricos y bajorrelieves en piedras y mármol situadas en las fachadas del edificio y en algunos espacios interiores, obras de notables artistas cubanos entre los que se encuentran Juan José Sicre, el creador del Monumento a José Martí en la Plaza Cívica, ahora Plaza de la Revolución y los destacados escultores Alberto Sabas y Esteban Betancourt, así como otros Drouker, Gianni y Vittorio Remuzzi escultores expertos en mármol y Casaubon y Fidele en los relieves. Las tres enormes puertas de bronce de la entrada, que presentan la historia de Cuba, son obra del artista cubano Enrique García Cabrera.
Espectaculares son las tallas de las grandes puertas monumentales que incorporan conjuntos y escenas diversas, y con las tribunas, estrados y mesas con elaborados trabajos de ebanistería y tallado, por supuesto todo en ébano y caoba y otras maderas preciosas. También es destacable la presencia de pinturas murales y lienzos que decoran muchos ambientes e incluyen obras de maestros cubanos paisajistas o retratistas como Leopoldo Romañach, Armando Menocal, Enrique García Cabrera y Manuel Vega entre otros, verdaderos íconos de la pintura cubana.
Completa el lujoso entorno están los tapizados, cortinajes, lucernarios y vitrales, esculturas, bustos de mármol y bronce que formaban parte del gusto decorativo del momento en que fue concebido el edificio.
Pero otra cosa son las estatuas del Capitolio.
Las estatuas monumentales del Capitolio.
Al escultor italiano Angelo Zanelli, durante el gobierno de Gerardo Machado, en el período en que Carlos Miguel de Céspedes era el secretario de Obras Públicas, se le encargó al artista la realización de tres grandes esculturas que en cierta forma identifican al Capitolio. Dos de ellas en el exterior a ambos lados de la escalinata, las que representan el Trabajo y la Virtud. La otra estatua, interior, simboliza la República.
A ambos lados del desembarco de la gran escalera, se emplazan dos grupos escultóricos hechos en bronce, La Virtud Tutelar del Pueblo y El Trabajo, de 6,50 metros de altura cada uno.
De Zanelli es también la impresionante estatua “La República” ubicada en el magnífico Salón de los Pasos Perdidos y situada bajo el domo. Hecha en bronce, con 17,54 metros de altura, mide 14.6 metros desde los pies hasta la punta de la lanza y 49 Toneladas de peso, que es una de las más grandes del mundo bajo techo. Después de su emplazamiento se le consideró la segunda estatua más alta del mundo bajo techo, superada por el Buda de Oro de Nava, Japón. Actualmente es la tercera, después de concluido el mausoleo a Abraham Lincoln, en Washington.
La estatua de la República de Cuba se dice fue inspirada en la modelo habanera Lily Válty, una mestiza criolla de figura agradable. Lily Valty solo brindó su escultural cuerpo, pues la verdadera dueña del rostro fue Elena de Cárdenas Echarte. Para la pieza principal que simbolizaría a la República de Cuba, Zanelli debía servirse de mujeres típicas del país y recordar a Palas Atenea, diosa griega de la sabiduría. Zanelli también la utilizó para esculpir elementos decorativos del pórtico central.
En su cabeza reposa un gorro frigio, como emblema de libertad. Su brazo derecho levantado, lejos de empuñar, sostiene con delicadeza una lanza con aire victorioso, en contraposición con su mano izquierda que descansa sobre el Escudo de Cuba. Es visible su bien definida musculatura en la desnudez de la mayor parte del cuerpo. Una banda estrecha imitando una tela fue esculpida cubriendo una porción de sus partes privadas, lo que le da un aire un tanto sensual.
La majestuosa escultura de bronce laminado en oro de 22 quilates, mide alrededor de 17 metros, incluyendo su base de mármol ónix antiguo egipcio. Solamente el Buda de Oro de Nava, en Japón, y el Memorial Lincoln, en Washington, superan la altura de nuestra colosal estatua. Fundida en Italia (Fonderia G. Chiurazzi, Roma MCMXXIX), para el traslado hasta Nápoles, dividida en tres partes, se necesitó un vagón especial. En día lluvioso fue embarcada hacia Cuba y las tres grandes cajas se subieron en hombros por la escalinata del Capitolio días antes de su inauguración. En esa época se le consideró la mayor estatua de bronce fundida en Italia para el extranjero.
A pocos metros de la entrada y del brillante que marca el kilómetro cero de la Carretera Central, justo debajo de la cúpula se yergue serena, con lanza, escudo y gorro frigio, como presta a luchar.
En los tiempos en que se creó esta escultura había gran influencia del fascismo en muchos países, especialmente en Italia con Benito Musolini en el poder. El sistema fascista utilizaba la música, la filmografía y las artes en general como armas políticas con fines propagandísticos para cambiar la ideología de las masas y ejercer control sobre ellas. La arquitectura, por ejemplo, se caracterizaba por la construcción de majestuosas y colosales edificaciones, monumentos y esculturas para que reflejaran lo que ellos consideraban la supremacía de la raza aria. De ahí el considerable tamaño de la estatua en el Capitolio de la Ciudad de la Habana.
