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Malecón el de La Habana
“A despedirme voy poquito a poco
de mí mismo; primero de los lares
donde nací; después de los lugares
que con otros anduve, alegre o loco
de amor o de amistad; el muro invoco
de un vago Malecón, y un Almendares
que corre en ondas tan crepusculares
como los de dos con que el sueño toco.
Un minúsculo tigre que no viste,
mi muchacha, y más tarde la avenida
que es solo de los dos lejano el niño
primero con los otros que me diste.
La mesa al fin que a cinco nos fue vida
y es ya el último sol de mi cariño.
Despedida, de Eliseo Diego.
¿Existirá algún habanero que no disfrute de sentarse en el muro del Malecón para disfrutar la brisa marina en días calurosos?
Sin duda junto al Capitolio, al Castillo del Morro y a otros símbolos de la ciudad, está en un lugar importante el Malecón habanero.
La acepción de Malecón lo define como un muro grueso construido a la orilla del mar, playa o puerto para proteger de la fuerza del agua. Este rompeolas o malecón es una estructura costera que alivia o evita la acción de las olas del mar o del clima.
Y precisamente por ello se construyó el Malecón de La Habana., una obra, que por su complejidad y costo, demoró varios decenios en concluirse.
En 1819, cuando los ataques de los piratas ya habían cesado, se decidió que la ciudad se extendiera masivamente fuera de los muros de la muralla que la circundaba y defendía. El llamado “ensanche de extramuros”, permitió que la ciudad creciera desde la entrada de la Bahía, donde estaba el Castillo de la Punta y justo frente al Castillo del Morro, hasta el Torreón de San Lázaro, lugar que contaba con una caleta y donde algunos tomaban baños de mar.
Desde la boca de la bahía hasta el Río Almendares lo que existía entonces en casi toda su extensión era una costa de afilados arrecifes a los que en Cuba se les llama “diente de perro”y un monte impenetrable, que las autoridades españolas lo llamaban “Monte Vedado”. Esa costa, aparte de rocosa, estaba llena de desperdicios, cloacas e inmundicias.
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Pero en 1859 por la paralela a la costa calle San Lázaro comenzó a transitar el ferrocarril urbano, que iba desde el puerto hasta la desembocadura del río Almendares. Ello propició que surgieran los barrios del Vedado y El Carmelo. Todo este desarrollo urbanístico y sus comunicaciones, hicieron necesario el acometer la obra de la vía costera.
Su diseño y proyecto le fue encargado a Francisco de Albear, el más destacado ingeniero cubano en esos tiempos, que durante su vida intervino en más de 200 obras, destacándose la de la conducción a La Habana de las aguas de los manantiales de Vento, llevando a la capital aguas de calidad, acueducto que todavía tiene vida útil, sin desechar la gran cantidad de puentes, carreteras y otras obras de repercusión social que van hasta la proyección de una carretera Central estratégica para la Isla. Su proyecto de la vía costera tuvo evaluaciones no solo como solución para el tránsito, sino contemplaba otras complejidades para su urbanización.
Proyectó una vía amplia, elevada a cuatro metros sobre el nivel del mar, con bóvedas que pudieran tener otras utilidades, tanto logísticas como defensivas. Pero el gobierno español tenía otras prioridades y este proyecto se quedó durmiendo en una gaveta.
Fue el gobierno interventor norteamericano, que se ha caracterizado dondequiera que han puesto su huella en comenzar por el saneamiento y el desarrollo de la infraestructura de comunicaciones e hidráulico, el que comenzó la obra el 6 de mayo de 1901. En esta primera etapa debía llegar desde la entrada de la Bahía hasta los baños de los Campos Elíseos cerca de la actual calle 8 en el Vedado. Al obtener Cuba su independencia el 20 de mayo de 1902, la obra había avanzado hasta la Calle Crespo, unos 500 metros de longitud.
Esta zona, particularmente complicada por la irregularidad de los arrecifes y su gran profundidad, fue acometida con bastante rapidez por el gobierno interventor y por estar cerca del núcleo central de La Habana, fue adornado con árboles y grandes candelabros sobre el muro, los que ante el primer frente frío tuvieron que ser retirados.
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En 1909 ya la obra había llegado hasta la actual Belascoaín, y en 1916 hasta el llamado torreón de San Lázaro, previo el rellenado de la caleta del mismo nombre que tenía 93 metros de ancho en su boca y 5.5 metros de profundidad, (frente al actual Hospital Ameijeiras y al parque Maceo) que era una de las zonas preferidas por los piratas para sus desembarcos.
Pero un ciclón en septiembre de 1919, levantó completamente ese tramo, con grandes daños e inundaciones nunca antes vistas y que la gente achacó a la construcción del malecón. Esa zona tuvo que ser reconstruida y reforzada, pero en 2017 el huracán Irma nuevamente deterioró esa zona considerablemente y provocó inundaciones mucho mayores. El mar reclama lo suyo.
Ya en 1921 se había avanzado hasta la actual calle 23 o la Rampa como se le nombra ahora, y para ello hubo que demoler varios balnearios muy concurridos por los habaneros, como Las Delicias, San Rafael y Romaguera, lo que permitió llegar hasta el frente al Hotel Nacional.
