LA LITERATURA CUBANA Y LA LITERATURA UNIVERSAL Y SU CENSURA EN CUBA

“Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera.”

           Pablo Neruda.

Este es un tema bien difícil de abordar, no de demostrar cómo la literatura en Cuba ha sido objeto de medio siglo de censura y prohibiciones, de satanización de verdaderos íconos de la literatura nacional que han escrito con libertad de pensamiento y por ellos muchos son hasta desconocidos por los cubanos, pero que afortunadamente son de gran reconocimiento internacional. Medio siglo cortando las flores no han impedido que siempre aparezca la primavera.

Son tantos y tantos casos que es imposible conservar en la memoria, pero por suerte como he escrito anteriormente, desde muy niño fui aficionado a la lectura y mis primeros trabajos fueron de encuadernador, librero e impresor y muchos años después como funcionario en el Instituto Cubano del Libro, y entretanto un lector insaciable, por lo que tengo material para hablar de este otro lado oscuro de mi país.

Desde niño, en una sola aventura gráfica de un cómic, podía leer el equivalente, en número de palabras, a una o dos novelas de tamaño medio. Y seguramente estas cuotas de lecturas nunca fueron recogidas por las estadísticas de lectura de los jóvenes. Pero lo cierto es que me ensancharon la imaginación, me permitieron ponerme en la piel de muchos personajes, enriquecieron mi vocabulario y mi sensibilidad. Un simple muñequito, prometía un argumento novelesco en el que el usuario podía interactuar de diversas maneras.

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LA MODERNA POESÍA, LA MECA DE LAS LIBRERÍAS, EN LAS CERCANÍAS ESTABAN LAS PRINCIPALES LIBRERÍAS

Sobre todo en los últimos años, y ayudados por la magia de Internet, el mayor invento desde la imprenta de tipos móviles de Gutenberg, y de forma de letanía, mucha gente quiere hablar del pasado a través de recuentos, memorias, anécdotas o historias de lo que vivimos, de forma tal que se añora o idealiza una época, pero debemos analizarlo a la luz de lo que nos corresponde realmente, evaluar lo que sucedió y a partir de ello calificarla. Dicen que la historia es la que escriben las clases o personas que dirigen la sociedad, pero esta también es una forma, e inclusive más real y objetiva, contar lo que hemos vivido, que no tiene nada que ver con intereses políticos o económicos.

Los jóvenes no están particularmente interesados en pasado, más allá de lo que les ayude a alcanzar sus metas para el futuro. Estoy hablando del mundo en general pero también es válido para Cuba. Los mitos y leyendas que les han impuesto a los jóvenes ha terminado con que tengan muchos héroes, pero muy pocos, o ninguno, que los haga amar, soñar o fantasear. No debe entonces extrañarnos que aunque les hayan enseñado a “ser como el Che” tengan en sus computadoras o celulares o en la carátula de sus libretas, las imágenes de sus verdaderos ídolos que se pueden llamar Lobezno, Spiderman o Naruto, ningún otro de los que le han tratado de imponer reiteradamente.

Más de cinco décadas de censura fílmica, televisiva, musical y literaria no lograron imponer valores ajenos a nuestra cultura y solo propiciaron que los verdaderos valores que aprendió mi generación de nuestros padres, sobre todo los patrios y los cívico-morales, desaparecieran por efecto de la sociedad y de la mayoría de los propios padres que no se ocuparon de mantener esos
valores.

Cuando era joven estaban de moda los llamados “chucheros” y su jerga. A través de vetarlo dentro del lenguaje de los medios, y cuando apareciera dentro de una obra literaria, teatral, televisiva o musical, salvo muy raras excepciones, ponerlo en boca de los malos, los bandidos, los marginales, no logró hacerlo desaparecer, es más le dio fuerza al término Asere, la palabra más llevada y traída del lenguaje popular cubano en los últimos cincuenta años y que se ha consagrado. Este sinónimo de amigo, socio, compadre, se le tachaba por los puristas de la lengua de: chabacano, marginal, de mal gusto, vulgar, lenguaje del atraso, etc. “Asere ¿qué bolá?”, “Así se saludan hoy muchos cubanos. No todos, es cierto, pero muchos. Después de ver en México el “wey arriba y wey abajo”, ya no me extraña nada.

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LA LECTURA DE COMICS ERA EL INICIO DE UNO DE LOS MEJORES HÁBITOS PARA EL SER HUMANO

Los avances en las tecnologías de información y comunicación han producido efectos negativos en el gusto por la lectura en las generaciones jóvenes, debido a que les resulta más atractivo interaccionar con los modernos medios audiovisuales que con un texto escrito en soporte de papel, o aún en un lector de libros digitales. Al final solo tienen letras, números y símbolos y cuesta mas trabajo neuronal procesarlos que ver y oir un contenido masticado. Los jóvenes de hoy ven las obras literarias como una continuación de los estudios y como una tarea intelectual muy parecida a un castigo, en cambio la televisión y los videojuegos son percibidos como un premio que requiere un mínimo de gasto neuronal, lo que al final crea personas divorciadas de la realidad, faltos de imaginación y creatividad y con un bajísimo rendimiento académico.

Pero eso no pasaba en los años 60 en Cuba, cuando el chuchero más famoso era Carlos Monteczuma (hasta su nombre se cambió en honor a un actor mexicano y a los cholos mexicanos) en su papel de “Ñico Rutina”. Pero cuando cambió su cita de “Anota Flora, Pita Camión” por consignas revolucionarias extremistas: ahí mismo dejó de ser gracioso para convertirse en un repugnante. Un dicho chuchero de los años 60 con el éxodo de Camarioca, fue: “Espanto la mula porque Fidel es un penco, Raúl es cherna, el Che es un cacafuaca y esta revolución es orine de canguro”. Una forma poca literaria de expresar una verdad, pero válida a pesar de su carácter pedestre.

Y eso que en los 60 todavía estaban los rezagos del capitalismo, quedaba todavía la extensa costumbre de leer que existía en Cuba y los resultados de la buena calidad de la educación, fuera privada o pública. De ahí en adelante los chucheros o aseres, tendrían un campo fértil, lo que es extraño es que no hubiera chucheros rusos o todo lo que nos bombardeaban influenciado por la falta de cultura (parece que a pesar culturas europea, aunque fuera rusa, es muy sólida, y no le hacen mella los primitivismos).

La Unión Soviética, a pesar de ser conceptuada en Cuba como “bololandia” o la tierra de los “bolos” a pesar de la desgracia del estalinismo y miles de otras plagas, nunca perdió su amor a la lectura, a la música culta y a la excelencia del ballet, que era apreciado por todos. Simplemente la URSS estaba en Europa.

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La prensa.

A partir de las nacionalizaciones e intervenciones, la prensa libre fue desapareciendo, al igual que la radio y la televisión, y por supuesto las casas editoriales, convirtiéndose todos en dependencias gubernamentales.

El oasis de libertad existente en la rara combinación de prensa escrita-radio y televisión-crítica y divulgación literaria que fue Lunes de Revolución, desgraciadamente de efímera vida, fue la excepción de la regla.

Como he reiterado, la prensa como monopolio de la dirección del Partido Comunista, no informa a la ciudadanía con relación al trabajo del gobierno, las políticas públicas y las breves reseñas de algún acontecimiento o de alguna reunión del Partido o el Estado, ocultan cifras claves, mitigan la realidad, y reiteran el desconocimiento gubernamental y los mismos problemas sin solución posible día tras día, año tras año como si fuese un gobierno congelado para siempre en el tiempo.

Como acotación recuerdo que en el año 1988 en un curso para dirigentes del sector de la Cultura, impartido en la Escuela Superior del PCUS en Moscú (en plena Perestroika), los profesores insistían que una de las causas que iba a llevar a la destrucción del socialismo, era el secretismo del Partido. En Cuba el secretismo no ha acabado con el socialismo porque en Cuba no hay socialismo, sino una dictadura burocrático-militar-familiar, pero igualmente hace que su gestión sea tan creíble como los cuentos de la Biblia. Las noticias nacionales son siempre un déjà vu. No ocurre nada nuevo en el país, es simple reiteración de que todo está a las mil maravillas. Es similar a la fábula de que la Virgen María fue virgen antes, en y después del parto, lo creas o no, es así y punto. La prensa en Cuba es es la máxima expresión de la mordaza.

