El lechero
Echó café en la taza.
Echó leche en la taza de café.
Echó azúcar en el café con leche.
Con la cucharilla lo revolvió.
Bebió el café con leche.
Dejó la taza sin hablarme.
Encendió un cigarrillo.
Hizo anillos de humo.
Volcó la ceniza en el cenicero
sin hablarme.
Sin mirarme se puso de pie.
Se puso el sombrero.
Se puso el impermeable
porque llovía.
se marchó bajo la lluvia.
Sin decir palabra.
Sin mirarme.
Y me cubrí la cara con las manos.
Y lloré.
Desayuno – Jacques Prévert
Ya hemos visto en otros artículos de este blog que se decía comúnmente que Cuba era “un país de café con leche”, y en cierta medida era cierto, porque junto con el café, esa tacita de tres centavos que se consumía varias veces al día y que estaba disponible en cada esquina, el café con leche servía lo mismo para desayunar que para cerrar un negocio, conspirar o establecer una conversación de cualquier tipo, hasta la más seria.
Yo personalmente soy de los que si no tomo café con leche en el desayuno, me parece que estoy en ayunas, es una costumbre que considero casi religiosa y que no puedo violar.
Lo del café con leche nos viene de España, y su historia se remonta a siglos atrás cuando en 1689, al ser expulsados de Viena por los cristianos en 1689, las tropas del visir turco, dejaron en su huida un cargamento de café. El café abandonado fue solicitado por un polaco dueño de una posada, el cual comenzó a ofertar la infusión, lo que fue todo un éxito, más cuando le añadió leche y azúcar, bebida que se fue extendiendo por toda Europa. María Antonieta, Reina de Francia y descendiente del Archiduque de Austria, antes que le cortaran la cabeza los revolucionarios, llevó el café con leche a Francia, lo que se hizo muy popular tanto como desayuno, merienda y hasta cena, y ya en el siglo XX, con las máquinas de café expreso, sentaron primacía.
Hay muchas variantes del café con leche, a la española que es similar a la cubana, el cortadito que es un poco más fuerte, el latte italiano, el café capuchino y el café ou lait, pero al final son lo mismo con más o menos contenido del néctar negro.
Pero lo que no se puede obviar es que Cuba era también un país de leche, porque el consumo de la leche y sus derivados era inmensa, y su producción también.
No quiero pecar de absoluto, pero probablemente no había café con leche en el mundo como el de La Habana de esa época. Venía el camarero a la mesa con una lechera en una mano y la cafetera en la otra y en la propia taza te mezclaba el café con la leche, con precisión y el usuario echaba el azúcar a su gusto y por supuesto, como diría Alvarez Guedes, los únicos que toman el café con leche con un toque de sal, somos los cubanos.
Disfrutaba mucho cuando a media mañana, o en medio de la madrugada cuando trabajaba en el turno nocturno, iba a una cafetería y me tomaba un café con leche.
Había una cafetería en la calle Amistad, en el centro de La Habana, que era propiedad de un italiano y anunciaba, a todo grito, aunque siempre estaba llena, que allí se tomaba el mejor café con leche y el mejor pan con mantequilla de la capital. ¡Café con leche de vaca suiza y pan con mantequilla holandesa! -anunciaba a toda voz el italiano.
Y verdaderamente la leche era muy buena, se le veía la nata y la mantequilla junto con el pan de una panadería situada a media cuadra, era una combinación fantástica junto con un café con leche de calidad.
Después conocería en México algo verdaderamente competitivo con lo que conocía: el café lechero, originario de Veracruz y que se ha popularizado en la ciudad de México donde lo primordial es el arte de los meseros echando la leche hirviente desde una altura increíble hasta llenar el vaso y sin que se desborde. Pero en el extenso país la mayoría prefiere el aguado café americano y no muchos tienen costumbre de tomar leche, aunque sí sus derivados, principalmente el queso.
Algunos podrán pensar que en Cuba la producción lechera estaba compuesta por chinchales típicos del tercer mundo y nada más alejado de la realidad, sin duda estos existían, pero mayoritariamente la industria lechera llegó a estar a la altura de las mejores del mundo desarrollado, cumpliendo las normas sanitarias y con una política de exigencia para que los proveedores las cumplieran. Eso hizo que la industria nacional dominara ampliamente el mercado, de forma tal que en 1958, había alrededor de un millón de vacas en ordeño, lo que hizo que hasta los ganaderos argentinos, el país de mayor tenencia de reses de Latinoamérica entonces, vinieron a Cuba a aprender la crianza del ganado destinado a la producción lechera en Camagüey.