Ya en este tramo, desde la calle 23 al pasar frente al promontorio de la Batería de Santa Clara donde actualmente está el Hotel Nacional se hacía necesario separar el muro unos 30 metros del litoral y rellenar una gran área de más de cien mil metros cuadrados y a su vez construir el Monumento al Maine, crucero norteamericano hundido por una explosión en el puerto de La Habana y que sirvió de justificación para comenzar la Guerra Hispano-Americana. Este tramo, con el relleno, el parque y el monumento, se completó en 1923.
La continuación de las obras del Malecón fue acometida por el el gobierno del general Machado, tan brillante en ejecución de obras públicas como represivo en su gestión y su ministro de Obras Públicas, Carlos Miguel de Céspedes, conocido con el sobrenombre de ”el Dinámico” quien en 1930 dirigió sus obras hasta llegar a la calle G, uno de los lugares donde el mar penetra con más fuerza históricamente. G y Malecón en el corazón del Vedado, es precisamente el punto más profundo del malecón habanero, unos cien metros cerca del muro, y es el lugar por donde las corrientes son más fuertes, por lo cual es uno de los puntos que más se inunda, llegando el agua hasta la calle Línea, varias cuadras tierra adentro.
Fue en 1955 que el gobierno de Batista lo continuó hasta la calle Paseo, donde se interpuso el Palacio de los Deportes, que estaba situado donde hoy está la Fuente de la Juventud frente al Hotel Habana Riviera. Ello implicó construir la actual Ciudad Deportiva en Vía Blanca y Avenida de Boyeros, lugar lleno de matorrales y hasta con un pequeño lago donde mataperreaba cuando niño, ya que en ese lugar nos sentíamos una especie de tarzanes.
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Hubo diferentes proyectos, entre ellos el llevar el Malecón hasta el nivel de la calle 12 del Vedado y con un puente colgante enlazar con la avenida Primera del Reparto Miramar, hasta cerca de donde posteriormente se construyó el Hotel Rosita de Hornedo, actual Sierra Maestra.
Pero la construcción de túneles en La Habana, en particular el de la calle Calzada bajo el río Almendares en 1958 (…y ahora dicen las chiquitas cuando ven el maquinón, vamos al túnel mi vida, vamos al túnel mi amor…, esa obra imperecedera de Enrique Jorrín), determinó que se continuara el Malecón hasta enlazar con esa vía subterránea y después con la Quinta Avenida del reparto Miramar.
Ya estaba construido el Malecón, ahora vemos las ventajas que propició esa vía costera.
Muchas de las más importantes arterias de La Habana mueren en el Malecón: el Paseo del Prado, Belascoaín, la calle 23, Línea, la Avenida de los Presidentes o calle G y Paseo.
A medida que se fueron completando tramos del Malecón, detrás venía un impresionante complejo constructivo, del cual se destacan diferentes tipos de obra. Decenas de edificios con vista al mar fueron conformando la línea costera habanera. Entre ellos verdaderos colosos como el edificio Someillán.
A lo largo del paseo existen complejos arquitectónicos dedicados a los patriotas de las guerras independentistas cubanos como Antonio Maceo y Calixto García, e imponentes esculturas, como la dedicada a las víctimas de la voladura del acorazado Maine. Un Obelisco que existía en Malecón y calle 23, el inicio de la Rampa, fue retirado.
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Existe un extraño edificio, que llama la atención por sus balcones en forma de sarcófagos sobre lo cual hay mil especulaciones, aún se conserva el el torreón de San Lázaro, hay una cascada artificial, casi siempre seca, en el promontorio del Hotel Nacional y la calle 23; al monumento a las víctimas del Maine se le ha retirado el águila imperial porque Picasso iba a hacer una paloma para ese lugar, la que nunca llegó. En el Malecón se construyó en el año 1953 la Embajada de Estados Unidos en Cuba y frente a ella se levantó el adefesio ridículo de la la Tribuna Antiimperialista José Martí, fea estructura de hormigón y arcos de acero, conocida como “El Tontódromo”, con su monte de banderas.
Pero no se materializó el proyecto de la mafia Italo-Americana con el Malecón
Lucky Luciano, con su visión, pero sobre todo su mano derecha, Meyer Lansky, fue el transformador del crimen organizado en una gran empresa.
Entre sus planes estaba el convertir a La Habana, en particular el Malecón, en una franja hotelera llena de casinos, de clubes, de cabarets, de exquisitos burdeles, que iban a fascinar al mundo entero. Una Habana a la que se podría arribar en grandes aviones de reacción; pero a la que también se podría viajar en hidroaviones, en barcos, en yates y cruceros; en helicópteros…El ambicioso proyecto comprendía una cadena de hoteles con sus correspondientes casinos a lo largo de la costa norte, ampliándose entre La Habana y Varadero, con la construcción de varios repartos residenciales y una planta eléctrica. Con esos fines se construyeron las majestuosas obras del túnel de La Habana y la Vía Blanca.
Entre los casinos de Lansky, estaban el Hotel Habana Riviera y el del Hotel Nacional y el Montmartre todos justo o muy cerca al Malecón.
En el Hotel Riviera, enero de 1969.
Meyer Lansky, Albert Anastasia, Santo Trafficante, George Raft, Frank Costello, Nicholas Di Costanzo, Carlo Gambino, Lucky Luciano, y muchos otros, desarrollaron un imperio de corrupción en La Habana entre 1946 y 1959, asociados al hampa formada por políticos y militares cubanos, sobre todo con sus proyectos faraónicos, el más grandioso sería el Montecarlo y comprendería hoteles, cabarets, dársenas, complejos de piscinas, campos de golf, y otros sitios de entretenimiento. La Habana de hoy sería una mezcla de Mónaco, Las Vegas, Bangkok y Dubai, con una impresionante línea de rascacielos que se construirían a lo largo de todo el Malecón. Un Skyline tan fastuoso como el que pude disfrutar en Panamá.