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La literatura.

Si en Cuba se censuró, o más preciso: se prohibió a Los Beatles (considerada como “expresión decadente del capitalismo”) al igual que el Rock, la filmografía y producciones para televisión procedentes de países no socialistas, y se impuso un control de la prensa y de que la verdad solo es lo que esté acorde con el socialismo y no con la realidad, cómo se iba a esperar que en la tan sensible área de las ideas como es la literatura, se esperara algo diferente?

Hace 83 años se produjo la quema de libros en Alemania, acción planeada y realizada por las asociaciones de estudiantes alemanas en la que estudiantes, profesores y miembros del partido nazi echaron al fuego de forma pública libros de aquellos autores que habían sido condenados al ostracismo y con la que tras la toma de poder por el régimen nazi, se comenzaba la persecución sistemática de los escritores judíos, marxistas, pacifistas y otros autores opositores o simplemente desagradables al régimen.

Y hace 55 años Fidel Castro en un congreso de intelectuales dijo: “Esto significa que dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada. Contra la Revolución nada, porque la Revolución tiene también sus derechos; y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir. Y frente al derecho de la Revolución de ser y de existir, nadie -por cuanto la Revolución comprende los intereses del pueblo, por cuanto la Revolución significa los intereses de la nación entera,- nadie puede alegar con razón un derecho contra ella. Creo que esto es bien claro.” Esta fue una especie de quema de libros, extensa a todas las ideas que no estuvieran a favor de la Revolución. Con estas palabras, vinieron años de aplicación coyuntural y selectiva de estos principios, de acuerdo al momento histórico y a la percepción de los “funcionarios” erigidos en guardianes de esta política y que trajo un triste “decenio gris”(década de los 70 y más) que empobreció el trabajo intelectual cubano y creó un clima de intolerancia y exclusión muy dañino. Los comisarios tuvieron un papel más triste, sombrío y represivo que los nazis que quemaron los libros.

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QUEMA DE LIBROS POR LOS NAZIS EN 1933

Emulando a Hitler, que prohibió a autores tales como: Bertolt Brecht, Sigmund Freud, Jack London, Karl Marx; el dictador Francisco Franco se encargó de eliminar de la lista de libros “autorizados” para la lectura de los españoles a las obras de Miguel Hernández, Federico García Lorca, Pablo Neruda, Nicolás Guillén, entre otros; el dictador argentino Jorge Rafael Videla, elaboró una larga lista de publicaciones y escritores sacados de circulación por la vía del decreto del Poder Ejecutivo en la que figuraban Mario Benedetti, Manuel Puig, Mario Vargas Llosa, Eduardo Galeano y un largo etcétera; durante varios siglos, el Vaticano publicó el “índice de libros prohibidos bajo pena de excomunión” y allí se encontraban autores como Descartes, Copérnico, Montesquieu, Zola, Balzac, Víctor Hugo, entre muchos; en el Islam, donde tiene vigencia todavía la policía religiosa, se han prohibido miles de obras y escritores supuestamente contrarios a su fe, e incluso pesa aún una condena a muerte sobre el indio-británico Salman Rushdie por sus Versos satánicos, una interpolación del Corán.

Y en Cuba, bajo el lema “dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada”, se ha censurado a cientos de autores locales y extranjeros entre los que destacan: Octavio Paz, Reinaldo Arenas, Guillermo Cabrera Infante o Albert Camus y miles más. Las listas de autores censurados no acabarán nunca, pues los libros son la herramienta más poderosa para alcanzar el conocimiento y la verdad, dos enemigos fundamentales de los totalitarismos.

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AHORA EL CUENTO ES QUE SE MALINTERPRETARON SUS PALABRAS

Libros y autores prohibidos en Cuba

Las ediciones contemporáneas de la Feria Internacional del Libro de La Habana, tratan de presentar la Feria y la circulación de los libros en la isla, como paradigmas de la inclusión y la tolerancia, cuando ha sido todo lo contrario.

Un personaje que conocí en funciones editoriales en la Radio de Santiago de Cuba, Eliades Acosta quien fuera después Jefe del Departamento de Cultura del Comité Central del Partido Comunista y director de la Biblioteca Nacional “José Martí”, se propuso librar dos grandes batallas: emprenderla contra las bibliotecas independientes que se extendían por todo el país, y tratar de demostrar que en Cuba no había libros prohibidos.

Hombre de gran cultura, no creo que haya triunfado en sus intentos, pero creó un sistema de bibliotecas (Clubes Minerva) que propició que autores como Mario Vargas Llosa, Octavio Paz,  Alexander Solzhenitsin, George Orwell, Boris Pasternak, Carlos Fuentes, Camilo José Cela, Isabel Allende, Ken Follett, y otros, estuvieron al alcance de los lectores cubanos.

Pero también se adquirían libros no deseados. Estos eran los de autores cubanos residentes en el exterior y que habían roto con la revolución cubana, o mejor, la revolución había roto con ellos por ser libre pensadores y no mercenarios de la pluma. En esa lista se incluían, entre otros, Rafael Rojas, Carlos Alberto Montaner, Carmelo Mesa-Lago, Marifeli Pérez-Stable, Zoe Valdés, Guillermo Cabrera Infante, Carlos Franqui, y Eliseo Alberto Diego.

Como la Biblioteca Nacional debe ser depositaria de toda la literatura escrita por autores cubanos, tanto los de dentro como quienes residen fuera de la isla, algunas de las obras de esos autores se cuentan entre sus fondos. Pero no para que cualquier lector acceda a ellos, sino en una colección denominada “Cubanos en el Exterior”, la que solo puede consultarse mediante un permiso especial de la dirección de la institución y Un permiso que, por lo general, se concede únicamente a investigadores vinculados con la cultura oficialista.

En esta Colección también hay algunos títulos que, a pesar de no ser de autores cubanos, sí guardan relación con Cuba. Por ejemplo, La vida en rojo, esa biografía del Che Guevara escrita por el mexicano Jorge Castañeda. Una biografía nada complaciente con la imagen que Cuba pretende dar del ilustre guerrillero, y cuyo único ejemplar desapareció misteriosamente de la Biblioteca Nacional.

Mediante una política oportunista, las autoridades cubanas se han dado a la tarea de rescatar a autores ya fallecidos que se habían opuesto al comunismo cubano. Aquí caben también los que abandonaron la isla, como aquellos que permanecieron en Cuba. Entre los primeros podríamos mencionar los casos de Cabrera Infante, Jorge Mañach, Gastón Baquero y tantos otros.

Igualmente están los que se quedaron en Cuba, como Virgilio Piñera y José Lezama Lima, tanto uno como el otro fueron marginados en vida. Y si hoy reciben pleitesía por parte de la cultura oficialista, en el fondo hay más utilitarismo que reconocimiento a las virtudes literarias y humanas de los mismos.

Pero aparte de la mayoría o totalidad de los autores no plegados a un oficio amordazado, los que fueron totalmente censurados o vaporizados, como si no hubieran existido, es bueno pasar revista a escritores cubanos o internacionales de gran renombre que de una forma u otro, han sido estigmatizados por la política cultural cubana.

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LEONARDO PADURA: TODO UN MISTERIO QUE HAYA SOBREVIVIDO A PESAR DE SUS OBRAS Y CRÍTICAS AL RÉGIMEN

Heberto Padilla
Nacido en La Habana en 1933, este Poeta cubano, protagonizó uno de los casos más sonados de los actos represivos a las letras. Tras unos inicios marcados por su adhesión a los ideales revolucionarios (Las rosas audaces, 1958; El justo tiempo humano, 1961, La hora, 1965), adoptó una actitud crítica frente al régimen de Fidel Castro, dando paso en su lenguaje poético a lo  individual y lo lírico (Fuera del juego, 1968; Por el momento, 1970). Acusado de contrarrevolucionario, fue detenido en 1971 y puesto en libertad al mes siguiente, tras retractarse públicamente en un juicio. Reside en EE UU desde 1980, año en que fue autorizado a abandonar Cuba. En 1981 publicó el poemario El hombre junto al mar y la novela En mi jardín pastan los héroes. En 1989  escribió el volumen autobiográfico La mala memoria y publicó Los sueños nunca se cumplen. El caso Padilla fue uno de los más sonados porque de cierta forma empezó todo un martirilogio de las mentes libres.