También estaban los abastecedores de leche fresca en los pequeños pueblos, el tren lechero tomó su nombre porque paraba en cualquier parte para que los productores de leche se subieran con sus cántaras y el consumo local tuviera sus características particulares en todas partes, sobre todo por su bajo costo y alta calidad, al igual que sus derivados, principalmente el queso. Los campesinos que tenían vacas, hacían gran consumo de leche, mantequilla y queso y muchos tenían estos rubros como modo principal de subsistencia al venderla en pueblos cercanos a comercios o al menudeo. Otros también producían leche de chiva y quesos a partir de esa leche.
Pero en las grandes ciudades y sus alrededores estaban las plantas procesadoras que contaban con grandes vaquerías, numerosos suministradores, y con un eficiente sistema de distribución del cual formaba parte uno de los tantos oficios que han desaparecido: el lechero.
El lechero
El lechero fue una tradición de muchísimos años en Cuba que nos llevaba los litros de leche a nuestros hogares, y que forma parte de esa nostalgia de cosas buenas que desaparecieron con el socialismo y cuya principal característica es que nadie se robaba lo que dejaban en la puerta de las casas a horas muy tempranas.
Los clientes solo tenían que abrir la puerta y allí se encontraban con su pedido, otros preferían calcular la hora en que pasaba el lechero y en ese momento recibir lo demandado. Supongo que esa haya sido una práctica copiada de otros países, en particular Estados Unidos, pero lo cierto es que era una comodidad que no era alterada siquiera por aquellos que no contaban con recursos para consumirla, porque los valores imperantes en la sociedad, esos que desaparecieron junto con el lechero, eran otros. Si fuera hoy en día nadie encontraría el litro de leche en la puerta de la casa, y mucho menos en Cuba.
Era una práctica que muchos no concebían de otra forma, por lo que todavía me parece estar viendo el viejo camión ñato sin puertas que utilizaban los lecheros para repartir la leche. Se bajaban con unas cestas metálicas donde estaban los litros e iban dejando los encargos casa por casa. Recuerdo que las había grado A y grado B que costaban, respectivamente 13 o 18 centavos y ambas eran leches de alta calidad, una con más crema que la otra.
La grado A tenía su sello característico, más de una pulgada en su parte superior que era mantequilla pura. Con el tiempo la oferta que se entregaba en las casas se fue diversificando con leches completamente descremadas, leche con chocolate, mantequilla y hasta algunas comenzaron a entregar un nuevo producto surgido entonces: el yogurt.
Las más conocidas
Las principales compañías lecheras que daban este servicio de llevar leche fresca a las casas eran las de famosas marcas como San Bernardo, Guarina, Santa Beatriz y muchísimas otras decenas de lecherías de gran calidad, que eran depositadas en la entrada de los hogares y respetadas a pesar de que había gente con mucha necesidad.
En los poblados iban los lecheros con sus grandes cantinas, unos a caballo y otros que hacían uso del “tren lechero” y paralelamente en todo el país se consumía también de forma importante productos como leches condensadas, de la que eran líderes La Lechera y Nela, la leche evaporada, dominada por Carnation y conocida como “Clavel”, así como la leche evaporada Pet conocida como “Lirio” y Borden’s. Las leches en polvo tenían un consumo menor, como eran Nido, de Nestlé para niños y Milo, de la misma compañía que era leche en polvo con chocolate, pero en sentido general la leche en polvo tenía mucha menos aceptación y la que se consumía principalmente era la leche fresca.
A esto hay que sumarle que uno de los alimentos más demandados, tanto en las casas, como en los centros gastronómicos, eran los batidos, ya fueran de chocolate, de trigo, de malta, de muchas frutas, entre las que reinaba el mamey, la fruta bomba y el plátano, todos los cuales no se concebían sin leche.
En resumen, la leche era un alimento por excelencia de los cubanos antes de la revolución.
Historia de la industria lechera en Cuba.
Desde tiempos inmemoriales la producción de leche era completamente artesanal y solo algunos ganaderos lograron contar con métodos más avanzados de procesamiento de leche y sus derivados y la distribución, hasta en las grandes ciudades, incluyendo la capital, se hacia con carretones que no contaban con mucha higiene.
