Lía, mi perra inolvidable

Lía

Desde que tomamos la decisión de irnos a vivir a Miami, y hasta tiempo antes, tenía en mente que irremediablemente llegaría el triste momento en que tendría que escribir sobre Lía. Ya en el último año había comenzado a tener achaques, fue perdiendo la vista, su ágil andar se convirtió en lento, se cayó desde una escalera, la que antes subía a grandes zancadas, y dormía casi todo el tiempo. Igual pasó con Mupy, las dos perras que no tuvimos corazón para dejar atrás cuando nos fuimos de Cuba, a pesar de que muchos amigos nos decían que se ocuparía muy gustosos de ellas.

Todas eran señales de que el final se acercaba y 14 años es mucho tiempo para una perrita Pointer, que ya está en su límite máximo a pesar de todos los cuidados que tuvimos con ella. Un Braco Alemán, que es una raza grande, con 14 años representa como si tuviera 102 años de vida humana.

Nunca olvido cuando en mayo de 2004, Carlitos se apareció junto con nuestro amigo tristemente fallecido muy joven, Jose, y traían un perrito que apenas rebasaba el tamaño de la mano. Era un Braco Alemán de pelo corto, una perrita que parecía un muñeco de peluche.

El Braco alemán de pelo corto (Deutscher Kurzhaariger Vorstehhund en alemán) es una raza de perro desarrollada en los años 1800 en Alemania para la caza. Es, sin duda, según los entendidos, la raza más completa y eficiente para la caza, gracias a sus cualidades físicas y aptitudes innatas, ya que posee un olfato extraordinario, le gusta el agua, tiene un estilo elegante, es persistente y con gran resistencia física, es muy valiente y su inteligencia canina es superior a la normal.

A ello hay que sumarle un fácil adiestramiento y que son perros extraordinariamente cariñosos. Por todo ello es actualmente una de las razas de caza más apreciada a nivel mundial. En el hogar es el fiel, paciente e inmejorable compañero de los niños. Habíamos encontrado a un perro inteligente, curioso, muy activo y muy obediente además de ser alegre y cariñoso.

El Braco alemán de pelo corto y el Pointer inglés tienen las patas largas y estatura regia de su casta familiar, pero difieren en algunas características, ya que el Pointer inglés puede llegar a ser un poco más grande, y de mayor peso, y el Braco requiere de un baño y cepillado más frecuentes, pero en esencia se parecen mucho.

Por supuesto que con nosotros nunca cazó nada, salvo la comida para lo que siempre estaba dispuesta, y sacarla al patio o al jardín a hacer sus necesidades era todo un espectáculo. Corría a la velocidad que no he visto hacerlo a ningún perro, tomaba las curvas para no chocar con la cerca, como una centella y su ritual para defecar era una especie de baile, a veces acompañado de unos ladridos. Y en cuanto a mimos y cariños, nunca he tenido una perra igual. Se que la malcriamos en exceso, pero al final llego a la conclusión de que se lo merecía por tanto amor que nos daba.

El significado del sustantivo Lía se refiere a una mujer que en un primer momento parece muy tímida y reservada, para nada abierta a iniciar una conversación fluida con ella. Sin embargo, si le demuestras tu afecto y tus buenas intenciones, su actitud puede cambiar rápidamente, volviéndose una persona divertida, inteligente y agradable. Este nombre viene del hebreo de la palabra Leah, y su significado no es del todo alegre ya que la traducción es “Solitaria, melancólica”. Pero nada más lejos del carácter de Lía, pero ese es el nombre que le pusimos.

Pero en este caso no tiene nada que ver con el nombre de mujer, sino que responde a que cuando Carlitos la trajo a casa, mi esposa Finita dijo: !Que lío!, lo que tuvo que rectificar al enterarse que era una hembrita, lo que se convirtió en una Lía.

Estaba tan pequeñita que nos pasábamos de un brazo a otro todo el día cargándola, alimentándola con un biberón y durmiendo entre nosotros en la cama. Esa costumbre hizo que al crecer, con más de 70 libras de peso, ocupara un tercer puesto en una cama matrimonial.

Lía era una perrita que impresionaba a cualquiera, sin embargo más noble imposible. Con la excepción de que alguien tratara de agredirnos. Algo parecido ocurrió cuando sin querer derribó a mi esposa y la caída le provocó fractura de la cadera, de lo cual nunca la culpamos, fue su exceso de celo con nosotros. Durante los meses de su convalecencia, para que estuviera cómoda, yo dormía en el suelo junto a la cama, y Lía a mi lado. Un sentido desconocido le decía que algo estaba mal y ni se atrevía a subir a la cama, cosa que en condiciones normales, era su lugar preferido para descansar aunque fuera unos minutos.

Lía se ganó el sobrenombre de “la perra siguiente”, porque me seguía a todas partes a todas horas. Cuando me iba para el trabajo, se acostaba en la puerta y ahí estaba, si no lo llamaban, hasta mi regreso, cuando alegremente se subía a cualquier mueble para ver por la ventana o rasgaba la puerta. Ahí se deshacía en demostraciones de alegría y era en ese momento en que había que sacarla para orinar y tomaba toda el agua que no había bebido en el día. Le daba igual que se le diera un miserable boniato hervido o un bistec filete. Ella se alimentaba del amor que le dábamos.