GASTON BAQUERO
Gastón Baquero

José Gastón Eduardo Baquero Díaz nació el 4 de mayo de 1914 en Banes, Holguín. Fue uno de los periodistas insignes de la República cuando a través de sus artículos en el “Diario de la Marina”, logró con su prosa, su poesía y su pensamiento alcanzar el estatus de intelectual. Nacido en extrema pobreza, asistiendo a escuelas nocturnas para pobres,

No nació en cuna de oro, al contrario. Desde su más tierna infancia allá en Banes lo rodeó la extrema pobreza, al extremo de sólo asistir a escuelas nocturnas para pobres, pues de día vendía en la vía pública dulces de manufactura casera hechos por su madre. Su padre fue quien lo trajera a La Habana a los trece años, donde termina la primaria, el bachillerato e ingresa en la Universidad de La Habana. Obtiene el título de ingeniero agrónomo y químico azucarero. Pero resuelto abandonó estas profesiones para dedicarse por entero a la literatura y al periodismo.

Como profesional del periodismo comenzó a trabajar en el diario “Información” a partir de 1944. Posteriormente pasó al “Diario de la Marina” y desde 1945 hasta 1958 se desempeñó como redactor jefe y comentarista cultural de esa publicación a través de dos secciones fijas: “Panorama” y “Aguja de marear”. Junto a autores de renombre como José Lezama Lima, Eliseo Diego, Virgilio Piñera, Vitier, Fina y Lorenzo García Vega, fue miembro del Grupo “Orígenes”, título homónimo de la revista.

Para finales de la década del 40 y durante los años 50 despliega una intensa actividad vinculado a la cultura cubana, y como representante de esta en el exterior. En este período se destaca su labor como articulista. Sus ensayos periodísticos y editoriales lo ubican entre los más destacados periodistas de la prensa cubana.

Baquero fue miembro correspondiente de la Academia Nacional de Artes y Letras. Ganó reputación como intelectual, a causa no solo de su poesía, sino también por los trabajos suyos que aparecían con regularidad en la prensa.

Pero también Gastón Baquero participa en la vida política de Cuba apoyando el golpe de estado de Fulgencio Batista y aceptando el cargo de senador en el Consejo Consultivo creado por Fulgencio Batista después del golpe de estado del 10 de marzo de 1952. Pero a pesar de ese pasado, el actual Dictadura no podía dejar fuera a Gastón Baquero. No podía ser olvidado alguien capaz de escribir un poema como “Testamento del Pez”. En el centenario de su natalicio el alto mando de la cultura cubana estimó conveniente reciclarlo, haciendo una compilación de sus escritos y ensayos acerca del periodismo cultural. Gastón tuvo que marcharse de Cuba en el año 1959 escoltado por tres embajadores acreditados en La Habana y tomar un vuelo rumbo a Madrid, donde el régimen de Francisco Franco lo acogió y le proporcionó empleo. Laboró durante algún tiempo en el Instituto de Cooperación Iberoamericana e impartió cursos de historia y literatura de América Latina en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, de Santander, y en el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid. Trabajó durante décadas en la emisora Radio Exterior de España. Luego retorna a la poesía y al pensamiento literario.

Falleció en Madrid, el 15 de mayo de 1997, a los 81 años.  Para los cubanos de hoy es solo una referencia entre los más cultos y osados.

JORGE MANACH
Jorge Mañach,
Gran escritor y educador cubano, sepultado en vida y marginado en la historia por el régimen, Jorge Mañach Robato, uno de los intelectuales más brillantes de Cuba, continúa siendo un desconocido para nuestras nuevas generaciones. Cuando era muchacho, nombrar a Mañach, era hablar de una eminencia.

Nacido el 14 de febrero de 1898, en Sagua La Grande, provincia de Las Villas, Mañach partió con sus padres hacia España, en 1907, y se estableció en el pueblo de Tembleque, donde hizo estudios elementales y fue alumno de pintura. Regresó a La Habana en 1913, y al fallecer su padre, en 1915, viajó a los Estados Unidos, donde cursó estudios secundarios, en el Cambridge High Latin School, de Massachusetts.

Gracias a su aplicación, obtuvo una beca para continuar estudios en la Universidad de Harvard, donde se graduó como bachiller en artes. En 1921, obtuvo la beca Sheldon, que le permitió estudiar dos años de Derecho en La Sorbona, en París. Luego, regresó a La Habana, en cuya Universidad concluyó, en 1924, el doctorado en Derecho Civil y, en 1928, el correspondiente a Filosofía y Letras.

A pesar de recibir ofrecimientos de trabajo en medios académicos extranjeros, Mañach decidió establecerse en Cuba, donde participó en la “Protesta de los Trece”, movimiento en contra del gobierno de Alfredo Zayas, y también formó parte del Grupo Minorista, núcleo de jóvenes intelectuales de izquierda que por su proyección política, literaria y social, logró repercusiones internacionales.

Fue uno de los fundadores del partido ABC, que enfrentó al dictador Gerardo Machado, y a la vez director del periódico “Acción”, órgano de dicho partido, entre 1934 y 1935. Trabajó en la Facultad de Lengua y Literaturas Hispánicas de la Universidad de Columbia, en Nueva York, llegando a ser nombrado Director de Estudios Hispanoamericanos en el Instituto de las Españas, de dicha universidad a donde fue obligado a exiliarse.

Fue delegado a la Asamblea Constituyente, la que nos legó la Constitución de 1940, y un destacado profesor de la Universidad de La Habana. También fue Ministro de Estado durante los últimos meses del gobierno constitucional de Fulgencio Batista, además de dirigente del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), y Director de la Universidad del Aire, entre 1948 y 1952. Fue un programa radial difundido a partir de 1932 que tuvo como finalidad difundir la cultura por medio de la radio, para despertar el interés sobre diversos temas: políticos, literarios, sociales e  históricos.

Estuvo en desacuerdo con el golpe de estado ejecutado por Batista, en 1952, y en 1957 volvió al exilio, del cual regresó en 1959, cuando triunfó la revolución, a la cual apoyó públicamente hasta que descubrió su proyección marxista, hecho que, vinculado al acoso de que estaba siendo objeto, determinó que regresara al exilio, donde falleció, en junio de 1961.

En la historia cultural de la república cubana, durante el siglo XX, existen pocos intelectuales con una obra semejante a la que nos dejó Mañach. Autor de más de dos mil títulos y activo  participante en la vida política del país, fue un ferviente luchador en contra de la corrupción y a favor del papel de la cultura dentro de la sociedad, un intelectual insoslayable.

Sus obras, publicadas en España, Latinoamérica y Estados Unidos, casi no se publican en Cuba, gracias al sambenito de “reaccionario” que le endilgaron influyentes intelectuales muy vinculados a la política sectaria que a partir de 1959 comenzó a instrumentar la facción comunista del PSP, dentro del gobierno establecido por Fidel Castro.

Las consecuencias de esta política para la cultura del país, su responsabilidad en las tempranas escisiones de la revolución y en la subversión de su programa inicial, es algo que no se ha estudiado con profundidad y valentía. Baste decir que dos de las obras más populares de Mañach, una biografía de nuestro Héroe Nacional titulada “Martí, el Apóstol”, y el ensayo “Indagación del choteo”, solamente han sido publicadas una vez en Cuba, durante más de medio siglo.

Aunque también escribió cuentos, novelas, obras de teatro y artículos, Mañach es fundamentalmente reconocido por su ensayística, catalogada por varios estudiosos como una de las más importantes dentro de la literatura hispanoamericana del siglo XX.