Ante la creciente demanda y la necesidad de modernizar esta industria, ella fue impulsada por la comunidad de emigrantes canarios, donde se unieron tanto los principales productores y distribuidores así como otros menores, para crear una industria de elaboración de leche pasteurizada y homogeneizada, creando en 1929 la Compañía Lechera de Cuba, entonces la mejor equipada y más moderna planta de Latinoamericana, y que todavía existe en la confluencia de las calles Cristina y Concha en La Habana.
La lechera tras posesionarse como líder del mercado de leche fresca, con una importante flota de camiones y personal de distribución, el añorado lechero, extendió su producción a leche condensada y evaporadas y los helados Hatuey y Diana, pioneros en dos importantes aspectos que no se olvidan: el carrito de helado y los bocaditos de helado.
Nestlé
El gigante del chocolate y productos alimenticios, solo un año después, en 1930, crea la Compañía Nacional de Alimentos,
Hasta ese año toda le leche condensada y evaporada era importada y la Nestlé, con su planta en Bayamo, comenzó a producir leche condensada y varios años después las leches evaporadas Libby’s y St. Charles, Milo, Nescafé y Harina Lacteada, todas a partir de insumos cubanos.
Con su segunda planta inaugurada en 1938 en Sancti Spíritus, otra importante zona lechera, llegó a producir más de un millón de cajas de latas de leche condensada, representando un 133 por ciento del consumo del país, por lo que en menos de diez años Cuba pasó de importador a exportador de leche condensada.
¡La leche condensada La Lechera, haga frío o calor es siempre la mejor! ¡téngala siempre a mano!. Era un eslogan publicitario que trascendió las fronteras del país. No en balde en México nadie conoce a la leche condensada como tal, sino con el nombre de “la lechera” sea de la marca que sea y La Lechera es, por supuesto, la más cara.
Guarina
La antigua provincia de Camagüey era la zona ganadera más importante de Cuba, de ahí que se creara la empresa láctea Guarina en la capital provincial en 1929. Allí se pasteurizaba la leche de consumo de la ciudad y sus alrededores, contaba con una fábrica de hielo y en pocos años comenzaron a producir leche condensada, en polvo, y todo tipo de derivados de gran calidad: mantequillas, queso crema,queso Roquefort, Gruyere, Gouda y el famoso queso Patagrás Guarina.
Cada vez que iba a Camagüey por asuntos de trabajo, que además impulsaba visitar con este objetivo, regresaba a La Habana con un par de quesos Patagrás de unas cinco libras cada uno, y un queso Proceso, del cual dábamos buena cuenta todos en mi casa.
Y una salvedad, el Helado Guarina, muy popular en La Habana, no tenía nada que ver con la productora de Camagüey, sino que era una empresa denominada Helados Guarina S.A., de capital relacionado con la hija de Ernesto Sarrá, el heredero de la famosa droguería y magnate inmobiliario habanero.
NELA
De todas las productoras cubanas de leche Nela era probablemente la más popular, sobre todo por la extensa propaganda que los más viejos no olvidamos y que aparecían en todos los medios con anuncios como:
Nela Hot Pack, se mantiene suave y fresco (se repetía imitando a un tren moviéndose).
¿Probó el proceso del nuevo queso, el sabroso queso proceso Nela?
Comeremos siempre Nela, Nela, Nela, Nela con pan.
La leche condensada NELA está siempre “espesita, espesita”.
Yo me llamo Nelipán, porque como Nela con pan y me tienen que imitar y si quieren jugar, Nela, Nela, Nela con pan.
Nela, a pesar de haber llegado tarde a la fabricación de esos rubros, su amplia gama de productos derivados de la leche, desde la leche en polvo hasta quesos, su calidad y su moderno equipamiento, hicieron de ella una de las preferidas del público y tuvo un papel decisivo en el desarrollo económico de la región.
Nela es un ejemplo de perseverancia y batalla, ya que fue fundada en 1929 en Sancti Spíritus, con el nombre comercial de “La Espirituana” para pasteurizar leche destinada a esa población, pero fue afectada por varias afectaciones económicas que hicieron que en un momento estuviera paralizada y en otros solamente procesara poco más de sesenta litros de leche, pero una buena administración hizo que renaciera y llegara a posesionarse como la segunda en importancia del país en su rubro.