Y ello incluía hasta una isla artificial junto al Malecón habanero.
Pero el querido, pero pobre Skyline de La Habana, está igual que hace más de medio siglo. O peor.
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Pero el malecón no solamente sirvió para llenarlo de obras inmobiliarias, también fue empleado en otros muchos usos, los que lo asociamos a su nombre. Pero el primer nombre del Malecón fue “Avenida del Golfo”. más tarde se llamaría la “Avenida de Antonio Maceo”, sin embargo todo el mundo lo conoce por “ël malecón”.
En las noches el lugar se llena de vida, con mucha gente sentada o caminando por los muros del Malecón. Cuando era niño era toda una aventura caminar por encima del muro del Malecón, aunque no te soltaran la mano, era adrenalina pura aunque no existiera ningún peligro. Es al atardecer la hora cuando el Malecón estalla de vida, sobre todo cuando hace calor. Cuando hay mal tiempo o entra un frente frío, no hay quien se acerque a él.
Su particular diseño hizo que sirviera para acoger los más diversos acontecimientos que van desde carreras de autos, rodaje de escenas fílmicas, desfiles, conciertos y carnavales.
Esta obra, que comenzó en el Castillo de la Punta, y terminó con el Castillo de la Chorrera, dos fortalezas españolas, una en la entrada de la bahía y otra en la desembocadura del río Almendares, demoró medio siglo en ver terminada su construcción y cambió por completo la fisonomía de la capital cubana.
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Carreras Fórmula I
El Segundo Gran Premio de Cuba de automovilismo, II Gran Premio de Cuba de Fórmula I
fue celebrada el 24 de febrero de 1958 y estuvo rodeada de una tragedia y un secuestro.
Este II Gran Premio de Fórmula I, se efectuó en el mismo circuito del Malecón. En esta ocasión se inscribieron 32 pilotos de 12 países destacándose Roy Ruttimann, campeón de las 500 millas de Indianápolis, el inglés Stirling Moss, además participó Phil Hill, el alemán Von Tripps, de Estados Unidos: Masten Gregory, de Francia: Jean Behra, de España: Francisco Godia, de Venezuela: Piero Drogo y el sueco Joakim Bonnier y el playboy dominicano protegido de Trujillo, Porfirio Rubirosa.
La carrera constaba de 500 kilómetros, y el recorrido en el Malecón habanero era en el tramo comprendido desde la Avenida de los Presidentes o Calle G hasta el Parque de Maceo. Cada vuelta era de 5 kilómetros y había que completar cien vueltas para alcanzar la meta.
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En la sexta vuelta, el Ferrari que conducía el cubano Alberto García Cifuentes, se proyectó contra la multitud que presenciaba las carreras. Volaban por el aire cuerpos, cabezas y extremidades, dejando un saldo de 6 muertos y más de 30 heridos, entre ellos el propio Cifuentes. La carrera fue detenida de inmediato.
Por otra parte, el cinco veces campeón mundial, el argentino Juan Manuel Fangio, no participó a pesar de haber clasificado en primer lugar, ya que fue secuestrado horas antes por el Movimiento 26 de Julio y detenido hasta que terminó la carrera.
Un triste recuerdo de las carreras de carros en el Malecón, que no se repitieron.
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Los Carnavales.
Los carnavales que conocí son muy diferentes a los que existen después de la Revolución. Los carnavales eran una actividad recreativa y participativa, donde la gente iba a comer, a tomar no en exceso, a pasear en carros o carretones preparados para la ocasión, disfrazados o simplemente alegres. La gente presenciaba las carrozas y las comparsas que iban desde el inicio del Paseo del Prado en la calle Monte hasta la explanada de la Punta en el Malecón, donde hacía el regreso y repetían el paseo.
Muchas veces me llevaron al malecón y de lo único que me puedo quejar es del gentío, pero nunca vi ningún tipo de violencia.
Los carnavales y el Malecón actual no tienen nada que ver con el de la década de los años cincuenta, iluminadas sus noches por las luces de colores de los grandes anuncios lumínicos y, en época de carnaval, por los paseos y desfiles que llegaban por el Paseo del Prado hasta el Capitolio, dando la vuelta en la Fuente de la India, regresando por el mismo itinerario hasta su punto de partida, repartiendo música, bailes, serpentinas y confetis a los miles de espectadores, que ocupaban asientos a su paso en portales y aceras.
De los carnavales socialistas ya he hablado. Son lo más vulgar que existe, predominando la borrachera, las broncas y el ruido, el mal gusto y las manifestaciones antisociales. Mejor ni pasar por allí. El Malecón en carnaval es un verdadero infierno.
Pero no puedo olvidar los carnavales de 1970, cuando después del capricho terminado en desastre de la Zafra de los 10 Millones y años sin festejos populares, se hicieron unos carnavales desenfrenados que mi padre, tras más de 8 años de presidio en Isla de Pinos, disfrutó tomando cerveza, que la gente compraba en cubos. Pero hasta ahí.
En fecha reciente se filmaron escenas de Rápido y Furioso, me imagino como habrá estado el malecón con ese espectáculo.