Pero hay algo que llama mucho la atención, y es que hay otra estatua está situada en el mismo capitolio y que representa al demonio. En el patio interior del ala norte del capitolio se encuentra La Estatua de Mefistófeles, al que le llaman El Ángel Caído o el Angel Rebelde, una obra de Buemi, otro artista italiano de los años 30. Por aquel entonces se decía que era símbolo de la discordia y de la controversia.
En muy pocos lugares del mundo se encuentran efigies erigidas a este ángel conocido como Lucifer, pero en ella siempre aparece vencido y humillado. A diferencia de estos otros, este ángel de Cuba es el único en el mundo en actitud desafiante y prepotente, muy lejos de mostrar señales de humillación. Su actitud es de rebeldía, con su brazo derecho levantado hacia el cielo y el puño cerrado en señal de desafío al Creador. Con su mano izquierda se señala a si mismo, como atribuyéndose el derecho de suplantar el lugar de Dios. Si fuera creyente diría que el haberlo ubicado allí representó un castigo para el pueblo de Cuba por todos los sufrimientos que ha llevado a lo largo de su corta vida de un poco más de un siglo.
LA ESTATUA DE LA REPUBLICA Y EL DIAMANTE CON EL KILOMETRO CERO.
La Tumba del Mambí Desconocido.
Un lugar poco conocido de este edificio es la “Tumba del Mambí Desconocido”. Está ubicada en la parte baja de la escalinata principal; debajo y a ambos lados de ésta es posible apreciar dos arcos que conducen a un pasaje cubierto donde se encuentran las entradas a este recinto, que contiene un sarcófago rodeado por seis figuras de bronce que representan cada una las seis provincias de la república. El que no haya vivido y visitado el Capitolio antes de la revolución, ni siquiera conoce de la existencia de este lugar.
Los mambises eran los patriotas cubanos que lucharon en las guerras contra España por la independencia. Es algo similar a las tumbas del soldado desconocido que existen en muchos países y donde simbólicamente se rinde tributo a todos aquellos que dieron sus vidas en las guerras.
Un antiguo memorial de esta clase es el memorial del muerto desconocido de la Guerra civil de los Estados Unidos de 1866. La tradición moderna de esta práctica la comenzó el Reino Unido cuando, terminada la Primera Guerra Mundial, fue el primer país en enterrar a un combatiente desconocido en nombre de todos los ejércitos del Imperio británico, en la Abadía de Westminster en 1920 y le siguió la Tumba del Soldado desconocido de París, fue instalada bajo el Arco de triunfo el 11 de noviembre de 1920. Se trata de un soldado no identificado, muerto en la batalla de Verdún, y que representa a todos los soldados fallecidos durante el transcurso de la Primera Guerra Mundial.
Existen también en Argentina, la Tumba del soldado desconocido, en la Catedral metropolitana de Buenos Aires, en España el Valle de los Caídos: homenaje a los que murieron en ambos bandos durante la Guerra Civil española,
Rusia: la Tumba del soldado desconocido en el Parque Alexander, en Moscú y en decenas de países más. Pero es impresionante y solemne la Tumba de los soldados desconocidos en el Cementerio Nacional de Arlington, Virginia, ceremonia que tuve la oportunidad de ver.
Inauguración del Capitolio y su funcionamiento.
Las obras del Capitolio comenzaron en 1910, pero fueron periódicamente demoradas, paralizadas, demolidas hasta el cimiento y reiniciadas por razones de presupuesto, arquitectónicas o políticas. No fue hasta 1926, en la primera administración del presidente Gerardo Machado, que un empujón final coronó lo que es sin dudas, junto con la Carretera Central, constituyeron las construcciones civiles más importantes de Cuba en el siglo XX.
El Capitolio de La Habana fue inaugurado el 20 de mayo de 1929 (Día de la Independencia que en la Cuba revolucionaria no se celebra), con un costo total de casi diecisiete millones de pesos, lo que equivalía a la misma cantidad de dólares de la época, por lo que era una cantidad gigantesca entonces. Todo este gasto se ejecutón dentro de un período de gran recesión económica mundial, que provocaría al siguiente año la crisis conocida como el crack de 1929, por lo que el gobierno de Gerardo Machado fue acusado justamente de permanecer ajeno a la realidad social que vivía el país.
Solamente dos años después de que fuera terminado y con Cuba sumida en una profunda crisis económica, 22 personas fueron acribilladas frente al edificio al protestar contra el gobierno.La posterior renuncia del presidente Machado provocó una ola de violencia en La Habana, pero sorprendentemente los saqueos de las multitudes respetaron el Capitolio. Nadie saqueó el edificio, sólo afectaron la fachada, solamente la imagen de Machado que fue arrancada del bajorrelieve de las puertas.
Durante treinta años exactamente el Capitolio sirvió como la sede de la legislatura cubana, que se reunía en los hemiciclos de la Cámara y el Senado, situados en los extremos opuestos del edificio. Legisladores, políticos, funcionarios, empresarios, lobistas, intelectuales y activistas sociales se daban cita en sus muchas salas para trabajar en las leyes que manejaron la corta vida de la República. La Constitución de 1940, redactada en ese año con un fuerte acento social, es quizás la más importante de las leyes que se elaboraron en el Capitolio Nacional.
El Capitolio fue hasta la llegada de Fidel Castro en 1959 la sede del Congreso bipartidista de la época y, como tal, un símbolo del viejo orden para las nuevas autoridades. Era una revolución y había que destruir todo lo anterior, material y virtualmente, porque todo era malo.