La Hacienda
La Hacienda, fundada en 1928, fue la primera fábrica cubana de quesos, mantequilla y queso crema de forma industrial y su producción, en la zona de Bayamo, se extendió a helados, una pasteurizadora de leche fresca y una fábrica de envases metálicos. Su producción competía con los productores camagüeyanos en quesos Gouda, Cheddar, Gruyere y Patagrás.
A la altura de las mejores del mundo
Estas empresas productoras de leche y sus derivados, jugaron un importante papel en el desarrollo de sus zonas de acción, influyendo no solo en el empleo y el auge económico, sino que también participaron en la construcción de caminos, la instrucción e inspección sanitaria a los productores de leche y construyeron puntos de recepción y conservación de la leche frescas.
Estas plantas no eran para nada puestos pequeños o chinchales, sino instalaciones comparables con las mejores de su tipo en el mundo desarrollado, donde se observaban celosamente las disposiciones sanitarias, lo que permitió que la calidad de sus producciones dominaran ampliamente el mercado nacional.
En el desarrollo de estas plantas también tuvo un impacto importante la Segunda Guerra Mundial, cuando se estimuló el consumo interno de la leche condensada al darse prioridad, como parte de las necesidades del país y sus compromisos, a la producción de caña de azúcar y el cultivo del arroz, lo que hizo disminuir la producción de leche fresca.
Los helados
En materia de helados los más famosos eran Hatuey, Guarina y El Gallito, que se vendían en muchos establecimientos y en carritos ambulantes. San Bernardo, originalmente de Pinar del Río, logró fama por su calidad y se instaló en Rancho Boyeros, lo que después sería la fábrica de helados Coppelia. Y no se puede mencionar unos sin marca, pero difíciles de igualar, los que hacían los chinos a partir de frutas naturales, todos deliciosos.
Algunos productos no se olvidan: el Bocadito de helado, el Coco Glasé, un helado exótico al igual que la piña glasé; el helado El Gallito que tenía carros tirados por caballos donde vendían el helado en una época donde ya no se usaba mucho la tracción animal, por lo que nos acercabamos a comprar más para poder ver de cerca al caballo (o yegua) y tocarlos que por otra cosa, aunque el helado era de muy buena calidad y los barquillos los mejores y San Bernardo, los primeros en vender una mezcla de serpentina de vainilla y chocolate y helados de limón, estos últimos sin mucho éxito porque eran de agua y no de leche.
Este es un tema que vale la pena abarcar con mucho más profundidad, lo que publicaremos próximamente.
Los quesos
En lo que se refiere a mantequillas, quesos y quesos crema, la producción y el consumo eran inmensos y destacaban Guarina, Nela, Otero, La Vaquita, La Hacienda, Macurije y otros.
De ellos, como ya explicamos,el queso Patagrás Guarina o el queso Proceso eran tan famosos que no necesitaban propaganda y muchos eran adictos por lo rico que era, al queso blanco Otero, otra delicia camagüeyana.
Cuba llegó a elaborar hasta 200 tipos de quesos y los de mayor calidad eran los de Camagüey, el queso Otero, Jicotea y Guarina, sobre todo el Patagrás. Jicotea, un pequeño pueblecito ubicado a pocos kilómetros de la ciudad de Ciego de Ávila y llamado así por la abundancia de jicoteas en el lugar, era donde se producía un queso muy apreciado en el país, probablemente por la existencia de algún microclima y sus pastos. Hablar de queso Jicotea, entre los conocedores del tema, era sinónimo de excelencia.
Ya en los años noventa, gracias a amigos de Ciego de Ávila, pude conseguir un queso Jicotea, el cual era prensado con un molde en forma de ese animal. Al llevárselo a mi suegro, un gran experto en quesos, me dijo que le parecía estar comiendo el que había consumido antes de la revolución. Pero la producción de ese lugar es muy limitada y destinada a los dirigentes del país, los militares y probablemente lo que quede para vender a precios de oro en las tiendas en divisas.