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Los Baños del Malecón
Por supuesto que yo no los conocí, pero nuestros mayores solo hablaban de los baños del Malecón como la maravilla del siglo. Realmente eran pocetas naturales que existían en el litoral rocoso y que fueron aprovechados por comerciantes para que se disfrutara un poco de los baños marinos a falta de una playa cercana.
No eran tiempos como el de mi niñez y juventud donde era muy fácil ir a la playa de Marianao, a Santa Fé, Jaimanitas, Santa María del Mar o Guanabo y disfrutar de hermosas playas, gracias a medios de transporte y vías de comunicación.
El primer baño conocido, fue el de la calle E en el Vedado, llamada “Baños” porque iba directamente al balneario ”El Progreso” y se inauguró en 1864. El Vedado entonces era un monte con el acceso prohibido de ahí su nombre. Con el tiempo fue convirtiéndose en uno de los más exclusivos y después céntricos barrios de la capital.
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A partir de El Progreso, desde calle G hasta la calle 6, el malecón comenzó a contar con otros balnearios, accesibles a personas de bajos recursos, sobre todo en los baños públicos, que no eran más que pocetas construidas aprovechando las depresiones de la costa y que se llenaban de agua, como una piscina, gracias a las mareas. De las pocetas las había amplias, pequeñas y hasta con una especie de local reservado. Y los hombres y mujeres, aún en las más grandes, se bañaban por separado.
Años después se construyeron además, los baños de mar “Las Playas” frente a la calle D y posteriormente “El Carneado” en Paseo, y otros como “El Encanto” y “El Océano”.
Las pocetas tenían generalmente unos dos metros cuadrados, con entre uno y dos metros de profundidad y el agua se renovaba constantemente. A pesar de ser a mar abierta, sus divisiones protegían de los tiburones.
Todavía siguen los baños en las pocetas de los arrecifes que quedaron.
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Desde abril hasta octubre el negocio era muy floreciente. Después los frentes fríos hacían que los negocios cerraran. El dueño de “El Progreso” fue más allá y construyó apartamentos encima de las pocetas y también casas para el alquiler en la temporada veraniega, aparte del derecho al baño de mar que era de 50 centavos.
Pero el más popular de todos fueron los baños de “Carneado”, en Malecón y Paseo.
Con la ampliación del malecón, los famosos baños desaparecieron, pero mucha gente todavía los tiene en el recuerdo.
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Algunos Malecones famosos.
Malecón de La Habana
Es el Malecón por excelencia. Se extiende a lo largo de ocho kilómetros y es un icono de la capital cubana.A lo largo de su paso vemos edificios con el aire decadente e inconfundible de La Habana actual, monumentos, múltiples vendedores, pescadores, gente divirtiéndose, soñadores e muchos que miran al norte, a Florida, pensando en sus familiares o amigos que se fueron o en un futuro mejor si pudieran irse caminando por encima de las aguas. El malecón habanero es una joya única a cualquier hora del día.
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Y también hay otros malecones en Cuba
El Malecón de La Habana no es el único de Cuba, donde cada poblado costero y hasta algunos de tierra adentro tienen el suyo.
Entre ellos podemos mencionar el de Cienfuegos, que se enorgullece de su Malecón que va desde el Prado hasta Punta Gorda, un hermoso paseo construído en 1930 que termina en dos joyas cienfuegueras: el Hotel Jagua y el Palacio Valle y por si fuera poco con el restaurante Covadonga, famoso por sus paellas.
El malecón de Cienfuegos, construido en 1930, es actualmente sede de eventos acuáticos como competencias de vela y de remo. Toda una belleza el Malecón cienfueguero.
El Malecón cienfueguero.
Otro hermoso es el de Puerto Padre, con su increíble pozo de agua dulce, que brota en plena bahía, altamente salina. Otros poblados que cuenta con malecones son Caibarién, Gibara, Isabela de Sagua, Baracoa y Manzanillo.
El Malecón sin agua del Cerro.
Y una curiosidad, cuando era muchacho, en mi viaje diario hacia la escuela, pasaba, caminando por toda la calle Salvador, hasta su final cuando comenzaba la calle Buenos Aires. Justo después de pasar el cine México, donde exhibían los martes tres películas por solo 10 centavos, había un muro muy alto. Por ese muro se bajaba a la Vía Blanca y llegaba uno muy cerca de donde cruzaba la calle General Lee, por lo que se convertía en una especie de frontera entre Santos Suárez y el Cerro y a solo pocas cuadras de El Canal.
Alguna gente le decía a aquello El Malecón y se hablaba de que por allí había una especie de riachuelo que se atravesaba por un puente a la altura del muro. Supongo que ahora no hay quien suba o baje por esas escaleras, pues el muro debe, o ser peligroso, o estar lleno de inmundicias.
Mencionemos entonces otros “malecones” famosos en otros países.
Hay que comenzar por el más parecido al de La Habana. Algunos dicen que el de La Habana es una copia de él, igual que el Capitolio de La Habana es una copia del de Washington.
Pero analicémolos objetivamente.
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La copia gaditana.
Con la palabra gaditana nos viene a la memorias los famosos cigarros Competidora Gaditana o la Berza gaditana, este exquisito potaje. Pero sin duda tenemos que referirnos al malecón gaditano, un lugar incomparable de Cádiz.
El malecón de Cádiz, que va desde la Isla de León hasta el Castillo de Santa Catalina y el habanero que se extiende entre el Castillo de la Punta y la Chorrera constituyen la esencia, inicio y meta de dos ciudades que crecieron desde el mar hacia el interior y que resultan inconcebibles sin paseos.
