Pepe Botella y Quevedo

Pepe Botella y Quevedo

¿Existe alguien de mi generación que no recuerde los cuentos de Quevedo?. Estoy seguro que no, aunque ya nadie hable de ellos, pero voy a rememorar mis vivencias al respecto.

Una de las alusiones de mi abuela a su terruño y que repetía con mucha gracia, como es propio de los andaluces, era su referencia a Pepe Botella y a Quevedo, probablemente el escritor picaresco y no el de los cuentos, aunque al final vinieron siendo casi el mismo.

Pepe Botella

José I de Bonaparte reinó entre junio de 1808 y diciembre de 1813 en España gracias a su hermano mayor, Napoleón Bonaparte, y es el mejor ejemplo de tener una fama injustificada, sobre todo cuando se le atribuyen defectos que no merece. Aunque se afirma que era abstemio o que tomaba muy poco, que nunca se le vio borracho y que era muy medido en la comida, la historia lo ha conocido como Pepe Botella, una fama indebida.

No era un hombre de virtudes y a la sombra de su emperador hermano hizo lo que le dio la gana, en particular en su afición a las mujeres.

Al llegar a Madrid en Enero de 1809, dictó decretos que favorecían el juego y la industria de bebidas espirituosas, a la vez que mantuvo varios romances, entre ellos con la Condesa de Jaruco, María Teresa Montalvo y O’Farrill, que se había casado con el hombre más rico de Cuba y que después se arruinó por sus gastos en la corte de Carlos IV, y por poco la condesa también acaba con el tesoro real manejado por Bonaparte.

No es extraño que los españoles, y una de las herencias que nos dejaron a los cubanos, es poner en ridículo, sin razón o con ella, a cualquiera que le moleste o le cause algún daño, por lo que tanto en Cuba como en la Madre Patria abundan estos motes y uno de los más manidos fue el de Pepe Botella y otro que ha llegado hasta nuestros días: Mambrú.

John Churchill era el comandante de las tropas británicas, holandesas y alemanas que luchaban del lado de los que querían que el archiduque Carlos de Austria acabara en el trono español. Churchill ostentaba el título de duque de Marlborough, que para un español tal nombre era casi impronunciable, por lo que se le rebautizó como Mambrú, lo que realmente no dista mucho de Marlborough fonéticamente, y se hizo popular este canto infantil:

“Mambrú se fue a la guerra,
¡qué dolor, qué dolor, qué pena!,
Mambrú se fue a la guerra,
no sé cuando vendrá.
que do-re-mi, que do-re-fa,
no sé cuando vendrá.”

Así que al rey impuesto por Francia había que molestarlo y a José I se le abdicó el apodo de Pepe Botella y se dijo que era un borracho perdido, y como decir las cosas con gracia es más efectivo, se hicieron famosas coplas como la siguiente:

“Cada cual tiene su suerte,
la tuya es de borracho
hasta la muerte.

Pepe Botella, baja al despacho.
No puedo ahora, que estoy borracho.”


No importa que el hermano mayor del emperador no fuera ni borracho ni tonto, lo que demostró tras concluir su corto reinado, cuando con la fortuna resultante de las joyas de la corona española se fue a vivir a New Jersey en Estados Unidos, donde adquirió tierras y construyó un palacete, con lujosos muebles, obras de arte y una biblioteca, donde vivió durante tres décadas casi hasta su muerte sin que nadie lo molestara mientras su hermano murió abandonado y despreciado en la isla de Santa Elena.

Y como una especie de maldición que dejó, Pepe Botella tuvo un sucesor despreciable,

Fernando VII de Borbón , conocido como el rey Felón, que no le importaban los intereses ni deseos de sus súbditos, se mostró como un absolutista, vengativo, traicionero y sin escrúpulos, rodeado de aduladores y bandidos que le ayudaron a ejercer un control casi absoluto del poder mediante una fuerte represión ilimitada. Gobernó como el peor de los déspotas y la historia lo considera de los peores reyes españoles, si no el peor.

Bajo el reinado de Fernando VII, la burguesía ganó terreno y el país dejó de ser una potencia de primer orden, perdiendo casi todos los territorios de ultramar y el caos económico, político y social, llevó a España a una crisis de la que no se repondría.

Y sobre Fernando VII conocí también el por qué de otra frase que decía mi abuela : “Así se las ponían a Fernando VII”, y es que el rey era aficionado al billar y los guatacas que jugaban con él fallaban los tiros, dejando las bolas en posición favorable para que hiciera carambolas y así ganara.

Francisco de Quevedo

Y ya mayorcito, los cuentos más atrevidos que corrían entre los jóvenes, eran los cuentos de Quevedo.