El Capitolio convertido en una casa de vecindad, solar cubano o conventillo argentino.
La suerte de esta emblemática construcción Capitolio cambió radicalmente con la llegada al poder político de la revolución de Fidel Castro. Los cubanos sabíamos del poder de la monarquía absoluta que estableció en Francia Luis XIV, El Rey Sol, cuando decía “El Estado soy yo”, o en su original “L’État, c’est moi”, en cubano; letásemuá, que era objeto de burlas a aquellos que a cualquier nivel querían imponer su voluntad.
Lo cierto es que ningún cubano, de la inmensa mayoría que apoyó a la revolución en sus primeros meses o años, podía imaginar que en nuestro entorno tropical iba a haber un gobernante de facto que dejara pálido a los monarcas absolutistas europeos.
El Capitolio, todo un símbolo de una época, no podía escapar a su furia. Si no escaparon nombres de calles, sitios históricos como el monumento al Maine y las estatuas de la Avenida de los Presidentes, como iba a hacerlo el ícono principal de la república.
La organización política de Cuba ya era otra (un poder absolutista por decirlo de alguna forma porque no había organización ninguna, sino un gobierno unipersonal) ya no cumplía ningún objetivo, pues fue construído con otro fin, aparte de la carga simbólica y significado que había que destruir.
En el propio año 1959 el nuevo gobierno revolucionario lo transformó en la sede de la Academia de Ciencias de Cuba, más tarde Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente. Rápidamente se situó en él, aparte de oficinas, un museo de ciencias naturales.
Muchas veces me he puesto a pensar que si uno posee una obra de arte no se la puede vender a nadie que no sea al estado cubano, ya que dicen que pertenece al patrimonio de la nación. Creo que no hay patrimonio más nacional que una obra como el Capitolio, y sin embargo, las instituciones o los funcionarios, a nombre del gobierno que nadie eligió, pueden hacer uso de los bienes patrimoniales de la nación y regalarlos, venderlos o como el caso que nos ocupa, destruirlos.
En el diccionario comunista patrimonio es sinónimo de propiedad, que puede ser privada, algo que al sistema no le gusta. Siempre recuerdo que cuando muchacho, si preguntaba qué era o significaba la palabra comunista o socialista, me respondían con un versito: “viva el comunismo y la igualdad, si tienes un peso, dame la mitad”.
El patrimonio privado mueble y comerciable durante decenios no existió en Cuba, salvo para cuando, aprovechando la miseria de gran parte de la población de la Isla, se abrió en la capital, la famosa “casa del oro y la plata”, popularmente bautizada como “casa de Diego Velázquez”, en las que a precios ínfimos el Estado usurero tasaba las joyas y objetos de oro y plata de decenas de miles de infelices que así perdieron lo más valioso de su patrimonio familiar, a cambio de “certificados” (como los que daba Angel Castro, el terrateniente gallego padre de Fidel Castro, a sus trabajadores para que compraran, al precio que el dispusiera exclusivamente en sus tiendas) que les permitieran comprar unos pocos bienes de consumo imprescindibles, como ropas, zapatos o algún efecto electrodoméstico, a los que de otra manera no hubiesen podido acceder. Todo lo que teníamos de oro y plata, exceptuando nuestros anillos de compromiso, se convirtieron, en un primer televisor a colores y algunos jeans y cosas para nuestros hijos. Y por supuesto de patrimonios como bienes inmuebles, terrenos y autos, siguieron hasta hace pocos años prohibidos para su comercialización.
Pero mientras tanto la destrucción del capitolio se llevaba a pasos agigantados.
Desaparecieron muchos de los carísimos muebles y adornos que decoraban los espacios interiores del Capitolio desde los años en que estuvo ocupado por la Academia de Ciencias. La feroz rapiña fue obra tanto de ciertos altos funcionarios y directivos de la Academia de Ciencias y otros acreditados revolucionarios, así como decenas de investigadores y subalternos que dispusieron impunemente del patrimonio público.
SALON DE RECEPCIONES DEL CAPITOLIO.
Una tras otra fueron realizadas sucesivas divisiones en el interior del Capitolio, afectándose las paredes y columnas, mientras los jardines interiores de las alas norte y sur, así como las lámparas, instalaciones sanitarias, cristales, cortinas, tapices y frescos que decoraban los espacios interiores sufrieron los embates del abandono y la rapacidad de los nuevos ocupantes.
La Tumba del Mambí Desconocido y su conjunto escultórico fueron convertidos en almacenes y área para la carga y descarga de camiones de los servicios de mantenimiento que no mantenían nada y además se convirtió en taller de reparaciones del parque automotor de la Academia.
Las áreas exteriores se convirtieron en urinarios públicos por los que se hacía literalmente imposible circular a causa del hedor, y las rampas laterales de las majestuosas escaleras servían como canales por los que se deslizaba toda la chiquillería de los barrios colindantes. Algunos años estuve trabajando en una imprenta situada una cuadra detrás del Capitolio y al pasar por sus antiguos jardines, veía la dejadez, la suciedad y el deterioro de forma creciente. Esos jardines del Capitolio fueron el lugar escogido para la celebración de unos festivales muy concurridos, donde imperaba la música, la cerveza, el ron y las puñaladas: Papel y Tinta, una fiesta tipo carnavalesca, con las mejores orquestas y cantantes que dejaba un saldo negativo, pero que sobre todo, fue ayudando a convertir al Capitolio, como ya lo estaba haciendo en su interior, la renombrada Academia de Ciencias, en un solar de los peores de la Habana.
