El Castillo de Farnés

 

        Edificio en Monserrate y Obrapía. En los bajos en la misma esquina, el Castillo de Farnés

El Castillo de Farnés

Como había contado, mi padre, ayudado por uno de sus hermanos compró una plaza en la Cooperativa de Omnibus Aliados. En la Habana había dos grandes empresas de transporte colectivo por ómnibus, la mencionada COA, la más extendida y los Autobuses Modernos S.A., que habían sustituido a los tranvías y asumido sus recorridos. Esa empresa adquirió incómodos autobuses ingleses Leyland y los pintó de blanco, así que popularmente fueron conocidos como “enfermeras” y fueron famosos por sus accidentes.

La COA en cambio tenía modernos autobuses General Motors, ya en esa época automáticos y con una suspensión muy agradable, puertas neumáticas y otras comodidades.

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                                                   GUAGUA DE LA COA, RUTA 58

El pasaje costaba 8 centavos y se podía hacer transferencia para tomar otra guagua hacia otra dirección por solo 2 centavos más. La cantidad de usuarios que montaban y pagaban el conductor o cobrador lo marcaba mediante accionar de una palanca adosada a un reloj contador en la parte delantera. Claro que montaban 8 y se marcaban 4 o 5 y la diferencia iba para el bolsillo del conductor o cobrador y el chofer, el cual estaba atento además del tráfico, a la presencia de inspectores de la compañía.

Las guaguas paraban en cualquier parte, solo bastaba que le hicieran señas y su frecuencia entre una y otra era impresionante. Recuerdo que me montaba con mi padre en la entonces ruta 57 que iba desde el Vedado hasta la Avenida del Puerto, recorriendo barrios de personas de buena posición como el Vedado, por lo que su pasaje se catalogaba de bueno, y al retornar del viaje, se hacía una pausa donde los choferes y conductores se tomaban un café y fumaban un cigarro, entonces casi todo el mundo fumaba, de lo cual mi padre era una excepción. Me puse a ver detenidamente y no pasaba un minuto sin que saliera un nuevo ómnibus y en horas de mayor pasaje salía uno y a los pocos segundos otro. De ahi sale el dicho: “la de atrás viene vacía”, y muchas personas esperaban la siguiente, que venía con la precisión y la frecuencia de un metro, para ir sentados en el viaje, aunque muy pocas veces se viajaba incómodo aunque fuera de pie.

Era increíble que en la Habana, ciudad de un millón de habitantes, el transporte se sustentara casi exclusivamente en las guaguas, pues aparte de los autos no existía ningún otro sistema de transporte público y el mismo era eficientísimo.


RESTAURANTE LA ZARAGONA, MUY FAMOSO, AL LADO EL CASTILLO DE FARNES. A LA IZQUIERDA DE LA ZARAGOZANA SE ENCUENTRA EL FLORIDITA.

La anécdota relacionada con el título de esta reseña, El Castillo de Farnés consiste en que el Sr. Francisco Puig era habitual en el viaje de mi padre, por lo que se conocían. Pues resulta que al Sr. Puig lo carterearon en la guagua y al día siguiente se lo dice a mi padre, por si se le había caído la billetera, donde tenía documentos importantes. Era inaudita la cantidad de cosas que se recogían al finalizar un viaje y proceder a limpiarse la guagua, pero todo se custodiaba debidamente por si había reclamaciones, en particular documentos y dinero. No existía el nivel de ratería de hoy en día y se respetaba la propiedad ajena.

Francisco Puig era el propietario del Castillo de Farnés, pequeño pero famoso restaurante de La Habana Vieja, en cuya puerta lo dejaban diariamente.

Muchas personas que tenían auto, se abstenían de usar el mismo primero porque el servicio público era excelente y otra para evitar el inmenso tráfico que había en la Habana Vieja con sus calles estrechas y muchísimas rutas de ómnibus circulando dentro de ellas, ya que esta zona constituía además el centro comercial, turístico, político y financiero de La Habana de entonces.
Mi padre conocía perfectamente a los carteristas también habituales y buscaba la manera de que no crearan una situación desagradable, por lo que al ver a uno de ellos le dijo que si no devolvía la billetera de Puig, no solo no iba a dejarlos montar más, sino que iba a llamar a la policía. No pasaron dos horas y otro delincuente hizo devolución de la billetera.

La ruta 57 pasaba por la calle Monserrate, en cuya esquina con Obrapía estaba el restaurante Castillo de Farnés. Pararon un momento y le hizo entrega a Puig de su billetera pidiéndole que al día siguiente le dijera si faltaba algo.

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                                                                 PULPO A LA GALLEGA

Francisco Puig se convirtió de conocido en un gran amigo de mi padre, todos los fines de semana estábamos invitados a comer allí. Claro que no lo hacíamos, pero si por mi fuera iría todos los días. !Qué comida española más deliciosa¡. Allí conocí el pulpo a la gallega, las papas a la catalana y otras delicias que no había probado hasta entonces.

El Castillo de Farnés era y es un restaurante pequeño pero muy bien ubicado (al lado de la Zaragozana y a pocos metros por la misma acera, del Floridita dos centros de estatura mundial).En el siglo XIX existía en este inmueble una bodega y una tienda de comestibles y víveres. Con posterioridad, Francisco Puig adquirió el establecimiento y lo convirtió en una fonda a la que nombró Castillo de Farnés, en honor a una fortaleza de Cataluña, aunque esta parece llamarse realmente Castillo de Farners, su región natal, en el pueblo “Santa Coloma de Farners”.


SALON DEL CASTILLO DE FARNES.

En la esquina de la fachada poseía un mascarón de proa con el cuerno de la abundancia, actualmente conservado y utilizado como emblema del sitio. El restaurante Castillo de Farnés se asemeja actualmente a una taberna española, especializada en la comida de ese país. Ofrece una selección de cocina española, incluyendo platos deliciosos como el Arroz Indiana, una mezcla de arroz y carne, así como mariscos excelentes. El interior evoca un bonito bistro francés.

Dicen los turistas en sus comentarios en Tryp Advisor, el afamado sitio de turismo, que allí se come la mejor paella de La Habana y que el servicio es de cinco estrellas.
Menos mal que este sitio no cayó en desgracia como algunos que recuerdo, La Casa de los Vinos, Toledo, Puerta Tierra y otros que mejor ni hablar porque nos deprime, a mi que tengo estos recuerdos y al lector que seguramente también los tendrá o los asumirá como suyos si no los vivió.


                                               MENU DEL RESTAURANTE PUERTA TIERRA.


                              EL ORIGINAL CASTILLO DE FARNERS EN CATALUÑA.

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