Pero un destino muy parecido tienen todos los quesos producidos en la Cuba de hoy, salvo los que se elaboran de forma clandestina y de igual forma vendidos en la Autopista Nacional y otras vías importantes, a escondidas de la policía. Varias veces compré esos quesos a guajiros con el queso en la mano y al pedirlo, traían otro de una manigua cercana. Otra confirmación de lo que me dijo un día mi profesor y amigo Juan Carlos Oliva: Cuba es como el planeta Marte, un lugar donde ocurre lo impensable.
La leche de ayer a hoy
No voy a hablar de productos que después saldrían al mercado, ante la aparición de personas alérgicas a la lactosa (al igual que ha ocurrido con los celíacos, alérgicos al trigo, dos dolencias que pasaban inadvertidas para casi todo el mundo), diversos tipos de leche: de coco, de almendra, de soya, de avena, de avellana, de arroz, leches sin lactosa, leches completamente descremadas y muchas otras, que no saben ni remotamente, ni creo que tengan el contenido alimenticio de la leche de vaca entera. Pero nuestro tema es la leche simple, la leche de vaca.
Como vimos, Cuba contaba con 0.92 cabezas de ganado por habitante no por gusto, en América Latina sólo era superado por Uruguay, Brasil y Argentina, países donde ese renglón era el primero de su economía.
Las principales razas de ganado vacuno, en 1958, eran: Cebú, Shorthorn, Hereford, Aberdeen-Angus, Brown Swiss, Holstein, Santa Gertrudis, Guernsey, y Charolais. Destacaban entre todas por ser grandes productoras, la Holstein. la Guernsey y la Brown Swiss.
Es por eso que la leche, junto con la carne de res, eran los alimentos más baratos y abundantes al alcance de la población.
Era tan socorrida la leche que recuerdo todavía muchos refranes que mi abuela andaluza repetía a cada rato:
Encima de la leche, nada eches
Bebe leche y bebe vino y de viejo estarás como un niño
Blanco y en botella: leche
Para la leche que da la vaca, que se la tome el ternero
De nada sirve llorar sobre la leche derramada
Y es que la leche estaba al alcance de todos, igual que sus derivados.
La industria lechera cubana en 1957 tuvo una producción anual de 960 millones de litros, con un valor de $57 millones de pesos, equivalentes entonces a dólares norteamericanos. Pero no era todo, alrededor de esta industria se había desarrollado renglones derivados o tributarios a ella como ya vimos, leche enlatada, mantequilla, queso, carne en conserva, pieles, producción de latas, la distribución y el comercio minorista, sin dejar de lado la publicidad de estos productos, que era muy importante.
Pero llegó el Comandante y mandó a parar, y por supuesto la leche y sus derivados cayeron dentro de ese saco roto que es la revolución.
Comenzó a materializar sus proyectos=ideas locas, comenzando por la desecación de la Ciénaga de Zapata y la Ensenada de la Broa para emplearla como pastos para la ganadería,
Seguido de las teorías de suelos del francés André Voisin con el pastoreo intensivo, la inseminación artificial, y el peor de todos, la combinación de genes de reses de pelo negro con los de pelo rojizo, que daría como resultado ejemplares de nuevas variedades que producirían más carne y más leche y que serían llamados F1 y F2, incluyendo vacas enanas y que bautizados en honor a Fidel Castro, resultaron, como todo lo que proyectó, un fracaso que acabó con la ganadería en Cuba.
Por eso hay que recordar que ante el anuncio televisivo de la vaca Matilda, Pedro Luis Ferrer hizo popular la canción de la vaca Pijirigua, que quería seguir a la antigua.
Cafunga
Hay un dicho cubano muy popular que dice: “¡Murió como Cafunga!” y que se emplea cuando alguien tiene una muerte fulminante o no esperada y de forma repentina.
Parece ser que Cafunga fue un personaje real, un negro desmochador de palmas que cayó aparatosamente mientras hacía su peligrosa labor, por lo que un hecho tan impresionante dio lugar al dicho.
Y al tema del F1 y a dos reses muy promocionados le paso lo mismo: Murieron como Cafunga.
El primero fue Rosafé Signet, un toro semental canadiense de raza Holstein que había ganado varios concursos y que costó un millón de dólares de entonces, nueve millones actuales, que trajo Fidel Castro a Cuba para experimentos genéticos y que la prensa dijo había costado 27 mil dólares. Da la casualidad que conocí al sobrecargo de un buque cubano dedicado exclusivamente al traslado de animales, Florentino Villamil, y me contó que a Rosafé lo cuidó durante la travesía todo un pelotón de agentes de la seguridad.