Y tan parecidos son, excepto el skyline de la capital cubana que es espectacular, que Cádiz fue filmada como si fuera La Habana en la versión de 2002 de James Bond, Die Another Day.
Y es que La Habana y Cádiz son como una especie de hermanas gemelas que se miran de frente con el Atlántico entre ellas. El compositor granadino Carlos Cano definió esta dualidad con un frase que en España es popular cuando se habla de Cádiz, de la Habana, o de ambas a la vez: “la Habana es Cádiz con más negritos; Cádiz, la Habana con más salero”.
Y otros malecones de los que se habla mucho son:
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Mazatlán
El Malecón de Mazatlán en México está contemplado como uno de los más largos del mundo gracias a sus 21 kilómetros de extensión. Se construyó a partir de 1830 y está decorado con obras de arte como el monumento a Pedro Infante, el de la Mujer Mazatleca, el de la Continuidad de la Vida o El Clavadista, icono del centro histórico de Mazatlán. Cuenta con unas escaleras que llevan a un risco desde el cual expertos clavadistas ejecutan sus saltos parecidos a los famosos por ello en Acapulco. Pero no es precisamente un muro lo que lo caracteriza, como al de La Habana y el de Cádiz.
Por supuesto que me hubiera gustado conocerlo pero ir a Mazatlán, es ir a Sinaloa, y eso es meterse en la boca del lobo. Mejor verlo en fotos o en video.
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Puerto Vallarta
Puerto Vallarta fue quitándole protagonismo a Acapulco como polo turístico de playa por excelencia, pero al igual que el anterior, aunque tiene bellas vistas, las playas dejan mucho que desear para el que ha visto playas de calidad. Por eso es que poco a poco va reitrándose del lugar privilegiado que tenía para darle paso a Cancún.
Su malecón es muy corto, solo mide un kilómetro, pero está considerado uno de los más hermosos de México. Reconstruido en 2002 tras un huracán, está en el centro de Puerto Vallarta y constituye uno de los símbolos de la ciudad y es famoso porque en el proliferan obras de arte con la presencia de pintores, músicos, actores, centros culturales y esculturas, como El Caballito o La Fuente de la Amistad.
Lima
En la capital de Perú está Malecón Cisneros, también conocido como Malecón de Miraflores, una calle perfecta para pasear o practicar deporte que permite divisar atardeceres sobre un acantilado que mira al océano Pacífico. Una vista preciosa pero tampoco tiene muro donde sentarse.
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Santo Domingo
El malecón de la capital dominicana es la calle George Washington y desde cualquier parte de él se puede divisar el imponente obelisco de Santo Domingo, también llamado El Macho. Un hermoso paseo con bellas vistas, pero sin lugar donde sentarse.
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Tampa
Esta ciudad del Estado de Florida tiene uno de los paseos continuos más largos del mundo, Bayshore Boulevard, con 7,2 kilómetros de longitud. Bayshore es un malecón que recorre buena parte de la Bahía Hillsborough, desde el centro de Tampa hasta la base aérea de MacDill, en el extremo sur de la península. Es un camino muy tranquilo que la mayor parte del tiempo transcurre junto a enormes parcelas con hermosas casas que miran al mar.
En Bayshore Boulevard se celebra la tradicional fiesta de nuestra ciudad la Parada de Gasparilla un Carnaval muy colorido, repleto de Piratas, collares, carrozas, en fin alegría y paz. En mi visita a Tampa vi que esta lleno de gente realizando actividades físicas, miles de personas lo emplean para aprovechar la brisa del mar, otros simplemente para refrescarse o conversar al anochecer. Uno de los más bellos que se pueda ver.
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Veracruz
El Paseo de Malecón es un recorrido tradicional y casi obligado para los que visiten al Puerto de Veracruz y que más que atractivo turístico es un icono de la ciudad ya que forma parte de su historia y que disfruté grandemente. Lleno de esculturas representativas de la historia veracruzana y testigo de muchos movimientos del activo puerto y de paseos en yate. Pequeño, pero muy acogedor. A ello se sumaba la brisa del mar y el oxígeno y el calor propios de un lugar al nivel de mar, me hicieron sentir que estaba en el malecón habanero.
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Panamá
La Avenida Balboa, o malecón panameño, te ofrece unas vistas espectaculares de la parte nueva de la ciudad con sus grandes rascacielos y sus parques y el mar. Tiene pistas para trotar o montar bicicleta, jardines bien cuidados, impecable el mantenimiento de la zona. La Avenida Balboa es es la vía más moderna y ancha de la ciudad de Panamá. Cuenta con seis carriles viales, una isleta central y dos malecones. Tiene aproximadamente 3,5 km de largo y se ubica a orillas del océano Pacífico. Una obra impresionante resultante de la construcción del Canal de Panamá, al igual que la Calzada de Amador, que conecta la parte continental de la capital panameña con cuatro islas del océano Pacífico, las cuales forman un pequeño archipiélago.Verdaderamente impresionante.
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El Malecón de La Habana, el banco más largo del mundo.
Al famoso banco ondulado diseñado por Antoni Gaudí arquitecto del modernismo catalán le ha sido asignado el título del “banco más largo del mundo”. El banco se encuentra en el Parc Güell en Barcelona y se dice que no hay otro en el mundo que le gane. Pues se equivocaron de plano los que otorgaron el premio. Si su función es exclusivamente como asiento al aire libre, el Malecón de la Habana le gana de calle al de los catalanes.