Mañach para los que los que lo conocieron y para los que no, es como un icono imprescindible de la cultura nacional.

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Mario Vargas Llosa

Nacido en Arequipa, Perú en 1936 es uno de los más excelsos escritores peruanos. Con la publicación de la novela La ciudad y los perros (1963), Mario Vargas Llosa quedó consagrado como una de las figuras fundamentales de la literatura hispanoamericana de los años 60.

Por otra parte, se deben también al novelista peruano importantes aportaciones críticas y hondas reflexiones sobre el oficio de escribir, como su teoría sobre los “demonios interiores”, que intenta explicar la escritura como un acto de expulsión, por parte del creador, de los elementos de la conciencia capaces de incubar perturbaciones que sólo el hecho de escribir puede exorcizar. La concesión del Nobel de Literatura en 2010 coronó una trayectoria ejemplar.

Mario Vargas Llosa pasó su infancia entre Cochabamba (Bolivia) y las ciudades peruanas de Piura y Lima. El divorcio y posterior reconciliación de sus padres se tradujo en frecuentes cambios de domicilio y de colegio; entre los catorce y los dieciséis años estuvo interno en la Academia Militar Leoncio Prado, escenario de su novela La ciudad y los perros. A los dieciséis años inició su carrera literaria y periodística con el estreno del drama La huida del Inca (1952).

Poco después ingresó en la Universidad de San Marcos de Lima, donde cursó estudios de literatura. Desempeñó múltiples trabajos para poder vivir sin abandonar sus estudios: desde redactor de noticias en una emisora de radio hasta registrador en el Cementerio General de Lima. En 1955, el escándalo que provocó al casarse clandestinamente con su tía política Julia Urquidi (episodio que inspira la novela La tía Julia y el escribidor) agravó aún más su situación, y hubo de recurrir a algunos amigos para aliviar su penosa situación doméstica.

En la capital peruana fundó Cuadernos de Composición y la Revista de Literatura (1958-1959), erigiéndose en estas publicaciones como abanderado de un grupo que reaccionaba contra la narrativa social y documentalista de aquel entonces. A finales de los años 50 pudo finalmente viajar y establecerse en Europa, donde empezó a trabajar en la Radio Televisión Francesa y fue profesor en el Queen Mary College de Londres

Publicó su primera obra, Los jefes (1959), con veintitrés años y con la novela La ciudad y los perros (1963) se ganó ya un prestigio entre los escritores iberoamericanos. Vargas Llosa acabaría figurando entre los autores esenciales de aquel fenómeno editorial, y se le situó por su relevancia en primera línea, junto a narradores de la talla del colombiano Gabriel Garcia Márquez, el mexicano Carlos Fuentes o el argentino Julio Cortázar. En el viejo continente, Vargas Llosa estableció su residencia primero en París y luego en Londres (1967), de donde se trasladó a Washington y a Puerto Rico.

La labor de Mario Vargas Llosa como crítico literario se refleja en ensayos como García Márquez: historia de un deicidio (1971) y La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary (1975). En 1976, con José María Gutiérrez, codirigió la versión cinematográfica de su novela Pantaleón y las visitadoras. En 1977 fue nombrado miembro de la Academia Peruana de la Lengua y profesor de la cátedra Simón Bolívar en Cambridge.

En el terreno político, su ideario sufrió con los años profundas mutaciones. El rechazo visceral a toda dictadura y el acercamiento a la democracia cristiana caracterizaron su juventud; en los años 60 pasó de un explícito apoyo a la Revolución cubana a un progresivo distanciamiento del comunismo y a la ruptura definitiva con el gobierno de Fidel Castro (1971) a raíz del llamado Caso Padilla.

Con el tiempo acabó convertido en un firme defensor del liberalismo, aunque sin renunciar a los avances sociales conseguidos por el progresismo, y en los 80 llegó a participar activamente en la política de su país.

Decidió entonces trasladarse a Europa y dedicarse por completo a la literatura; publicó artículos de opinión en periódicos como El País, La Nación, Le Monde, Caretas, The New York Times y El Nacional. En 1993 obtuvo la nacionalidad española, y un año después fue nombrado miembro de la Real Academia Española. Mario Vargas Llosa ha sido distinguido, entre otros muchos galardones, con los premios Príncipe de Asturias de las Letras (1986), Cervantes (1994) y Nobel de Literatura (2010). El máximo galardón de las letras universales le llegó como reconocimiento a “su cartografía de las estructuras del poder y sus mordaces imágenes sobre la resistencia, la revuelta y la derrota individual”.

Tuve la suerte de leer muchas obras de este, uno de los más amenos novelistas.

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Octavio Paz
El poeta mexicano Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura 1990, muy conocido y admirado por sus ensayos, sobre todo por “la soledad de la conciencia y la conciencia de la soledad” que encierra la obra poética del mexicano. Respecto a Cuba siempre se mostró opuesto al Gobierno de Fidel Castro, contra el que el mexicano se manifestó en reiteradas ocasiones.

Esa oposición al régimen castrista la conocen algunos escritores e investigadores, quienes relatan cómo asaltaron literalmente en la década de los años 80 del siglo XX la biblioteca de la Casa de las Américas de La Habana para poder leer algo de Paz, poeta censurado por el Gobierno cubano.

En aquella época decían los estudiosos de la literatura en Cuba “Aquí Paz, y en el cielo Borges”, en referencia al literato argentino Jorge Luis Borges (1899-1986), otro de los censurados por el gobierno revolucionario.

Lo más importante en Paz era “la búsqueda de lo primigenio” y cómo el remanso de paz final en las obras del genio mexicano era la mujer. Era una persona fiel a la poesía y a la amistad, y un escritor que conocía la humildad, a pesar de saberse grande.

“Paz tuvo la fuerza moral de mirar de frente a la historia”, comentó un escritor español, quien dijo que su “amigo” Octavio Paz aunque era hombre serio, siempre tenía en su rostro una sonrisa, “la sonrisa del saber”. No tuvo miedo de llamar por su nombre los defectos, insuficiencias y falta de valores del mexicano, como no iba a ser capaz de criticar un régimen amordazante.

Reinaldo Arenas
(Holguín, 1943 – Nueva York, 1990) fue un novelista cubano cuya obra inicial se inscribió en la narrativa del boom latinoamericano, y cuyas últimas producciones son un testimonio doloroso y satírico de su vida, como en Antes que anochezca (1992).

Su adolescencia estuvo marcada por su unión a la insurrección castrista desde 1958. Con el triunfo de la Revolución, tuvo oportunidad e participar en el programa de educación del nuevo gobierno, donde su formación autodidacta se vio enriquecida por la frecuentación de dos maestros, Lezama Lima y Virgilio Piñera, que avalaron sus tempranas publicaciones.

En 1962, cuando sólo contaba diecinueve años, apareció su primera y última novela editada en la isla, Celestino antes del alba, ya que el resto de su producción se publicó en el extranjero. Entrada la década de los años sesenta, fue víctima de las medidas del gobierno cubano contra los homosexuales y el acoso contra él aumentó hasta que en 1973 fue acusado de abuso sexual y arrestado: huyó y se convirtió en fugitivo por el interior de la isla, pero poco después se le detuvo y encarceló en la prisión de El Morro.

Finalmente, en 1980, por una amnistía gubernamental, pudo optar por el exilio. Se trasladó primero a Miami, y luego a Nueva York, ciudad en la que se instaló definitivamente y continuó escribiendo, hasta que, enfermo de sida, decidió quitarse la vida en 1990, dejando más de veinte libros, que incluyen diez novelas, algunos poemas, relatos breves y obras de teatro.

En esa densa producción corresponde destacar El mundo alucinante (1965), Otra vez el mar y la autobiográfica Antes que anochezca, cuya versión cinematográfica se estrenó en 2001. El mundo alucinante fue llevada de contrabando a Francia, hecho que acentuó la hostilidad del gobierno cubano hacia el escritor; la obra es una recreación mítica de la vida del cura mexicano Servando Teresa de Mier. Otra vez el mar, una de sus novelas fundamentales, fue confiscada por la policía política; Reinaldo Arenas se vio obligado a reescribirla tres veces.