Si los científicos cubanos podían trabajar y pensar en tal ambiente, que podía esperar el resto del pueblo. La mediocridad se diseminó en Cuba como un virus. Y el virus original estaba en lo que se había hecho con el Capitolio.
Los edificios no son culpables de lo que ocurre en ellos, pero parece que la revolución centró su odio hasta en los edificios. Y el Capitolio solo fue uno y porque de él hablamos, pero símbolos como el FOCSA y el Someillán, gigantescos edificios donde trabajaría años después, también sufrieron un deterioro por dejadez, envidia y odio, de los que se han salvado por pura casualidad.
La Biblioteca del Congreso (no comparable con la Biblioteca del Congreso de Washington D.C., que es otra maravilla arquitectónica que pude conocer), pero también tenía su esplendor y contaba con ricos fondos, también fue objeto del canibalismo. Tesoros de la cultura universal y del conocimiento humano fueron amontonados y revueltos sobre el piso del Salón de los Pasos Perdidos y quedaron a merced de la rapiña del que pudiera tomarlos. De este vandalismo oficial solamente conocen aquellos que trabajaban y tenían acceso a ello. Pero ahí no quedó el daño, el Archivo del Congreso, depositado en los sótanos del Capitolio fue desatendido y se inundó en varias ocasiones, así como saqueado, perdiéndose valiosos documentos históricos y los retratos al óleo presidenciales, inutilizando el legado físico de la República, sus instituciones y personajes. Como en la novela “1984” de George Orwell, el Gran Hermano reescribió la historia a su conveniencia.
Pero el deterioro del Capitolio no es más que parte de la destrucción que impera en toda La Habana, salvando lo rescatado por la Oficina del Historiador en La Habana Vieja. Hay un nuevo tipo de turistas que se impresiona viendo una ciudad en pedazos, el cementerio de cines en la ciudad que más cines tenía en el mundo, cementerio de librerías, comercios, todo apuntalado, esperando a que se derrumbe completamente, rodeado de basura y ruinas donde sus habitantes se hacinan. El que conoció La Habana de los años 50 como yo, no deja de asombrarse de tanta desidia y tanta destrucción.
Las ciudades bombardeadas durante la segunda guerra mundial, pocos años después recuperaron su esplendor y lo superaron. En La Habana donde no ha caído ni un petardo, los edificios, igual que el espíritu de las personas, se desmoronan. Dentro de todo el proceso revolucionario, La Habana ha llevado la peor parte y sumida en la propaganda política y la chusmería y el irrespeto por todo, el Capitolio, su símbolo, no podía ser de otra forma.
Tirar el machetazo después que pasó el majá.
El majá es una serpiente cubana familia de las boas y como todas las serpientes cubanas, no es venenosa.
Esa frase cubanísima, de “tirar el machetazo después que pasó el majá”, se ajusta perfectamente a esa conducta enraizada de dejar que prosperen y se expandan los problemas para entonces cortarlos de raíz cuando sencadenaron una situación comprometedora.
Esto se aplica, poniendo un ejemplo, en cualquier actividad productiva o de servicios, una fábrica, una tienda, un teatro, un restaurante, un hotel. Si en lugar de dar mantenimientos periódicamente, pintarlo a menudo, modernizar sus instalaciones, se deja sin solución todas las roturas, después hay que acometer una reparación integral o demolerlo completamente y hacerlo todo nuevo. Pero eso también tiene su explicación, ya que en una inversión mayor, las posibilidades de incremento falso de los costos, pérdida de materiales y equipos o herramientas, está justificado, así que el machetazo es por partida doble.
EL IMPRESIONANTE SALON DE LOS PASOS PERDIDOS.
Pero ahora es justamente bien aplicable a lo que se está haciendo con el Capitolio.
La zona está priorizada con vistas a que retome su uso original como asiento del máximo órgano de gobierno, y otros espacios mantendrán los servicios al público, entre ellos, el Salón de los Pasos Perdidos y la Biblioteca,
acometiendo la mayor restauración del inmueble desde su inauguración en 1929 y que incluye los elementos arquitectónicos e históricos, adecuándolos a las nuevas tecnologías como sus sistemas contra incendios, de seguridad, de redes informáticas y de climatización.
Esta rehabilitación del Capitolio Nacional incluye bronces, yesos, dorados, carpintería y el trabajo de la cúpula, muy complicado. Cuando visité el Capitolio de Washington ya hacía varios años que estaban en trabajos de restauración de su cúpula.
arias instituciones, la última de las cuales fue el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente.
Allí se instalan las oficinas de los miembros de la Asamblea del Poder Popular, actual Parlamento unicameral y que unánimente, a través de toda su historia desde la llamada “institucionalización” de 1976, ha votado todos sus proyectos sin haberse levantado jamás una mano en contra. En eso creo que van a romper un récord mundial de carnerismo o como dicen en otros países, borreguismo o como llamaría yo, sumisión.