Ocho veces más largo que el de Gaudí, autor de obras como el Templo de la Sagrada Familia, el Parque y el Palacio Güell y las casas Milá y Batlló, el extenso Malecón de la Habana se extiende a lo largo de todo el litoral norte de la ciudad, y es asiento obligado para enamorados, admiradores del paisaje, base de pescadores, y lugar de inspiración para bohemios.
Es precisamente de noche cuando más se le da uso de banco al Malecón de La Habana, que, como un viejo y callado amigo acoge a cientos de parejas en busca de intimidad y romance frente al mar, a grupos de amigos que se apoyan en su muro para intercambiar experiencias, canciones y bailes, o a turistas que buscan refrescarse con la brisa marina y conocer más de su cultura y sus costumbres.
El banco ondulado de Gaudi será muy bonito, pero no compite con el Malecón de La Habana en nada, seguro que no ha sido y continúa siendo, por generaciones el más fiel banco, siempre esperando para guardar los anhelos y los secretos de los cubanos.
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Canciones al malecón
Son muchas las canciones que mencionan al malecón habanero, pero solamente me referiré a algunas de las más sonadas.
Recordemos aquel cha cha cha de Enrique Jorrín que después reeditara Farah María y que dice:
“María Teresa comió jamón
Con queso blanco y tomó bebida.
Quiso bañarse en el Malecón,
Por atrevida perdió la vida.
No te bañes en el malecón
Porque en el agua hay un tiburón”.
También Los Zafiros con “Canción a mi Habana” de Tania Castellanos:
“Hermosa es La Habana al caer el sol
bordeando la costa hacia el Malecón…
…y siento en mi Habana
su vibrar enamorada, ritmo de ola y sal
languidece junto al Malecón”.
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O el lirismo de Silvio Rodríguez con su canción “Esto no es una elegía”:
“Tú me recuerdas el prado de los soñadores
El muro que nos separa del mar, si es de noche
Tú me recuerdas sentada, ciertos sentimientos
Qué nunca se sabe que traen en las alas
Si vivos o muertos, si vivos o muertos”.
Carlos Varela con su profundidad lírica y ojo sagaz nos trajo Habáname, casi un himno:
” Mirando un álbum de fotos
De la vieja capital
Desde los tiempos remotos
de La Habana colonial
Mi padre dejó su tierra
y cuando al morro llegó
La habana le abrió sus piernas
Y por eso nací yo…
…Y los años van pasando
y miramos con dolor
Como se va derrumbando cada muro de ilusión
Habana, Habana
si bastara una canción
Para devolverte todo
Lo que el tiempo te quitó
Habana, mi Habana
Si supieras el dolor
Que siento cuando te canto
Y no entiendes que este llanto es por amor”
Y hasta los reguetoneros, vulgares a matarse y completamente divorciados de la lírica, la melodía y de todo lo que no sea vulgar, nos trae, como válida excepción de la regla, una metáfora con la que se puede identificar al cubano: “hasta que se seque el malecón”, que no es más que la identificación de la capacidad del cubano de luchar y de sobreponerse a todo y continuar adelante a pesar de que las dificultades no cesan.
Pero desgraciadamente parece que el régimen de los Castro, aún muertos va a permanecer en Cuba un buen rato….hasta que se seque el malecón.
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Y de las canciones vamos a otro símbolo : “El Maleconazo”.
A principios de los años 90, al desaparecer el campo socialista y Cuba dejó repentinamente de contar con el gigantesco subsidio de la Unión Soviética, todos esperamos que en Cuba iba a ocurrir lo mismo que con el muro de Berlín. Pero en vez de ello, Fidel Castro optó por sumir a los cubanos en una supervivencia miserable, que constituyó el caldo de cultivo perfecto para que se produjera lo que no había ocurrido en los 40 años de permanencia del socialismo en el poder: una revuelta popular.
“El Maleconazo” fue el resultado de la mayor crisis económica en toda la historia de Cuba y constituyó una protesta popular completamente espontánea y sin liderazgo que respondía exclusivamente al hartazgo de su sumisión a un sistema represivo en extremo y que rompía décadas de pasividad e hipocresía.
El llamado “período especial en tiempo de paz”, para lograr que el régimen se perpetuara en el poder, fue resultado no solo de la caída de la URSS, sino también del desastre en la dirección del sistema económico cubano, que había erradicado los elementos de mercado y suprimido la iniciativa empresarial, en favor de la centralización, situación que empeoró cuando a Fidel Castro le dió un nuevo arrebato e inventó el “Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas” desde 1986 hasta 1990. Por supuesto también le echaron la culpa al bloqueo norteamericano y a la Ley Torricelli, pero la verdadera causa de las desgracias de los cubanos eran y son las políticas internas y la costumbre del gobierno cubano de vivir a costa de los subsidios. Y tuvo suerte, de la URSS pasó a alimentarse de la teta de Venezuela.
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No voy a rememorar esta etapa tan crítica de la vida del cubano, y que yo particularmente considero no ha terminado por completo. Se redujeron los servicios de transporte y la generación de electricidad, con los consiguientes apagones y cierres de fábricas. La producción nacional de alimentos a causa de cesar las importaciones de fertilizantes, energéticos y piezas de repuesto, se hicieron emisiones de moneda sin respaldo y el cáncer que sembró el Ché Guevara en su aventura en el Banco Nacional, cuando logró que el peso cubano dejara de tener valor internacional, se sumó a una descontrolada espiral inflacionaria.