A pesar de su voracidad, era incapaz de quitarle la comida a Mupy, de poco comer y lenta. Lía se paraba cerca, como mirando hacia otra parte, pero estaba atenta a que Mupy terminara y poder completar su glotonería aunque estuviera llena. Y podías darle de tu boca cualquier cosa, hasta una pequeña galleta y para tomarla y solo te rozaba con sus bigotes. Un acto digno de un circo sin duda.

Dormía conmigo, se bañaba conmigo, comía conmigo. !Qué más! Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos, como dijo Neruda. Lía era mi sombra y aunque hace medio año que estamos separados, la sigo sintiendo a mi lado y no pasa una noche que no sueñe con ella y que la cama sin ella sea más ancha como dijo Serrat.

La cuidamos como a un hijo y si de algo estamos seguros es que tuvo una vida feliz, porque salvo el día que robaron en nuestra casa en México, donde la golpearon y asustaron, todo lo que conoció en la vida, de parte nuestra y de nuestros amigos y vecinos fue cariño y más cariño, a lo que siempre correspondió.

Estoy seguro que cuando dejé México, aunque quedaba en buenas manos con mi hijo Carlitos y mi nuera Pilar, dentro de mí algo me decía que Lía tiene que haberse sentido abandonada por mí. Seguro que en su mente perruna estaba yo, en su eterna fidelidad, como estuvo el dueño de Hachiko, el cual murió pero su perro estuvo esperándolo cada día, durante nueve años y hasta su muerte, en la estación de Shibuya en Tokio; o el perro Capitán en Villa Carlos Paz (Argentina) que durante doce años veló la tumba de su dueño fallecido en 2006; o Skipi, el fiel y portentoso Laverack que hacía más de dos años la familia había dejado en Cataluña huyendo de la guerra civil y sin saber cómo los encontró a cientos de kilómetros de distancia.

Y ahora de improviso, me llega la noticia que esperaba, pero que nunca hubiera querido recibir.

Recuerdo ahora a García Márquez que decía: “No llores porque ya se terminó… sonríe, porque sucedió”. Es muy duro asimilar esta frase, pero hay que tener en cuenta que nada es para siempre, que solamente perduran las memorias, y aunque hayamos perdido, siempre ganamos algo. Sin duda es preferible tener buen recuerdo a que nunca haya sucedido.

He tenido muchos perros, la mayoría han sido para mí muy queridos, pero Lía es otra cosa. Es entre todas las cosas lindas que me han pasado en la vida, una de las mejores, y por eso siempre la voy a tener presente. Contigo Lía, nada se apaga ni se olvida, porque has sido como una hija para mí.

Podría escribir hasta el cansancio de todos los recuerdos, todos buenos, que tengo de Lía. pero aunque lo comparta con todos, nadie va sentir como yo, esta aflicción. Toda la ternura que tengo en mi corazón es gracias a ella porque siempre conté con su lealtad, y me amó pasara lo que pasara, para ella no había ratos malos, todos eran buenos cuando estaba a mi lado. Era la que más se alegraba cuando me veía, y nunca esperó nada a cambio de darme su amor incondicional.

Sí, sin duda los perros son mejores que las personas. Y Lía la mejor entre todos los perros que me han acompañado.

Dondequiera que yo esté, en la computadora, viendo televisión, leyendo un libro, en cualquier parte, voy a extrañar su siempre presente compañía. Lía siempre fue el centro de todo, y seguirá siéndolo.

Y al final Lía no se ha ido, está en mi corazón, siempre conmigo. Y seguro que yo en el de ella.

Y qué mejor homenaje a Lía que este:

“Un perro ha muerto”

Mi perro ha muerto.

Lo enterré en el jardín

junto a una vieja máquina oxidada.

Allí, no más abajo,

ni más arriba,

se juntará conmigo alguna vez.

Ahora él ya se fue con su pelaje,

su mala educación, su nariz fría.

Y yo, materialista que no cree

en el celeste cielo prometido

para ningún humano,

para este perro o para todo perro

creo en el cielo, sí, creo en un cielo

donde yo no entraré, pero él me espera

ondulando su cola de abanico

para que yo al llegar tenga amistades.

Ay no diré la tristeza en la tierra

de no tenerlo más por compañero

que para mí jamás fue un servidor.

Tuvo hacia mí la amistad de un erizo

que conservaba su soberanía,

la amistad de una estrella independiente

sin más intimidad que la precisa,

sin exageraciones:

no se trepaba sobre mi vestuario

llenándome de pelos o de sarna,

no se frotaba contra mi rodilla

como otros perros obsesos sexuales.

No, mi perro me miraba dándome la atención necesaria

la atención necesaria

para hacer comprender a un vanidoso

que siendo perro él,

con esos ojos, más puros que los míos,

perdía el tiempo, pero me miraba

con la mirada que me reservó

toda su dulce, su peluda vida,

su silenciosa vida,

cerca de mí, sin molestarme nunca,

y sin pedirme nada.

Ay cuántas veces quise tener cola

andando junto a él por las orillas del mar,

en el Invierno de Isla Negra,

en la gran soledad: arriba el aire

traspasando de pájaros glaciales

y mi perro brincando, hirsuto,

lleno de voltaje marino en movimiento:

mi perro vagabundo y olfatorio

enarbolando su cola dorada

frente a frente al Océano y su espuma.

alegre, alegre, alegre

como los perros saben ser felices,

sin nada más,

con el absolutismo de la naturaleza descarada.

No hay adiós a mi perro que se ha muerto.

Y no hay ni hubo mentira entre nosotros.

Ya se fue y lo enterré, y eso era todo.

Pablo Neruda

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