Mientras que eran voz popular los cuentos de Quevedo, muchos no sabían que se trataba de uno de los más grandes exponentes de la literatura española, sino lo identificaban como un personaje típico de la picaresca. Pues de ese Quevedo, el escritor, también mi abuela me refería una copla, que se basa en esta historia:

Que viene como con vino

Un hombre completamente borracho, iba sobre un burro y su borrachera hacia que el animal se fuera de un lado al otro y el hombre estuviera al borde de caerse. Quevedo lo vio y al preguntar a sus acompañantes que les parecía ese mamarracho, le contestaron:

-Viene como conviene a los que vienen de la romería.

A lo que Quevedo respondió con esta copla:
“Ese pollino que viene
montado en otro pollino
no viene como conviene
que viene como con vino.”

Pues “no viene como conviene sino que viene como con vino” era otra de las frases que mi abuela repetía cuando el caso lo amerita, sobre todo cuando llegaba mi tio Enrique un borracho perdido, que casi siempre llegaba a ver a su madre y con lágrimas etílicas se dedicaba a hablar mal de sus hermanos.

Ya después en la escuela, era objeto de gracia otras citas de Quevedo:

Una adivinanza: “Entre dos piedras feroces sale un hombre dando voces, qué es…¡el pedo!.

O esta otra, que al decirla ya nos sentíamos casi hombres:

“No hay contento en esta vida
que se pueda comparar
al contento que es cagar.
No hay gusto más descansado
que después de haber cagado.”

Pero después al comenzar a practicar mi entretenimiento favorito, la lectura, conocí muchas cosas de Quevedo, como estas.

El rey llama a la puerta

Quevedo acompañaba al rey Felipe IV y al subir una escalera, se detiene para abrocharse los cordones de un zapato, ante lo cual el rey, que ve a Quevedo con el culo empinado, le da una nalgada, a lo que el escritor responde con un viento. El rey le dice que es una falta de respeto lo que ha hecho, pero Quevedo, con su agilidad y agudeza le responde:
-Oiga su Majestad, ¿a qué puerta llama el rey que no se le abra?.

Quevedo estaba obsesionado con la parte trasera de los humanos y por ello escribió ” Gracias y Desgracias del Ojo del Culo”, donde explica que se puede prescindir de los ojos de la cara pero no del ojo del culo, una expresión que si algún niño o joven de nuestra época decía textualmente, le costaba muy caro.

Pero es cierto lo que decía Quevedo en ese libro:

…..es más necesario el ojo del culo solo que los de la cara; por cuanto uno sin ojos en ella puede vivir, pero sin ojo del culo ni pasar ni vivir. Su vecindad, es sin comparación mejor, pues anda siempre, en hombres y mujeres, vecino de los miembros genitales y así se prueba que es bueno, según aquel refrán: Dime con quien andas, te diré quien eres. Él se acredita mejor con la vecindad y compañía que tiene que no los ojos de la cara, pues éstos son vecinos de los piojos y caspa de la cabeza y de la cera de los oídos, cosa que dice claro la ventaja que les hace el serenísimo ojo del culo.”

Una simpática alusión a este tema lo tenemos en el Poema al pedo, del cual un fragmento dice:

“El pedo es como la nube que va volando
y por donde pasa va fumigando,
el pedo es vida, el pedo es muerte
y tiene algo que nos divierte;
el pedo gime, el pedo llora
el pedo es aire, el pedo es ruido
y a veces sale por un descuido”.

Caballo muerto

Su agudeza era tal que el rey tenía un caballo preferido que estaba enfermo y mandó a Quevedo a ver si estaba vivo o muerto, diciéndole que si estaba muerto, no se lo dijera, porque lo castigaba. Quevedo cumplio el encargo y regresó a donde el rey, diciéndole:

“El caballo de mi Bamba,
ni come, ni bebe, ni anda.
Está tumbado en el prado,
le entran moscas por la boca y le salen por el rabo”

Le dijo entonces el rey: – ¿Y qué quieres decir?, ¿qué está muerto?

A lo que respondió Quevedo: -Usted lo ha dicho, que yo no he sido.

Dame pie

Otra anécdota que no le hizo mucha gracia al rey fue la del pie.

El rey Felipe IV le dijo que como él era muy ingenioso para improvisar, que le compusiera al momento unos versos. Quevedo le dijo al rey que escogiera el tema, para lo que le dijo:

-“Dadme pie Majestad”.

Queriendo hacerse el chistoso, el rey en lugar de decirle un tema, estiró la pierna hacia él, pero Quevedo, dándose cuenta de lo que pretendía le dijo:

-“Paréceme, gran señor, que estando en esta postura, yo parezco el herrador y vos la cabalgadura.