Se supone que a su finalización, la estructura del lujoso edificio, declarado Monumento Nacional, deje atrás todos sus problemas ocasionados por la falta de mantenimiento y reparaciones y maltrato, se resuelvan los daños a su estructura, se repongan sus desagües, se pinte y se recuperen sus trabajos decorativos, se ejecute la reparación y pulido de estatuas, lámparas, elevadores y puertas de bronce, y se reparen las grietas de su cúpula.
También serán remozadas las zonas aledañas y jardines, muy afectadas por los agentes climáticos, la poca atención y a que es una zona altamente transitada. En las zonas exteriores, entre las céntricas calles del Paseo del Prado, Dragones, Industria y San José, también se repara y cambia todo el pavimento de granito, dañado en un ochenta por ciento.
Ojalá y podamos ver un Capitolio como el que vimos de niños.
Dos anécdotas, una de ellas para los que se creen que la corrupción es algo nuevo y otra para los que creen en el más allá.
El diamante del Capitolio, símbolo y robo durante el gobierno de Grau.
Durante el gobierno de Gerardo Machado, General de la Guerra de Independencia, destacan la construcción del Capitolio de La Habana, la Carretera Central y otras obras, así como importantes logros económicos. Su mandato se caracterizó por la bonanza económica, pero también por la represión de las fuerzas opositoras.
Para satisfacer la desmedida vanidad nacional de la joven República, se decidió adquirir un diamante, sembrado en el piso principal del emblemático Capitolio, donde marcaría el kilómetro cero de la red de carreteras cubanas, en particular la Carretera Central. Rodeada de leyenda, se dice que la joya perteneció a un zar ruso, y que llegó a Cuba de la mano de un joyero turco que la adquirió en Francia. Lo que sabemos con certeza es que fue comprada por el gobierno del General Gerardo Machado.
Los romanos medían sus distancias a partir de un hito situado en el Capitolio. Los franceses, desde el célebre Arco de Triunfo parisino, y en los EE.UU. el sistema vial del Este arranca desde la aguja del Capitolio de Washington. Cuba no podía ser menos.
Isaac Estéfano, un joyero radicado en La Habana y que hizo aquí buenos negocios con joyas de la aristocracia rusa, logró interesar a María Jaén, esposa del presidente Alfredo Zayas, en uno de los cinco brillantes que conformaban una de las coronas del último zar de Rusia, Nicolás II.
Carlos Miguel de Céspedes, ministro de Obras Públicas del gobierno de Machado, se interesó en adquirirla para colocarla en el Capitolio, todavía en construcción. A esa altura el joyero se conformaba con 12 000 pesos. Obreros, técnicos, ingenieros y arquitectos que participaban en la edificación de la majestuosa obra y hasta la misma firma contratista aportaron 9 000 pesos. Los 3 000 restantes los puso Carlos Miguel de su bolsillo.
La joya se consideraba uno de los tesoros mejor protegidos de la República. La habían engarzado en ágata y platino antes de introducirla en un bloque de andesita, el granito más fuerte del mundo, y este a su vez fue recubierto por otro, de concreto, al empotrarse en el piso, en el centro del Salón. Un cristal tallado, tan sólido que se estimaba irrompible, reforzaba su resguardo.
Al inaugurarse el Capitolio el 20 de mayo de 1929, el brillante estaba ya en su sitio y por su engarce suntuoso, el tallado y su sorprendente fulgor amarillo fue el centro de la atención de las personalidades nacionales y los dignatarios extranjeros que ese día asistieron a la toma de posesión del presidente Machado, empeñado en prorrogarse en el poder en contra de la opinión de los sectores más responsables del país. Y cuando se traspasó el edificio al Congreso de la República, la joya continuó siendo el punto máximo de atracción de los visitantes cubanos y de otros países.
Pocos minutos de la madrugada del 25 de marzo de 1946 bastaron a los ladrones para sustraer el brillante, Pasaron los meses y el robo del brillante parecía haber caído en la categoría de los crímenes perfectos, cuando, el 2 de junio del 1947, el presidente Grau, 15 meses después de su pérdida, dijo que el brillante estaba dentro de un pequeño y ajado sobre amarillo y que le había sido enviado de forma anónima.
Las teorías se esbozaron por cientos, pero como otros muchos hechos delictivos ocurridos en el período de los gobiernos auténticos (1944-1952), el robo del brillante del Capitolio quedó sin esclarecer. La era del gangsterismo en Cuba llegó hasta el Capitolio.
En 1973 se sustituyó el diamante por una réplica por cuestiones de seguridad y se guardó en la caja de seguridad del Banco Central de Cuba, pero como todas las cosas del gobierno revolucionario, no existe claridad alguna sobre el destino del diamante, de lo cual no existen pruebas algunas.
Nadie sabe si se volverá a colocar en su lugar original el gran diamante de 25 quilates que a los pies de la Estatua de la República y bajo la cúpula que se yergue a 92 metros de altura, marcaba el Kilómetro Cero de ese otro ícono de la ingeniería civil cubana que fue la Carretera Central.
Como ha ocurrido con muchas cosas en Cuba, es posible que se encuentre en el Kremlim o en una bóveda secreta en un banco suizo, perteneciente ya ustedes saben a quién.
El Salón de los Pasos perdidos y el fantasma.