El poder adquisitivo real del peso se precipitó, creándose un proceso de dolarización de la economía. Y todo ello repercutió en los presupuestos de educación, salud pública y el sector público en general. Y el valor real de los ingresos medios se convirtió en despreciable. Una cebolla podía costar veinte pesos, el salario equivalente a dos días de trabajo, una caja de cigarros cien pesos, un dólar 120 pesos y así sucesivamente.
Proliferaron los inventos para no irse a la cama sin comer algo, apareció el picadillo de cáscaras de plátano verde y el bistec de toronja, o de frazada de piso y se hizo cotidiano esperar varias horas para subirse a una guagua, si es que podías montar en ella o si paraba.
La respuesta principal fue que la gente se dedicó a cualquier cosa para subsistir, sobre todo a cuestiones ilegales, pues en Cuba lo que no era prohibido era obligatorio y no existía ni existe el estado de derecho. Si el gobierno no quiere que comas carne, pues vas preso por traficar con carne de res o fuertes multas por comprarla. Si tenías un dólar en tu bolsillo, podías ir preso por tráfico de divisas.
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Así y todo, prosperó el trueque, el mercado negro y todo lo que fuera vital para la supervivencia aunque fuera ilegal. Y mientras tanto, eran más y más la gente que buscaba desesperadamente una vía para abandonar el país.
Una buena parte de la población, sin embargo, se dedicaba en 1994, el año crucial de la crisis, a buscar la manera de “montarse en algo” para abandonar el país.
Hubo varios hechos que sembraron la alarma: entre mayo y agosto personas entraron a la fuerza en las embajadas de Bélgica y de Alemania, secuestraron embarcaciones como el Remolcador 13 de marzo, hundido con más de 60 pasajeros por una nave gubernamental, y dos veces fue secuestrada la lanchita de Regla, aunque era una embarcación sin condiciones algunas para navegar en alta mar.
Todos estos hechos concluyeron en que el 5 de agosto cientos de cubanos se reunieron en las cercanías de la entrada de la bahía habanera porque se había corrido la “bola: (más creíble que el noticiero televisivo o radial) de que varias lanchas llegarían a recoger a sus familiares para llevarlos a Estados Unidos, como había ocurrido en 1980 cuando Fidel Castro jugó sucio con James Carter y permitió el éxodo del Mariel, por el que se fueron más de 125 mil cubanos.
Esa fue la chispa que provocó El Maleconazo. Cientos de personas se congregaron en el Malecón de La Habana, enfrentándose con palos y piedras a la policía, saqueando comercios y rompiendo escaparates de tiendas y hoteles, a la vez que lanzaban consignas contra Fidel Castro y el socialismo. Destruyeron carros patrulleros
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Los disturbios duraron varias horas y se extendieron hacia los barrios céntricos de la capital, en particular Centro Habana. La acción de la policía y la Brigada Constructora Blas Roca, en realidad paramilitares agentes del Ministerio del Interior con tubos de metal y palos, provocaron múltiples heridos y cientos de detenidos.
El epicentro del motín popular fueron las barriadas pobres y mayoritariamente negras de San Leopoldo, Colón y Cayo Hueso. Zonas donde la gente reside en solares ruinosos y con un futuro entre signos de interrogación. Ahora están mucho peor y nadie protesta porque esos barrios son el centro del jineterismo, el tráfico de drogas y de objetos robados y el juego prohibido y tienen ciertas tolerancia con estos hechos.
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Todavía en la mañana del 5 de agosto, ser balsero era un delito. Si te pillaban, podías cumplir una sanción de hasta 4 años tras las rejas. A pesar de los chivatos, al amparo de los apagones se construían balsas de todos tipos y tamaños. La Habana parecía una ciudad de fragatas.
Después del maleconazo y de la mayor protesta contra Fidel Castro, se realizaron negociaciones secretas entre Cuba y los Estados Unidos. Pero el 5 de agosto, ser balsero era un delito por el que podías cumplir una sanción de hasta 5 años. Al no definirse nada en las conversaciones, y tras el intento de secuestro de un buque tanque, el gobierno ordenó que permitieran libremente la salida de balseros.
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El malecón, y todo el litoral habanero, hacia el este u el oeste, se convirtió en un gigantesco lugar donde la gente se abrazaba y se deseaba buena suerte en la travesía y en la nueva vida. Recuerdo en particular la gente yendo hacia el malecón, varios cargando una embarcación rústica, inventada con palos, tanques de petróleo o plásticos, lonas, cuanta cosa pudiera flotar, y decenas de vecinos, familiares y amigos detrás alentándolos y despidiéndolos. Lo que pasa es que si algo caracteriza al comunismo, aparte de su falta de humanidad, es la carencia de escrúpulos y de vergüenza, si hubieran tenido una pizca de este valor, se darían cuenta de a dónde llega un hombre por alcanzar la libertad, a poner en juego su propia vida.
Miles de cubanos se lanzaron al mar en los días siguientes. Se ignora cuántos murieron al tratar de alcanzar Florida, a 150 km de Cuba y se estima en 35 mil los que llegaron a Estados Unidos por esta vía.
El entonces presidente Clinton, anunció que los balseros rescatados por la Guardia Costera serían confinados en la base norteamericana de Guantánamo y culminaron las conversaciones conjuntas en septiembre con un acuerdo con el que Washington daría 20 mil visas a cubanos anualmente. Un nuevo triunfo de Fidel Castro que nuevamente bajó la presión de los inconformes y dio la esperanza de irse a muchos otros.