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Alexandr Solzhenitsyn

Alexandr Solzhenitsyn (1918, Kislovodsk, Cáucaso del Norte-2008, Moscú, Rusia) estudió ciencias en Rostov y en 1942 fue enviado al frente. En 1945, detenido por «delitos de opinión», fue internado hasta 1956 en un campo de trabajo, donde vivió gran parte de la experiencia relatada en Un día en la vida de Iván Denísovich (Andanzas 677) y en Archipiélago Gulag (Tiempo de memoria 47/1-

Rehabilitado, volvió a tener graves problemas a partir de 1967. Pese al Premio Nobel, concedido en 1970, su situación se agravó hasta el punto de que, en 1974, fue expulsado de la URSS. Tras veinte años de exilio en Estados Unidos, volvió a Rusia, donde murió. Además de las obras citadas,son sus novelas El primer círculo y Pabellón de cáncer (Andanzas 175 y 193), así como sus textos Cómo reorganizar Rusia y El «problema ruso» al final del siglo XX (Ensayo 14 y 25).

Un día en la vida de Iván Denísovich: es éste uno de los más conocidos y también más escalofriantes testimonios de la crueldad que sufrieron millones de deportados en los campos de trabajo soviéticos. Las terribles condiciones de vida y las vejaciones descritas con detalle por Solzhenitsyn en Archipiélago Gulag cobran aquí entidad literaria y, bajo la forma de novela, inmortalizan un drama que nunca caerá en el olvido.

El protagonista, Iván Denísovich Shújov, lleva encerrado ocho años (de una condena de diez) en un campo de trabajo situado en algún lugar de la estepa siberiana. Aunque en teoría se halla allí por “traición a la patria”, la realidad es mucho más amarga: durante la guerra contra Alemania, Denísovich fue capturado por los nazis, pero logró escapar y reintegrarse en las filas soviéticas. Se le acusó entonces de haber huido del ejército soviético con la intención de traicionar, y de regresar para ejercer de espía para los alemanes. A fin de evitar la condena a muerte, Denísovich reconoció los hechos de los que se le acusaba y fue mandado al Gulag. Éste es el relato de uno de sus días en el campo de trabajo.

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EL QUE CONTROLA EL PASADO, CONTROLA EL FUTURO. EL QUE CONTROLA EL PRESENTE, CONTROLA  EL PASADO

George Orwell
(Seudónimo de Blair; Motihari, India, 1903 – Londres, 1950) Estudió en el Colegio Eton y luego formó parte de la Policía Imperial Inglesa en Asia, experiencia que lo llevó a escribir Días en Birmania (1934). Vivió varios años en París y en Londres, donde conoció la pobreza; de este difícil período de su vida nació su novela Sin blanca en París y en Londres (1933).

Sus experiencias como colaborador de los republicanos en la Guerra Civil española las recogió en su interesante libro Homenaje a Cataluña (1938). Durante la Segunda Guerra Mundial formó parte de la Home Guard y actuó en la radio inglesa. En 1943 entró en la redacción del diario Tribune, y después colaboró de un modo regular en el Observer. En este periodo escribió muchos de sus ensayos.

En general, toda su obra, incluida esta primera etapa y las posteriores sátiras reflejaron sus posiciones políticas y morales, pues subrayaron la lucha del hombre contra las reglas sociales establecidas por el poder político. Sus títulos más populares son Rebelión en la granja (1945) y 1984 (1949), ficciones en las cuales describió un nuevo tipo de sociedad controlada totalitariamente por métodos burocráticos y políticos.

En la primera, parodió el modelo del socialismo soviético: los personajes son animales de una granja que se rebelan contra sus dueños, los hombres, aunque luego crean una estructura social peor que la de sus antiguos dueños: Lenin, Stalin, Trotski y otras figuras de la escena política son representados por dichos animales. Como literatura, esta obra reúne las cualidades de las fábulas tradicionales y la influencia satírica de Jonathan Swift.

La segunda lleva como título el año en que se ubica la acción: 1984. En ella imaginó una ficción tan pesadillesca como en la anterior: un mundo regido por grandes potencias, Eurasia, Oceanía y Asia del Este. El personaje protagónico, Winston Smith, es un funcionario del “Ministerio de la Verdad”, entidad encargada de controlar la información; conoce a Julia y comienzan una relación amorosa; luego tratan de luchar contra el poder de “El Gran Hermano” (sucedáneo del Máximo Líder político), “jefe de la Hermandad” (representante del Partido en la política real), y se ven arrojados a las peripecias propias de un Estado totalitario moderno: la mirada policial que lo penetra todo, incluso la intimidad.

En tal sociedad el lenguaje es adulterado por el poder para distorsionar los hechos, o más exactamente, para crear una nueva realidad artificial; los sentimientos, al igual que los placeres (incluido el sexual), están prohibidos. Smith y Julia tratarán infructuosamente de cambiar las reglas de juego, en un mundo donde el lavado de cerebro, el soborno, el control y la manipulación de la verdad son las claves del totalitarismo perverso previsto por Orwell, características y modos que poco después serían habituales en numerosos países. Smith termina por convertirse en traidor, atrapado en la red de la estructura social.

Uno de los más despiadados alegatos contra las sociedades totalitarias y la carencia de libertades bajo los sistemas socialistas, las novelas 1984 y Rebelión en la granja fueron publicadas en Cuba entre 1960 y 1961 por la editorial independiente Librerías Unidas S.A., cuando aún Fidel Castro no había declarado oficialmente el carácter socialista de su régimen. 55 años después la editorial Arte y Literatura, adscrita al Ministerio de Cultura, anunció que la clásica novela de Orwell forma parte un catálogo de más de 40 títulos que serán presentados en la XXV Feria Internacional del Libro de La Habana, cuya decisión constituye un verdadero suceso editorial tras décadas de prohibiciones sobre la literatura de Orwell, por sus punzantes ironías contra el adoctrinamiento impuesto bajo los regímenes socialistas.

A pesar de ello, estas obras han tenido, inexplicablemente, una fuerte difusión de forma particular en Cuba.

Virgilio Piñera
(Cárdenas, 1912 – La Habana, 1979) este poeta, narrador y dramaturgo cubano considerado uno de los autores más originales e independientes de la literatura de la isla, fue a veces catalogado como integrante de la “literatura del absurdo”.

Su vida estuvo marcada por numerosos viajes, sobre todo a Buenos Aires, donde vivió una larga temporada, entre 1946 y 1958. En una primera etapa colaboró en publicaciones cubanas como la revista Orígenes, de gran trascendencia en el panorama literario insular, ya que en su entorno figuraron escritores como Lezama Lima y Cintio Vitier, con quien Piñera mantuvo más de una polémica.

Maestro en el arte de jugar con el absurdo, también como poeta se forjó un merecido reconocimiento como una exploración inédita del inconsciente y de sus posibilidades formales, búsqueda que mantuvo en los restantes géneros que frecuentó.

Entre sus libros de relatos sobresalen Cuentos fríos (1956), Un fogonazo (1967) y Muecas para escribientes (1968), y entre sus obras de teatro Electra Garrigó (1941), El filántropo (1960) y, sobre todo, Dos viejos pánicos, que obtuvo el premio Casa de las Américas en 1968.

Como narrador, destaca por su humor negro, dentro de la línea del absurdo, que al final fue como su vida misma. A partir de 1971  Piñera sufrió un fuerte ostracismo por parte del gobierno y de las instituciones culturales oficiales cubanas hasta su muerte, en gran parte debido a una radical diferencia ideológica y a su condición sexual, ya que nunca ocultó su homosexualidad.

En años recientes, el gobierno cubano ha rectificado su visión crítica respecto a las figuras de escritores disidentes, incluyendo a Piñera. Prueba de ello es que en Cuba han sido publicadas sus obras completas en el año 2012. De verdad que ya no se vale.

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Guillermo Cabrera Infante.

De este monstruo de la literatura mundial no hay que hablar mucho, si habláramos de su aporte a la cultura cubana y mundial, no alcanzarían estas memorias.