Una de las cosas más impresionantes del Capitolio es este salón que se encuentra en su interior y que vimos que tine un tamaño gigantesco: 1740 metros cuadrados (120 metros de largo por 14,50 de ancho), y a través de él se accede a los hemiciclos, salones y galerías de la parte posterior del edificio. La entrada está precedida por la gigantesca estatua de la República y el Kilómetro Cero con su brillante.
Este salón fue proyectado para la realización de las grandes recepciones que ofrecerían las dos Cámaras en que estaba dividido el poder legislativo. Son de destacar los 32 monumentales candelabros de bronce (llamados “torcheras”) fundidos en Francia, los 25 bancos de mármol fabricados en Italia, y las puertas de acceso con sus herrajes de bronce.
Como dato curioso, se dice que por este salón se pasea cada noche el fantasma de Clemente Vázquez Bello, Presidente del Senado, que murió en un atentado en 1932. Vázquez Bello no era un asesino ni un ladrón. Pero estaba comprometido fuertemente con Machado, que le llamaba “mi inseparable”.
Fue el responsable de que Machado llegara a la presidencia de la nación cuando en 1924 logró imponerlo, gracias a su habilidad, como candidato a la primera magistratura en la asamblea postulatoria del Partido Liberal, frente a la nominación de Carlos Mendieta, caudillo natural de los liberales, propuesta defendida por el no menos hábil Orestes Ferrara.
Vázquez Bello y Machado, eran coterráneos, de Santa Clara y se dice que el dictador llegó a verlo casi como a un hijo y pensaba en él para que lo sucediera en la presidencia cuando abandonara el poder en 1935 que era la meta que se había propuesto. Salió ileso de un primer atentado, pero no se libró en el segundo intento, el 27 de septiembre de 1932.
Se asumió que Vázquez Bello sería inhumado en el panteón de su suegro, Regino Truffin. Aprovechando el sistema de desagüe de la necrópolis, dinamitaron aquella tumba y sus contornos a fin de acabar también con Machado, y el gobierno en pleno, así como el cuerpo diplomático, pero la decisión de trasladar sus restos a Santa Clara, hizo que no fructificara el atentado y se descubriera la carga explosiva al día siguiente, evitándose por pura suerte una verdadera masacre.
Queda así demostrado que el terrorismo en Cuba no había sido una invención de Fidel Castro, aunque éste la empleó de forma exhaustiva, ya que este surgió como “instrumento revolucionario” contra Machado por parte del movimiento ABC. Estos antecedentes delictivos, que definieron el modo de operar en la lucha contra el último gobierno de Fulgencio Batista, nos enseñan que muchos héroes y mártires revolucionarios no fueron más que vulgares terroristas, algunos de los cuales murieron en el acto de cometer sus crímenes contra civiles indefensos.
Durante estos decenios que el Capitolio ha estado casi en bancarrota, el fantasma deberá haberse hallado en su elemento, como si fuera un viejo vetusto castillo ruinoso.
GRAN TEATRO DE LA HABANA, ANTIGUO CENTRO GALLEGO.
Sitios importantes en los alrededores del Capitolio.
Como vimos, el Capitolio fue construído en uno de los sitios más céntricos e importantes de la Habana de principios del siglo XIX. En sus cercanías, ya existían o fueron construidos importantes edificaciones y sitios de interés.
En uno de sus laterales se encuentra el entonces Centro Gallego edificado en 1915, que junto con el Centro Asturiano, enfrente, eran las dos sociedades españolas más poderosas de la época. Hoy radica en él el Gran Teatro de La Habana, sede del Ballet Nacional de Cuba, que es una de las principales instituciones culturales de la capital cubana y arquitectónicamente uno de los íconos de la ciudad.
Justo enfrente a uno de sus costados está el histórico Cine Teatro Payret, donde actuaron figuras renombradas internacionalmente. El teatro Payret fue de los primeros en presentar películas desde las primeras décadas del siglo y por los años 30 fue conocido como “La Catedral del Cine Español”.
Justamente enfrente estaba la tienda “El Machetazo”, donde hasta el más pobre se vestía cuando visitaban las tiendas con sus ofertas baratísimas y una calidad aceptable.”La tienda el Machetazo, con sus precios macheteados, la que más barato vende” era su slogan. El Machetazo en Cuba era una tienda a donde primero llegaban los campesinos que incursionaban en La Habana, por su cercanía a la terminal Central de Ferrocarriles y a los jardines del Capitolio Nacional, donde indefectiblemente se tomaban una foto para que vieran que estaban en la capital.
Y hablando de El Machetazo, quien le iba a decir a Juan Ramón Poll Cabrera, dueño, antes de la revolución, de esta modesta tienda, pero muy bien situada, frente al Capitolio habanero, y que era famosa por sus precios increíblemente bajos, que sería propietario de un una cadena de hipermercados con 11 sucursales en Ciudad de Panamá.
Los Aires Libres del Prado comenzaban en la calle Dragones y Prado, justo a un costado estaba situado el Hotel Saratoga hasta la calle San José y Prado, donde se encuentra ubicado el cine teatro Payret. Los Aires Libres del Prado fueron punto ineludible de concurrencia para dos o tres generaciones de habaneros anteriores al triunfo de la revolución. Las más aclamadas orquestas populares de la isla se presentaban allí cada noche, a lo largo de la amplia avenida del Prado, con sus correspondientes espacios para el baile. Había decenas de bares que servían bebidas y comestibles ligeros, siempre al aire libre, en un ambiente de perenne fiesta.