24 años después el éxodo solamente lo detuvo la cancelación de la llamada Pies Secos, Pies mojados. Y todavía mucha gente, que ya no tiene esperanzas por diversas razones, de poder irse del país, siguen sentándose en el muro del malecón para rememorar las esperanzas perdidas.
El malecón actual.
Como a todo en Cuba, al malecón le ha pasado por encima el huracán desastroso de la revolución. Y encima de eso el cambio climático ha hecho de las suyas, lo que unido a la desidia y el abandono gubernamental han provocado que cada día son mayores y más mortíferos los huracanes, tormentas extratropicales, frentes fríos y otros fenómenos naturales, y todos ellos han ido destruyendo el poderoso muro de contención, afectado además porque las penetraciones del mar cada vez son más poderosas y extensas.
Cuando Cuba sufrió los embates de la Tormenta del Siglo en marzo de 1993, las zonas aledañas al balcón de La Habana nunca habían vivido algo igual , después fue el huracán Wilma en el 2005. Pero lo peor estaba por venir, este frecuentado espacio capitalino quedó bajo el agua en una gran parte y fue bastante deteriorado tras los embates del huracán Irma que azotó la isla en 2017. El poderoso huracán Irma, provocó olas de más de 10 metros y la entrada del agua dos kilómetros tierra adentro,
El sobrepaso del oleaje por encima del muro del Malecón y la entrada de agua de mar por los drenes pluviales que descargan en el litoral fue mayor que nunca. La urbanización ha ocupado espacios de las cuencas hidrográficas donde se producía el drenaje natural hasta el mar lo que se une a la falta de mantenimiento.
Se ha hablado de modificar el muro existente elevando la altura máxima a 1,25 metros sobre el nivel de la acera, con reforzamiento y curvatura en la fachada al mar, crear módulos de contención con elementos de hormigón para minimizar la entrada de agua y añadir elementos rompeolas a una distancia prudencial de la costa para contener el primer impacto. Pero esto son solo otros planes más de los cientos de miles que han ofrecido al pueblo cubano como solución a cada una de sus necesidades.
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Así que ahora me acuerdo más que nunca de mi amigo Gregorich, que vivía en la calle B y primera en el Vedado y varias veces al año era víctima de inundaciones y penetraciones del mar. Un día tomó la sabia decisión de permutar su casa para un apartamento en el reparto Abel Santamaría, a poca distancia del aeropuerto y a 25 kilómetros de su trabajo, al que usualmente iba a pie. Todos decían que estaba loco. Los que estaban locos son los que se mudaron para allí. Es una solución parecida a la del cubano. El que quiera resolver sus problemas tiene que irse.
Ya pocos recuerdan “el maleconazo”. Hoy el malecón es transitado mayoritariamente por vehículos y turistas en busca de la brisa marina y del sol tropical, y los muchachos compitiendo end “cazar olas” cuando rompen contra el muro en temporada de huracanes o en nuestro intermitente y corto invierno.
Muchos se sientan en el malecón para dar rienda suelta a sus añoranzas, desesperación y melancolía. El cubano sabe olvidarse de su realidad, sobre todo porque son alegres y les gustan las fiestas, la comida, la bebida y el cigarro y sin olvidar la música. Todo ello a pesar de que no es fácil la existencia. Pero en el malecón, todos tienen un sueño: ser algún día dueños de su propio destino.
Sin duda alguna, si pudieran hacerlo, todos los habaneros irían a sentarse al malecón cuando el sol está cayendo.
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Y termino este capítulo con un poema de
Oscar Hurtado, a quien conocí cuando trabajaba en el periódico Revolución y que fue un escritor, poeta y periodista, que creó la tan gustada colección Dragón, que difundió en los primeros años de la revolución con gran éxito la literatura de ciencia ficción, policíaca y fantástica, que nos permitió conocer a Ray Bradbury, Arthur Conan Doyla, Isaac Asimov y otros. En nuestro colectivo era conocido como “el marciano” porque era un verdadero fanático de la ciencia ficción, la cual abordó en La ciudad muerta de Korad. Y como descendiente de pescadores, decía que su imaginación se enaltecía con el mar y en particular cuando estaba sentado en el muro del malecón. Este es su poema “Paseo del Malecón”.
“Una octava más alta habla el cubano
del normal diapasón de su garganta.
Pero en el Malecón sólo el mar suena.
Esa mar de las olas transparentes
nos revela un jardín de piedras finas
y un oculto y silente bosque rojo
en un fondo crecido de corales.
La mirada lo encuentra por momentos
a la luz escarlata de su fronda,
pero luego lo pierde en medianoche.
El olor de la sal y los mariscos
se mezcla con el de uvas de caleta.
Amantes de la mar y de la pesca
superan este mundo desde un muro.
En el lomo de esa ola surge un verde
que no puedo encontrar entre mis páginas.
El verde colibrí luce esmeraldas.”
Y no olvido la obra de Eliseo Alberto Diego (Lichi), tan marcada por la nostalgia por una ciudad, La Habana, que él mismo reconoció que sus libros parecen haber sido escritos desde un muro del Malecón, viendo de un lado pasar la vida y viendo del otro pasar los barcos.
Todas las familias tienen fotos como éstas. Carlitos con la rodilla herida porque se subió en la cascada y después se quiso subir en el monumento al Maine. Alexander contento por estar sentado en el muro del malecón.
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