Sólo la envidia y la frustración pueden explicar el desdén por la obra de Guillermo Cabrera Infante de muchos escritores cubanos de su generación, incluso de muchos que fueron sus amigos.

Sin duda la mayor envidia es la de Lisandro Otero, que al parecer nunca pudo perdonar que en 1967 concedieran a “Tres tristes tigres” el Premio Biblioteca Breve en lugar de a su obra “Pasión de Urbino”. Así, Otero se tuvo que conformar con permanecer entre los comisarios culturales de la revolución cubana en vez de figurar en la lista de los grandes de la narrativa latinoamericana de los años 60.

Pero de este miserable comisario de pacotilla, como tantos hay en Cuba, no vale la pena hablar, solo evaluémoslo por sus criterios de “apóstata aborrecido” al Premio Nóbel de Literatura Vidia Naipaul, calificó al rock como “aberrante deformación de las formas musicales” y a Elvis Presley como “rey de la payasada para rústicos”. Cabrera Infante, ya está en la historia, el otro no lo conoce nadie, salvo sus camaradas censores.

Hijo mayor del periodista Guillermo Cabrera y de Zoila Infante, ambos militantes comunistas y fundadores de la organización del partido en Gibara, razón por la cual fueron arrestados con  Cabrera Infante, quien entonces, a los siete años de edad, pasaría varios meses en prisión. En 1941 se trasladó con su familia a La Habana. En 1950 empezaba a descubrir que sus aficiones, la literatura y el cine, serían las pasiones a las que dedicaría su vida. crítico cinematográfico de la revista Carteles en la que firmaba con su seudónimo (que utilizaría posteriormente en algunos de sus guiones) y con la que colaboraría hasta 1960. En las postrimerías de la década del cincuenta, Cabrera Infante escribió la mayor parte de las historias que serían compiladas más tarde en Así en la paz, como en la guerra.

En 1959, Cabrera Infante, que había apoyado la Revolución cubana, fue nombrado director del Consejo Nacional de Cultura, ejecutivo del Instituto del Cine y subdirector del diario Revolución encargándose de su suplemento literario, Lunes de Revolución, en el que pretendía llevar a cabo los sueños de libertad y desarrollo cultural de la revolución. Sin embargo, sus relaciones con el régimen pronto se deterioraron, debido al corto que Orlando Jiménez Leal y su hermano, Alberto “Sabá” Cabrera Infante (1933-2002), rodaron a finales de 1960. El corto P.M., el cual, sin una estructura definida, describía las maneras de divertirse de un grupo de habaneros durante un día de finales de 1960, prohibido al año siguiente por Castro. Estalló la polémica en las páginas de Lunes de Revolución, hasta que el suplemento fue suprimido (1961). La luna de miel de la revolución cubana con los intelectuales tocaba a su fin. En su discurso del 30 de junio de 1961 (Palabras a los intelectuales), Fidel Castro pronunció su célebre frase Dentro de la Revolución todo; contra de la Revolución, nada.

Cabrera Infante fue enviado a Bruselas en 1962 como agregado cultural de la embajada cubana. Durante su estancia en Bélgica, escribiría Un oficio del siglo XX (1963). La negativa del régimen franquista a regularizar su situación le movieron a mudarse a Londres, donde se instaló definitivamente. La experiencia del breve retorno a su isla natal sería plasmada en su libro Mapa dibujado por un espía, publicado póstumamente en 2013.

En 1968 publicó en esa ciudad su primera novela de repercusión, Tres tristes tigres —TTT, como él la llamaba—, que originariamente se denominó Ella cantaba boleros. Se trataba de una versión, notablemente retocada, de su anterior trabajo Vista del amanecer en el trópico (premio Biblioteca Breve 1964 de Seix Barral). Se caracteriza por el uso ingenioso del lenguaje introduciendo coloquialismos cubanos y constantes guiños y referencias a otras obras literarias. En ella relata la vida nocturna de tres jóvenes en La Habana de 1958. En Cuba, la obra fue tildada de  contrarrevolucionaria y Cabrera, expulsado de la Unión de Escritores y Artistas, fue calificado de traidor.

Ganó el Premio Cervantes en 1997 y en 2003, el Internacional de la Fundación Cristóbal Gabarrón en la categoría de Letras. Su estilo se caracteriza por los continuos retruécanos, paronomasias, agudezas, uso del hipérbaton y traslaciones idiomáticas, con los que intenta imitar el ritmo sincopado del jazz; por el dominio de los registros coloquiales de la lengua cubana, por un espléndido sentido del humor y por una gran cultura, manifiesta en la abundante intertextualidad de que hacen gala sus textos.

Leonardo Padura sostiene que Cabrera Infante “es un indispensable de la cultura cubana”, pues “tiene el gran mérito de haber convertido el lenguaje del habanero en lenguaje literario”, sin embargo de él no se ha publicado nada en Cuba y solo se refieren a su obra, tímidamente algunos valientes.

La aventura literaria de Guillermo Cabrera Infante, tras su muerte en 2005 en su exilio londinense, apenas se inicia.

Partial view of Chilean Pablo Neruda's office at his house in Atlantida, a resort near Montevideo, Uruguay, 21 September 2003. Next 12 July commemorates the 100th anniversary of Neruda's birth, who was the author of the most read love poems in the world. Neruda adhered to the Chilean Communist Party in the 40's and in 1945 became Senator of the Republic. Diplomatic in Burma, Ceylon and Java, he knew also the underground and the exile. He died in 1973, 12 days after Augusto Pinochet's coup d'etat against constitutional President Salvador Allende. AFP PHOTO/Miguel ROJO

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Pablo Neruda

Otro de los que no alcanza el tiempo ni el espacio para escribir de él, el poeta supremo. Pablo Neruda, seudónimo de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto (Parral, Región del Maule, 12 de julio de 1904-Santiago, Región Metropolitana de Santiago, 23 de septiembre de 1973), fue un poeta chileno, considerado entre los más destacados e influyentes artistas de su siglo; “el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma”, según Gabriel García Márquez, criterio al que modestamente me sumo.

Entre sus múltiples reconocimientos, destacan el Premio Nobel de Literatura en 1971 y un Doctorado Honoris Causa por la Universidad de Oxford. “Ningún poeta del hemisferio occidental de nuestro siglo admite comparación con él”», ha escrito el crítico literario Harold Bloom, quien lo considera uno de los veintiséis autores centrales del canon de la literatura occidental de todos los tiempos.

Además, fue un destacado activista político, senador, miembro del Comité Central del Partido Comunista, precandidato a la presidencia de su país y embajador en Francia, todos conocen a  Neruda, un intelectual de pura cepa, y de larga trayectoria intelectual y revolucionaria.

Ni Neruda se salvó de la intolerancia que padecen los regímenes totalitarios. En en una misiva irrespetuosa y ofensiva, algunos de los escritores más destacados de la isla, pertenecientes todos a la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Cuestionaban las actividades personales del poeta extranjero, relacionadas con el Pen Club y su visita a Estados Unidos,  efectuada en agosto de 1966, dirigidos de cierta forma por el destacado intrigante Fernández Retamar.

“El poeta de América” había aceptado una condecoración impuesta por el gobierno peruano y un almuerzo cordial con el entonces presidente Belaúnde, “olvidando así los focos guerrilleros en las montañas del Perú”. También se le acusaba de dejarse comprar por los imperialistas por ir a Estados Unidos a hablar ante el Pen Club. Neruda no tenía que pedir permiso al gobierno cubano ni a ningún otro para nada. Toda su vida fue limpia y fue un gran defensor de causas justas y de la naciente revolución cubana.

A esta insolente carta de los seudointelectuales cubanos que pretendía darle lecciones de comportamiento marxista a alguien que conocía el marxismo hacía muchos años, respondió el poeta con unas breves líneas, apenas cuatro párrafos cortos, donde expuso: “…tengo una inquietud más realista que las de ustedes. Por la forma en que se están tratando diferencias que van más allá de mi persona…”

Nunca más visitó Cuba y en su autobiografía “Confieso que he vivido”, que fue prohibida en Cuba, Nicolás Guillén y Roberto F. Retamar, artífices del extremismo, no quedaron bien parados. Bueno, nunca lo estuvieron, solo que se hundieron un poco más, y bastante.