El Hotel Saratoga, inaugurado en 1935 como uno de los más lujosos de La Habana, y con una ubicación espectacular frente al Capitolio, como casi todos los demás en la zona, fue pasto del abandono.
Luego, sería reabierto, en 2005, completamente remozado, es un elegante y lujoso establecimiento, donde se combinan hermosos elementos decorativos de principios del siglo pasado con espacios y detalles modernos pero también, como todos los demás, con su función social adulterada: de establecimiento popular pasó a ser coto exclusivo para turistas.
El Diario de la Marina fue un periódico cubano de carácter conservador, autodenominado “El decano de la prensa cubana”. Era de los más importantes y de mayor circulación y su edificio estaba situado justo frente a la escalinata del Capitolio.
El teatro de moda en La Habana de los 30 y 40 del siglo XX era el Campoamor. Situado justo al fondo del Centro Gallego y a un costado del Capitolio, fue testigo del paso de las grandes compañías de vodevil españolas y cubanas. El Campoamor combinaba los sainetes bufos con compañías de vodevil y películas. . Allí se realizó la premiere el 15 de febrero de 1928 del filme The Jazz Singer, la primera película sonora, de 1927, estrenada en Estados Unidos prácticamente semanas antes, el 6 de octubre de 1927. El Campoamor lleva una larga muerte de medio siglo y crecen los árboles entre sus ruinas.
HOTEL INGLATERRA, AL LADO EL GRAN TEATRO DE LA HABANA.
Cruzando la calle en diagonal desde la breve escalina de lo que hoy son las ruinas del Campoamor, se erigía el cine Capri, una pequeña sala mucho más modesta pero igualmente concurrida.
Y frente a la escalinata estaban numerosos comercios, tiendas y el cine Capitolio. Se que se van de la memoria muchísimas cosas, pero los alrededores de la emblemática construcción era un hervidero de actividad y de gente.
En una Revista Bohemia del año 1913 se anunciaba un grandioso proyecto: levantar en La Habana el edificio más alto del mundo, por parte de la Compañía de Construcciones y Fomento. El rascacielos tendría cien metros de altura, mil novecientas habitaciones todas con lavabo, agua corriente, luz eléctrica y por supuesto teléfonos. Aquella inmensa obra se alzaría sobre el antiguo Campo de Marte, actual Parque de la Fraternidad, donde se encuentra la Fuente de la India, junto al Capitolio.
El Palacio, como le llamaron con orgullo, tendría 15 ascensores. Al lado de cada uno de ellos habría buzones con servicios neumáticos de correos para servir a todos los vecinos. Y el sistema de ventilación había sido estudiado con mucho cuidado y consistiría en lo siguiente: anchos corredores y ventanas de grandes dimensiones. Respecto a la iluminación, se proponía colocar vidrios en forma de diamantes entre las oficinas interiores y las exteriores, de manera que se obtuviera no solo refracción de luz del exterior, sino también de arriba y desde los costados. Pero así se quedó todo, solo en proyecto. Si se hubiese materializado, le hubiera hecho una buena sombra al Capitolio que se erigiría justo enfrente solo unos años después.
Algunos lugares de Cuba que recuerdan a los Estados Unidos.
Es innnegable la influencia económica, política y social que la intervención norteamericana y su posterior influencia en los destinos del país tuvieron los Estados Unidos. Es por ello que solamente daremos una pincelada de lo más conocido internacionalmente, pero son infinitas las huellas norteamericanas en Cuba, tanto en lo material como en el pensamiento del cubano, a pesar de que más de medio siglo han tratado de inculcarnos la imagen satánica del “imperialismo”, el país, que con su accionar después de la Segunda Guerra Mundial, sobre todo con su política exterior y el Plan Marshall, propició la liquidación de los imperios coloniales alemanes, franceses, belgas y británicos. El “imperialismo” acabó con los imperialismos, solo no pudo en ese momento liquidar al que realmente debía llamarse “imperialismo”: la Unión Soviética.
-Un monumento a las víctimas del Maine, con dos torres blancas, se sitúa sobre el Malecón de La Habana. Un águila de bronce que coronaba el monumento fue derribada en 1961 durante una protesta contra Estados Unidos, y la cabeza del ave se conserva en la misión diplomática que acaba de convertirse en embajada de Estados Unidos. Como siempre, la sombra de la conspiración está sobre el hundimiento del crucero Maine en la bahía de La Habana.
-Muchos hoteles exhiben fotografías y relatos del auge prerrevolucionario de La Habana, que retratan a la capital cubana como un sitio de diversión glamoroso para mafiosos, estrellas de cine y jugadores de béisbol, desde una placa sobre Babe Ruth en el vestíbulo del Hotel Plaza hasta una exposición fotográfica en el Hotel Nacional que incluye imágenes de Nat King Cole, Frank Sinatra y Fred Astaire. La historia oficial del Hotel Nacional dice que en 1946 fue el lugar de reunión de jefes de la mafia. La reunión inspiró pasajes de la película “El Padrino: Parte II”. Y por supuesto está los hoteles de primera: Habana Hilton, Capri, Habana Riviera, Comodoro y otros.