Rosafé, que ya no era un toro joven, fue ubicado en un establo con aire acondicionado, música y pastos excelentes aparte de un ejército de veterinarios y vaqueros para cuidarlo. Tras inseminar más de veinte mil vacas, sufrió un paro cardíaco por fatiga y murió como Cafunga. Fidel Castro hizo que la prensa tratara el hecho como una catástrofe nacional.
Ubre Blanca, una de las descendientes de Rosafé, fue una vaca F2 (75% Holstein, 25% Cebú), que se hizo famosa por su gran producción lechera. En 1982 llegó a producir 109.5 litros en un día, cuando una vaca regularmente producía, de forma excepcional, treinta litros. En el Libro Mundial de Récord Guinness Ubre Blanca aparece como una recordista mundial con 24,269.9 litros en un periodo de lactancia.
Por supuesto, que los medios de difusión, todos de propiedad estatal, incesantemente hablaban de Ubre Blanca y la promocionaban como un éxito del socialismo. Su muerte ocurrió igualmente por exceso de medidas para que produjera más leche y su cuerpo embalsamado se conserva en una caja de cristal climatizada en el Centro Nacional de Sanidad Agropecuaria.
Como Cafunga terminaron también los conejos gigantes, el Plan Cordón de La Habana que iba a convertir a Cuba en gran exportador de café de la variedad enana Caturra, la importación desde Vietnam de Búfalos de agua debido porque estos iban a producir más leche y consumían menos pasto, y uno de los más desastrosos, la introducción de clarias, un pez depredador que se multiplicó fácilmente y ha destruido el ecosistema natural.
Y por supuesto, igual que Cafunga, desapareció la leche.
El vaso de leche de Raul Castro
De Raul Castro no hay que hablar, un personaje oscuro, sin carisma, conspirador y cruel, vivió a la sombra de su hermano hasta que este tuvo que ceder el poder inevitablemente por enfermedad. Probablemente para tratar de caer en gracia, cosa si no muy difícil yo diría que imposible, afirmó reiteradamente que trabajaría porque cada cubano pudiera tomarse un vaso de leche al día, al menos.
Quince años después no sólo nadie ha visto el vaso de leche, sino que en la Cuba de hoy la leche y los productos lácteos se han convertido en un privilegio.
La leche fresca que se destina para su distribución en las bodegas a niños menores de siete años fue sustituida por leche en polvo de mala calidad. De los precios de la leche y sus derivados en las tiendas en moneda libremente convertible, donde sólo pueden conseguirse, no voy a hablar. Todos saben que son precios abusivos en extremo.
Durante mucho tiempo iba cada dos o tres días a buscar un par de cántaras de leche de un campesino que me la suministraba y al que después le mataron la vaca y encima de perderla y perder su medio de subsistencia y alimentación, tuvo que pagar una multa inmensa. De ahí pasé al mercado negro a comprar leche en polvo, que compraba como apareciera, lo mismo en bolsas, que a granel que en sacos; lo mismo blanca (desgrasada) que amarillita (leche entera) que era la más demandada.
Eso nos permitía darnos el lujo de vez en cuando, de hacer dulce de leche, arroz con leche y flanes o pudines de pan.
En resumen conseguir leche era una odisea, más en una casa donde todo el mundo era lechero y tomaba leche de todas formas y a toda hora.
Eso me hace recordar lo que dijo a principios de la revolución Bárbaro Alfredo Valdés-Cataneo, más conocido por Cataneo, un personaje muy simpático más conocido como cantante del Trío Taicuba y gran bromista, al paso de la Caravana donde llegó Fidel Castro a la capital, por el malecón de La Habana dijo: “Sólo se salvarán los que sepan nadar”.
Guillermo Cabrera Infante afirmó años después que esa fue una de las definiciones más objetivas para identificar la llegada a La Habana del Ejército Rebelde y lo que ello representaría. Al final esta revolución, que prometió tanto, ahora dice que los cubanos no comen lo suficiente porque no trabajan lo suficiente. Pero no importa, el régimen ha convertido a los cubanos no solo en esclavos, sino en sumisos, y los cimarrones no cogen el camino del monte sino del exilio, donde hay libertad…y leche. Ya el cubano no quiere queso, sino salir de la ratonera.
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