Escoja

Quevedo era amigo de las apuestas y apostó a que le iba a decir coja en su cara a la mismísima reina, la cual se molestaba mucho cuando le hacían alusión a su defecto. Fue así que se presentó ante ella con dos flores y le dijo:

“Entre este clavel
y esta rosa,
su majestad ESCOJA”

La hermosura de Quevedo

Y la Descripción de la Hermosura de Quevedo, me produjo más nauseas que risa, ver solo este fragmento:

“…Piojos cría el cabello más dorado,
lagañas hace el ojo más vistoso,
en la nariz del rostro más hermoso
el asqueroso moco está enredado.

La boca de clavel más encarnado
tal vez regüelda a hálito fatigoso,
y la mano más blanca es muy forzoso
que al culo de su dueño haya llegado.

El mejor papo de la dama mea
y [a] dos dedos del culo vive y mora,
y cuando aquesta caga, es mierda pura.
Esto tiene la hermosa y más la fea,
veis aquí el muladar que os enamora,
cágome en el Amor y en su hermosura.”

Los cuentos de Quevedo

De Quevedo se puede uno morir de risa leyendo el Buscón, Poderoso caballero es Don Dinero, Érase un hombre a una nariz pegado o El Gran Tacaño, su libro de cuentos y chistes por excelencia y sobre él había muchas anécdotas, cuentos, chistes familiares y juegos de palabras, pero sobre todo me refiero a los chistes que se contaban popularmente en la Cuba de los cincuenta, junto con los de Pepito, su heredero.

¡Hasta por el culo me conocen!

Uno de los cuentos más populares es que Quevedo se va a una azotea para ver mejor un desfile que iba a pasar por la calle, pero le entra ganas de ir al baño y se le había cerrado la puerta de acceso por lo que decide irse a uno de los laterales y tratar de cagar hacia abajo, cuando pasa una señora y al ver lo que está ocurriendo, grita: ¡Que veo!, a lo que responde Quevedo:

-¡Hasta por el culo me conocen!.

Limas y Limones

Quevedo, que está haciendo caca (siempre está haciendo caca), ve venir a unas monjas y no le da tiempo de ponerse todo el ropaje por lo que se sube a una mata y las monjas se detienen a coger fresco, una de ellas ve unas protuberancias que cuelgan, las toca y le dice a la otra: son limas, a lo que responde la otra:, no, son limones y así siguen con el toqueteo hasta que Quevedo responde: no son limas ni son limones, son los huevos de mis cojones.

Mostacita

Otro cuento nos habla de un personaje al que llaman Mostacita y que acostumbraba a hacer caca en su cuarto y tirarla por la ventana; en eso pasa Quevedo y un acompañante y lo llenan de excremento. El acompañante le dice, -es Mostacita, a lo que Quevedo responde: -que Mostacita, es Mierda.

El de la cara redonda y el tabaco en la boca

Quevedo que va en un tren y tiene ganas de hacer caca (¡otra vez!) pero el baño está ocupado, por lo que decide bajarse los pantalones y sacar el culo por la ventana y comienza a cagar, pero siente que le gritan: el de la cara redonda y el tabaco en la boca que se meta que vamos a entrar a un túnel.

Pepito

Con el cambio generacional en Cuba la Orquesta Aragón y Benny Moré es música antigua, en Estados Unidos Frank Sinatra y Ella Fitzgerald es música antigua y leer es un hobby pasado de moda, al igual que practicar modales de convivencia y civilidad e igual pasó con los cuentos.

Con las nuevas generaciones, Quevedo quedaría poco a poco en el olvido y el nuevo protagonista sería Pepito, uno de los más representativos de la realidad de la Cuba revolucionaria, porque refleja toda una época, y uno de sus cuentos icónicos fue el siguiente:
La maestra pregunta a los alumnos: ¿Cuántos tipos de leche ustedes conocen?

-Leche evaporada, dice uno.
-Leche condensada, afirma otro.
-Leche de chiva, agrega un tercero
-Leche de litro, dice otro, hasta que levanta la mano Pepito y responde.

-Leche de caballo muerto, maestra.

Explícate Pepito, no entiendo eso, la que da la leche es la yegua y cuando está viva.

-Si, maestra, es que cada vez que le pido leche a mi mamá, ella me dice: ¡Cuando se muera el caballo!.

Lo cierto es que se murió Fidel Castro y los cubanos siguen sin leche que tomar.

Pepito se llama Jaimito en otros países latinoamericanos y España, Johnny en Estados Unidos, Little Johnny en el Reino Unido, Toto en Francia o Pierino en Italia, pero a mi se me hace muy cercano el Pepito cubano, que siempre sale de los apuros en que se ve metido y que para siempre se ha quedado niño lo que le permite ser cínico e irreverente, pero fiel a la verdad y a narrar el contexto en que se vive, representando el pensar cotidiano del pueblo, siempre haciendonos reir, aunque en ello haya una dosis de amargura.

Pero al final, si vamos al humor fino y profundo, ese que no pasa a pesar de que cambien los gustos, me quedo con Francisco de Quevedo, una prueba de que el tiempo no puede llevárselo todo.

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