-Algunas fotos en blanco y negro también decoran el bar Sloppy Joe’s, en La Habana Vieja, que alguna vez frecuentaron Hemingway y otras celebridades. Muchos creen que el Sloppy Joe`s de Key West, donde estuve, es el original, pero allí mismo se explica que Hemingway trajo a La Habana a su amigo de cuando vivió en Cayo Hueso y éste traspoló el nombre y fundó ese bar posteriormente, a semejanza del de La Habana.
-Sin duda el Capitolio de La Habana le parecerá familiar a los estadounidenses. Está diseñado a semejanza del Capitolio de Estados Unidos en Washington D.C., aunque como vimos difiere de éste en muchos aspectos.
-El premio Nobel de Literatura Ernest Hemingway vivió en Cuba durante años, y aquí trabajó en algunas de sus obras más famosas, como “Por quién doblan las campanas” y “El viejo y el mar”. Uno de los mayores atractivos turísticos de La Habana es su antigua vivienda, la Finca La Vigía, que es visitada tanto por peregrinos literarios de todo el mundo como por cubanos. Y su amor por Cuba lo demuestra en que su medalla de Premio Nobel la entregó al Santuario de la virgen de la Caridad del Cobre en Santiago de Cuba.
El Capitolio como testimonio de que uno estuvo en La Habana.
El 19 de noviembre de 1937 se inauguró el primer tramo del ferrocarril de La Habana a Bejucal, que fue la primera línea de trenes en operación en el mundo hispano y la cuarta en todo el mundo. y en su primer aniversario se abrió servicio el segundo tramo, que continuaba de Bejucal a Güines. Paralelamente el desarrollo de la industria azucarera potenció el transporte por ferrocarril, por lo que Cuba a mediados del siglo XX poseía una extensa red ferroviaria con acceso a todos los rincones de la isla.
Al evocar a los trenes lecheros recordamos detalles de un tiempo pasado que no debe caer en el olvido, porque por muchos años, estos transportes ferroviarios fueron muy útiles y necesarios.
Al irse extendiendo el ferrocarril por todo el territorio y comenzó a ser utilizado para el transporte de leche. Los trenes lecheros recogían la leche en todas las estaciones y hasta afuera de ellas, e iban arribando a las zonas de consumo y paraban donde esperaban los carritos lecheros que hacían la distribución domiciliaria.
Eran lentos, pero no como ahora que usar los Ferrocarriles de Cuba para trasladarse es no apto para cardíacos, ni para personas con bajos niveles de tolerancia, ya que o te da un infarto o montas en cólera.
A pocas cuadras del capitolio, se encuentra la Terminal Central de Ferrocarriles. Durante muchísimos años, este medio de transporte fue el principal que empleaban los habitantes del interior del país para llegar a la capital del país. Había servicios de trenes de todo tipo, desde los exclusivos y rápidos “Gascares” (coches autopropulsados con aire acondicionado), hasta los humildes y lentos trenes lecheros.
Y por supuesto el recorrido obligado de los recién llegados era el Capitolio y sus alrededores.
Cuenta un amigo del interior, que a los guajiros siempre les exigían una prueba de que habían estado en La Habana. Por eso casi todos acababan parándose frente a uno de los tantos fotógrafos ambulantes que a muy bajo costo y con el Capitolio al fondo, daba fe de la visita a la capital.
El paisaje que rodea al Capitolio ha sufrido los maltratos del tiempo y el descuido, muchos edificios cercanos, algunos famosos como el teatro Campoamor, están en ruinas, a sus costados están, como mudos testigos de la destrucción de la industria azucarera, las locomotoras a vapor de muchos centrales, los jardines están abandonados. Miraba una revista National Geographic de 1946 donde aparecía un artículo sobre Cuba titulado “Cuba american sugar bowl” o Cuba, la azucarera de América.
Cuando contrastamos el Capitolio de entonces con el actual, solo vemos algo que no ha sido vencido: los fotógrafos, que por más de medio siglo han luchado por no desaparecer, a pesar de que todo ha estado en su contra, desde la tecnología hasta el paisaje. Son los sobrevivientes del Capitolio. Los que se han aferrado a que no se olvide lo que ya muchos no recuerdan si no van por allí y los encuentran.
Cuántos miles y miles de rostros de todas las generaciones de cubanos han salido de allí en blanco y negro, impresos en una cartulina húmeda. Es cierto que los cuerpos comienzan a borrarse desde el mismo día de la instantánea, pero nunca desaparecen del todo.
En nuestros días, cuando la fotografía se basa en la tecnología digital, ellos continan con la centenaria práctica, utilizando una tecnología de un siglo de antigüedad, cubriéndose con una tela negra, apretando una perita de goma y haciendo aparecer, como por arte de magia sobre un papel la imagen.
Lo que antes era imperativo para los “guajiros” a fin de probar que habían ido a La Habana, ahora
para los turistas que visitan Cuba resulta exótico tomarse una foto con la tecnología que usaron sus bisabuelos.
Muchos dicen que solamente los “guajiros” se retrataban con el Capitolio de fondo y es falso, yo tengo más de una foto de esas, pero desgraciadamente no las conservé. El Capitolio era todo un orgullo para los habaneros.
Espero algún día poder tomarme una foto en un Capitolio donde un parlamento democrático discuta leyes para beneficiar al pueblo y que muchos disientan, porque en la confrontación y el debate, está la verdad.
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