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Jorge Luis Borges,

Una de las grandes figuras literarias del siglo XX, considerado el Homero de las letras argentinas fue, hasta su muerte, ocurrida en Ginebra en 1986, un hombre que sintió en su corazón el laberinto sin salida de la revolución cubana.

En Cuba los amantes de su obra tuvieron que leer sus libros a escondidas durante treinta años, ejemplares que entraban al país de forma clandestina porque nada de Borges podían utilizar las editoriales, todas administradas por el Estado.

En 1988, Casa de las Américas publicó por primera vez una compilación de poemas, ensayos y relatos del escritor argentino, titulada Páginas Escogidas, a cargo del poeta y ensayista Roberto Fernández Retamar, presidente de dicha institución cargo que alcanzó tratando de descalificar a Neruda. La publicación de este primer libro de Borges y salida al mercado cubano son sumamente interesantes.

Retamar narra que en Cuba no se publicaba nada del autor de El libro de arena, puesto que “el poeta no había ocultado sino todo lo contrario, su hostilidad hacia la Revolución Cubana”. Los fieles lectores de Jorge Luis Borges seguramente se preguntaron muchas veces si ésa era una razón válida para que la obra de uno de los escritores más famosos del mundo se prohibiera a un pueblo que se esforzaba por ser culto.

Fernández Retamar recibió permiso del mando superior del gobierno cubano para visitar Argentina y llegar hasta la misma casa del poeta octogenario, unos meses antes de su muerte. El motivo de la visita era hacerle saber que Casa de las Américas se disponía a editar una obra suya, ya que al fin el gobierno lo aprobaba. En su diálogo con Borges, Retamar no le ocultó que había escrito cosas duras sobre él, aunque no más duras que las que escribió el argentino sobre Darío o Lugones. Y fue sincero al expresarle al poeta que, a pesar de no aceptar el régimen político del país, eso no impedía que tuviera en Cuba millares de lectores y admiradores.

Un régimen totalitario es capaz de censurar a un intelectual con esas características tan valederas, a pesar de que a través de la historia siempre ha perdurado la razón, la libertad y la palabra en el arte.

PARADISO

José Lezama Lima.

José Lezama Lima (La Habana, 19 de diciembre de 1910 – 9 de agosto de 1976) fue un poeta, novelista, cuentista y ensayista cubano.

Es considerado uno de los autores más importantes de su país y de la literatura hispanoamericana, especialmente por su novela Paradiso, una de las obras más importantes en la lengua castellana y una de las cien mejores novelas del siglo XX en ese idioma, según el periódico español El Mundo. El nombre del poeta se pronunciaba en voz baja, como si fuera una mala palabra. Lo acusaban de apartarse de la revolución, relacionarse con intelectuales homosexuales, y de ser, él mismo, homosexual.

A pesar de esas limitaciones, en la Universidad conocimos al Lezama promotor de la cultura a través de cuatro revistas, entre otras producciones de influencia formadora: Verbum (1937), Espuela de Plata (1939-1941), Nadie Parecía (1942-1944) y la más notable, Orígenes (1944-1956). Lezama, por su reconocida erudición, ocupó cargos culturales, y en editoriales después de l959.

En su vivienda de la calle Trocadero, aparece un cartel que anuncia: Casa-Museo José Lezama Lima. ¿Sería el mismo Lezama que descubrí en la universidad, a través de Paradiso, de referencias bibliografías, y en fugaces conversaciones en voz baja?

Como los muertos no pueden hablar, y mucho menos protestar; hay que protestar entonces por Lezama Lima, por las desdichas y el ostracismo que le impusieron los mismos que hoy, con descaro, lo homenajean.

Pero aparte de éste y otros grupos minoritarios que frecuentó en distintos períodos, la vida de Lezama nunca tuvo una gran resonancia pública, ni antes ni después de la Revolución, a causa de su singularidad y de una precaria salud que colaboraba a su aislamiento. Precisamente el agravamiento de su asma crónica y problemas causados por la obesidad que padecía parecen haber sido la causa de su muerte, tras una larga estancia hospitalaria, el 9 de agosto de 1976.

Su libro de poemas inicial fue Muerte de Narciso (1937) al que siguieron Enemigo rumor (1941), Aventuras sigilosas (1945), La fijeza (1949) y Dador (1960), entregas que son otros tantos hitos de la poesía continental en la línea hermética y barroca de la expresión lírica. Sin embargo, la obra que consagró a Lezama dentro de las letras hispanoamericanas fue la novela Paradiso (1966), en la que se ha querido ver una doble alusión a la inocencia bíblica anterior al pecado original y a la culminación del ciclo dantesco. Al mismo tiempo, en Paradiso se refleja la tradición y la esencia de lo cubano en una vertiginosa proliferación de imágenes que protagonizan la obra.

Paradiso (1966), novela cumbre de las letras hispanas, publicada en varias lenguas con gran éxito y ganadora de premios en Italia y España, estuvo censurada durante décadas en Cuba, a pesar de que fue publicada.

Esta obra, que merece un capítulo aparte en la bibliografía del autor, se ha considerado una novela de aprendizaje por la descripción a todos los niveles del proceso de desarrollo del protagonista, José Cemí, desde su infancia hasta la madurez. El conjunto de la narración muestra una imagen arquetípica en el sentido del platonismo de Cuba que es a la vez un contrapunto actualizado con las páginas del diario de Cristóbal Colón que describen la edénica belleza de la isla recién descubierta, que como todo Edén alberga la certidumbre de su pérdida.

Precisamente el carácter póstumo de las versiones definitivas de la obra de Lezama, aparecida casi siempre en forma fragmentaria durante su vida, es una de las señales inequívocas del ambiguo y socrático magisterio que ejerció en la literatura de su país, que puede rastrearse mejor que en sus libros en las revistas que dirigió: Verbum (1937), Espuela de plata (1939-1941), Nadie parecía (1942-1944) y sobre todo, una de las más importantes publicaciones hispanoamericanas, Orígenes (1944-1957).

A través de ellas el poeta devino una figura imprescindible para la juventud intelectual cubana, a la que sedujo también con su famoso don conversacional y a la que animó en la creación literaria.

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EN EL GRAN FILME “THE SHAWSHANK REDEMPTION” EL PERSONAJE PRINCIPAL INSISTE QUE DENTRO DE LA BIBLIA ESTÁ LA SALVACIÓN: LA PICOLETA QUE EMPLEÓ PARA HACER UN TÚNEL Y HUIR DE PRISIÓN.

Uno de los grandes prohibidos: La Biblia.

Desde 1969 existió una férrea prohibición sobre la distribución de biblias en la Isla y transcurrieron 45 años hasta que entró al país el primer cargamento legal del libro más leído en la historia de la humanidad. En marzo de 2014, arribaron al puerto de La Habana tres contenedores con 83.723 biblias para ser distribuidas por las iglesias bautistas.

Por años, quienes no tenían un ejemplar se conformaron con escuchar en los templos la lectura de los pasajes bíblicos, los aprendían de memoria o recurrían a las emisoras de onda corta, como Family Radio, con sede en California.

Era, como en todas partes del mundo, un libro socorrido, se leyera completo o no, pero infaltable en las casas. Y durante casi medio siglo ni se imprimió y si circulaba era clandestinamente.

En mi casa, sin ser grandes practicantes religiosos, había una biblia, que milagrosamente no corrió el mismo destino de muchos otros libros y hasta la colección completa de Selecciones del Reader’s Digest que se convirtió en un peligroso libelo contrarrevolucionario.

Hay quien comenta que en los años noventa se perdieron los cigarros y un día descubrieron que donde se encontraba una Biblia, (al igual que la revista El Correo de la UNESCO, ambas impresas en papel biblia) le arrancaban las páginas para usarla como papel para hacer cigarrillos. Al menos le quedó esa utilidad a la Biblia (envenenó las almas y después los cuerpos con el cigarro, doble acción.)

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LA BIBLIA NO LOS SALVO, SINO SU INTELIGENCIA Y PERSEVERANCIA.

Publicar en Cuba.
Mientras tanto, publicar un libro en Cuba es algo así como arar en el mar. Muchos buenos autores, gente con un talento increíble se pierden debido a las trabas y cosas que nada tienen que ver con la literatura. Los obstáculos van desde, no encontrar papel suficiente donde escribir por las noches su novela hasta soportar que comisarios-editores eliminen capítulos enteros de obras para que sean políticamente aceptables o simplemente tu historial no genuinamenete revolucionario hace no deseable que seas conocido como escritor, no importa la calidad de tu obra.

Otros muchos, ya cansados, envían sus denegados manuscritos a concursos internacionales, para ver si de alguna forma se da a conocer, para ser reconocidos en su tierra. Una vez más la Biblia tiene razón: Nadie es profeta en su tierra. Sólo que, en la Cuba actual, es bien repetitivo que los escritores cubanos tengan que triunfar en el extranjero para que sean considerados como tales. Muchísimos se rinden a la presión oficial y escriben panfletos en donde los solares siempre tienen agua, todo el mundo pronuncia todas las eses y la doctora del médico de la familia tiene una casa amplia y un carro en la puerta de casa, como los bodrios de Mayté Vera, fuera de toda realidad.

Ahora que vivo fuera de Cuba, si se me ocurre escribir un libro o un Blog o lo que me de la gana, lo puedo hacer cuando y como me plazca sin tener que darle explicaciones a nadie. La mejor prueba es esta, donde hablo lo que he callado durante medio siglo.

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Libros de uso.

En Cuba, la venta de libros usados siempre fue un negocio a pequeña escala porque en realidad los libros no eran caros, existían para un mismo título, diferentes ofertas: encuadernado en pasta española u holandesa, en cartoné, con carátula dura o flexible, en papel gaceta y de bolsillo, para todos los niveles económicos, igual que el aceite o las sardinas.

Recuerdo ser asiduo a una librería de uso (donde también vendían discos, aparentemente de contrabando, o de uso, también muy baratos) sita en la desaparecida Plaza del Vapor y a mi preferido, un pequeño pero bien surtido local llamado “La Biblioteca”, al costado de la Gran Logia Masónica en Carlos III y Belascoaín, por esta última calle, todo un paraíso.

Después con la revolución, los libros serían mucho más baratos y este negocio de cierta forma feneció. Pero este se convirtió en un lucrativo negocio con la llegada del período especial. Los más caros resultaron las ediciones originales y los textos raros. También los que tratan el oscurantismo, los remedios cubanos tradicionales y los de la religión Yoruba, secretos muy bien guardados por siglos que ahora salen a la luz y se comercializan con buena demanda. Asi mismo igualmente tomaron muy buen precio los libros de arte de editoriales soviéticas, con excelentes reproducciones que en Cuba tuvieron demanda limitada.

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UN LIBRERO QUE REMEMORA LOS CIENTOS QUE HABIA EN “LA BIBLIOTECA”

Entre los textos políticos, acerca de Fidel Castro y Escritos y discursos, de Ernesto Guevara, son los más cotizados por los  turistas extranjeros. Pero si un día quieres comprar “La montaña mágica de Thomas Mann”, en una edición no muy exclusiva, seguro no te alcanzará el dinero. Muchos echaron mano a su biblioteca, repleta de excelentes obras, y sin pensarlo dos veces las echaron en un saco. Se fueron con la pesada carga a la parada del ómnibus, soñando con sacarle plata. Y echaron a saco roto un tesoro y obtuvieron una miseria.

Además la mayoría de los vendedores de libros usados, no tenían nada que ver con el mundo de la literatura, se aprendieron como valiosos varios títulos y de lo demás no conocían nada. Un viejo conocido, Arsenio, ex administrador de una Editorial del Instituto del Libro, renunció a su trabajo y en la Plaza de Armas, enfrente el Instituto, plantó su oferta y además el hombre sabía que era lo que vendía y lo que valía. Como ese, muy, pero muy pocos.

Muchos compraban libros por esnobismo, igual que en la Feria del Libro, o por aparentar lo que no eran. Ese es el triste papel que se le ha reservado al libro y la literatura en Cuba, casi es un elitismo (al igual que en México, pienso yo.)

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Invento Cubano.
A falta de pan, casabe, si no hay lo que se necesita , se busca el mejor sustituto posible. De ahí que los cubanos buscaron opciones, que pueden resultar risibles, pero que a los aficionados a la lectura nos pareció una panacea: Mecanografiar libros enteros (no muy extensos, por supuesto, recuerdo “Aura, o las Violetas” de Carlos Fuentes, que lei en esa modalidad); otra fue libros reproducidos en Mimeógrafo, Stencil o Ditto que se leían con mucha dificultad, solo los primeros tenían suerte de leerlos aceptablemente; y el más sofisticado: libros completos fotocopiados,  tremendo lío para leerlos, pero así recuerdo “El Padrino” de Mario Puzo, “Chacal” de Frederick Forsyth y el increíble y voluminoso “La alternativa del Diablo” del mismo autor. Y otros mucho más peligrosos, como “Tres tristes tigres” de Cabrera Infante y muchos de los libros de Tom Clancy. Era práctica usual y recomendada de mano en mano no leerlos en lugares públicos y forrarlos debidamente para que nadie supiera lo que se leía.

Más de una vez, Jorge Barrera y yo nos pasábamos un libro para leerlo en tiempo récord, algunas veces en una noche, y devolverlo. Pero era eso o nada, y del lobo un pelo.

También esta lo que mencioné en uno de los artículos sobre el Instituto del Libro Cubano, siguiendo las palabras del Apóstol, nos llevábamos libros de la oficina del Presidente del Instituto, que al final no era un intelectual ni un lector apasionado, sino un vil comisario cultural, y a la que llegaban las nuevas obras de las más importantes editoriales del mundo hispano.

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LA LITERATURA: TAMBIEN ENTRE REJAS

Conclusión triste.

Con la definición de “dentro de la Revolución, todo, contra la Revolución, nada” se sentaron las bases para decenas de censura, inhibición al pensamiento discrepante, y arbitrariedad y descalificación ideológica que aún siguen padeciendo los creadores en Cuba. Si no fuera así, que en Cuba todo se politiza, que hasta la carta universal de los derechos humanos es un documento
prohibido para el pueblo, incluso siendo Cuba signataria de esta. También este documento, altamente subversivo, está dentro de lo censurado.

Se proscribieron obras, aparecieron episodios sombríos que con los años fueron descalificados, aduciendo que se aplicaron erróneamente los principios enunciados por Fidel en ‘Palabras a los intelectuales’ y había que desterrar radicalmente las debilidades y los errores que habían surgido en la instrumentación de esa política. Todo eso después de que se implementó el triste“quinquenio gris” precisamente a partir de dichas “Palabras a los intelectuales”,

Es una reiteración de lo que nos han dicho tantas veces con los temas religión, música, los Beatles, deportistas y artistas llamados “desertores” y tantas cosas que se ejemplifican con: “donde dije digo, dije Diego”. Esta copia al carbón del marxismo burocrático soviético está cargada de ejemplos de la intransigencia del pensamiento revolucionario, concebida para justificar las arbitrariedades políticas consumadas. Una contradicción tras otra, para justificar lo injustificable.

Durante años la crítica a una proyección soviética, o al simple hecho de denominar “ruso” a algo soviético, podía volverse objeto de una severa descalificación ideológica, con consecuencias previsibles. Como esperar entonces que se pudiera calificar como un hecho relevante el principio del fin de la intransigencia y la mordaza, que abarcaba a todas las esferas de la vida.

Paralelamente, la prensa informa, no sobre la realidad, sino sobre las palabras que el funcionario de turno dijo , siempre conminando a trabajar más, a mayor disciplina y sacrificio como si estuviéramos leyendo una y otra vez Rebelión en la granja de George Orwell y el caballo de la granja nos repitiera a través del Granma, “trabajaremos más”.

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